1696EuropaCentral/Prievidza (1666)

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Prievidza (1666)

La Condesa Francisca viuda de Palffi es un ejemplo claro de mujer comprometida en la mejora espiritual de sus vasallos. Dará los pasos necesarios para lograr sus objetivos: conseguir que una Orden Religiosa trabaje en su dominio de Bojnice para erradicar la herejía y aportar cultura y buenas costumbres. Y eso a pesar de que su señorío se encuentra en un territorio amenazado por el sur (turcos) y por el este (rebeldes húngaros, protestantes).

En 1666 se puso de acuerdo con el P. Provincial de Polonia Wenceslao Opatowski para la fundación, quien envió como Superior de la misma al P. Pablo Frankowics antes citado. Llegaron a Prievidza el 6 de marzo, y fueron acogidos (el P. Pablo y un clérigo, Francisco Hanak[Notas 1]) en la vecina fortaleza de Bojnice, mientras se preparaban unos locales provisionales para ellos. Inmediatamente comenzaron a dar clase en la misma fortaleza, principalmente a los hijos de los funcionarios y empleados de la Condesa. El mismo año, obtenidos los permisos del Arzobispo Szelepcheny de Esztergom, y con el refuerzo de otros religiosos, se trasladaron a vivir a una casa que la fundadora les había preparado cerca de la ciudad, mientras comenzaba a construirles colegio e iglesia. El tipo de contrato o fundación que estableció con los escolapios era muy semejante al de otras casas escolapias de Germania: creaba un capital que produciría cada año un interés de 1500 florines anuales, calculando que habría 12 religiosos; a 100 florines anuales por religioso, más 300 para mantenimiento de los edificios. Se comprometía además a hacer la construcción y equipamiento de los edificios necesarios, y les daba un huerto para uso propio. A cambio no pedía mucho: dos misas perpetuas diarias (una por ella, y otra por las almas del purgatorio), y a tener abiertas escuelas gratuitas para los niños, “desde el alfabeto hasta la retórica, y voluntariamente, música”.

La fundadora falleció en 1672. El colegio no se había terminado aún, y la suma de la fundación no se había registrado legalmente. Es decir, la fundación estaba en peligro. Sin embargo los tres hijos de la fundadora, Juan Antonio, Juan Carlos y Teresa, respetaron perfectamente la voluntad de su madre, y antes de repartirse la herencia dejaron aparte el capital para terminar la construcción y para crear el fondo de la fundación, que quedó bajo la responsabilidad del Conde Juan Carlos Palffi. Y los Palffi siguieron actuando como fieles protectores de la casa de Prievidza durante todo el periodo objeto de nuestro estudio.


En el año 1674 los religiosos pudieron trasladarse al colegio, aunque no estaba aún completamente terminado. Eran años de gran actividad en Prievidza. Los escolapios dedicaban gran esfuerzo a la conversión de protestantes, hasta el punto de que unos años más tarde el P. Rector, escribiendo al P. General, dirá: “ya se convirtió la última hereje que quedaba, una mujer anciana”. En 1673 salió de Prievidza hacia Brezno el P. Nicolás Hausenka, con la intención de hacerse cargo de las parroquias que ofrecía el Coronel Collalto, oficial designado por el gobierno austriaco para “recuperar” parroquias expulsando a los protestantes. Pero en todo el país se vivían tiempos inquietos. Debido, en parte, a esta presión ejercida por el gobierno central contra las religiones no católicas, iba creciendo el malestar entre la población húngara, que se unían en torno al líder Emerico Tököly, que guiaría las revueltas en el país durante todo el decenio, hasta el ataque al lado de los turcos de Viena en 1683.

El colegio se convirtió en sede noviciado para húngaros, y juniorato donde algunos clérigos mientras trabajaban en las escuelas continuaban sus estudios, con la ayuda de algún Padre que les daba clases de Retórica, Matemáticas, Filosofía e incluso Teología, en años sucesivos. En 1675 comenzó a usarse la iglesia, que quedaría prácticamente terminada en 1676.

