General30/Calasancias y Orden Tercera
Calasancias y Orden Tercera
Las Escolapias, fundadas por Paula Montal en España, con ayuda de los escolapios de Cataluña y en especial del P. Agustín Casanovas, tuvieron alguna relación epistolar con el P. General Calasanz Casanovas, como vimos al escribir su biografía[Notas 1], pero no tenemos noticia de que escribieran ninguna carta al P. Ricci. El P. Faustino Míguez, por su parte, fundó la Calasancias en 1885, y si tuvo relación con el P. Ricci fue bien a su pesar. En efecto, en 1891 escribió una carta desde el colegio de Getafe al P. Ricci, como Superior General de la Orden, apelando contra su Provincial, P. Marcelino Ortiz, por haberle escrito a su vez a él una carta injuriosa, y contra el Vicario General de España, Manuel Pérez, porque después de haberle dirigido ante a él no hizo caso: abuso de autoridad[Notas 2]. El P. Míguez había fundado una “Asociación de Mujeres” en Sanlúcar de Barrameda en 1885, y porque sus superiores no veían muy bien toda la atención que les dedicaba, lo trasladaron en Getafe en 1888. Pero pronto empezaron a llegar cartas de personajes importantes, civiles y religiosas, de Sevilla y Sanlúcar a los superiores escolapios para que volvieran a enviar al P. Faustino. El P. Marcelino sospechó (sin duda, erróneamente) que aquello era una maniobra del P. Faustino, y le afeó su conducta. Y a continuación añade una serie de afirmaciones que el P. Faustino tomó como injurias y calumnias:
El celo por el bien de las almas inspiró a V.R. la creación de una Asociación de mujeres, cuya organización desconozco. Esto fue en Sanlúcar. No soy opuesto a que se trabaje por todos los modos posibles en bien de las almas, pero nosotros los religiosos escolapios no podemos perder de vista el fin principal de nuestro instituto, y todo cuanto se hace ha de subordinarse a este fin esencial de nuestro ser. Lo que un escolapio haga prescindiendo de los deberes de tal escolapio no puede ser acepto a los ojos de Dios: es una ilusión, es un engaño del demonio que se vale de un medio al parecer bueno y laudable para conducirle a la perdición. Pues bien: apenas fundada dicha asociación (supongo sería con autorización de los superiores) V.R. vivía más para ella que para la Escuela Pía. Pasaba casi todo el día el tiempo posible en la casa de las asociadas, escatimando los minutos al colegio, lo que dio que decir dentro y fuera: aflojaron o disminuyeron los bríos que siempre desplegó V.R. en sus clases hasta el punto de haber tenido quejas formales de los exámenes probando todo que lo único que le preocupaba era lo de las hermanas o como se titulen. Prescindo de las quejas llegadas a la Superioridad por haberse constituido V.R. en curandero.
El P. Míguez le exigía que probara
- 1.Que yo he pedido precisas recomendaciones de personas importantes.
- 2.Que yo he causado graves conflictos y molestias a los Superiores.
- 3.Que yo me he descuidado en mis obligaciones.
- 4.Que los Superiores han recibido quejas sobre mí.
- 5.Que mi modo de vida ha dado lugar a murmuraciones dentro y fuera.
- 6.Que yo supiera que mi traslado había sido pedido por tantos y tan importantes Señores.
Y añadía: Si es capaz de probar las acusaciones, sufra yo las penas; si no, él. El P. Pérez le pidió que como buen religioso hiciera prueba de humildad, y no volviera a tratar del asunto, pero la respuesta no le pareció adecuada al P. Míguez, y por eso apeló a Roma. El P. Ricci le pidió que perdonara aquellas pequeñas faltas e injurias por el bien del Instituto. En la respuesta que le envío el 5 de febrero de 1891, el P. Míguez dio prueba de una obediencia heroica: dijo que obedecería, pues ere era su deseo, pero lamentaba enormemente que el mal no fuera condenado: era lo mismo que anular el decálogo, las Constituciones, y el derecho[Notas 3].
