BerroAnotaciones/Tomo3/Libro2/Cap02
- CAPÍTULO 2 Astucias usadas Contra Nuestra Pobre Orden Por el Visitador Revmo. P. Pietrasanta [1643-1645]
Ten en cuanta, ante todo, que el P. Mario [Sozzi] de San Francisco murió el 10 de noviembre por la noche del año 1643; y al día siguiente el Revmo. P. Pietrasanta escribió a Nápoles al P. Marcos [Manzella], Superior de una de dichas casas, estas precisas palabras:
“Ha querido S. D. M. llamar a él, ayer por la noche, al P. Mario [Sozzi] de San Francisco, etc. Debo también comunicarle cómo la Sagrada Congregación de estos Emmos. Cardenales [delegados] acerca de las cosas de las Escuelas Pías, ha puesto en su lugar, como Superior único y universal en toda la Orden, al P. Esteban [Cherubini] de los Ángeles, a quien deberá rendir la debida obediencia, haciendo que él sea reconocido como tal por todos sus súbditos, a los cuales, y a las oraciones de V. R. me encomiendo.
Roma, a 11 de noviembre de 1643”.
De V. R. humildísimo servidor en el Señor,
Silvestre Pietrasanta, Visitador Apostólico.
El P. Alejandro Gottigredi, de la misma Compañía me escribía a mí así:
“Se habrá enterado de la muerte del P. Mario. Quiera Dios que estas cosas de ustedes logren un arreglo estable, como yo se lo suplico, encomendándome finalmente, etc.
Roma, a 12 de noviembre de 1643.
De V. R.
Servidor en Cristo,
Afmo. Alejandro Gottifredi, de la Compañía de Jesús”.
Como toda la Orden quedó muy triste de que, después de la muerte de Mario, no hubiera sido repuesto N. V. P. Fundador en su cargo de General, sino nombrado el P. Esteban de los Ángeles -por lo que escribieron cartas de mucho disgusto- el P. Pietrasanta escribió una carta circular, y prometió que, a lo más tarde para las fiestas de la próxima Navidad del Señor, se arreglaría todo, y el P. General puesto en su lugar. Yo he leído y visto esta carta. Y más aún, en la carta circular del mismo Revmo. P. Pietrasanta, de 10 de febrero de 1644, cuyo original yo conservo, están estas precisas palabras, en la octava página de la carta:
“En cuanto al tercer punto, de que es falso que yo he procurado se nombre con un Breve Vicario General al P. Esteban de los Ángeles, lo pueden decir los Sres. Cardenales delegados, que son los únicos que lo pueden saber, porque yo tendría que haber tratado con ellos. Hasta el día de hoy nunca se ha pensado tal cosa, por parte de aquellos que lo podían decidir y deliberar, que son Sus Eminencias y Su Santidad Nuestro Señor. Yo nunca lo he propuesto; al contrario, he hecho instancia para que se permita al P. General que, dada su mucha edad, él se elija…”.
En la página diez de la misma carta dice así: “Después, el memorial -igual que otros enviados de fuera- no debe ser admitido, por muchas razones: Primeramente, por ser…etc. En segundo lugar, porque se basa en falsedad, es decir, que yo intento hacer al mismo P. Esteban de los Ángeles Vicario General, etc.”
A pesar de todas estas atestaciones, que alegan, como testimonio, a una Sagrada Congregación de Emmos. Cardenales e Ilmos. Prelados, y al mismo Sumo Pontífice, se encuentra un Breve, expedido por dicho P. Esteban, no sólo como Vicario General, sino como Supremo Superior General, sin otra [autoridad superior] más que la Sede Apostólica, dado hacia el 11 de noviembre, dos meses antes de dicha carta.
¿No es esta un argucia grandísima, hecha a toda nuestra pobre Orden por el Revmo. P. Pietrasanta, bajo palabra o atestación, en sus cartas circulares, de una Congregación y de un Sumo Pontífice?
