GinerMaestro/Cap25/01

De WikiPía
Saltar a: navegación, buscar

Cap25
Tema anterior

GinerMaestro/Cap25/01
Índice

Cap25/02
Siguiente tema


Aviso OCR

Este texto ha sido obtenido por un proceso automático mediante un software OCR. Puede contener errores.

25.01. Despedida del P. Visitador

Aún no se habían extinguido los ecos del tumultuoso encuentro del grupo de escolapios con el papa la tarde del día de Reyes, cuando hubo otro revuelo en San Pantaleón a principios de febrero. En los salones del Vaticano había levantado su voz el Hº. Lucas Anfosso, casi Con desesperación, diciendo al papa: 'Hace ya tres años que estamos angustiados por los Superiores que han gobernado hasta ahora la Religión, y no se puede ya más'.[Notas 1] Y entre los insoportables superiores, el más inmediato era el rector de San Pantaleón, P. Fernando Gemmellaro, causante de los anteriores tumultos por no atender a las necesidades, ya de por sí precarias, de su comunidad, que esperaba la ocasión para librarse de su yugo. Y la ocasión llegó.

Al renovar los 'decretos clementinos' mediante la promulgación del breve sobre Regulares apóstatas y expulsos (21 de septiembre de 1624), Urbano VIII prescribía que tales decretos y breve 'fueran leídos al menos dos veces al año en público comedor' en todas las casas de religiosos, amenazando con la privación inmediata de su oficio a los superiores que no cumplieran cualquiera de las disposiciones de dichos decretos.[Notas 2] Habiendo constatado, pués, que durante todo el año el P. Rector no se había preocupado de que se leyeran tales decretos, según lo mandado, le negaron la obediencia, considerándolo como depuesto ‘ipso facto, y reconocieron como legítimo superior local al‘P. Francisco Baldi, el más antiguo en profesión, ateniéndose a la norma común, hasta que los superiores competentes proveyeran. Para mayor garantía de legalidad, comunicaron los hechos al cardenal vicario, Marzio Ginetti.[Notas 3]

Esta aparente arbitrariedad excitó los ánimos del P. Pietrasanta, ya revueltos por el conflicto del mes anterior, que provocó la protesta pública ante el papa, y con fecha del 9 de febrero escribió una carta abierta a la comunidad de San Pantaleón, que sabe a amarga despedida del P. Visitador apostólico. Se explica que los últimos acontecimientos alteraran sus nervios y se dejara llevar inmoderadamente por la indignación. Pero es lamentable que en esta su última carta pública a las Escuelas Pías se olvidara casi por completo de las magníficas cosas que dijo en su segunda Relación a la Comisión cardenalicia, para la sesión del 18 de julio de 1645, y volviera a evocar acusaciones propias y ajenas de su Primera Relación, su autodefensa y del ‘Documento Siniestro’. He aquí en síntesis las quejas del Visitador:

1. Por no haber hecho leer la consabida Bula el P. Rector, han elegido a otro, sin recurrir a tribunales superiores, como el P. Visitador, la Comisión Cardenalicia o el P. Cherubini;

2. siguen poniendo en duda la validez del breve de nombramiento de este último;

3. les reprocha de nuevo la acusación de desobedientes, tal como venía formulada en el ‘Documento Siniestro’, aplicada a toda la Orden, repitiendo el juicio calumnioso del Card. Barberini: 'que su Religión creció desobedeciendo a la Santa Sede Apostólica', añadiendo: 'se adujeron los casos ocurridos, que son unos cuantos y algunos con bastante fundamento aparente. Si fue o no fue así, suspendo el juicio…'.[Notas 4]

4. Como experiencia personal aduce la actitud rebelde o desobediente de las casas de Pisa, Cáller, Génova y Chieti;

5. confiesa que Dios y su conciencia son testimonios de que ha procurado el bien de la Orden todo lo que ha podido, y si no ha hecho más es porque no gozaba de plena libertad, teniendo por encima una Comisión de cardenales a quienes competía deliberar y resolver.

