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Roma y San Pantaleo

Al decretar en 1866 el Gobierno Italiano la supresión de todas las Órdenes Religiosas, automáticamente todas sus propiedades pasaban a poder público, al “Demanio” o Fisco. Los colegios escolapios eran normalmente fundaciones de señores o de municipios que ofrecían a los Escolapios unas determinadas rentas o propiedades para que pudieran mantenerse y ofrecer el servicio de la enseñanza gratis. El Gobierno, a través del Municipio, se apropiaba de todos los bienes muebles e inmuebles, y a cambió concedía una pensión de 400 liras anuales a cada religioso sacerdote (200 a los hermanos operarios), apenas suficientes para sobrevivir (para hacernos una idea, la limosna normal por una misa era de una lira, y la lira en aquel tiempo tenía un valor aproximadamente igual al franco francés y a la peseta española). La mayoría de los religiosos escolapios en el sur de Italia y las islas (Nápoles, Sicilia, Cerdeña) abandonaron las casas, y se buscaron la vida bien con la familia, bien trabajando como maestros o como sacerdotes; como simples peones, los hermanos. En estas provincias el Gobierno había sido particularmente duro con los religiosos, prohibiéndoles vivir juntos e incluso usar el hábito en ocasiones. En las provincias del norte (Liguria y Toscana) la mayoría de los religiosos habían continuado viviendo en las mismas casas, llegando a acuerdos particulares con los municipios, que les permitían seguir ocupando los locales y establecían con ellos un contrato para que siguieran haciéndose cargo de la enseñanza, en general bien valorada por el público.

Las tropas italianas entraron en Roma el 20 de septiembre de 1870, tras una breve resistencia honrosa de las tropas pontificias que custodiaban la ciudad (las tropas francesas de Napoleón III, que habían defendido el territorio papal antes, habían sido repatriadas para defender su país de la invasión prusiana). El gobierno italiano decidió aplicar en el ya reducido territorio pontificio ganado las mismas leyes que regían en el resto del país, así que todas las congregaciones religiosas se pusieron a temblar, ante la inminente expropiación de sus sedes. El P. General hizo todo lo posible por defender sus casas. Presenta un brillante alegato[Notas 1] frente a la posible expropiación de las casas de San Pantaleo y San Lorenzo:

El Prepósito General de las Escuelas Pías exige que se respeten íntegros e incólumes sus derechos al aplicar la Ley de la Supresión. Llamado de España para ser Cabeza de una Orden que en las diversas provincias fuera de Italia está reconocida por los diversos gobiernos, en su calidad de General o Representante del Cuerpo de su Orden, ha recibido de la Orden misma y posee en Roma la Casa de S. Pantaleo, y las rentas para mantener en ella el personal de su Congregación General y el número de maestros que él quiera dedicar a la enseñanza pública. Nombra a su arbitrio al Rector que asume el gobierno y la administración de la Casa, y se reserva para sí personalmente (como sus antecesores) la denominada Caja General que constituye el fondo para desempeñar su oficio. Las rentas de la Casa, lo mismo que las de la Caja General, se puede decir que están formadas por las contribuciones de las diversas provincias de la Orden. Por lo tanto, se puede decir que la Casa de las Escuelas Pías de S. Pantaleo en Roma es realmente una Casa General, es decir, perteneciente al General de la Orden como Cabeza de la misma Orden.

Comprada por el Santo Fundador José de Calasanz con dinero propio para tener en propiedad una casa en la que establecer por su cuenta escuelas públicas gratuitas y alojar a los maestros, algunos miembros y otros asalariados, fue la cuna de una Sociedad particular, aprobada y protegida por el Gobierno y el Municipio de Roma, que se extendió fuera de la ciudad. Después de 25 años de funcionamiento, la Sociedad privada fue confirmada y elevada por Paulo V a Sociedad Religiosa, que creció rápidamente en Italia, Germania, Polonia y España hasta formar 14 provincias, sin modificar el objetivo y la forma de la primitiva institución, cambiando sólo el nombre de General por el de Prefecto de las Escuelas que tenía el Fundador, y llamando ministros locales a los directores de cada casa, y ministros provinciales a los inspectores de las escuelas fundadas fuera de Roma, todos los cuales dependían directamente del Fundador. La Provincia Romana fue erigida para las casas que estaban fuera de la ciudad, y de ella han estado siempre excluidas la Casa de S. Pantaleo y también el noviciado de Roma en S. Lorenzo en el Borgo, edificado a expensas de todas las provincias nacionales y extranjeras, sin que en ellas hayan intervenido nunca el Provincial Romano y los Capítulos Provinciales.

