CaputiNoticias02/351-400

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[351-400]

351.- Tan bien supo encomendarse a sí mismo, que Mons. le preparó un escrito, para que le hicieran la Caridad de curarlo, pero que fuera en una hitación separada de las demás; y que, bajo pena de excomunión y de otras penas reservadas a él mismo, ninguno fuera a visitarlo ni a hablar con él, a no ser el Superior, el médico y el enfermero.

Muy humillado, el H. Lucas [Anfossi] fue a San Pantaleón. Al llegar a la puerta, dijo al portero que llamara al P. Castilla, que quería darle un comunicado de Monseñor Vicegerente. Se acercaban algunos a hablarle, y no les respondía; sólo que no podía hablar, porque tenía excomunión. Al llegar el P. Castilla, leyó el papel, y dio orden de que le prepararan una habitación cerca de la suya, para que fuera curado; y publicó la excomunión, a fin de que nadie fuera a visitarlo ni a hablar con él. Pero de noche iba algún Hermano, y le llevaba alguna cosa a escondidas, con cuatro ojos, para no hacer ruido.

Estuvo dos meses como enfermo. Pero, impaciente por estar tan cerrado, un día dijo al enfermero que dijera al P. Castilla que, si se lo permitía, quería ir a manifestar un deseo al P. General; que le diera licencia, que no quería hablar con otros. Le pareció conveniente la demanda, y le contestó que le daría la respuesta. Fue el P. Castilla adonde el Padre, y le dijo que el H. Lucas quería hablarle de no sé qué cosa; y si le parecía bien que fuera; le respondió que sí, porque quizá tenía alguna tentación, y era necesario consolarlo. -“Dígale que ya, que le haré esta caridad”.

352.- Fue el H. Lucas adonde el P. General en compañía del P. Castilla, y estuvo con él dos horas. Le contó que pensaba ir a Nursia, donde había pocos Padres, y no había quien diera la clase aquel verano; y luego iría a la Madonna de Loreto, y de allí a Ancona, y luego a Génova. Que, si viera que las cosas iban bien, se detendría; si no, iría a su Pueblo, sacaría el Breve, se haría Cura, y serviría a Dios mejor de cómo lo había hecho en la Orden. Que le hiciera el favor de implorarle la obediencia de Monseñor Vicegerente, para poder ir libre; que no quería saber más del mundo, que le perdonara los disgustos que le había dado. Y que quería cambiar de vida y salvar su alma.

El Padre lo abrazó, le dijo que loaba su deseo, que impetraría la licencia, que ya lo había perdonado y pedido al Señor por él, que haría bien ponerlo en ejecución; que se tranquilizara y se preparara, pues le procuraría toda facilidad; Y que escribiría por todas las Casas por donde pasara, para que lo recibieran, y lo encomendaría a todos. Y quedaron de acuerdo en que saldría a la mañana siguiente.

353.- El Padre me llamó, y me encomendó que fuera adonde Monseñor Vicegerente y le dijera, de parte suya, que el H. Lucas se había curado, le había contado muchas cosas internas de su alma, y pedía la obediencia para ir a otro sitio; que hiciera el favor de dársela, para que pudiera prepararse y hacer el viaje.

Monseñor me respondió que la obediencia se la podía hacer el P. Castilla, que la hiciera cuanto antes, y que, en cuanto saliera, se lo comunicara a Monseñor Asesor; que cuando se encontraran, también él se lo diría; y que en esta ocasión quizá hiciera también algo a favor de la Orden.

354.- Volví a Casa y di la respuesta al Padre. Éste llamó al P. Gabriel [Bianchi] y le dijo que escribiera una carta a Narni, y encomendara a aquellos Padres al H. Lucas, que iba de paso para Nursia; y que tuvieran atenciones con él; y escribiera otra carta a los Padres de Nursia, para que lo recibieran, y diera una clase mientras estuviera allí; que le hiciera la obediencia y la diera a firmara el P. Castilla, de parte de Monseñor Vicegerente; y que dijera a dicho Padre que le diera algo para el viaje hasta Nursia, que allí le darían hasta Narni. Así se hizo; y a la mañana siguiente lo acompañaron al Corso, donde encontró un puesto en una Carroza y se marchó. En Narni recibió la provisión como había ordenado el Padre, y siguió hasta Nursia, donde estuvo hasta la primavera, dando la clase con grandísimo fervor. Luego fue a la Madonna de Loreto; hizo allí sus devociones, y siguió a Génova, donde, al no encontrar las cosas a su gusto, -porque la mayor parte de los Padres habían dejado el hábito, y habían formado una Congregación parecida a la de San Felipe Neri, pero fuera de nuestra Casa, donde vivían con grandísimo ejemplo y concurrencia de gente-. Pero, a pesar de todo, como al H. Lucas no le gustaba aquel modo de vida que tenían, se fue a su Pueblo; reunió el Patrimonio, sacó el Breve, y se hizo sacerdote. Viéndole su Obispo tan devoto y que daba buen ejemplo, lo hizo Arcipreste. Aún vive, y hace mucho provecho en su Ministerio. Cada vez que va a Génova, va a visitar a nuestros Padres, de los que no sabe separarse. Tal fue el final del H. Lucas [Anfossi] de San Bernardo, causa de la ruina de nuestra Orden.

  • Enseguida di parte de la salida del H. Lucas y a Monseñor Asesor, al que le pareció muy bien, y me agradeció la noticia, porque le había puesto en tal situación que, cuando iba adonde el Papa, tenía miedo, porque le preguntaba muchas veces cómo iba; que saludara al P. General, que continuara con sus oraciones, y que siempre que pudiera ayudar a la Orden lo haría.

355.- El P. Pedro [Casani] de la Natividad, Compañero de nuestro Venerable Padre, tenía unas llagas en las piernas. Enfermó gravemente, le vino una disentería, se agravó el mal, y a los pocos día fue desahuciado por los médicos.

Al final de su vida, se le apareció el demonio, su enemigo capital, al que en vida siempre había expulsado de infinitos posesos. Como, este poder tan singular era conocido por todos en toda Europa, llamó a su enfermero, que era el H. Lucas de San José, de Fiesole, y le dijo que le expulsara al demonio, que venía a molestarlo; y lo hostigaba porque era enemigo suyo. Creyendo el H. Lucas que el moribundo Viejo deliraba, le dijo:-“Padre, ¿dónde está el demonio?, que quiero matarlo”. -“¿No lo ve? ¿Sólo yo?”. Fue donde la mesa, y no vio nada; levantó la campanilla que estaba allí para sonarla cuando quería algo, y saltó una gran araña de debajo de la campanilla; la siguió y la mató. En cuanto murió la araña, ya no se vio más.