Esa es la única noticia que el P. Ricci tuvo, probablemente, sobre las Calasancias españolas. Al fin y al cabo, las Escuelas Pías de España eran independientes de las de Italia. En cambio, en Italia surgieron dos experiencias de fundaciones femeninas que tomaron el nombre de Calasancias.
La primera fue promovida por Marianna (luego Celestina) Donati, bajo la dirección del P. Celestino Zini, en Florencia. Había nacido en 1848, y adoptó al P. Zini como director espiritual hacia 1865. Cuando su vocación estuvo suficientemente definida, escribió una carta al P. General Ricci, pidiéndole que aprobara la fundación de la Orden Segunda de las Escuelas Pías. Así dice su carta[Notas 4]:
Perdone en caridad si tan mezquina como soy, me atrevo a dirigirme a Su Reverencia, para confiarle un deseo que durante muchos años he mantenido escondido en el secreto de mi corazón, y que no podría ver realizado sin el consentimiento de Su Paternidad. Y es el de pertenecer a una Orden Segunda de las Escuelas Pías, que tenga como objetivo el hacer por las niñas pobres lo que San José de Calasanz pretendió hacer por los niños.
A este Venerable Instituto ya era yo aficionada desde pequeñita, cuando mis hermanos Corso y Alfredo estudiaban en las Escuelas Pías en Cortona. Vine luego a Florencia en 1867, y puesta por la gracia del Señor bajo la dirección del Reverendísimo e Incomparable Padre Celestino Zini, actual Provincial, cada vez más crecía en mí el amor y la devoción por una Orden tan santa, y anhelando pertenecer a ella, vi la necesidad de instruirme e incluso de obtener el bendito diploma de maestra, sin el cual hoy no está permitido dar clase. Aunque ya un poco entrada en años, habiendo nacido en 1848, después de haber aprendido a leer y poco más, conseguí milagrosamente el año pasado el diploma de grado superior.
Me faltaba superar serias dificultades con la familia, compuesta de los padres, una tía anciana, dos hermanos y una hermana. Mi buena madre, que estaba a favor mío y apoyaba mi idea con gran amor, nos dejó tras una larga enfermedad de parálisis, y se llevó a la tumba el escapulario de terciaria de las Escuelas Pías, que llevaba puesto con mucho cariño desde año 1971.
Los hermanos se casaron y crearon sus hogares, y yo con papá, la tía y la hermana, conseguí que nos mudáramos a una casa en la Vía Faenza, p.p. n º 72, al lado de una iglesita que tiene comunicación con la casa y que tengo la idea de que debe algún día ser el S. Pantaleo de la Orden Segunda.
Por desgracia ahora me falta hacer lo más difícil: encontrar algunas compañeras, que compartiendo mi idea estén de acuerdo conmigo para comenzar una primera escuela de las Hermanas pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, viviendo según la regla primitiva de San José de Calasanz, con la perfecta vida común, despegadas de todo y dedicadas exclusivamente a la santificación de nosotras mismas, por medio de la educación cristiana de las niñas. Pero no podía ni debía ponerme a buscar estas compañeras, ni puedo intentar hacer nada sin contar con V.P., que como General de la Orden ocupa el lugar del S.P. José de Calasanz, y sin recibir de Usted la Santa bendición, con la cual solamente la Orden Segunda podría considerarse creada e instituida por el mismo Santo Fundador de la primera. Me postro, pues, a sus pies humildemente para implorar su bendición, con la esperanza de poder presentarle pronto un grupo, aunque sea pequeño, con el que comience la santa institución y yo reciba el consuelo de pertenecen a la Familia de S. J. de Calasanz, vestir canónicamente el hábito santo y hacer la profesión, como en el secreto de mi conciencia he hecho ya ambas cosas hace muchos años. Así, aunque muy indigna, podré con toda verdad decirme a partir de ahora su hija y con razón pido mantenerme bajo su obediencia y que me permita firmar con reverencia filial y lealtad como la hija en Jesús más obediente y humilde de Vuestra Paternidad Reverendísima, Marianna Donati.
