DelBuonoDiarios3/Introducción

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Índice

Diario 29. 22 octubre 1939 – 15 septiembre 1940
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Introducción

Portada: Colegio Calasanctianum de Roma, 3 de septiembre de 1947. Padre Vicente Tomek, nuevo General de la Orden; Mons. Luigi Traglia, Vicegerente de Roma y Presidente del Capítulo General de las Escuelas Pías; P. Giuseppe Del Buono, elegido Primer Asistente General.


Llegamos al final de los Diarios del P. del Buono. Comenzaremos con unas observaciones puramente formales: Con el paso del tiempo el P. Del Buono va escribiendo menos. Va dejando más días en blanco, sus notas son más breves… Da la impresión de que después de escribir docenas de veces “Función de la tarde a las 19, S. Rosario, exposición, oración, himno, letanías lauretanas, bendición eucarística…”, o “El P. General va a presentar la felicitación de Navidad a…” se empieza a cansar de repetirlo (como yo, ciertamente, de copiarlo). Hay que tener en cuenta además que el P. Del Buono va envejeciendo (termina su generalato con 74 años de edad), y es que, después de vivir casi permanentemente en Roma durante 24 años, muchas cosas ya no le llaman la atención, como cuando era recién llegado (así nos pasa a todos).

De cuadernos relativamente gruesos, o muy gruesos, pasa, a partir del nº 35, a cuadernos sencillos, escolares, con muchas menos hojas. E incluso el último diario, el 40, ni siquiera es un cuaderno: es un sobre con notas diarias, escritas en el reverso de hojas de calendario o medios folios reciclados. Eso sí, reservando cuidadosamente una página para cada día, aunque no tenga nada que escribir, o tan solo el santo del día. ¿Por qué no utilizó un cuaderno? Difícil responder. Quizás, por las penurias de la guerra, no se encontraban fácilmente. Quizás resultaban demasiado caros en unos años de dificultades económicas… Es una pena que este último “diario” solo llegue hasta el 17 de enero de 1947. Supongo que él seguiría escribiendo al menos hasta el final de su generalato (3 de septiembre de 1947), pero a pesar de nuestra cuidadosa búsqueda en el Archivo General, no hemos podido encontrar esas últimas hojas. Puede que no las escribiera, o que alguien las hiciera desaparecer, o que aparezcan más adelante en algún lugar insospechado. Esto es lo que hay.

En consecuencia, este tercer volumen de los diarios es sensiblemente más reducido en tamaño que los dos anteriores. Si quisimos agrupar en el primer volumen los años de la Visita Apostólica de Mons. Pasetto, y en el segundo los primeros años de su primer generalato hasta el final de la Guerra Civil española, en este tercero figuran los años de la II Guerra Mundial, y los finales del generalato del P. Del Buono.

Los años de la II Guerra Mundial

Se trata de un periodo dramático para casi toda Europa y muchos otros países del mundo, pero especialmente dramático para Italia. Italia vivía en aquellos años bajo el espejismo colectivo del fascismo, al que no escapaba el mismo P. Del Buono, que (especialmente en años anteriores) deja escapar frases de admiración hacia el gobierno fascista. Un toque de alerta sonó cuando Alemania (protestante) se anexionó Austria (católica), y muchos italianos comenzaron a ver con desconfianza la afinidad en Hitler y Mussolini. La alerta total surgió cuando Alemania atacó Polonia, y se repartió el país con Rusia. Curiosamente, Mussolini no se lanzó inmediatamente al ataque: al parecer, esperaba que los demás contendientes estuvieran “desgastados”, para poder entrar con más fuerza. Este plan funcionó bien para Italia en la I Guerra Mundial. De hecho, los italianos estaban divididos sobre el bando en que debía luchar Italia, en caso de entrar en guerra: no olvidaban que en la I Guerra Mundial habían luchado contra Austria y Alemania. Pero en 1940, derrotada ya Francia, parecía que el final de la guerra podía estar cerca, y Mussolini se alineó con Hitler, declarando la guerra a Inglaterra, y luego a Estados Unidos.

Octavilla aliada “bombardeada” sobre Roma, invitando a los italianos a la rendición


Pero la guerra estaba lejos de estar decidida; pronto los italianos comenzaron a sentir las consecuencias, con los bombardeos de las principales ciudades, la guerra llevada a sus colonias africanas y, principalmente el horror de los combates a lo largo de todo el país, de sur a norte. En el verano de 1943, después de la caída de Montecasino colapsó el gobierno fascista italiano, y despareció el ejército. Los alemanes se hicieron con el control del país aún no reconquistado, y fueron retirándose hacia el norte, defendiéndose allí hasta el final de la guerra.

