General34/Asuntos italianos del gobierno general

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Visita canónica del P. Viñas a la provincia de Cataluña durante los meses de agosto y septiembre de 1922
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Relaciones del P. Viñas con sus Asistentes y con el Procurador General
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Asuntos italianos del gobierno general

Por lo expuesto más arriba puede verse que a los graves problemas que tenía el P. Viñas en las provincias fuera de Italia, que reclamaban su tiempo y sus fuerzas, se añadían los problemas del gobierno general en Italia, no más fáciles que los anteriores, y que, a causa de estar más cercanos, eran más visibles para la Santa Sede. Hay que decir que el P. Viñas fue casi sepultado por la multiplicidad y gravedad de los asuntos que, apoyándose tan solo en las fuerzas del poder generalicio y en la índole de estaba dotado, de ningún modo pudo concluirlos felizmente, como veremos.

Recuperación de la Casa de S. Pantaleo.

Uno de los asuntos más importantes que el P. Viñas, nuevamente elegido General en 1919, debía resolver en Roma era la recuperación del fisco de la Casa de A. Pantaleo, antigua sede de la Curia General. Tras venderse la casa generalicia de Vía toscana, 12, la Curia General estableció su sede primero en nuestra casa de S. Lorenzo in Piscibus, perteneciente a la provincia romana; luego, como ya hemos visto, se trasladó a un edificio situado en Vía Monserrato 152. ¡Lo cual no fue ciertamente para honra y gloria de nuestra Orden! Así que se llegó al acuerdo y decisión, no sin vacilaciones, de recobrar del fisco la Casa de S. Pantaleo y colocar en ella de nuevo la Curia Generalicia.

Perdimos la Casa de S. Pantaleo el 9 de noviembre de 1874, después de la supresión de las Órdenes religiosas en Italia por el gobierno civil, de acuerdo con la ley del 19 de junio de 1873[Notas 1]. El P. Mauro Ricci, Prepósito General, ya inició gestiones en 1887 para redimirla del fisco[Notas 2], pero no tuvo éxito. Durante el generalato del P. Viñas, la Congregación General decidió en la sesión del 27 de noviembre de 1914 la recuperación de la casa de S. Pantaleo del fisco, y encargo al abogado Conde Enrico Pucci tratar el asunto con el Municipio[Notas 3]. Luego, a causa de las dificultades surgidas, pues se consideraba que el precio de 100.000 liras pedido por el Municipio era excesivo[Notas 4], durante cuatro años casi no volvió a tocarse ese asunto. Sin embargo, el 31 de enero de 1918, los Padres de la Congregación General, después de tratar el tema de la venta de la casa de Vía Toscana, a propuesta del P. José Calasanz Homs votaron unánimemente a favor de comprar o redimir del fisco la venerable casa de S. Pantaleo cuando lo permitieran las circunstancias[Notas 5].

Una vez concluida la venta de la casa en Vía Toscana, pronto estuvo disponible el precio necesario para la compra, pues todo el dinero obtenido con dicha venta, a saber, 590.000 liras, en virtud del decreto de la S. Congregación de Religiosos de fecha 21 de abril de 1920, estaba guardado en el Vaticano[Notas 6]. Pero en el mismo año 1920, a propuesta del mismo Benedicto XV, primero por medio del Procurador General[Notas 7], y luego en audiencia privada concedida al P. Viñas el 23 de julio de 1920[Notas 8], se dejó de lado, al menos de momento, el proyecto de recuperar la casa de S. Pantaleo, y se comenzó a tratar de la compra de una gran casa en el centro de la ciudad, donde pudiera instalarse dignamente la Curia General y además establecerse un colegio ejemplar. Se trataba precisamente del edificio “Provenzani”, de 4 pisos, situado en Vía Campo Marzio, y debíamos comprarlo. Para comprarlo, incluso Benedicto XV nos ofrecía un subsidio[Notas 9]. Se hizo un examen mediante peritos para ver la posibilidad de instalar en él un colegio[Notas 10], y resultó positivo. Incluso y las condiciones de pago era favorables. Por lo cual la Congregación General decidió la compra del edificio el 19 de agosto de 1920[Notas 11]. El 2 de septiembre de 1920 se obtuvo el permiso de la Santa Sede para comprarlo, sin que se obligara al P. General (cosa que él temía) a establecer allí un colegio de la provincia romana[Notas 12]. Pero los cuatro hermanos y hermanas Provenzani, a quienes pertenecía el edificio, no se pusieron de acuerdo en la venta, por lo que todo el asunto cayó por tierra en septiembre de 1920[Notas 13].

Más tarde, la provincia romana por su cuenta intentó recuperar la casa de San Pantaleo, aunque sin éxito[Notas 14]. La Congregación General, en sesión celebrada el 21 de marzo de 1921, trató de nuevo el tema de la compra de la casa de S. Pantaleo, y decidió proceder con gran cautela en este asunto, después de informar al mismo Benedicto XV[Notas 15]. El Sumo Pontífice, mal informado sobre el tema por el Procurador General[Notas 16], reprendió fuertemente al P. Viñas en una audiencia concedida el 7 de abril de 1921 por la negligencia mostrada para recuperar la casa de S. Pantaleo. el P. Viñas intentó excusarse, pero con poco éxito. Finalmente, un tanto calmados los ánimos, el P. Viñas recibió la orden de comprar cuanto antes la casa de S. Pantaleo, para lo cual la Santa Sede incluso prometió un subsidio. El P. Viñas se sometió inmediatamente a la voluntad el Sumo Pontífice, esperando que con la ayuda prometida por el Papa y la Suma custodiada por la Santa Sede podría pagarse fácilmente el precio de compra[Notas 17].

