Diferencia entre revisiones de «HB23C/Breve historia de la llegada de las Escuelas Pías a Polonia y de su crecimiento, tanto allí como en el ínclito Reino de Hungría»

De WikiPía
Saltar a: navegación, buscar
(Página creada con «{{Navegar índice|libro=HB23C|anterior=Catálogo: LA PROVINCIA DE POLONIA, según su distribución en Casas y Residencias (1696)|siguiente=VARSOVIA}} =Breve historia de l...»)
 
Línea 1: Línea 1:
{{Navegar índice|libro=HB23C|anterior=Catálogo: LA PROVINCIA DE POLONIA, según su distribución en  Casas y Residencias (1696)|siguiente=VARSOVIA}}
+
{{Navegar índice|libro=HB23C|anterior=Catálogo: LA PROVINCIA DE POLONIA, según su distribución en  Casas y Residencias (1696)|siguiente=2. VARSOVIA}}
  
 
=Breve historia de la llegada de las Escuelas Pías a Polonia y de su crecimiento, tanto allí como en el ínclito Reino de Hungría=
 
=Breve historia de la llegada de las Escuelas Pías a Polonia y de su crecimiento, tanto allí como en el ínclito Reino de Hungría=
Línea 591: Línea 591:
 
==Año 1689==
 
==Año 1689==
  
En Varsovia se quejaban contra el P. Rector Ignacio Zawadzki porque a menudo era invitado a casa de magnates. Lo mismo se decía con respecto al P. Adalberto, ex Provincial, Rector de Lowicz. De donde nació el dicho. “Rectores en el papel”. Pero su inocencia y la aceptación pública por hombres serios los mantuvo a salvo de estas bromas. El 11 de junio llegó la patente de Roma a favor del P. José Warzecha de la Madre de Dios, Rector de Dabrowica, dirigida a las manos del P. Francisco de Jesús María, que residía en Cracovia entonces. Se le precavía para que se hiciera todo de manera oculta hasta que él recibiera la carta con el nombramiento de Provincial. También escribieron una carta al P. Miguel de la Visitación de la B.V.M., pero llegó mucho más tarde, enviada a Varsovia, para informarle del asunto. El P. Francisco salió de Cracovia con la patente para el P. José, pero después de entretenerse largo tiempo con algún pretexto. Mientras tanto la cosa se supo, no sé cómo, y se hizo un escrito contra el P. Francisco, firmado por Paraninfo de la Anunciación.
+
En Varsovia se quejaban contra el P. Rector Ignacio Zawadzki porque a menudo era invitado a casa de magnates. Lo mismo se decía con respecto al P. Adalberto, ex Provincial, Rector de Lowicz. De donde nació el dicho. “Rectores en el papel”. Pero su inocencia y la aceptación pública por hombres serios los mantuvo a salvo de estas bromas. El 11 de junio llegó la patente de Roma a favor del P. José Warzecha de la Madre de Dios, Rec
 
+
El P. José fue hecho Provincial, y quiso tener como Asistentes a los PP. Francisco y Juan Mudran de la Madre de Dios, pero como el primero no quería aceptar, pidió al P. Provincial que nombrara al P. Miguel y al P. Juan, al que también hizo Rector de Varsovia. El P. Simón de Santa Catalina de Siena, antiguo Maestro de Novicios, fue nombrado Rector de Lowicz. El P. Ignacio Rogala Zawadzki consideró que se le hacía una ofensa, pues después de haber cumplido dos años, pedía otro rectorado. Escribió a Roma pidiéndolo, y exponiendo otras cosas acerca de la Provincia.  Siguió otra del P. Benito Scholtz de Santa Catalina, defendiendo la parte contraria, con pruebas auténticas. Entonces el P. Ignacio se buscó su propio camino con el Rvmo. Swiecicki, Refrendario del Reino, como secretario suyo, destinado a Replow. Se fue allí, y se estableció en la casa de su prelado. Pero habiendo sido visto, fue denunciado al P. General, y tuvo una seria controversia con el P. Benito. Al final se pusieron de acuerdo en que viniera a Polonia un Visitador, el P. Juan Crisóstomo [Salistri] de S. Pablo.
+
 
+
==Año 1690==
+
 
+
El P. Visitador quiere ser útil a la Provincia, pero los italianos le tienen envidia y retrasan su salida a Polonia, hasta que al final logra salir. En Prievidza es retrasado de nuevo. Al final, tras recibir otras cartas, llega a Podolín el 15 de agosto, y después de algunas dificultades es reconocido por el P. José, Provincial, y por el P. Miguel, Asistente. Intima la visita, y al cabo de dos días la termina. Entonces va a Cracovia, donde no encuentra al P. Juan Casimiro, Superior, que quería evitar encontrarse con él. Se dirigió hacia Varsovia, donde llegó el primero de septiembre, e inmediatamente intimó la visita. A los padres que estaban ausentes les dijo por carta que vinieran. El P. Provincial, y el P. Miguel que estaban en Gora, vinieron inmediatamente. Lo mismo hizo el P. Juan, Rector de Varsovia, el P. Benito, y el P. Ignacio Zawadzki, pero el P. Agustín y el P. Vicente tardan en llegar. El P. Visitador, después de esperarles un tiempo, comienza. Les dirige un discurso exhortándolos a la paz, e invita a que cada parte diga lo que tenga que decir. Primero se queja el P. Miguel de que ha sido denunciado siniestramente a Roma, y  protesta por todas las acusaciones que le han hecho, y con su ejemplo invita a los demás. El P. Ignacio no reacciona de manera obstinada con respecto a las quejas expresadas, por lo cual ambos padres ceden a sus pretensiones y hacen la paz por el bien de la Provincia. Se alegra de ello el Visitador, que manda que conste todo en acta, que escribe el P. Ramón. Entonces saca la carta de Filadelfio y otros escritos mordaces, los manda quemar, y ordena que se guarde silencio sobre ello. Pero entonces llegan los PP. Agustín y Vicente, y presentan sus puntos, por lo que la reunión no termina inmediatamente. Entonces el Visitador comienza a hacer lo necesario para llevar a cabo la Visita. Recibe entonces una carta del P. General en la que le nada que se quede en Polonia y presida el Capítulo Provincial, y le encarga la comisión de que investigue para ver si hay algún obstáculo en el caso del P. Agustín.
+
 
+
==Año 1691==
+
 
+
Terminada la visitad de algunas casas con el P. Gabriel, profesor de Teología, el P. Visitador regresa a Varsovia, y dirige toda su autoridad hacia el P. Agustín de S. Juan Bautista, al que había llamado antes y que vino a Varsovia. Interrogado sobre el tema por el Comisario, respondió intrépidamente, pero como el otro quería saber más, sabiéndolo sólo el Rector salió a escondidas hacia Lowicz, y organizó su investigación particular, y registró completamente su habitación, anotando todo lo que veía. Luego volvió, y mandó de nuevo a Lowicz al P. Agustín, tras no haber encontrado nada en su celda. También en Rzeszów buscó testimonios contra él, incluso entre los seglares, pero con tan poco fruto que luego se le devolvió el rectorado, ardiendo en vano la ira de los italianos.
+
 
+
Se señaló el 15 de agosto para comenzar el Capítulo, y se reunieron en Varsovia. Comenzaron con las ceremonias acostumbradas. Luego el P. Visitador tomó el primer lugar, y actuó contra el P. Provincial, que había concedido libros a la casa de Warez de la Biblioteca de la casa de Chelm. El P. Miguel se defendió como pudo, pero para ser absuelto de la excomunión tuvo que ir a la Nunciatura. En este Capítulo se eligieron como vocales para ir a Roma al P. Juan, Rector de Varsovia, y al P. Vicente, vocal de Gora. Los mayores se quejaron de que se les había dejado de lado; por lo demás estos dos eran más ambiciosos y con más ganas de sobresalir sobre los demás.
+
 
+
==Año 1692==
+
 
+
El P. Visitador salió antes hacia Roma para el Capítulo General, y le siguieron el Provincial y los vocales elegidos. Pero en el camino se puso enfermo el P. Vicente de S. José, por lo que el P. Provincial llamó en su lugar al P. Pedro (Nicgoszowicz) de la Visitación de la B.V.M., Rector de Rzeszów, y lo nombró vocal. El enfermo se recuperó con ayuda de los médicos, y se le mandó que siguiera adelante para cambiar de aires. Los nuestros llegaron a Roma con los PP. germanos el 16 de abril. Comenzado el Capítulo General con los ritos habituales, el 2 de mayo fue elegido Prepósito General el P. Juan Francisco [Foci] de San Pedro, que había sido antes Procurador General. Terminado el Capítulo entregó a cada Provincial un paquete de cartas, indicándoles en qué lugar debían abrirlas y leerlas cada cual cuando llegaran allí. Nuestro lugar era Prievidza. El P. Provincial y el P. Vicente salieron juntos. El P. Juan, Rector de Varsovia, se había quedado en Roma por voluntad del P. General, mientras enseñaba Teología en Roma con aplauso, bien porque como hablaba alemán lo quería llevar consigo cuando fuera a visitar las provincias ultramontanas, bien porque pensaba volverlo a enviar a Polonia como Provincial cuando llegara el momento de renovar a los Superiores. El P. Joaquín quería volver con los nuestros, pero los nuestros no tenían ganas de llevarlo consigo, ni era ese el deseo del P. General, así que se quedó en Roma para enseñar ascesis a nuestros jóvenes.
+
 
+
Cuando llegaron a Prievidza el P. Provincial desató el lazo de su paquete de cartas, y vio que el P. Lucas de S. Edmundo había sido nombrado Comisario General de Hungría, y los nombres de los otros Superiores nombrados o confirmados en Hungría. Sin hablar a nadie de esto, cuando ya estaban los caballos puestos en el carro, convocó a la comunidad, y entregó la patente del P. Lucas, y tras alabar a la Provincia de Hungría, se puso inmediatamente en marcha. En Brezno sólo se quedó a dormir, y tras informar al Superior que había sido confirmado en el cargo, siguió viaje a Podolín.
+
 
+
Aquí el 6 de julio nombró Provincial al P. Vicente de S. José, con la carta patente que había traído consigo. El cual quiso tener como Asistentes Provinciales al P. Miguel y al P. José, y se los pidió al P. General, pero no los obtuvo, porque muchos de la Provincia y de Roma estaban en contra. Así que fueron nombrados por deseo del P. General los PP. Simón, ex Rector de Lowicz, y el P. Ignacio Zawadzki, quien luego fue secretario del Provincial, aunque él había pedido al P. Simón que ocupara ese cargo.
+
 
+
==Año 1693==
+
 
+
El P. Adalberto, Rector de Lowicz, falleció. En las Vidas de nuestros Venerables, de manera resumida, se dice lo siguiente de él: Adalberto José de Sta. Teresa, en el siglo Juan Swierkiewicz, de la diócesis y palatinado de Cracovia, nacido el 20 de setiembre de 1634 de padres honrados y piadosos. Después de terminar los estudios de humanidades, para consagrarse mejor a Dios entró en la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías en 1654. Después de hacer loablemente el noviciado, tras hacer los votos, se consagró con todas sus fuerzas al cultivo de la doctrina y sobre todo de la piedad. Había escrito en un librito antiguo que llevaba siempre consigo la profesión de fe católica, las letanías de los santos patronos del mes y algunas oraciones suyas, y las recitaba devotamente cada día. Nunca se separó de las Reglas de los Novicios, las Constituciones de la Orden, los Avisos de San Felipe Neri, y nuestra Meditaciones habituales. Fue ordenado sacerdote en Cracovia, y dijo su primera misa en Lipnik de Moravia, para la cual y para todas las demás se preparaba durante toda su vida recitando estas frases:
+
 
+
:1.Detesto y abomino cada uno de mis pecados, y todos los demás cometidos desde el principio del mundo hasta esta hora, y los que se cometerán desde ahora hasta el fin del mundo, e invoco el auxilio de la gracia de Dios por si pudiera impedirlos.
+
 
+
:2.Alabo y apruebo todas las buenas obras hechas desde el principio del mundo hasta ahora, y las que se harán a partir de ahora hasta el fin del mundo, e invoco el auxilio de la gracia de Dios por si pudiera multiplicarlas.
+
 
+
:3.Quiero hacer, decir, pensar todo para mayor gloria de Dios, con todas las mejores intenciones que han tenido siempre todos los Santos, o que puedan tener.
+
 
+
:4.Perdono de todo corazón a todos mis enemigos, a todos los que me han hecho daño, a todos los que de algún modo me han perjudicado, o han querido hacerme mal.
+
 
+
5.Ojalá pudiera salvar a todos los hombres, muriendo por cada uno, lo haría de buena gana, con la gracia de Dios, cuyo auxilio siempre pido, y sin la cual nada puedo.
+
 
+
Era un varón religioso, un verdadero israelita, en el cual no había doblez. Paciente, humilde, celosísimo de la iglesia desde los 20 años. Insigne por su caridad hacia todos; de inocente simplicidad; recto y temeroso de Dios. Su axioma más frecuente era: “Cada cual debe contentarse con su suerte”. Debilitaba su cuerpo con ayunos, usaba cilicios, se azotaba cruelmente con disciplinas, y decía repetidamente de sí mismo: “El humilde lucha contra sí mismo, y se odia a sí mismo como a un enemigo capital”. Fue destinado como Superior a la residencia de Cracovia en 1666, e inmediatamente fue convocado por los envidiosos al tribunal del Ordinario del lugar, preguntándole con permiso de quién residía en la residencia Casimira, y de qué modo se iban a alimentar allí, siendo sus acusadores el R.D. Juan Locatelli, prepósito de Santiago, y los Padres Jesuitas, a los cuales respondió, y ellos no se atrevieron ni pudieron llevar adelante la causa. Habiendo sido nombrado Asistente del P. Provincial Wenceslao, demostró ser un hombre de consejo. Fue enviado a recibir la fundación de Lowicz, y allí se dirigió enseguida, y se cuenta que dijo: “Espero que la Madre de Dios nos sea propicia aquí, a la cual me encomiendo en todas las cosas”. Por lo cual con su ayuda arregló fácilmente el asunto con el Príncipe Prazmow, Primado del Reino, y con todo el Cabildo metropolitano de Gniezno. En el momento de entrar en la casa había mucha gente, y con su modestia y humildad conmovió hasta las lágrimas a los Comisarios, Juan Alejandro Paprocki, Canónigo de Gniezno, natural de Lowicz, y auditor de las Causas del Tribunal primado, y Adán Oporovio, Canónigo de Lenze, natural de Lowicz y oficial del lugar. Después sostuvo con constancia y fortaleza la casa contra las maquinaciones de los que buscaban molestarnos por todos los medios. Con el tiempo amplió el edificio de piedra de Zurawszy, añadió el huerto contiguo, y con ayuda de la Divina Providencia construyó desde la primera piedra una magnífica iglesia, con el título del Nombre de María y San Adalberto, Patrono del Reino, haciendo de ella un magnífico edificio. Elegido vocal del Capítulo, fue a Roma. No dejó de visitar en el camino ninguna iglesia en la que hubiera el cuerpo de algún santo. En la Ciudad se dedicó mucho a la piedad, visitando las Siete Iglesias, los cementerios, las criptas de los Mártires. Cuando volvió para dirigir la casa de Lowicz, hizo pintar una imagen de la Virgen de Frascati que ahora goza de gran devoción en la iglesia por medio del pintor Zacarías Mlandkowski, su penitente, al mismo tiempo que preparaba otras obras, y le bendijo los colores. Mientras la pintaba no era vista por nadie, hasta que fue expuesta públicamente en el altar, y a ella se le atribuyen muchas gracias recibidas por la gente, que están anotadas auténticamente. Luego en honor suyo introdujo las letanías lauretanas los sábados, a la manera romana, con exposición en la píxide, y una breve exhortación, costumbre que continúa hasta hoy.
+
 
