BartlikAnales/1640

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Año 1640 de Cristo. Cuadragésimo tercero de las Escuelas Pías. Decimoctavo de Urbano VIII.

Ephemerides Calasactianae XX (1951, 130-135)

En este año que comenzamos, en el que se cumple el centésimo de la erección de la Orden de los PP. de la Compañía, fue bastante desgraciado para las Escuelas Pías de Génova, aunque de cualquier modo servía para el bien de la Orden.

Para continuar el hilo de la historia de nuestros genoveses (pero no todos, sino sólo los mismos del año anterior) díscolos e inquietos, debemos reflexionar sobre lo realizado por el P. comisario, dirigido y enviado allí el año anterior.

Este, que por su oficio se tenía que dirigir a las partes, pronto sufrió oposición para publicar las patentes por los que odiaban la paz de la Orden. Pues ellos, dejando de lado la vergüenza y olvidado el voto de obediencia, no queriendo prestar no diré obediencia, sino ni siquiera reverencia, proclamaron la apelación a la Santa Sede. Por lo cual él primero se esforzó, de manera benigna, por sí mismo y también por religiosos de fuera, para reducir a los protestantes al parecer correcto; después, viendo que se fatigaba en vano, les amenazó que si seguían siendo contumaces al mandato recibido, tendría que entregarlos en manos del Obispo o del tribunal de la Santa Inquisición, y si las amenazas resultaban ineficaces, sospechaba que pediría el auxilio del brazo secular e irían a la cárcel, a no ser que el Eminentísimo Protector enviara una carta disponiendo otra cosa. Después de oír lo que decían los refractarios contra el Padre General, y su oposición al comisario, el Eminentísimo escribió que si tenían algo que proponer con su genio vivaz, dos de ellos fueran cuanto antes a Roma, pero los demás debían reconocer al P. Comisario, prestarle obediencia, y que de ningún modo glosaran a su gusto o interpretaran el efecto del Breve Apostólico, como pretendían y habían pedido hacer.

Sucedió después que oyó la plena voluntad del cardenal protector el mismo P. Superior, y salieron hacia Roma el P. Justo y Pastor con el clérigo Lucas de S. Bernardo, volviendo a las razones de su contumacia. Sin duda las oyó, pero no probaban nada a su favor, al contrario, las tenía como frívolas e inútiles, así que, invitándolos a la obediencia del breve apostólico, y a la Congregación de los prelados romanos sus superiores, los despidió.

En fe de lo ocurrido el P. Gabriel de la Anunciación recibió una carta del eminentísimo protector que decía lo siguiente:

“Muy Reverendo Padre.
Entendí que V.R. con sus partidarios me escribieron una carta con fecha 23 del mes pasado en relación con el breve apostólico publicado para concordia y tranquilidad del bien común. Y puesto que ya todos los que lo rechazan han sido oídos, se ha tomado la resolución para que se pacifiquen a ejemplo de los demás de que deben reconocer y reverenciar el breve apostólico, y que ya no se puede permitir el que imaginen añadir glosas. Por lo que se les ha pedido que, simplemente, obedezcan. Procure V.P. conseguir eso mismo con sus súbditos. Roma, 18 de febrero”

Hasta aquí la carta del Eminentísimo protector al citado Padre Gabriel. Después de esto los reclamantes en verdad se callaron divididos, hasta que de nuevo, por letras o en reuniones personales en las comunidades se les presento la ocasión. Pues había otras disputas acerca de la precedencia y antigüedad que surgieron como consecuencia del decreto sobre delegados para asuntos de nuestra Orden (del que se habla más abajo): la ley de prófugos.

Aunque con los disturbios anteriores el P. General estaba muy afligido, no estaba menos angustiado por la violenta cesión del noviciado, así que miraba hacia todas partes para ver dónde podría encontrar otro lugar cómodo para el noviciado. Había un lugar que parecía muy oportuno, puesto que estaba apartado de la gente, que había sido lazareto cerca de S. Pancracio, a cuya cesión también se inclinaba voluntariamente el Emmo. Cardenal Maildalchini, Abad de la iglesia de S. Pancracio; pero en realidad, por más que se pidió a ambos cardenales Barberinis que intervinieran, y al mismo Papa se le pidió ayuda, fue tiempo perdido, quizás porque ya estaba destinado a los padres carmelitas, a los que hoy reverenciamos como actuales habitantes. Fue necesario, pues, conseguir una residencia temporal en la Longara, y llevar allí a los novicios desde el Borgo hasta que se presentase la ocasión de comprar un lugar más apto.

Con fecha 2 de mayo llegó una carta desde Lipnik en Germania, que llevada a la Sagrada Congregación de Propaganda Fide valió mucho crédito a nuestro instituto. La ocasión de dicha carta la dio el Ilmo. Sr. Barón de Zierotin, señor hereditario de Mezritz junto al río Bcezva. Según decía él, por obra de nuestros padres de Lipnik muchos herejes habían vuelto a la senda de la fe ortodoxa desde su error, entre los cuales tenía mucho éxito el P. Juan Santiago de S. Francisco; para que el fruto de dicho padre apareciera también en el citado dominio de Mezritz, que tenía no pequeño número de herejes, no atreviéndose confiar directamente al P. Superior su deseo, envió la petición por escrito a quien tenía poder para lograrlo. Así, pues, saludaba al Rvmo. Sr. Gaspar Karas, vicario general del Serenísimo Archiduque y Obispo de Olomuc, y con el propósito de ganar almas para Cristo con el medio eficaz de los sacerdotes de las Escuelas Pías, le pidió que interpusiese su autoridad y escribiese unas líneas a nuestro P. superior de Lipnik, para que permitiera acudir a nuestro P. Juan Santiago a Mezritz con ocasión de las fiestas de Pascua. El vicario general no sólo accedió, sino que se alegró mucho de que las nuevas plantas de la Orden pudieran producir un fruto tan deseado y alabado por todo el episcopado de Moravia, y escribió eficazmente al P. Alejandro, superior de Lipnik, para que permitiera al padre solicitado salir de casa durante las fiestas pascuales, ya que era sumamente necesario, y él, no queriendo negarse a una petición de un hombre tan importante, lo envió a Mezritz con el P. Nicolás de la Cruz para el objetivo deseado. Donde durante la octava de los gozos pascuales con gran consuelo del Sr. Barón 112 herejes se agregaron a la fe ortodoxa, y en los años sucesivos hubo hasta dos mil conversiones. Fácilmente puede adivinarse a partir de esto cuánto favor y amor por parte del ilustrísimo barón y toda aquella región ganaron nuestros padres, y por medio de ellos toda la Orden.