El P. Del Buono nos ilustra en sus Diarios con detalles de la vida cotidiana en tiempo de guerra: el oscurecimiento nocturno (para evitar guiar a los bombarderos), el sonido de las sirenas tantas noches e incluso mañanas, invitando a los habitantes a dirigirse a los refugios; la escasez de todo tipo de productos, empezando por los alimentarios; la falta de contacto con otros países – otras provincias escolapias; las noticias de los desastres causados por los bombardeos (entre otros, la destrucción de la casa y el santuario de Frascati), la dificultad para mantener las obras (algunos sacerdotes jóvenes eran llamados a filas como capellanes castrenses, aunque por suerte, en virtud de los Pactos Lateranenses, los juniores no fueron llamados a luchar, y siguieron su vida casi normal en los junioratos de Monte Mario y San Pantaleo)…

Aunque Italia desde finales de 1943 se puso a luchar oficialmente al lado de los Aliados (en forma de guerrillas, sobre todo), al final de la guerra no fue considerada entre los países vencedores, por lo que sufrió la pérdida de algunos territorios (Trieste), además de todo su “Imperio” africano. El P. Del Buono expresa su desencanto, su dolor compartido con tantos buenos italianos, al comprender que el fascismo había sido un engaño, pura imagen. Y ahora no quedaba nada. Italia había sido humillada, y había que volver a comenzar desde cero. No puede evitar su visión providencialista, tan de Antiguo Testamento: hemos pecado, y Dios nos ha castigado. Confiemos ahora en su misericordia.

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En Italia, con todo, las Escuelas Pías no salieron tan mal libradas: no hubo pérdida de vidas humanas, y el único gran destrozo fue el de Frascati (con daños menos importantes en el colegio de Cornigliano, en Génova, y el de Bellavista, en Nápoles), que luego reconstruyeron los mismos americanos. Peor estaban las cosas en Europa Central, aunque el P. Del Bueno no recibía información: en Polonia, se perdieron las casas de Lubieszow (donde murió el P. Juan Borrell en 1943), Lida y Szczuczyn, y quedó destruido el colegio de Rakowice, y varios Padres no pudieron regresar tras la guerra; lo mismo ocurrió en Hungría, con un buen grupo de religiosos que debió abandonar el país, además de la pérdida de casi todas las escuelas. Rumania y Bohemia quedaron prácticamente eliminadas; los escolapios eslovacos tuvieron que pasar a la clandestinidad… Pero esto son ya consecuencias de las imposiciones de Rusia sobre los países del Este, tema que solo comienza en nuestro periodo.

Santuario de La Virgen de las Escuelas Pías en Frascati, antes del bombardeo de 1943.

Las principales preocupaciones del P. Del Buono

A la luz de sus diarios, la principal preocupación del P. General Del Bueno durante esta segunda mitad de su generalato fue la formación de los juniores italianos en el Calasanctianum de Roma, que él mismo había fundado. Se trataba de un centro de formación interna, tanto del ciclo de filosofía como del de teología. Lo cual significaba que debía conseguir profesores para todas las materias. Cosa nada fácil: cuando pudo, recurrió a la ayuda de profesores de las provincias europeas; cuando no pudo, se las arregló con los religiosos de Roma. Pero seguía muy de cerca la marcha del juniorato: acudía a los exámenes de final de curso, a las reuniones de evaluación, hablaba (“interrogaba”) cada año personalmente con los juniores, además de acudir a las fiestas más importantes, profesiones solemnes, academias…

La preocupación no es solo académica y espiritual: lo es, en primer lugar, económica: había que devolver los préstamos tomados para la construcción y mantener a todas las personas que allí vivían y trabajaban, normalmente alrededor de una cincuentena. Se supone que las provincias italianas debían cubrir los gastos de sus juniores, pero en tiempo de guerra la cosa no era fácil; el P. Del Buono debe ingeniarse para conseguir recursos de donde fuera. Y uno de los recursos que tiene a mano son las intenciones o aplicaciones de Misas: de ahí la minuciosidad con la que describe, al menos por un tiempo, todos los ingreses recibidos como limosnas por misas celebradas. En principio, todos los sacerdotes escolapios debían celebrar una misa mensual a intención del P. General, lo cual significaba un buen número de misas mensuales, por las que él podía recibir los ingresos. /