6. Y concluía así: 'Termino recordándoles que en la Religión ‘obedientia sola virtus est’ (la obediencia es la única virtud), y faltando ésta, sobre todo respecto a la Sede Apostólica, es necesario que falten y se disuelvan las mismas Religiones. Dios N. S. conserve la suya y les conceda el bien que yo les deseo'.[Notas 5]

Aunque esta carta iba dirigida a la comunidad de San Pantaleón, fue mandada a otras casas, causando la consiguiente indignación, que respira Berro, calificándola de 'infame' al escribir al P. General, lamentando 'esta tiranía en que nos encontramos' y esperando que 'la haga responder para gloria de Dios'.[Notas 6] Y efectivamente, los Padres de la comunidad respondieron el 16 de febrero a la carta de Pietrasanta, dividiéndola en diez puntos, que acomodamos a los seis del resumen anterior:

1º En cuanto al hecho, aclaran que no han elegido nuevo Rector, sino simplemente han seguido la costumbre -que el Visitador debería conocer después de tres años en el cargo- de obedecer al sacerdote más antiguo en profesión cuando no hay rector, hasta que los Superiores Mayores provean. No le recordaron que no era éste el primer caso, sino que otras veces había habido idénticos problemas por no haberse leído los Decretos Clementinos, como ocurrió en Nikolsburg en 1634 y en San Pantaleón en 1639; y durante la Visita de Pietrasanta, en Bisignano en 1644 y en Campi en 1645.[Notas 7] Por otra parte, notificaron el hecho al cardenal vicario.

2º. Vuelven a insistir en que se publique el supuesto decreto de la Comisión Cardenalicia del 11 de noviembre de 1643, con que se nombraba Superior General al P. Cherubini, pues sólo consta que hubo un billete o carta de Mons. Albizzi a Pietrasanta. Y ésa era la verdad. Tampoco se había publicado aún el Breve de nombramiento, al que se puso la falsa fecha del 11 de noviembre de 1643. Lamentan, además, que el Visitador no se haya esmerado en descubrir la vida y milagros de Cherubini, a pesar de tantos requerimientos de la Orden. Acusan también por dos veces al Visitador de 'superabundancia de afecto hacia el P. Esteban', así como a Mons. Albizzi de favorecerle tanto, movido 'por algún fin desconocido para nosotros' (aunque ya expresamente denunciado al Cardenal Roma por el P. Baldi: cierta especie de soborno por dinero).[Notas 8]

3º. Respecto al concepto que se tenía en Palacio de que la Orden había crecido en la desobediencia a la Santa Sede, dada la gravedad de la acusación, era obligación del Visitador haber puesto en claro las cosas y no permitir que se mantuviera este concepto sin escuchar las explicaciones de la Orden misma en propia defensa. Pero no lo hizo.

4º. En cuanto a los casos concretos de Pisa, Cáller, Génova y Chieti, cada una de ellas sabrá responder debidamente.[Notas 9]

5º. Agradecen su buena voluntad, pero lamentan que no se haya fiado de tantos religiosos, dignos de crédito, y haya favorecido tanto al P. Cherubini, con consecuencias fatales para la Orden. Por otra parte, ante la excusa de su falta de libertad frente a la Comisión deliberante, sólo le acusan de no haberla acelerado más, dejando que pasaran tantos meses entre las sesiones.

6º. Respecto a la acusación de desobediencia en general, responden que no es tal el recurso de la autoridad inferior a la superior. Y así se ha hecho muchas veces con memoriales dirigidos al papa. La última vez el día de Reyes. Los cardenales de la Comisión quizá tengan que tacharnos -dicen- de molestos e importunos por las muchas veces que a ellos hemos recurrido. Lamentan de nuevo la parcialidad del Visitador en favorecer a Cherubini, así como su drástica manera de proceder recurriendo últimamente a excomuniones y toda suerte de penas espirituales y temporales, no excluida la cárcel ni la galera. 'Este modo de proceder -dicen- no creemos que sea costumbre en su Orden'.

Dado que volverá a aparecer en seguida el tema de los jesuitas y su relación con este drama de las Escuelas Pías, es interesante leer lo que al respecto se dice en esta carta. Aunque no dudan que haya alguno que otro de ellos que les tenga poco afecto, 'no obstante -dicen-, creemos que generalmente se nos tiene. Ni damos oído a quienes aseguran que su Religión intenta por política destruir la nuestra, antes bien, creemos que se alegran de que crezca el número de los obreros que trabajan en la-viña del Señor. Y por tener nosotros este concepto de la integridad y rectitud de la Compañía, no hemos querido nunca dar fe a algunos de Vdes. que dijeron a los nuestros que no cabía esperar de V. P. arreglo alguno, sino que se podía más bien temer algún daño notable o la ruina'.[Notas 10]

