MussestiVida/Cap09
Cap. 9. El P. José se inscribe entre los primeros hermanos fundadores de la Cofradía de los Santos Apóstoles, y cómo se ejercita en las obras propias de ella
Para auxilio espiritual y material de los pobres, y particularmente de los vergonzantes, había puesto Dios en el corazón de algunos siervos suyos la idea de erigir la Cofradía que fue llamada de los Santos Apóstoles, cuyo ministerio era, entre otras obras pías, socorrer a las familias pobres, especialmente en caso de enfermedad, con limosnas y otro tipo de ayudas para el cuerpo y para el alma.
Entre estos fundadores figura el P. José, estimado por su bondad muy a propósito para la tarea, y él, que por instinto y particular don de Dios se sentía inclinado a las obras de caridad, prontamente aceptó la vocación, y se dejó llevar a donde quería el divino beneplácito, el cual poco a poco iba disponiendo a su siervo para obras de mayor esfuerzo y perfección.
En esta nueva cofradía se llenó de nuevo fervor, dándose cuenta de que Dios lo favorecía singularmente y le demostraba querer servirse de él para beneficio de muchos. El se ingeniaba para corresponder a la gracia divina emprendiendo cualquier tipo de fatiga sin perdonarse a sí mismo ni de día ni de noche en beneficio del prójimo, con lo cual producía óptimos efectos en los demás, porque con su ejemplo se animaban más en la observancia de los estatutos de la cofradía, emulando a quien podía hacer más bien. Tanto vale el ejemplo del buen y acreditado agente para incitar a otros a santa emulación para agrandar las obras de Dios.
Dios sabe con cuánta caridad iría a visitar a los pobres enfermos, consolándolos con devotas reflexiones, con exhortaciones (para lo que tenía gracia eficaz y talento) a soportar las enfermedades y la pobreza por amor de Dios. Con esto añadía liberalmente la limosna, con otras ayudas según las necesidades, dejando consolado a cada cual que visitaba.
Sin embargo en sus acciones procuraba con la humildad de Cristo ocultar todos aquellos dones que no estaba obligado a mostrar a los hombres para dar el buen ejemplo que todo cristiano temeroso debe dar, aunque muchas veces sin darse cuenta manifestaba aquello que hubiera querido tener escondido para los demás.
Decía a veces que no podía entender cómo había personas tan desamoradas de Dios que sin razón se precipitaban en ofenderlo, y le parecía imposible que habiendo pecado pudieran vivir sin levantarse rápidamente y recobrar la gracia por medio de la penitencia.
También decía que quien ama verdaderamente a Dios, considera fácil todo lo difícil, y tiene por sencillo todo lo que es costoso, y que no hay cosa por amarga que sea que no se endulce con el amor de Dios, y que con la oración se aprende a amar a Dios. Con ocasión de andar a las visitas enseñaba a orar incluso a pobres ignorantes.
Con ocasión de las mismas iba conociendo al mismo tiempo que era grande la ignorancia en muchos pobrecillos acerca de los rudimentos de la santa fe, y entonces empezó a pensar cómo se podría remediar este daño. Dios le iba enseñando poco a poco el camino por donde quería conducirlo para hacer lo que quería de él.