GinerMaestro/Cap20/10

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20.10. El lamentable caso del P. Cherubini

No sabemos si se hicieron nuevas indagaciones o procesos sobre la presunta culpabilidad del P. Alacchi, como se convino en el Capítulo de 1627.Todo hace suponer que 'el caso' quedó prácticamente sobreseído y que la actitud futura del Fundador fue cambiando lentamente hasta borrarse las sospechas de lo que en consecuencia debería haberse reconocido como calumnias.

No ocurrió lo mismo con el P. Esteban Cherubini, cuyo 'caso' y consiguiente proceso siguió cronológicamente al del P. Alacchi en los últimos años del Generalato temporal del Fundador. El fatal protagonismo que consiguió Cherubini en los momentos más dramáticos de la vida de Calasanz-y de su Orden fue la causa de que se aireara, convertido en escándalo público, lo que a duras penas se había conseguido mantener en un relativo secreto. Fue un caso lamentable, pero continúa siendo una página obligada de esta historia.

Esteban Cherubini vistió la sotana escolapia, a sus 17 años, en 1617, el mismo año que el Fundador. Su padre, Laercio, fue famoso jurisconsulto y Auditor de la Curia Romana, y en 1586 había publicado el llamado ‘Bullarium Magnum Cherubinorurm’, cuya segunda edición salió precisamente en 1617. Otros dos hijos suyos contribuyeron en divulgar la obra del padre: Flavio publicó en 1623 un ‘Compendium Bullarii’, y Ángel María, monje de Montecasino, ayudó a preparar la tercera edición del Bularió, que salió en los años 1634-1644, habiendo muerto el padre en 1626. Por su parte, Laercio Cherubini, aunque nacido en Nursia, era ciudadano de Frascati, y en calidad de tal intervino en la fundación de las Escuelas Pías en esta ciudad, manteniendo hasta su muerte una profunda amistad con el Santo Fundador.[Notas 1] Estas breves noticias preliminares pueden hacernos comprender, por una parte, la estima especial que manifestó siempre Calasanz por el P. Esteban Cherubini, y por otra, el peso enorme que tuvo en el drama del escándalo la fama de los Cherubini en la Curia Romana.

Esteban de los Ángeles, como se llamó en Religión,[Notas 2] hizo sus votos solemnes en 1624 y se ordenó de sacerdote en 1626. Tenía dotes excelentes de administrador y de lo que hoy llamamos 'relaciones públicas', consciente de lo que significaba su apellido en ambientes oficiales, con la consiguiente ambición de mando y de protagonismo. Quizá su vocación más acertada hubiera sido la carrera eclesiástica en la Curia Romana, no sólo por las posibilidades de medrar gracias a sus dotes personales y al lustre de su apellido y familia, sino también por su carácter ampuloso, sus modales refinados, su ambición de honores, títulos y distinciones, su tendencia a una vida regalada y sin excesivas exigencias ascéticas, todo lo cual pugnaba abiertamente con las estrecheces, rigores y miseria de la vida regular escolapia de entonces.

Poco después de ordenarse de sacerdote fue nombrado rector de Narni, a sus 26 años. En el año y medio que allí estuvo desempeñó el cargo con relativa normalidad, a juzgar por las 64 cartas que le escribió el Fundador, en las que no faltan quejas de la poca observancia de algunos, no urgida por el rector debidamente, como aquella curiosa que dice: 'Haga que pongan con letras grandes en la puerta de la habitación del P. Ciriaco estas palabras: ‘Ciriace piger ad quid venisti?’ (Ciriaco, perezoso, ¿a qué viniste a la religión?). Y lo mismo en la puerta de los Hermanos Esteban, Domingo y Arcángel, para que sea un testimonio grave ante el tribunal de Dios'.[Notas 3] Y en otra ocasión le advierte: “Hay ahí algunos que tienen mucho más cuidado del cuerpo que del espíritu; procure que no le induzcan a ser liberal en las cosas de comer y beber, sino que procédase en esto muy cautamente, pues las cosas pequeñas superfluas o el afecto a ellas oscurece el entendimiento y hace perder el saber hacer oración mental, y el religioso que no sabe hacer oración mental es como un cuerpo sin alma y poco a poco viene a dar mal olor de sí mismo desobedeciendo o teniendo en poco la transgresión de las cosas pequeñas y luego de las grandes”[Notas 4]