+
Después de gobernar muchos años aquella casa, fue nombrado Provincial en 1680. En ese cargo intentó con todas sus fuerzas mantener la observancia regular, y la expansión del Instituto, por lo que aceptando la fundación de Dabrowica en Polesia y la de Radom en el palatinado de Sanmdomierz, hizo crecer la Provincia. Aunque no le faltaron las aflicciones que debió sufrir en este cargo, como él mismo escribió en su viejo librito con estas palabras: “Bendito sea Dios por siempre, que me ha probado como el oro en el fuego”. Sufrió muchas ansiedades de conciencia, sobre todo porque tendría que dar cuenta a Dios no sólo de sí mismo, sino de los que le habían sido confiados, de las cuales apenas se libraba después de largas oraciones y muchas lágrimas, leyendo principalmente a Barbosa acerca del Concilio de Trento. Salió por tercera vez hacia Roma, como Provincial, para asistir al Capítulo General, y en Cracovia se encomendó a sí mismo y a la Provincia a los Santos Patronos del Reino, rogando ante sus sepulcros que Dios librara a los habitantes de la peste, el hambre y la guerra por los méritos de los Santos, y bendijera los frutos de la tierra. En Innsbruck fue recibido honrosamente por los Duques de Lotaringia. En Roma no experimentó menor benevolencia por parte de gente principal, por lo que uno de los nuestros, italiano, con el título “P. Adalberto de Santa Teresa, Provincial Polaco” escribió este purísimo anagrama: “¡Mira el sol! Luminoso en sabiduría, prudencia y rectitud. ¡Oh Santa alabanza!”
+
 
+
Terminado el Capítulo obtuvo las insignes reliquias de San Hipólito Mártir por medio del P. Carlos Juan, Prepósito General, de cuya protección recibió dos claras muestras durante el camino, pues se libró de un gravísimo peligro de caer en un puente con los suyos, y luego se libró prodigiosamente del sitio de Viena. Estas reliquias las donó después a nuestra iglesia de Cracovia. Tras entregar el peso del provincialato al P. Francisco de Jesús María, volvió a asumir el gobierno de Lowicz, y siguió en él con provecho para el mismo hasta 1689. Cuando ya comenzaba a dedicarse a Dios y a su descanso, fue de nuevo expuesto a otro trabajo. Pues le mandaron que arreglara la fundación de Wielun, a la que había ido el P. Hipólito  de San Juan Crisóstomo cuatro veces, y a causa de las dificultades que encontraba siempre, la abandonó junto con la casa. Se ganó el aprecio del Ilustre Adalberto Urbanski, castellano de Wielun, que era el fundador, y consiguió hacer con él la inscripción jurídica, conciliando la voluntad contraria de los Nobles y obteniendo el permiso del Emmo. Cardenal Radziejowski, Primado del Reino y Ordinario del lugar. Hizo la introducción de los nuestros y actuó como Superior al principio, hasta que en 1692 fue llamado de nuevo al rectorado de Lowicz. Pero aquí no sobrevivió mucho tiempo. Pues cuando tuvo que salir para tratar con los fundadores un negocio necesario para la casa, mandó al fámulo Ignacio que limpiara la sepultura, que sería necesaria a la vuelta. Cuando el día de la fiesta del Nombre de María iba a celebrar la misa a la iglesia de Strzegocina, y ya se había puesto as vestiduras sagradas, de repente se sintió mal, y se las tuvo que quitar. Entonces se dedicó a rezar fervientemente con el H. Damián, su compañero, hasta que, tocado por la parálisis, perdió el habla. Al día siguiente, vino el P. Alejo de S. José, Vicerrector, le dio la Extremaunción, y después falleció entre signos de piedad. Era el 14 de febrero de 1693. Tenía 59 años de edad y unos 40 de vida religiosa. Su cuerpo fue llevado a Lowicz, donde  lo recibieron con gran dolor por parte de un numeroso público. El Ilmo. y Rvmo. Sr. Ortowski, Canónigo de la iglesia metropolitana de Gniezno y Auditor de las causas del Tribunal del Primado, antiguo amigo del difunto y singular bienhechor, cantó entre lágrimas la misa, y luego fue enterrado.
+
 
+
Se lee que había predicho muchas cosas con espíritu profético, entre las cuales citaremos un ejemplo. El Rvmo. Lupini, Canónigo de la iglesia metropolitana de Gniezno y párroco de Leybitze estaba dolido con nosotros, y empezó a hacernos daño. Entonces llegó el P. Adalberto y le dijo: “Deje, Reverendo Señor, de perseguirnos, y dedíquese más bien a favorecernos, pues morirá en nuestras manos”. Y ocurrió como había predicho. Pues bajando un día a su iglesia de Leybitze, en el camino se sintió mal repentinamente, y fue obligado a guardar cama en Podolín. En aquel tiempo el P. Adalberto era Provincial, y había venido para la visita ordinaria del colegio, y fue a visitar al enfermo. Cuando lo vio el canónigo, se acordó de lo que le había dicho, y le dijo: “Mi vida ya se acaba. Padre, haga lo que tenga que hacer, y prepare mi alma”. Y así confesado, y provisto de los sacramentos, al día siguiente expiró en sus manos. Tenía en el solario del huerto pintada una imagen de la Virgen, a la cual se acercaba cuando había necesidades en la casa, y le suspiraba desde el fondo del corazón: “Da, Madre piadosa”. Y luego llegaban abundantes limosnas a su puerta, cuyo origen frecuentemente no podíamos averiguar.
+
 
+
Y con esto ya es suficiente.
+
 
+
Añado también el Sufragio del P. Miguel, que murió mucho más tarde, pues aunque aparece mucho en esta Breve Historia, me pareció justo incluir aquí el día y lo que se dice de su muerte. Falleció el 18 de marzo de 1703. E. P. Miguel Krauss de la Visitación, sacerdote profeso de nuestra Orden, germano de nación, nacido en Podolín, diócesis de Cracovia, era el decano de la Provincia de Polonia. Fue un hombre erudito, y un ejemplo meritorio de observancia regular. Durante varios años se dedicó a instruir en las letras humanas tanto a los estudiantes seglares como a los nuestros, incluso los religiosos clérigos. En la Provincia administró casi todo tipo de ministerios gloriosamente. Fue Rector vigilantísimo en varias casas, y un Provincial celoso que visitó la provincia varias veces. Para reformar las costumbres de los religiosos escribió un libro de sólida doctrina ascética, titulado “Consideraciones sobre el Estado Religioso en tres partes”, adornado con ejemplos de los nuestros y muchos textos de nuestras Constituciones, y lo dio a la luz pública. Escribió también los Anales de la  Provincia Polaca hasta 1689, anotando en ellos el comienzo, el progreso de los nuestros, las fundaciones de las casas y otros acontecimientos. Escribió también una librito para los escolares, principalmente con preceptos y ejemplos de retórica, con el título “Preparación”, explicando la disposición y artificios usados por Cicerón y algunos otros autores clásicos. Escribió diligentemente también los sufragios de de muchos de los nuestros. Al final, desgastado por la edad y por los trabajos, y privado de la luz de los ojos durante dos años antes de morir, entre otras muchas debilidades de su edad, resignado a la voluntad de Dios, centrado principalmente en la devoción al Santísimo Sacramento de la Eucaristía y confiando en la Santísima Madre de Dios, el 18 de marzo, después de reconciliarse con Dios por medio del sacramento de la Penitencia, y de recibir devotísimamente la  Eucaristía en la iglesia por la mañana, por la tarde, hacia las 6 tuvo un ataque de apoplejía y perdió el sentido, y al cabo de tres horas expiró, a los 76 años de edad y 53 de vida religiosa. Los primeros escritos de las casas más antiguas que tenemos son de su mano.
+
 
+
==Apéndice==
+
 
+
Religiosos de los que se hace una breve biografía en esta obra, por años.
+
 
+
:*P. Casimiro Bogatka de la Concepción de la B.V.M, año 1650
+
 
+
:*P. Jacinto de S. Bernardo, 1657
+
 
+
:*P. Alejandro Bernardini de S. Bernardo, 1657
+
 
+
:*P. Juan Domingo [Franco, o Franchi] de la Cruz, 1662
+
 
+
:*P. Jacobo Wazyrka de Sta. Bárbara, 1668
+
 
+
:*P. Francisco de S. Jorge, 1673
+
 
+
:*P. Lorenzo Dalmazzi de S. Juan ante Portam Latinam, 1673
+
 
+
:*P. Wenceslao Opatowski del Stmo. Sacramento, 1680
+
 
+
:*P. Glicerio de Todos los Santos, 1680
+
 
+
:*P. Miguel Garwaski de la Cruz, 1680
+
 
+
:*P. Pablo Frankowics – Hovrath de la Natividad de la B.V.M., 1683
+
 
+
:*P. Nicolás Hausenka de la Concepción, 1683
+
 
+
:*P. Esteban Kinzel de la Anunciación, 1683
+
 
+
:*P. Adalberto Swierkiewicz de Sta. Teresa, 1693
+
 
+
:*P. Miguel Krauss de la Visitación,, 1693 (1703)
+
 
+
=Notas=
+
 
+
{{listaref|grupo='Notas'}}
+

Revisión de 19:42 2 ene 2017

Catálogo: LA PROVINCIA DE POLONIA, según su distribución en Casas y Residencias (1696)
Tema anterior

HB23C/Breve historia de la llegada de las Escuelas Pías a Polonia y de su crecimiento, tanto allí como en el ínclito Reino de Hungría
Índice

2. VARSOVIA
Siguiente tema


Breve historia de la llegada de las Escuelas Pías a Polonia y de su crecimiento, tanto allí como en el ínclito Reino de Hungría

Domingo Chojnacki
(Archivo Provincial de Polonia, S 5)[Notas 1]

Bendijo Dios O.M. los intentos y esfuerzos para gloria suya llevados a cabo por S. José de Calasanz de la Madre de Dios, fundador de las Escuelas Pías, que en vida suya vio su instituto propagado no sólo en Roma, Liguria, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y Córcega[Notas 2], sino también en Germania. Le consolaba saber cuánto bien llevaban sus hijos a todos los países a los que iban, y los Reyes y Príncipes le rogaban insistentemente que dirigiera también a remotas provincias las Escuelas Pías como salutíferas fuentes.

Entre estos se encontraba principalmente el invictísimo y potentísimo Ladislao IV, Rey de Polonia y Suecia, quien, ya mediante cartas a nuestro Santo Padre y al Eminentísimo Cardenal Cesarini, Protector de nuestra Orden, ya mediante el Embajador Extraordinario ante el Sumo Pontífice Urbano VIII, el Conde Ossolinski, Canciller del Reino, intentaba traer la Orden de las Escuelas Pías al Reino de Polonia, fundándolas para su Majestad en Varsovia, la primera ciudad de su Reino. Ante tantas instancias hechas, nuestro Santo Patriarca encomendó el asunto al P. Onofre Conti del Espíritu Santo, Provincial en Germania. Pero este, careciendo de un número suficiente de sujetos, iba demorándose. Y como había que traer una colonia para gloria de Dios a estas tierras, la Providencia ofreció el medio para que, superando todos los impedimentos, la esperanza pronto se convirtiera en hecho, satisfaciendo los deseos del óptimo príncipe.

Gustavo Adolfo, el rey de Suecia[Notas 3], estaba atacando Germania, y causando muchas calamidades en Silesia y Moravia. Las órdenes religiosas, muy castigadas, se veían forzadas a mudar de sede, y esto es lo que aconsejaron a los nuestros en estas circunstancias. Cuando al final tuvieron que emigrar, se fueron a Viena de Austria sin saber si serían acogidos. Algunos proponían irse a Italia; otros proponían el camino más cercano a Polonia, sabiendo que el Rey había invitado a los nuestros con toda benevolencia. Fueron a consultar al Eminentísimo Cardenal Gaspar Mathei, Nuncio Apostólico ante el Augustísimo Emperador Fernando III, quien les convenció de que siguieran su consejo. El Eminentísimo Príncipe les persuadió para que fueran a servir al Rey de Polonia, y apoyó su persuasión (pues era muy amigo de nuestra Orden) proveyéndoles de todo lo necesario para el viaje, e instruyéndoles con recomendaciones muy útiles. El P. Provincial, contando con la aprobación del S. Padre, seguro de la invitación real, y animado también por el Eminentísimo Cardenal, tomando consigo algunos sacerdotes, clérigos y operarios profesos, acompañado también por unos pocos novicios, tomó el camino de Polonia. Pasando por Moravia y Silesia, a principios del julio de 1642 llegó felizmente a Cracovia.

Ocurrió que por aquellas fechas el Rey acababa de entregar en matrimonio su hermana al Duque de Neoburgo, y, tras acompañar al esposo que se iba, se encontraba a causa de su devoción a la famosa imagen milagrosa de la B.V.M. en Czestochowa (que dista 18 leguas de Cracovia). Por lo cual el P. Provincial, dejando al P. Casimiro Bogatka de la Concepción de la B.V.M. con seis religiosos en el monasterio de los PP. Carmelitas Descalzos, decidió ir a presentar al Rey los saludos de los nuestros, para darle satisfacción y para promover nuestra futura fundación. Como los PP. Carmelitas iban a celebrar su Capítulo en el convento de Cracovia, su Padre Provincial envió a los nuestros a Wisnitz, para que estuvieran tranquilos. Allí el Excmo. Conde Lubomirski, palatino de Cracovia, había preparado a los Carmelitas una nueva fundación en su pueblo hereditario, lo que resultó providencial, como se verá luego.

Apenas llegaron los nuestros a Czestochowa, tan pronto como se enteró el Rey los recibió benignamente, los escuchó, les habló benévolamente y cuando se enteró que el P. Provincial había venido con otros 13, se alegró mucho, y le mandó que fueran todos a Varsovia, donde tendrían el oportuno acomodo para habitar y vivir. Él mismo iba a salir pronto hacia allí, y daría órdenes para que se preparara todo. Mientras tanto dio órdenes a Estanislao Skarszewski, Mayordomo de Sandomierz, para que los recibiera allí dignamente, y los envió a Varsovia a su costa. Por lo cual el P. Provincial salió de Czestochowa, pero antes escribió al P. Casimiro a Cracovia, y le dijo que viniera cuanto antes con los nuestros a Varsovia.