El juniorato de San Pantaleo, que había comenzado siendo internacional, con jóvenes religiosos venidos de España y de Europa Central, que hacían sus estudios en la Univ. Pont. Gregoriana, se va convirtiendo en “internacional italiano”: los españoles dejan de venir, de momento, desde el comienzo de la Guerra Civil española; los de Europa Central, desde el comienzo de la Guerra Mundial. Ni estudiantes, ni profesores: el único español que queda en Roma es el fiel P. Leodegario Picanyol, Archivero General. Y el Hermano Maximiliano, polaco, posiblemente el religioso que durante más años ha vivido en San Pantaleo. El P. Asistente General Manuel Pazos (que sucedió al P. Tomás Garrido a su muerte), se queda en España, haciendo la Visita General a las Provincias, hasta finales del año 1946. Otro Asistente General, P. Juan Walter, de Hungría, no regresa a Roma hasta poco antes del Capítulo General: no resultaba fácil obtener el permiso de las autoridades comunistas para abandonar el país.

No son solo los juniores lo que preocupa al P. Del Buono; también los novicios, el noviciado interprovincial italiano. Tal vez por las dificultades ocasionadas por la guerra, lo traslada de Finalborgo a San Pantaleo. Entre los novicios de San Pantaleo de este tiempo a finales de la guerra, encontramos a los PP. Mario Carisio y Antonio Perrone, de todos conocidos.

En cambio no parece que afecte al P. Del Buono la pérdida de la casa de San Lorenzino in Piscibus, una de las primeras fundadas en Roma por Calasanz. En realidad, se trataba de una casa incómoda, con una comunidad muy reducida, atendiendo una pequeña iglesia. Y puesto que el Vaticano se había puesto de acuerdo con el gobierno italiano para abrir allí la Vía de la Conciliación, no había nada que decir. El mismo Vaticano ofreció a cambio a los escolapios la casa y la iglesia de la Virgen del Pianto, habitada por una pequeña comunidad de 1940 a 1947.

El P. Del Buono cuida, como desde que llegó a Roma, su formación permanente. Da la impresión de que no se pierde ni una sesión de la Solución los Casos de Moral abiertos al clero que se celebraban mensualmente en la vecina iglesia de S. Apolinar, para los seminaristas de la diócesis, especialmente. Si podía, se hacía acompañar del P. Maja. Mucho debió interesarle la cuestión, para anotar cada vez el tema discutido, y a menudo también el contenido de la “piadosa instrucción” por un conferenciante, que seguía. Y no solo esto: acudía a muchas conferencias organizadas por los Cultores de los Mártires o por el Círculo de Estudios Romanos, que en alguna ocasión le premiaron por su fidelidad. Y por otras instituciones.

Uno de los temas queridos del P. Del Buono desaparece a partir de 1943: el Grupo Militar “San Sebastián”, grupo especializado de la Juventud de Acción Católica Italiana que venía funcionando en San Pantaleo desde 1922. Parece que la caída del Gobierno y disolución del ejército italiano interrumpieron las sesiones mantenidas hasta entonces, aunque no las relaciones (sobre este tema pienso hacer un estudio más minucioso, que aparecerá en Archivum S. P.).

Tras el desengaño del fascismo, aparece la inquietud política del P. Del Buono. Hay que reconstruir Italia, y en el panorama aparecen dos fuerzas: la Democracia Cristiana y los partidos de izquierda, hostiles a la Iglesia. La opción del P. Del Buono es obvia: escribe en su diario que, cuando participa en las elecciones por primera vez en su vida, vota a favor de la DC. El Papa Pío XII (por el que el P. Buono siente auténtica veneración) ha ordenado que se vote, incluso las religiosas de clausura han de abandonar los conventos ese día para ir a votar. Se da cuenta de que en el ambiente surgen otras amenazas poderosas contra las Iglesia y contra las Escuelas Pías (sobre todo después de lo que había visto que ocurrió en España durante la Guerra Civil, y ahora en los países europeos ocupados por Rusia). Sus temores aumentan, y vuelve a encomendarse a Dios en la oración.

El Capítulo General de 1947

Terminada la Guerra, y vueltas la cosas a una relativa normalidad, el P. Del Buono piensa que es tiempo de celebrar un Capítulo General (el último, de triste memoria, se había celebrado en 1919). En 1946 se habían celebrado los Capítulos Provinciales. No es hasta la última anotación del último diario de que disponemos, del 12 de enero de 1947, que se propone la celebración del Capítulo General ese año, coincidiendo con los 350 años del comienzo de las Escuelas Pías en Santa Dorotea. La propuesta surge en la sesión 197ª de la Congregación General. Posiblemente se pediría permiso a la Santa Sede para su celebración (lo había negado antes de la guerra), pues en la petición que hace el P. Del Buono al Papa para que el mandato del próximo General dure 8 años en lugar de 6, para que coincidan en el futuro los capítulos provinciales (alternos) con el general, menciona que este capítulo comenzará en agosto, “por mandato de la Santa Sede”. Por cierto, quien firma la concesión es el querido amigo del P. Del Buono, Mons. Pasetto, ahora Secretario de la S. Congregación de Religiosos, y que ha permanecido siempre cercano y disponible para las Escuelas Pías, con servicios como presidir importantes celebraciones u ordenar religiosos escolapios.

La preparación del Capítulo General procedió normalmente. Se reunió a las 5 de la tarde del 28 de agosto de 1947, en el juniorato de Monte Mario, bajo la presidencia de Mons. Luigi Traglia, Vicegerente de Roma, futuro Cardenal. Asistieron 38 capitulares, y otros 5 (de Polonia, Hungría y Rumania) no pudieron asistir, al no obtener el permiso de salida de sus gobiernos respectivos.

Era necesario elegir un nuevo P. General: el P. Del Buono tenía ya 74 años de edad. En el primer escrutinio fue elegido Superior General el P. Vicente Tomek, con 23 votos de 38. Pero los capitulares (y seguramente el mismo nuevo General) querían que el P. Del Buono siguiera a su lado, y lo eligieron Asistente General por Italia con 30 votos de 38. También fueron reelegidos los anteriores Asistentes Generales Pazos (por España) y Walter (por Europa Central). Probablemente el P. Del Buono hubiera preferido retirarse a su querido colegio de Chiavari, pero una vez más se prestó a la obediencia, y siguió en Roma hasta el final. Que no tardó en llegar, pues falleció al año siguiente, el 20 de septiembre de 1948, por problemas del corazón.

Los Capitulares de 1947, de izquierda a derecha y de abajo arriba: SENTADOS: P. Giuseppe Caponio (Prov. Nápoles), P. Juan M. Vives (Prov. Cataluña), P. Giuseppe Soldato (Prov. Liguria), P. Juan Walter (Asistente General), P. Manuel Pazos (Asistente General), P. Vicente Tomek (General) Mons. Luigi Traglia, P. G. Del Buono (As. General), P. Serafino Maja (Procurador General), P. Pasquale Vannucci (ex As. General), P. Giuseppe Tommaselli (Prov. Toscana), P. Valentín Aísa (Prov. Aragón), P. Juan Pérez (Prov. Castilla). FILA INTERMEDIA: P. Mariano Vinciguerra (Voc. Nápoles), P. Buenaventura Kadeja (Prov. Polonia), P. Quirino Santolocci (Prov. Roma), P. Jesús Gómez (Prov. Valencia), P. J. Manuel Diez (Prov. Vasconia), P. Guillermo Gärtner (Prov. Austria), P. José Branecky (Prov. Eslovaquia), P. Cirilo Zampach (Prov. Bohemia), P. Federico Ineva (Voc. Aragón), P. Gonzalo Etayo (Voc. Vasconia), P. Valenrtín Caballero (Voc. Vasconia), P. Nicola Ghisolfi (Voc. Liguria), P. Raimundo Edelmann (Voc. Austria). ÚLTIMA FILA: P. Samuel García (Voc. Castilla), P. Manuel Mayor (Voc. Valencia), P. Ángel Aznar (Voc. Aragón), P. Leodegario Picanyol (Voc. Cataluña), P. Giuseppe Oberti (Voc. Liguria), P. Antonio Montañana (Voc. Valencia), P. Manuel Bordás (Voc. Valencia), P. Francesco bongo (Voc. Roma), P. Juan Simonovic (Voc. Eslovaquia), P. Franciso Striteski (Voc. Bohemia), P. Agustín Turiel (Voc. Castilla), P. Nello Calastri (Voc. Toscana), P. Edoardo Scalabrella (Voc. Toscana).


Conclusión

Ya en la introducción del Volumen I dijimos que no pretendíamos escribir la biografía del P. Del Buono, ni siquiera la historia de su mandato como General, el segundo más largo (si contamos el periodo de su Vicariato) después del de nuestro Santo Fundador Calasanz. Tan solo queríamos publicar (traducidos) los Diarios que él dejó escritos. Que son, sin duda, una extraordinaria fuente de información para un estudio más profundo, que debería tener en cuenta además todo el material, abundantísimo, sobre su tiempo y su persona en nuestro Archivo General. Pero a lo largo de estas casi dos mil páginas algo sí hemos ido conociendo a nuestro querido (tanto más querido cuanto más conocido) P. Giuseppe Del Buono. Era un hombre sencillo, inteligente, recto, con una buena formación literaria y religiosa. Honraba a su apellido: era, en el mejor sentido de la palabra, bueno. Desde joven había asumido cargos de responsabilidad en su provincia de Liguria, especialmente en Chiavari. Había seguido los pasos de su venerado tío escolapio Luigi Del Buono, un gran religioso de la generación anterior. Y cuando llegó la crisis de la Orden del año 1923, era el escolapio de Italia en el que más podía confiar la Santa Sede para encomendarle la delicada tarea de acompañar como Vicario General al Visitador Apostólico Monseñor Luca Ermenegildo Pasetto, Superior de la Orden mientras durara la Visita.

Hasta 1929 cumplió esta primera tarea confiada, con sencillez y obediencia. Debió pensar al principio que era una encomienda temporal, y luego podría volver a sus clases de literatura de Chiavari, pero mereciendo la aprobación de las autoridades vaticanas por su discreción y eficacia, tuvo que asumir una carga más pesada, la de General de la Orden. Tras haber cumplido su primer empeño (encargo) de restaurar San Pantaleo, y de establecer allí un Juniorato Internacional, centró sus esfuerzos en establecer en Italia un juniorato interprovincial (como los dos que existían ya, y funcionaban satisfactoriamente, en España), y lo consiguió, y el Calasanctianum de Monte Mario será (al menos mientras siga en manos escolapias) el mayor monumento de la Orden a su recuerdo.

El P. Del Buono no tenía una complexión fuerte, por eso tal vez no era muy dado a viajar. En alguna ocasión fue de vacaciones a su tierra, para descansar y para visitar a su hermano sacerdote Niccolò, mientras vivió. Se pueden contar las veces que salió de Roma durante su generalto; prefería confiar los actos oficiales a sus colaboradores. Y nunca salió de Italia: encargó las visitas oficiales a sus Asistentes. Naturalmente, estaba muy bien enterado de cómo iban las cosas en el mundo por las cartas que recibía y por la abundante prensa que leía. Era más bien “romano”: sobre todo en los primeros años, menciona a menudo sus paseos y visitas a las muchas maravillas que existen en esta bendita ciudad. Sus visitas eran más a menudo piadosas que turísticas. Sabía exprimir (y expresar) el encanto espiritual de cada lugar sagrado que visitaba.

Era un hombre sensible, que debía emocionarse a menudo (recordando los aniversarios de la muerte de sus padres, su ingreso al noviciado, su ordenación sacerdotal… Los buenos tiempos de Chiávari cuando venían a visitarle antiguos alumnos suyos, etc.). Siempre que podía, hacía favores a la gente que se lo pedía (¡tantas recomendaciones para el colegio Nazareno, o para lograr puestos de trabajo!), e igualmente se los hacían a él.

Tenía suma devoción a los dos Papas del tiempo de su generalato, Pío XI y Pío XII. Cuando los menciona es para alabarlos: ni una sombra de crítica o de queja con respecto a ellos. Y lo mismo con respecto a no pocos Cardenales y otros Prelados con los que trató. Lo vemos felicitando a muchos de ellos las Navidades y la Pascua, y su onomástica. Felicitando a los que lograban alguna promoción, y asistiendo a los funerales de los que morían. Con toda seguridad no se trataba de estrategia o de pura cortesía: se percibe una estima cristiana hacia todo lo que toca a la Iglesia. Su gran gozo era asistir a las beatificaciones y canonizaciones en el Vaticano, y luego por la tarde asistir en la Basílica a la oración con el Papa…

Sin duda al P. Del Buono le tocaron tiempos difíciles para regir la Orden: a la Visita Apostólica (2ª de la Orden, y la más larga, vergonzosa para muchos), sucedió la Guerra Civil de España, en la que fueron asesinados más de 200 religiosos. Y luego tuvo que sufrir el tremendo drama de la segunda Guerra Mundial, que tan de lleno afectó a Italia y a los países del centro-este de Europa. Pero Dios le dio fuerzas y humor para llevar adelante su tarea lo mejor que pudo, aguantando el timón de la Orden hasta que llegaran mejores tiempos para la Orden y para el Mundo, y con ellos un nuevo General Escolapio.

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Notas