Volvámonos ahora hacia Cerdeña. De la ciudad principesca y real de Cagliari en Cerdeña con fecha 28 de junio llegó una carta al P. General y al eminentísimo protector de parte del excelentísimo concejo, suplicando que se introdujera allí nuestro instituto de las Escuelas Pías, al que se ofrecían 200 escudos de momento, prometiendo que seguirían otros cien poco después, asegurando que habían conseguido el derecho de residencia por parte del Rvmo. Ordinario local, y el de todas las demás órdenes religiosas. Por lo tanto sólo faltaba que su Eminencia quisiera conceder benignamente los deseos de los peticionarios, y que el P. General enviase al menos dos religiosos nuestros para satisfacer el deseo público, y uno y otro dieron satisfacción al Excmo. Concejo, como consta con fecha 27 de octubre con la promesa de enviar allí algunos religiosos nuestros en la primera ocasión. Y así como primera piedra de fundamento fue enviado el P. Pedro Francisco de la Madre de Dios, napolitano, que fue hecho superior de la casa de Cagliari el 29 de noviembre, y la llamó con el nombre de San José, esposo de la santísima Virgen María. Tuvo como compañeros al clérigo José Francisco de S. Agustín y al también clérigo Pablo de Sta. María Magdalena. Más tarde se puso en los fundamentos excavados de la obra una lápida con la insignia esculpida de nuestra Orden, y con dos ángeles también esculpidos que mantenían o sostenían la insignia; y luego, pasado el tiempo, cuando se aceptaron novicios y crecieron en número, en tiempo de recreo a menudo se oía sonar música en la fábrica de la iglesia, la cual, con las ventanas abiertas los novicios no la oían, pero cuando las cerraban la oían muy bien. Movidos por la piadosa curiosidad se preguntaban de dónde venía aquella música. Alguno fue a ver, pero nunca se vio a nadie ni en el coro ni en otro ángulo de dicha fábrica. Lo atestigua el libro de visitas generales, folio 73. No pasemos en silencio otras fundaciones ofrecidas en otros lugares, y anotémosla de buena gana para consuelo de la posteridad.

El Ilmo. Francisco de Monte, marqués de Módena, envió a D. Bartolomé Avancino, primer arquitecto de su ciudad y estado, a nuestro P. General, pues le pidió que dibujara los planos de una casa e iglesia para religiosos de nuestro instituto en su tierra de Guglia, a los cuales ofrecía no sólo la casa de los profesos, sino construir también un noviciado, con fecha 10 de enero. Le agradó mucho aquel óptimo afecto del marqués hacia nosotros, y también los planos, según consta en la carta del P. General al marqués.

La municipalidad de Pisa pidió también insistentemente al Gran Duque de Florencia nuestro instituto. Y como al Serenísimo Duque no le desagradó la petición, él mismo rogó con gran amabilidad que enviara de momento cuatro de los nuestros para dar satisfacción al pueblo pisano. Así lo prueba la carta enviada de Florencia con fecha 22 de abril, y su efecto se mostrará al principio del próximo año.

El 12 de febrero la comunidad de S. Marcelo de la diócesis de Pistoia decretó en consejo público intentar conseguir el favor de las Escuelas Pías, y que para ello quisieran erigir una fundación en su tierra, es decir, en San Marcelo. Esta es la carta que escribieron a nuestro protector:

“Eminentísimo Cardenal y Señor,
La comunidad de S. Marcelo de la diócesis de Pistoia expone humildemente a Vuestra Eminencia que ya en otras ocasiones suplicó al P. General de las Escuelas Pías que se complaciera en erigir una casa de su religión en el lugar llamado San Marcelo, a expensas de la tierra de la comunidad, con provisión de alimentos, y todos los requisitos que se pueden esperar para la iglesia. Y puesto que la iglesia ya está construida, sólo falta que se construya un convento, cuyos fundamentos no pueden ponerse a menos que alguno de ellos esté presente, con el fin de que elija un lugar cómodo para la Orden, y disponga cómo construirlo, y se puedan calcular los costos previstos. La comunidad de S. Marcelo suplica, pues, que se digne inclinar su afecto hacia tan pía obra, de manera que produzca su efecto. No sólo a la tierra de S. Marcelo, sino otras tres pequeñas ciudades próximas y 22 aldeas serían servidas por los religiosos de las Escuelas Pías, y este no sería su último beneficio. Pues cuando van a Fanano, siempre piden posada aquí, de la cual molestia se librarían, pues para el viaje, si viven aquí, tendrían su propia casa. Por lo cual para comenzar por ahora bastaría con uno o dos que con su presencia vigilen las obras, y que indiquen todas las cosas necesarias para una cosa religiosa, y las ordenen para que se hagan bien. Lo cual nuestra comunidad lo tendrá como una gracia especial, y se obligará a rezar por la salud de su eminencia al altísimo.” Así escribió la comunidad de S. Marcelo.

Con fecha 12 de junio también la comunidad de Roccamonfina suplicaba nuestro instituto con un deseo extraordinario, ofreciendo al P. General para el ejercicio del instituto la iglesia de Todos los Santos y un cierto edificio cercano que serviría como noviciado, además de prometer construir desde los cimientos un colegio. Los ciudadanos ofrecían la comida, lo cual dos de los nuestros que conocían su liberalidad encomiaron no poco, pues la habían experimentado al pasar por allí, y visto el lugar para enseñar a la juventud, desearon nuestra introducción allí.

