GinerMaestro/Cap19/11

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19.11. La increíble aventura de un impostor: Mateo Massimi

De manera especial abusó del nombre de Escuelas Pías un impostor, falsario y aventurero que se hacía llamar Mateo Massirni y parece que se llamaba Mateo o Juan Bta. Millini. Además de apropiarse el noble apellido Massimi, se presentaba como Vicario General de la Orden de las Escuelas Pías. Dicen que era sacerdote, aunque cabe sospechar que aun esto fuera una más de sus imposturas. Sus trapacerías parecen sacadas de una novela picaresca, pero la abundancia de testimonios garantiza su historicidad. Berro le dedicó dos capítulos de sus Memorias, y no se quedó corto Caputi en las suyas.

La aventura comenzó en 1625 o principios de 1626, cuando el supuesto Mateo Massimi llamó a las puertas del noviciado escolapio del Quirinal, en Roma, y, como fervoroso sacerdote, manifestó deseos de entrar en la Orden. En pocas visitas consiguió que le prestaran unas Constituciones, así como algún documento autógrafo del Santo Fundador, y desapareció.

Al poco tiempo se presentó con otro nombre en el monasterio cisterciense reformado de ‘S. Bernardo alle Terme’, también en el Quirinal, como enviado del cardenal Antonio Barberini, hermano de Urbano VIII, pidiendo cartas de recomendación del P. General para los monasterios cistercienses de Francia a favor de Mateo Massimi y de un compañero, ambos supuestos escolapios, a quienes el P. General de las Escuelas Pías iba a mandar a fundar casas en aquella nación. Y el farsante consiguió lo que pedía.

Con gran habilidad logró imitar la caligrafía de Calasanz y falsificar el sello oficial de la Orden; extendió una patente por la que el General de las Escuelas Pías le nombraba Visitador y Vicario General, dándole facultades para preparar nuevas fundaciones, y emprendió con su compañero un largo viaje por Europa.

Naturalmente, fue recibido con muchas atenciones en los monasterios cistercienses, obteniendo en ellos otras cartas de recomendación para ulteriores hospedajes y, sobre todo, para conseguir abundantes limosnas de personajes eclesiásticos y laicos. Parece ser que incluso el gran cardenal Richelieu cayó en la trampa, mostrándose espléndido con el sagaz y temerario timador. De Francia pasó a España, y en Madrid logró ganarse la benevolencia del cardenal Francisco Barberini, en funciones de Legado Pontificio, gracias al cual pudo introducirse en el ambiente de la Corte, acumulando -dice Berro 'muchos miles de piezas de ocho reales', desembolsadas por duques y príncipes “con la esperanza de mandarles de Italia sujetos para fundar Escuelas Pías”.[Notas 1] Viajó luego en el séquito de dicho cardenal, quien le admitió por añadidura en su galera, que zarpó de Valencia y por Niza y Génova llegó a Italia, entrando en Roma el día 13 de octubre de 1626.[Notas 2]

Mientras el aventurero recorría media Europa como Vicario General de las Escuelas Pías, el P. General de los cistercienses, viendo que ni el cardenal Barberini ni el General de los escolapios habían tenido el más mínimo detalle de agradecimiento por el favor concedido a su recomendado, sospechó que hubiera sido un fraude. Mandó un emisario al cardenal y constató que, efectivamente, así era. Al día siguiente comunicaba al P. Calasanz lo ocurrido, rogándole tomara cartas en el asunto, 'poniendo gran diligencia para detener y hacer castigar a esos dos desgraciados'.[Notas 3] No sabemos cuándo llegó a sus manos esta carta ni cuál fue su reacción. Constatamos, no obstante, que a mediados de octubre de 1626 llegaba a Roma desde España el cardenal Francisco Barberini junto con el impostor Massimi, y partía para Nápoles a la vez el P. José Calasanz, donde estaría hasta final de abril de 1627.

