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Observancia, tradición. La “vida común”.
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Casa de Pompeya

Nuestro paso por el Santuario de Pompeya, muy cerca de Nápoles, de 1894 a 1907, constituye una página a la vez brillante y penosa de nuestra historia[Notas 1]. Bartolo Longo (1841-1926), ex alumno del colegio escolapio de Francavilla Fontana (1846-1858) fundó el Santuario de Pompeya (o Pompei, en italiano) dedicado a la Virgen del Rosario. Puso la primera piedra el 1876, y fue atrayendo grandes muchedumbres de fieles. En 1887 creó un orfanato para niñas, y en 1892 decidió crear un hospicio para hijos de encarcelados, a los que iba a ofrecer una buena educación, y de este modo dar esperanza a sus padres. Para ello pensó en los escolapios, sus maestros. Escribió una carta al P. Ricci[Notas 2], en la que le decía:

Fui educado por los Padres Escolapios, y en general todos los que tuvieron la misma suerte que yo envían a sus hijos a los colegios de las Escuelas Pías, en los cuales, si se pasara lista de los alumnos, se vería que la mayor parte de ellos nos ha traído un apellido conocido. Aunque yo no tengo hijos, tengo los que por afecto he adoptado como tales, y todo me lleva a pensar que yo los confíe a mis respetados y queridos Padres Escolapios. Tales son para mí los hijos de los encarcelados. El Emmo. Cardenal Monaco La Valletta ha acogido y aprobado con placer la noticia de este deseo mío, y el P. Sixto ha aceptado el encargo de Rector del Hospicio para los hijos de los encarcelados. El P. Sixto[Notas 3] es rector también del Orfanato, y por lo tanto necesita que algún otro escolapio, en calidad de ministro, según nuestro vocabulario acostumbrado, represente en el Hospicio a los hijos de los encarcelados a la persona del P. Sixto, del mismo modo que él me representa a mí, y ocupa mi lugar en uno y otro lugar.

El P. Ricci se pone inmediatamente en contacto con el P. Carlo Pissarello, nuevo Provincial de Liguria, pidiéndole ayuda[Notas 4]:

Don Bartolo Longo, fundador de Pompei, y el Cardenal Monaco, Vicario del Papa en Pompei, quieren absolutamente un escolapio que haga de ministro en el colegio de los hijos de los encarcelados, del cual el P. Sisto Buonaura es rector. Pero él está poco allí. Y todo el cuidado recaería sobre este que mandaríamos. Sería, puede decirse, como fundar una nueva casa, sin gastar nada y además con el mantenimiento, pues cualquiera ve que allí va a constituirse una comunidad. Poner a nuestro Instituto en las instituciones modernas sería infundirle nueva sangre, y esto correspondería bien a Liguria, que antes acogió la instrucción de los Sordomudos, rejuveneciendo las Escuelas Pías. El P. Gandolfi es un joven de ingenio a quien no le disgustan las aventuras. Yo le enviaría allí a abrir el terreno para el año próximo, sin comprometernos de momento por más de un año. Si luego continuamos, aquella Institución, tan querida para el Papa, pertenecería a Liguria. No creo que sea un gran inconveniente para Liguria privarse de Gandolfi, pues otro puede hacer el triple de lo que él hace en Carcare. Cuando se acaben las clases en julio, partiría, y Usted comenzaría su Provincialato con un hecho histórico de los más hermosos. Todo el mundo ha aplaudido la educación de los hijos de los encarcelados como una de las mayores invenciones del siglo. Nos despertaremos.

En una carta posterior insiste el P. Ricci en su deseo de apoyar la fundación de Pompei con gente de Liguria[Notas 5]: Para el próximo curso, sea yo General o no, tenga dispuesto un joven para enviar a Valle di Pompei, para ayudar al óptimo sacerdote que parte ahora de esa provincia, para que se pueda constituir allí una pequeña comunidad nuestra, según la verdadera observancia y la vida común, al servicio de los hijos de los encarcelados. Y, todavía más adelante, sigue pidiendo la colaboración de Liguria en la obra de Pompei[Notas 6]: Deseo, y si no escribiese al Provincial Pissarello tan obediente, diría ordeno que Usted envíe solícitamente al P. Bianchini a Pompei, hasta que vuelva allí el P. Gandolfi, que ha dejado solo, aunque con mi aprobación, al P. Giannini con tantas preocupaciones sobre la espalda. Y más adelante[Notas 7]: ¿Puede darme para Pompei un Padre fuera de uso que sirva para vigilar a los hijos de los encarcelados? Por este año. Si no, basta un junior; no un lince, pero tampoco un grullo, para lo mismo.