El peligro del ataque de los rebeldes de Tököly se hizo realidad el 26 de septiembre de 1678. Se trataba de una represalia de los mismos por el ataque contra la ciudad calvinista de Debrezen, llevado a cabo por el Conde Juan Carlos Palffi, señor de Prievidza. Fueron dos días de barbarie, durante los cuales, según el cronista escolapio de Prievidza, “Las mujeres, sin distinción de edad, fueron desnudadas y violadas por los militares; los niños fueron entregados a las manos enemigas de los escitas; los hombres fueron desnudados y severísimamente torturados, burlados, quemados, tostados, retorcidos, golpeados, despojados de todo. Las casas, iglesias y altares fueron saqueados. Prievidza, Teutoprona, Bresania, Redeszoria, Gaidelia y muchos otros lugares fueron incendiados. Prievidza fue especialmente incendiada, pues no quedó una casa incólume. La iglesia parroquial, con la torre y el tejado, los bancos, las cátedras y altares, el órgano y las campanas, fue quemada por dentro y por fuera. Algunos ciudadanos con sus hijos murieron sofocados por el humo. Todos que cayeron en manos de los crueles enemigos fueron tratados monstruosamente, desnudados, maltratados, excepto aquellos que habían huido a los bosques vecinos o a la fortaleza de Bojnice”.

Los escolapios se habían retirado a la vecina fortaleza de Bojnice, considerada inexpugnable (aunque sería tomada por los mismos rebeldes en 1683), dejando al cuidado de la casa dos hermanos profesos, uno el clérigo Wolfgang Zuikauer y otro el operario Simón de S. Pedro, que fueron capturados, y fueron desnudados, golpeados, aplastados, tirados, y casi muertos, pero sobrevivieron con la protección de algunos soldados polacos, que los llevaron al campamento enemigo, siendo objeto de burla y de risa de todos. Con ayuda de los soldados polacos católicos, y el jefe francés Boham (Francia apoyaba cualquier tipo de revuelta que debilitara a Austria) los dos religiosos fueron devueltos al colegio, y lograron además llevarse consigo a un grupo de niños y niñas que habían sido capturados también. El colegio y la iglesia habían sido devastados; todo lo que podía ser destruido lo había sido. Habían intentado quemarlo, pero estando construido en piedra y ladrillo, y sólo ardió una parte donde estaba el pajar, además de algunas estructuras de madera. Los mismos soldados polacos protegieron el colegio con los religiosos y los niños contra ulteriores destrozos.

El Conde Palffi hizo huir más tarde a los atacantes, pero el destrozo estaba ya hecho. Aquel invierno el colegio se convirtió en lugar de refugio para muchos habitantes de la ciudad que lo habían perdido todo, mientras poco a poco se iban reconstruyendo las casas. Los juniores fueron llevados a Podolín para proseguir allí sus estudios de Filosofía.

Sin embargo el peligro y las incursiones de rebeldes, turcos y tártaros no cesaron. El 10 de agosto de 1780 irrumpieron los rebeldes mezclados con los turcos en número de unos 500, y se dedicaron al saqueo, y mataron a algunos hombres, por lo que una gran cantidad de gente de uno y otro sexo y muchos nobles fueron a refugiarse al colegio, junto con 22 soldados imperiales. Los religiosos, como en casos semejantes, habían ido a refugiarse a la fortaleza de Bojnice, dejando dos clérigos para custodiar la casa. Llegaron los rebeldes al colegio, y con terribles amenazas pedían que se rindieran, sin condiciones. Animados por los nuestros, los soldados se defendieron con gran valor. Después de muchos disparos por una parte y la otra, el enemigo se retiró, sin lograr su objetivo. En 1681 los ataques eran tan frecuentes, que los escolapios trasladaron las clases de manera permanente a la fortaleza. En 1682 continuaron las incursiones, hasta el punto que el P. Rector decidió trasladar toda la comunidad a Bojnice. El colegio quedó abandonado, aunque de vez en cuando bajaban los religiosos para comprobar si seguía bien.

En 1683 el ejército de Tököly tomó la fortaleza, mientras un enorme ejército turco se dirigía a la conquista de Viena y las tropas imperiales se retiraban para defender la capital. Los escolapios que quedaban fueron expulsados, y marcharon por Polonia hacia Podolín. No pudieron regresar hasta después de la derrota de los turcos y sus aliados a las puertas de Viena en septiembre de ese año. A partir de esa fecha el colegio de Prievidza llevó una vida normalmente tranquila, excepto por algunas dificultades internas ocasionada por la conducta de algunos religiosos “incorregibles” que de vez en cuando eran castigados o expulsados de la Orden. Hubo incluso el caso lamentable de uno de esos hermanos expulsados que más tarde se fingió sacerdote, y por sus sacrilegios fue condenado a muerte, decapitado y quemado. A la fundación inicial de los Palffi se iban añadiendo otras donaciones o fundaciones menores que facilitaban la vida del colegio. El 14 de abril de 1690 en las Escuelas Pías de Prievidza los religiosos comenzaron a usar calcetines y zapatos, según lo mandaba el Breve Apostólico de Alejandro VIII, Pontífice Máximo. Las escuelas tenían en torno a 200 alumnos.

El año 1692, tras el Capítulo general, la casa de Prievidza adquiere nueva importancia, pues las tres casas de Hungría se convierten en Comisariado General, bajo la autoridad del P. General, siendo nombrado Comisario, con residencia en Prievidza, el P. Lucas Mösch. Sigue siendo casa noviciado y juniorato.

El año 1696 ocurre una serie de extraños sucesos, muy semejantes a los ocurridos en San Jorge el año anterior, y con el mismo protagonista, el Clérigo José Herchel, de 19 años de edad y natural de Prievidza; estudiante de retórica y matemáticas, y maestro de pequeños en el mismo colegio. La historia ocurrida en San Jorge se leerá en su lugar, pero para entender bien lo ocurrido en Prievidza convendría saber qué había ocurrido el año anterior en el otro colegio.

En septiembre de 1695 había fallecido Mgr. Esteban Kada, obispo de Transilvania, sufragáneo de Esztergom, que había ordenado a no pocos escolapios, entre otros al mismo José, de órdenes menores. En aquellos tiempos era normal entre la gente la creencia en apariciones de espíritus y demás, e incluso estaban sorprendidos de que los escolapios no hubieran sido turbados nunca por ese tipo de fenómenos desde su entrada en el colegio en 1674, a pesar de que en él, a causa de las guerras e incursiones, había habido varias muertes violentas. La tranquilidad duró hasta finales de marzo de 1696 (obsérvese que en esas fechas estaba el P. General Foci visitando algunos colegios en Polonia, y pronto llegaría a Prievidza para la visita general). A partir de entonces un espíritu (del obispo Kada, como se reveló más tarde) aparecía por la noche y comenzaba a molestar a la gente, golpeando en las puertas, haciendo todo tipo de ruidos, sin hablar nunca, llenando de miedo a todos los habitantes de la casa. Los Padres, incluido el Viceprovincial (el mismo P. Lucas Mösch había sido nombrado para ese cargo cuando el Comisariado de Hungría se convirtió en Viceprovincia de Germania, en 1695) comenzaron a decir sufragios y celebrar misas por las almas del purgatorio, pero los ruidos y sustos nocturnos no cesaban.

El 10 de abril por la noche, por fin, el espíritu se manifestó al citado clérigo José, llamó suavemente a su puerta, y a la jaculatoria habitual “Deo gratias!”, respondió: “Ago!” (¡doy!), y al ser conjurado por el hermano a decir quién era y que quería, esto es lo que le dijo a través de la puerta cerrada (nadie más oyó hablar al espíritu): “Yo soy el obispo Esteban Kada, que te ordené a ti de menores; ahora no te pido nada sino que el P. Francisco [Horacio, era el mayor de la comunidad, con 59 años de edad, moravo de origen] celebre tres misas en la capilla de Mariazell, en nombre de todos los sacerdotes que ordené, y que tú le ayudes en nombre de todos aquellos a los que conferí las órdenes menores, y que deis limosnas a los pobres”. El H. José, experto ya en apariciones (después de una aventura similar en San Jorge) pidió al espíritu una señal. Oyó entonces un golpe sobre su mesa, y sintió olor de humo. Naturalmente, todo estaba a oscuras. Fue entonces José a hablar con su vecino de habitación, precisamente el P. Francisco, para que fuera a ver lo que había ocurrido. Acudió el P. Francisco con una luz, y luego llamaron a los demás religiosos para que vinieran, y todos vieron que en la mesa del citado H. José había un libro in folio en una caja roja de papel grueso (se trata de una Colección de sermones en bohemo, en la cual el hermano leía algo para alimento espiritual antes de dormir), con una marca hecha con la mano derecha, profundamente grabada en la caja y en los 56 folios siguientes, como si le hubieran aplicado ascuas, y aunque no vieron ninguna, sintieron el olor de quemado. El hermano José tenía la cara pálida, y sin embargo manchada con humo y hollín. Naturalmente, todos consideraron que aquello era un milagro, y la noticia se corrió por la ciudad al día siguiente, y de la ciudad vinieron numerosas personalidades para ver “el libro del espíritu”, como empezó a llamarse entonces, y como se llama todavía hoy en el museo escolapio de Budapest. Y muchos de ellos dieron testimonio de lo que habían visto (el libro marcado) y oído (el testimonio del hermano y demás religiosos de la casa).

