General36/Impulso de las Misiones

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Centenarios y peregrinación de las Reliquias de Calasanz a España.
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Causas de beatificación de los escolapios mártires de la guerra en España
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Impulso de las Misiones

El Capítulo había aprobado la decisión de que “La Orden se ofrezca a la Santa Sede para recibir y dirigir con espíritu calasancio Misiones propiamente dichas en tierras de infieles, con la condición de que las obras que allí tengamos miren principal y prevalentemente al ministerio propio de nuestro Instituto”. En su visita a España de 1948 el P. Tomek encontró un escolapio que tenía clara vocación misionera: el P. Feliciano Pérez Altuna, rector de Bilbao. Y la atención de ambos se dirigió hacia un país en el que ambos tenían conocidos: Japón. Y, concretamente, hacia la diócesis de Yokohama, una de las más importantes del país. La preparación de la fundación en Japón fue lenta y minuciosa[Notas 1]. El Obispo de Yokohama estaba dispuesto a prestar una parroquia como residencia para los escolapios, mientras estos construían un gran colegio católico en la ciudad. La situación económica de Japón, tras su derrota en la guerra, era muy delicada. Pero tampoco los escolapios andaban sobrados: estaban dispuestos a ofrecer personas, pero no contaban con los recursos para construir un colegio.

El P. Juan Manuel Díez, provincial de Vasconia, estaba ansioso por abrir nuevas fundaciones. La provincia, erigida en 1933, no había abierto nuevas fundaciones, y tenía abundante personal joven. Su idea era enviar al principio dos religiosos jóvenes, voluntarios, para iniciar la fundación.[Notas 2] Pero el P. Tomek quería que uno de los fundadores fuera un hombre ya maduro, con experiencia, y así se lo indicó al P. Feliciano Pérez. El joven que le acompañaría era el P. Pedro Luis Perea. Por fin, con toda la documentación dispuesta, partieron en un viaje aéreo, que, tras diversas etapas, les llevó a Tokio el 4 de octubre de 1950.

Fueron acogidos en un convento de religiosas a las que prestaban servicios religiosos (la misa en latín) en Yokosuka, en la diócesis de Yokohama. Mientras el obispo construía la parroquia y la vivienda donde residirían los escolapios, estos comenzaron a estudiar japonés. Por desgracia, el P. Perea enfermó de tuberculosis. Los médicos japoneses recomendaron que volviera a España, pues allí en Japón no tenían cura para él. Pero esta propuesta no agradaba al P. Juan Manuel, que temía que la vuelta de uno de los misioneros a España causaría muy mala impresión. Por fin, el P. Tomek se impuso: que vuelva a casa y se cure. Hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos la idea era que los misioneros partían a un país lejano para no volver nunca a su patria.

El P. Feliciano quedó solo en Japón, estudiando japonés. En Irache, donde era Maestro de Juniores, el P. Rafael Pérez, convertido en Procurador de la Misión, apoyó todo lo que pudo el intento misionero. Creó revistas, publicó libros, pidió ayuda económica a todo el mundo (incluso a Franco), sin obtener grandes resultados. Vendía participaciones en la lotería de Navidad para apoyar a las Misiones[Notas 3]. El dinero no sobraba en aquellos tiempos a nadie, y especialmente a los colegios escolapios. Sin embargo, se recibieron abundantes donativos de los colegios de España e Italia, producto a veces de colectas entre los estudiantes. Se trataba más bien de apoyos simbólicos, que apenas bastaban para pagar los viajes de los misioneros a Japón, pero totalmente insuficientes para construir un colegio nuevo. Copiamos unos párrafos de la primera carta del P. Feliciano al P. Tomek desde Yokohama, fechada el 9 de septiembre de 1952, en la que le expresa sus preocupaciones:

“Cuando fui a visitar al Señor Obispo después de mi llegada a Yokohama, me dijo abiertamente que nos presta la casa solamente para 2 años, y después la entregará a los “Misioneros de París en el Extranjero”. Este anuncio y los que me había hecho en días anteriores fueron como una herida en mi corazón.

Pero el día 5, es decir el primer viernes de mes, después de la misa ya reservé en el sagrario a mi buen Jesús, que conduce todo al mejor fin. Y le presenté la comunidad de Yokohama: Jesús y su único pobre sacerdote. Y si Jesús está presente, me parece que es suficiente, aunque tengamos que esperar día a día la llegada de los demás religiosos. Conservo íntegra la paz en el corazón y la salud corporal.

Este año he escrito varias veces a los tres Padres jóvenes de Buffalo para que se esfuercen en encontrar allí estipendios de misas para esta futura comunidad, e incluso amigos que con sus limosnas ayuden a nuestra misión. Mi intención era que diversos Párrocos e incluso Obispos de los Estados Unidos nos enviaran estipendios de misas para los seis sacerdotes que seremos, lo cual me parece, por el ejemplo de otros religiosos que están aquí, no resulta difícil de encontrar.

El mismo Internuncio Apostólico en Japón me dijo dos o tres veces: “Quiero que encuentres amigos que te ayuden en los Estados Unidos. En el tiempo que llevo aquí, he visto prosperar la misión de los que tienen tales amigos, y no la misión de los demás”. Lo cual ya lo comuniqué en su momento a estos tres Padres. Ellos nunca me dieron una respuesta clara, pero por su última carta deduzco que no han hecho nada, pues dicen lo siguiente: “Nuestro deseo es de celebrar diariamente durante la navegación; procuraremos hacernos con estipendios de misas para esos días”. Sin duda, con el dinero enviado tan solícitamente por el Padre General podremos vivir durante algún tiempo, y con el que envíe en el futuro esperamos también poder vivir. Pero si todas las limosnas las gastamos en comer, ¿cuándo podemos esperar construir un colegio?