Unos meses más tarde el mismo Bartolo Longo, pidiendo algún religioso más al P. General, le dice que La Virgen ha mostrado claramente que los hijos de los encarcelados deben ser educados por los hijos de S. José de Calasanz.[Notas 8] En 1895 llega desde Florencia el P. Giovanni Giannini, un hombre entusiasta, muy espiritual aunque poco práctico para la gestión. Se entusiasma con la tarea, porque se atiende a niños muy pobres (hijos de encarcelados) y porque ve a posibilidad de que surjan de ellos abundantes y buenas vocaciones, el sueño de todo escolapio. En una circular fechada el 23 de enero de 1895[Notas 9], el P. General informa sobre Pompei y el proyecto de establecer allí una fundación escolapia:

Pero antes incluso que los Santos y Beatos, la Santísima Virgen María es nuestra patrona y refugio. Vosotros no desconoceréis ese nuevo templo de sus glorias que Ella ha hecho en el pequeño pueblo de la antigua Pompeya, donde cada día en un santuario muy popular, celebrada bajo el título de Virgen de las Victorias, dispensa prodigiosas gracias a los buenos, vence y hace arrepentirse a pecadores en gran número.

El Rector de este santuario, que se ha convertido en la propiedad de la Santa Sede, es desde algunos años un hermano nuestro; y después de la fundación del hospicio para educar a los hijos de los presos, obra aplaudida por todo el mundo civil, me pidió otro hermano, y no tuve valor para negárselo. Y ahora también este está allí; y cada día presenta a la Virgen la larga fila de aquellos niños desafortunados, a los que se dejaba crecer para ocupar el puesto de los padres en las galeras, y que ahora con sus bocas limpias de blasfemias cantan todas las tardes las alabanzas de la Criatura más santa.

Confío en que nuestros provinciales, mirando un poco hacia el futuro, se esfuercen por tener listo algún joven religioso para ese fin tan moral: de lo contrario se perdería para siempre la más hermosa oportunidad para establecer allí una comunidad nuestra, renovada en la observancia y empujada por la caridad antigua a las maravillas caritativas de los nuevos tiempos. Nuevos tiempos no eran cuando tomó forma el pensamiento santo de la educación de sordomudos; sin embargo, dos hermanos nuestros, uno tras otro, dedicaron a ella su corazón y su ingenio, adquiriendo para el Instituto un primado de trabajo duro, no de parloteo, que continúa hoy en día en Siena su espléndido camino entre los aplausos y bendiciones de todos los partidos más discordes.

El P. Giannini, como los superiores escolapios, esperaba que Bartolo Longo les permitiría libertad de acción en su tarea educativa, pero no fue así: él quería controlar todos los detalles. Las escolapios que trabajan allí comienzan a quejarse: el P. Pier Luigi Sacchetini habla de la cautividad babilónica de los escolapios en Valle de Pompei[Notas 10]. Mientras tanto el P. Ricci, tras el Capítulo General de 1898, sigue ilusionado con la obra, y la recomienda en una carta circular[Notas 11]:

Es conocido con qué aplauso fue aclamado por todos el trabajo en beneficio de los hijos de los presos. Solicitados en repetidas ocasiones, no nos hemos negado a participar en esta hermosa y nueva forma de caridad cristiana, y las Escuelas Pías fueron a Pompeya. Ahora, ya que se trata de consolidarlas, el Capítulo General ha sancionado con nuestra aprobación, que cuando el Fundador y el Cardenal Prefecto nos aseguren con un documento serio nuestra continuación allí, los Provinciales de Italia deberán ayudar para enviar cada uno, según sea necesario, algún religioso de la Orden.

Bartolo Longo escribió un primer testamento en el cual dejaba a los Escolapios el Hospicio y la imprenta, de la que se venían encargando[Notas 12]; el Santuario lo legaba al Papa. Pero luego cambió de opinión, y en un nuevo testamento lo dejó todo al Papa. Los escolapios más que la propiedad lo que pretendían era tener un contrato en el que se especificara claramente su autonomía en la dirección del Hospicio, pero Longo no estaba dispuesto a ello, y con subterfugios los iba manteniendo en una situación provisional. Con el paso del tiempo las cosas se fueron complicando. Aunque desborda el mandato del P. Ricci, vamos a escribir unas pocas líneas para llegar hasta el final de esta penosa experiencia.

