GinerMaestro/Cap20/04

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20.04. El desenlace de la Visita: desilusión

A principios de 1626 cayó gravemente enfermo Mons. Séneca, desentendiéndose de la Visita y sus problemas pendientes, y murió en agosto del mismo año.[Notas 1] Con él murió la esperanza de conseguir el Breve Apostólico deseado. El P. Ottonelli había muerto también el 18 de febrero de 1626. El secretario oficial de la Visita Apostólica que tenía que ocuparse de las Actas y Decretos de la misma, Mons. Octavio Mancini, fue sustituido por Mons. Antonio Ricciulli el 4 de abril-de 1626. Pero Mancini había sido muy lento en su tarea, de modo que los dos años de su oficio (24 de abril de 1624 hasta 4 de abril de 1626) solo había escrito 29 actas y sus respectivos decretos. Cuando se dio el cambio, aún estaban sin hacer las actas y decretos referentes a las Escuelas Pías, que tuvo que componer el nuevo secretario, Ricciulli, de acuerdo con la documentación que le habían dejado.[Notas 2] Las prisas con que tuvo que redactar actas y decretos influyeron desgraciadamente en ellos.

El 14 de junio de 1626 estaban ya terminadas las nuestras y el notario sacó copia de los decretos y los entregó al P. Juan M. Censunni, monje de S. Basilio, del convento de ‘S. Pantaleón de Monti’, confundiendo esta iglesia con su homónima de las Escuelas Pías.[Notas 3] Lo más normal y honesto hubiera sido que los basilios devolvieran inmediatamente tal documentación a quien se la había entregado al darse cuenta del error cometido. Por ello resulta inexplicable que, en vez de remitirse esos decretos en seguida a sus legítimos destinatarios, pasaran dos largos años y el 10 de septiembre de 1628 el mismo notario volviera a escribir en el libro oficial esas actas, y decretos y entregara una copia de los últimos -no de las actas-en manos del P. Jacobo Graziani, quien la envió inmediatamente al P. General; que se encontraba en el Noviciado.[Notas 4]

Después de tanto tiempo de espera no podía menos de leer con estupor y cierta disimulada indignación el P. Fundador el largo alegato de 17 puntos, que ni en el fondo ni en la forma recordaban las amables conversaciones con el Visitador Mons. Séneca y la coincidencia de ideas. Aquí no faltaban siquiera amenazas de suspensión de oficio y otras penas al arbitrio de la Congregación de la Visita, contra el P. General, si no cumplía en el límite de tiempo prefijado lo que mandaban los decretos. Y sin esperar serenarse del todo, en el reverso de la carta que le había mandado el P. Graziani pergeñó la respuesta a cada uno de los puntos del Decreto de visita.

Los diez primeros se referían a la iglesia y sus capillas, altares, reliquias, sepulturas, etc., y que no comentamos por su escasa importancia. Los siete restantes tratan de problemas de la Orden y son los que más debieron afectar al Fundador. Lo sorprendente para nosotros es el constatar que no-aluden en manera alguna a los temas propuestos por los memoriales de Ottonelli y Casani, que el redactor de las actas y decretos, Mons. Ricciulli, orilló totalmente. Se valió, sin embargo, al menos del informé-sumario de Calasanz, pero no parece tuviera en cuenta su memorial con los cinco puntos de posible relajación futura, aunque trata el tema de los tres últimos en otro tono. Nada dice de la pobreza, aludida por Calasanz, Casani, Ottonelli y Séneca, como uno de los puntos fundamentales de las exigencias. Además de lo dicho, hay que poner de relieve que algunas de las cuestiones apuntadas estaban ya resueltas o en vías de solución. El secretario no tuvo la delicadeza o prudencia de constatar si la situación de 1625, cuando se hizo la visita, era la misma en 1628, cuando llegaban los decretos bastante desfasados.

Indudablemente, para redactar las actas, el nuevo secretario, Mons, Ricciulli, se sirvió de una minuta en que los Visitadores anotaron las cuestiones referentes a la iglesia y los siete puntos de quejas o acusaciones presentadas de palabra por los religiosos al ser interrogados.[Notas 5] Y para componer el decreto de 17 puntos no hizo más que atenerse a lo que había escrito antes en el acta, sin ulteriores aclaraciones o compulsaciones sobre el estado actual de las cosas. He aquí los siete últimos puntos del decreto de visita, en síntesis:

1.-Los maestros que enseñen gramática y humanidades debed haber estudiado antes al menos la retórica, y para los niños más rudos póngase a gente adecuada, al menos con un año de profesión.

2.-Dentro de dos meses provéase de un maestro para la formación de los maestros destinados a enseñar.

3.-No se admita a quienes no tengan dotes para enseñar, y que no sean tan numerosos que no puedan mantenerse en esa casa.

4.-Atiendan con gran esmero a la enseñanza de los pobres más que a estudios superiores, ajenos al Instituto.

