BerroAnotaciones/Tomo3/Libro1/Cap46

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CAPÍTULO 46 Sobre las calumnias propaladas Contra las Escuelas Pías de Cagliari [1646]

Aunque el Ilmo. y Revmo. Arzobispo de Cagliari, D. Andrés de la Cava con todo el clero fuera aficionadísimos a los pobres Religiosos de la Escuela Pías, por lo que sus asuntos les iban magníficamente, y además el Ilmo. y Excmo. Virrey con los Ilmos. Juristas y el resto de la ciudad estuvieran siempre de nuestra parte ante la justicia, sin embargo no faltaron disgustos a los nuestro por las mismas circunstancias, sin que nuestros Religiosos tuvieran culpa.

Leído en Roma el Breve del Papa Inocencio sobre nuestra reducción, y viendo que los secuaces del P. Esteban [Cherubini], sucesor de Mario en la perfidia, escribían en Cagliari cartas tan espantosas que hubieran aterrado a Goliat, el P. Francisco [Salazar Maldonado] de la Madre de Dios, Superior en Cagliari de las Escuelas Pías, para asegurarse mejor, no sólo informó de dicho Breve al Ilmo. y Revmo. Monseñor Arzobispo, sino también le dio posesión de la casa o casas nuestras, cuya autoridad fue siempre ejercitada con mucha caridad por el Ilmo. y Revmo. Prelado.

Se supo la noticia en la ciudad, y los Padres jesuitas de aquella ciudad se llenaban mucho la boca, y en sus escuelas daban lecciones públicas, por lo que sus alumnos se animaban a ir a decir insolencias de viva voz; y, de hecho, debajo de las ventanas de nuestra casa y en las Escuelas Pías, lo hacían con tal libertinaje que fue necesario tuvieran que intervenir los Superiores Mayores de la ciudad.

Aquellos mismos Padres decían también a sus amigos y a los que se relacionaban con ellos cosas gordas contra las Escuelas Pías, inventándolas a su gusto, acerca del Breve, sin ni siquiera haberlo visto, con vituperio de nuestros pobres Religiosos, y de la caridad fraterna, tan encomendada por Dios. Y no sólo hacían esto en privado, sino también en público, y ante los Ilmos. Jueces Gobernadores de la ciudad, denigrando y vituperando a nuestros Religiosos de muchas cosas defectuosas, sobre la ignorancia, y la falsa Gramática; todo para que los echaran de aquel Reino. Y como hacían esto con tanta frecuencia y con tanta énfasis, no dejada de causar mala impresión entre los oyentes.

Su Divina Majestad, que jamás abandona la justicia, y con su piedad defiende a sus pobres, una vez que el P. …[Notas 1] nos acusaba de esta forma en público Senado, a nosotros, Pobres de la Madre de Dios, inspiró silenciosamente a uno de aquellos Ilmos. Jueces a ordenar llamar a nuestros Padres, para que se defendieran de tantas calumnias e improperios. Cuando llegaron nuestros Padres fueron introducidos, de improviso, adonde estaba aquel jesuita criticando a las Escuelas Pías. Aquel Ilmo. Juez se volvió al Padre jesuita, diciéndole: “Aquí están los Padres de las Escuelas Pías; diga en su presencia lo que tantas veces nos ha dicho a nosotros, para que, conociendo la verdad, podamos responderos”. Pero, en cuanto el jesuita se dio cuenta de la llegada de nuestros Padres, salió a su encuentro con todo afecto, elogiando al Superior y a los demás Padres nuestros por muchas cosas en general. Pero el Ilmo. Senador, retomando la causa desde el principio, replicó: “No, Padre mío, debe decir en presencia de ellos lo que tantas veces nos ha dicho de las Escuelas Pías”. Y, como el Padre jesuita volvía a elogiar a nuestros Padres, y callaba el resto, Su Señoría Ilma. Dijo: “Padre Superior, mi Padre José, aquí, el P. … dice cosas sobre la ignorancia de ustedes, y de la mala educación de sus alumnos, y de la falsa Gramática que se enseña; por esto les hemos mandado llamar, para conocer la verdad y remediar el mal, como es nuestra obligación”.

Nuestros Padres dieron las gracias, lo primero, a Su Señoría Ilma. y a todo el Senado; y después, con toda modestia, el P. José se ofreció, así, de repente, a responder a cualquier pregunta sobre cualquier ciencia que quisieran preguntar. Y aunque el Padre jesuita nunca quiso hablar, a pesar de ser forzado por aquellos Ilmos. Senadores, y sólo continuaba alabando a nuestros Padres, mucho, mucho, sin embargo, insistiendo dichos Ilmos. Señores en querer que diera alguna prueba nuestro P. Francisco [Salazar Maldonado], Ministro y Superior de la casa, éste ordenó que fueran los alumnos de la clase 1ª de Humanidades, e, inesperadamente, fueron examinados en muchas cosas por su mismo P. Maestro, que les mandó declamar diferentes textos de algunos autores, que se explicaban en la escuela.

Y, aunque con esto quedaron satisfechos aquellos Ilmos. Senadores, sin embargo, tuvieron a bien que se hiciera un debate entre nuestros alumnos y los alumnos de los Padres jesuitas. Señalaron el lugar y el día. Los nuestros aceptaron la invitación del Senado, y comparecieron, pero los otros se excusaron.

Notas

  1. En el original no se dice el nombre.