En las numerosas cartas que el P. Zini escribió al P. Ricci siendo General, nunca le habla de las Calasancias. Pero Ricci, que vivía en Florencia, debía conocerlas de sobra. Por eso respondió a los pocos días de recibir su carta, aprobando sus deseos y dándole su bendición. Podemos imaginar el gran gozo de Marianna, que ella misma apunta en otra carta que escribió al P. Ricci pocos días de recibir su respuesta[Notas 5], y que no transcribimos. A partir de este momento ella se considera ya religiosa de la Orden Segunda de las Escuelas Pías.
A esta primera carta siguieron otras muchas (conservamos más de 60) en que Celestina Donati informa al P. Ricci sobre la marcha de su instituto, pide que acepte novicias a la profesión, etc. En general se trata de cartas amables y expresivas, en que Celestina se confía a su Superior. En una ocasión el P. Mauro Ricci le escribe airado[Notas 6], porque no le informan de la edición de las obras del P. Zini, o de una conferencia del Obispo San Clemente, su protector. Porque van a buscar bienhechores organizando conferencias en las salas de la masonería o en salas de baile. No quiere que las Congregaciones Romanas tengan que ocuparse otra vez de las calasancias. Y les amenaza con quitarles el nombre. Hay que tener en cuenta la mentalidad del P. Ricci, y el ambiente de tensión que se vivía en aquellos años. Celestina se disculpa, explicando que había organizado aquella conferencia con ayuda de la cofradía de señoras, que quería recaudar fondos para ayudarles en su obra. Y promete que no volverá a ocurrir; a partir de ahora le consultará siempre[Notas 7].
Hemos visto que Marianna Donati dice en su carta que todos los miembros de su familia pertenecían a la Orden Tercera de las Escuelas Pías. Sin embargo, debió ser esta una asociación no canónica, simplemente devocional, de carácter local florentino. Formada por hombres y mujeres. Nos consta que hubo admisiones al grupo[Notas 8]. Celestina Donati en una ocasión se queja al P. Ricci porque, al principio, las considera como terciarias, cuando su vocación consiste en ser una segunda Orden[Notas 9]. El P. Giannini pide, desde Florencia, que se cree un modelo de formulario para adscribir a los terciarios[Notas 10]. El P. Alessandro Turchi, años más tarde, dice que le han encargado, entre otras cosas, que se ocupe de los terciarios[Notas 11], aunque unos días después dice que en Florencia ni existe ni ha existido nunca la orden tercera, y que si no se decide hacer algo serio con ellos, lo mejor sería despedirlos a todos. O darles la Carta de Hermandad, y basta[Notas 12].
Más compleja fue la relación con las Terciarias Calasancias de Roma[Notas 13]. Fueron fundadas en Roma en 1889 por Chiara Siniscalchi, con ayuda de la Orden, y fueron reconocidas por un breve de León XIII. Eran todas mujeres. El P. Mauro Ricci nombró al P. Filippo Rolleta su capellán. El primer grupo, formado por ocho maestras, tomó el hábito en el oratorio de S. Pantaleo el 26 de septiembre de 1889. Tenían una obra educativa en Roma, en Prati di Castello. Admitían niñas pobres, internas. El 27 de agosto de 1891, tras algunas intrigas, la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares comunicó la supresión del instituto y la prohibición de usar el nombre de Calasancias, con la excusa de que ya había otras en Italia y en España. El decretó sorprendió no poco a los escolapios, causando malestar. El P. Tassinari, Asistente General y consejero del P. Ricci en muchos aspectos, teme que de él podrían surgir consecuencias negativas para los escolapios[Notas 14]. Por eso recomienda al P. General que escriba una respetuosa carta al Papa para que revoque el decreto. Incluso le envía el borrador: “El P. General de las Escuelas Pías reverentemente expone a S. Santidad que, por parte de algunos Padres de nuestra Orden y de no pocos devotos del Santo Fundador de nuestra Congregación, la supresión y cambio del nombre de Calasancias (ordenada a las Hermanas del Instituto de S. José Esposo en Prati di Castello) se considera una verdadera afrenta a nuestra congregación escolapia. y además los malévolos y enemigos de toda institución católica podrían interpretarla en el sentido de desestima de la Santa Sede para con nuestra Orden. En consecuencia, el P. General de las Escuelas Pías ruega a Vuestra Santidad por las razones indicadas que conceda a aquellas religiosas el nombre de Calasancias y eliminar de este modo la mala interpretación de los malévolos y vacilantes. etc.”[Notas 15] En la misma carta explica que las de Florencia tiene el nombre de Calasancias de la Orden Segunda, y son profesas, mientras que estas son Calasancias de la Orden Tercera y sin votos. Hay diferencias entre las dos. Con todo, en su opinión, Nuestros religiosos harían mejor ocupándose de la escuela, y no de monjas y beguinas.
Las Religiosas Calasancias italianas siempre mantuvieron buenas relaciones con los Escolapios, y hoy día forman parte activa de la Familia Calasancia.
Siguiendo con el tema de la Familia Calasancia, tenemos en nuestro archivo una curiosa carta de esta época de la “Asociación sacerdotal ‘Escuelas Pías’”, como es denominada en el DENES I (ocupa el número VIII), dirigida al P. Mauro Ricci con motivo de su nombramiento como Vicario General. Nos da algunas informaciones valiosas, y que contradicen las fechas indicadas en nuestra Enciclopedia. La reproducimos íntegra, por su interés (traducida del italiano):
A la alegría que merecidamente causó a todos los miembros de la insigne Orden Calasancia la elección de V.P. como Vicario General de la misma Orden, no podemos permanecer ajenos e indiferentes los doce sacerdotes que en esta ciudad pertenecen a la Congregación de Sacerdotes seglares de las Escuelas Pías, fundada en 1808, y agregada con Bula del 6 de mayo de 1819, reg. fol. 92, a esa venerable y benemérita Orden. Y por ello se presentan por medio mío ante Usted no sólo con la finalidad de presentarle como hijos de un mismo Padre, pues, aunque en campos diversos, militamos con el mismo objetivo y bajo la misma bandera, nuestros más profundos respetos y completa obediencia, sino también para implorar de V.P., en quien siempre admiramos la estrella más fúlgida por el esplendor de la ciencia y el ardor de la caridad del Cielo Calasancio, dirección, asistencia y bendición para sí y para los numerosos niños a los que, a pesar de los gravísimos obstáculos, bien educan en la piedad con la frecuencia de los Sacramentos en los Oratorios festivos Marianos, o forman con una sana instrucción literaria y religiosa en las escuelas vespertinas, o bien ofrecen alojamiento, alimento, vestido y oficio en la Pía Casa de Industria fundada con la limosna y bendecida por el gran Pío IX.
Con sentimientos de la más alta consideración besa su mano su humilde siervo D. Vincenzo Bellemo, Director. D. Antonio Murero, secretario.
Chioggia, Congregación de las Escuelas Pías, 29 de octubre de 1884.
Notas
- ↑ ASP…
- ↑ RP 63 A, 638. 5 enero 1891.
- ↑ RP 63 A, 639.
- ↑ RG 247, e, 4, 80. 18 noviembre 1888.
- ↑ RG 247, e, 4, 81.
- ↑ RG 249 g, 7. 6 de septiembre de 1893.
- ↑ RG 249 g, 5.
- ↑ RG 249 b 1, 45.
- ↑ RG 249 b 1, 83.
- ↑ RG 249 b 1, 106. 16 diciembre 1889.
- ↑ RG 249 b 8, 23. 1 noviembre 1896.
- ↑ RG 249 b 8, 33. 9 noviembre 1896
- ↑ Cf. DENES I, p. 99.
- ↑ RG 249 l 13, 116.
- ↑ RG 249 l 12, 114. 16 octubre 1891.