Después de esta conversación con Benedicto XV, la compra de la casa de San Pantaleo empezó a ir por buen camino. La Congregación General decidió el 9 de abril de 1921 comprar la parte de la casa que pertenecía al Municipio[Notas 18]; el 23 de junio designó ya a los Padres que aparecerían como “propietarios” de la casa comprada ante las autoridades civiles, y decidió también pedir permiso a la S. Sede para la compra[Notas 19]. Tras un feliz coloquio con el Municipio[Notas 20], el 30 de diciembre de 1921 se pidió el permiso[Notas 21], tras haber elegido ya el 2 de diciembre de 1921 al arquitecto D. Juan Bautista Milani, profesor de la Universidad de Roma, para llevar a cabo la obra de restauración[Notas 22]. El permiso pedido se nos concedió el 10 de enero del año siguiente, 1922[Notas 23], de modo que, a pesar de la muerte de Benedicto XV, que ocurrió el 22 de enero de 1922, continuaron la gestiones para la compra de la casa de San Pantaleo[Notas 24]. El 12 de enero la Congregación General ya pudo ver y aprobar los planos elaborados por el arquitecto Milani para la restauración de la casa de San Pantaleo[Notas 25], y el 7 de marzo de ese año 1923, obtenida la licencia del Municipio, comenzaron ya los trabajos de restauración[Notas 26]. Durante el mismo mes de marzo de 1923 se obtuvo el acuerdo y aprobación por parte del Municipio[Notas 27]. El Papa Pío XI, en audiencia concedida al P. Viñas el 5 de abril de 1923, fue informado de que la compra se iba a hacer pronto[Notas 28]. Finalmente llegó el 12 de abril de 1923, fecha en que se firmó el contrato de compra, pagándose por la casa 150.000 liras y otras 19.000 por diversos derechos y tributos[Notas 29]. Los Padres Viñas e Ilarri extrajeron la suma de 200.000 liras necesarias para la compra del depósito que había en la Santa Sede, producto de la venta de la casa de Vía Toscana, creado de acuerdo con el decreto de la S. Congregación de Religiosos en 1920[Notas 30]. De este modo la Casa de San Pantaleo fue recuperada del fisco a expensas de la Curia General. El Papa Pía XI nos dio el mes de agosto de 1923 otras 200.000 liras para gastos de restauración[Notas 31].

El P. Viñas hizo el felicísimo anuncio de haber recuperado por fin la Casa de S. Pantaleo a toda la Orden en la Circular XIV de fecha 15 de abril de 1923. Pero el gozo por este feliz acontecimiento estaba mezclado con los signos de amargura de su ánimo, afligido por la Visita Apostólica, comenzada por culpa de hijos ingratos. Los demás, sin embargo, buenos religiosos de nuestra Orden, querían entonces mejor alegrarse de que estar tristes, pues nuestra Orden tenía de nuevo su sede principal, su Casa Madre, honrada por tantos recuerdos santos del Fundador y de toda la historia escolapia[Notas 32]. Pero al P. Viñas no se le permitió, como era su deseo[Notas 33], volver a poner la Sede de la Curia Generalicia en la Casa de S. Pantaleo. Lo hizo el P. Giuseppe del Bueno, Vicario General, que tuvo ya sesión de la Congregación General en S. Pantaleo el 18 de octubre de 1923[Notas 34].

El P. Viñas había comenzado en octubre de 1922 una acción para reivindicar para la Curia General el derecho de propiedad de S. Pantaleo, descartando a la provincia romana[Notas 35]. Lo que el no pudo lograr, lo consiguió un decreto del Visitador Apostólico de octubre de 1923, que ordenaba al P. Provincial romano a abandonar la casa de San Pantaleo y marchar a la casa de S. Lorenzo in Piscibus[Notas 36]. Contra este decreto el P. Giuseppe Pusino, Provincial romano, presentó un recurso a la S. Congregación de Religiosos el 19 de octubre de 1923. Solo puso fin a la controversia el decreto de la S. Congregación de Religiosos de fecha 27 de noviembre, que establecía en el artículo 7º: “Finalmente, para tranquilizar los ánimos, esta S. Congregación establece que la provincia romana sea separada de la casa de S. Pantaleo en la ciudad, cuando se arreglen las cuestiones económicas entre los Superiores”[Notas 37]. Para que así se hiciera, el Visitador apostólico envió una súplica al Sumo Pontífice el 29 de enero de 1928 “Reivindicando la Casa de S. Pantaleo en la ciudad para el Prepósito General”[Notas 38]. El P. Giuseppe del Buono, pro bono pacis, entregó 125.000 liras al Provincial romano el 26 de noviembre de 1929 para que en el futuro dejara de reclamar la propiedad de la Casa de San Pantaleo[Notas 39].

Dificultades con el colegio Nazareno.

Las dificultades que el P. Viñas tenía en Roma aumentaron sin duda a causa de los muchos y graves problemas del Colegio Nazareno, en parte por la insólita y excesivamente personal manera de actuar del P. Luigi Pietrobono y en parte por la indigna manera de actuar de la misma comisión Administrativa laica, y de algunos profesores laicos.

Sobre el P. Pietrobono y sus relaciones tanto con el Colegio Nazareno como con el Supremo Moderador de la Orden, ya hemos hablado antes. Con la Comisión Administrativa, que constaba de cinco miembros seglares que, de acuerdo con el Real Decreto del 27 de mayo de 1875, gestionaba todos los asuntos del Colegio, tanto los personales como los materiales, el P. Viñas luchó a menudo para obtener dignos nombramientos tanto del Rector, de los profesores, del Director y especialmente para lograr una dirección espiritual de los alumnos más eficiente. Para lograr este objetivo, que ya en la sesión del 18 de julio de 1918 había dicho que intentaría conseguir cuanto antes[Notas 40], el P. Viñas nombró Procurador General suyo al P. Boschi, para que, trasladado a Roma, residiera en el Colegio Nazareno día y noche y se ocupara de la dirección espiritual de los alumnos[Notas 41]. En el mes de marzo de 1920, invitado por el mismo Sumo Pontífice, asumió la dirección espiritual del Colegio[Notas 42], pero no pudo obtener residir en él, por culpa de la oposición de la Comisión Administrativa, formada por miembros pertenecientes a la francmasonería[Notas 43].