  • 356.- Los Padres llamaron al P. General, y le dijeron que el P. Pedro había entrado en agonía. El Padre fue enseguida, y ordenando una convocatoria general, fueron todos los Padres; y, después de hacerle la recomendación del Alma, se fue al Paraíso, -lo que piadosamente se puede creer- a gozar de sus gloriosas fatigas, como se vio por los signos. Pues, mientras estaba expuesto en la Iglesia, fue tanta la cantidad de gente de todas clases, y en particular de exorcistados, que aquello parecía el juicio. Todos querían hacerse con algo de lo suyo, para tenerlo como reliquia de su devoción.
  • Yo pude ver a algunos peregrinos que le tocaban con medallas y rosarios, como si fuera un Santo canonizado. Estuvo tres días expuesto en la Iglesia, donde la asistencia era cada vez mayor. Al final, el P. General ordenó que se le diera sepultura; pero, como la multitud oprimía el Cuerpo, el Padre se abrió paso con tanta fuerza como si fuera un joven de 30 años; ordenó retirarlo y colocarlo en una habitación cercana a la sacristía. La gente se retiraba, pero no quería salir de la Iglesia, si no lo sepultaban en el altar mayor, en el lado de la Epístola, entre las escalerillas del altar y la balaustrada. Su muerte ocurrió el 17 de octubre, víspera de San Lucas, el año del Señor de 1647.
  • 357.- Cuando el P. Esteban [Cherubini] oyó que había muerto el P. Pedro, dijo:-“Es uno”. Casi seguro que quería decir que moriría también el P. General, y él haría lo que quisiera. Pero como los juicios ocultos de Dios nadie los puede escrutar, él no lo vio muerto, al contrario, fue el buen Viejo, quien lo muerto a él, como se dirá en su lugar.
  • Pasa das unas semanas, el P. Vicente [Berro] de la Concepción llamó a un arquitecto y le mandó hacer el diseño de un hueco en el muro, y dedicarlo una Memoria. Ya había tomado el acuerdo de comenzar a hacer el trabajo, pero lo impidió el P. Nicolás Mª [Gavotti], que quería hacer aquel hueco para darle culto. Entonces, el P. General, para no dar lugar a algún disgusto mayor, ordenó al P. Vicente que no siguiera haciéndolo; y de esa manera, sólo quedó, durante más de seis meses, el diseño impreso en el muro, pintado a carboncillo,
  • El P. Pedro había hecho un libro de “Meditaciones sobre la Pasión“, y el P. Vicente ordenó imprimirlo. Se lo dio a la mujer del Sr. Esteban Palavicini, Genovés, ambos penitentes todos del P. Pedro. Después fue tan aceptado u buscado, que en poco tiempo no se pudieron ver más ejemplares.
  • 358.- Acostumbraba a ir escribiendo de propia mano un Breviario de “Remedios, contra los endemoniados, contra la fiebre, y en ayuda de las parturientas“. Se decían de él cosas maravillosas. A mí me dio dos ejemplares, después de insistirle mucho y muchas veces; y aún los conservo, como Reliquia de un hombre santo.
  • Un día me vino la idea de imprimirlo, para que no quedara en el olvido. Se lo dije al P. General, y me respondió: -“Estaría bien. Procure hacer lo posible para imprimirlo, porque, verdaderamente, es cosa de gran devoción; me lo han pedido muchos personajes, tanto de Polonia como de Germania. Me han dicho que ha hecho grandes milagros, en Particular en Palermo, donde, no pidiendo dar a luz algunas señoras, al poner sobre ellas el librito, enseguida salían bien del parto. Yo tengo mucho interés en que no quede olvidado. Él me decía que, cuando no tenía nada que hacer, para no estar ocioso, escribía este Breviario ; y que, con él, había recibido mucha luz de Dios, y hecho muchas obras buenas, sobre todo cuando era Maestro de Novicios, de donde salieron hombres de gran virtud en el ejemplo y en el espíritu, cuya enumeración sería muy larga. Procure hablar de ello al P. Cándido, Maestro del Sagrado Palacio, que lo conoció muy bien, y vio dicho Breviario, cuando el P. Modesto era Maestro del Sacro Palacio. Se lo entregó la primera vez que lo compuso, y los dos dijeron que era cosa santa y buena. Y si no puede hablar con el P. Cándido, vaya a hablar al P. Maestro Capizucchi, compañero del P. Cándido, hombre doctísimo, y penitente del P. Pedro desde que era muy pequeño; y yo mismo le he enseñado algo de los primeros elementos de la Gramática. Intente hablar con él, que seguro lo aprobará, para que se pueda imprimir”.
  • 359.- Enseguida fui a Monte Cavallo a hablar con el P. Cándido, pero me dijeron que estaba indispuesto, en la Minerva. Pregunté por el P. Maestro Capizucchi y me respondieron que había ido a airearse hacia la Porta di Santa Agnese, que fácilmente lo podríamos encontrar por el camino, al volver, pues no acostumbraba a regresar tarde, “porque, como estudia, sale solo, al cabo de una hora retorna a Casa, y continúa estudiando“.
  • 360.- Fui hacia la Porta Pía, y cuando estaba cerca de la Puerta, encontré al P. Maestro Capizucchi. Le saludé, y le dije que había ido a pedirle un favor de parte de nuestro P. Fundador, si le resultaba cómodo hacérselo. Que me mandaba mi P. General, “al que tanto debo desde mis primeros años de niñez“. “Mi Casa, me ha dicho, es muy devota de su Orden, a la que siempre he tenido gran afecto”.
  • “Ha muerto, seguí diciéndole, nuestro P. Pedro [Casani] de la Natividad de la Virgen, que acostumbraba a escribir un Breviario contra los demonios, y en ayuda de los enfermos. Para no perder su memoria, queremos imprimirlo, y darlo después a algunos de sus Devotos, que siempre lo están pidiendo. Y, como nosotros no los podemos preparar con la misma diligencia que los hacía él, he traído el original, para que me haga el favor de imprimirlo, y ponerle un título, el que mejor le parezca y sea a propósito. Le di el Breviario en las manos, y seguimos conversando hasta Porta Maggiore de Monte Cavallo. Al legar allí, sacó de la alforja la pluma, y, apoyado en una columna de aquellas donde están las cadenas, escribió de su propia mano: “Venerabilis Dei Servus P. Petrus a Nativitate Virginis, Scholarum Piarum, haec sacra verba, ita disposita, ´contra Demones et Morbos´ scribebat”. Y l
  • Luego me dijo: -“Este Padre ha sido Confesor mío, y un gran siervo de Dios. Siempre me apreciaba; y de estos Breviarios creo tener uno, al que todos los de mi Casa han tenido una grandísima Devoción. Salúdeme al P. General, y que pida a Dios por mí”.
  • 361.- Volví a Casa, y enseguida fui adonde el P. General, a informarle de lo que había sucedido. Le dije que el P. Capizucchi había dado el permiso de imprimir el Breviario del P. Pedro; lo había tratado de Venerable, y le pedía que hiciera oración por él.