Suprimidas ahora las Casas Religiosas en Roma, pero no suprimida la Orden de las Escuelas Pías, la Casa de S. Pantaleo pertenece al P. General, bien se considere que volvemos al estado en que se encontraba antes de que Paulo V lo consideró Cabeza de una Sociedad Religiosa, bien se le considere Cabeza de una Orden que continúa viva en las provincias del extranjero bajo la jurisdicción del sucesor del Fundador.

La casa noviciado de S. Lorenzo en el Borgo, edificada a expensas de todas las provincias, y que ha proporcionado los maestros propagadores de las Escuelas Pías, no puede dejar de ser la casa noviciado de la Orden, mientras esta subsista en Europa y América.

Para probar las razones aducidas nos apoyamos en las Constituciones y en la organización de la Orden, así como en la historia de la fundación de las Casas y Provincias. Pruebas morales, pero evidentes, que sin duda moverán a la justicia de la Junta Liquidadora a aplicar a la Casa de S. Pantaleo y al Noviciado de S. Lorenzo en el Borgo los artículos de la Ley de Supresión que se refieren a los establecimientos reversibles y a los establecimientos internacionales.

La Junta Liquidadora de Roma desestima el argumento de la reversibilidad basado en que la Casa de San Pantaleo fue comprada por un particular, pues claramente es una casa religiosa; en cambio tiene en cuenta el argumento de ser residencia de un Superior General extranjero, posibilidad contemplada por la ley, y garantiza al P. Calasanz Casanovas su residencia (y la de su Curia) en San Pantaleo mientras permanezca él en el cargo. Los escolapios estaban convencidos de que si el P. Casanovas dejaba de ser General, la casa de San Pantaleo se perdería para la Orden. De ahí el que, a pesar de su cansancio, su edad y su enfermedad, todos le insistieran para que siguiera en Roma, excepto unos pocos amigos que deseaban verlo de vuelta en España. Por eso él siguió en San Pantaleo cuando en 1884 el P. Mario Ricci fue nombrado Vicario General y se hizo cargo del gobierno de la Orden, y además buscó otra casa en Roma para residencia de la Curia General. De ahí que, incluso después de ser nombrado General el mismo P. Ricci en 1866, quedando completamente libre el P. Casanovas, tampoco entonces quiso o pudo él regresar a España, residiendo en San Pantaleo hasta su muerte en 1888, con el título de General honorario concedido por el Papa. Lo mismo que Pío IX (y luego León XIII) se consideraba un “prisionero del Vaticano”, Calasanz Casanovas fue un “prisionero de San Pantaleo”, ofreciendo su vida por salvar la casa para la Orden.

Ahora bien, San Pantaleo era también una iglesia con culto, y el Gobierno no pensaba alterar su condición. Las autoridades se comprometían, pues, a reservar una parte de la casa de San Pantaleo para la Curia General, y otra parte para los servidores de la iglesia. En realidad, la toma de la Casa de San Pantaleo no se produjo inmediatamente después de la entrada de las tropas italianas en Roma; había otros edificios más importantes para expropiar. Aunque sabían los escolapios que tarde o temprano la Junta vendría por ellos, la toma de posesión no tuvo lugar hasta el 9 de noviembre de 1874[Notas 2]. Las clases siguieron en San Pantaleo hasta ese año. En el curso 1873-74, último en que hubo escuelas en San Pantaleo, había cuatro clases: la 1ª elemental inferior, a cargo del P. Altamura, con 61 alumnos; la 1ª elemental superior, a cargo del P. Perugetti, con 52; la 2ª elemental, a cargo del P. Recchia, con 48, y la 3ª y 4ª elemental, a cargo del Cl. Volpini, con 26 alumnos. Había, pues, un total de 187 alumnos. Las escuelas habían funcionado bien, solamente a nivel de primaria, en San Pantaleo. De hecho en 1869 existía el proyecto de comprar las casas adjuntas a San Pantaleo con el producto de una herencia que habían recibido, para aumentar el número de clases de cuatro a siete, ya que no se podían atender todas las solicitudes de inscripción por falta de espacio[Notas 3].