Dañó también mucho a la eficacia de la acción de los nuestros y al buen nombre de nuestra Orden un profesor y sacerdote del clero secular, llamado Nicolás Moschetti, ecónomo perpetuo del colegio, al cual, apoyado firmemente por la Comisión, los nuestros nunca pudieron frenar ni reducirlo a una correcta manera de vivir y de enseñar. Considerando todo lo cual, Benedicto XV, en una audiencia concedida el 4 de julio de 1921, dijo al P. Viñas que era mejor que era preferible que los nuestros abandonaran el colegio a que siguieran de aquella infeliz manera. Entonces el P. Viñas propuso a la consideración del Santo Padre un ultimátum para ser firmado por el Cardenal Vicario en cuanto Protector nuestro, e intimado a la Comisión Administrativa, en el que se pedía:

1.Libre elección del Rector del Colegio.
2.Libre elección del Ministro del internado.
3.Libre elección de los profesores.
4.Concesión de plena hospitalidad al Director Espiritual.

El Sumo Pontífice aprobó el proyecto, aunque debió oír decir con dolor al P. Viñas que la Provincia romana prefería soportar el statu quo antes que perturbar la paz[Notas 44]. La petición del P. Viñas de fecha 23 de noviembre de 1921 dirigida al Cardenal Basilio Pompili contra el sacerdote Nicolás Moschetti, en la que le pedía que el Cardenal obligara al citado sacerdote a cambiar su manera de vivir y actuar, apenas tuvo efecto[Notas 45]. De modo que el P. Viñas luchó hasta el final de su generalato, y con poca esperanza de obtener su propósito, por una mejor dirección y administración del Colegio Nazareno.

Lo mismo debió hacer su sucesor, el P. Giuseppe Del Buono, que solo después del concordato del año 1929 entre Italia y la Santa Sede pudo lograr que al menos uno de los cinco miembros de la Comisión Administrativa fuera un religioso de nuestra Orden[Notas 46]. Más tarde, solo tras mucho esfuerzo y mucha insistencia logro el P. Vicente Tomek, General de la Orden, que el 17 de diciembre de 1962 el Presidente de la República de Italia firmara un decreto por el cual el Prepósito General de la Orden de las Escuelas Pías pudiera nombrar en lo sucesivo tres de los miembros de la citada Comisión[Notas 47]. De este modo se obtuvo por fin, aunque no completa, la independencia que volvió seguro el trabajo de los nuestros y nuestra libertad de acción en el Colegio Nazareno, con esperanza fundada de hacer el ministerio escolapio allí cada vez más espléndido. Ese era el objetivo del P. Viñas, aunque no pudo obtenerlo a causa de las precarias relaciones que existían en su tiempo entre el Estado y la Iglesia, y a causa de la manera de actuar contraria o al menos indiferente por parte de los superiores inmediatos del Colegio Nazareno, tanto escolapios como laicos.

Dificultades en el gobierno de la provincia de Etruria

Fuera de la provincia romana, el P. Viñas tuvo no pocas dificultades con la provincia de Toscana, la cual en 1919 eligió como Prepósito Provincial al P. Paolo Santangeli, sucediendo al P. Alessandro Pessuti, quien en el Capítulo general de 1919 se mostró poco favorable a la reelección del P. Viñas. Este P. Paolo Santangeli ya en el año 1919 promovió notablemente la vida común y la observancia regular de toda la provincia[Notas 48]. En el año 1921, deseando hacer más eficaz el postulantado de la provincia, mandó pagar a cada casa de la provincia una cuota para sustentarlo, que determinarían conjuntamente los Superiores. Pero el P. Alessandro Pessuti, ex Provincial y Rector de la Abadía Fiesolana, consideró que la tasa que le habían impuesto no era justa, y recurrió a la Congregación General. Pero la solución dada por la Congregación General en la sesión del 11 de diciembre de 1921 no satisfizo ni al Provincial ni a los Asistentes Provinciales[Notas 49]. Por lo cual en el mes de diciembre toda la Congregación Provincial presentó su renuncia al P. General[Notas 50].

Pero la Congregación General sólo aceptó la renuncia del P. Santangeli, quedando en su cargo los Asistentes. El 8 de enero de 1922 nombró al P. Giovanni Giovannozzi Vicario Provincial in capite[Notas 51], y el 14 de enero de 1922el P. Giuseppe Mani fue nombrado Asistente para suplir al P. Giovannozzi[Notas 52]. Este cambio extraordinario de superiores perturbó no poco la tranquilidad domestica de la provincia y relajó también las buenas relaciones entre la provincia y el Supremo Moderador de la Orden, tan necesarias.

Los tristísimos asuntos de la provincia de Nápoles

A multiplicar y agravar los problemas del gobierno generalicio del P. Viñas contribuyeron no poco los Padres de la provincia de Nápoles, a quienes él a menudo había ayudado paternalmente, tanto como Delegado General en los años 1911-1912, como luego siendo General. La provincia napolitana ya desde el principio del siglo XX se encontraba reducida a una extrema escasez de recursos y de personas, pues solo tenían unos 15 religiosos, distribuidos en tres casas, la napolitana de S. Carlo, la de Bellavista-Portici y la de Campi.