El P. Viceprovincial dio obediencia a los dos religiosos señalados por el espíritu para que fueran a cumplir la peregrinación al santuario de Mariazell en Austria, a donde llegaron medio mes más tarde, el 26 de abril, y según lo ordenado, el P. Francisco celebró tres misas por el difunto obispo Kada en tres días sucesivos. No faltaron los signos prodigiosos en el camino y durante la celebración de las misas. Vieron resplandores, e incluso algún testigo dijo que había visto al mismo obispo Kada dando la bendición a los fieles al terminarse la tercera misa, del 29 de abril, después de la cual debía subir al cielo.

Mientras tanto la fama del suceso se iba extendiendo por todas partes. El regreso a Prievidza coincidió con la llegada del P. General Foci y su Secretario Antonio del Monte, ante quienes declararon, jurando, todo lo ocurrido antes y después de la peregrinación. El P. Antonio apenas dedica un par de líneas al asunto, mientras desde Prievidza se ensalzaba sin cesar el asunto, llegando a interesarse por él el mismo Arzobispo de Esztergom, Cardenal Kollonicz, quien manifestó su interés por hacer una investigación a fondo. Para algunos “el libro del espíritu” era nada menos que una prueba de la existencia del purgatorio, tema se suma importancia en las discusiones teológicas entre católicos y protestantes, que negaban la existencia del mismo.


Sin pretender negar la posibilidad de las apariciones, este caso nos suena más bien a una superchería hábilmente tramada por el H. José, sobre todo sabiendo que un año antes había ocurrido algo muy similar en San Jorge. Vale la pena destacar su imaginación y creatividad, si es así, y la credulidad de todos los demás miembros de la comunidad (que firmaron en la crónica dando fe de los hechos). Hay que pensar que era una época muy especial, muy diferente de la nuestra, y que para un religioso joven y aventurero, era normal buscar algún medio para romper la monotonía de la escuela y los estudios, adquirir un poco de notoriedad, y marchar un par de meses de vacaciones a un lugar lejano, cosa imposible de otro modo.

En mayo de 1696 la comunidad de Prievidza estaba compuesta por los siguientes religiosos:

P. Lucas de S. Edmundo, Viceprovincial
P. Valeriano de la Concepción de la B.V.M., Rector, Maestro de novicios y presidente del Santo Escapulario.
P. Francisco de S. Wenceslao, predicador, confesor también de los nuestros, y sustituto del presidente del Santo Escapulario.
P. Juan Martín de la Natividad del Señor, predicador y confesor.
P. Gabriel del S. Ángel Custodio, prefecto de estudios, también profesor de filosofía, y controversias profesor de teología moral, prefecto de las escuelas, confesor también de los nuestros.
P. Edmundo de Jesús, ayudante del Maestro de Novicios, predicador, confesor también de los nuestros, promotor de ceremonias eclesiásticas, presidente del oratorio de estudiantes mayores maestro de aritmética, sustituto del prefecto de estudios.
P. Atanasio de la Stma. Trinidad, predicador, confesor, suplente del presidente del Santo Escapulario, maestro de principios y párvulos mayores en Prievidza.
H. Ignacio de S. José, maestro de sintaxis y gramática, catequista, repetidor de casos de conciencia, controversias, filosofía y matemáticas.
H. Carlos de S. Juan Bautista, maestro de retórica y poesía, sustituto del presidente del oratorio de mayores, repetidor de casos de conciencia, controversias, filosofía y matemáticas.
H. Eustaquio de la Stma. Trinidad, sustituto del maestro de juniores para los repasos de los estudios de humanidades, aritmética y Escritura; sustituto del profesor de aritmética; repetidor de casos de conciencia, controversias, filosofía y matemáticas.
H. José de S. Gabriel, maestro de la clase de los pequeños, promotor de música, estudiante de humanidades, aritmética y matemáticas, catequista suplente.
H. Fernando de S. José, novicio clérigo de 2º año, maestro de escritura, estudia humanidades, aritmética y geometría, presidente del oratorio de pequeños.
H. Martín de la Presentación de la B.V.M., novicio clérigo de 2º año, estudia humanidades, aritmética, geometría y escritura.
H. Bartolomé de S. Antonio novicio operario de segundo año, cocinero.

H. Mariano de S. Emerico, novicio operario de primer año, cocinero.

En ese año había cuatro clases: Retórica-Poesía, Sintaxis-Gramática, Principios y Pequeños. En total eran 185 alumnos, de los cuales 85 en la de pequeños. En Retórica, sólo 12. Los pocos que solían terminar todo el ciclo de estudios, pertenecientes a la nobleza o a la clase económica más pudiente.

Notas

  1. El colegio de Prievidza lleva hoy su nombre.