Mientras ocurrían estas cosas en Czestochowa, oyó el Excmo. Palatino de Cracovia que los nuestros habían ido a su señorío, y mandó inmediatamente al Prefecto de su fortaleza mediante una carta que recibiera de la mejor manera posible a los Padres de las Escuelas Pías en la fortaleza, y que les ofreciera acomodo y comida. Y no fue eso todo. Escribió al P. Casimiro a Visnitz diciéndole que no se fuera con los suyos hasta que llegara él. Pues tenía la intención de llevar a los PP. Escolapios a Szepes, un condado de Hungría, la mayor parte del cual había sido empeñado a Polonia, y él había sido hecho Prefecto del territorio. Por lo que quería hablar con ellos de este asunto. Sin embargo por aquellas fechas llegó la carta del P. Provincial, y como era exactísimo en la obediencia, se excusó ante el Excmo. Palatino diciendo que había sido llamado a Varsovia, por lo que no podían esperar su llegada. Y así llegaron los nuestros a Varsovia en el mes de agosto. Estos eran

El R.P. Onofre del Espíritu Santo, Provincial, italiano

El P. Jacinto de S. Jorge (Orsetti), italiano

El P. Agustín de S. Carlos, germano

El P. Casimiro de la Concepción de la B.V.M., polaco

El P. Francisco de Sta. María Magdalena, moravo

El H. Glicerio de Todos los Santos, germano, clérigo profeso

El H. Sebastián de Jesús María, moravo, clérigo profeso

El H. Jorge de la Purificación, moravo, clérigo profeso

El H. Jacobo de la Purificación, moravo, clérigo profeso

El H. Jorge de S.N., profeso operario, moravo

Y además 3 novicios clérigos: Pablo de la Natividad de la B.V.M., eslavo; Carlos de Sta. María, germano; y José de la Natividad de la B.V.M., moravo. Provisionalmente fueron acogidos todos en casa del Mayordomo de Sandomierz, y el Rey mandó que se les suministrase todo lo necesario.

Año 1642

Llegó mientras tanto el Serenísimo Rey, y no acogió menos benignamente a los nuestros en su palacio que como había hecho antes en Czestochowa. Mandó buscar un lugar adecuado para fundar las escuelas, y mandó que se pagara con su dinero. Y cuando tuvo lugar la bendición solemne de la cruz, acudieron a misa el mismo Rey Serenísimo, con la Reina, acompañados de ilustrísimos personajes. En aquella ocasión un famosísimo eclesiástico de la familia dominica dijo un docto sermón desde el púlpito, alabando ampliamente la intención y la generosidad del Rey, y al mismo tiempo a nuestro instituto. Finalmente el Rey Serenísimo, prometiendo toda su ayuda a los nuestros, para mayor recuerdo de su gracia, entregó a los nuestros los cuerpos de SS. Primo y Feliciano (en cuyo día de la fiesta había nacido él), que le había enviado el Papa desde Roma. Esta primera fundación nuestra de Varsovia fue generosamente provista por la generosidad del Rey.

Mientras tanto el Excmo. Palatino de Cracovia citado más arriba, que deseaba ardientemente tener a la Orden de las Escuelas Pías en alguno de los 13 pueblos de Szepes que le estaban sujetos, por el bien de la gente, escribió al R.P. Jerónimo de San Jacinto, Prior de los PP. Carmelitas en Varsovia, para que fuera a ver al P. Provincial y le instara en su nombre a aceptar una fundación en Szepes, presentándole la gran necesidad de sus habitantes, que en su mayoría eran herejes; que le ofreciera unas condiciones honestas para su manutención y construcción, y que le dijera que no quedaría tranquilo hasta que no tuviera consigo las Escuelas Pías. El P. Prior cumplió el encargo que le habían hecho, pero sin éxito, a causa de la escasez del personal disponible, por lo que no pudo obtener nada. Mientras el P. Provincial pensaba ansiosamente en estas cosas, he aquí que recibe una carta de Moravia en la que el P. Ambrosio de Sta. María, Superior de aquella Provincia en ausencia del P. Provincial, le comunica que los nuestros, a causa de los peligros de la guerra no podían sustentarse en nuestras casas, principalmente en Lipnik, donde al máximo podrían seguir 6. El P. Provincial, gravemente preocupado por este asunto, fue a hablar con el Ilmo. Filomarino, Arzobispo de Aviñón y Nuncio Apostólico en el Reino de Polonia, y le comentó la calamidad que estaba sufriendo la Provincia de Germania, y le mencionó el deseo del Excmo. Palatino. El Ilmo. Nuncio aconsejó al Padre que aprovechara la oportunidad que se le presentaba, pues convenía al bien de la Orden, y de ambas Provincias. Entonces el P. Provincial escribió al Fundador y Prepósito General de la Orden presentándole la necesidad de una nueva comunidad, y cómo la cercanía del lugar en Szepes podría ayudar a los nuestros que andaban sufriendo en Germania, rogándole también que si se ponían de acuerdo acerca de la fundación antes de recibir su respuesta, la considerara rata, pues al Ilmo. Nuncio también le parecía bien. Escribió otra carta al Excmo. Palatino, diciéndole que próximamente iría con sus religiosos, si podía contar con su gracia. Alegre le respondió el Palatino a este anuncio, diciendo al P. Provincial que estaba preparadísimo para darle todo lo que pidiera, y que viniese pronto para fijar las condiciones. Salió, pues, a visitar al Palatino con permiso de Su Majestad, el P. Provincial, llevando consigo al P. Agustín de S. Carlos, al H. Jorge de S. Juan Bautista, profeso operario, y al H. José de la Natividad de la B.V.M., novicio clérigo, dejando en Varsovia como Superior de la nueva fundación al P. Jacinto de S. Jorge, su Asistente y Secretario.

Al mismo tiempo llegó a Cracovia desde Niepolomice, donde residía, el Excmo. Palatino, el 9 de octubre. Recibió al P. Provincial con gran afecto, y le expresó su intención, diciéndole que deseaba establecer una fundación de las Escuelas Pías, bien dotada, en cualquiera de los 13 pueblos que escogiera, o en alguno de los 3 vecinos de Polonia. El P. Provincial le expresó su gratitud, pero le avisó que a causa de las molestias de la guerra en Moravia, debería haber un número más elevado de religiosos, pues no podían quedarse allí. Así que debería ofrecer Su Excelencia un lugar para que los jóvenes mientras tanto se pudieran dedicar a los estudios, de modo que se prepararan para ejercer luego su ministerio. El Palatino aceptó de buena gana, e hizo una fundación para 16 religiosos nuestros asignándoles como residencia su amplio castillo de Podolín, mientras se encontraba otro lugar y se hacía la construcción del colegio, del cual se pondrían los cimientos cuanto antes. De modo que dio un acompañamiento al P. Provincial para que saliera hacia Podolín, y ordenó que todo se dispusiera como él lo quisiese para uso de los hermanos.

Así que el P. Provincial fue a Podolín el 14 de octubre con el P. Agustín, y después de ver varios lugares, encontraron uno más favorable al lado del río Poprad. Mandó adaptar varias habitaciones en el piso superior del castillo, y en el inferior el oratorio y varias salas. Volvió al Excmo. Palatino y le explicó todo lo que había hecho, y este se alegró tanto que inmediatamente hizo preparar el dinero necesario para equipar la iglesia y la biblioteca, según las indicaciones del P. Provincial. Además envió provisiones para dos meses al cuartel militar para la comida de los demás religiosos que pudieran venir a Podolín desde Moravia. Dejando los dos hermanos en Wisnitz para procurar todo el vestuario para la iglesia, que les suministraban los criados de Su Excelencia, el P. Provincial partió hacia Cracovia con el P. Agustín. Una vez llegados a esta ciudad, lo dejó para que comprara el ajuar para la iglesia y la biblioteca, y salió solo hacia Lipnik, acompañado por militares.

Acababa de llegar a Teschin en Silesia y he aquí que apareció el P. Juan Domingo Franchi de la Cruz, Ministro de Lipnik y Maestro de Novicios, con el P. Juan Francisco de Sta. María Magdalena y 9 jóvenes, algunos profesos y otros novicios, que iban a Polonia, pues ya no podían aguantar más en la casa de Lipnik, a causa de las vejaciones que les causaban las incursiones que hacían los enemigos desde Olomuc. Dio gracias a Dios el P. Provincial por la llegada tan oportuna de los nuestros, y volvió con ellos a Cracovia y fue a casa del Excmo. Palatino, que acogió a los nuestros con gran ternura, impresionado por la modestia y compostura de nuestros jóvenes. Desde allí fueron todos a Wisnitz, para preparar lo que faltaba de nuestra fundación, y el P. Provincial se fue a Cracovia para obtener el permiso del Ilmo. Administrador (la sede estaba vacante) para nuestra introducción solemne en Podolín, pues el pueblo pertenecía a la jurisdicción de Cracovia. Consiguió el permiso y otros requisitos según lo prescrito en las Constituciones de los Pontífices y las leyes del Reino, y obtuvo que dos canónigos de la catedral fueran designados para el acto que tendría lugar el 10 de diciembre. Se preparaba ya a volver el P. Provincial y, para que no volviera solo, la Divina Providencia le envió otros cuatro religiosos: los clérigos profesos Glicerio de Todos los Santos y Lucas de San Luis, y dos novicios, que vinieron a Cracovia desde Nikolsburg. Los llevó consigo a Visnitz, y luego fueron todos a Podolín el 20 de octubre.

Al día siguiente, fiesta de la Presentación de la B.V.M., el P. Provincial celebró la primera misa en el oratorio preparado y bendecido con permiso del Administrador, dado por escrito. Nombró como Superior de Podolín al P. Juan Domingo de la Cruz. El mismo día se entregó en nombre del Excmo. Palatino al P. Provincial y al P. Ministro la inscripción hecha por el mismo generosísimo fundador en el registro del castillo de Cracovia a favor de nuestra Orden y esta nueva casa, para 16 personas, asignando para cada uno una pensión anual de 50 táleros imperiales. Nuestra Orden se obligaba, según su instituto, a instruir a la juventud en la piedad cristiana y en las letras, promover la religión y la fe católica, enseñar la doctrina cristiana, y recordar perpetuamente en sus misas y oraciones al Fundador.

Esta fue la primera comunidad de la Casa de Podolín:

P. Juan Domingo de la Cruz, Ministro y Maestro de Novicios

P. Agustín de San Carlos, Viceministro

P. Juan Francisco de Sta. María Magdalena

Cl. Glicerio de Todos los Santos

Cl. Pablo de la Natividad de la B.V.M.

Cl. Esteban de S. Miguel Arcángel

Cl. Lucas de S. Luis

H. Jorge de S, Juan, operario.

Novicios clérigos: Wenceslao del Stmo. Sacramento, Estanislao de la Natividad del Señor, Carlos de Sta. María, Martín de la Madre de Dios, José de la Natividad de la B.M.V., Jacobo de Sta. Bárbara, Ignacio de la Asunción de la B.V.M., Vicente de S. Bernardo, y Bernardo de Sta. Eduvigis. Novicio operario: Felipe de S. Onofre.

Mientras ocurrían estas cosas, llega también la carta del P. General, dando permiso para aceptar la fundación de Podolín del Excmo. Palatino.

El 9 de noviembre llegaron a Podolín los Rvmos. Sres. Canónigos de Cracovia Sapelius y Oborski, Comisarios Delegados por el V. Cabildo de la Catedral y el Ilmo. Administrador con plena potestad para instituir e introducir nuestros religiosos en la nueva fundación hecha por el Excmo. Palatino, y fueron a visitar al P. Provincial para preparar la celebración del día siguiente. Los cuales a la hora fijada llegaron al castillo, y después de celebrar una misa del Espíritu Santo el P. Ministro, procedieron jurídicamente según lo indicado en la Bula de Gregorio XV. Dieron entrega de la fundación al P. Provincial y a toda la Orden, y lo anotaron todo en Actas por medio de su notario. Fueron a continuación al lugar previsto para construir nuestra casa y la iglesia, donde el Rvmo. Sr. Sapelius, Comisario, bendijo la cruz y mandó que se plantara, y bendijo la piedra angular que se pondría en los cimientos de la iglesia. Siguió un sermón para gloria de Dios en el que se alabó al Excmo. Fundador y a nuestro instituto. Terminado esto, el citado Rvmo. Comisario llamó al P. Provincial, al P. Ministro y a todos nuestros religiosos, y públicamente ante todos lo invistió y los invistió, y les dio posesión del lugar o terreno, procurando que todo constara en las actas. De allí volvieron al castillo, y el P. Provincial celebró una misa de acción de gracias en honor de S. Estanislao Obispo y Mártir, patrón titular de la iglesia, por deseo del Excmo. Fundador, estando presentes los Rvmos. Canónigos de la catedral de Cracovia en cuanto Comisarios; el Ilmo. y Rvmo. Ladislao Hoszutoty, Obispo de Varad, Hungría, Prepósito de Szepes, y muchos otros huéspedes del ínclito Reino de Hungría; el Rvdo. Sr. Párroco de Podolín, el Senado del lugar y toda la comunidad de este pueblo del Rey, que vinieron a honrar de este modo la solemnidad.

El 12 de diciembre el P. Provincial acompañó a los Rvmos. Sres. Canónigos a Cracovia, y antes de salir hacia Moravia, con la facultad que le había dado en Varsovia el Ilmo. Nuncio Apostólico en el Reino de Polonia, dio potestad al P. Juan Francisco de Sta. María Magdalena para enseñar la doctrina cristiana en la iglesia parroquial, oír confesiones y absolver de la herejía. Hizo lo mismo con el P. Agustín en Gnisa, un pueblo distante una legua, lugar cuya mayor parte de la población seguía los errores de Lutero. Los Padres ya aprobados recibieron la autorización del Ordinario del lugar, y el P. Ministro fue animado a presidir a los religiosos cuidando la observancia, y a comenzar cuanto antes las escuelas. Después de exhortar a todos al fervor y la obediencia, y a caminar dignamente según la vocación, por la mañana salió de Podolín. Celebró misa en Gnisa, después de lo cual el Rvmo. Sapelius, comisionado del Obispo y del Cabildo de Cracovia, confirmó el permiso dado al P. Agustín para predicar, catequizar y absolver de la herejía. Dijo también unas palabras al pueblo congregado, diciéndoles que si seguían las instrucciones del Padre de las luces recibirían muchas gracias.

Este año fue feliz para nosotros en Polonia e infeliz en Italia, pues el P. Mario Sozzi de S. Francisco, oriundo de Montepulciano en Toscana, con sus mentiras acusó injustamente al Santo Padre ante el Tribunal de la Santa Inquisición.

Año 1643

También este año fue desgraciado, pues fue llevado al Santo Oficio con sus cuatro Asistentes[Notas 4]. Por obra del mismo ocurrió que Urbano VIII P.M. suspendió al S. Padre del cargo de General. Nombró Visitador de la Orden al Somasco Agustín Ubaldini, con gran alegría, aunque no duradera, de los buenos de entre los nuestros. Pues a causa de su integridad y prudencia, como vio que se trataba de calumnias contra el Padre, dimitió de su cargo. Por lo que se nombró a Silvestre Pietrasanta, de otra orden religiosa, el cual conspiró con Mario y Esteban Cherubini por la ruina de las Escuelas Pías, como se describe ampliamente en la Historia del Santo Padre. En Varsovia mientras tanto se construyó una casa y un oratorio de madera para comodidad de los nuestros y el ejercicio de las escuelas, y se preparaban los materiales para la construcción. En Podolín durante el invierno se preparó cal, piedras y otros materiales necesarios para la construcción. Primero se edificaron dos grandes salas en la zona del castillo para escuelas de los jóvenes. En nuestro terreno se cavaron las zanjas para poner los cimientos en cuanto llegara el verano, y trabajaban hasta 24 albañiles y muchos ayudantes, los cuales avanzaban mucho, dando prisa en la obra los sirvientes del Excmo. Palatino, y prepararon gran cantidad de ladrillos cocidos.