En 1873 el P. Casanovas temía que le iban a expropiar toda la casa de San Pantaleo, y busca una solución original, recurriendo a la historia. Escribe al Príncipe Colonna[Notas 4]:

Excelentísimo Príncipe Colonna. La Orden de la Escuelas Pía tuvo su origen en la Excma. Casa de los Príncipes Colonna para comenzar la enseñanza pública en Roma, en Italia y en toda Europa. Hoy, suprimida en Roma y en Italia, se dirige a la misma Excma. Casa Colonna buscando un refugio en el que depositar su cuna.

En el año 1600, un sacerdote español venerado hoy con el nombre de S. José de Calasanz, Consultor de la Excma. Casa Colonna, y ayo del del Excmo. Príncipe Primogénito D. Felipe, dejaba las habitaciones del Palacio de V.S. Excma. para dirigirse a San Pantaleo y ser el Ministro General de las Escuelas Pías, fundadas por él bajo la protección de Vuestra Augusta Excma. Familia. 273 años más tarde, la supresión cierra la Casa de S. Pantaleo a las Escuelas Pías, que florecen aún en Germania, Austria, Hungría, España y las Américas, no habiendo sido nunca suprimidas sino en Polonia cuando se convirtió en provincia rusa.

Hoy, el actual General de las Escuelas Pías, sacerdote español como el Santo Fundador, y sucesor suyo en el gobierno de la Orden, confiando en la protección de los Excmos. Príncipes Colonna, se dirige a la magnanimidad de V.S. Excma. para conseguir un local en el que refugiarse algunos de los hijos de S. José, y conservar en la medida de lo posible el espíritu del Instituto de las Escuelas Pías que se conserva en S. Pantaleo. Dígnese V.S. Excma. escuchar benignamente nuestra súplica de conceder a los religiosos de San Pantaleo una vivienda en cualquiera de las casas de V.S. Excma., en las condiciones que V.S. Excma. crea convenientes y oportunas, y por tan grande favor, junto con el justo pago por la Orden de las Escuelas Pías, recibirá la gratitud con la que imploraremos al Dios de las bendiciones todo tipo de prosperidad para la augusta Casa de V.S. Excma., con la confianza de obtenerla por la intercesión del Fundador S. José, en otro tiempo empleado de Vuestra Excelentísima Casa. Humilde siervo de V.S. Excma…

No nos consta que el P. General recibiera ninguna respuesta de la Familia Colonna. En otra ocasión, como veremos luego, usó el P. Casanovas el argumento histórico para resolver un importante problema, con el mismo resultado negativo.

A partir de agosto de 1874 toda una serie de inspectores y técnicos pasaron a visitar la casa de San Pantaleo, que no se encontraba en muy buen estado. Había algunas partes que amenazaban ruina. Querían ver qué se podría hacer con la parte del edificio que ocuparan, dejando la parte correspondiente a los religiosos de la Curia y a los que se ocupaban de la iglesia. En un principio parece que querían simplemente instalar unas escuelas públicas (para niños y niñas) en el mismo lugar en que habían estado las clases de los escolapios, estableciendo además la vivienda del director y la directora de las escuelas. Para ello necesitaban ocupar la planta baja y buena parte del primer piso (respetando el oratorio y la habitación de Calasanz, considerada santuario). Necesitaban el espacio de la actual pinacoteca, que era entonces el comedor y la cocina de la casa. Buscaron con técnicos a qué parte de la casa podría trasladarse la cocina; pensaron en la terraza junto a la iglesia, pero vieron que no era posible. En definitiva, no era un buen local para instalar escuelas, se desechó la idea. Se pensó luego en instalar en San Pantaleo las viviendas de los ujieres que trabajaban en el ministerio establecido en el vecino Palacio Braschi, pero tampoco esta idea fue adelante. Pensaron en 1878 instalar un juzgado de primera instancia, pero había que hacer muchas obras y tampoco resultaba adecuado el espacio disponible. Viendo estas dudas por partes de los ocupantes, los escolapios intentan negociar en 1879 la compra de la casa de San Pantaleo con la Junta, pero no hubo acuerdo. Habrá que esperar hasta 1923 para que esta compraventa se produzca. Finalmente, la Junta se limitó a ocupar las dos clases de la planta baja, para uso de los “Reduci” o Excombatientes, quienes tenían durante el día un portero o guardián, además del propio de los Escolapios.

