GinerMaestro/Cap17/01

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17.01. Por el bien de la sociedad

Apenas si podrá encontrarse un documento autógrafo de Calasanz en que con mayor claridad aparezca el aspecto social de su institución que este memorial de 1626, dirigido a los cardenales, del Santo Oficio pidiéndoles ayuda. Quizá sea también una de las declaraciones más elocuentes del carácter preventivo de la labor educativa ante un posible porvenir dramatizado, que traduce en negativo la versión positiva que presenta en el Proemio de sus Constituciones: 'si desde la infancia el niño es imbuido diligentemente en la Piedad y en las Letras, ha de esperarse sin duda alguna un trascurso feliz de toda su vida'.[Notas 1] He aquí el memorial traducido:

'Es propio del Instituto de las Escuelas Pías enseñar a los muchachos y particularmente a los pobres, muchos de los cuales por la pobreza o dejadez de sus padres no vienen a las escuelas ni aprenden oficio o ejercicio alguno, sino que van perdidos y ociosos y por tanto fácilmente se dan a diversos juegos, sobre todo a las cartas, y necesariamente cuando no tienen dinero para jugar han de robarlo primero en su casa y luego donde puedan, o bien lo encontrarán por otros pésimos modos. Para atajar desde el principio un mal tan pernicioso para la sociedad [república], los Padres de las Escuelas Pías se ofrecen a la fatigosa tarea de enseñarles por caridad. Si Vuestras Señorías Ilmas. se complacen en pensar y procurar algún modo de ayudar a dichos muchachos pobres, será librarles de la horca y las galeras, donde suelen ir a parar de ordinario cuando son mayores quienes de pequeños se educan con tales vicios y será una obra de gran servicio de S. D. Majestad, la cual acreciente siempre en VV. SS. Ilmas. su santo espíritu'.[Notas 2]

La finalidad netamente humana del aspecto social de la obra calasancia queda de manifiesto en estas líneas, pues no se habla de la labor evangelizadora que la acompaña y la justifica como labor de Iglesia, y el único matiz religioso de toda la tarea queda reducido a la salvedad de que se hace 'por caridad' y no por filantropía.

Calasanz es consciente del valor humano de su obra, y cuando trata de justificarla o exaltar su trascendencia, además de invocar la autoridad de los Concilios ecuménicos y de los Santos Padres, añade también la opinión favorable de los filósofos y de los paganos, pues con este Instituto no se pretende exclusivamente colaborar en la Reforma de la Iglesia, sino también de la sociedad o ‘República’, como decían entonces. Baste como ejemplo el Memorial al cardenal Tonti, en que define esta obra como 'un ministerio insustituible en opinión común de todos, eclesiásticos y seglares, príncipes y ciudadanos, y acaso el principal para la reforma de las corrompidas costumbres, ministerio que consiste en la buena educación de los muchachos en cuanto que de ella depende todo el resto del buen o mal vivir del hombre'.[Notas 3] Ya lo había dicho antes en las Constituciones: “Concilios Ecuménicos, Santos Padres, filósofos de recto sentir afirman de consuno que la reforma de la sociedad cristiana radica en la diligente práctica de este ministerio”.[Notas 4] Y lo hemos leído en uno de los memoriales en que pide la declaración de Orden religiosa, dedicada a “la buena educación de los muchachos, tan importante, por no decir necesaria, en la República Cristiana, como lo demuestra su escasez, la razón natural, la experiencia, las continuas instancias, los aplausos universales y los libros tanto de paganos como de católicos”.[Notas 5]

Este principio general es válido para toda clase de educación y de sociedad. Pero la obra de Calasanz es más concreta. Su auténtico matiz social está en la dedicación a los pobres, en un principio con exclusividad y luego con preferencia. Y por ello es desde su origen escuela gratuita, porque se abre para quienes no tienen dinero, ni siquiera para pagar las módicas cuotas mensuales del maestro de barrio. Esto es lo que constató personalmente Calasanz en sus andanzas por todos los barrios de Roma, como Visitador de pobres, cuando pertenecía a la cofradía de los Apóstoles.[Notas 6] Ni faltan a veces testimonios que reiteran expresamente las palabras que motivaron a Calasanz y que siguen motivando nuevas fundaciones, como puede verse en esta carta de los Jurados de Ancona, de junio de 1633:

'Las órdenes dadas por V. P. Rma. a nuestro P. Esteban de abrir estas escuelas y dar principio a sus ejercicios con los Padres que llegaron de Venecia, han sido de satisfacción inexplicable para toda esta ciudad, pues se deseaba muchísimo ver encarrilada esta Santa Obra a gloria de Dios y utilidad y beneficio de los niños, que por la pobreza de sus padres no eran educados y encaminados para adquirir las virtudes'.[Notas 7]

La obra de Calasanz no tiene sentido alguno si no se acentúa su preferencial dedicación a los pobres. Cuando al final de su vida se desate la tormenta contra su institución, una de las razones manifiestas para destruirla será sin ambages la idea de que los pobres no tienen derecho a la cultura ni deben salir de su condición de servidores de los ricos, pues lo contrario sería una revolución social. Y Calasanz y los suyos-se pondrán de parte de ellos, convencidos de que la verdad, la razón y la justicia están a favor de los hijos del pueblo. Quizá en ningún momento de su vida subió tan alta su voz en defensa de los derechos de los pobres a la cultura como en aquella etapa final de lucha, con memoriales al papa, a cardenales, a congregaciones romanas, cercano ya a sus noventa años y a la muerte.

No se puede leer sin conmoción este memorial de 1645, en que de nuevo se repiten las mismas ideas de siempre:

'El Instituto de las Escuelas Pías, que consiste en la instrucción y educación cristiana de los niños, sobre todo pobres, llevado a cabo por los Pobres de la Madre de Dios, no se puede negar que en la sociedad cristiana no sólo. no es superfluo, sino necesario, tanto por la razón común de que la juventud debe ser instruida y educada en las buenas y virtuosas costumbres -de cuyo razonamiento están llenos los libros de los filósofos morales, de los Santos Padres y de todos los sagrados concilios-, como principalmente por la razón especial de que la sociedad cristiana consta en su mayor parte de ciudades, pueblos y personas pobres, que por tener qué ganarse el sustento diario con su propia fatiga, no tienen tiempo para preocuparse de sus hijos. Los cuales, aunque sean pobres, no deben ser abandonados, siendo sobre todo la mayoría de la sociedad cristiana, como se ha dicho, y redimidos ellos también con la preciosa sangre de Cristo, y tan estimados por S. D. Majestad, que dijo haber sido mandado al mundo por su eterno Padre para enseñarles: ‘Evangelizare Pauperibus misit me’. De lo que se deduce claramente cuán lejos está de la piedad cristiana y del sentimiento de Cristo aquella política que enseña ser perjudicial a la sociedad enseñar a los pobres, por desviarles -dicen- de las artes y oficios mecánicos, lo cual prueba la misma experiencia que es falsísimo, pues aquí en Roma, después de 50 años en que las Escuelas Pías enseñan a los pobres, no se ve escasez en ningún oficio, sino que vemos que la mayor parte, gracias al beneficio de las escuelas, son capaces de llevar las cuentas de sus negocios, sin necesidad de que se las hagan otros, como ocurría antes de empezar estas escuelas. Y la razón de que las escuelas no impiden que haya artesanos está en que son raros los pobres que después de aprender a leer y escribir pasan a la gramática [latín], pues se paran en la escuela de escribir y de cuentas, habiendo aprendido lo cual, empiezan algún oficio. Además, para algunos oficios desempeñados por los pobres es necesario también un poco de gramática, como notarios, copistas, cirujanos, boticarios y otros similares… Y aun suponiendo que la erudición no es conveniente para los pobres, ¿quién podrá negarles, sintiéndose cristiano, la buena educación, parte principal del Instituto de las Escuelas Pías?'.[Notas 8]

Las referencias concretas a la utilidad de las matemáticas y del latín se comprenderán mejor cuando expongamos la organización de clases, asignaturas, exámenes y duración de los cursos que componen su sistema didáctico, pues todo ello gira en torno a un eje central que es la utilidad práctica para los muchachos pobres, es decir, el carácter eminentemente social de su obra.

Esta preferencia por los pobres mantiene una línea de normalidad, es decir, sus escuelas se abren para los muchachos del pueblo llano y pobre, que viven con sus familias. No hay indicio alguno de que sintiera especial interés por los huérfanos, los abandonados, los perdidos y pordioseros. Para esta clase de niños habían surgido ya en Roma otras instituciones, más solícitas por recogerlos dándoles casa y sustento que por instruirles. Estos institutos son hospicios y orfanatos más que escuelas. Reciente era la fundación de los somascos por San Jerónimo Emiliano, dedicados expresamente a los huérfanos, y que en Roma despliegan su actividad en Santa María in Aquiro, sede de la Archicofradía de los Huérfanos, para los que el cardenal Antonio Mª. Salviati fundó en 1591 un colegio que llevaba su nombre. Famoso también se hizo a fines de siglo el Hospicio de Leonardo Cerusi, llamado en Roma el Literato, que recogía a toda clase de niños abandonados. Para que se ganaran el sustento les llevaba a barrer las calles delante de las casas y palacios de los cardenales, de los nobles, de los ricos y de los tenderos para que les dieran limosna, y solían también cantar por las calles con la misma finalidad. Calasanz tuvo que conocer forzosamente a este personaje carismático, admirado en toda Roma y que murió en 1595 en casa del cardenal Borromeo.[Notas 9]

Aunque las Escuelas Pías nacieron, pues, para los niños pobres, desde que queda instituida la Congregación Paulina, sobradas razones movieron a Calasanz a romper ese exclusivismo y dejar abiertas las puertas -mientras hubiera sitio- a toda clase de niños, manteniendo siempre como algo sustancial e institucional la preferencia por los pobres (praesertim pauperes). Se admitió, pues, a pobres y ricos,[Notas 10] nobles y plebeyos[Notas 11] e incluso judíos en Romar[Notas 12] y a protestantes en Germania.[Notas 13] De este universalismo habla especialmente el Memorial al card. Tonti, diciendo que este Instituto es 'un eficacísimo remedio preventivo y sanativo del mal, inductivo e iluminativo del bien de todos los muchachos de toda condición y por tanto de todos los hombres que pasan antes por aquella edad…'; “supuesta, pues, la utilidad y necesidad de esta obra que abraza a todas las personas y condiciones y lugares”.[Notas 14] Lo mismo dice escuetamente en el primero de sus cuatro Sumarios: “tienen por su instituto propio y particular la buena erudition y pia education de Niños de todo estado, particularmente de los Pobres”.[Notas 15]

La mezcla de niños de toda condición social en las aulas, iglesia, patios de recreo, etc., era sin duda un medio inigualable para amalgamar las distintas clases de la sociedad con la mutua comprensión, respeto y caridad cristiana, cuyas consecuencias pueden vislumbrarse. Tanto más si se piensa que Calasanz insistía en sus Reglamentos escolares en la idea de que la riqueza y la nobleza de linaje no eran los supremos valores de la sociedad: 'Nadie pretenda en nuestras escuelas -escribía el Santo Pedagogo- ninguna preeminencia o supremacía sobre los demás, que no sea por la integridad de costumbres o mayor diligencia y provecho en el estudio'; “en la escuela nadie pretenda honor, preeminencia o primacía sobre los demás por ningún otro título que no sea por el valor del ingenio y la integridad de costumbres”.[Notas 16] Era un orden de valores totalmente distinto al que imperaba en aquella Roma barroca y ceremoniosa en la que más de una vez ocurrían tumultos gravísimos, no ya entre pobres y ricos o entre nobles y plebeyos, sino en las altas esferas de la nobleza y la diplomacia, como los embajadores de las grandes potencias de la época, Por el simple prurito de defender sus precedencias. Y más de una vez alude Calasanz a estos encuentros dramáticos en sus cartas.[Notas 17]

Mientras tales tragedias ocurrían en las calles de Roma, en las aulas de las Escuelas Pías se recordaba a los ricos y a los nobles que ni el dinero ni la alcurnia podían considerarse valores superiores a la inteligencia, a la integridad de costumbres y a la cultura. Y eso era educar.

Notas

  1. CC, n.2.
  2. RegCal, 11,42.
  3. Cf. LESAGA-ASIAIN-LECEA, ‘Documentos fundacionales de las Escuelas Pías’, p.184, n.5. Véase también el n.15.
  4. CC, n.2. Indudablemente esta serie de testimonios quizás los había leído Calasanz en una obra de su amigo San Juan Leonardi, titulada: ‘Trattato della buona educatione dei figliuoli, la quale di quanto gran momento sia si manifesta con I'autoritd della divina Scrittura, dei Sacri Concilii, dei Padri, e di Scrittori gentili, con vive ragioni et esempi (Napoli 1594). Los nueve capítulos de que consta el librito desarrollan precisamente esas fuentes testimoniales (cf. el índice en C. VILÁ, ‘Fuentes inmediatas…’, p.202,n.I26).
  5. Cf. A. GARCÍA-DURÁN, o.c., p.180, n.803.
  6. Cf. cap. 13, n.1.
  7. EHI, p.67.
  8. PosCas, p.1312-1313. Véase este otro texto de una Apología de las Escuelas Pías, del P. Castelli: 'Yo no creo superfluo para un cristiano pobre saber vivir cristianamente, ni a un hombre pobre saber leer, escribir y hacer cuentas, útil a todos para hacer bien las propias, y aun necesario para hacer las ajenas, como los recaderos, contables, mayordomos y maestros de casas ricas y otros muchos oficios que no permiten contar con los dedos. Ni creo tampoco superfluo para muchos pobres el latín, tan útil para tantas cosas y tan necesario para algunos oficios necesarios al mundo y sólo ejercidos por pobres, como notarios, Copistas, agentes fiscales, boticarios, cirujanos, pedantes y otros similares' (EC, p.2833).
  9. Cf. SÁNTHA, SJC, p.32-35.
  10. Quizás la exclusividad por los pobres fue sólo en los primeros años de fundación, pues desde el principio de siglo hay indicios de que se admitía también a los ricos (cf. BAU, BC, p.351).
  11. En 1646 le escriben a Calasanz desde Pisa: 'l'Istituto camina assai bene, venendo frequentate le scuole da Nobili e da Plebei con sodisfatione universale' (EHI, p.150).
  12. La experiencia duró poco por la oposición de los rabinos, aunque Calasanz les prometiera 'di non trattarli mai a loro in specie di cosa della nostra fede santa, ma di parlare solo in comune con tutti gli altri solamente delle virtú necessarie.per vivere con il timor di Dio et osservare la sua santa Legge, ma tutto questo non bastò e per ovviare a ciò nel Ghetto appersero una scuola gratil per li loro hebrei poveri' (BERRO I, p.84).
  13. Cf. G. L. MONCALLERO, ‘La fondazione delle Scuole degli Scolopi nell'Europa centrale al tempo della Controriforma (Alba 1972) p.113-118;SÁNTHA, SJC, p.387, n.14.
  14. Cf. A. GARCÍA-DURÁN, o.c., p.112 y 177.
  15. Cf. C. VILÁ, ‘Cuatro Sumarios de la Congregación Paulina’; Archivum 17 (1985) 66. En los otros tres dice simplemente: 'la pia education y diligente erudition de los niños' (ib.).
  16. SÁNTHA, SJC, p.443, n.27.
  17. El 6 de septiembre de 1631 se encontraron las carrozas del embajador de Venecia y el prefecto de Roma, Tadeo Barberini. El cochero del embajador paró la carroza y su señor lo interpretó como señal de obsequio y precedencia al prefecto. La ‘humillada’ República de Venecia exigió la cabeza del pobre cochero… ¡y se la dieron! De este escándalo habla Calasanz en sus cartas 1693, 1711 y 1715. En esta última comenta: 'y no piensan estos señores que así nos perdonará Dios, como perdonamos nosotros a nuestros enemigos'. En 1634 ocurre un caso idéntico entre un Caetani y un Colonna; el primero cayó muerto y el segundo con cinco de sus acompañantes resultaron gravemente heridos. En 1642 otro encontronazo entre el embajador de Francia y el de España. El mismo año se encuentran el de España y el de Portugal y después de un combate con armas de fuego entre las dos escoltas, hubo varios muertos en ambos campos (cf. PASTOR, o.c., vol. 28, p.186; vol. 29, p.40-45). En 1646 el embajador de España se cruza con el cardenal. d'Este, protector de Francia, y el choque causó la muerte de cuatro españoles y varios más heridos murieron luego en el hospital. Calasanz habla de la tensión entre ambos personajes en su c.4370. Cf. el ‘Diario de Gigli, en G. AUSENDA, ‘Interessante documento della Roma del sec. XVII’: Ricerche 18 (1986) 354-356.