GinerMaestro/Cap07/01
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07.01. Un año entero en Peralta
La decisión de Calasanz tras la muerte de La Figuera en Montserrat fue idéntica a la que tomó en Barbastro al morir Urríes. Su misión y oficio habían terminado. No tenía ya nada que hacer allí. No parece, Pues, improcedente tomar al pie de la letra su tardía declaración: 'El dicho obispo [La Figuera] murió en dicha Visita y Yo me bolbí a mi Patria'.[Notas 1] El visitador murió el 13 de febrero de 1586. Fácilmente, pues, hacia finales de mes llegaría Calasanz a Peralta.
El P. Bau escribió que 'el año entero de 1586 es el más falto de noticias de toda la vida calasancia'.[Notas 2] No hay, efectivamente, un solo documento que nos dé su nombre, desde su declaración personal, relacionada con la muerte de La Figuera el 13 de febrero de 1586, hasta exactamente el 12 de febrero de 1587 en que consta su presencia en Seo de Urgel.[Notas 3]
Nos es difícil comprender que un hombre como él —cuyo futuro conocemos— se pase un año entero en su casa paterna sin ocupación alguna. No cabe suponer que encontrara labor pastoral adecuada en su parroquia, que constaba entonces más o menos de 300 almas y tenía a su servicio, además de párroco, una docena de beneficiados.[Notas 4] En este caso, pues, el joven presbítero no hace más que acomodarse con plena normalidad a lo que hacen gran parte de los eclesiásticos de su tiempo, que sin obligaciones pastorales viven de algún beneficio o del propio patrimonio en sus casas. El gozaba de un beneficio no residencial en Monzón, y tenía además suficiente patrimonio paterno. La única diferencia notable entre Calasanz y la docena de beneficiados de Peralta estaba en que para éstos la vida de beneficiado tenía caracteres de estabilidad, mientras lo que retuvo a Calasanz aquel año entero en su pueblo no era algo estable, sino circunstancial: la atención que exigía la delicada salud de su padre.
A ello hay que añadir la preocupación por la tensa situación sociopolítica, que atenazaba al vecino Condado de Ribagorza y sus territorios aledaños, particularmente las tierras de Castro. Efectivamente, después de la muerte del conde de Ribagorza, don Martín de Gurrea y Aragón (1581), Felipe II se negó rotundamente a dar posesión del Condado al legítimo sucesor don Hernando, con la esperanza de incorporarlo definitivamente a la Corona. La insoportable situación de abusos y violencias cometidas por los rebeldes movieron a los diputados aragoneses de las Cortes de Monzón a pedir al rey que diera posesión del Condado a su legítimo dueño. La junta especial, que para tratar este asunto había nombrado el monarca, dio su resolución positiva, exigiendo que intervinieran en ello 'los Ministros y oficiales de su Magestad'.[Notas 5] Y, en efecto, al terminar las Cortes, y precisamente hacia mediados de enero, estando el rey “en Ulldecona dio provisiones para que D. Manuel de Sesse, Bayle General de Aragón, le pusiese en posesión de dicho Condado” a don Hernando.[Notas 6]
El baile general salió de Zaragoza hacia Benabarre, y a pesar de que iba en nombre del monarca no fue recibido con mejor trato que el que habían dispensado poco antes a los emisarios de la Real Audiencia y del Justicia de Aragón, de modo que la embajada fue un fracaso. Al llegar a Benabarre, encontró la villa levantada en armas y ocupada militarmente por las gentes de Juan de Ager, quien impidió incluso la reunión del Concejo General, en el que tenía que leer el baile una carta del rey, dirigida a los rebeldes. Pero hubo más; al parecer —según Lanuza— 'intentaron luego de amenazar al Bayle y según algunos dizen, de matarle, y huyo de esconderse en otra casa y salir secretamente de la villa, y de todo el Condado con la mayor priesa y silencio que fue posible'.[Notas 7]
Al salir Sesse del Condado, el cabecilla Juan de Ager y sus huestes atacaron a los adictos del conde, robando y saqueando sus casas y atentando directamente contra sus vidas. El indigno comportamiento de los rebeldes con una personalidad tan significada como el baile general de Aragón provocó una ola de indignación en todo el reino. Y a pesar de las súplicas por una intervención enérgica del rey para castigar los desmanes de los insurrectos y cumplir su promesa real de dar posesión pacífica del Condado a su señor legítimo, don Hernando de Gurrea y Aragón, Felipe II siguió pasivo e indeciso, mientras todo aquel territorio sufría las consecuencias de una auténtica guerra civil. Pero la inhibición del monarca forzó al conde de Ribagorza y sus partidarios a empuñar las armas contra los rebeldes a finales de mayo de 1587.[Notas 8]
Toda esta panorámica de agitaciones, disturbios, violencias y algaradas que se encuadran entre el mes de enero de 1586 y mayo de 1587 nos dan una razón poderosa por la que José Calasanz, liberado dramáticamente del servicio a La Figuera, debió de acudir presuroso a Peralta y permanecer junto a su padre todo aquel año, el último de su vida, con el recuerdo doloroso de la muerte del hermano Pedro y la angustia de que algo parecido pudiera ocurrir. El pueblo de Calasanz, lugar natal de Juan de Ager, cabecilla de la insurrección, estaba en poder de los rebeldes, y casi a un tiro de piedra de la indefensa Peralta.
Notas
- ↑ Cf. POCH, ‘El Fundador…’, p.234.
- ↑ Cf. C. BAU, ‘Historia de las Escuelas Pías en Cuba’, p.21
- ↑ 'Mossen Joseph Calaçans ha 24 de marts, 1587, ha rebut a bon compte per lo salari de secretari del Ille. capítol y de mestre de serimonies, lo qual ha comenssat als 12 de febrer' (cf. P. PUJOL, ‘Sant Josep de Calassanç…: Obra completa’, p.285).
- ↑ Cf. n.45 del cap. 3.
- ↑ Cf. G. COLAS-J. A. SALAS, ‘Aragón en el s. XVI. Alteraciones sociales y conflictos políticos’, p.136-137.
- ↑ Cf. F. L. PIÉRREZ, ‘Historia del Condado (1622)’, en J. M. DE MONER, ‘Biblioteca de escritores ribagorzanos’ (Zaragoza 1884), p.160.
- ↑ Cit. en G. COLAS-J. A. SALAS, o.c., p.138.
- ↑ Cf. ib., p.138-140.