GinerMaestro/Cap05/01

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05.01. La Valencia que conoció Calasanz

En diciembre de 1585, terminadas las Cortes Generales de Monzón, emprendía Felipe II viaje hacia Valencia. Su notario y arquero de la Guardia Real, Enrique Cock, describió con detalle el itinerario, que seguía prácticamente la línea descendente del Cinca desde Monzón a Mequinenza y desde aquí, la del Ebro hasta Tortosa, desde la cual, por la antigua ‘Vía Augusta’ de la costa, llegaba hasta Valencia.[Notas 1] Era el camino más corto y más fácil. Y probablemente fue el mismo que recorrió José Calasanz siete años antes, con la añadidura de la etapa de Peralta a Monzón, bordeando el río Sosa. El Rey pernoctó en el castillo de Mequinenza y siguió luego el viaje navegando por el Ebro hasta Tortosa, mientras gran parte de sus acompañantes iban por tierra, como era normal. Desde Tortosa el camino real iba por Ulldecona y al cruzar el río Cenia se entraba en el Reino de Valencia. En Vinaroz sintió Calasanz la impresión inédita de contemplar por primera vez la maravilla del Mar Mediterráneo.

Viniendo del norte, la entrada obligada a Valencia era la puerta de Serranos, grandiosa, monumental, enmarcada por las torres góticas de finales del siglo XIV. En cierto modo era como el rostro simbólico de la gran ciudad. 'Valencia —escribía Cock— es en nuestros tiempos muy célebre y entre todas las [ciudades] de la provincia Tarraconense fácilmente la más principal'.[Notas 2] En realidad era la tercera de España, con 60.000 almas, sólo superada por Granada y Sevilla.[Notas 3] Mantenía su recinto amurallado, con cuatro grandes puertas principales situadas en los cuatro puntos cardinales, de las que perduran hoy las de Serranos y Cuart. Cock menciona cinco puentes sobre el Turia,[Notas 4] de los cuales los dos más imponentes y de sólida cantería eran el de Serranos y el de la Trinidad con sus diez arcos apuntados. El interior de la ciudad conservaba su estructura medieval, con calles angostas, y alguna que otra arteria importante, como la calle de Caballeros, en que abundaban las mansiones o palacios de la aristocracia. Los edificios más famosos, entonces como ahora, eran la Seo con su altísima Torre del Micalet, la Lonja de mercaderes y el Palacio de la Generalidad. Aún podía admirarse el Palacio Real junto al río, fuera de las murallas.[Notas 5]

Naturalmente, no existía la Basílica de la Patrona de Valencia, cuya imagen era venerada desde 1489 en una diminuta capilla abierta en el exterior de la catedral, y que daba a la actual Plaza de la Virgen. Desde 1494 se la llamaba Verge Maria dels Inocents e Desamparats.[Notas 6] Allí la tuvo que ver y venerar muchas veces el clérigo José Calasanz, estudiante de teología.

Notas

  1. Cf. E. COCK, ‘Anales del año ochenta y cinco’; J. GARCÍA MERCADAL, ‘Viajes de extranjeros por España y Portugal’ (Aguilar, Madrid 1952) vol.I, p.1374-1399; J. VILLUGA, Repertorio de todos los caminos de España (Medina del Campo 1546) sin p.
  2. Ib.,p.1403.
  3. He aquí una estadística de fines del siglo XVI de las siete ciudades más pobladas: Sevilla, 18.000 vecinos; Granada, 13.757; VALENCIA, 12.327; Toledo, 10.935; Valladolid, 8.112; Madrid, 7.500; Barcelona, 6.432 (cf. A. BLÁNQUEZ, ‘Geografía Española del s. XVI’: Boletín de la Real Sociedad Geográfica, 51 [1909] 246).
  4. Cf. E. COCK, o.c., p.14O8.
  5. Para más detalles cf. M. SANCHÍS GUARNER, ‘Aspecte urbá de Valéncia al s. XVI’: VIII Congreso de Historia de la Corona de Aragón, III, I.
  6. Cf. E. M. APARICIO OLMOS, ‘Santa María de los Inocentes y Desamparados, de su iconografia original y sus presupuestos históricos’, Univ. Literaria de Valencia (Valencia 1967).