Los Padres designados para enseñar la doctrina cristiana en Podolín y Gnisa predicaban celosísimamente en las iglesias parroquiales, y enseñaban a la gente, también a los luteranos, que escuchaban atentamente y con la gracia del Espíritu santo se arrepentían. Se inauguró la escuela, después de una misa solemne y el himno “Ven, Espíritu Santo”, cantado por músicos y acompañado por trompetas y tímpanos. En esta ocasión el Viceprefecto de Lublin con sus propias manos distribuyó a los estudiantes libros de piedad, y a los pobres papel y gramáticas.

Año 1644

Sufriendo por las turbaciones romanas y la conspiración de unos pocos contra el Santo Patriarca y General de la Orden, el P. Onofre, Provincial de Germania y Polonia, dándose cuenta del peligro que representaban para toda la Orden, no omitió nada de lo que creyó que podría ayudar. Por medio del Nuncio Apostólico, de nuestro amadísimo Serenísimo Rey, del Augustísimo Emperador, de los Próceres de Germania y Polonia, envió al Sumo Pontífice, a la Sagrada Congregación, a muchos Padres purpurados cartas eximias para que apoyaran al P. General y a toda la Orden, provisto con las cuales, en cuanto Superior, y dejando temporalmente en su lugar como Viceprovincial al P. Alejandro de S. Bernardo, genovés, varón observantísimo y muy elocuente, y muy idóneo para gestionar las cosas, salió hacia Roma, pues se acercaba la fecha del Capítulo General. Pero fue mal recibido por los adversarios, y declarado perturbador de la paz por el Visitador; fue privado de su cargo de Provincial y enviado a Nursia.

El P. Visitador, queriendo ganarse a su manera de pensar a otros, escribió el 7 de febrero en Roma una larga carta circular a los nuestros, llena de fastuosidad y argucias. Cuando esta llegó a Polonia, los nuestros, junto con los Padres de Germania, le respondieron con otra no menor, con fecha 28 de julio, desde las casas de Germania y Polonia, conteniendo tanto respeto al Superior nombrado por la Sede Apostólica cuanta verdad y espíritu religioso. Ambas cartas están copiadas en los Anales de la Provincia de Polonia del P. Miguel Krauss de la Visitación de la B.V.M., copiados desde los folios 30 a 51 inclusive. Entonces dirigía Germania y Polonia, como se ha dicho, el P. Alejandro, Viceprovincial; era Superior de la casa de Varsovia el P. Jacinto, hombre famoso por su erudición y su experiencia; en Podolín lo era el P. Juan Domingo de la Cruz, notable por su santidad y suavidad de costumbres. A las escuelas de Podolín acudían muchos jóvenes alumnos de Polonia, Silesia, Hungría y Szepes, incluso de la secta luterana, algunos de los cuales, a causa de la doctrina cristiana que recibían cada día, volvían al gremio de la S. Iglesia Católica. La construcción se seguía elevando, y el Excmo. Fundador este año compró dos terrenos contiguos para huerto, y los añadió al resto.

Año 1645

Habiendo llegado de Germania y Polonia cartas no gratas al P. Visitador, acusaron al P. Onofre de enardecer los ánimos de los nuestros con sus cartas, de lo cual él era totalmente inocente, y a partir de entonces le prohibieron todo tipo de correspondencia, como se ve por la carta siguiente:

“Silvestre Pietrasanta, Visitador Apostólico, y Esteban de los Ángeles, Superior y Procurador General de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías.
Nos hemos enterado por el aviso de muchos y por cartas recibidas de que el P. Onofre del Smo. Sacramento, sacerdote profeso en nuestra Orden, escribe a menudo cartas perniciosas para la paz pública y dañosas para su alma a Germania y Polonia, con las cuales intenta excitar una división detestable entre la Orden, y promover la sedición contra los superiores. Nosotros, buscando la paz de aquellas provincias, y queriendo favorecer el bien del alma de este Padre, ordenamos al citado P. Onofre en virtud de santa obediencia y pena de excomunión en la que caerá ipso facto, que en el futuro deje de enviar cartas a Germania o Polonia, ni por sí mismo ni por otro en su nombre o por su orden, a ninguna persona, ni regular si secular, y que no reciba, abra, lea las recibidas, ni procure que se las lean otros, hasta que no reciba nuestro permiso por escrito. Por lo cual si juzga necesario escribir algo, que nos envía a nosotros la carta, para que la enviamos según nuestro arbitrio. En fe de lo cual, etc. Roma, el día de arriba, 1645.
Silvestre Pietrasanta, Visitador Apostólico; Esteban de los Ángeles, Superior y Procurador General; Juan Antonio de la Natividad de la B.V.M., Secretario.

Yo, Pedro de S. Agustín, Ministro de Nursia, doy fe de que por orden del P. Visitador y el P. Esteban suprascritos he comunicado el precepto indicado al P. Onofre del Stmo. Sacramento, y firmo la presente dando fe. Yo, Mariano de S. Bartolomé, doy fe. Yo, Lorenzo de S. Sixto, doy fe”.

En Podolín ocurrió una cosa que ocasionó gran aflicción a los nuestros. Pues al P. Juan Francisco de Sta. María Magdalena, después que los ministros luteranos advirtieron que trabajaba diligentemente en la viña del Señor consiguiendo mucho fruto no sólo entre la gente del pueblo, sino también entre gente de la nobleza, y renunciaban a sus antiguos errores, le doraron la píldora, y fingiendo amistad, le hablaron con tal amabilidad que, permitiéndolo Dios (ya que redundó para mayor aprecio suyo y fama entre los hombres más tarde), se lo atrajeron, con muchas promesas de ventajas en el siglo, y lo inclinaron a su partido. Y así, estando ausente de casa el P. Ministro, se fue a la aldea de Toporz con los predicadores; desde allí fue a Buschovia, y luego a Kezmarok, y finalmente se dirigió a Levoka. Se enteraron los nuestros de lo ocurrido, con no poca vergüenza. Convencieron a Esteban Lubobiecki, comandante de la fortaleza de Lublo y Viceprefecto de Szepes, hombre de gran autoridad, quien con gran destreza mandó apresar a los predicadores de Toporz y Buschovia, y los retuvo en su castillo hasta que devolvieran al Padre, cosa que hicieron. La cosa terminó bien. Pues él renunció a sus engaños y mentiras, absuelto de su apostasía por el P. Juan Vanoviczy, misionero de la Orden de San Pablo Apóstol, y ya con el hábito religioso volvió a Podolín pagando el viaje los herejes, y no sólo mostró por escrito la astucia de los predicadores (pues era elocuente, y famoso por algunos opúsculos sobre las Escuelas Pías), sino también en un sermón público en la iglesia parroquial de Podolín, con una cuerda colgada del cuello, confesándose culpable, y alabando la gracia divina que vela sobre los pecadores y especialmente sobre su persona, entre las lágrimas de los oyentes. Pocos días después fue enviado a Varsovia, y luego a Moravia, donde a causa de la confusión que había sobre nuestras cosas, obtuvo el Breve Apostólico y se fue.

En lugar del P. Juan Francisco vino de Varsovia el P. Casimiro Bogatka de la Concepción de la B.V.M., primer polaco en la Orden, que también había estudiado fuera y escribía perfectamente las lenguas alemana, italiana y latina, y que cultivaba una gran inocencia de vida, observancia regular, y todas las virtudes. Continuó magníficamente las actividades apostólicas en Szepes, y cuando iba a predicar y dar catequesis a Gnisa y Lublo, cada vez le pedía el párroco de Rusbace que pasara por allí un rato para refrescarse, y él respondía que no tenía permiso, y volvía a casa el mismo día en ayunas, y siempre a pie.

Año 1646

El P. Esteban Cherubini humilló de diversos modos a la Orden, siempre con el acuerdo del P. Visitador. Siguió la reducción a Congregación por Inocencio X P.M. Era admirable la constancia del Santo Padre, y su confianza en Dios. En Germania y Polonia los Obispos no ejercieron su jurisdicción sobre nuestra Orden. Ni los Príncipes en cuyos territorios se encontraba nuestro instituto quisieron aceptar su Breve, en lo cual sobresalió en especial el Rey de Polonia Ladislao IV.

En Podolín estuvieron cerradas las escuelas algún tiempo, a causa de la peste que se había extendido por los lugares vecinos. Los nuestros volvieron a comenzar en el mes de marzo su ministerio, entre la esperanza y el miedo. Y como se seguía trabajando febrilmente en la construcción de la casa y la iglesia y ya se había puesto el tejado sobre las paredes, vino a estas partes el Excmo. Palatino, tanto para ver sobre el terreno cómo iban las obras, como para ver la diligencia de los nuestros, si era numerosa la asistencia de escolares y el fruto de almas. Permaneció durante tres semanas en las termas de Rusbac, y observó principalmente dos cosas: el esfuerzo continuo de los nuestros enseñando la piedad y las letras, y la pobreza de algunos estudiantes, que les impedía seguir los estudios. Viendo esta dificultad, con su insigne piedad dio una limosna anual para poder alimentar a más de 40 estudiantes, y que de este modo pudiesen ir a nuestra escuela. Esta limosna se mantuvo hasta el año 1680. El domingo IV después de Pentecostés vino mucha gente de Podolín, pues viniendo en su coche, envió por delante un joven para anunciar que el Palatino, que se estaba acercando, quería asistir a misa, y oír el sermón de alguno de los Padres. El P. Casimiro acababa de celebrar su misa, y no se había preparado un sermón en polaco. Pues cuando los nuestros dirigían charlas a los jóvenes el sábado, usaban el latín o el alemán. Pero como él era un varón apostólico, docto y ardía en el celo por las almas, cuando entró el Palatino se retiró a la sacristía, y mientras el Palatino escuchaba la misa, él se llenó de ánimo y preparó un sermón con el tema: “Ve mar adentro y echa las redes”. El Palatino vertió abundantes lágrimas al escucharlo, y toda su corte no pudo contenerse. De modo que el Excmo. Fundador después de unos días en Podolín regresó contentísimo a Polonia.

En este mismo año el inexorable para nuestros asuntos Inocencio X dio indicios de alguna benignidad suya con respecto a la Orden que él había hundido, declarando que los breves para tomar el hábito de sacerdotes seculares que se habían ofrecido a todos los nuestros sólo serían válidos durante cuatro meses, y luego serían revocados, pues esta explicación suya hizo cambiar de opinión a algunos, y a la mayoría les confirmó en la suya de permanecer en el Instituto. Por este tiempo el Conde de Magnis fue enviado como Embajador Extraordinario del Rey de Polonia a Roma, para tratar con el Sumo Pontífice sobre la reintegración de nuestra Orden, pero las malas artes de la Curia Romana hicieron que no consiguiera mostrar a la luz la iniquidad de aquellos que habían engañado al buen Pontífice.

Año 1647

La aflicción pública no desanimó a los nuestros en Polonia. En Podolín funcionaban bien las escuelas, mientras en Varsovia aún no habían comenzado, estando ocupados los nuestros principalmente en la continuación de las obras. Los Superiores de ambas casas contenían a los religiosos gobernándolos prudente y suavemente. Mientras tanto acaeció la muerte repentina del Visitador, precisamente el mismo día en que había obtenido el mismo Padre el Breve para nuestra Visita Apostólica.

En el mes de julio enviaron cartas al Sumo Pontífice el Serenísimo Rey de Polonia, las Cortes Generales del Reino, los Obispos y la Orden de los Caballeros, y a numerosos Cardenales, apoyando la causa de nuestra Orden. Pero cuando fueron entregadas en un paquete juntas por el Conde Orsi, Embajador del Rey en la Ciudad, al Cardenal Panziroli, que era partidario del Auditor Albizzi y de Esteban Cherubini, sólo recibió como respuesta que Su Santidad no podía cambiar lo que había sido hecho.

Este año pasó a la sede de los bienaventurados el V.P. Pedro de la Natividad, de Lucca, primer Asistente del S. Padre, de 73 años de edad, que en vida y muerte gozó de fama de santidad por sus grandes virtudes y prodigios. Poco después le siguió el P. Esteban de los Ángeles, rostro de todos los males, pero que se arrepintió y se reconcilió con el Santo Padre antes de morir, gracia de Dios de la que careció Mario de S. Francisco, autor de las revueltas, y que murió del mismo tipo de muerte, una lepra incurable.

Año 1648

Gran parte de las obras de Podolín se habían terminado, excepto la iglesia. Por lo cual nuestros religiosos el 28 de junio se mudaron desde el castillo a su propia casa, del siguiente modo: se organizó una procesión desde la iglesia parroquial hacia la casa nueva, con los niños cantando las letanías de Todos los Santos, hasta llegar a las escuelas nuevas. Fuera esperaba la gente; el P. Casimiro de la Concepción de la B.V.M. bendijo las escuelas inferior y media según las ceremonias del ritual, donde, según el permiso obtenido del Ordinario del lugar, se celebrarían los actos religiosos hasta que se terminara la iglesia. Terminada la bendición, entró la gente, y el P. Glicerio de Todos los Santos, recién ordenado, celebró su primera misa. Honraron el acto con su presencia, en nombre del Excmo. Fundador, Esteban Lubowiecki, Viceprefecto de la fortaleza de Lublo y de los 13 pueblos de Szepes, el Párroco y el Magistrado de Podolín. Los nuestros que vivían en Podolín constituían una pequeña comunidad, formada por

El P. Juan Domingo de la Cruz, Ministro

El P. Casimiro de la Concepción de a B.V.M., Viceministro

El P. Glicerio de Todos los Santos

El Cl. Pablo de la Natividad de la B.V.M., profeso

El Cl. Estanislao de la Natividad del Señor, profeso

El Cl. Martín de la Madre de Dios, profeso

El Cl. Wenceslao del Stmo. Sacramento, profeso

El Cl. Jacobo de Sta. Bárbara, profeso

El Cl. Vicente de S. Bernardo, profeso

El Cl. Jacinto de S. Bernardo, profeso

El Cl. Alejo de S. Onofre, profeso

El H. Felipe de S. Onofre, operario, profeso.

La introducción en las escuelas, estando listos todos los nuestros, se hizo el 12 de julio. Por la tarde, convocados a toque de campana todos los escolares, y dirigiendo oraciones a la imagen de a B.V.M. que iba delante, fueron desde el castillo de la ciudad hasta las escuelas nuevas, donde dos de los nuestros dijeron un discurso en latín: el Cl. Martín de la Madre de Dios habló alabando los estudios humanísticos; el Cl. Wenceslao del Stmo. Sacramento alabó con un poema al Excmo. Fundador. Al final se cantó el himno Te Deum laudamus, y esto es todo referente a Polonia.

En Roma, el 24 de agosto, hacia la hora 6ª de la noche, en la víspera de S. Bartolomé Apóstol (que allí se celebra el 25 de agosto), un lunes de madrugada, emigró a la vida eterna nuestro S. Padre José de Calasanz de la Madre de Dios, Fundador y primer General de la Orden de las Escuelas Pías. Estaba en el año 92 de su vida, 65 de sacerdote, 31 desde que había fundado la Congregación Paulina. Sus hijos supervivientes lo lloraron. Una vez fallecido se hizo famoso por los muchos signos y milagros que hizo, y como había prometido que intercedería por nosotros si su alma, por la infinita misericordia de Dios era llevada a vivir con Él, los nuestros se alegraron en su mente y su corazón, recordando lo que les había dicho el Santo Padre: “Permaneced constantes, y veréis venir sobre vosotros el auxilio del Señor”. Hay algo que es digno de admiración: todos los que habían sido enemigos suyos y de la Orden fallecieron de una muerte atroz, tal como él les había predicho que en breve tiempo comparecerían ante el tribunal de Dios, en el que la verdad aparecería claramente.