Es presumible que al volver de su legación hispana el cardenal Francisco Barberini, en alguna de las conversaciones con su tío el cardenal Antonio Barberini saliera a relucir como anécdota desagradable la trapacería de Massimi, abusando del nombre del cardenal Antonio, y el cardenal Francisco cayera en la cuenta de que también él había sido víctima del desvergonzado aventurero. Para cerciorarse llamó al Fundador de las Escuelas Pías, pero como estaba en Nápoles, acudió en su nombre el P. Jacobo Graziani, Provincial de Roma quien ya estaba enterado del asunto por la carta de los cistercienses. La reacción del cardenal, indignado por haber sido burlado tan descaradamente, como lo fuera antes su tío, fue buscar al delincuente para meterle en prisión. Se le encontró fácilmente y fue encerrado en las cárceles del Santo Oficio, con la amenaza de castigarle a galeras para toda la vida.[Notas 4] Poco después de la entrevista con el cardenal, el P. Graziani escribió a Nápoles a Calasanz, contándole las novedades, en este caso ocurridas en España, y el Santo le respondió el 9 de enero de 1627:

'En cuanto a la tentación de aquel pobre sacerdote, que ha querido marcharse a España con nombre falso a abrir las Escuelas Pías, es tan inconstante y de pocas letras y tal vez menos espíritu, que no puede hacer más que cosas de poco buen ejemplo. Yo pienso escribir sobre el particular a España al Sr. Regente del Consejo Supremo de Aragón, un tal Navarro, paisano mío, para que impida una fechoría semejante, y también al Nuncio, que€ es Mons. Pamfili'.[Notas 5]

El juicio que da Calasanz del 'pobre sacerdote' manifiesta que le era ya conocido por su primera aventura en Francia, de la que debió de enterarse por la carta del cisterciense de San Bernardo. En el fondo se percibe cierta sensación de lástima y no de indignación por el impostor, mucho más explícita cuando se entera de que le han metido en la cárcel romana, y escribe el 13 de marzo de 1627, todavía desde Nápoles, al P. Graziani: “Siento mucho lo de la prisión de aquel sacerdote que se llevó nuestras Constituciones, mas ¿qué éxito podía tener una empresa tan temeraria y de tanta ofensa al Señor?”.[Notas 6] Mas esta sincera compasión por un hombre que tanto había perjudicado la posible expansión de la Orden en Europa, comprometiéndola con sus embustes, su codicia de dinero y sus falsas promesas, no quedó sólo en palabras, pues -escribe Berro-”suplicó con gran afecto a S. Emcia. que se le quitaran en primer lugar las Constituciones, los sellos y la patente, y después de alguna saludable penitencia aplicada en la misma cárcel de la Inquisición, se le liberara. El Sr. Cardenal condescendió a su pesar, y después de algunos meses de cárcel le hizo salir para dar gusto a N. V. Fundador, desterrándole de Roma”.[Notas 7]

De poco le sirvió el castigo de la cárcel, pues apenas libre volvió a las andadas y con patente renovada de Vicario General de las Escuelas Pías pasó los Alpes y se dirigió a Flandes, siendo víctima de sus engaños la mismísima Gobernadora viuda, Isabel Clara Eugenia.[Notas 8] Apareció luego por tierras de Moravia el mismo año 1627 y embaucó también al Cardenal y Príncipe del Imperio, Francisco de Dietrichstein, en su castillo residencial de Nikolsburg, y le prometió mandarle pronto escolapios, pero 'habiendo recibido una notable limosna desapareció'.[Notas 9] Volvióse a Italia, atravesándola de arriba abajo hasta llegar a Nápoles, donde el arzobispo le hizo encarcelar. Al enterarse el paciente P. General, escribe desde Roma el 30 de junio de 1628 al P. Cherubini, Rector del colegio napolitano de la Duquesca, conmoviéndose de nuevo por “el infeliz”, en vez de exigir justicia, y le decía:

'en cuanto al infeliz Mateo Massimi, encarcelado ahí, siento mucho su poco juicio, y creo que ha hecho cosas muy indignas en nombre nuestro para sacar dinero. Me gustaría que, sin daño suyo, se encontrara algún modo para impedir que volviera a hacer tales locuras en perjuicio de nuestra religión. Si le parece, pídaselo al Sr. Cardenal en la primera ocasión que vaya a verle, pero dudo que si se le pone en libertad, como en el pasado, no haga siempre alguna de las suyas'.[Notas 10]