5.-Ni se acepten fuera de Roma nuevas fundaciones e iglesias sin expresa licencia del papa o de la Sda. Congregación.

6.-No se rechace a los párvulos por causa de su tierna edad, y trátese a los enfermos de modo que no les falte nada.

7.-Dentro de quince días explique el General por qué en los ocho años de su gobierno no ha convocado ninguna Congregación General o particular y presente una nota con las personas más idóneas para gobernar la Orden.[Notas 6]

El esbozo literal de la respuesta de Calasanz fue éste: 'Al 11: Los maestros que enseñen humanidades y retórica habrán estudiado todos humanidades antes de enseñarla. Al 12: Ya se ha provisto de un Padre que enseñe a los que deben ser maestros Al 13: No se admitirá a nadie sino conforme a las Constituciones aprobadas. Al 14: Los Padres de las Escuelas Pías no enseñan ciencias mayores pues sería contra su instituto. Al 15: El General ha suplicado al papa un decreto para que en dos años no se pueda fundar en parte alguna, y lo ha hecho para que en este tiempo pueda preparar sujetos aptos. Al 16: Los niños pobres se reciben a los 6 ó 7 años para los primeros, rudimentos, y no antes, pues son incapaces de aprender y estorban a los demás. En cuanto a los enfermos no les falta nada de Io prescrito por el médico, como tampoco el servicio y la asistencia necesaria. Al 17: En cuanto a la Congregación General, se tuvo el año sexto de la Orden, que fue en 1627, según Constituciones aprobadas en 1622, y así se ve que no ha sido bien informada la Sda. Congregación de la reforma en este particular. El P. General no ha tenido nunca un secretario laico .[Notas 7]

La coletilla final del n. 17, acusando la falta de buena información, revela el estado de ánimo del Fundador, con ribetes de indignación rayana en insolencia, al ver en qué había ido, a parar la visita después de€ tres años de esperanza en que aportara algo positivo. Aun sin coletilla, constata también la falta de información en los nn. 16, 15, 14 y 12, pues ya se hace lo que se pide.

El hecho de que al menos esos cinco puntos ya habían sido remediados en 1628 hizo sospechar a Sántha que los PP. basilios, antes de devolver el decreto equivocadamente recibido, se lo hicieron ver a Calasanz, quien en cuanto pudo empezó a tomar medidas adecuadas, antes de que le llegaran los avisos.[Notas 8] La hipótesis nos parece descabellada, no sólo porque hubiera sido una jugada desleal tanto de los basilios como de Calasanz sino porque sería inexplicable que si a mediados de junio de 1626 ya estaba enterado Calasanz del contenido del decreto, ¿cómo dejó pasar un año antes de tomar las dos mayores decisiones referentes a las fundaciones y a la convocatoria de Congregaciones?

Las cosas procedieron sin triquiñuelas, con más normalidad y legalidad. Calasanz explica que la primera Congregación General se tuvo en 1627 , al cumplirse el primer sexenio de la existencia de la Congregación (1621-1627), según Constituciones, para asuntos ordinarios,[Notas 9] y que el año 1630 se intimaría la segunda para elegir al P. General, al terminar el noveno de su nombramiento (1622-1631). Y en cuanto a nuevas fundaciones, él mismo ya propuso la cuestión como peligrosa en su memorial de los cinco puntos y Mons. Séneca le ordenó de viva voz que no aceptara nuevas fundaciones sin licencia de los Visitadores. No obstante, para más obligarse y aun defenderse de futuras peticiones, elevó una súplica a Urbano VIII para que 'Su Santidad se dignase ordenar al Ministro General de dichas Escuelas Pías que por espacio de dos años no aceptara fundación alguna a fin de que en este tiempo se prepararan sujetos aptos y profesos para ejercer dicha obra'. El papa remitió la súplica a la Congregación de Religiosos, que no hizo más que concederla casi con las mismas palabras.[Notas 10]

No quedaba, sin embargo, muy satisfecho el P. General de las limitaciones que ponían a los maestros para enseñar, o del número de novicios que admitir, o de la interpretación dada a la dedicación a los párvulos, etc. Y antes de redactar la respuesta definitiva, pensó prudentemente pedir aclaraciones al Secretario, que era a la vez Vicegerente de Roma, y después de la entrevista escribió en latín al pie del folio de los decretos: 'El Rmo. Sr. Vicegerente, al proponerle la dificultad que había para observar algunos de estos decretos, me dijo que no eran preceptos, sino sólo amonestaciones'.[Notas 11] Quizá, por este motivo, no llegó a redactar la respuesta esbozada, en la que había al final una nota con la lista de los que el P. General consideraba aptos para el gobierno y eran Pedro Casani, Francisco Castelli, Jacobo Graziani, Pelegrino Tencani, Domingo Pizzardo, Francisco Baldi, Esteban Busdraghi, Octavio Zacarías Bianchi, Antonio M. Vitali, Arcángel Galletti.[Notas 12] Y cerraba la lista con esta frase: “En cuanto a la nota de los que son aptos para el gobierno de la Religión, responde el General que son más aptos e idóneos que él mismo”.[Notas 13] Hay humildad en la respuesta, pero a la vez se percibe cierto deje de disgusto, intuyendo que se duda de que haya gente apta para gobernar.[Notas 14]