El 14 de noviembre de 1907 el P. Manuel Sánchez, Prepósito General, asumió el gobierno de toda la provincia, tras aceptar la renuncia del P. Juan Crisóstomo Sacchi, y mando a los religiosos napolitanos que para gestionar asuntos de importancia mayor debían acudir al P. Egidio Bertolotti, Asistente General por Italia, como delegado suyo[Notas 53]. Dos años después, el 3 de agosto de 1909, dieron de nuevo un Superior Provincial en la persona del P. Francesco Gisoldi de S. Alfonso[Notas 54]. Pero antes de cumplirse un año, el 21 de abril de 1919, se aceptó también la renuncia del P. Gisoldi y se confió el gobierno de la provincia al P. Egidio Bertolotti como Delegado General[Notas 55]. Después de la muerte del P. Sánchez, el 12 de noviembre de 1910, P. Egidio Bertolotti asumió el cargo de Vicario General[Notas 56], y el 19 del mismo mes nombró al P. José Calasanz Homs, Procurador General, Delegado General de la provincia de Nápoles[Notas 57]. En lugar de él, nombrado Rector de la Casa de San Pantaleo el 2 de marzo de 1919[Notas 58], fue nombrado nuestro P. Tomás Viñas el 4 de marzo de 1911[Notas 59], quien gobernó la provincia, como hemos visto ya, hasta el Capítulo General de 1912.

Llamado al gobierno supremo de la Orden, el P. Viñas puso de nuevo al frente de la provincia al P. Francisco Gisoldi el 5 de agosto de 1912, nombrando rectores al P. Francisco Gasdia de la casa de S. Carlo; al P. Francesco Cammarosano de la de Bellavista y al P. José Calasanz Caponio de la de Campi[Notas 60]. El Francesco Gisoldi falleció a finales de octubre de 1913; el P. Viñas inmediatamente se dirigió a Nápoles, y organizo las comunidades de las tres casas de la provincia de manera que en la casa de Bellavista vivieran los partidarios de la vida común perfecta; en la de S. Carlo los Padres de observancia relajada, y en la de Campi los dos grupos juntos, bajo la dirección del P. Caponio. La Congregación General nombró el 30 de octubre de 1913 Vicario Provincial in capite al P. Tito Bianchini, de la Provincia de Liguria, religioso de observancia más bien laxa que había regresado poco antes de Polonia[Notas 61].

No mucho después, los días 12-17 de noviembre, el P. Viñas hizo la Visita canónica a la provincia y exhortó a todos a la observancia regular[Notas 62]. Luego, el 24 de noviembre de 1913, fueron nombrados Asistentes los PP. Francisco Gasdia de S. Juan Bautista y Secundo Gandolfi de la Asunción, y Consultores los PP. Juan Crisóstomo Sacchi de la Virgen del Rosario y Glicerio Terracciano del Niño Jesús[Notas 63]. Celebrado el Capitulo Provincial en 1915, por decreto del P. Viñas de fecha 26 de junio de 1915, el P. Tito Bianchini fue nombrado Provincial; el P. José C. Caponio fue nombrado nuevamente rector de Campi, el P. Francesco Gasdia fue nombrado rector de S. Carlo, y el P. Francesco Cammarosano, rector de Bellavista[Notas 64]. Después del Capítulo General de 1919, el P. tito Bianchini fue de nuevo nombrado Provincial; el P. Francesco Gasdia, rector de S. Carlo; y el P. Juan C. Sacchi, rector de Bellavista[Notas 65]. Tres años más tarde, el 22 de junio de 1922, no fue confirmado como Provincial el P. Tito Bianchini, a pesar de ir el primero en la terna propuesta por el Capítulo[Notas 66], sino el P. Juan C. Sacchi, que también conservó el rectorado de Bellavista, con permiso de la Santa Sede[Notas 67]. Fue nombrado rector de la casa de Campi el P. Glicerio Terracciano, y el P. Pompilio Vasca rector de S. Carlo[Notas 68], dejando de lado al P. Tito Bianchini. Pero antes de pasar un mes después de los nombramientos, la Congregación General, a petición del P. Provincial, nombró rector de la casa de S. Carlo en Nápoles al P. Tito Bianchini, y rector de Bellavista al P. Pompilio Vasca[Notas 69]. El mismo día, y a propuesta del mismo P. Provincial, fueron nombrados Asistentes Provinciales los PP. Tito Bianchini y Pompilio Vasca, y los PP. Terracciano y Gaspar Volpe, Consultores Provinciales[Notas 70].

Así dispuestas las cosas y las personas en la provincia de Nápoles, afínales de noviembre de 1922, a finales de noviembre de 1922 el P. Tito Bianchini se enteró de que iba a volver pronto a la provincia, por orden del P. General, el H. Raffaele Pace, que había hecho su profesión solemne en Roma en enero de 1915 bajo la tutela del P. Viñas y que, después de algunas experiencias poco felices, no quería que volviera a la provincia[Notas 71]. Entonces, como señal de clara protesta, a finales de noviembre renunció como rector de la casa y como Asistente Provincial, conservando solo el rectorado de la iglesia de s. Carlo all’Arena. La Congregación General, reunida el 4 de diciembre de 1922, aceptó la renuncia del P. Bianchini. Nombraron Asistentes a los PP. Vasca y Terracciano, y a los PP. Volpe y Cipolletta, Consultores. Quisieron sin embargo que el P. Bianchini renunciara también al rectorado de la iglesia, que no había estado nunca separado del de la casa[Notas 72]. El 14 de diciembre de 1922 la Congregación General nombró al mismo P. Sacchi, Provincial, rector de la casa y de la iglesia de S. Carlo all’Arena[Notas 73]. Después de tomar pacíficamente posesión de la casa el 26 de diciembre de 1922, el P. Sacchi quiso tomar posesión también de la iglesia, cosa que no permitió el P. Bianchini, quien decía que según la tradición eso dependía de la Curia Arzobispal y del Municipio[Notas 74].