En este lugar no puedo dejar de lado el gran beneficio que hizo el Excmo. Palatino a las escuelas de Podolín este año. Vio que la comunidad no podía aumentar con mejores sujetos, sino que necesariamente disminuiría, puesto que no se podía esperar que viniera nadie a formarla desde Italia y Germania, estando la Orden destruida, y sólo había esperanzas de su restauración pero no hechos. Entonces fue a hablar con los dirigentes de la Academia de Cracovia para que le prestaran algún profesor erudito y probo de su gremio para que fuera a enseñar Filosofía al gimnasio de Podolín, el cual sería acogido como Minerva. Ante la autoridad de la persona que lo pedía, no surgió ninguna dificultad. Así que fue destinado a aquella labor un hombre insigne tanto en las costumbres como por su óptima preparación científica, Casimiro Pietraszkiewicz, más tarde Prepósito de la iglesia de Opatov. El Excmo. Fundador lo envió a Podolín, asignándole, además de una comida competente y un vestido honrado, un salario de 100 táleros anuales, pagaderos de su propia bolsa. Allí enseñó el curso de Filosofía, primero a los nuestros, y después a los seglares, y trabajando duramente, el profesor lo terminó en dos años, con gran provecho de sus alumnos y gloria suya.

Finalmente a este año corresponde el fallecimiento del Serenísimo Rey Ladislao IV de Polonia y Suecia, que falleció el 20 de mayo en Merci, Lituania, Este suceso entristeció mucho a las Escuelas Pías, huérfanas de tal Protector, que hizo a su favor una fundación de dinero, suficiente para pagar el censo y para terminar las obras.

Año 1649

Debido a la fama de la Filosofía introducida en las escuelas de Podolín, aumentó el número de estudiantes. Preocupaba a los nuestros no tener un General del que depender y al que dirigirse, aunque se consideraba como tal al P. Juan de Jesús María, nombrado Ministro Superior de la casa romana de San Pantaleo por el Cardenal Vicario de la Ciudad con los votos de los Padres. Para colmo de males, el 16 de julio falleció religiosa y piadosamente el Excmo. D. Estanislao Lubomirski, Conde de Wisnitz, Palatino de Cracovia, Prefecto de Szepes, vencedor gloriosísimo de los turcos en Chocim[Notas 5], fundador nuestro en Podolín, etc. Antes de morir, en su testamento escrito recomendó la fundación de las Escuelas Pías de Podolín a su hijo Jorge, sucesor suyo en la prefectura de Szepes, y a todos nuestros religiosos. Cosa que realmente este Excmo. Señor siempre y constantemente ha hecho, amando tiernamente a nuestra Orden y ofreciéndonos su protección (pues luego se convirtió en la máxima autoridad en la República, Supremo Mariscal del Reino y Jefe del Ejército) en todas nuestras necesidades. Aumentó también el censo del colegio de Podolín en 4000, inscritos sobre sus bienes, que él procuró que se pagaran puntualmente, y mandó que la limosna instituida por su padre para ayudar a los estudiantes pobres se pagara siempre exactamente. Finalmente este año se encendió una guerra atroz en Polonia, cuando Khmelnytsky, conduciendo cientos de miles de cosacos y rebeldes de la plebe, devastó las provincias de Rusia, con una gran masacre de polacos, hasta que finalmente fueron subyugados y después de algunos años fueron de nuevo reducidos.

Año 1650

Mucho se entristeció Podolín con la muerte prematura del P. Casimiro Bogatka de la Concepción de la B.V.M., que tuvo lugar el 7 de mayo. Era el primer polaco de la Congregación, del palatinado de Poznan. Hombre de gran modestia y ejemplaridad, que ya en vida gozaba de opinión de santidad entre los seglares, y que dejó un gran vacío tras su muerte. Era tenacísimo en el silencio; nunca se le oyó decir una palabra desconsiderada. Entregado a la mortificación corporal. Observante exactísimo de las Reglas. Tan humilde que nunca dijo una palabra en alabanza suya, ni permitió que la dijeran los demás, a pesar de que consta que estaba muy bien preparado en las disciplinas filosóficas y matemáticas, que había estudiado brillantemente en el extranjero, y vistió el hábito religioso en el nuevo y piadoso instituto en Nikolsburg. Cuando hablaba a la gente le ardía el rostro. Servía de buena gana a los pobres y enfermos, y enseñó diligentemente a muchos, principalmente acatólicos, con su vida y con sus hechos, hasta que de esta vida mortal pasó a la inmortal, para recibir su recompensa, a los 45 años de edad. Fue enterrado temporalmente en la iglesia parroquial, y en esa ocasión proclamó sus alabanzas en un sermón el R. D. Tomás Kurowski, párroco de Piwnice, y el M. Sr. Lubowiecki, Viceprefecto de Szepes, declaró en nombre de los PP. de las Escuelas Pías que se depositaban los restos del difunto en la iglesia sólo provisionalmente, y cuando estuviera terminada la de los Padres serían trasladados al sepulcro de la misma. Lo cual ocurrió el 16 de febrero de 1656. En tal ocasión estuvo también presente el párroco del lugar, y el Decano de Lublo.

Fallecido el P. Casimiro, no quedó en Podolín ningún sacerdote de idioma polaco para el ministerio con la gente, por lo que el P. Ministro Juan Domingo, con permiso del P. Viceprovincial Alejandro, hizo consagrar sacerdote al P. Jacobo de Santa Bárbara, silesio, que hablaba suficientemente bien el polaco. Recibió al hábito de la Congregación a dos: José Starek de Santa Catalina, de Podolín, y Bernardo Sempochowski de Jesús María, polaco, a los que llamaron agregados, pues al no haber entonces Padre General, ni un plazo para pronunciar los votos en el futuro, debían permanecer en la Congregación disimulando que se les había acogido ante la Sede Apostólica. Después llegó a Podolín el P. Alejandro, Viceprovincial, e impuso el hábito a nuestro Miguel Krauss de la Visitación de la B.V.M., joven de Podolín, muy prometedor, que hizo luego brillantemente sus estudios en Viena. Y aunque el P. Viceprovincial no hizo la visita debido al estado inusual de las cosas, sin embargó exhortó a todos vehementemente a la observancia regular, esperando que el instituto volviera a su prístino estado, cosa que no cesaba de rogar ante la Sede Apostólica, y salió hacia Germania.

Año 1651

El 30 de mayo el P. Juan Domingo, Ministro, tras recibir la facultad de Su Excelencia el Príncipe Pedro Gembicki, Obispo de Cracovia y Ordinario del lugar, bendijo nuestro nuevo templo, y tras hacer una procesión desde nuestras escuelas, celebró solemnemente la misa en él el R. D. Lorenzo Pruszkoy, Decano de Lublo. Dijo el sermón Estanislao Sniecszkowicz, Párroco de Rubasz. Al final pronunció un discurso en latín el Cl. Wencesalo Opatowski del Stmo. Sacramento, el cual con gran ingenio alabó al fallecido Excmo. Fundador al mismo que al vivo, el Excmo. Jorge Lubomirski, que ya era Mariscal de Reino. Lo oyó en su nombre, presente en ese acto, el M. Sr. Félix Constantino Bractauski, cortesano.

En octubre recibió el hábito de la Congregación Francisco de Jesús María, llamado en el siglo Adalberto Haligorski, polaco. De estos tres: Wenceslao, Miguel y Francisco, oirás hablar a menudo más tarde, en el gobierno de la Provincia.

Año 1652

En Polonia fue elegido Rey Juan Casimiro, hermano de Ladislao IV. Este recibió en el patrimonio real la mina de Lubomirski llamada Kunegunda, con los bienes de Swinza. Por lo que estaba en peligro el acuerdo con los Padres de Podolín, pues la fundación estaba asociada a esos bienes. El Excmo. Jorge Lubomirski, mariscal del Reino, logró que el Rey le pagara 1000 FR anuales en Podolín. Oliéndoselo, el P. Jacinto de S. Jorge, Ministro de Varsovia, fue a ver al Rey y le suplicó que esa suma se pagara a los colegios de Varsovia y Podolín, cosa que obtuvo, y así se inscribió en los documentos de la Curia Real. El Excmo. Mariscal se tomó a mal la cosa, y le escribió una carta prolija con su propia mano al P. Juan Domingo, Ministro de Podolín, preguntándolo cómo había hecho aquel cambio. Pero el Padre no sabía nada de ello, así que fue a Varsovia y arregló mejor el asunto. Al final, como llegaba el plazo de la profesión de los nuestros, fue con el P. Wenceslao del Stmo. Sacramento a Germania, para consultar con el P. Alejandro, Viceprovincial, qué debía hacerse.

No sé con seguridad cuándo abrieron las escuelas los nuestros en Varsovia, pues no tengo ningún documento a mano; consta sin embargo que los nuestros tenían abierto un gimnasio este año, y que la asistencia de jóvenes era muy numerosa. Pero el P. Jacinto de S. Jorge, Ministro, que había presidido durante muchos años útilmente esta casa de Varsovia, apremiado por un familiar, tras obtener el Breve Apostólico se quitó el hábito, cosa de la que más tarde se arrepintió mucho, como se puede leer en una carta que envió al P. Juan Domingo, Ministro de Podolín. En su lugar fue puesto al frente de la casa el P. José de la Natividad de la V.M., llamado en el siglo Andrés Marco Holiczien, húngaro.

Año 1653

El P. Juan Domingo, que estaba en Germania, fue con el P. Viceprovincial a Praga, para ver al Eminentísimo Cardenal de Harrach, Arzobispo de Praga, que quería mucho a los nuestros, para preguntarle qué pensaba él acerca de la profesión de los novicios. Él consideró que no había razón para que se hiciera cargo de nuestras cosas, ni para disimular ante Roma la admisión de novicios, ya que por su autoridad ordinaria (puesto que el Sumo Pontífice había sometido las Escuelas Pías al Ordinario del lugar) podía estatuir en su diócesis, y en su Reino en cuanto Primado, lo que estimase conveniente en el Señor. Por ello declaró Provincial al P. Alejandro de S. Bernardo (y como tal fue reconocido por los nuestros en Germania y Polonia), y le dio potestad para que con ese título admitiese a la profesión a los novicios que hubieran cumplido el tiempo de probación. El P. Provincial comunicó esta declaración a los de Polonia. Así que cuando el P. Juan Domingo regresó a Polonia, de acuerdo también con el ordinario del lugar, recibió a la profesión simple a los HH. José de Santa Catalina, Miguel de la Visitación de la B.V.M., y finalmente a Francisco de Jesús María. Luego vino el P. Provincial de Germania a Podolín, y según lo prescrito por las Constituciones, hizo la visita, y tras ordenar lo que hizo falta, salió hacia Varsovia, para no volver más a Germania, quedándose entre nosotros.

Año 1654

Este año, hacia fines de diciembre, el Sumo Pontífice Inocencio X dejó de vivir, y nuestros religiosos, después de tantas miserias y tinieblas, empezaron por fin a ver que tal vez empezaría a brillar la serenidad con un nuevo Pontífice. Los Magnates protectores nuestros se preparaban para ello.

Año 1655

La Sede Apostólica estuvo vacante hasta el 7 de abril. Algunos Cardenales pensaron en elegir Pontífice al P. Juan Castilla de Jesús María, Escolapio, por lo que algunos ministros comenzaban ya a felicitarle, pero su modestia les quitó la idea de la cabeza, y ese día fue elevado al solio el Cardenal Chigi, que tomo el nombre de Papa Alejandro VII, con el que inmediatamente se empezó a trabajar por la restauración de la Orden.

En Varsovia el P. Provincial quería establecer nuestro estudio de teología, pero vino Gustavo Adolfo, rey de Suecia[Notas 6], con el ejército, ocupó la ciudad y, huidos otros religiosos, impidió el intento. Sin embargo a los nuestros, bajo la protección del Pro-Canciller del Reino Radziejovich, los favorecían los suecos, y muchos enviaban a sus hijos (pues trajeron a sus mujeres e hijos, considerando que el reino, que habían tomado por las armas, era suyo) a nuestras escuelas para que aprendieran a leer, escribir y aritmética, y pagaban a los nuestros una cierta pensión en lugar de la limosna, por gracia del Conde de Oxenstern, General sueco.

Año 1656

Alejandro VII, a petición de los Príncipes cristianos, mirando benignamente nuestras cosas, dio un diploma singular el 24 de enero, que comienza Dudum felicis etc., que al ser promulgado en la casa de San Pantaleo de Roma, estando presente el Emmo. Cardenal Ginetti, Vicario de la Ciudad y nombrado protector nuestro, trajo gran alegría a todas partes. El mismo Eminentísimo, según el deseo de Su Santidad, nombró Superior Prepósito General de la Orden al P. Juan García de Jesús María, y como asistentes suyos a los PP. Francisco Castelli de la Purificación de la B.V.M., José Fedele de la Visitación de la B.V.M., Juan Esteban Spínola de la Madre de Dios y Camilo Scasellatti de S. Jerónimo. Los cuales fueron reconocidos inmediatamente por los nuestros, besaron la mano y cantaron el Te Deum laudamus. Para que esta proclamación oral no ofreciera dudas a algunos, por medio de Su Eminencia el P. General suplicó al Sumo Pontífice que se dignase confirmar estos nombramientos, junto con la facultad de nombrar Provinciales y Rectores, cosa que benignamente concedió el 4 de abril con las Constitución Ex Romani Pont. etc. El 21 de abril el P. General con sus Asistentes fueron a dar gracias al Sumo Pontífice por los beneficios recibidos, y él respondió a los Padres con estas palabras: “Considerad bien lo que hemos determinado acerca de vuestras cosas…” Luego, poniendo su mano sobre el pecho, añadió: “Podéis estar seguros de nuestra persona, y creed que he hecho lo que me ha parecido mejor, y si Dios me da vida, tendréis todo lo que deseáis. Encargamos a todas las Congregaciones que os traten bien, y que defiendan vuestras razones y derechos. Sabemos que en Polonia vuestra Congregación tiene mucha estima y veneración”.

El P. General decretó después que se hiciera una oración pública en todas las casas de las Provincias por la conservación y aumento de la Congregación, cosa que en Podolín hicieron los nuestros en un triduo con ocasión de la fiesta de Pentecostés. En la cual, mientras pasaban los peligros, residían próceres de primer orden. Concretamente Su Excelencia el Príncipe Pedro Gembicki, Obispo de Cracovia, que cuando vio los trabajos de los nuestros en las escuelas y en la iglesia de Dios, de enemigo se convirtió en gran amigo nuestro, y no sólo nos dio grandes limosnas, sino que prometió el permiso para fundar en Cracovia que hasta ahora nos había negado, y dio amplísimas facultades al P. Juan Domingo para aprobar a los nuestros y a los sacerdotes seglares para decir sermones y oír confesiones. Durante toda la guerra sueca había abandonado la diócesis de Cracovia, confiándola a su hermano el Obispo de Plock, y fue nuestro huésped.