Para acabar, suena a franqueza y a ironía a la vez esta especie de colofón de toda la larga respuesta al P. Visitador: 'Finalmente, no hemos de ser acusados de independencia y de no total subordinación al Vicario de Cristo, antes bien admirados y alabados por la paciencia tenida durante tres años en que no hemos gozado de ningún efecto bueno de la Visita Apostólica'.[Notas 11]

Era la última vez que se cruzaban palabras en público entre el P. Pietrasanta y los escolapios, con toda la dureza de la autodefensa y del ataque. Las grandes esperanzas que habían puesto en el Visitador tantos escolapios en un principio, se fueron derrumbando poco a poco, y aún falta oír las quejas moderadas del Santo Fundador. Con todo, creemos que la historia ha sido excesivamente dura en juzgarle, atribuyéndole más culpabilidad y malicia de la que tuvo. Sin negar sus desaciertos, sus acciones y reacciones precipitadas o irreflexivas, quizá su culpa principal fue la que denunciaban los Padres de San Pantaleón en su última carta: no haberse esforzado por hacer cambiar el mal concepto que se habían formado de las Escuelas Pías en la Curia Romana, desde Mons. Albizzi hasta los dos papas, Urbano vlII e Inocencio X, indagando y descubriendo la verdad y la mentira. En cierto modo, también Pietrasanta fue víctima más o menos inconsciente de Mario y Cherubini, a quienes creyó y favoreció con 'superabundancia', y su deseo de salvar la Orden chocó contra las decisiones de la Comisión, cuyos hilos manejó con sutileza y diplomacia el omnipotente Mons. Albizzi.

Notas

  1. Cf. carta del P. Bianchi (EC, p.352).
  2. 'mandat… ut tam decreta supradicta fel. rec. Clementis VIII, quam praesentes ordinationes in singulis eiusmodi locis (… domibus quorumque monachorum ac regularium ubique locorum existentibus) bis saltem in anno legantur in publica mensa. Si quis vero ipsorum adversus ea, quae superius praescripta sunt, vel eorum aliquid, quomodo facere vel moliri praesumpserit, ‘ipso facto poenam incurrat prívationis’ omnium officiorum, quae tunc obtinebit, vocisque activae et passivae ac perpetuae inhabilitatis ad illa imposterum obtinenda…' (Bull. Rom., XIII, p.204).
  3. Cf. BERRO II, p.167-168; EC, p.2505.
  4. Como ya dijimos (cf. cap. 2-4, n.8), este párrafo parece demostrar que el llamado ‘Documento Siniestro’, al que se refiere, no fue de Pietrasanta, pues afirma 'che d’ordine di Palazzo a tempo d’Urbano VIII di fel. mem. si pubblicò nella Congreg. (Diputada)', mientras sus Relaciones no tenían que leerse por ‘Orden de Ia *Sta. Sede.’ Asimismo, la frase conclusiva: 'se sia cosi, io mi rimetto, e solo dico…', indica que el texto aludido no era suyo y por ello suspende el juicio.
  5. EC, p.2121-2122 (texto defectuoso; perfecto en EGC IX, p.215-216).
  6. EHI, p.313. A las duras palabras de Berro responde el santo sin conmoverse: 'Si è vista la lettera del P. Pietrasanta alla quale hanno li Padri fatto risposta, e credo che anco costi sarà mandato> (c. 4335).
  7. Cf. EEC, p.1198; EH, p. 1234; EC, p.2130 y 2354.
  8. Cf. EC, p.196.
  9. Respecto a Pisa se sugiere que la solución había dependido de los Ministros del Granduque y no de la casa misma; el caso de Cáller estaba suficientemente explicado en una carta del P. Salazar a Cherubini (12 de julio de 1645), que fue a parar al dossier Paolucci, es decir, a la Comisión, y por tanto era conocida por el Visitador (cf. EC, p.2293-2294; Paolucci, p.24-26); los Padres de Génova respondieron a tono directamente al P. Pietrasanta, lamentando una vez más y con profusión de ejemplos la actuación del Visitador P. Gavotti, cuyas aventuras en Cáller no podía desconocer tampoco el P. Pietrasanta, pero ellos se limitan a su paso por Liguria (cf. BERRO II, p.194-198). En EC, p.2510, n.11, se da la síntesis latina que hizo Bartlik de esta carta creyendo desaparecido el texto italiano. Es de suponer qúe también los de Chieti se explicaron.
  10. EC, p.2509.
  11. Ib.