Hay, además, una carta muy interesante del 22 de mayo de 1627 en que el Fundador enumera en nueve puntos las faltas principales de observancia regular, resumiendo la conversación que ha tenido con algunos llegados de Narni. Entre las faltas comunes lamenta la de silencio en casa; el descuido en darse las disciplinas de regla y tener e capítulo de culpas y las conferencias dominicales; el dejar sistemáticamente dos veces por semana uno de los actos de oración para dedicar el tiempo a hacer la colada; además, suelen faltar algunos a la oración 'entre los cuales el rector, que algunas veces está hablando entonces con algún seglar a la puerta y sería de gran ejemplo a los seglares si se les despidiera diciéndoles que es la hora de la oración, y el rector debe ser el primero en ella, en la que me dicen que no está con la quietud y devoción que debiera'. Todavía añade dos quejas contra el rector, son: “que lleva una sotana más larga por detrás que por delante a modo de cola, que escandaliza a muchos”; “que no se canta en el coro según el tono de los capuchinos, sino que algunas veces se usa el fabordón y el rector suele cantar al órgano con voz de falsete, lo cual es escandaloso, no sólo porque llega con la voz, sino también porque los nuestros deben cantar según el tono de los capuchinos”.[Notas 5]

En noviembre de 1627, el P. Cherubini fue destinado a Nápoles, al colegio de la Duquesca, donde residía el Provincial, P. Casani, para que le ayudara en cuestiones de administración y organización de la casa, en las que no era muy hábil el P. Provincial y sí el P. Cherubini. En mayo de 1628 actúa ya como rector (Ministro), y así le llama el P. General, aunque sólo a primeros de agosto le mandó la patente.[Notas 6] En los dos primeros años de su permanencia en Nápoles dio pruebas evidentes de sus dotes, ganándose cada vez más-la confianza del P. General, que abiertamente recurre a sus servicios como brazo derecho y activo del P. Provincial Casani, de cuya pasividad e indolencia se lamenta algunas veces,[Notas 7] aun reconociéndole como un hombre de Dios.[Notas 8] Todo ello dio a Cherubini importancia y renombre, así como aprecio y estima de aquel numeroso grupo de seglares, llamados ‘complateari’, que eran como los bienhechores y protectores de las Escuelas Pías de Nápoles.

Todo iba moderadamente bien y normal cuando, de improviso, surgió el escándalo en el otoño de 1629. Pero no deja de ser sorprendente que un año antes, sin motivo concreto, casi como un presentimiento o una pesadilla, escribiera el Santo Fundador al Provincial Casani esta carta:

'Hace ya dos o tres meses que me ha venido una duda y ha ido creciendo mucho hasta ahora, y es que el enemigo no se ingenie en perturbar ahí nuestro Instituto en varias maneras, pero a mí sólo me da fastidio el ‘vicio pésimo’, pues él solo es suficiente para arruinar nuestro Instituto, mientras que a los demás defectos siempre se puede dar satisfacción y remedio. Por tanto, si V. R. no lo ha declarado caso reservado, con la presente declárelo reservado a V. Y exhorte a todos, no sólo a preservarse a sí mismos de tal peste, sino también procuren perseguirlo con toda diligencia apenas tengan alguna sospecha, de modo que se conserve el Instituto con toda pureza. Por lo cual, digo en verdad que si descubro algo obraré en consecuencia a lo que merece tan gravísima culpa. Quiera el Señor que esta duda o sospecha mía se desvanezca y nos dé siempre su santísima gracia. De Roma a 9 de septiembre de 1628.[Notas 9]

Por desgracia no fue así. Y lo que sospechaba ocurrió. En otoño de 1629 se enteró el P. Casani de ciertos actos pecaminosos del P. Cherubini con alguno o algunos muchachos. Informó en seguida al P. General y éste escribió directamente al interesado. Tiempo le faltó, al verse descubierto, para presentarse indignado ante el P. Provincial, acusándole de haberle calumniado. El 9 de noviembre escribía Casani al P. General una larga carta, por la que sabemos las primeras escenas de este largo y deplorable drama. Decía:

'Apenas hubo recibido y leído las cartas de V. P. el amigo vino a mí, rápido y enfurecido, echando venablos, y me preguntó de sopetón si yo había escrito a V. P. sobre aquel asunto. Me pareció conveniente encubrir la verdad, pues todo lo referente al caso-lo sé por el Sr. Salvador,[Notas 10] el cual ni quiere ni conviene que sea descubierto; además, tampoco el sacerdote, de quien ha sacado todo esto el Sr. Salvador, quiere ser descubierto; y también porque yo sé las condiciones de esta persona, la cual se dejaría descuartizar antes que confesar la verdad. Luego empezó a despotricar que quería hacer y quería decir y escribir a su hermano Flavio y ordenarle que aclarase la verdad de quién le calumnia. Yo qué sé; ni podemos ni conviene que verifiquemos estas torpezas, aun cuando fueran verdaderas y ciertas, le dije para calmarle, y al fin concluyó que, como yo conocta su inocencia, debía esforzarme con V. P. para disculparle y exageró con muchas palabras y con semblante muy contrito, que no podía, darse tal cosa. Prometí escribir a V. P. de buena tinta, pero que él se comportara de modo que no pudieran formar de él tales sospechas'. Y más adelante añadía: “Estamos obligados en conciencia a conservar su honor, dado que el hecho no se ha propalado, más todavía, siendo incierto y él puede negarlo a cara descubierta, como lo niega”.[Notas 11]

La solución que proponía Calasanz era sacarle cuanto antes de Nápoles, aprovechando la ocasión de las próximas bodas en Roma de su hermano Alejandro, antes de que se echara encima el invierno con las lluvias y el mal tiempo, que hicieran más dificultosos los caminos.

Al día siguiente a la fecha de esta carta de Casani escribía también Cherubini al General, expresando su 'grandísimo disgusto, y tal que me ha traspasado el corazón', por la acusación de que le hacía reo en su carta, protestando que “no era más que una mera murmuración sin fundamento alguno, como yo -decía-haré ver cuando quiera”. Pero a Ia vez, añadía: “le ruego por las entrañas de Jesucristo y por toda la sangre que derramó en la Cruz por la salud de las almas, y especialmente por la suya y por la mía, que tenga consideración por el honor de la Religión y por el mío que es el mismo, dado que soy uno de los ministros principales de ella, siendo Superior de una casa tan principal en Nápoles, me hará el favor de no tratar de esto con nadie; para que no se me quite la reputación junto con la de la Religión”.[Notas 12] Dos semanas más tarde volvía a escribir Cherubini al General, insistiendo en las mismas ideas y rogándole una vez más que le diera el nombre del acusador, sospechando precisamente del sacerdote de quien había provenido el primer rumor, según afirmó Casani.[Notas 13]

El atribulado Fundador le escribió el primero de diciembre, asegurándole su buena voluntad con estas palabras:

'No hay nadie en el mundo que desee más que yo que se desvanezca y no se hable más de este rumor, pues me interesa el honor de la religión y de las personas particulares de ella más que el de ningún otro y vea lo que lo sentiría si ocurriera algo semejante. La malicia de los hombres es grande y hemos de estar siempre precavidos para que todas nuestras cosas vayan muy justificadas, pues muchas veces se ven falsas imputaciones que luego no se pueden aclarar, pero mientras tanto no dejan de dar pena a quien las sufre, y en este particular yo sería el primero en sentirlo profundamente. Quiera el Señor que todo se desvanezca, como deseo y pido a S. D. M.'.[Notas 14]

En los meses siguientes quedó el asunto en aceptable silencio. Pero Casani y Calasanz mantenían el deseo de sacar de Nápoles a Cherubini, quien hizo lo imposible para no salir, creyendo quizá que su salida fuera interpretada como confesión tácita de su culpa o que sólo con su presencia podría mantenerse el secreto. A la vez convenció a los ‘complateari’ que no había nadie digno de sucederle como rector de la Duquesca. Sin embargo, se le notaba demasiado nervioso y como obsesionado de que todos lo sabían y hablaban de ello, viendo sospechosos por todas partes.[Notas 15] A este estado de tensión se añadían otras faltas de observancia del propio rector, como faltar con frecuencia a la oración común, hacerse servir en el comedor comida distinta de la de los demás, permitir excesiva intromisión a los seglares, etc., de lo que se lamentaba el General en sus cartas.[Notas 16]

Finalmente, por sugerencia del P. Provincial[Notas 17] se llegó a la solución, tan socorrida en ambientes eclesiásticos: ‘promoveatur ut amoveatur’ (ascenderle para cesarle), y se le nombró Visitador General de los colegios de la Provincia Romana (Nursia, Narni, Moricone, Poli y Frascati), tarea que podía realizar sin prisas hasta empezar el verano. Volvería a Roma, y en otoño ya se pensaría qué hacer. Todo ello se lo proponía el General en carta del 4 de enero de 1631, lamentándose de que hubiera surgido de nuevo cierta perturbación e inquietud en su comunidad, probablemente relacionada con el escándalo.[Notas 18] No obstante, aún demoró su salida alguna semana más.