En Varsovia los nuestros sufrieron una nueva calamidad. Luchando entre sí polacos y suecos, se incendió el tejado, y luego el fuego consumió todo el edificio, la iglesia y el huerto contiguo, y también murió, con dolor de todos, el P. José de la Natividad de la B.V.M., que, después de haber enviado a los demás a buscar refugio, se había quedado solo para custodiar la casa.

Dios nos consoló de esta desgracia con una nueva fundación. Pues el Excmo. Jorge Lubomirski, Mariscal Supremo del Reino, encontró en la hermosa ciudad de Rzeszów, que llegó a su poder por herencia, un monasterio para monjas de S. Francisco de la Penitencia que había sido construido, aunque estaba en buena parte sin terminar, a causa de la prematura muerte de la Fundadora Sofía Potenciana de Bobrek, esposa de Ladislao Domingo, Duque de Ostrog y Zastaw, Conde de Farnow, Palatino de Sandomierz, del que las monjas no habían tomado posesión. Quiso él traer a los nuestros allí, cuando terminara la Iglesia y obtuviera el permiso de la Sede Apostólica. Avisó al P. Juan Domingo para que fuera a ver y ocupar la casa, pero este, no queriendo meterse en terreno ajeno, y a causa de la escasez de personal, rehusó. Pero para no ofender al Fundador, en tiempo de vacaciones envió a verla al P. Wenceslao del Stmo. Sacramento, y al H. Francisco de Jesús María, y a los dos les agradó la ciudad, y vieron que las paredes se podrían adaptar fácilmente para nuestro uso, estando ya construido el tejado.

Por aquel tiempo el P. Provincial, después del desastre de Varsovia fue a visitar con algunos de los nuestros al Excmo. Mariscal Fundador, para consultarle a quién debería dirigirse, estando el Rey ausente del Reino. Ocurrió que él se encontraba en Lancut, pueblo suyo hereditario, distante dos millas de Rzeszów, en la hermosa fortaleza del lugar, donde se encontraban la Serenísima Reina Maria Luisa Gonzaga de Mantua, de Italia, hija del Duque de Nevers en Francia; el Nuncio Apostólico Antonio Pignatelli, y varios otros magnates del Reino. El Excmo. Mariscal recibió amablemente al P. Provincial, y lo retuvo algunos días en su casa. Al fin, ya que habían venido, decidió no dejarlos marchar, cosa que hizo. Pues al cabo de unos pocos días, tras obtener el permiso del Ilmo. Andrés Friebicki, Obispo de Przemysl, Ordinario del lugar y Procanciller del Reino, invitando a este acto al Nuncio Apostólico y a una gran cantidad de Próceres y Caballeros, introdujo a los nuestros en el monasterio de Rzeszów, a título de huéspedes, pidiendo permiso a las Sede Apostólica para establecer nuestra fundación y la posesión de un censo anual que había establecido a favor del monasterio la citada Duquesa de Ostrog y Zastaw. Mientras tanto mandó que se proveyera lo necesario para 12 personas, y que se prepararan habitaciones hasta que pasara la guerra, y obtenida respuesta a su súplica, se instalaran de manera firme. Así que el P. P. Provincial con el P. Jacobo de Santa Bárbara y algunos clérigos profesos y novicios se quedaron en Rzeszów, en la nueva fundación, en la que no pensaban quedarse mucho tiempo. Mandó también venir allí al P. Wenceslao del Stmo. Sacramento y a los clérigos Estanislao de Jesús María y Antonio de Sta. Catalina de Siena.

Mientras tanto en Roma los nombrados Superiores de la Orden nombraron a los Provinciales, y declararon Provincial de Germania y Polonia de nuevo al P. Onofre Conti del Stmo. Sacramento, y lo enviaron a estas Provincias. Trajo consigo el Breve Apostólico y la carta circular del P. General en la cual ordenaba que se hiciera el juramento de perseverancia, y que todos los antiguos hicieran la profesión según la fórmula indicada allí. Pero como no podía venir inmediatamente, desde Opava envió la carta a Podolín, diciendo que él iría en cuanto pudiese.

A causa de la guerra en que estaba implicada Polonia, los nuestros sufrieron muchas miserias, pues no sólo les faltaba el sustento, sino que muchos pedían refugio en nuestro colegio de Podolín, por lo que fue necesario ceder algunas clases, y a los jóvenes que venían de Leópolis, Przemysl y Jaroslaw les teníamos que dar clase en la sacristía y por rincones de la casa. El mismo Serenísimo Rey, que desde Silesia volvía por Liptov, llegó a Podolín el día último del año, guiado diestramente por el Exmo. Jorge Lubomirski, Mariscal del Reino, hasta que se desplazó a Czorstino y Nowy Sacz, ciudad con murallas y fortaleza. El Serenísimo permaneció algún tiempo en nuestras escuelas. En el colegio había muchos próceres, y en la misma ciudad no había una casa que no acogiera huéspedes.

Año 1657

El 10 de febrero por la tarde falleció a esta vida el P. Jacinto de S. Bernardo, querido por todos, infatigable trabajador por la gloria de Dios, y que se había preparado seriamente con oraciones y lágrimas para la última batalla. Se observó algo singular en su tránsito, y es que cuando imploraba a menudo la ayuda de Dios, dijo al P. Alejo, y a otros que estaban junto a él: “Ruego que alguien tome las letanías de los santos y me las recite” Estaban recogidos juntos los patronos mensuales que se distribuyen al principio de cada mes, de modo que el H. Adalberto de Sta. Teresa tomó el libro de la mesa y empezó a recitar aquellas letanías, y el enfermo suspiraba constantemente al oírlas. Poco después, prorrumpió alegre: “¡Ya están aquí!” El P. Alejo entendió otra cosa, y le dijo: “Sí, estamos, y todos rezamos por V. Reverencia”. Entonces el enfermo dijo: “No, lo que digo es que ya están junto a mí todos mis santos patronos”. Y luego dijo estas palabras: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”, y entregó a Dios su piadosísima alma. Era silesio de nación, de Gtogod. Tenía 36 años de edad y 14 de religión. Fue enterrado en el sepulcro de nuestra iglesia.

Este año fue calamitoso para el reino, a causa del diluvio de los enemigos: cosacos, suecos, moscovitas, transilvanos con Rakoczy; todos invadieron el suelo polaco. Fue admirable la crueldad de todos, especialmente la de los últimos, que entraron en Leópolis y se dirigían hacia Cracovia, pasando todo a hierro y fuego. Los nuestros se vieron obligados a abandonar Rzeszów, y retirarse hacia Podolín. Pero entonces el Excmo. Lubomirski, Mariscal y jefe de la guerra, tomando algunos miles de soldados consigo, por los montes invadió la áspera región de Rakoczy, y le pagó con la ley del talión, tratándola con violencia y fuego. El mismo Rakoczy, volviendo a su tierra con los suyos dispersos, sin la benevolencia de Lubomirski no se habría librado de sus manos, habiendo sido capturado por solados tártaros, y fue exiliado al Tauro.

Habiendo pasado el peligro, el P. Alejandro, ex Provincial, volvió con el H. Juan Lachotski de Sta. Apolonia a Rzeszów, pero viendo que la nueva fundación estaba bastante arruinada (los transilvanos habían entrado en ella y habían destruido las ventanas, estufas, puertas, mesas), y por otra parte deshecho a causa del viaje y enfermo de podagra, falleció. Fue un hombre de gran caridad y paciencia, de notable gracia al hablar y destreza para hacer las cosas, que por otra parte hizo algunos milagros. Falleció a la edad de 40 años. Fue enterrado en Rzeszów, en la iglesia nueva.

Por lo demás falleció también el Emperador Fernando III y le sucedió Leopoldo, que envió ayuda a Polonia para contener de algún modo a los enemigos. El P. Jacobo de Sta. Bárbara fue enviado a Varsovia; el P. Wenceslao del Stmo. Sacramento, a Rzeszów, desde Podolín, de modo que ambas comunidades fueron restauradas con algunos de los nuestros, y visitadas por el P. Provincial Onofre, quien finalmente vino a Podolín para las fiestas de la Natividad del Señor.

Año 1658

Este año se abrieron las escuelas por la petición insistente del Fundador, aunque la casa no ofrecía comodidad para ser habitada, después de los destrozos hechos en las habitaciones por los bárbaros. El P. Wenceslao fue nombrado Vicerrector; el P. Miguel de la Visitación, profesor de Retórica; el P. Francisco de Jesús María fue destinado a la clase de Sintaxis y Gramática. Como estos dos venían de Dabrowica y entonces estaba allí el Excmo. Fundador, los envío con sus propios caballos a Rzeszów, y les dio con un carro de buenos libros de su propia biblioteca, y también un órgano nuevo para la iglesia. También les compelía a abrir la escuela el Vicario General Administrador de Przemsyl, el Rvmo. Alembe, pues la sede estaba vacante, para que no surgieran dificultadles después. Expidió la carta credencial, decreto y permiso, a causa de los adversarios gruñones, que eran numerosos, aunque no se atrevían a enfrentarse abiertamente, a causa de la gran protección del Excmo. Sr. Mariscal. El cual llegó a Rzeszów a mitad del mes de marzo, acompañado de su hermano Alejo Miguel, y de sus tres hijos; con el Rector Magnífico de Cracovia, y con muchos servidores. Y entonces el 19 de marzo, fiesta de San José, cantó la misa solemne el Muy Rvdo. Sr. Kwiecisz, Prepósito de Rzeszów; dijo el sermón el R.P. Kocioskowski, ilustre eclesiástico de la Orden de los Predicadores, muy favorable a nuestro instituto. Una vez terminado esto, los PP. Miguel y Francisco hicieron su profesión de fe en la iglesia, en presencia de todos. Después pasaron al lugar de las escuelas, en donde el P. Miguel dio una conferencia solidísima en latín sobre la necesidad de los estudios, que pareció a todos admirable. En ella se daban gracias al Excmo. Fundador, imitando a Cicerón cuando alaba el vino, y la Congregación se sentía obligada hacia él con todas sus fuerzas. Después de terminar la función, el Excmo. Mariscal invitó a todos los huéspedes a comer a su palacio de Rzeszów, y los trató opíparamente.

Pocos días después envió a dos hijos menores suyos, Jerónimo y Alejandro, a nuestras escuelas, y confiándolos a los Padres para que los educaran, se fue de Rzeszów, después de mandar que se hicieran todas las reparaciones y aprovisionamiento necesarios.

La primera comunidad de Rzeszów estaba formada por:

P. Wenceslao del Stmo. Sacramento, Vicerrector, maestro de novicios, confesor;

P. Miguel de la Visitación de la B.V.M., profesor de Retórica y Poesía, predicador, confesor;

P. Francisco de Jesús María, Prefecto de las escuelas, confesor, maestro de Gramática y Sintaxis, catequista;
H. Juan de Sta. Apolonia, clérigo profeso, ecónomo;
HH. Miguel de la Cruz y Onofre de S. Felipe Neri, clérigos novicios
Adalberto Kochaneck, un clérigo secular, vivía con nosotros y enseñaba Principios.

Siendo tan pocos los nuestros, es difícil explicar cómo se las arreglaron para tragarse tantas molestias. Y es admirable que lo llevaran todo con paciencia. El mismo año se iba a celebrar Capítulo Provincial, de cara al Capítulo General que se iba a celebrar al año siguiente. El P. Onofre, Provincial, sólo intimó al P. Juan Domingo para que hiciera Capítulo Local en Podolín, pues en Varsovia y en Rzeszów no había sacerdotes con más de un trienio que pudiesen ser elegidos. Solamente mandó al P. Wenceslao, Vicerrector de Rzeszów, dependiente del P. Rector de Podolín, que acudiera al Capítulo, cosa que hizo. Los PP. de Rzeszów, en tanto que sacerdotes en el primer año, al menos escribieron una carta a Podolín en la que proponían dos cosas:

1.Poder tener su propio Rector.
2.Que, si valían sus votos, votaban por el P. Wenceslao como vocal al Capítulo Provincial.

Y la recomendación sirvió, pues aparte de su amigo el P. Glicerio no tenía otros rivales. Tras contar los votos de los presentes, fue elegido unánimemente vocal el P. Wenceslao del Stmo. Sacramento, que volvería a su patria Nikolsburg, para asistir al Capítulo Provincial convocado para el 1 de octubre. Por lo demás, terminado felizmente el Capítulo de Nikolsburg, volvió el P. Juan Domingo de la Cruz, habiendo sido elegido vocal para el Capítulo de Roma, y el P. Wenceslao con el nombramiento de Rector de Rzeszów, trayendo consigo algunos religiosos nuestros, pero que eran destinados a Varsovia. En Rzeszów sólo se quedó Nicolás de la Concepción de la B.V.M., clérigo profeso.

Año 1659

El P. Provincial salió hacia Roma con sus vocales, pero ya no encontró vivo al P. General, quien víctima de una fiebre aguda, en cinco días falleció, el 16 de febrero. Era un hombre incomparable, y muy amigo de nuestro Santo Padre. Al hacerle la autopsia los médicos encontraron que tenía los pulmones destrozados, y debía haber muerto tres años antes, si no hubiera sido prodigiosamente conservado por Dios todo ese tiempo. Así que el P. José de la Visitación, Vicario General, pospuso el Capítulo al mes de mayo[Notas 7]. El día 10 de mayo lo comenzaron los Padres, y al día siguiente, en presencia del Emmo. Cardenal Ginetti, Protector, fue elegido General el P. Camilo Scassellati de S. Jerónimo; fueron confirmados dos antiguos Asistentes, el P. José de la Visitación de la B.V.M. y el P. Pedro de la Anunciación y elegidos dos nuevos: el P. Glicerio de la Natividad, y el P. Pedro Lucas de S. Miguel. También fue elegido Procurador General el P. José de S. Eustaquio, de Pesaro. Después el P. General nombró Provincial de Germania al P. Juan Domingo de la Cruz. Se trató en este Capítulo si se podrían usar zapatos. Pero no se decidió nada, pues si se hubiera ido a una votación secreta, la mayoría de los Padres eran favorables a la antigua costumbre. Entonces una pena prodigiosa pareció confirmar las Constituciones. Pues el P. Juan Evangelista de S. José, vocal al Capítulo General y Maestro de Novicios, principal promotor de los zapatos y de los colchones, que cuando regresó incluso iba a introducir su uso en el noviciado, aunque estaba sano y robusto, un mes después del Capítulo se extinguió por una fiebre terciana maligna, tras dar verdaderos signos de dolor y de arrepentimiento porque había querido introducir esa relajación, como vio que había prescrito ampliamente a los nuestros en Polonia el P. Agustín de S. Carlos, que ahora estaba muriendo. No fue suficiente. El 24 de noviembre se apareció al H. José de S. Antonio de Padua, novicio operario, pidiéndole: “Di al P. Provincial y al P. Rector que hagan decir oraciones por mí, pues estoy en el purgatorio”. Cuando se cumplieron los sufragios, se apareció de nuevo al P. Gabriel de la Anunciación, Rector, para darle gracias. ¡Qué pena, la relajación de las Reglas! Hasta que el Sumo Pontífice Alejandro VII dispuso de otro modo.

