BerroAnotaciones/Tomo1/Libro1/Cap18

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CAPÍTULO 18 De cómo fue dado por Protector un Cardenal A la Obra de las Escuelas Pías. [1607]

Tranquilizada la santa mente del Sumo Pontífice Paulo V Borghese, casi milagrosamente, gracias a las palabras que le dijo a favor del Instituto de las Escuelas Pías el susodicho P. Juan [Ruzzola], Carmelita Descalzo, Su Santidad pensó en vencer las muchas oposiciones que se le hacían a tan santa Obra, y le dio, a ella y a D. José, su Fundador, un Cardenal Protector. Lo hizo, en efecto, con particular mandato[Notas 1], nombrando al Emmo. Cardenal Benedicto Giustiniani de Scio, Obispo de Prenestina, uno de los Obispos sufragáneos del Sumo Pontífice. Éste, por su gran piedad y santo celo de la salvación de las almas, tomó muy a pecho esta incumbencia, defendiendo y protegiendo al Instituto de las Escuelas Pías, con extraordinaria diligencia y caridad, siempre y por muchos años, hasta que fue llamado al cielo, como esperamos, a gozar del premio de sus fatigas y heroicas virtudes.

Animándose cada día más nuestro D. José y Compañeros en el servicio de Dios, y en ayuda de los niños pobres, gracias a tan buen apoyo y protección de este gran Príncipe de la Santa Iglesia, y añadiéndose a ellos algunos otros Operarios de piadosa y santa intención, el Instituto fue aumentando de día en día. Entre los últimos, llegó un Paje del embajador del Rey Católico, noble sevillano, llamado D. Juan García [del Castillo]. Éste, después, como había sido nombrado Canónigo de su Catedral, y además tenía otros beneficios y pensiones, lo destinó todo en ayuda de los niños pobres, y quiso atender con todo cariño a la Obra de las Escuelas Pías, en la que profesó, con el nombre de Juan de Jesús María, llamado por antonomasia el Padre Castilla. Pasó finalmente a mejor vida el día 16 de febrero de 1659, siendo 2º General de nuestra Congregación, lleno de méritos y virtudes, después de trabajar siempre con mucho cariño durante más de cincuenta años.

En este tiempo, y con el favor del Emmo. Protector, obtuvieron licencia del Sumo Pontífice para poder decir la Santa Misa en un salón, por comodidad de los alumnos. En el tiempo transcurrido entre la primera y la última Misa, exponían allí el Santísimo Sacramento, en forma de las ´40 Horas´, con el debido decoro, y asistencia de un Operario y muchos alumnos que, en Oración Continua, imploraban la ayuda divina, por las necesidades de la Santa Iglesia, por el buen incremento del Instituto, y por los bienhechores.

De esta manera, el buen olor de las virtudes de los Operarios, en particular de D. José, más el buen método con que dirigían tan numeroso ejército de jovencitos de toda edad, atraía a todo tipo de personajes a visitar las Escuelas, a encomendarse a sus oraciones, y a maravillarse de una Obra tan grande. Entre éstos, sé que vinieron también muchas veces, además de los anteriormente nombrados, los Cardenales Mellini, Lancellotti, Aldobrandini, Borghese, Tonti, Lanti, Torres, y otros, además de muchos, muchos Prelados, Príncipes y Embajadores Regios.

Notas

  1. Al margen se lee la siguiente precisión: “Primero fue mediante Breve, el Cardenal Ludovico Torres, en el año 1607, día 24 de marzo, y después”.