Notas

  1. Cf. EHI, p.627, n.1; también cap 15, n. 163 de nuestra obra
  2. A falta de un estudio reposado y crítico de este personaje, véase: EHI, p.629-633, n.1; DENES, II, ‘Cherubini Stefano’, p.180-181 (C. VILÁ); M. A, ASIAIN, ‘Calasanz y sus hijos’. II. ‘Dos polos en la vida del fundador’; AnCal 39 (1978) 236-274
  3. C.570.
  4. C.664.
  5. C.621.
  6. C.727,843,911; EHI, p.630.
  7. Véanse algunas quejas en cartas a Cherubini: 'scrivo al P. Provinciale che è necessario mostrar in fatti esser superiore e far ritornar alla strada chi ne va fuori'; (c.797) 'mi pare che il P. Provinciale se ne mostri molto alieno et anco inabile, peró V. R. procurerâ di supplire in quello che bisognerâ havendo il detto P. Provinciale l’autorita doverebbe farsi portar da tutti quel rispetto che si deve massime dalli giovani che intendo non sono troppo obedienti al detto Padre'; (c.819) 'Poichè il P. Provinciale non si sa intromettere nellt cose necessarie al sostento della casa, V. R. veda di supliré con altri mezzi'; (c.825); 'mi pare che il P. Provinciale si scarrica d'ogni fattica et per conseguenza d’ogni merito Et se V. R. potrâ suplire in molte cose che manca il P. Provinciale haverà il suo merito'. (c.866)
  8. 'le scriveró al P. Provinciale che come buon servo di Dio concorrerà subito in questo volere'. (c.1147) La actitud del Santo respecto a la incapacidad de Casani y a la habilidad de Cherubini ha sido duramente criticada por C. Vilá (cf. PosCas, p.570-578, 602-651), que presenta a Casani como víctima de las intrigas y acusaciones de Cherubíní y del centralismo despótico de Calasanz. Creemos que es un juicio no sólo equivocado, sino injusto (cf. ‘Juicio histórico-crttico ’, p.101-113, 214-221). La impresión de excesivo protagonismo de Cherubini respecto a Cásani depende en gran parte de que el primero conservó unas 200 cartas originales de las que el Fundador le escribió a Nápoles en este período, mientras que Casani sólo conservó dos y de otras 12 sólo quedan algunos párrafos reseñados, todas ellas editadas en EGC. Pero en las cartas a Cherubini y a otros se alude con mucha frecuencia a las que escribía el Fundador al propio Casani, como Provincial de Nápoles, y que debieron de ser muchísimas.
  9. c.942*.
  10. Salvador Cesario era el padre del Hº. Carlos de Sto. Domingo y vivía como huésped en la casa de la Duquesca, no sin protestas porque ni el General ni Cherubini se atenían a sus deseos y andaba además perseguido por la justicia (cf. c.1226, 1231, 1237, 1267).
  11. EHI, p.540-541.
  12. Ib., p.634-636. Cherubini, tan solícito en conservar las cartas recibidas del Fundador a centenares, no conservó, sin embargo, ésta, tan importante, en que le acusaba, y a la que alude en la presente.
  13. 'Questa diceria et impostura io giudico che non sia altro se non quello che il nostro P. Provinciale ha di giá scritto alla P. V. di quel Prete secolare desdegnato meco per non haverli io voluto imprestare venti ducati, come potró provare ogni volta che vorrà' (EHI, p.638). No es verosímil que por dicha razón se vengara el sacerdote con tan gravtsima ‘calumnia’; es verostmil, no obstante, que se vengara 'revelando lo que sabía de Cherubini, y que en ningún texto conservado se nos dice concretamente en qué consistió.
  14. c.1267.
  15. El 16 de noviembre de 1630 escribía al General un Padre de Nápoles: 'Solleciti la P. sua per carità questo negotio (la salida de Cherubini), che altrinenti non so come potrà durare la virtù con febre tanto continua, sa di che parlo. Non posso hormai parlare più con niuno di casa o di fuora che non dimostri esteriormente di sospettare che non parli di lui (Cherubini) e si serve delli stessi secolari per scoprire paese, assalito da mille sospetti' (EHI, p.525)
  16. Cf., c.1537 (30 de noviembre de 1630, 1542(7 de diciembre de 1630); EHI (16 de noviembre de 1630), p.524-525
  17. Cf. c.1549 (28 de diciembre de 1630).
  18. Cf. c.1556.