En Polonia este año cambió totalmente la suerte de los enemigos. Los suecos fueron derrotados, y sus generales Oxestern, Königsberg y Wirtz, que en el año 1642 causaron la devastación en Silesia, Moravia, Austria y Bohemia, y que ahora habían hecho de Polonia su reino, o fueron hechos cautivos o cayeron con todo su ejército. Por lo que el Rey Adolfo Gustavo[Notas 8], humillado, sufrió un ataque de apoplejía y falleció al poco tiempo. No les fue mejor a los moscovitas, cuyo ejército de 100.000 hombres mandados por el Duque Sheremetev fueron aniquilados por el Excmo. Lubomirski, mariscal y Jefe de Campo, en Cudnow[Notas 9]. La fama de la victoria llegó pocos días después a Rzeszów, por lo cual Juan Paprocki, Prefecto de la Corte del Mariscal, el 2º domingo de Adviento mandó cantar solemnemente en nuestra iglesia un Te Deum laudamus, y el P. Miguel hizo un sermón al numerosísimo público a partir del texto “¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?”, mostrando cómo la caña había doblegado las fuerzas del enemigo soberbio.

Año 1660

Después de visitar las casas de Germania, el P. Provincial Juan Domingo vino desde Moravia en el mes de enero a Podolín, y trajo consigo a dos clérigos profesos de buena índole, Honorato y Benito, a los que sin embargo se los llevó una muerte prematura: uno en Varsovia, contagiado de la peste; el otro en Rzeszów, de una fiebre aguda. Ambos eran italianos. El mismo mes, nuestros Padres saludaron al Excmo. Mariscal victorioso, que regresó del campamento, con una obra dramática representada por nuestros estudiantes, titulada “Junio Bruto, vengador de la libertad romana”, el cual se regocijó viendo tantos jóvenes nobles actuando de manera tan diestra, y estuvo todo lo contento que se puede decir. También en Rzeszów nuestros Padres erigieron una hermosa estatua de la B.V.M. en la zona del templo, ante la cual el sábado por la tarde los estudiantes cantarían las letanías, antigua devoción que dura hasta hoy. Se introdujo también en nuestra iglesia la Cofradía del Escapulario de la B.V.M., por deseo de la gente, después de conseguir el permiso y las gracias necesarios, aunque este objetivo se logró no sin grandes dificultades y oposición por parte del párroco contra nosotros.

Año 1661

El P. Provincial nombró Rector de la casa de Rzeszów al P. Pablo de la Natividad de la B.VM. y al P. Wenceslao de Santísimo Sacramento lo trasladó al rectorado de Podolín, y los instaló a los dos. Al P. Prefecto lo envió a Varsovia, y de este modo las quejas de los cortesanos contra él se calmaron. Pues había hecho la vista gorda ante ofensas causadas por los estudiantes a los judíos de Rzeszów, con lo cual el mismo Excmo. Mariscal se ofendió.

En este tiempo el P. Vicente [Berro] de la Concepción de la B.V.M., Provincial de Liguria, cuenta lo ocurrido con el P. Juan Crisóstomo [Peri] de Santa Catalina, que había sido también nombrado Provincial de Liguria en los años 1644 y 1656, y que ejerció este cargo al mismo tiempo que ejercía el cargo de confesor de monjas, ayudándole mucho en sus negocios al mismo tiempo que estaba atento a sus hermanos, y tenía su residencia en el monasterio de las monjas. Mandó que se dieran a los novicios zapatos y colchones, como si fueran sacerdotes seculares, mientras nuestras leyes decían otra cosa. El P. General le envió por tercera vez la patente [de Provincial], y el P. Gabriel, Rector de Génova, inmediatamente se la remitió. Sin embargo ya no la recibió, pues cuando llegó había muerto el que el día anterior estaba perfectamente sano. Con lo cual los Padres entendieron que aquella orden no había gustado al de Arriba. Ni siquiera pudo trasladarse su cadáver al vecino colegio de Cárcare, pues estaba demasiado hinchado y tumefacto, por lo que debió ser enterrado cuanto antes en la iglesia de las monjas.

Este año la peste hizo sufrir a algunos de los nuestros en Varsovia, a otros los dispersó, y la escuela concedió vacaciones.

Año 1662

Los Padres de Germania pidieron la separación de su Provincia, sin que se opusiera el P. Provincial, principalmente porque veía la dificultad de gobernar conjuntamente Austria, Bohemia, Moravia y Polonia, y que había que hacer largos viajes para las visitas. Fue nombrado Superior de Germania el P. Carlos Pessau de Santa María, un hombre de gran ingenio, juicio y erudición, austriaco de nación. Con nosotros en Polonia se quedó el venerable anciano P. Provincial Juan Domingo [Franco, o Franchi] de la Cruz después que se separaran las Provincias de Germania y Polonia. Aceptó esta disposición de los Superiores con ánimo tranquilo, esperando que fuera para bien de la nación polaca, a la que amaba singularmente. Y esperando educar bien a nuestros jóvenes religiosos, designó Podolín como sede para educar a los nuestros en Humanidades y Filosofía, y llamando de Rzeszów al P. Miguel de la Visitación, insigne orador (como su Manual editado lo prueba), lo nombró Profesor. Poco después, a causa de la edad, sin que hubiera ningún otro fatal accidente, provisto de todos los sacramentos y con gran edificación de todos, dejó de vivir. De qué modo vivió este varón su vocación, su vida religiosa, el desprecio de sí, la mortificación, la caridad para con los religiosos, su manera de dirigir el instituto, sus exhortaciones a los jóvenes a vivir espiritualmente, con fe en Dios y constancia en las adversidades, y a orar por los difuntos, lo cuentan 4 páginas en folio que también debe estar en Hungría, pues muchas cosas de los mayores se trasladaron de Podolín a Prievidza. Basta con decir que fue un hombre querido por Dios y por los hombres, serio, santo, conservador del Instituto en Polonia, que falleció haciendo actos de virtud y teología, lleno de días, a la edad de 70 años, el 29 de julio, a las cuatro menos cuarto de la tarde. Nadie dejó de llorar la muerte de su Padre, y en su sufrimiento se temían que iba a ocurrir alguna desgracia. Entre otros, el R. Sr. Tomás Kurowski, párroco de Piwnice, que en el funeral, al que asistieron muchos sacerdotes y personas seglares muy dignas, dijo que se nos había quitado un hombre santo, que nos libraba de la ira de Dios porque la contenía con sus oraciones. Su vaticinio resultó ser cierto.

Pues el 4 de agosto comenzó a llover, llovió todavía más fuerte el 5, y siguió el 6. El río Poprad, que baja de los Cárpatos a Szepes, pasando por Kesmark, Podolín, Gnisa y Lublo, comenzó a crecer, se desbordó luego de su cauce, y empezó a arrancar árboles de raíz, y bajaba con estrépito. Arrancó los sólidos tablones de la valla de nuestro huerto, y se los llevó. Los nuestros, estando ausente el Rector, se exhortaban mutuamente a orar para que el colegio no sufriera daños, pues las tormentas hacían temer una gran destrucción. El P. Vicerrector llamó a todos a la iglesia a toque de campana, expuso el Santísimo y se pusieron a rezar de rodillas. Mientras tanto el agua sigue subiendo, e inunda nuestro huerto. Se lleva rápidamente el Santísimo al oratorio, se recoge el ajuar de la sacristía, a toda prisa se salvan algunos toneles de vino y de cerveza de la bodega, y provisiones de la despensa. Mientras tanto la fuerza del agua rompió el muro del castillo en el pueblo, y el agua entró con fuerza por las calles y plazas, por las casas de los ciudadanos y en la zona de nuestras escuelas. Derribada la muralla que rodea la ciudad por la parte de la puerta de las escuelas, se abrió camino libre hacia los suburbios. Las aguas crecientes inundaron la iglesia, los sepulcros, la bodega, la cocina y otros locales hasta cuatro palmos de altura por encima del suelo, con la parte inferior sumergida. Fuera no se veían los campos, sino sólo el océano y el cielo. Sería largo de contar cuántos daños produjo esta inundación en Szepes, principalmente entre las montañas, y también en Polonia. Destruyó campos y aldeas; derribó el templo, los muros y las torres de muchos lugares, se llevó personas junto con sus casas; se llevó montones de grano. Y, como se observó, los derrumbes no se producían tanto a causa de la lluvia como de las corrientes subterráneas, por lo que se sentía un hedor abominable, y durante toda la noche sonaban mugidos y aullidos miserables, como si estuviera llegando el día del juicio. Al cabo de tres días decrecieron las aguas. Nosotros buscamos el huerto donde había estado el huerto, y vimos que habíamos perdido el mobiliario doméstico. Ante tanto peligro, los caballos y los bueyes se habían refugiado bajo el techo. Ocurrió entonces además una cosa que es difícil de creer, y que sin embargo es verdad. La cima de los Cárpatos, que se ve como la parte más eminente desde Szepes, se desprendió de la montaña. Esto ocurrió el 9 de agosto, hacia media noche, pues los nuestros que estaban despiertos notaron que nuestro colegio se estremeció. Luego lo pudieron ver todos los habitantes. Siguieron luego los trabajos para limpiar la iglesia y la casa.

Por lo demás, tras la muerte del P. Provincial, el P. Wenceslao, Rector de Podolín, escribió a Roma, pidiendo que nombraran un sucesor. Los romanos escribieron a cada casa de la Provincia diciendo que hasta que se nombrara otro, consideraran al Rector más antiguo en profesión como Provincial, y que consideraban que ese era el de Varsovia. Esta declaración creo confusión, pues el P. Jacobo Weczirka de Sta. Bárbara, Rector de Varsovia, persuadido por el P. Francisco de Jesús María, se declara Provincial, y como tal lo reconocen todos los de Varsovia. El P. Wenceslao del Stmo. Sacramento, Rector de Podolín, y el P. Pablo de la Natividad de la B.V.M., Rector de Rzeszów, se ponen en contacto por carta, preguntándose si deben reconocerlo como Provincial, pues en lo referente a antigüedad de rectores, los dos son más antiguos en profesión, a pesar de que no dudaban de que la carta de Roma señalaban al Rector de Varsovia, y por tanto el P. Jacobo debía ser quien se hiciera cargo del gobierno de la Provincia. Actúan en secreto entre sí, teniendo oculto lo que hacían al P. Jacobo. Salvo mejor opinión, los tres se equivocaban. El P. Jacobo habría hecho mejor consultando a los otros Rectores acerca de la duda, en lugar de asumir precipitadamente el cargo. Y los otros dos habrían hecho muy bien si hubieran pedido más claridad a Roma, en lugar de andar defendiendo su derecho a escondidas, de lo cual podrían haber surgido problemas. Pero no hay nadie tan listo que no se equivoque alguna vez. Mientras los otros dos Rectores trataban entre ellos para ver qué hacer, el P. Jacobo de Sta. Bárbara, llevando como compañero al P. Francisco de Jesús María, y habiendo dejado en orden las cosas de Varsovia (donde después del incendio ya se había reconstruido una gran parte del colegio), fue a Rzeszów para hacer la visita. Y no fue reconocido como Superior en la casa por el Rector, mientras algunos miembros de la comunidad lo reconocían como tal y otros, quizás mejor enterados, no. Fue una imprudencia lo que ocurrió en esta casa, pues también los juniores quedaron divididos en dos bandos. Y todavía peor fue que la cosa se extendió fuera de casa, pues el P. Rector había informado al Ilmo. y Rvmo. D. Estanislao Sarnowski, obispo de Przemysl, Ordinario del lugar. Hubo dos días de discusiones entre los dos, por medio de intermediarios. Al final el P. Jacobo, que no podía esperar más tiempo, salió de Rzeszów. Ya se había alejado una milla del pueblo cuando he aquí que le seguían dos religiosos con una carta del P. Rector, en la cual le rogaba que volviera, para recibir la debida sumisión y obediencia. Al principio no quería, pero luego, ante la insistencia de ellos, volvió a Rzeszów, aunque no hizo la visita, dejando las cosas en duda, y pocos días después salió hacia Podolín.

El P. Wenceslao, Rector de Podolín, preparaba entonces su viaje a Polonia, con intención de llegar a Rzeszów antes que el P. Jacobo, y ver de qué modo se podían arreglar las cosas, procurando evitar los problemas que se derivaban de una orden tan confusa del P. General. Pero salió tarde, de modo que se cruzaron en el camino. Así que mientras el P. Jacobo llegaba a Podolín, el P. Wenceslao llegaba a Rzeszów. El P. Miguel, Vicerrector de Podolín, que ignoraba lo que había ocurrido en otros lugares, y estaba ocupado en algún trabajo, fue avisado por los juniores de que el P. Provincial (pues como tal lo tenían) había llegado. Salió a recibirle, y con todos o al menos la mayoría de los nuestros salió, y acogió al Provincial primero en la iglesia, y luego lo acompañó a su cuarto. Estando ausente el P. Rector, el P. Jacobo no comenzó la visita, pues sólo tenía jurisdicción en cuanto al régimen externo. Con ocasión de la ausencia del Rector y su compañero, el P. Vicerrector y el P. Juan de Sta. Apolonia, conscientes de la controversia o dudas, intentaron expresar sus escrúpulos. El P. Vicerrector, amante de la paz, dijo que en este asunto estaba dispuesto a obedecer a cualquiera que fuera nombrado por el P. General, tanto si era el uno como el otro. Y que había que esperar que desde Roma se resolvieran las dificultades. Mientras tanto volvió a Podolín el P. Rector el día de la fiesta de S. Juan Bautista, saludó al P. Provincial, demostrándole que se alegraba de su visita y de su cargo, y le cedió la autoridad.

Después de la fiesta el P. Jacobo explicó a qué había venido, y de qué manera quería actuar, y el P. Rector no le contradijo en nada. Preguntó seriamente al P. Rector si había quedado alguna cosa privada después de la muerte del P. Juan Domingo (quizás alguien le había informado falsamente al respecto), a lo cual el P. Rector, para tratar de una manera más suave de estas cosas, dadas las circunstancias, le respondió que el P. Juan Domingo había sido un religioso pobre, y que por ello no pudo haber dejado ningún tipo de riquezas; nunca tuvo nada. Pero que a él no le constaba claramente que tuviera autoridad para preguntar ese tipo de cuestiones, mientras desde Roma no se hubiera resuelto la duda acerca de la antigüedad de la profesión. Así que se ofendieron mutuamente, y la cosa duró algún tiempo, hasta que poco a poco volvieron a llevarse bien. Pero el P. Jacobo, bien porque temía exponerse a poner en peligro de nuevo su autoridad ante la comunidad, pues esta no conocía lo que había ocurrido aquí ni en Rzeszów, o porque él mismo, demasiado tarde, dudase de su jurisdicción, no intimó la visita, sino que con fraterna caridad, se fue por donde vino a Varsovia.

Año 1663

La resolución largamente esperada, acerca de la cual una y otra parte habían escrito a Roma, llegó a Varsovia con la patente en la cual se nombraba Vicario Provincial de Polonia al P. Jacobo de Sta. Bárbara. He aquí que el que había sido nombrado Provincial mediante cartas privadas a los Rectores, ahora era nombrado Vicario Provincial, cuando los nuestros querían tener un Provincial. ¡Qué parca era Roma para dar títulos! Tras recibir esta sentencia definitiva, las casas y todos dieron su conformidad, y terminó la controversia.

En Podolín los nuestros trabajaban en poner diques y defensas contra el río, para que les protegieran en el futuro. El P. Rector pidió un subsidio de 750 FR par las necesarias reparaciones. Pero este, que por otro lado había sido muy precavido en el viaje, al acercarse a Podolín fue despojado por 14 bandidos entre los montes, y apenas llevó a casa 65 en monedas de cobre. Estos bandidos fueron capturados, confesaron su culpa, y pagaron por ella.