Así, pues, aunque los escolapios habían sido expropiados de la casa, se les había reconocido el derecho a ocupar buena parte de la misma, y de hecho la ocupaban casi toda, menos las dos salas de clase de la planta baja. Eso sí, debían informar cada año a la Junta acerca de los ocupantes de la casa, y en teoría no podía haber en ella más residentes fijos que los necesarios para atender a las necesidades de la Curia y de la iglesia. Así, por ejemplo, en el año 1883 encontramos los siguientes religiosos viviendo en San Pantaleo[Notas 5]:

a)Por la Curia General: P. Calasanz Casanovas, Prepósito General; Asistentes Generales: PP. Ex General G.B. Perrando, Mauro Ricci, Prospero Passera, Angelo Bellincampi; P. Manuel Pérez, Procurador por España; P. Andrea Leonetti, Procurador General; P. Antonio Rolletta, Secretario General; P. Angelo Bonuccelli, Archivero; P. Filippo Rolletta, Postulador; Hermanos operarios: HH. Gaetano Guerra y Salvatore Ascensi. Clérigos amanuenses: Antonio Romano y Enrico N.
b)A cargo de la iglesia (de acuerdo con la Junta): Rector: P. Prospero Passera; Vicerrector: Giovanni Nuvoloni; Capellanes: PP. Antonio Altamura y Nicola Recchia. Sacristán: H. Luigi Picchi. Servidores: Cl. Orazio d’Uva y Luigi Pietrobono.

Vemos, pues, que había 14 religiosos residentes en relación con la Curia General, y otros 6 (el P. Rector Passera aparece dos veces) en relación con la iglesia. Una comunidad bastante más numerosa que la actual. Los cuatro clérigos citados estaban estudiando en la universidad. Por lo demás, San Pantaleo siguió siendo una casa en la que se acogía a visitantes escolapios y a otros huéspedes, si había espacio disponible. Uno de los más ilustres, y menos afortunados, fue el Obispo de Barcelona Pantaleón Monserrat y Navarro (1807-1870), que había venido para la celebración del Concilio Vaticano I. Se hospedó en San Pantaleo, pero enfermó a los pocos días; fue trasladado a nuestra casa de Frascati para ver si los aires le sentaban mejor, pero no fue así; falleció el 21 de julio de ese año, y los escolapios se ocuparon de su funeral.

No corrió la misma suerte la casa de S. Lorenzo en el Borgo: el 16 de marzo escribe el P. Casanovas a su Asistente P. Bellincampi sobre los espacios que les han reservado en el colegio de S. Lorenzo[Notas 6]: El municipio está acomodando sus escuelas en S. Lorenzo. Nos quitan las habitaciones del primer piso, la sala sobre el portón y la escuela del oratorio de los niños, y tapian la puerta de esta escuela al coreto. No quieren hacer gastos por nosotros. Asignan el oratorio de la comunidad como habitación para el P. Gargano; la escuelita junto a la cocina al P. Malavisi; la habitacioncita junto a la escalera de la sacristía para el tercero, y nada más. El comedor y la cocina con la parte de encima nos lo dejan. Por ahora el P. Taggiasco irá a Poli, y pondremos tres camas en el oratorio para el P. Gargano y los dos hermanos.