Por segunda vez, gracias a la intercesión del Santo Fundador, salió de la cárcel el impenitente trotamundos para emprender su tercera correría. A pesar de todo, como los delincuentes habituales, se ve que le había encontrado gusto al asunto. De hecho, cuatro años más tarde aparece rondando por el norte de Italia, como escribe Calasanz el 20 de agosto de 1632: 'hay otro vagabundo en Milán, que ha estado en varias partes diciendo ser de los Padres de las Escuelas Pías, y después de conseguir limosnas se ha esfumado. Ha estado en Germanía, en París, en Madrid, siempre con el nombre de las Escuelas Pías y nunca ha sido de los nuestros'.[Notas 11] Berro añade otras andanzas por Parma, Piacenza y Piamonte,[Notas 12] y Calasanz, a finales de 1633, teme que esté merodeando por Sicilia, y escribe así, sintetizando su larga y delictuosa gira por Europa: “en cuanto al falso religioso llamado Massimi, que ha recorrido la Germania, Flandes, Francia y dos veces España y la Lombardía y el Piamonte, sacando dinero de todos con promesas de mandar Padres de las Escuelas Pías, podría ser que hubiera llegado por ahí, pero si se entera de que hay Padres de los nuestros, escapará en seguida”.[Notas 13] Y, efectivamente, parece que por allá anduvo corriendo su última aventura, pues en mayo de 1635 daba Calasanz esta última noticia: “me dijeron que aquel que se hacía pasar como de la Casa de los Massimi murió en Sicilia o cerca de allí”.[Notas 14]

Quizá más de una vez el Santo viejo comentara con su vecino y amigo don Pedro de Massimi[Notas 15] las aventuras lamentables de este impostor, del que ambos eran víctimas, pues si por una parte decía ser Vicario General de las Escuelas Pías, presumía por otra de pertenecer a la principesca familia de los Massimi, de la que don Pedro era la cabeza. Lo cierto es que el triste historial de este aventurero no es una mera anécdota picaresca en la biografía de Calasanz, sino un grave contratiempo que tuvo que soportar durante casi diez años (1625-1635) y una manifestación a la vez de su heroica caridad y paciencia, pues no sólo perdona las ofensas, sino que se conmueve por el delincuente y consigue por dos veces librarle de la cárcel. Y esto es tan admirable como un milagro.[Notas 16]

Notas

  1. Cf. BERRO I, p.160. Más exactamente se llamaban ‘reales de ocho’, moneda de plata que en Castilla equivalía a 272 maravedíes, mientras un escudo de oro valía 350.
  2. Cf. PASTOR, o.c., vol. 27, p.372; BERRO, 1.c.
  3. Cf. EHI, p.I927. No lleva fecha exacta; se dice simplemente que es de 1626.
  4. Berro supone que fue el P. Graziani quien descubrió el fraude al cardenal, al llamarle éste para tratar de la fundación de Escuelas Pías en su abadía de S. Salvador Mayor (BERRO I, p.161). Pero la fundación se hizo el 11 de diciembre de 1628 (cf. MORANDI, ‘Narratione’, p.19). Inverosímil que en dos años no se enterara el Barberini del embuste de que había sido víctima.
  5. C.573. Mons. Juan Bta. Pamfili (futuro Inocencio X) formaba parte del séquito del cardenal Francisco Barberini en su legación a España, quien antes de partir para Roma le dejó de nuncio (Cf. PASTOR, o.c., vol.27, p.371). El Consejo Supremo de Aragón tenía su sede en la Corte de Madrid. Allí residían, pues, tanto Pamfili como Navarro, de quien no se tienen más datos.
  6. C.595.
  7. BERRO I, p.161.
  8. Ib., p.161-162.
  9. Así escribía Mons. Grammay con fecha del 2 de agosto de 1630, precisando que ocurrió esto 'ante triennium plus minus' (EEC, p.481). De Grammay y del cardenal Dietrichstein hablaremos luego.
  10. C.884.
  11. C.1856.
  12. BERRO I, p.162-163.
  13. CCP.35 (fechada el 28 de diciembre de 1633).
  14. C.2373.
  15. Pedro de Massimi (1574-1655) fue el segundo testigo en el Proceso de Beatificación ordinario de Calasanz, en el que declara 'que mantuvo estrechas relaciones con él, asistiendo a su Misa, confesándole con él y conversando muchas veces, incluso para pedirle consejo en cuestiones no precisamente espirituales' (S. GINER, ‘El Proceso de Beatificación , p.75)
  16. Cf. n.285 del cap. 16. Sobre este caso Massimi -Millini cf. BERRO I, p.159-161; TALENTI, ‘Vita’, p.213-216; BAU, BC, p.600-604; BAU, RV, p.160.