Roccasecca es un lugar del reino de Nápoles, donde un ciudadano llamado Diego Amati ofreció para nuestros religiosos una casa suya con todo lo que había dentro, muebles e inmuebles, lo cual no sólo fue aprobado de muy buena gana por el concejo de la comunidad, sino que además algunos de ellos por añadidura invitaron a nuestros padres oficialmente de parte del Concejo, y suplicaron también una decisión favorable a nuestro eminentísimo protector. La gestión de todo el negocio la asumió un cierto D. Gregorio de Ontiveros, en otro tiempo prefecto de cámara del Cardenal Dietrichstein de feliz memoria. Con fecha 4 de septiembre.

Después la ilustrísima marquesa de Campi nos ofreció un hospicio en Schinzano, que el P. Esteban de la Madre de Dios, también llamado Spínola, dirigió felizmente con su habilidad a la norma de la vida cristiana con todo el vecindario. Así se lee en una carta del 6 de noviembre. El citado P. Spínola era superior de Campi. También ofreció un hospicio D. Marco Antonio Tagliaferri, ciudadano napolitano, en una tierra llamada Cava, cuya heredad, aunque parecía pequeña, los habitantes del lugar daban esperanza de que aumentaría y mejoraría. Carta de 3 de septiembre.

Ephemerides Calasactianae XXI (1952, 7-9)

El obispo de Vercelli ofreció tres lugares, para elegir el más cómodo de ellos para el ejercicio de nuestro instituto. Como el P. General estaba satisfecho con la oferta, envió al P. Glicerio de la Natividad con un compañero para ver los lugares, dándole carta de obediencia como sigue:

“José de la Madre de Dios etc. A ti, P. Glicerio etc.
Como se nos han entregado muchas cartas de Como y de Vercelli en las que los ciudadanos de esas ciudades nos insisten para que nos dignemos enviar a esas partes religiosos nuestros que ejerzan allí el ministerio de las Escuelas Pías, Nos, que decidimos en el Señor satisfacer sus deseos piadosos y voluntad, confiando en tu integridad y en tu destreza para manejar los negocios, te elegimos, encargamos y enviamos a ti, P. Glicerio citado más arriba, después de haber hablado con nuestro Emmo. Cardenal Protector, para que visites diligentemente los lugares que te sean propuestos en esas ciudades para fundar las Escuelas Pías, y consideres si nuestros religiosos pueden ir allí para vivir de acuerdo con lo prescrito en nuestras Constituciones, y para ejercer cómodamente la tarea de enseñar para bien del prójimo. Te damos facultad para que residas en las ciudades citadas, según te pareciere mejor, y juzgares más conveniente, y que una vez hayas visto y hecho diligentemente todas esas cosas nos informes de todo volviendo a la ciudad. En nuestra casa de las Escuelas Pías de San Pantaleo, el 23 de octubre de 1640.
José como más arriba, etc.”

Después el rey Ladislao IV de Polonia envió una carta invitatoria a nuestro cardenal protector para introducir nuestro instituto en Pomerania, que dice como sigue:

“Ladislao IV, por la gracia de Dios Rey de Polonia, Gran Duque de Lituania, de Rusia, de Prusia, Mazovia, Samogizia, Livonia, Smolnesko y Czernochovia y rey heredero de los suevos, los godos y los vándalos, al Ilmo. y Rvmo. Padre D. Alejandro Cesarini, Cardenal de la S. R. I., protector de las Escuelas Pías, amigo nuestro muy querido y honrado, salud y toda felicidad.
Ilmo. y Rvmo. Padre en Cristo y muy querido amigo nuestro,
Hace algún tiempo los dos grandes distritos de Leoburg y Bitovice, en Pomerania, por fallecimiento del en otro tiempo ilustre Duque Boguslao pasaron del feudo del Duque de Stetin a nuestro reino de Polonia, y nosotros nos hicimos cargo de ellos. Sabemos muy bien que toda su nobleza y habitantes están apartados de la fe católica; por ello, deseando propagar en esos distritos la piedad y la fe católicas, de la misma manera que en la ciudad de Leoburg después de expulsar la herejía introducimos un párroco para la cura de almas y administración de los sacramentos, queremos introducir en dicha ciudad como cooperadora suya a la Congregación de los Padres Regulares de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, para que mor medio de ellos se pueda lograr una cosecha ubérrima, y para ello queremos darles y adscribirles un cierto lugar para que puedan hacer su fundación. Encargamos este asunto al venerable Mateo Judicky, canónigo y oficial de Pomerania, primer párroco de Leoburg después de extirpada la herejía, para que lo tratara diligentemente con Vuestra Señoría en tanto que Protector de dicha Congregación de las Escuelas Pías, y que después de esta introducción permita venir a nuestro reino a los padres citados, y así se muestre favorable a nuestro instituto y pruebe su afecto hacia nosotros. De lo cual se podrás esperar un gran impulso en la promoción del culto divino en la iglesia de Leoburg y la satisfacción de los piadosos deseos de los católicos. Por lo demás, deseamos que vuestra señoría ilustrísima goce felizmente de buena salud. En Varsovia, el 17 de junio de 1640, 8º de nuestro reinado en Polonia y 9º en Suecia. Ladislao, rey.”

Quien ofreció la ocasión de escribir la carta anterior fue el mismo Rvmo. Sr. Canónigo Mateo Judicky, del que se habla en la carta del rey. Este, peregrinando a Roma el año anterior, se detuvo en Strasnize, donde encontró al P. Pedro Asistente General que le informó acerca del instituto, hacia el que concibió cariño, como describe el serenísimo rey en la carta anterior, y vuelto de Roma con sus felices deseos, después de que allí también encontrara a nuestro P. General, obró de tal modo con el Rey que éste consintió fácilmente en la fundación nuestra en Leoburg, con un edicto público que dice como sigue:

“Ladislao por la gracias de Dios etc., como más arriba.
Por las presentes hacemos saber a todos y a cada uno que se nos ha expuesto por parte de nuestros consiliarios y comisarios del consejo general de Varsovia que al volver a visitar los distritos de Leoburg y Bitovice, en Pomerania, que por muerte del otrora Ilustre Duque Boguslao de Stetin, último poseedor de los mismos según derecho, han sido devueltos a nuestro reino de Polonia, y al ponerlos en orden han visto que en la ciudad de Leoburg hay un monasterio erigido en tiempo inmemorial por los príncipes de Pomerania, que, una vez dispersos los monjes, ha quedado desolado y devastado, de modo que sólo se ve el terreno con algunas casitas. Como por lo demás no hemos podido averiguar, ni nadie tiene noticia de para qué religiosos o monjes fue erigido este monasterio, y deseamos propagar la piedad y el culto divino en aquella ciudad entre tanta multitud de disidentes de la fe católica, habiendo decidido dar, entregar y confiar con nuestro derecho ese monasterio, o la zona con todas las casitas que contiene, propiedades y rentas al venerable Mateo Judicky, canónigo y oficial de Pomerania, primer párroco después de arrojar la herejía de Leoburg, damos y entregamos por las presentes con carácter perpetuo de donación irrevocable nuestra. Y le conferimos y adscribimos las inmunidades eclesiásticas, con la causa e intención de que introduzca en ese lugar la Congregación regular de los Padres Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, para producir frutos en la viña del Señor, promoviendo la fe católica, formando e instruyendo a la juventud en buenas artes y costumbres, y que pueda y sea capaz de dar la real posesión a los mismos de la zona citada para construir un monasterio de su Congregación.
Sea sabido por todos y cada uno, especialmente los magistrados, tanto capitulares como civiles que ejercen en Leoburg, que mandamos y ordenamos que el citado venerable Judicky, párroco de Leoburg, conserve este privilegio nuestro de poseer la zona ocupada, y que la tenga en su poder y procure conservarla y mantenerla, y que no tenga ninguna dificultad en tomar su posesión, sino más bien sea ayudado por todos. Al Venerable oficial de Pomerania le pedimos que ponga en funcionamiento cuanto antes este instituto nuestro, y procure introducir en ese lugar a los Regulares de la Madre de Dios de las Escuelas Pías. En fe de lo cual firmamos las presentes con nuestra propia mano, y queremos darles fuerza con el sello del reino. En Varsovia, 16 de junio de 1640, 8º de nuestro reinado en Polonia y 9º en Suecia. Ladislao, rey. Santiago Maximiliano Fedro, Canciller del Reino p.p.”

Hasta aquí la copia del privilegio y del diploma real para fundar las Escuelas Pías en Pomerania, que el citado Sr. Judicky envió al P. Pedro Asistente a Strasnize, contenida en una carta que decía como sigue:

“Muy Reverendo Señor y amigo de todo mi respeto.
Yendo el año pasado a Italia encontré a vuestra Muy Reverenda Paternidad en Strasnize, donde hablamos mucho de introducir el instituto de vuestra muy reverenda paternidad, todo lo cual quedó en suspenso hasta un tiempo más oportuno. Volviendo de Italia traje cartas del Rvmo. Padre General para vuestra Muy Rvda. Paternidad, que creo le llegaron. Ahora, terminada mi peregrinación, he llegado sano y salvo a Varsovia, y traté en serio con su real Majestad mi señor clementísimo, y con el Ilmo. Duque Jorge Ossolinski, canciller del reino, de modo que pueda satisfacer el deseo de los católicos piadosos. Su real Majestad acogió benignísimamente mis deseos, y no sólo entregó un terreno para edificar un convento, sino que envió una carta a vuestro eminentísimo cardenal protector.” Así escribió con fecha 19 de junio de 1640 en Varsovia a Strasnize.

Por lo demás, qué autoridad y eficacia tuvo la carta real de la que se hace mención (y que copié en el folio 277), se puede ver por lo que sigue. Pues el P. General envió una carta al Excmo. Duque Ossolinski, que dice como sigue:

“Ilustrísimo y excelentísimo Señor,
Cuando D. Mateo Judicky, Vicario General de Pomerania, salió de Roma, le di una carta para ti, Ilmo. Sr., respondiendo a la muy grata tuya del año anterior, y de este modo venero tu gentileza y tus atenciones para con nuestros religiosos. Además te hago saber que el Sr. Cardenal nuestro protector, viendo la petición de la real Majestad, deseó que cuanto antes algunos religiosos nuestros de Moravia vayan a algún estado necesitado de la cámara real en el cual vivan hombres manchados e infectados por la herejía, con lo cual llegará la ocasión de que vayan nuestros padres a instruir también a tus súbditos, y satisfarán tu voluntad. Que Dios te conserve y te bendiga, Ilmo. y Excmo. Sr., como son mis deseos.
En Roma, 2 de agosto de 1640. José de la Madre de Dios, Superior General”

Así escribió el P. General en el asunto de la fundación de Leoburg, de la que hemos hablado. Quiero que se note que el a menudo citado Sr. Judicky en su momento fue también testigo jurado y examinado en el proceso de N. V. P. Fundador, ya que varios cuantos años después de esta presente acción de la fundación de Leoburg, fue llamado para el examen, pero quizás como era ya mayor y su memoria estaba debilitada, no contó las cosas que dijo en el examen según ocurrieron en el curso de los años[Notas 1].

Por lo demás, el P. Pedro Asistente y comisario general, hizo lo que pudo en relación con la citada fundación de Leoburg, a instancia del rey y por mandato del Eminentísimo Cardenal Protector; tomó dos compañeros y se puso en camino hacia Pomerania, y después de muchas vueltas por caminos, llegó a Cracovia, capital del reino de Polonia, pero como estaba muy fatigado por la duración del viaje, y pobre a causa de los gastos, no pudo ir más lejos, así que comunicó por carta al V. Canciller del Reino lo que sería mejor en este asunto de la nueva fundación, y se volvió en carro con sus compañeros a Strasnize, haciendo saber a Roma lo difícil que era llegar a unas colonias tan remotas por caminos y lenguas desconocidos para los hombres. Y hasta aquí lo referente a dicha fundación.