De todo lo dicho se desprende que la Visita Apostólica quedó casi en agua de borrajas. De haber seguido Mons. Séneca, probablemente se hubiera conseguido el breve de confirmación y afianzamiento de los puntos esenciales en los que concordaban, al menos, Séneca, Calasanz y Casani. Y hubiera sido algo positivo. Los que redactaron las actas y los decretos tomaron las cosas fríamente, sin comprender los problemas, ni, dar soluciones aceptables, además del tono amenazante y desagradable y la aclaración final de que eran sólo avisos o consejos. Quizá, a pesar de todo, lo más positivo fue cerciorarse de los problemas serios y fundamentales que tenía planteados la Orden y que exigían atención constante, ya que no era fácil encontrar soluciones definitivas.

Los problemas de la visita repercutieron, sin duda, en el ambiente comunitario de San Pantaleón, y concretamente los decretos debieron saberse. Y como las amenazas y quejas iban contra el P. General, cuenta Berro que un día, ya al término de la visita, dijo el Santo Viejo en pública conferencia espiritual: 'Si el papa, conociendo mis faltas con esta visita, me mandaría a galeras en penitencia, lo tendría por gracia especial de Dios N. Señor y me sentiría feliz de padecer en esta vida lo que debiera sufrir en la otra'.[Notas 15]

Pero no hubo para tanto.

Notas

  1. Cf. HierCath, IV, 82.
  2. La Visita de los 335 lugares de Roma consta de tres volúmenes con 1.155 páginas. En el primer vol. escribió el nuevo secretario Ricciulli que su antecesor Mancini sólo compuso 29 Actas y otras 40 se deben a Alejandro Bosco y las demás fueron compuestas -Actas y Decrelos-por Ricciulli, hasta el final de la Visita(12 de mayo de 1632). Las Actas y Decretos reférentes a San Pantaleón están en el vol. II (Arch. Sec. Vat., Arm. VII, 112), por duplicado, como veremos. Fueron, pues, escritos por Ricciulli, y de hecho están firmados pór éL 'Antonius ep. olim Bellicastrensis, nunc vero Umbriaticensis, Secretarius' (Cf. G. SÁNTHA, o.c., p.201, n.4, al final).
  3. Cf, G. SÁNTHA, o.c.,,p.199, n.37. A este monasterio se refiere Calasanz en carta del 6 de octubre de 1626: 'daró le lettere [de Frascati] al Pre Abbat a S. Pantaleo de Monti' (c.535).
  4. Esto explica la doble redacción de las Actas o Decretos en el vol. II, f.14-16 y f. 114-116. Cf. n.42 anterior. En la copia de los Decretos, entregada al P. Graziani (cf. original en RegCal 12,41***) escribió el notario: 'Fuerunt per me intimata supradicta Decreta cum dimissione copiae collatae in manibus R. P. Jacobi a S. Paulo, die 10 mensis Sept. 1628' (cf. G. SÁNTHA o.c., p.200, n.40). El P. Graziani, en folio aparte, escribió al Fundador: 'Adesso è venuto un Notaro della Visita, il quale ha presentato questi decreti a nome della S. Congregatione et ha voluto una ricevuta di mia mano; pero li rimetto a V. P. M. R. afinchè veda quanto si ha da fare et le fo humile riverenza, ecc. Di casa di S. Pantaleo alli X 7bre 1628' (EGC 11, p.343-344).
  5. Si hubiera habido otros memoriales de quejas, estarían junto a los conservados.
  6. Cf. PosCas, p,523-524; G. SÁNTHA, o.c., p.200-201
  7. Cf. G. SÁNTHA, o.c., p.201-202.
  8. Ib., p.190-191. Vilá admite también la hipótesis (cf. PosCas, p.490).
  9. Cf. CC n.236.
  10. Cf. súplica y concesión en G. SÁNTHA, o.c., p.199, n.38.
  11. Ib., p.202 n.42; EGC II, p.344: ' non essp praecepta sed tantum admonitiones.
  12. Tanto Picanyol (cf. EGC II, p.344) como Sántha (o.c. p.192) y Vilá (PosCas, p.491) leen Esteban Cherubini en vez de Busdraghi. La nota original dice Stephanum a Regina Angelorum, que era Busdraghi, mientras Cherubini era Stephanus ab Angelis (cf. RegCal l2,41***).
  13. Cf. EGC II, p.344. Ni la petición ni la respuesta parecen referirse exclusivamente a la aptitud para ser General, sino simplemente para ser Superiores.
  14. En las Actas, que Calasanz ni leyó, se decía: 'Abundant laicis et personis ad gubernandum ineptis> (cf. G. SÁNtHA, o.c., p.169).
  15. BERRO I, p.142.