Así, pues, el municipio permitió que siguiera una pequeña comunidad de tres sacerdotes al servicio de la iglesia (que es lo único que queda en la actualidad de la antigua casa de S. Lorenzo: el resto del edificio fue demolido cuando se trazó la Via della Conciliazione). Sin embargo, los escolapios siguieron aún dando clase, alquilando otro edificio y manteniendo cuatro clases que en 1888 tenían 105 alumnos. Como no había lugar en el edificio para los maestros, el P. General, por medio de un Monseñor, pagaba el alquiler de una casa vecina para ellos. En 1981 los escolapios deciden arreglar unas habitaciones para los maestros y los novicios sobre la iglesia (como ocurre en San Pantaleo), y el Monseñor consulta al “bienhechor anónimo” si puede darles dinero para ellos. Esta es la respuesta del P. Casanovas[Notas 7]:

Monseñor, el bienhechor que deseaba que los maestros de S. Lorenzino tuvieran la vivienda cercana a la misma casa, concede a V.E. Rvma. las mil liras que piden para remodelar los locales que conservan junto con la iglesia, en los cuales se pueden acomodar algunas habitaciones para los novicios y también para los maestros. Y como las nueve habitaciones no serán habitables inmediatamente, durante el presente año escolar continuará pagando el alquiler de las habitaciones que ocupan actualmente los maestros. En adelante dejará de pagar esa cantidad, puesto que ya no necesitarán esas habitaciones. Contento de haber sido de alguna utilidad para quienes educan a los niños pobres, se honra…

Hay que hacer constar que el Papa Pío IX sentía un particular afecto por las escuelas de S. Lorenzo in Borgo, por hallarse tan próximas al Vaticano, tal vez. Un par de meses antes de la toma de Roma, tiene aún el detalle de enviarle una resma de papel al P. Rector para uso de la escuela. Responde el mismo P. General al Monseñor que le ha comunicado el regalo la carta siguiente[Notas 8]:

Agradezco de corazón a V.E. la gentileza con la que ha querido comunicarme que el Santo Padre una vez más se ha dignado expresar su particular afecto hacia las Escuelas Pías entregando una resma de papel para uso de la escuela de S. Lorenzo en la Plaza Rusticucci. Ruego a V.E. transmita a S.S. nuestro sincero agradecimiento, y que creeré respetar su voluntad haciendo partícipes de regalo también a los doce novicios clérigos. Los cuales se están formando en la misma casa de S. Lorenzo, educándose en la observancia religiosa y recibiendo instrucción en las ciencias eclesiásticas y literarias por medio de dos Padres Maestros nuestros. Sin descuidar lo relativo a la primera enseñanza de los niños. Dios le colme de toda bendición.

Una prueba de que las escuelas de S. Lorenzo siguieron funcionando de la mejor manera posible es la crónica de la fiesta de distribución de premios que tuvo lugar allí a principios de 1884. Cedemos la palabra al P. Angelo M. Bellincampi, el cronista, que nos dejó el siguiente borrador de un escrito que probablemente envió a algún periódico católico[Notas 9]:

El 19 de enero hubo una fiesta escolar en S. Lorenzo in Borgo. Los jovencillos que asisten a las Escuelas Elementales dirigidas por los Religiosos Escolapios en el Palacio Moroni en Borgo Vecchio tuvieron la distribución de premios. La Santidad de Nuestro Señor, en medio de las gravísimas ocupaciones del pontificado, no descuida en cuanto le es posible la mejora de las generaciones crecientes, y encuentra la manera para ello. Conoce bien las ventajas que recibe la sociedad cuando se dirigen bien las tiernas mentes de los niños, se forman sus corazones y se instilan en ellos los sanos principios de la auténtica civilización católica. Y por ello envió todas las medallas para premiar a los niños que se distinguieron en cada una de las materias de la enseñanza. El local estaba bien adornado con guirnaldas y cenefas, especialmente el lugar en el que estaban las sedes elevadas para acoger a los niños premiados y a Su Excelencia Monseñor Francesco Ricci Parracciani, que hizo la distribución de premios. Hicieron más brillante la solemnidad Monseñor Martinucci, Bibliotecario de la Vaticana; Monseñor … y el Rvmo. P. Prepósito General de las Escuelas Pías. La celebridad de profesores y seglares y la notabilidad de señores que habían acudido para animar a aquellos escolares aumentaban el honor de la circunstancia, y daban más satisfacción a los padres de los niños y a todo el público que abarrotaba la iglesia. El P. Daniel Malavisi de las Escuelas Pías leyó una prosa en la cual mostró con bellísimos modos y elegancia de pronunciación que la instrucción literaria unida a la educación religiosa es la firme base de la felicidad de los Reinos, de los Estados, de las familias. La Escuela Pontificia de canto, dirigida por los Hermanos de las Escuelas Cristianas, ejecutó en varios intermedios coros de bellísima armonía. Todo resultó muy digno, y servirá de estímulo a aquellos niños desde esta primera muestra en su tierna edad. El Señor conserve durante mucho tiempo la Santidad de Nuestro Señor que tanto anima a la juventud. Damos gracias a los Prelados que se ocupan de las Escuelas Católicas y a cuantos honraron con su presencia el solemne acto. Queremos añadir una palabra de alabanza a los religiosos de las Escuelas Pías que continúan impartiendo la enseñanza gratis, felicitándonos con ellos por la desenvoltura de los niños al presentarse en público, por la brillante inteligencia de quienes recitaron la acción de gracias, y por la modestia y compostura que todos aquellos niños demostraron, consecuencia de la verdadera educación que saben dar los hijos de Calasanz.

En un primer momento los escolapios temieron que también podrían perder el Nazareno, pero allí las cosas eran diferentes. Recordemos que el Colegio Nazareno había sido fundado por el Cardenal Tonti, en el momento mismo de constituirse las Escuelas Pías como Orden, 1622. De ser un colegio para niños brillantes y pobres, pasó, ya en vida de Calasanz, a ser un colegio para niños nobles, y adquirió notable fama, no sólo en Roma y en Italia, sino en toda Europa. Pero quiso el fundador Tonti que hubiera un Consejo de Administración por encima de los Escolapios, como último responsable de la fundación. De modo que, al llegar la Supresión de las Órdenes Religiosas y la incautación de sus bienes, el colegio Nazareno no fue tocado, ya que no era jurídicamente propiedad de la Orden. Explica el P. Bellincampi al Comisario del Gobierno en un documento de fecha 1 de septiembre de 1983[Notas 10]:

El Colegio Nazareno (no el Colegio Romano) en el cual había escuelas primarias y secundarias, y todo el Liceo, habiendo sido reconocido como Ente Propio, está aún servido por los Escolapios que se ocupaban de él en el momento de la supresión; continúa prestando el mismo servicio y está administrado por una Comisión Gubernativa. A él acuden alumnos de las más respetables familias de nuestra tierra y extranjeras.

Así pues, el Colegio Nazareno pasó de estar bajo la jurisdicción de una comisión eclesial a otra del gobierno italiano. Esta Comisión pidió que el P. Leone Sarra, rector del colegio y Provincial, presentara las cuentas de su administración. No fue capaz de hacerlo, por lo que la Comisión pidió discretamente al P. General la dimisión del P. Sarra, cosa que tuvo lugar, no sin dificultades, el año 1878, pero de ello hablaremos más adelante. Por lo demás, el colegio Nazareno siguió funcionando normalmente. Eran las escuelas donde los escolapios atendían a las familias ricas de Roma, mientras a las humildes se les atendía en S. Lorenzo. Eran los únicos colegios escolapios en la capital después que nuestros hermanos se vieron obligados a cerrar las escuelas de San Pantaleo en 1874.

Notas

  1. Dom Gen 7 A, 289.
  2. Dom Gen 7 A, 232.
  3. Reg Gen 18, pág. 35; 4 de abril de 1869.
  4. Dom. Gen. 6 B, 231.
  5. Reg Gen 246 f 3, 2.
  6. Reg Gen 245 f 3, 193.
  7. Reg Gen 246 f 1, 178.
  8. Reg Gen 243 B g, 57.
  9. Reg Gen 246 f 4, 1.
  10. Dom Gen 7 A, 259.