Ephemerides Calasactianae XXI (1952, 42-44)

Falta ahora copiar las cartas intimando a la celebración del Capítulo General al año siguiente, que fueron enviadas a todas las provincias y dicen como sigue:

“Como según el decreto hecho en el año 1637 debe reunirse el Capítulo General para tratar de los asuntos importantes de nuestra Orden, aplicando el citado decreto, el día 15 de abril del año próximo acudan solamente los padres provinciales de cada provincia canónicamente erecta con sus vocales. Y puesto que la casa de San Pantaleo es pequeña, y viven ya en ella muchas personas, mandamos que durante aquel tiempo nadie venga a Roma sin permiso nuestro por escrito. Por lo tanto ni los provinciales ni los vocales traigan a nadie con ellos, aparte de uno solo que sea su acompañante en el camino. Y como signo de pobreza, que brilla en nuestra casa de S. Pantaleo, cada casa de las provincias envíe alguna ayuda, para colaborar de este modo en los gastos durante el capítulo. Y para que dicho capítulo sea dirigido por la asistencia del Espíritu Santo, ordenamos que todos los superiores de nuestras casas que, al mismo tiempo que leen esta intimación para el capítulo, procuren que sean dichas oraciones particulares con el mismo fin, y que cada mes se digan dos misas votivas al Espíritu Santo, y que todos los clérigos y hermanos operarios apliquen dos comuniones y dos coronas a este fin. El mismo día 15 de abril expongan a la devoción pública, con permiso del Ordinario, el Santísimo Sacramento de la Eucaristía durante tres días, según la fórmula de las 40 horas. Si hubiera alguien que quisiera hacer alguna proposición al Capítulo por el bien de la Orden, o bien por su provincia, puede hacerlo por escrito por medio de uno de los vocales de su provincia, que se ocuparía de que se tratase el asunto. Que el Altísimo se digne hacer que todas estas cosas sean para mayor gloria suya y ben de nuestra Orden. En Roma, 15 de octubre de 1640.
José de la Madre de Dios, Superior General.”

Así dice la intimación de este futuro capítulo general. Para que no dejara de honrarlo el P. Pedro Asistente con su presencia, el eminentísimo protector se dignó enviarle una carta a Moravia invitándole. La respuesta que le llegó al dicho eminentísimo parece, más que humana, inhumana a causa de su humildad:

“Eminentísimo y reverendísimo señor,
Yo soy un gusano y no un hombre, vergüenza de los hombres y rechazo de la gente, que recibí del Sumo D.O.M el beneficio de no celebrar ningún sacrificio de la S. Misa en el que no me acordara de tu Eminencia ante el Señor, para que tu Eminentísima Grandeza no tuviera horror de aguantar el clavo de nuestra bajísima religión. En verdad nunca me he animado a dirigir una sola palabra a tu Eminencia; además se considera injurioso e indigno que un hombre despreciable hijo de la tierra y de inútil valor importune a un príncipe tan alto con mis ineptitudes, y que sus ojos puedan detenerse en él, distrayéndole de asuntos tanto públicos como domésticos necesarios para la vida, y que pierda tiempo con él. Sin embargo ahora, empujado por la necesidad y rotas las barreras de la vergüenza, y lleno de rubor me acerco a besar los sagrados vestidos de tu Eminencia, y vuelo a donde tú estás y pido confiadamente el remedio a mis necesidades.
Ya soy un anciano, Eminentísimo Señor, de casi setenta años, con una constitución corporal débil, afectada por la vejez, y lo que es más importante (como prueba la experiencia), que no soporta los esfuerzos de los caminos: en los días pasados, tras un viaje de apenas un día me vino una fiebre de la que estuve enfermo durante más de 15 días. Acudo, pues, pobre de mí, a la bondad de tu Eminencia, a la que todos reciben y todos veneran, para que me permitas abstenerme de un viaje de dos meses, que estoy seguro que me lleva a no hacer nada, y de este modo estar ausente sin castigo de la Congregación General que tendrá lugar la próxima primavera. Pues aunque tuviera un gran interés en ella, es tal la pobreza de mi ingenio, y mi ignorancia e impericia para hacer cosas, que no dudo que no podría hacer nada útil sin detrimento y múltiples incomodidades para nuestras cosas. Se añade esto (lo cual no tengo como razón mayor) que con algunos de los nuestros hace ya un tiempo que puse en marcha un instituto literario, y si me veo a ausentarme por mucho tiempo me temo que se va a perder el fruto de la labor que hemos hecho hasta ahora. Incitado por tu bondad y obligado por la necesidad, te he presentado estas cosas. Te ruego en consecuencia que no desprecies estas ineptitudes con la que te molesto, pues mi mismo pudor y abatimiento innato de espíritu me ponen frenos para no decir nada más y no añadir nada a tan prodigiosa desfachatez.
Recientemente recibí una carta de nuestro P. General, en la que se me ordena enviar a tu Eminencia las humildes respuestas de algunas dudas, en las que algunos herejes más bien incultos se apoyaban para dar nombres bajos a la religión católica, y a las que yo intenté responder, escribiendo de corrida, casi como si estuviera haciendo otra cosa. Por lo cual, para cumplir con los deseos de nuestro P. General, envié a buscarlas al noviciado. Estaban no poco acomodadas a la inteligencia de aquellos hombres, como más tarde probó el hecho de su conversión. Y aunque se trata de simplezas para quien tenga una erudición mediana, porque son simples y vulgares, escritas sin ninguna elegancia literaria, sin llevar ninguna cita de autores, entonces era lo mínimamente decente que podíamos hacer, aunque hubiéramos querido hacer más. Se trataba de una erudición poco pensada; como entonces lo prohibía la pobreza de libros, no tenemos en el tiempo actual ningún controversista. Así, pues, Eminentísimo Señor, sólo obligado por la obediencia sufriré poner estas bagatelas en sus manos. Tu Eminencia vea que, conscientes de sus propias deformidades, buscan con vergüenza en las tinieblas, y compadecido de sus faltas, te ruego que una vez leídas las rasgues y las eches al fuego, para que no te den más molestias.
Postrados a los pies de tu Eminencia y besándolos, espero la bendición paterna que te suplico. Te saludo, decoro de los purpurados, columna de la cristiana república; que Dios te guarde durante mucho tiempo en buena salud para bien de la municipalidad y remedio de nuestra despreciable religión. En Strasnize, 1 de septiembre de 1640.
Siervo humilde en Cristo de vuestra eminentísima y reverendísima grandeza,
Pedro de la Natividad de la Virgen, Pobre.”

Así escribió el P. Pedro al citado eminentísimo, quien en cuanto protector de la religión, después de oír lo que se decía acerca de las dificultades de Pomerania, prohibió en lo sucesivo que fuera enviado ninguno de los nuestros sin una carta suya.

Ephemerides Calasactianae XXI (1952, 65-67)

Hay una carta del P. Onofre, provincial, en la que con fecha 30 de septiembre de 1640 dice que había recibido el mandato de celebrar los capítulos locales y el provincial, en ninguno de los cuales el P. Pedro Asistente intervino, por justas causas suyas.

El mismo con fecha 9 de octubre anuncia por carta al P. General que ese mismo día se ha celebrado el capítulo provincial en Nikolsburg, en el cual se han elegido los vocales para el próximo capítulo general, y estos son los PP. Lucas de la Purificación y Juan Francisco de la Asunción.

Más tarde con fecha 25 del mismo mes informó al P. General de parte del Ilmo. Sr. Conde de Strasnize, que le había encargado que le escribiera para saber si podría recibir muchas gracias tanto corporales como espirituales de la Divina Providencia por medio de las oraciones de nuestra Orden, y principalmente de nuestro P. General; por lo que le rogaba que quisieran encomendarlo para que salgan bien y prosperen algunos asuntos presentes suyos. Continuando la lectura se descubre que el príncipe de Nikolsburg en breve iba a ir a Viena para casarse (pues era viudo después de la muerte de su esposa, originaria de la familia Gonzaga) con una cierta Hérula de Mansfield, de la corte de la augustísima emperatriz. Cuando regresó se representó una acción cómica por nuestros estudiantes como regalo en el solario público de la fortaleza, o triclinio, que tiene capacidad para dos mil personas.

Con fecha 4 de noviembre el P. Onofre comunica la nueva instancia hecha con mayor fervor por la fundadora de Litomysl, para que le envíen algunos padres nuestros para que puedan supervisar las obras, y que el mismo P. Provincial con esa ocasión vaya también. Pero como a causa de la citada boda está obligado a permanecer esperando en Nikolsburg, le envía una carta a la ilustrísima en relación con la fundación prometiendo que después que se celebren las bodas del príncipe, se dirigirá a Litomysl con los padres deseados tan pronto como pueda.

Después en una carta escrita al P. General el 5 de diciembre le informa que ha ido a Litomysl con el P. Juan Francisco, dejando allí al P. Alejandro de S. Bernardo, el P. Nicolás de la Cruz y el H. Lucas de S. Luis: de los cuales al primero le dio obediencia como superior según la forma que sigue:

“Onofre del Smo. Sacramento, Superior Provincial en Germania de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías.
La ilustrísima Sra. Baronesa Dñª Febronia de Pernstein me pidió que nos dignásemos fundar en su ciudad de Litomysl una casa con iglesia y escuelas pías. Deseando dar satisfacción a su piadosa petición, Nos te pedimos en virtud de santa obediencia a ti, Alejandro de San Bernardo, sacerdote profeso de nuestra Orden, que vayas con la misma Ilma. Señora a Praga, que vayas a ver al Emmo. y Rvmo. Cardenal de Harrach, arzobispo de Praga, y que intentes obtener de él el permiso para fundar, y demás licencias (principalmente de oír confesiones) del mismo modo que ya se lo pedimos de palabra; rogamos con esfuerzo y humildad que el Emmo. y Rvmo. Cardenal te conceda estas cosas. Después que vuelvas de allí, permanecerás en Litomysl con el P. Nicolás de la Cruz y el H. Lucas de S. Luis, que te asignamos como compañeros de viaje a Praga, cuidarás de ellos tanto en las cosas materiales como en las espirituales, y vigilarás la construcción anterior, a beneplácito nuestro, y queremos que tú y los que están contigo no os vayáis a otro lugar sin nuestro permiso. En Litomysl a 24 de noviembre de 1640. Onofre como más arriba. Juan Francisco de la Asunción, secretario.”

Por la carta anterior se ve claramente quiénes fueron los primeros fundadores de nuestra casa de Litomysl. Por lo demás si alguien quisiera saber cómo el P. Alejandro de S. Bernardo fue trasladado de Lipnik, donde era superior, a Litomysl, él mismo después del capítulo provincial (del que hemos hablado más arriba) dejó el cargo, y en su lugar se nombró al P. Casimiro de la Concepción; como el P. Juan Santiago de S. Francisco había sido promovido en Strasnize, y tenía que ir de viaje a Roma, se quedó como superior de aquella casa. El P. Alejandro tenía pensado volver a Roma, pues se sabía perseguido por algunos, y que por envidia (que también observó el P. Pedro Asistente General) había sido desposeído del rectorado de Lipnik. Sin embargo, como urgía la obediencia, salió no de buena gana hacia Bohemia, donde mereció eterna alabanza para aumento de sus méritos. Y las cosas que se le encargaban en la obediencia, tanto en Praga como en otro lugar las llevó a cabo de manera solícita y prudente, y vuelto de Praga a Litomysl, residió durante muchos años cumpliendo correctamente todos sus cometidos domésticos y externos para edificación de todos. Y estas son las cosas que ocurrieron en Germania. Ahora refiramos las demás cosas que ocurrieron en Italia.

Ephemerides Calasactianae XXI (1952, 137-139)

En Roma, en la iglesia de S. Pantaleo, se obtuvo un diploma singular de la Sede Apostólica para erigir una cofradía en el altar de Sta. Ana, la querida abuela de Cristo, bajo el mismo título, el 28 de febrero.

Otra cosa es que, vuelto el P. Juan Bautista, visitador general de Liguria, a quien los rebeldes y relajados más bien le obligaron a irse que lo despidieron con honor. Salió pues dicho padre de Génova el 30 de marzo, y dando al menos relación de los hechos que reunió por parte de los observantes al P. General y al Emmo. Protector, pronto sirvió de gran ayuda al P. General en otros muchos asuntos en la ciudad. Entre las cosas ocurridas en Génova, contó que el P. superior Juan Lucas fue secuestrado con los observantes en el granero, y allí se alimentaban con las limosnas de cada día, mientras los inobservantes permanecían en casa, y no sin escándalo iban todos a comer a la ciudad, y vendieron el mobiliario de la casa.