Sobre esto, escucha, lector mío, una cosa no menos grande. La Congregación de los Emmos. Cardenales e Ilmos. Prelados del día 18 de julio de 1645, tenida en la casa del Emmo. Roma, convinieron en que N. V. P. Fundador y primer General fuera repuesto en su lugar, ayudado de algunos Asistentes con voto deliberativo. De esto hay muchas cartas uniformes; e incluso el Ilmo. y Revmo. Abad Orsi, Residente en Roma del Serenísimo y Poderosísimo Rey de Polonia dio prueba cierta de ello, por boca de dichos Eminentísimos. A pesar de todo esto, el Revmo. Pietrasanta se movió tanto, que no salió el decreto; de tal modo se alteró, que, a causa de ello, no se produjo la reintegración establecida, sino la reducción a Congregación, nunca pensada ni querida por los Emmos. Cardenales ni por el Sumo Pontífice. ¿No es ésta una artería digna de ser lamentada con lágrimas y sangre?
De la estupidez con que el Revmo. P. Pietrasanta andaba en este gobierno suyo de las Escuelas Pías, tanto al principio como al final, y de cómo dejaba la brida suelta en mano de aquéllos que él debía regir y guiar, quiero poner aquí cosas palpables.
Aunque no quiero enredarme ni cooperar con quien perseguía a N. V. P. Fundador y General, no obstante, he procurado –por medio del P. Alejandro Gottifredi, General de la Compañía de Jesús- rehuir un Rectorado de Florencia, y no salir de Nápoles. Conseguí este favor con una carta del mismo Revmo. P. Pietrasanta, con estas palabras:
“El P. Alejandro, que a mí me puede mandar, y a V. R. quiere consolar, me ha expuesto su situación, que le hace imposible poder viajar. Por tanto, quédese ahí en Nápoles, hasta otro aviso, etc.
De Roma, a 12 de noviembre de 1643.
Silvestre Pietrasanta,
Visitador Apostólico”.
Después, del 14 del mismo mes me llegó una carta con estas palabras:
“Me parece justa la excusa de V. R. Estoy de acuerdo en que se quede en Nápoles; pero en el lugar y grado que mejor le parezca al Provincial. Tenga en cuenta que el quedarse usted ahí no debe ser para secundar los consejos de quien, por celo indiscreto, quiere oponerse, casi diría, a la voluntad de Dios, quien “bene omnia disponit”. Porque se da como cosa cierta e indudable que V. R. se ha decidido a quedarse en Nápoles por consejo envido de Roma. A pesar de ello, a fin de que V. R. vea cómo es suave el gobierno de hoy día, se concede que usted se quede, aunque, razonablemente, se puede dudar de su buena fe. Pero “Deus superbis resistit”. Que el Señor le bendiga.
Roma, a 14 de noviembre de 1645.
Silvestre Pietrasanta”.
Al leer esta carta sentí malestar con el P. Gottifredi, que me respondió de esta manera:
“Muy Revdo. Padre en Cristo
He recibido dos suyas, con dos adjuntas para el P. Pietrasanta, a quien se las he entregado, y me ha dicho que no había escrito tal carta; que, por lo demás, V. R. puede conocer mucho mejor sus sentimientos con la suya, que con las de otros, etc.
Roma, a 10 de diciembre de 1645
De V. R.
Afmo. Servidor en Cristo,
Alejandro Gottifredi de la Compañía de Jesús”.
Cartas parecidas a esta el Revmo. P. Pietrasanta ha firmado muchas, que después decía no acordarse.
Pero escucha una mayor transgresión del P. Pietrasanta, por la que podía esperar mayor castigo de S. D. M.
Los Emmos. Barberini -cuando, para dárselo a sus Monjas, nos cogieron a nosotros, pobres Religiosos, el noviciado de Monte Cavallo- entre otras pagas, depositaron para nuestros Padres 3200 escudos, con los cuales se compraron 27 terrenos de Monte. Después, el P. Esteban vendió dichos terrenos por sólo 700 escudos, con pacto de recompra, con el consentimiento de la Sagrada Congregación del Concilio, que obtuvo bajo falsa necesidad, sin el consentimiento de los Padres de la casa. Además se embolsó el seguro de una Compañía de 800 escudos, sin consentimiento de la Sede Apostólica. Cuando se descubrió todo esto, después de nuestra ruina, el P. Pietrasanta certificó que de estas cosas no sabía nada. ¿Qué dices, lector, de unas faenas tan grandes como las que nos hizo, por las que no se podía esperar sino grandes castigos sobre el P. Pietrasanta?