El P. Antonio Gandolfi, de la Provincia de Liguria, fue enviado a Pompei, y allí se convirtió pronto en el hombre de confianza de Bartolo Longo: era un hombre capaz, serio y dedicado. Estaba a cargo de la administración del Hospicio, del internado y de la imprenta. Amaba su trabajo, hasta que comprendió que el Hospicio era en la práctica un instrumento de explotación laboral infantil, en el que niñas y niños tenían que trabajar durante toda la jornada en la imprenta, sin recibir a cambio ni salario ni formación profesional en algún oficio que les permitiese ganarse la vida luego. Y en agosto de 1902 escribió una carta de protesta al nuevo P. General, Alfonso Mistrangelo[Notas 13], firmada también por el P. Giannini, que era a la sazón Provincial de Nápoles:

¿A qué se reducirá nuestra obra si nos quitan el único medio de poner a los hijos de los encarcelados en condiciones de ganarse honradamente el pan cotidiano al salir del instituto? Pues el dedicarlos a todos, contra su genio, al único trabajo del libro, además de ser fuente de malhumor, y por tanto de indisciplina, ya que se opone a la libre expansión de los talentos y de las inclinaciones de cada uno de ellos, será fatal para la mayor parte de ellos, pues no podrán ejercitar este oficio e sus pueblos de la montaña, entre los campesinos con los que han vivido antes.

Pero esto no es todo. Nos parece digna de consideración la razón que se aduce para justificar la amenazada supresión de la escuela de artes y oficios, razón a la que se recurre cada vez que surge el tema entre el Comisario Longo que impone, y los padres escolapios obligados a tolerar que se explote indignamente a los hijos de los encarcelados. Se dice: “Los hijos de los encarcelados deben servir a la Obra; sólo con esta condición pueden permanecer en el hospicio, y la obra necesita encuadernadores”. Nosotros, sin embargo, partiendo de un principio diametralmente opuesto, decimos: “Es la Obra, o sea, vosotros, los que habéis llamado a los hijos de los encarcelados para beneficiarlos, y no para beneficiaros con su daño”. Y sobre este punto capital, tantas veces sacado a la luz y discutido sin fruto, todavía hoy disentimos absolutamente con el Comisario Longo.

El P. Gandolfi pedía que se creara un Consejo de Dirección para las cuestiones educativas del Hospicio. El P. General escribe una carta a Bartolo Longo el 26 de agosto de 1902, pidiéndole un contrato escrito, por el cual se confíe la educación de los niños a los escolapios, y que constituya el consejo de dirección que sugiere Gandolfi. Bartolo Longo le dará buenas palabras, pero no cederá a ninguna de las exigencias. Al final, al no conseguir un contrato digno para seguir en Pompei, los escolapios abandonaron el lugar en 1907, dejando el lugar a los Hermanos de La Salle, que siguen allí. El sueño de los PP. Giannini y Ricci de establecer allí una comunidad renovada y modélica, que fuera como el motor de la resurrección de la Provincia de Nápoles, se vino abajo.

Notas

  1. Para un conocimiento detallado del paso de los Escolapios por Pompeya (o Pompei, en italiano), cf. VILÁ Claudio, “Bartolo Longo y los escolapios en Pompei”, Analecta Calasanctianae XXIV (1982), pp. 491-582.
  2. Reg. Gen. 249 h, 9. 19 junio 1894.
  3. Sixto Buonaura, de la Provincia de Nápoles (1839-1911). Fue Asistente General (1898-1902).
  4. RSL 369 6, 32, 27 junio 1894.
  5. RSL 369 6, 34. 19 octubre 1894.
  6. RSL 369 6, 45. 2 septeimbre 1896.
  7. RSL 369 6, 53. 4 noviembre 1897.
  8. RG 249 h, 10. Enero 1895.
  9. RG 24, 41.
  10. Reg Gen 249 c 2, 23. 9 abril 98.
  11. RG24, 48, 20 octubre.1898.
  12. RSL 369 6, 48. 26 noviembre 1896.
  13. Reg. Prov. 17, 250.