Siempre dije, y también lo digo ahora, que confío en lo que Jesús provea y como lo provea; también tengo la firme confianza en que Jesús quiere que esta pequeña casa sea nuestra para siempre, a no ser que quiera darnos otra más grande en tiempo oportuno. Pero nuestra esperanza no sería prudente, además de no ser verdadera, sino después de que hayamos agotado los medios oportunos con nuestro trabajo y esfuerzo. No quiero que dejemos de hacer esto”.[Notas 4]

El P. Juan Manuel siguió apoyando a la misión. En 1951 envió tres padres jóvenes (Enrique Rivero, Imanol Lasquíbar e Ignacio de Nicolás) a Derby, la primera casa de los padres húngaros en Estados Unidos, para que estudiaran inglés, y obtuvieran algún diploma para enseñar la lengua en Japón. Pasado un año, fueron a Japón, para estudiar ahora el japonés durante dos años. Y en el mismo año 1952 llegaron otros dos refuerzos de España, el P. Javier Iraola y el H. Gabriel Iriarte.

En el año 1954 se presenta una dificultad: el obispo dice a los escolapios que deben comprarle la parroquia, si quieren seguir en ella. Pide una cantidad de dinero de la que no disponen. El P. Feliciano, mientras tanto, ha estado buscando la posibilidad de abrir un colegio: esa era la finalidad que pretendía el Capítulo, no tener una parroquia. El Nuncio en Japón ofrece una importante ayuda económica, proveniente de Propaganda Fide, para ser empleada en la construcción de un colegio. Cantidad, con todo, insuficiente para comprar un terreno amplio y construir un colegio nuevo.

Pero de pronto llega una buena noticia: en la ciudad de Yokkaichi, cercana a Nagoya, el municipio ofrece un colegio (construido por misioneros americanos que se han retirado de él) a una congregación religiosa. El P. Feliciano viaja a Yokkaichi, y le agrada la oferta. El colegio lo ofrecen gratis, y además el Ayuntamiento de la ciudad ofrece una ayuda económica durante los primeros años. Tanto el Provincial de Vasconia, Félix Leorza, como el General Tomek aprueban la operación. El P. Feliciano pregunta al Nuncio si puede aún disponer de la cantidad ofrecida para el nuevo colegio, y el Nuncio responde que sí. El P. Feliciano recibe el dinero y con él paga al Obispo de Yokohama la parroquia, que pasa a ser propiedad escolapia hasta nuestros días, lo mismo que el colegio de Yokkaichi. El P. Feliciano cuenta que esto había sido un favor de San José, a quien había escrito una carta (depositada bajo su estatua en la casa) en los momentos más difíciles.

El P. Rivero parte hacia Yokkaichi con los PP. Lasquíbar y De Nicolás, y con tiempo y esfuerzo transforma los barracones del primer colegio en el espléndido colegio que es hoy día. Pero antes tuvieron que pasar una prueba difícil. A finales de septiembre de 1959 Yokkaichi sufrió el paso del tifón Vera[Notas 5]. Hubo muchos muertos y daños materiales. Nuestros padres y muchos vecinos se refugiaron en el edificio nuevo, de hormigón, que resistió bien el paso del tifón. En cambio, el edificio antiguo quedó muy dañado. El 1 de noviembre el P. Feliciano informa sobre las consecuencias del tifón. El edificio nuevo no sufrió daños; el viejo, sí. Dudaron si tirarlo y hacer otro nuevo, pero no tienen dinero para ello: repararán el viejo, pero necesitan ayuda. Añade una circular informativa en inglés, castellano y latín[Notas 6]. Fue providencial que el colegio nuevo estuviera casi terminado en aquel difícil momento. Con todo, sufrieron daños materiales, y pidieron ayuda al resto de La Orden, que respondió generosamente, ofreciendo dinero o celebrando misas a su intención. El P. Feliciano escribe al P. Tomek el 7 de marzo de 1960 diciendo que en febrero terminaron las reparaciones en Yokkaichi. Pudieron pagarlas con las limosnas recibidas de los colegios escolapios[Notas 7].

Notas

  1. Cf. BURGUÉS J., Escolapios en Japón.
  2. El mismo P. Feliciano Pérez escribe de él en Ephemerides 1986, p. 519: “Tuvo siempre de los problemas de la Misión ideas claras y siempre aceptadas, de las que no cedía una vez tomadas. La Misión le debe mucho en este sentido. Algún ex misionero de otra Orden dio a nuestro P. Provincial el consejo de que no enviara a Japón a nadie de más de 32 años, ni se nos ocurriera allí establecer Colegio. Pero el P. General determinó que uno de los que fueran al principio debería haber sido rector algunos años, y que se fuera con la intención de abrir cuanto antes un Colegio. Todo se hizo así, y de los 23 religiosos de Vasconia que se ofrecieron voluntario para la Misión, él eligió uno de 45 años, y el P. Pedro Luis Perea en la flor de la juventud”.
  3. AGSP Fondo Tomek Prot. 1782/1955.
  4. AGSP Fondo Tomek Prot. 1438/1952.
  5. AGSP Fondo Tomek Prot. 1407/1959.
  6. AGSP Fondo Tomek Prot. 1503/1959.
  7. AGSP. Fondo Tomek, Prot. 531/1960.