  • Es imposible imaginar fácilmente cuán grande fue la alegría de nuestro Padre Fundador cuando oyó estas palabras; pues me respondió: -“Alabado sea Dios, que engrandece a sus Siervos, y éste ha merecido el nombre de Venerable. Procure encontrar una persona que lo imprima de forma parecida, no sea que nos lo cobre y luego no salga bien. Intente ir con el P. Vicente [Berro]; cerca de la Minerva hay un bravo impresor, que ha impreso los ejemplares de Sarafellini y de los nuestros, y han quedado bellísimos; éste lo hará con todo cuidado, y lo hace bien”.
  • 362.- Fuimos con el P. Vicente a la Minerva, preguntamos dónde estaba el grabador en cobre, y nos dijeron que estaba detrás del Fornace de Vitri, y se llamaba Greutier. Fuimos adonde este buen viejo, y comenzamos a charlar. Quiso ver el Breviario. Me respondió que era algo latoso, y, en aquel momento no podía atenderme, porque tenía entre manos un libro de Sentencias de Antonozzi, que no le dejaba vivir, y siempre estaba insistiendo para que hiciera las cosas pronto; así que, para decirlo claro, me está estomagado. A pesar de todo, veré la manera de atenderle de alguna forma, para que no se arrepienta.
  • Lo primero que le dije fue: -“Tenga en cuenta que, como no sea semejante al original, no sirve, y no queremos hacer el gasto en vano, que somos pobres, tenemos pocos cuadros, y hacer doble gasto no nos tiene cuenta”; y, en segundo lugar, que cuánto teníamos que darle.
  • 363.- Me respondió: -“En cuanto al parecido de la letra, tan pronto como esté terminado, si no es semejante a aquélla, no quiero que la acepten. Y enseguida lo zanjó todo. -“Y, respecto al precio, merezco treinta escudos, si quieren cosa buena; pero por 25 lo haré antes“. Comencé a decirle que éramos pobrecitos, y no nos llegaban limosnas; que nos hiciera una caridad, que pediríamos a Dios por él, que era obra piadosa, y que recibiría el doble, según la promesa de Dios. Replicó: -“Me remito a lo que diga el P. General, a quien he servido muchas veces, y nunca hemos sido de distinto parecer en nada”.
  • Tanto le dije que hicimos un pacto por dieciséis escudos, y que le diéramos el cobre pulido; el trabajarlo, costó dos escudos; así, todo quedó terminado, y costó dieciocho escudos.
  • Verdaderamente salió tan parecido, que no se podía desear más. Le dije, entre otras cosas que yo quería, que tenía mucho interés en que no lo viera nadie antes de haber recibido el publicetur, para no dar ocasión a cometer un error. Terminado de preparar el cobre, lo llevé al grabador para hacer las pruebas. Hice algunas para llevarla al Maestro del Sacro Palacio, y obtener el publicetur. La primera se la llevé al P. General, para que la viera, y dijo que habían salido mejor de lo que se podía esperar; que estuviera atento a las condiciones pactadas, y a no hacer ningún gasto, no fuera que algún malévolo nos hiciera alguna mala pasada; y que no perdiera tiempo, paga conseguir pronto el publicetur.
  • 364.- Me fui volando a Palacio, llevé el original del Breviario y cuatro impresos. Salió el P. Capizucchi, lo vio, lo examinó, dijo que estaba bien, y puso el publicetur. Volví adonde el impresor y le ordené imprimir una veintena.
  • Los vieron en Casa, y vivieron dos a pedirme algunos, que querían enviar fuera; uno de ellos fue el P. Nicolás Mª [Gavotti]. Le respondí que cuando se imprimieran se los daría, que me excusara, que aquéllos no quería darlos aún, que no podía.
  • Se fue muy disgustado, sin decirme más; pero, como yo lo tenía en poca estima, me reía y no me preocupaba la cosa.
  • Por la tarde, estuve en la celda estudiando; a las dos de la noche vino donde mí el H. Juan [Pellegrini] de San Peregrín, de Lucca, y me dijo que quería decirme dos palabras en confianza, pero que le diera palabra de no decir a nadie lo que me dijera, pues era cosa de importancia y de confidencia. Le di palabra de guardar el secreto, y de no hablarlo con nadie.
  • 365.- Me dijo el H. Juan: -“Hoy me ha llamado el P. Nicolás Mª, y hemos estado con Monseñor Asesor. Él le ha dicho, en mí presencia, que V. R. ha ordenado imprimir el Breviario del P. Pedro [Casani], y que no le parecía bien que se distribuyera, sobre todo por haber puesto en él el título de Venerable; que Monseñor le preguntó si había sido impreso con licencia, y le dijo que creía que sí; que, si había sido impreso con licencia del Maestro del Sacro Palacio ¿por qué prohibirlo?. “No quiero meter las manos en lo que a mí no me toca“. y que después le volvió la espalda, sin darle otra respuesta; y retornó humillado, pidiéndome no dijera una palabra de ello a nadie, pues era cosa del Santo Oficio.
  • Pero yo, que amo de corazón el honor de la Orden, sé lo he querido decir, para que remedie lo que pueda suceder. Se lo agradecí, y le prometí guardar la palabra. Bien se puede imaginar lo confuso que quedé con tal noticia, pues nunca hubiera imaginado tal afrenta”.
  • 366.- Despedí al H. Juan, y enseguida fui adonde el P. General y le dije lo que acababa de oír, sin nombrar al que me lo había dicho. Quiso saber todos los detalles, y cuál era la causa de esta maldad tan clara. Le dije que porque me ha pedido algunos ejemplares y no he querido darle ninguno, pues había ordenado imprimir unos pocos; que ésta podía ser la causa de aquella ´hermosa acción´; y que qué le parecía que podía hacer, para que Monseñor de amigo no se convierta en enemigo nuestro, porque hasta aquí podía derivarse la insidia.
  • “Mañana coja cuatro de estos Breviarios, vaya, muy temprano al Santo Oficio, y diga a Monseñor que ha muerto el P. Pedro, que ha dejado esta devoción, y, para no perder su memoria, la hemos mandado imprimir, con licencia del Maestro de Sacro Palacio, a quien hemos llevado algunos ejemplares para que vea que es cosa de devoción”.
  • Lo encontré en el momento en que iba a salir de casa, y, tan pronto como me vio, me preguntó qué quería, porque andaba deprisa y no me podía tender, pues lo habían llamado a Palacio.
  • 367.- En pocas palabras le dije lo qué me pasaba, y me respondió: -“Parece que ya tiene la licencia”. Enseguida saqué el publicetur, -que no lo quiso ver-, y me respondió:-“Si ya tiene la licencia, ¿qué más queremos?”. Cogió los impresos, me lo agradeció, y se fue.
  • Todo contento, me volví a Casa, y, al llegar a la puerta, me encontré al P. Castilla con el P. Nicolás Mª, que estaban conversando. Me preguntó de dónde venía, y le respondí que había estado con Monseñor Asesor a llevarle cuatro de estos Breviarios del V. P. Pedro, pues así se llama ahora, con el título que le ha dado el Maestro del Sacro Palacio, que dio la licencia para imprimirlos, y éste es el Publicetur.”.
  • Lo cogió en la mano el P. Castilla, y después lo quería ver también el P. Nicolás Mª; pero se lo quité de las manos, diciendo que no era digno de verlo. El P. Castilla lo sintió, porque no sabía el misterio; pero, más que él, quedó resentido Nicolás Mª, al ver descubierto su engaño, lo que nunca pensaba; y me dijo algunas palabras metafóricas, de las que me previno el P. Fundador.
  • Desde entonces, en Casa no se le llamaba ya el P. Pedro, sino el Venerable Padre Pedro. Después se imprimieron una gran cantidad de ellos, que se distribuyeron por toda la Orden; en cambio en Roma se repartieron pocos aquel año. Así terminó esta aventura.
  • 368.- El 2 de mayo de 1647, mientras estábamos en la recreación de la tarde, llegó el P. Nicolás Mª del Rosario y dijo que, al día siguiente, día de la Santísima Cruz, se le quitaban una Piedra al P. Silvestre Pietrasanta, y se encomendaba a nuestras oraciones, en las que tenía mucha fe; que hiciéramos todos oraciones por él, para que le resultara bien la extirpación. Pero como era el bandido de nuestra Congregación, ninguno le respondió, y enseguida se fue. En cuanto se marchó comenzamos a hablar de la maldad de aquél, de cómo podía tener fe en nosotros, si nos había arruinado. Uno decía una cosa, y otro, otra.
  • 369.- En la mañana de la Santa Cruz, le eliminaron dos gruesas piedras, una de las cuales era tan desmesurada y horrible, que produjo maravilla cómo se la habían podido sacar. La operación resultó facilísima, y creían que lo habían curado. Hasta tal punto, que por la mañana llegó la noticia de que ya estaba bien, que se la habían extraído con toda facilidad.
  • Ocurrió esto el día de la Cruz. Había elegido este día para sufrir este tormento en un día solemne. Por la tarde no podía descansar, y toda la noche estuvo con dolores y tormentos grandísimos; a la mañana, lo visitaron los cirujanos; le dijeron que no era gran cosa, aunque la herida había sido grande, que procurara reposar, que ya no había peligro de muerte. Estuvo todo el sábado en vigilia, y por la noche tampoco pudo dormir. A la mañana siguiente volvieron los cirujanos, y le dijeron lo mismo, que procurara dormir, que así sanaría. El domingo no pudo descansar un minuto, y todo el día estuvo inquieto; los médicos le seguían aconsejando tranquilidad. Se esforzaba, y decía que quería dormir, pero no podía. El domingo por la tarde, después de tomar un pequeño refrigerio, dijo a su enfermero que mirara encima de su mesita, donde había una Cajita que le había dado Monseñor Consaga, Obispo de Nola, que contenía algunas pastillas de opio; que cogiera siete, que seguro le harían dormir.
  • 370.- El enfermero encontró la caja, se la llevó al P. Pietrasanta y el dijo:-”Padre, siete son demasiado, tome sólo cinco en honor de las Cinco Llagas de N. S. Jesucristo”. Tomó cinto, y al momento dijo:-“Váyase, que quiero dormir, y por la mañana venga un poco tarde, que quiero reposar. Si tengo necesidad sonaré la campanilla; entonces sí puede venir, pues no es justo que sufra tanto por mí. El enfermero cerró la puerta y se fue a dormir. El lunes por mañana del 6 de Mayo, fue el enfermero a ver si aún dormía aún, pero no sintió que estuviera despierto. Cerró de nuevo la puerta, y en aquel momento llegó el P. Rector, quien preguntó cómo estaba el P. Pietrasanta.
  • Le respondió que había tomado algunas pastillas de opio, enseguida se había dormido, y aún dormía; “pero no hay que extrañarse, porque estas noches no ha podido dormir, dejémoslo reposar aún un poco“. Estuvo más de una hora observando y no lo sintió toser, como solía hacer; fue despacio a abrir la ventana, luego comenzó a hacer ruido, y tampoco se despertaba. Se acercó a lecho, lo llamó, y, tocándole las manos, vio que estaba muerto.
  • Llamó al P. Rector. Éste preguntó al enfermero cuántas pastillas le había dado; le respondió que quería siete, pero no le dio más que cinco; que fue tanta la insistencia que le hizo, que le parecía crueldad dejarlo morir sin dormir. Sonaron la campana, como es su costumbre, llegaron todos los Padres, y lo acompañaron a la iglesia, dando voces de que había muerto Mártir. Avisaron al Colegio Romano, al Noviciado, y a todos los demás Colegios y Seminarios, para que todos aplicaran las Misas por el Alma del P. Silvestre Pietrasanta, que había pasado a mejor vida, y que, durante el día, fueran todos a la Casa Profesa a hacerle las exequias, porque así lo ordenaba el P. General.
  • 371.- El lunes por la mañana, el P. Esteban de los Ángeles volvía sólo desde Frascati y, como había oído que le habían sacado la piedra, dijo: -“Ya que estamos aquí, vamos a ver al P. Pietrasanta“. Fue al portero, y le dijo que quería ver al P. Pietrasanta. El portero le respondió que estaba en la iglesia. Sin pensar en otra cosa, entró en la iglesia, lo encontró muerto, y, aterrado, se fue al Colegio Nazareno.
  • 372.- Al llegar al Portón de los Sres. Massimi, se encontró al Sr. Esteban Palavicini que iba a San Pantaleón a confesarse con el P. Pedro [Casani], como hacía de costumbre cada mañana, y le preguntó: -“¿Qué hay de nuevo, P. Esteban? ¿de dónde viene tan solo?”. Le respondió que venía de Frascati, había ido a ver al P. Pietrasanta, y lo había encontrado muerto en la iglesia.- “Yo mismo lo he visto“. Con esto se despidió, y el Sr. Esteban fue a San Pantaleón adonde el P. Pedro.
  • Mientras estaba en la habitación, me llamó el Sacristán para decir la Misa, y, pasando delante de la celda del P. Pedro, me preguntó si sabía algo de la muerte del P. Pietrasanta, jesuita. Le respondí que salía entonces mismo de la celda, y no había hablado con nadie; y le pregunté: -“De dónde ha salido esta noticia?” -“Se la ha dicho el P. Esteban al Sr. Esteban Palavicini, que lo ha visto él mismo”.
  • Salió el Sr. Esteban de la habitación del P. Pedro, y me contó lo que le había dicho el P. Esteban, que él mismo lo había visto muerto en la iglesia del Gesù, y Dios había permitido que la primera noticia saliera de la boca del P. Esteban, por justos juicios de Dios, ya que él era su querido Amigo, como se ha visto.
  • Enseguida fui donde el P. General y le dije lo que pasaba; me dijo que investigáramos más a ver si era verdad; que enviara a un alumno mayor al Gesù a informarse de lo sucedido, si era cierto que había muerto, para no vernos en algún equívoco. Fui abajo, encontré al P. Gabriel, Prefecto de las Escuelas, le pedí que enviara a un alumno mayor al Gesù, para ver si había muerto el P. Pietrasanta, como había dicho el P. Esteban al Sr. Esteban Palavicini, que estaba en la habitación del P. Pedro. Envió a un alumno mayor de la clase de Ábaco, para que se informara con todo cuidado, y volviera enseguida a dar la respuesta. Mientras tanto estuvimos esperando a la puerta, para saber la respuesta.
  • 374.- Volvió el alumno y dijo que había muerto el P. Silvestre Pietrasanta, al que él conocía muy bien, pues era el que dirigía la Congregación de la Asunción; había hablado con un Padre jesuita y le había dicho que había muerto aquella noche como Mártir, y había mucha concurrencia para verlo. No sólo esto, había encontrado a un Hermano suyo, y le había dicho que había muerto al extraerle una piedra.
  • Llevé la respuesta al P. General, que quería saber minuciosamente lo que había referido el Joven. Al enterarse de que era cierta la muerte, me dijo que tocara la campanilla de Comunidad, para que fueran todos al Oratorio. Y que avisara al P. Prefecto de las escuelas, que diera orden a todos los Maestros de las Clases, para que fueran todos al Oratorio; que llamara al P. Pedro, y que no faltara nadie, que quería hablarles, para no faltar a la Caridad.
  • Sonó la Campanilla, acudieron todos los Padres y Hermanos, y, ordenando poner una silla en el estrado del altar del Oratorio, comenzó a pronunciar un bellísimo sermón acerca de la muerte del P. Pietrasanta, ordenando que todos le hicieran los sufragios, “como si fuera uno de los nuestros“; que todos dijeran la Misa, y a la mañana siguiente se cantara la Misa de Difuntos por su Alma; que todos debían hacerle esta Caridad, por haber sido Superior nuestro, dado por la Sede Apostólica.
  • 375.- Todos escuchaban con grandísima atención; pero, en cuanto a decirle las Misas, no parecía que los Padres aceptaban el parecer del P. General. Se levantó en pie el P. Francisco de la Anunciación y dijo que él no quería para nada decirle la Misa, porque la Orden no había recibido de él ningún beneficio, sino daños, y vergüenza para todo nuestro hábito.
  • A lo que nuestro Padre respondió:
  • -“Redite bonum pro malo”. Se levantó entonces el P. José de la Visitación y dijo:
  • -“Padre, en cuanto a cantarle la Misa, no me parece conveniente hacer una demostración pública, porque daríamos a entender al Mundo que este Padre ha hecho algún bien a nuestra Orden, y se escribirá enseguida que los Padres de las Escuelas Pías han hecho estas cosas por los beneficios que han recibido de dicho Padres. Me parece que, quien quiera decir la misa privada, la puede decir, pero hacer oraciones públicas no está bien“. Después, casi todos dijeron alguna cosa, por la que no querían imponerse esta obligación; y así terminó el discurso. Y el Padre los bendijo a todos con toda su benevolencia, como si todos se hubieran adherido a sus propuestas.
  • 376.- Los que sí le dijeron la Misa fueron el P. General, el P. Pedro y el P. Castilla; los demás dijeron que mejor la dirían por la Madre de ellos, que les había hecho el bien.
  • El Sr. Esteban Palavicini estaba detrás de la puerta del Oratorio sin dejarse ver. Había venido de la Celda del P. Pedro, su Confesor, y había oído lo que había pasado, y dijo: -“Verdaderamente se conoce que el P. General es un Santo, pues quiere hacer bien incluso a quien ha hecho tanto mal, no sólo a él, sino a toda la Orden; por eso es necesario quererlo.
  • Al terminar las clases, fueron al acompañamiento de los alumnos, y los Padres que iban a aquellos barrios, entraron en el Gesù a ver al muerto Pietrasanta, y luego lo contaron en la recreación.
  • 377.- Hacia las 20 horas vino adonde mí el P. Buenaventura de Santa María Magdalena, y me dijo si quería ir con él al Gesù, a ver al P. Pietrasanta.
  • Yo, que no lo había visto vivo, le respondí: -“Vamos”. Recibimos la bendición del P. Castilla y nos dirigimos al Gesù. En la puerta había algunos alumnos del Colegio Romano, que comenzaron a decir: -“Padres, ¿han venido a ver a su enemigo, que ha muerto?”. Y nos dijeron muchos despropósitos; yo me avergonzaba, y no sabía lo que me estaba sucediendo. Me acerqué al Padre muerto, mientras que el P. Buenaventura seguía conversando con aquellos jóvenes.
  • En la iglesia no había más que un Hermano, que estaba de guardia ante el muerto, detrás de columna. Mientras yo estaba haciendo oración, llegó el P. Buenaventura, con una pila de agua bendita, asperjó sobre el cadáver, y luego hizo muchas cruces. Luego se acercó al Hermano que lo custodiaba, y le preguntó cuándo había muerto y cuándo lo enterraban.
  • 378.-Le respondió que padecía de Piedra, que se la quiso sacar el día de la Cruz, y le extrajeron tres piedras, una de las cuales era, no sólo desmesurada, sino horrible y tenía como ganchos; que había sido como un milagro grande que se la hubieran podido extirpar; y que, como la herida se ensanchó a causa de la misma piedra, perdió el sueño de tal manera, que no pudo ya dormir; le dieron no sé qué para que durmiera, y aquello le produjo la muerte; y que el pobrecito había muerto Mártir. El P. Buenaventura le dijo que era necesario hacer memoria de él; en cambio yo, que me avergonzaba, me acerqué y le dije: -“Vamos, que es tarde y nos esperan en Casa”. Y, a la fuerza, se separó de aquel Hermano, que no se saciaba de preguntarle.
  • Finalmente, se despidió y vino a buscarme, pues yo había salido ya. Para no pasar por la puerta donde aún estaban aquellos jóvenes cuchicheando, como temía otra sesión, le pedí, por amor de Dios, que no pasáramos por aquella puerta, que pasáramos por otra, que los jóvenes nos podrían hacer de nuevo algún despropósito, “lo que yo no puedo soportar“. Me respondió: -“Déjeme hacer a mí”. Y me condujo por la puerta que va a dar al Claustro, que yo no conocía. Siguió diciendo: -“Esta es la sacristía, este cuadro es de Gregorio X, cuando hizo la Orden de los Padres jesuitas”. Y, con estas palabras me llevó hasta el Patio, donde estaban reunidos todos los Padres jesuitas de las demás Casas, de los Seminarios y de los Colegios, que habían ido para hacer las exequias y cantar el Oficio al P. Pietrasanta.
  • 379.- Cuando aquellos Padres vieron al P. Buenaventura, todos se volvieron y le hacían reverencias, pensando que era nuestro Padre Fundador; y él a todos hacía obsequios. Yo quedé tan humillado, que no sabía dónde estaba, y me parecían mil años la llegada a la puerta para salir, pues había rehuido un encuentro y ahora me encontraba con otro peor.
  • Llegados a la portería, no estaba el portero, y nos pusimos a pasear por el Claustro. Todos los Padres que estaban allí, observando al P. Buenaventura, creían que era el P. General. Como era tan viejo y alto, uno de aquéllos dijo: -“Este Padre tiene que ser como San Ignacio, pues todos los Fundadores de Órdenes son Santos” Todas estas cosas decían, que las pudimos oír. Finalmente, vino un Prelado acompañado del portero, abrió la puerta, y volvimos a Casa.
  • 380.- El P. Buenaventura no quería pararse aquí, y me dijo que cuando acabaran las Clases, debíamos acompañar a la fila de San Marcos, y mandar a todos aquellos alumnos entrar en el Gesù a rezar un Padrenuestro y una Avemaría por el alma del P. Pietrasanta, si estaba expuesto. -“Y haremos más cosas, y daremos buen ejemplo. Haremos oración, por aquella Alma, y acostumbraremos a los niños a temer caridad con los muertos”. Yo le respondí: -“Por amor de Dios, vamos a Casa, que he pasado mucha vergüenza, y no tengo ganas de volver a aquella iglesia”. Me respondió:”-Antes de ir, quisiera volver, para ver las Ceremonias que hacen los jesuitas cuando muere algún Padre importante, como era aquél”. Volvimos a Casa, y no hicimos más.
  • 381.- Fui adonde el P. General a ver si necesitaba algo, y enseguida me preguntó dónde había estado con el P. Buenaventura. Le conté que habíamos estado en el Gesù a ver al P. Pietrasanta; y comenzó a reprochar duramente, diciendo: -“Los Padres jesuitas pensarán que nos alegramos de sus males. El P. Buenaventura, tan viejo ya, aún sigue con sus extravagancias. ¿No era ya suficiente con hacerle la caridad de decirle la Misa, sin tantas curiosidades por ver a un muerto? Si queremos que Dios nos perdone de nuestras culpas, es necesario reflexionar en aquellas palabras del Pater Noster, que dice: ´Dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimitimos debitoribus nostris´. De lo contrario, nuestras acciones son inútiles. Quizá el P. Buenaventura se acuerda del daño que le ha causado el P. Pietrasanta, como también a nuestra Orden; pero no por eso no hay que perdonarlo. Yo haré oración por él, como si hubiera muerto el Primer Padre de nuestra Orden. Así se debe hacer, como han hecho los Padres Pedro y Castilla, que, a una indicación, enseguida han dicho la Misa, para no guardar la pasión arraigada contra un muerto”.
  • 382.- Me hizo esta corrección, pero con tal suavidad de palabras -como de costumbre-, que me hizo llorar.
  • Mas se paró aquí. Mandó llamar al P. Buenaventura, y le echó una reprimenda más solemne; a lo que él sólo dijo lo siguiente: -“Es verdad que he tenido curiosidad de verlo cuando estaba muerto, pero es que cuando estaba vivo no pude decirle ni siquiera una palabra, de tú a tú, a mi gusto; y cuando hizo la Visita Apostólica no quise que me preguntara; al contrario, al P. Juan Antonio [Ridolfi] le pedí me diera esta satisfacción, y nunca fue posible. Y cuando, después, me envió a Moricone, lo hizo con estrategia política, e inducido por el P. Esteban, sólo por sacarme de Roma, para que no hablara. Y ya que no he podido hablarle vivo, le he dedicado mis Devociones gustosamente, y le he hablado muerto - Dios es testigo- y él perdone sus pecados, como espero. Además, si no me engaño, él dirigía la Congregación de la Asunción en el Gesù, adonde van tantos Prelados, Sacerdotes y Consiliarios, cuyas oraciones le bastarán para librarlo de las penas del Purgatorio, si la sangre de Cristo le ha hecho esa gracia, como esperamos”. Y, como el Padre había cometido un error, movido por un grandísimo fervor, el P. General nos despidió, porque quería ir al Oficio.
  • 383.- El P. Vicente [Chiave] de San Francisco nos contó dos hechos, en relación con nosotros. Uno de ellos sucedió en Mesina, cuando el P. Silvestre Pietrasanta fue nombrado Visitador Apostólico nuestro. Se veía claramente que algunos Padres jesuitas envidiaban a nuestro Instituto. Entonces, nuestros Padres de Mesina alzaron la voz al ser nombrado Visitador Apostólico un jesuita, sin saber si era cierto, ni quién era. Un día se encontró un Padre nuestro, -creo que era el P. Glicerio [Papa] de la Anunciación, de Palermo, actualmente Provincial de Sicilia- con un Padre jesuita, y le preguntó si era verdad que el P. silvestre Pietrasanta había sido nombrado Visitador Apostólico de nuestra Orden. Le respondió que había oído no sé qué, pero no sabía si era cierto, y si era este Padre, porque se lo había dicho un secular, que había oído su nombramiento de Visitador de las Escuelas Pías, “pero no he sabido más“.
  • 384.- Le respondí que, si era cierto que se trataba del P. Silvestre Pietrasanta, seguro esto supondría la destrucción de la Orden de las Escuelas Pías. El P. Glicerio se sintió molesto, y le dije que sería lo que Dios quisiera. El P. Vicente no sabía cómo se llamaba, pero decía que sí era una persona seria y de buena conciencia.
  • Para confirmar esta verdad, el P. Cosme [Chiara] de Jesús María, palermitano, Antiguo General, me ha contado que un Padre jesuita, cuyo nombre no recuerdo, muchas veces le dijo en confianza que había algunos de la Compañía que intentaban conseguir que las Escuelas Pías fueran destruidas; en cambio otros Padres suyos procuraban que el P. Pietrasanta fuera quitado, porque un día podría cometer alguna necedad; y cada vez que lo encontraba le repetía las mismas palabras.
  • 385.- Otra cosa que me dijo el P. Vicente de San Francisco, comprueba la primera. A la muerte del P. Mucio Vitalleschi, General e la Compañía, de feliz memoria, que creo fue el año 1644, se convocó en Roma un Capítulo para la elección del nuevo General, y luego volvieron todos a sus Provincias y Casas. Accidentalmente, un tarde fue un Padre jesuita a la Costa d´Amalfi, exactamente a Tramunti, y se alojó en casa de un Gentilhombre, pariente del P. Onofre [Conti] del Ssmo. Sacramento. Por la tarde, después de la cena, comenzaron a hablar de diversas cosas del Mundo; y al salir el tema de las variadas y diversas Órdenes, el Pariente del P. Onofre dijo al Padre jesuita:
  • -“¿Y qué será de las Escuelas Pías, porque oigo decir que sufren muchas angustias?”; y no dijo más.
  • 386.- El jesuita le respondió, musitando: - “Lo de esta Orden no puede durar, por muchos Motivos. Más aún, en nuestro Capítulo General se ha hablado de ella, y han concluido que se encuentran medios oportunos para suprimirla. Y sobre esto se discutió cómo lo podrían hacer los mejores teólogos de la Compañía. Es lo que yo puedo decir”.Aquel Gentilhombre tenía dos parientes cercanos en las Escuelas Pías, cambió de razonamiento, y no dijo más. A la mañana siguiente el jesuita continuó su viaje, pero el Gentilhombre muy afligido ante aquella noticia, pensaba: -“¿Qué harán el P. Onofre y el P. Juan Francisco, parientes nuestros? Toda la noche estoy preocupado con este pensamiento”.
  • 387.- Se encontraba también en Tramunti el P. Onofre, que había venido de Polonia a ver a sus Padres. Aquel Gentilhombre fue enseguida a verlo y le preguntó qué disgustos padecía su Orden, que tenía que ser extinguida, “porque la otra tarde alojé al P. N., jesuita, y me contó que en el Capítulo General de su Orden habían decidido buscar los medios para que fuera destruida, “pues no puede subsistir por muchas razones“. Y, -pensando en V. R. y en el P. Juan Francisco- me estomagó tanto aquella conversación, que cambié de discurso, por no querer oír aquella mala noticia.
  • El P. Onofre dijo solamente: -“Sea lo que Dios quiera; tienen razón en decir esto, porque tienen la pelota en la mano, y uno de ellos es nuestro Visitador Apostólico”.
  • Todo lo que dijo el P. Vicente, lo había oído, según él, de la misma boca del P. Onofre en años anteriores, y aún yo mismo le he oído decir algo de esto al mismo P. Onofre en Roma; pero no me daba cuanta de tanto como me ha dicho el P. Vicente hoy, 1 de diciembre de 1672.
  • 388.- Para aclarar la verdad de todo esto, me acuerdo bien de que, entre las escrituras del P. Esteban, había dos originales de manos del P. Pietrasanta, una de las cuales contradecía a la otra, pero las dos eran Relaciones que había hecho a la Congregación sobre las Escuelas Pías; yo no sólo las leí varias veces, sino hice varias copias de ellas, y se las enseñé a algunos Padres , sobre todo al P. Pedro de la Natividad, de Brescia, que fue Asistente General, al P. Cosme [Chiara] de Jesús María, al P. Francisco de Jesús, siciliano,-uno General y otro Asistente-, y también al P. Ángel [Morelli] de Santo Domingo, de Lucca, primer Asistente General del P. Cosme, y a otros Padres amigos míos, muy probados entonces. Cuando lo leían quedaban estupefactos del último escrito hecho por el P Pietrasanta, donde concluía con las mismas palabras que dijo aquel Gentilhombre de Tramunti, que había consultado las cosas de la Orden de las Escuelas Pías con los mejores teólogos de la Compañía de Jesús, y todos concluían, en el Capítulo General, que las Escuelas Pías no podían subsistir, porque los votos eran inválidos, y por otros muchos motivos; que sería mejor reducirla a una simple Congregación.
  • Así es como decidieron en Capítulo General; pero también en la Congregación de lo Imposible, que suelen tener en la Casa Profesa del Gesù de Roma, Congregación que cree saber encontrar solución a las cosas más difíciles que pueden suceder en el Mundo. Pero Dios dirige las cosas como le place, y sabe encontrar la solución más oportuna, también como le place, incluso por medio de hombres ineptos e ignorantes, como ha sucedido en tantas contrariedades de nuestra Orden; y le da Bonanza, para sobrellevarlas con mayor honor y gloria de Su Divina Majestad, como se verá en su lugar.
  • 389.- Los efectos que se vieron con las nuevas Constituciones hechas por el P. Pietrasanta y el P. Esteban [Cherubini], para suprimir la memoria las Constituciones hechas con tanto trabajo por nuestro Venerable P. Fundador; las oraciones, disciplinas, ayunos y otras mortificaciones, se vieron, igualmente, al borrar hasta los sellos y grabados impresos de nuestra Orden, como son algunas letras griegas que significan Pobres de la Madre de Dios, y también los Rayos alrededor, que significan los resplandores que merece la Santísima Virgen, Protectora nuestra. Para que un sello no concordara con los de las otras Casas, ordenaban suprimir los Rayos alrededor de los sellos, y que en éstos aparecieran dos campos; en uno de los cuales se esculpieran sólo las letras griegas, y en el otro, sólo el Santo Titular de la Iglesia. Así que no solamente quería borrar el nombre de las Escuelas Pías, sino también que se quitaran los resplandores en torno al nombre de nuestra Santísima Madre.
  • 390.- Pero, como suelen decir, Dios sabe hacer que las cosas hechas con siniestra intención no salgan bien; y encontró los medios, para que los Rayos se vean mejor , y den mayor resplandor en el Mundo al nombre de su Santísima Madre, que inspiró al Cardenal Ginetti -de Santa Memoria-, Vicario del Papa, y único Protector de nuestro Instituto, mediante una simple embajada hecha por mí, de parte de nuestro Venerable Viejo, para que le hiera el favor de mantener los símbolos cuanto pudiera, y que no ¿perezcan?. Me respondió que donde los ¿escondiera?…próximos, no serían nunca encontradas…se ve que después de la muerte del Cardenal se hicieron muchas diligencias para encontrarlos; y aunque se hicieron muchas veces tentativas ante Monseñor Juan Francisco Cherubini, nepote del Cardenal, nunca se pudieron encontrar. Esto yo siempre lo he creído un gran milagro de la Santísima Virgen.[Notas 1]
  • 391.-El día 15 de mayo de 1647 llegó una carta de la Emperatriz Eleonora al Papa Inocencio X , recomendando a las Escuelas Pías; en ella le instaba a que en Germania, donde eran tan necesarias las Escuelas Pías, por el buen ejemplo que daban, y por la educación de los niños, pudieran algunos hacer la Profesión; y, como no sabían cómo hacer, para que llegara esta carta a manos del Papa, y que la persona que se la llevaba pudiera decirle algo de viva voz, -pues se había ido el Agente del Emperador, con algún disgusto- fuimos adonde el Cardenal Colonna, para que se la llevara, como Protector del Imperio. Éste respondió que no podía ir a la audiencia durante un tiempo, que así lo había ordenado el Emperador; tenía que ir fuera de Roma, y no volvería en un tiempo.
  • 392.- Comenzamos a pensar si la podría llevar el Sr. Domingo Roncaglia, Residente del Rey de Polonia, y que haría el servicio con buen resultado. Le llevamos la carta, y respondió que la llevaría, pero, como era una cosa fuera de su ámbito de su actuación, no surgiría el efecto que deseábamos, y todo resultaría en vano; que el Cardenal Panziroli no haría nada; “pero, a pesar de todo, yo haré lo que pueda, con todo interés”.
  • Fue el Sr. Residente a la audiencia del Papa, le presentó la carta, y el Papa le respondió: -”Veremos lo que se puede hacer, pero …
  • (faltan muchas palabras)…negocio de la Emperatriz Leonora, puso:
  • -“Beatísimo Padre…Germania…que como Residente de Polonia…confiad que, para suplicar…ante la audiencia de Su Santidad…me han suplicado que…de hacerle esta Caridad…patriarca, que suplica…Protector del Cardenal Panzirolo…le hable, y veremos qué se puede hacer, y, pospuestos otros negocios del Rey de Polonia, se fue adonde el Cardenal Panziroli y le dijo que había estado en la audiencia de Nuestro Señor, para los negocios del Rey de Polonia, y le había llevado una carta de la Emperatriz Leonora en recomendación de las Escuelas Pías de Germania, para que pudieran hacer la Profesión algunos Novicios, porque en Germania van faltando; que se lo suplicaba de parte del Rey de Polonia; y le respondió que se oponía a ello el Breve, pero que hablaría de ello a Nuestro Señor, para ver lo que quería hacer. “Se lo recomendaré cuando vaya hoy a la audiencia, pero me temo que no resulte nada”.
  • 393.- Volvió el Sr. Roncaglia por la respuesta, y el Cardenal le respondió que Nuestro Señor quería pensarlo, y respondería a la Emperatriz. De este modo, se perdió el tiempo y la obra; ni siquiera se sabe qué es lo que respondió la Emperatriz, porque no hicimos más diligencias, remitiéndonos a la voluntad de Dios, y al beneficio del tiempo; y tampoco buscamos entonces otros medios.
  • 394.- El 20 de junio de 1647, hacia las 24 horas, sonó la campanilla de Comunidad, y preguntando qué sucedía, respondieron que era Monseñor Vicegerente que quería hablar a todos. Fueron al Oratorio, dijo que se sentaran, que había oído decir que algunos se habían convertido en Dueños de la Casa; que cada uno se mantuviera en su grado, los Sacerdotes como Sacerdotes, los Clérigos como Clérigos, y los Hermanos como Hermanos; porque, de lo contrario, castigaría a quien traspasara los límites de Religioso; y que no quería que los Hermanos entraran a la Congregación de Padres sacerdotes, que esta Congregación sólo les correspondía a ellos.
  • 395.- El H. Felipe [Loggi] de San Francisco, de Lucca, se levantó, y dijo: -“Monseñor, si hemos entrado en Capítulos para elegir Superior, ¿cómo ahora nos quiere quitar este Derecho que nos ha dado el Cardenal, cuando tomó posesión, y leyó el Breve del Papa Inocencio x?”.
  • Le replicó que, si el Cardenal había hecho esto, no era porque no sabía lo que sabe él; que procuraran mantenerse en su grado, pues, de lo contrario, los mandaría al arado, a ganarse el pan; que no quería que nadie estuviera ocioso, ni anduviera girando infructuosamente por la Ciudad, ni en las academias; que lo castigaría con todo rigor; que así lo había dicho el Papa; y que no valía acudir al subterfugio del Cardenal. De esta manera, todo aterrorizados, no volvieron a hablar más de nada.
  • 396.- El 10 de julio de 1647, de mañana, bajando yo de la Celda, oí un gran rumor a la Puerta; fui a ver qué sucedía, y encontré al P. Castilla que discutía con uno vestido de largo, que no sabía quién era. Enseguida que me vio el P. Castilla, me llamó y me dijo que fuera a escuchar a aquel Gentilhombre. Como el P. Castilla no estaba ducho en hacer negocios, ni sabía resolverlos cuando ocurría alguna cosa, me dijo que le respondiera a lo que pedía. Acercándome a ver qué deseaba, le dije que el Padre era un hombre que no sabía negociar.
  • Me respondió: -“El P. General me pidió 250 julios por pocos años, para el Colegio Nazareno, lo estipuló al 5% por tres años, y él personalmente me los devolvió al tercer año, tal como decía el Breve Apostólico. Después, como la Casa de las Escuelas Pías de Ancona tenía necesidad, lo pidió otra vez. Se hizo el Breve e hicimos el instrumento; al tercer año, cuando llegaron los disgustos de la Orden, me restituyó los intereses y 200 escudos; de esta manera, quedaron por pagar de la cuenta principal 50 escudos; hace cuatro años que no he recibido los 50 escudos ni sus intereses. De hoy a mañana, me han engañado, tanto el P. Esteban de los Ángeles, que era Superior y Procurador General, como el P. Nicolás María. Y ahora éstos me dicen que ya no les corresponde a ellos, que venga a San Pantaleón a hablar con el P. Castilla; pero él me responde que no sabe de qué hablo, con lo que me parece siguen burlándose de mí. Yo soy médico y no puedo dejar las visitas, para andar todo el día vagabundeando, y después no recibir lo que he dado al P. General, del que tampoco puedo hablar mal, porque conmigo ha sido siempre tan razonable, que me enviaba el dinero a Casa.
  • 397.- Le pedí si podía esperar un poco, mientras hablaba con el P. General, que enseguida le daría la respuesta y podría ver si se le pagaba.
  • Me respondió que el mejor favor que le podía hacer era informar de todo al P. General. -”Dígaselo de parte del Médico Juan Manelfi, que enseguida me recordará”.
  • 398.- Fui adonde el P. General y le dije que estaba en la puerta con el P. Castilla, que había dado 250 escudos a Vuestra Paternidad para la Casa de Ancona, y, después de cuatro años, le habían sido restituidos sólo 200 escudos, y luego no había podido cobrar ni dinero ni intereses; que vea V. P. el modo de pagarlo; es cosa justa, porque el P. Esteban y el P. Nicolás Mª, en todo este tiempo, no le han dado más que palabras; últimamente le han dicho que venga al P. Castilla, y éste le responde que no sabe nada; le parece que le están engañando, grita y se lamente.
  • 399.- Cuando el Padre oyó estas cosas, dio un suspiro, diciendo: -“Pero ¿cómo el Sr. Juan Manelfi no ha recibido su pago entero, si yo di al P. Esteban una letra de cambio, a nombre del P. Esteban, de 250 escudos, más todos los intereses que correspondía, y esto hará ya más de cuatro años? ¡He incurrido en Censuras! Debía haberlo llamado yo enseguida, y habérselo dado a él mismo; pero, como entonces estábamos con la Visita Apostólica, y el P. Estaban había entrado de Procurador General, me fié de él como de persona legítima, y, para que hiciera el pago, se lo di a él para que pagara. ¡Ay, pobre de mí! ¿Qué haré, pues el Breve dice, contra quien sea, que si, pasado el tiempo, no se paga dicho dinero, ese tal queda excomulgado? Diga al Sr. Juan que tenga paciencia, me dé quince días de tiempo; mientras tanto, veremos los recibos de lo que ha dado, y después le doy palabra de parárselo todo; y tráigame pronto la respuesta”.
  • Volví abajo, le dije lo que me había dicho el P. General, y me respondió: -“Diga al P. General que pague cuando buenamente pueda, que siempre ha sido fiel a su palabra; que me conformo cuando quiera darlo, pues sé a quién hago el favor”.
  • 400.- Volví a subir, le di la respuesta, y quedó todo consolado y alegre, diciendo: - “Alabado sea Dios, que me ha sacado de un gran apuro; que, aunque no tengo culpa en esto, sin embargo debía haber estado atento a ver si se había pagado este dinero. Pero ¿cómo podremos hacer para encontrar los recibos y comprobarlos, ya que los tiene el P. Esteban? Anímese a ir ha hablar con él, y dígale que sólo queremos verlos, que enseguida se los devolveremos”.
  • -“Con mucho gusto, le respondí; intentaré que me los dé a toda costa; y si no quiere hacerlo por las buenas, buscaré el medio de que lo haga por las malas”.
  • -“Vaya, dijo, en buena hora, que yo estaré detrás haciendo oración. Dios quiera que no encuentre tanta dificultad, como de costumbre, que os dé buenas palabras, y luego no haga nada; si embargo, pediré a Dios que el problema se resuelva bien”.

Notas

  1. En el original hay un gran hueco, donde había muchas palabras, alguna sustituida ad sensum; pro el texto resulta oscuro.