Por la misma época, los PP. Tito Bianchini, José C. Caponio y Francesco Cibarelli, “propietarios” según la ley del edificio de la provincia denominado “Donnaregina” junto con el P. Juan C. Sacchi, que en el pasado mes de agosto habían dado poderes mediante una escritura ante notario al mismo P. Sacchi para que, como Procurador de los bienes de la provincia, procurara la evacuación del edificio mediante personas bien conocidas para él, para que se abrieran, como antes, nuestras escuelas[Notas 75], revocaron, también ante notario, los poderes concedidos[Notas 76]. En cuanto se enteró de ellos el P. Viñas, el 28 de diciembre de 1922, ordenó en virtud de santa obediencia a los tres religiosos que anularan el último escrito y devolvieran todos los poderes al P. Sacchi, y si no lo hacían en el plazo de diez días, serían castigados con la suspensión a divinis[Notas 77].

Ellos no obedecieron la orden, así que el 10 de enero recibieron cada uno por separado la intimación de la suspensión a divinas, y el primer aviso para la expulsión[Notas 78]. Pero los religiosos napolitanos, guiados por el P. Bianchini, que gozaba de mucha estima en la curia arzobispal[Notas 79], presentaron recurso a la S. Congregación de Religiosos, la cual el 16 de enero de 1923, por medio del P. E. Boschi, Procurador General, ordenó al P. General que levantara inmediatamente la sanción a los citados religiosos. Antes de hacerlo, el P. Viñas escribió el 17 de enero al Emmo. Cardenal Camilo Laurenti, Prefecto de la S. Congregación de Religiosos, intentando probar que su manera de actuar era la correcta[Notas 80]. Pero el Cardenal Prefecto el mismo día le respondió que debía levantarles la censura a causa del escándalo que había ocurrido el pasado domingo 15 de enero, pues en la iglesia de S. Carlo all’Arena, estando impedidos los tres sacerdotes citados, no pudo celebrarse ninguna misa. El P. Viñas inmediatamente, el mismo 18 de enero, comunicó por telegrama el levantamiento de la suspensión[Notas 81]. Además, la Sagrada Congregación de Religiosos deseaba que el asunto del edificio “Donnaregina” fuera gestionado por otro religioso, distinto del P. Sacchi. El P. Viñas rechazó hacerlo en un primer momento, y expresó sus motivos en una nueva carta al Cardenal Laurenti, el 18 de enero[Notas 82], y al mismo tiempo mandó que el P. Tito Bianchini, autor de tantos y tan graves daños, como él mismo afirmaba, regresara inmediatamente a su provincia de Liguria.

Ya no se dio respuesta a esta petición del Padre Viñas, pues el 6 de febrero de 1923 fue nombrado por Pío XI, a propuesta del mismo Cardenal Laurenti, un Visitador Apostólico de nuestra Orden[Notas 83], el cual en el mes de noviembre de 1923 invitó a toda la Congregación Provincial a presentar su renuncia a la Santa Sede[Notas 84]. La cual, presentada inmediatamente por la Congregación Provincial napolitana, con el P. Sacchi a la cabeza[Notas 85], fue aceptada por la S. Congregación de Religiosos en el mes de febrero de 1924, y se puso al frente de las tres casas de la provincia napolitana bajo la jurisdicción inmediata del Visitador Apostólico[Notas 86], que gestionó las cuestiones napolitanas hasta el final de su mandato. Terminada la Visita Apostólica, el 5 de agosto de 1930 el P. Giuseppe Del Buono, Prepósito General, nombró al P. Angelo Casale, ex Provincial de Liguria, Delegado General en la provincia napolitana a beneplácito suyo[Notas 87]. El 9 de julio de 1931, después de sacar al P. Casale[Notas 88], nombró al P. José C. Caponio Delegado General, también a beneplácito[Notas 89].

En toda esta manera de proceder del P. Viñas con los Padres de Nápoles, seguía las normas del Código de Derecho canónico, cosa que el mismo Visitador Apostólico reconoció claramente, y así se lo confesó al P. Viñas[Notas 90], pero había una serie de circunstancias que vinieron a empeorar mucho el estado de cosas:

1.La controversia surgida entre los Padres napolitanos por el hecho de que hubiera sido nombrado Provincial el P. Sacchi, y no el P. Bianchini, que iba el primero en la terna.
2.La obediencia para volver a su provincia dada al H. Raffaele Pace, al que nadie quería, y menos que ninguno el P. Bianchini. Y que luego, tras obtener la dispensa de votos el 1 de diciembre de 1926, volvió al mundo.
3.La suspensión simultánea de tres sacerdotes que atendían a la iglesia de S. Carlo, y que eran bien vistos en la Curia Arzobispal.
4.La tenaz defensa del P. Viñas de su manera de obrar ante el Cardenal Prefecto[Notas 91], precisamente el Cardenal que, después de tantos asuntos nuestros en la ciudad, en Hungría y en España era, si no contrario, al menos suspicaz con respecto al gobierno del P. Viñas.

Ciertamente este asunto napolitano no pudo ser la causa principal de la Visita Apostólica intimada poco después, pero fue probablemente el último motivo que, unido a los demás, hizo que todo se volviera contra nosotros, como parece que el mismo P. Viñas lo intuyó sagazmente[Notas 92], aunque no pudo ponderar rectamente todos y los verdaderos efectos y afectos que su gobierno producía en la Santa Sede.

Por lo demás, tanto el P. Tito Bianchini, como el P. José C. Caponio y el P. Francesco Cibarelli, contra los que el P. Viñas había reaccionado tan violentamente, después de la salida del P. Viñas no hicieron cosas terribles en la provincia napolitana o en las casas que les encargaron dirigir, lo cual muestra que no eran tan abyectos como pensaba el P. Viñas. ¿Quién frenará las pasiones excitadas, y cómo?

Notas

  1. E.C. 1962, p. 272.
  2. Ibídem, p. 273.
  3. Cf. Actas de la Congregación General, 27 de noviembre de 1914, RG 22, f. 321.
  4. Cf. Memorias particulares, f. 27.
  5. Cf. Actas de la Congregación General, 31 de enero de 1918, RG 22 a, f. 34.
  6. Cf. nota 477.
  7. Cf. Actas de la Congregación General, 5 de agosto de 1920, RG 22 a, f. 109.
  8. Ibídem. Cf. también Memorias particulares, f. 22: “23 de julio. Audiencia del Santo Padre. Hoy el Santo Padre me ha concedido una audiencia; me han acompañado los PP. Marcelino Ilarri e Idilio Boschi. Conté al Sumo Pontífice el resultado satisfactorio de mi visita canónica a los colegios de la isla de Cuba (…) Luego hablamos de establecer una Casa en el centro de Roma, no a las afueras, en S. Pablo, como habíamos pensado. El Santo Padre quiere que nuestra obra se vea y se lleve a cabo dentro de la Ciudad Santa. Él nos ayudaría de algún modo en nuestros esfuerzos. Hablamos de un edificio, Provenzani, en la vía Campo Marzio, que está ahora en venta, en el cual se podría abrir una escuela elemental, o al menos una doposcuola, animados por tres párrocos, especialmente el de S. Lorenzo in Lucina. Prometí ocuparme de ello cuanto antes, para que se ponga en marcha y se concluya. Nos despidió con su bendición apostólica”.
  9. Además de la nota anterior, cf. Memorias particulares, f. 23: “15 de agosto de 1920. Audiencia del Santo Padre. Hoy el Santo Padre me ha concedido audiencia. Me acompañaba el P. Boschi. El motivo era informar al S. Padre con respecto al escrutinio tenido en la Congregación General el 5 de agosto sobre la compra del edificio Provenzani (de 5 votos, 3 fueron favorables y 2 contrarios), y pedirle consejo sobre lo que hemos de hacer, pues yo, viendo que de los tres votos favorables dos eran de los españoles (PP. Viñas e Ilarri), creí mejor opción desistir de la compra. el Santo Padre, mientras por un lado aprobaba esta decisión mía, por otra parte, lamentaba que, presentándose una ocasión para hacer revivir las Escuelas Pías en Roma, debiera perderse. Tanto más porque Su Santidad había oído mi proyecto, que era ofrecer un local digno a la Curia General, abrir seis clases de primaria y un doposcuola. La escuela sería denominada generalicia para asegurar su éxito, y confiadas a personal elegido de las diversas provincias de Italia, incluida la romana, e incluso de las provincias extranjeras, si fuere necesario. En vista de todo esto, el Santo Padre aconsejó que fueran a visitar el edificio citado un ingeniero y otras personas que pudiesen opinar sobre la adaptabilidad del edificio en cuestión. Tras pedir la bendición apostólica, nos despedimos llenos de agradecimiento por la bondad y atención del Santo Padre”.
  10. Cf. nota anterior.
  11. Cf. Actas de la Congregación General, 19 de agosto de 1920, RG 22 a, f. 112.
  12. Cf. Memorias particulares, f. 24: “2 de septiembre de 1920. Permiso de compra del edificio Provenzani. Hoy la s. Congregación, con una carta firmada por Mons. Vincenzo La Puma, Subsecretario de la misma Congregación de Religiosos, ha dado el permiso para la compra del edificio Provenzani, después de una exposición presentada al Santo Padre por el Ilmo. Mons. Mauro Serafini, O.S-B. Subsecretario, con respecto a las condiciones de la compra y el estado de la fábrica. Se ha concedido el permiso sin ninguna restricción, cosa que se temía, a causa de cierta oposición por parte de la provincia romana, la cual pretendía que la casa fuera adjudicada, en lo referente a la escuela, a la misma provincia. Falta ahora que los hermanos y las hermanas Provenzani se pongan de acuerdo entre ellos para la venta. Cúmplase la voluntad del Señor”. (La voluntad del Señor fue que nos pusieran de acuerdo y no se hizo la venta).
  13. Cf. nota anterior.
  14. Cf. Memorias particulares, f. 27.
  15. Cf. Actas de la Congregación General, 21 de marzo de 1921, RG 22 a, f. 124. Probablemente el P. Viñas no era contrario a la compra de S. Pantaleo, pero temía que la Curia General, unida a la Curia Provincial romana se opusieran. Cf. Documentos del P. Everardo Boschi (RL-Sc 370), f. 3.
  16. Cf. Documentos del P. Everardo Boschi (RL-Sc 370), f. 3.
  17. Cf. Memorias particulares, ff. 26-28: “7 de abril. Audiencia del Santo Padre. Hoy el Santo Padre me ha llamado a las 6 de la tarde. Ha sido una audiencia de paciencia y de gran sacrificio… ¡y siempre por la Provincia Romana!... como un novicio he debido recibir con las manos cruzadas la solemne regañina que me ha hecho por una cosa en la que yo no he tenido parte, ni me he ocupado de ella. El Santo Padre me ha regañado por mi continua oposición a la Provincia Romana. ¡Que era hora de acabar con ello! ¿Por qué – me dijo- se opone a la compra de San Pantaleo, sabiendo que yo estoy dispuesto a ayudarles? Si la casa se pierde para siempre, ¿qué dirán del simplón del General español (que así lo llaman: ‘babbeo’) que la dejó perder? Después que el Papa me hablara en este tono, le pedí que se dignara escucharme, porque no era justo no poner las cosas en el lugar de la verdad. En primer lugar, dije, puedo asegurar a Vuestra Santidad que desde hace dos años no existe diferencia alguna entre mí y la Provincia Romana, ningún motivo de disgusto, ni con el Provincial, ni con los individuos, a excepción del P. Pietrobono. En segundo lugar, ¿cómo puedo ser contrario a la compra de la casa de S. Pantaleo, si no me han dicho nada, y de la que no he hablado, ni he opinado, precisamente porque no me han preguntado mi opinión, ni he querido quejarme, para que no dijeran que quería poner tropiezos entre los pies del P. Provincial? Santidad, en una de las últimas sesiones de la Congregación General me disgusté, y se disgustaron conmigo los Asistentes, sin excluir al P. Addeo, Asistente romano, porque nos enteramos que desde hacía tiempo el Provincial con su congregación intentaba llevar a cabo la citada compra y no había dicho nada al General. Después de esta sesión fui informado de ello, no por el Provincial; y supe que intervenía en el asunto un cierto Monseñor… (Caffiero, me interrumpió el Santo Padre, y por él he sabido, añadió, que Usted es contrario a la compra), Monseñor Caffiero, pues, del cual me han dicho que era un embrollón, y sé que va a todas las Congregaciones religiosas para hacerles comprar, y últimamente fue a ver a los Jesuitas (Su Santidad hizo un gesto indicando que no quería hablar de este Monseñor, que por lo visto era bien visto por él). Por lo demás, Santidad –continué- si alguna vez se ha hablado de la compra de la Casa Madre, y no se ha hecho nada, no se debe solamente al P. Viñas, sino a la congregación General, porque deseo que sepa Su Santidad que peco más de exceso de escrúpulos, diría yo, al tratar con mis Asistentes sobre los asuntos de nuestra Orden, y que no es justo decir, como se dice, que el General español esto, que el General español aquello. No sé hasta qué punto Su Santidad creyó mis palabras, pues insistió en la necesidad de tratar mejor a la Provincia Romana, disgustada todavía pro la venta de la Casa Generalicia, vía Toscana 12. Le expliqué el porqué y el cómo de esta venta. Le dije que las dos Congregaciones, General y Provincial habían votado siempre a favor de esta venta. Le conté que cuatro años antes vino a verme un empleado del Municipio Romano, proponiéndome la compra de S. Pantaleo; encargué a nuestro abogado el Conde Enrico Pucci que se ocupase de ello. Supe que el Municipio pedía por ella 50.000 liras. Los PP. Asistentes aprobaron la compra, pero con la condición de pagar a plazos durante 8 o 10 años. Cuando el Municipio vio que teníamos el deseo de comprar, alzaron el precio primero a 80.000. y luego a 100.000 liras. El Santo Padre, en este momento, me reprochó el haber dejado pasar esta hermosa ocasión; reproche que repitió dos veces más durante la conversación. He dicho ocasión “hermosa”, pero verdaderamente no lo era para mí ni para la Caja Generalicia. No me constaba que el Santo Padre fuera a pagarme la compra; no podía contar con la cartera de los demás, ni siquiera en el Santo Padre. La Generalidad poseía entonces un capital nominal en cartillas entre 60 y 80 mil liras, desangrada por el préstamo hecho a la provincia de Polonia. ¿Cómo podía, pues, comprar la Casa de San Pantaleo? Después de varias reflexiones que hice al Santo Padre, que me parecían necesarias, me mandó comprar S. Pantaleo, cosa que yo prometí hacer inmediatamente. Con la promesa del santo Padre de ayudarme, y con el capital recibido de la venta de la casa de Vía Toscana, bien se podía intentar comprar. Dios proveerá. Me despidió con la bendición apostólica, terminando así una audiencia que fue para mí de mucho sacrificio, y en la que practiqué mucho la paciencia”.
  18. Cf. Actas de la Congregación General, 9 de abril de 1921, RG 22 a, f. 129.
  19. Ibídem, 23 de julio, f. 129. Los Padres designados como “propietarios” fueron los PP. Giuseppe Pusino y Anselmo Bianchi-Cagliesi.
  20. Cf. Memorias particulares, f. 32, día 6 de noviembre de 1921.
  21. Cf. Libro del Procurador (RG 271), 30 de diciembre de 1921; el texto de la súplica se encuentra en la Circular XIV, de fecha 15 de abril de 1923, pp. 14-16.
  22. Cf. Actas de la Congregación General, 2 de diciembre de 1921, RG 22 a, ff. 140-141.
  23. Cf. Circular XIV, p. 15.
  24. Cf. Actas de la Congregación General, 28 de abril y 14 de octubre de 1922, RG 22 a, ff. 1456 y 178; cf. también Memorias particulares, f. 28, día 28 de diciembre de 1922, cuando se da el consentimiento del municipio para la compra.
  25. Cf. Actas de la Congregación General, 12 de enero de 1922, RG 22 a, f. 185; cf. también Memorias particulares, f. 36, día 11 de enero de 1923.
  26. Cf. Memorias particulares, f. 37.
  27. Ibídem.
  28. Ibídem. f. 38.
  29. Ibídem. f. 37.
  30. Ibídem. Cf. también la carta del P. Giuseppe Del Buono al Secretario de la S. Congregación de Religiosos de fecha 4 de agosto de 1923, en Libro Registro del Secretario de Oficios Generales (RG 22 d) f. 245: “Tengo el honor y el deber de declarar a V.S. Ilma. que las sumas depositadas en el Vaticano a nombre del Rmo. P. General de las Escuelas Pías deben servir para la restauración de la Casa Madre de San Pantaleo, residencia del Superior General y de la Curia Generalicia. Mi predecesor, el Rmo. P. Tomás Viñas, retiró ya en el mes de abril pasado la suma de doscientas mil liras, que sirvió para la compra de los locales propiedad del ayuntamiento de Roma, anejos a la iglesia de S. Pantaleo y a las habitaciones de S. José de Calasanz (…)
  31. Cf. la carta del P. Giuseppe Del Buono al P. Viñas de fecha 7 de agosto de 1923 (RG 255 n, 15): “El Santo Padre estos días ha hecho la generosa oferta de 200.000 liras, y ayer fui al Vaticano con el P. Maja para darles las gracias”. Cf. E.C. 1962, pp. 273, 291 y 412.
  32. Cf. la carta al P. Mistrangelo en E.C. 1962, p. 291, nota 49.
  33. Cf. Circular XIV, p. 15.
  34. Cf. Actas de la Congregación General, 18 de octubre de 1922, RG 22 a, ff. 196-198. Cf. E.C. 1962, p. 291, nota 51.
  35. Cf. E.C. 1962, pp. 294-295, nota 78.
  36. Ibídem, p. 275. Cf. también el recurso del P. Pusino al Prefecto de la S.C. de Religiosos en el Archivo del Secretario General.
  37. Cf. el decreto con el que se pone fin a la Visita General.
  38. Cf. Libro Registro del Secretario de Oficios Generales (RG 270), f. 34.
  39. Cf. Libro de Economía de S. Pantaleo, en esa fecha.
  40. Cf. Actas de la Congregación General, 18 de julio de 1918, RG 22 a, f. 41.
  41. Cf. Memoria sobre la Visita Apostólica, f. 2. (RL-Sc 370, IV).
  42. Cf. la carta del P. Jacopo Catelani al P. Viñas de fecha 21 de marzo de 1920 sobre este asunto (RG 254 d 2, 53) “El P. Boschi, empujado por el C. Vicario y por el mismo Papa, ha asumido la dirección espiritual del Nazareno (confesiones, evangelio, ejercicios espirituales, catecismo… todo, en resumen), pero residiendo en S. Lorenzino y viniendo a comer con nosotros. Mons. Pietro Paoli se ha retirado del Nazareno (aconsejado tal vez por el Cardenal)”.
  43. Cf. la nota anterior, y otros documentos relativos al tema que se encuentran en RP 65, Colegio Nazareno.
  44. Cf. Memorias particulares, ff. 30-31.
  45. Cf. documentos relativos al tema que se encuentran en RP 65, Colegio Nazareno.
  46. Cf. E.C. 1963, pp. 83-84.
  47. Ibídem, p. 285.
  48. Cf., por ejemplo, lo que escribe a Roma en carta de fecha 16 de diciembre de 1919 con respecto a esto: “En todas las casas se ha restablecido la oración de la mañana”.
  49. Cf. Actas de la Congregación General, 11 de diciembre de 1921, RG 22 a, ff. 142-147.
  50. Cf. Actas de la Congregación General, 23 y 30 de diciembre de 1921; 8 y 14 de enero de 1922, en RG 22 a, ff. 149, 150, 151.
  51. Cf. Actas de la Congregación General, 8 de enero de 1922, RG 22 a, f. 151.
  52. Ibídem, f. 151.
  53. Cf. Actas de la Congregación General, 14 de noviembre de 197, RG 22, f. 49.
  54. Ibídem, día 3 de agosto de 1909, f. 123.
  55. Ibídem, f. 144.
  56. Ibídem, f. 165.
  57. Ibídem, f. 166.
  58. Ibídem, f. 174.
  59. Ibídem, f. 175.
  60. Ibídem, f. 223.
  61. Ibídem, f. 276. Cf. también Memorias particulares, f. 46.
  62. Cf. el Acta de la Visita en RG 68, ff. 5-11.
  63. Cf. Actas de la Congregación General, 24 de noviembre de 1913, RG 22, f. 280.
  64. Ibídem, f. 339. Cf. Libro Registro del Secretario de Oficios Generales (RG 22 d) f. 86.
  65. Cf. Actas de la Congregación General, 4 de agosto de 1919, RG 22 a, f. 73.
  66. Cf. Actas del Capítulo Provincial de Nápoles, año 1922 (RP 65, Nápoles).
  67. Cf. Actas de la Congregación General, 22 de junio de 1922, RG 22, a, f. 159.
  68. Ibídem.
  69. Ibídem, f. 165. Cf. Sobre mi renuncia, (RL-Sc Va), ff. 8-9, aunque no corresponde exactamente con la realidad.
  70. Cf. Actas de la Congregación General, 9 de julio de 1922, RG 22, a, f. 165.
  71. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), ff. 9-10.
  72. Cf. Actas de la Congregación General, 4 de diciembre de 1922, RG 22, a, f. 182-183.
  73. Ibídem, f. 183; Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), f. 11.
  74. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), f. 6.
  75. Ibídem, f. 5.
  76. Ibídem, f. 6.
  77. Ibídem, f. 6. Cf. también Libro Registro del Secretario de Oficios Generales (RG 22 d) f. 142.
  78. Ibídem.
  79. Cf. la carta del P. Adolfo Brattina al P. Viñas de fecha 18 de diciembre de 1923 (RG 255 n, 26): “Hablando con el Visitador sobre el P. Bianchini, me hizo comprender que es difícil tomar una decisión, pues goza de mucho aprecio en la Curia episcopal de Nápoles, y además es copropietario de Bellavista y Donnaregina”.
  80. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), ff. 6-7.
  81. Ibídem, f. 8.
  82. Ibídem, ff. 7-15.
  83. Cf. Actas de la Congregación General, 22 de febrero 1923, RG 22, a, ff. 186-187.
  84. Cf. Libro Registro del Secretario de Oficios Generales (RG 22 d) f. 149.
  85. Ibídem, 6 de diciembre de 1923.
  86. Ibídem, f. 151.
  87. Cf. Libro Registro del Scr. Gen. de las EE.PP., (RG 22 d), 1930, nº 153.
  88. Ibídem, a. 1931, n. 104, 2 de junio de 1931.
  89. Ibídem, a. 1931, n. 178.
  90. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), f. 17.
  91. Véase lo que dice al respecto a las explicaciones dadas al Cardenal Laurenti el 18 de enero de 1923 (Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), f. 7): No conozco bien el italiano, y lo mismo que carezco de propiedad en el uso de la lengua, puedo carecer, a fortiori, del conocimiento de esos matices que sirven para hacer menos dura la franqueza que, como buen catalán, amo de todo corazón”.
  92. Cf. Sobre mi renuncia (RL-Sc Va), ff. 16-17.