En Nápoles falleció en la casa del noviciado el noble y excelente Sr. Pedro Bartea, hermano de D. Juan Bartea fundador nuestro de Posilipo, y como el primero era usufructuario de los bienes del segundo, que pertenecían a dicha fundación, según la voluntad del fundador en su testamento nuestros padres se convirtieron en herederos de pleno derecho. Pronto, como cautela y mejor reconocimiento de dichos bienes, el 8 de agosto de este año por orden del P. José de la Visitación, provincial de la provincia napolitana, se hizo inventario, por medio del notario público D. Pedro Pablo Cotignola.

Ese mismo mes, concretamente el 27 de agosto, a instancia de nuestro P. General y por orden de Su Santidad fueron enviados para resolver algunas dudas con respecto a nuestra Orden en presencia del Eminentísimo Cardenal nuestro protector los siguientes Rvmos. Señores:

1.Rvmo. e Ilmo. Sr. Arzobispo de Tebas, secretario de la S. Congregación para asuntos de obispos y religiosos
2.Rvmo. e Ilmo. Sr. De Alteris, Vicegerente
3.Rvmo. e Ilmo. Sr. D. Paolucci, secretario de la S. Congreg. del Concilio
4.Rvmo. e Ilmo. Sr. Rospigliosi
5.Muy Rev. P. de Cuppis, de la Compañía de Jesús
6.Rvmo. Sr. Gentilis.

Y aquel mismo día, con el término de “reclamantes” que figuraba en el breve apostólico del año 1639, declararon que deberían entenderse todos aquellos que habían reclamado de cualquier manera, y habían entablado cualquier causa contra la Orden.

Además se permitía a los hermanos operarios llevar bonete durante la enseñanza escolar, pero no se permitía la tonsura clerical a los que no habían recibido al menos la primera tonsura. Ni podían hacer nada para hacerse promover a las órdenes, sino que todos debían permanecer en el estado laical.

Los citados prelados decidieron que después del día 29 de septiembre, en que terminaba el plazo dentro del cual debían comparecer a examen los hermanos operarios que quisieran probar su idoneidad, ya no podrían presentarse, ni debería intentarse prorrogar el plazo, ni podrían dedicarse por más tiempo a los estudios, sino que deberían dedicarse a otras actividades, como está indicado en las Constituciones. Por lo que se resolvió que aquellos que de forma indebida, y contra la intención del breve apostólico, habían sido ordenados de órdenes menores, por benignidad del eminentísimo protector (si a él le parecía bien) podrían ser contados como clérigos, sin embargo nadie debía preceder a los otros clérigos que habían profesado con el título de clérigos.

En cuanto a los que pasado el tiempo acostumbrado no quisieron renovar los votos se resolvió que se debería proceder más blandamente con ellos esta vez, pero si antes del tiempo prefijado por el P. General no los renovaban, se les podría privar temporalmente de voz activa y pasiva, puesto que entre los religiosos es un delito muy escandaloso.

Después con respecto a la elección en los capítulos, se mandó que se observase el derecho común, y naturalmente se hiciera la elección por mayoría de todos los vocales, con cuyas decisiones se cierran este año las sesiones y decisiones.

Mientras tanto ocurrió en la misma ciudad un caso memorable, del cual se derivaron penosas consecuencias para el instituto. Ocurrió de la manera que sigue.

Vivía en la casa de S. Pantaleo el P. Pedro Andrés de Jesús María, sacerdote profeso, y confesor desde hacía algunos años de la Ilma. Dña. Olimpia Pamphili. Este padre, con ocasión de cierto matrimonio procurado contra el parecer de algún padre franciscano de Ara Coeli, fue aconsejado que dejara lo que había empezado, porque no parecía que aquel matrimonio fuera a tener un resultado feliz, y que si no se iba de allí, pondría su vida en peligro, lo cual se vio que era una invención absurda. ¿Qué ocurrió entonces? El P. Franciscano fue a avisar al eminentísimo protector nuestro contándole el asunto, y al mismo tiempo le convenció de que para salvaguardar su seguridad sería mejor que el P. Andrés saliera cuanto antes de Roma y fuera enviado a otro lugar. Lo acontecido muestra que le convenció. Pues el eminentísimo dio al P. General la orden de que lo sacase cuanto antes de Roma, y aunque Doña Olimpia rogó no una sino varias veces la gracia de retenerlo, no sirvió para nada; más aún, cuando Doña Olimpia después insistió por medio del Cardenal Pamphili para guardarlo para su consuelo espiritual, se mantuvo en su decisión. Pronto de ello se derivó el furor y la vergüenza: se hizo necesario desterrar al P. Pedro, pero al mismo tiempo se desterró todo favor de la familia Pamphili hacia las pobres Escuelas Pías. El hecho quedó grabado en la memoria de la gente importante, pues Doña Olimpia se volvió irreconciliable hacia el P. General, y desapareció el afecto entre Phampili y Cesarini. ¡Cuánto puede dañar el arrancar un miembro de un cuerpo sano! Esto ocurrió a mediados de diciembre según se lee en un manuscrito, pues aunque el P. Andrés quería terminar ese mes en la ciudad, como urgía el que se fuera, fue necesario que se trasladara antes a vivir a Nursia. Así cuentan el caso el P. Vicente y el P. Juan Carlos.

Ephemerides Calasactianae XXI (1952, 165-167)

El 11 de octubre el P. Esteban de los Ángeles fue enviado como visitador general a las casas que están escritas en la obediencia que copiamos a continuación:

“Como Nos no podemos visitar personalmente las casas de nuestra Orden, procuramos hacerlo por medio de otro. Así, pues, considerándote idóneo y confiando mucho en el Señor en tu habilidad, fidelidad, caridad, prudencia y experiencia, te nombramos y constituimos por las presentes a ti, R. P. Esteban de los Ángeles, sacerdote profeso en nuestra Orden y en la actualidad procurador general nuestro, visitador de toda la Provincia Romana, a saber, de las casas existentes en Frascati, Narni, Moricone, Poli y Chieti. Te damos y comunicamos toda nuestra autoridad y potestad, con la fuerza y la voz con la facultad para visitar las casas citadas, las iglesias, las escuelas servidas por ellas, las oficinas, clausuras, Superiores, vicerrectores y religiosos, tanto profesos y novicios que viven en ellas, con la autoridad para interrogar, castigar, dar decretos e introducir la observancia y tranquilidad de nuestras Constituciones. Y además para que debas y puedas convocar en esas casas el capítulo para elegir los vocales que deben ir a Roma con los superiores para el capítulo provincial que se celebrará el 25 de octubre con tu asistencia. Y para que en la casa de Chieti puedas y seas capaz de introducir nuestro instituto, abrir escuelas y casas, poner la primera cruz y hacer todas las cosas que pienses y juzgues que sean convenientes, con plena autoridad y potestad. . Y ordenamos a todos los superiores, vicerrectores y demás religiosos de las casas citadas que te obedezcan en virtud de santa obediencia como me obedecerían a mí si estuviera presente. En Roma, 11 de octubre de 1640. José de la Madre de Dios, Ministro General.

El 12 de diciembre el P. General escribe al P. Juan B. de la Virgen del Carmen, en Chieti, expresándole lo contento que está porque se han abierto las escuelas, y cómo esa noticia es para él un gran consuelo. Al mismo tiempo le recomienda que vigile con gran diligencia para que aquellas Escuelas Pías vayan de bien en mejor, y se frecuenten los oratorios con devoción y frecuente recepción de los sacramentos.

El 14 de diciembre, a petición del Ilmo. y Excmo. Príncipe de Sta. Ágata mandó Calasanz que se devolviera la casa de Cosenza con todo el ajuar eclesiástico, pues los nuestros no querían volver a vivir más tiempo a aquel lugar como antes.

Añado el número de nuestros difuntos y neo profesos al final de este año. Entre otros quiero citar en primer lugar que el Ilustrísimo Conde Leopoldo Benón de Martinitz, supremo Burgrave o virrey del Reino de Bohemia, quiso que su hijo fuera admitido a nuestro noviciado. Lo prueba el documento escrito por mano propia al P. General con fecha 5 de julio en Roma, en la cual por amor de Dios le pide ser admitido a nuestro hábito, rogándolo con tanto fervor como se siente obligado a dedicarse al servicio de Dios. El P. General, sin embargo, contradice su deseo, diciéndole que más bien se digne cualificarse para alguna dignidad episcopal, y de este modo podrá mejor mostrar su espíritu con su buen ejemplo a la gente, como hizo San Carlos Borromeo y otros muchos santos, pues estimaba que en ese estado haría mayor servicio a Dios y a la gente que si entrara en cualquier Orden observante. Esto es lo que leo en la carta escrita a su Excmo. Sr. padre. ¿Fue enviada a Praga? No lo sé con certeza, pues en la carta no aparece la fecha, sino un espacio en blanco.

Por lo demás este señor candidato a nuestra religión siguió el consejo de nuestro P. General, aunque no fue arzobispo de Praga. Sin embargo fue canónigo de la Iglesia de Salzburgo y prepósito titular de la iglesia exenta de Praga de San Pedro y San Pablo en Visehrad; vivió con buena salud hasta la vejez, y fue el fundador con su hermano de nuestra casa de Slany cerca de Praga (como contaremos en su momento), e hizo muchos otros favores a nuestra Orden. Terminamos aquí de hablar del conde citado. Y ahora volvamos a lo nuestro.

Los que emitieron la profesión este año. El número asciende a treinta y dos. Los fallecidos fueron 6, tal como lo refiere el catálogo. De los cuales el más importante es el P. Peregrino de S. Francisco, llamado en el siglo Fabricio Tencani, de Pahula, ducado o estado de Módena, hombre de vida ejemplar, y tenaz en la observancia religiosa, que desempeñó diversos oficios en varias provincias. La más importante es que fue el líder de los que fueron a nuestras comunidades en Germania, y allí fue el primer superior y actuó como primer provincial. Fue muy querido del cardenal Dietrichstein, quien escribiendo al P. General le dice cuánto sufriría si tuviera que irse de la provincia de Germania a otro lado. En la misma carta de fecha 14 de julio de 1634 el mismo honraba diciendo que era un hombre insigne, de gran prudencia y santidad. Por fin (sin duda después del fallecimiento del Cardenal) fue llamado de Germania para ser Asistente General, y a consecuencia de las fatigas del viaje se durmió en el Señor el 22 de abril en Roma en la casa noviciado, y quedó su cadáver tan tierno y maleable que más parecía vivo que muerto. Lo recuerda el P. Rodolfo entre los hombres memorables de nuestra Orden, con el N. 9.

Y estas son las cosas de este año que valía la pena contar a la posteridad. Pasemos al año 1641.

Notas

  1. Falta un párrafo: “Hinc si quis legit in Processu V. P. Nri. Romae 1702 typis edito fol 311 dictum Dnum. 1635 anno P. Petrum a Nativitate Bae Virginis Assistentem Straznicii convenisse, labili memoriae ignoscat et putet omnino , aut potius credat, id non evenisse. Nam dicto anno P. Assistens adhuc fuit in Italia, et Germaniam non vidit nis anno 1638. Illa ergo, quae recensetur in Processu de anno 1635 ad lapsi anni tempora referat et gesta cum tempore concordabunt, nam in substantia nullius error, sed in sola circumstantia temporis, quod quasi 4 annis antevertitur deprehenditur. Traducción: Así, si alguien lee en el Proceso de Nuestro V.P. editado en Roma en 1702, en el folio 311 dicho señor dice que el P. Pedro de la Natividad de la Ba. Virgen vino a Strasnize en 1635, que lo atribuya y juzgue más bien como un fallo de memoria, más bien que creer que no vino. Pues en ese año el P. Asistente estaba en Italia, y no vino a Germania hasta el año 1638. Por tanto lo que se dice en el Proceso sobre el año 1635 considérese como un error en el año, y entonces los hechos corresponderán con el tiempo, pues no hay ningún error en lo esencial, sino sólo en la circunstancia de tiempo, porque se adelantan las cosas casi cuatro años.