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Intención de expansión en Francia
La provincia de Cataluña tenía deseos de poner los pies en Francia, y el P. Tomek apoyaba esta iniciativa. La oportunidad de conseguirlo se presentó en 1951, cuando el obispado de Carcasonne ofreció a los escolapios el colegio diocesano «Beauséjour» de Narbona. El colegio estaba en crisis por falta de alumnado. Los escolapios de Cataluña enviaron cuatro religiosos que se hicieron cargo del colegio, en el que trabajaban también cinco sacerdotes franceses y cuatro profesores seglares. Aumentó el número de alumnos, parecía que podría salvarse el colegio, pero el déficit crecía año tras años, y tenía que cubrirlo la Provincia. A falta de un entendimiento económico con el obispado y con los padres de los alumnos, los escolapios decidieron abandonar el colegio en 1956. Pero la intención de mantener un pie en Francia continuaba, así que en 1958 aceptaron una obra ofrecida por el señor Henri Jonquères d’Oriol. Se trataba del antiguo (y ruinoso) palacio episcopal de la ciudad de Saint Papoul, en la misma diócesis de Carcasona, y los terrenos adyacentes, para una obra benéfica que debía dirigir la Orden de las Escuelas Pías. El P. Darío Rumeu fue enviado para poner en marcha la obra. En enero de 1958 se acogieron los primeros muchachos y en 1960 fue reconocida oficialmente para poder recibir niños confiados a los «servicios sociales departamentales», y del tribunal de menores en 1961. Al año siguiente se erigió como casa religiosa canónica, componiendo la comunidad cinco religiosos, quienes junto con seglares -monitores- se encargaban de la formación de los muchachos. No le faltaban ideas al P. Rumeu, como crear un postulantado para niños españoles que luego trabajarían en obras escolapias en Francia. Pero el P. Provincial Llenas el 30 de julio de 1956 es contrario a ese plan[Notas 1]. Económicamente sería caro; será difícil llevar postulantes de España, sus familias no estarán de acuerdo. De nada sirve que estudien allí si la escuela no está reconocida. El P. Tomek le animaba a seguir, a pesar de las dificultades. La obra necesitaba enormes gastos en reparaciones para hacer de ella un lugar habitable y digno. En 1961 escribe el P. Joan Trenchs, Provincial de Cataluña[Notas 2]: “Saint Papoul debía cerrarse antes, pero se sostenía porque el P. General no quería abandonar Francia”. El P. Tomek escribe al P. Rumeu para que siga adelante, mientras no se encuentre otro lugar más ventajoso, como una parroquia en un lugar más poblado, para que se instalen allí los escolapios. En 1976, por fin, los escolapios catalanes abandonaron Saint Papoul, conservando sin embargo la nostalgia por Francia. Esa parroquia a cargo de los escolapios en la región parisina solo se logró en 1991, pero esa es otra historia, contada ya en otro lugar[Notas 3].