En Cracovia los nuestros se esforzaban por adquirir una fundación para noviciado o casa de estudios, y con este fin se enviaron cartas al magistrado por parte de los Reyes y del Excmo. Mariscal Lubomirski, en cuanto Jefe Militar de Cracovia con jurisdicción, careciendo de fundador. La Academia de Cracovia estaba en contra, y también otras órdenes más antiguas. Mientras tanto el P. Francisco de Jesús María promovía tenazmente la cosa, y el Rvmo. Sr. Markiewicz, Canónigo de la Catedral de Cracovia, nos regaló una casa en el suburbio llamado Casimira, y se hizo la entrada. Dio dinero para arreglarla el Rvdo. Sr. Estanislao Sniezskiewicz, párroco de Rusbak, y añadió ánimos otro Reverendo Señor, Adalberto Falibowski, Prepósito de la vecina iglesia de Santiago, que estaba dispuesto a ceder de buena gana su beneficio para que nosotros obtuviéramos el templo y la prepositura. Y la cosa habría ido adelante, si hubiéramos mezclado un poco más de audacia a nuestra modestia, como convenía en este caso.

Año 1664

El 5 de febrero, el Rvdo. Sr. Estanislao Sniezskiewicz, singular bienhechor del colegio de Podolín, que había dejado una suma de 1800 florines renanos para construir una capilla a San Felipe Neri, dejó además 1000 F para alimento de los nuestros de Podolín en un capital para comprar grano. Con este motivo vino el P. Vicario Provincial, quien después de hacer la visita, para satisfacer la voluntad del testador, y puesto que era también conforme con nuestra voluntad, mandó que se comenzara a construir la capilla inmediatamente, y trabajando sin parar, al verano estaba terminada. Cuando llegó a Varsovia hacia mitad de marzo, encontró la patente que le habían enviado de Roma en la cual le nombraban Provincial de Polonia. Por lo cual, además del P. Wenceslao, que ya era su Asistente, tomó como segundo Asistente el P. Francisco de Jesús María, que entonces era el Presidente de la casa de Casimira, recientemente restaurada, con cuatro de los nuestros. Cuya confirmación, según lo prescrito por las Constituciones, pidió al P. General, y la obtuvo a principios de junio. Hasta entonces, que había actuado como Vicario Provincial, el P. Jacobo también dirigía la casa de Varsovia, pero una vez nombrado Provincial puso al P. Wenceslao, Asistente, al frente de la casa de Varsovia, y al P. Glicerio de Todos los Santos de la de Podolín, en la cual estaba dando el curso de Filosofía el P. Miguel, Vicerrector y Profesor. Llegó mientras tanto el tiempo del Capítulo, con permiso del P. General, y se señaló Podolín como lugar para celebrarlo. Por lo cual el 16 de agosto vino de Varsovia el P. Glicerio para asumir el rectorado, al cual, después de leer la patente romana, todos prestaron obediencia. Como ya se habían tenido los Capítulos Locales, se señaló el 20 de agosto como fecha para tener el Provincial. Pero el P. Provincial con sus Asistentes no llegó a tiempo, pues se detuvieron en Casimira de Cracovia al oír que había una epidemia de peste en Podolín, lo cual era cierto. Mientras tanto se cerraron las puertas del colegio y se pusieron centinelas, y el P. Provincial se iba acercando cautamente. Cuando llegó a Gnisa, le enviaron al P. Miguel, Vicerrector, quien le informó que había peligro, pero no era muy grande. El P. Provincial fue con los demás, pero lleno de temor. En Rusbakim de nuevo deliberaron si seguir adelante, y una vez puestos de acuerdo, por fin llegaron a Podolín el 24 de agosto, y entraron directamente con el coche por el huerto, sin que se admitiera apenas a alguno de nuestros criados, y a ningún seglar. Vio que el colegio era un lugar seguro, por lo que había que ser muy prudentes, ya que fuera reinaba la consternación. Llegó entonces el P. Pablo, Rector de Rzeszów con su vocal, el día fijado, cuando el P. Provincial ya no le esperaba. Celebraron la misa del Espíritu Santo, y preguntó si estaban todos los Capitulares. Se cerró entonces el colegio, que estaba oportunamente provisto de vituallas, y quedaron en comenzar el Capítulo al día siguiente. Comenzaron, y durante los días siguientes se desarrollaron las sesiones de la manera habitual. Cuando se abría el templo, se cerraba con bancos el acceso de la gente para que no se acercaran a los nuestros, evitando así todo contacto. Gracias a esta diligencia, pero sobre todo a la protección de la Gran Madre de Dios y de nuestros Santos Patronos, pudimos salir indemnes. El párroco del lugar, Lorenzo Hortensio, vino a nuestra casa y residió un tiempo con los Padres, estando ya infectado, y poco después de ser recibido por los nuestros falleció, como muchos de su casa, pues el mal tuvo tanta fuerza que en una ciudad tan pequeña en cuatro meses murieron 1500 personas. Ciertamente ciudadanos serios, y de más de 20 años que solían venir a nuestra iglesia a recibir piadosamente los sacramentos fallecieron muy bien preparados. Cuando se conoció todo esto nos dimos cuenta del peligro en que los nuestros habían estado en Podolín.

Durante el tiempo de este Capítulo tuvo lugar el asunto del P. Estanislao Papczinski de Jesús María, que entonces era sólo diácono. Este escribió algunos puntos en Varsovia para proponerlos en Podolín, y una vez reunidos (sin saberlo el Rector) los envió a algunos sacerdotes, e indujo a otros a hacer lo mismo, en relación con la observancia, creando turbaciones. El primero era el birrete, que los novicios debían llevar continuamente, una bagatela. Después se refería a los Superiores, queriendo objetar a la ilegitimidad de algunos, y otras cosas absurdas que mostraba que ocurrirían en el futuro. Confesó haber tenido reuniones clandestinas, y haber escrito cartas sediciosas cerradas con su propio sello. Sin embargo la cosa se arregló de tal modo que el culpable prometió enmendarse a los que debían haberle castigado, y sin embargo le dejaron impune. En este Capítulo se establecieron muchas cosas en relación con la observancia regular, que luego fueron leídas a todos los religiosos, y que parecieron duras a nuestros jóvenes. Pero una vez leídos los decretos (pues el frecuente toque de campanas en la ciudad aterrorizaba a todos), se decretó la clausura el 31 de agosto. Se decidió quiénes debían salir y quiénes quedarse, y quién debería exponerse ayudando al párroco en nombre de la caridad cristiana, y esta carga la tomó principalmente el P. Juan de Santa Apolonia.

El P. Provincial con el Asistente Francisco y dos clérigos, Buenaventura y Jerónimo, tras haberlo preparado todo el día anterior, salió muy de madrugada, llevándose el primero a Varsovia y dejando al segundo en Casimira para los estudios. El P. Wenceslao, Rector de Varsovia y Asistente, con el P. Miguel y los HH. Agustín y Joaquín siguieron al P. Provincial después de comer, y se quedaron todos a pasar la noche en el castillo de Lublo, en casa del M. Sr Juan Tworzyanski, Viceprefecto de los Trece Pueblos, que los acogió amablemente. El 2 de septiembre fueron acogidos a comer en Privniczna en casa del Párroco, y querían pasar la noche a Sandetzia. Pero como eran sospechosos de estar contagiados, a duras penas lograron pasar gracias a D. Andres Lipski, amigo nuestro, y decidieron no quedarse allí. Así que siguieron el camino del Danubio Menor, y descansaron cómodamente en la ciudad de Vodogratz, y el 7 de septiembre llegaron a Cracovia. El P. Provincial siguió viaje hacia Varsovia con el Padre Wenceslao, Rector, y dejó la siguiente comunidad en Casimira:

P. Francisco de Jesús María, Asistente Provincial, Superior;

P. Miguel de la Visitación de la B. V.M., Profesor de los nuestros;

HH. Agustín de S. Juan Bautista, Ignacio de S. Francisco, Joaquín de la Natividad de la B.V.M., Jerónimo de S. Pedro y S. Pablo.

En Varsovia repentinamente el Excmo. Jorge Lubomirski, Mariscal del Reino y Jefe de la Guerra, perdió el favor real. Era un hombre de primera línea en la república, que no quiso seguir la facción de los que proponían la sucesión en el trono de la Reina, estando vivo el Rey, principalmente el Príncipe Condé, francés, a quien se iba a dar como esposa una hija de su hermana. A causa de ello lo acusaron de crímenes en la Asamblea del Reino. Lubomirski, hablando durante tres horas, disipó todas las acusaciones egregiamente. Sin embargo fue juzgado, y contra las leyes fue condenado, y despojado de su honor, con admiración y dolor de todos, especialmente por parte de los embajadores de las cortes extranjeras. Enviaron soldados a apoderarse de sus bienes, y él, cruzando la frontera, encontró la protección del Augusto Emperador Leopoldo.

Año 1665

El P. Provincial y los vocales elegidos en el precedente Capítulo Provincial, los PP. Wenceslao y Pablo, salieron de Cracovia el 15 de febrero hacia Roma. Y como no había Superior en Varsovia, le confió el gobierno al P. Francisco, Asistente, con el título de Vicerrector, que antes de que él viniera había desempeñado el P. Estanislao de Jesús María, ya sacerdote, que era el más antiguo en la comunidad. Este se encontró con el P. Nicolás de la Concepción, que pensaba como él, y le dijo abiertamente con respecto a los Superiores ausentes: “Son ya señores, y herederos, que una vez han sido promovidos al superiorato no sufren que les quiten el cargo. Sería mejor que los eligiera la Provincia, y no esperarlos de la decisión de los romanos. Pues de este modo llegan al cargo por ambición y sobornos, y los más dignos son dejados fuera”. Estas falsedades y otras similares dijo. Como vio que el P. Nicolás no era de esa opinión, le mostró el Concilio Tridentino y otros derechos, con los cuales quería demostrar que los Superiores deben ser elegidos por votación secreta, y si no, el nombramiento es nulo. Estos gobiernan ilegítimamente, están privados de voz activa y pasiva, e inhabilitados para posteriores cargos. De este modo sacudía la paz y la obediencia de la casa, atrayendo a otros amigos de novedades a su manera de pensar. La llegada del P. Francisco calmó las sediciones, que seguían moviéndose a escondidas. En otros lugares todos vivían en paz.

Mientras tanto el P. Provincial y los vocales llegaron a Roma. El 13 de mayo comenzó el Capítulo General. El P. Camilo esperaba ser confirmado con sus Asistentes, pues no temía ningún peligro de fuera que le amenazara. Pero ocurrió de otro modo, y tras el tercer escrutinio, recibió la mayoría de votos el P. Cosme de Jesús María, Provincial de Sicilia. Fueron elegidos nuevos Asistentes los PP. Ángel de Sto. Domingo, Francisco de Jesús, José de S. Eustaquio y Alejo de la Concepción. Así los que iban a humillar a otros, fueron ellos mismos humillados. El nuevo General y su Consejo, entre otros Superiores, nombró para nuestra Provincia Provincial al P. Wenceslao Opatowski del Stmo. Sacramento; Rector de Varsovia al P. Jacobo, ex Provincial; Rector de Podolín al P. Glicerio, y Rector de Rzeszów al P. Pablo. Vuelto a Cracovia, el P. Provincial eligió como Asistentes suyos al P. Jacobo y al P. Miguel, para ser confirmados por Roma. Llegó a Varsovia, y reunida la comunidad a toque de campana, mandó leer la carta de su nombramiento al P. Miguel. Inmediatamente el P. Rector, y después los demás, vinieron a besarle la mano en señal de obediencia. Cosa que no hace el P. Estanislao, explicando brevemente su manera de pensar, por lo que fue gravemente reprendido. El P. Nicolás presentó lo que había escrito acerca de los Superiores, que es recibido y luego, a petición suya, quemado. Él es enviado a Rzeszów.

Mientras las cosas se arreglaban de este modo, el P. Provincial viajó a Podolín; luego fue a Prievidza y finalmente a Viena, para ver a la Excma. Sra. Francisca de Konüng Palffi, Palatina húngara, viuda, con ocasión de recibir una fundación a la que ella nos invitaba. Por el mismo tiempo el Rey se sentía ofendido por todos los adictos a Lubomirski, por lo que prohibió que se diera nada a la casa de Podolín que había sido fundada por su padre. El P. Provincial le suplicó su gracia, pero el Rey al principio la negó políticamente, y luego añadió lo siguiente en italiano: “¡Gracia, gracia! Os digo claramente que no os daré nada; id a vuestro Lubomirski”. Con lo que el Padre tuvo que irse desconsolado. Mientras tanto Lubomirski, recientemente exiliado, acompañado de 3000 soldados selectos de Germania, entró en Szepes y fue a la fortaleza de Lublo de su Prefectura. Escribió a sus amigos diciendo que no venía como enemigo, sino como ciudadano, como militar al servicio de la república, y que traía consigo la seguridad si obtenía la gracia del Rey. Escribió una carta al Rey, recordándole cómo siempre le había sido fiel, en las circunstancias más difíciles. A la Reina, causante de todos los males, no le pide nada. Lo cual ocasionó que ella enviara a un francés llamado Brion, con sus mejores tropas, para eliminar a Lubomirski. Este vuela con todo silencio y rapidez a Mostyn, con la idea de quemar Lublo, tomar la fortaleza y atrapar a Lubomirski, llevándolo vivo o muerto a la Reina, como le prometió al salir. Si Lubomirski hubiera querido, habría matado al hombre y a todos los que le acompañaban, tras haberles interceptado entre los barrancos de los montes. Sin embargo los dejó escapar, para que no lo vieran como un enemigo. Una vez hecho lo cual, fue invitado por el Ejército Polaco, como jefe suyo, y fue a Rusia, a su fortaleza de Lancut. El mismo Rey fue contra él, con parte del ejército lituano. Lubomirski evita la batalla, pues respeta a Su Majestad, y se retira hacia Cracovia, y luego hacia Czestochowa, en dirección a Silesia. El Rey le persigue siempre, y le ataca repetidamente con violencia, mientras el Príncipe no quiere defenderse, y le sigue pidiendo gracia. Al final, como los lituanos le atacan con todas la fuerzas, tratando de eliminar al adversario, Lubomirski, que era prudente y óptimo conocedor de los temas militares, plantó cara a los soldados lituanos, y los empujó contra muros y fosas con sus fidelísimo soldados, mató a muchos, y a todos los grandes y jefes vencidos del rey los trató honrosamente, después que juraran que no volverían a tomar las armas contra él, y los dejó ir libres. Después de esto, muchos ciudadanos se pusieron de su parte, y por medio suyo volvió a pedir gracia al Rey, pero como no la consiguió, se retiró a Silesia a los campamentos de invierno.

Año 1666

El 3 de enero el P. Provincial vino a Rzeszów, y aquí deliberó qué hacer, pues debía ir a Viena de Austria (para ver a la citada Excelentísima Palatina de Austria, que había pedido una fundación a nuestros Padres de Germania, pero cada vez había recibido una respuesta negativa, hasta que al final escribió una carta al P. General Cosme de Jesús María, y él le respondió que comunicara su deseo no al Provincial de Germania, sino al de Polonia, cosa que hizo), y a Wroclaw, donde el Excmo. