GinerMaestro/Cap06/03

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06.03. Por qué fuera de su diócesis

Quizá la lógica preocupación de hagiógrafos y biógrafos por situar al personaje en los años inmediatamente anteriores y posteriores a su ordenación sacerdotal les impidió plantearse otras cuestiones paralelas. Intentaron responder al dónde e incluso al cuando, pero no llegaron a preguntarse siquiera el ‘por qué’, y sólo últimamente se ha intentado responder al ‘cómo’.

Los últimos hallazgos documentales han resuelto definitivamente las dos primeras cuestiones, como acabamos de ver, colocando en Lérida al estudiante durante el curso 1582-83 mientras recibe las órdenes menores y mayores, y al recién ordenado sacerdote al servicio de dos obispos consecutivos, el de Barbastro y el de Lérida (1584-86). Pero no se puede menos que seguir preguntando por qué decide ponerse al servicio de ambos obispos y no del suyo propio, el de Urgel, don Hugo Ambrosio de Moncada (1580-86), el que le ordenó de sacerdote en Sanahuja. Igualmente hay que intentar explicarse cómo logró entrar al servicio de Urríes y luego al de La Figuera, después de muerto el primero, mucho más tratándose de un servicio de tanta confianza e intimidad como es el de 'familiar'.

Dejando para su momento oportuno la respuesta al último interrogante, intentemos resolver el primero. Y la explicación ya la hemos propuesto en parte, al hablar de la decisión de terminar la carrera teológica en Lérida y no volverse a Alcalá. Hay que dejar sentado, además, que en toda esta intrincada cuestión de desplazamientos, decisiones y compromisos a primera vista desconcertantes no podemos dejar solo al joven Calasanz, disponiendo de sí mismo sobre sus andanzas y obligaciones sin contar con su legítimo superior, que era el obispo de Urgel. Desde que se tonsuró se convirtió en ‘clericus urgellensis dioecesis’, y no pudo decidir por su cuenta y riesgo sobre sus estudios, su carrera, sus ordenaciones y futuras ocupaciones sacerdotales sin contar con su obispo, que desde mayo de 1580 era Mons. Hugo A. de Moncada. Tampoco es el obispo quien traza los caminos de su clérigo o sacerdote sin contar con sus problemas o situaciones personales.

A nosotros, sin embargo, nos interesan precisamente esas situaciones o problemas personales que movieron al obispo a dar su con sentimiento para los planes que le propuso su clérigo primero respecto a los estudios, y su sacerdote después, para ofrecer sus servicios a otros obispos. Y la razón suprema de todos los movimientos o andanzas de José Calasanz desde que murió su hermano Pedro, en 1579, hasta la muerte de su padre, a finales de 1586, creemos que fue su sentido de responsabilidad filial. De haber vivido por muchos años su hermano mayor, otra hubiera sido probablemente la trayectoria de su vida, pues hubiera terminado sus estudios en Alcalá, se hubiera ordenado de sacerdote y hubiera pasado inmediatamente al servicio de su diócesis, sin demoras innecesarias. Eso era, al menos, lo más lógico.

La prematura e inesperada muerte del heredero trastornó realmente su vida. No quiso ser heredero, pero, como único hijo varón superviviente, sintió la obligación de cuidarse de su padre y la llevó a cabo hasta su muerte. Su hermano había muerto víctima de los trastornos sociopolíticos de Ribagorza, y su propio padre no podía considerarse libre de represalias de los mismos asesinos de su hijo, por sus claros antecedentes de servicio a los Señores de Castro en la bailía de Peralta. Y este ambiente inseguro, mezcla de insurrección social, de intereses políticos encontrados y de despiadado bandolerismo, seguirá vivo y operante hasta que Calasanz se vaya a Roma en 1592.

Ya lo dijimos antes, Calasanz deja Alcalá porque ha muerto su hermano y reanuda luego sus estudios en Lérida, y no en Alcalá, por estar cerca de su padre. Ahora, ordenado sacerdote, no se va a Seo de Urgel, sino que busca ocupaciones adecuadas a sus estudios y posibilidades, pero cerca de Peralta: en Barbastro y en Lérida, las dos sedes episcopales más cercanas a Peralta. Cuando en Monzón se ofreció al servicio de La Figuera, nada se sabía aún de la visita al lejano monasterio de Montserrat, sino sólo que era el obispo de Lérida.

Estando en Monzón, escribe Jericó, 'interin que [José] disponía el viaje a Montserrate, parece se trasladó a Peralta de la Sal, su patria, en donde enfermó gravemente su padre y el día 12 de septiembre de 1585 ordenó otro testamento cerrado, en el qual… dexa por heredero executor de su testamento y exonerador de su alma y conciencia a su amado hijo Mossén Joseph Calasanz Presbítero, habitante en el lugar de Peralta'.<ref group='Notas'>Cf. J. POCH, ‘Tres testamentos…’, p.457-458.</ref> No sólo se advierte la delicada salud del anciano y la actitud del hijo que acude rápidamente a su lado desde la cercana Monzón, sino el detalle de que se considera a José como “habitante en el lugar de Peralta”, y no en Barbastro, Monzón o Lérida. Y sigue diciendo el testamento que “si al tiempo de su muerte estuviera ausente…”. Lo cual parece significar que el anciano supone que el hijo estará presente, pero por si acaso no lo estuviera… Tiene conciencia de que estará siempre cerca.

Partió luego Calasanz para Montserrat por el compromiso contraído con La Figuera de servirle, antes de saber nada de este viaje. Pero declarará por escrito él mismo en 1637: 'el dicho obispo murió en dicha visita y yo me volví ami patria'.<ref group='Notas'>Cf. BAU, BC, p.132.</ref> La Figuera murió el 12 de febrero de 1586, y Calasanz seguía aún en su pueblo el 7 de noviembre del mismo año, en que su padre, otra vez gravemente enfermo, otorgó su último testamento,<ref group='Notas'>Cf. J. POCH, o.c., p.459-460</ref> muriendo poco después. Y sólo entonces decide Calasanz incorporarse a su diócesis de Urgel, pues documentalmente consta que el 12 de febrero de 1587 empezó a ejercer su oficio de secretario del Cabildo.<ref group='Notas'>Ib., p.468, n.27.</ref> Pero todo ese año, más o menos completo (12 de febrero de 1586 a 12 de febrero de 1587), lo pasa Calasanz en su pueblo, junto a su padre, sin otra ocupación, que sepamos.

Podrá, quizá, parecer excesiva esta larga digresión aclaratoria, pero la juzgamos necesaria para librar a nuestro personaje de esa sensación que produce de desorientación, de no saber lo que quiere, de moverse demasiado sin rumbo fijo e incluso, lo que es peor, de querer medrar a la sombra de protectores seguros, buscando una vida fácil y bien retribuida, sin compromisos ni tareas absorbentes. Y esto, apenas ordenado sacerdote.

Dicho lo cual, reanudemos el hilo de nuestra historia.

Notas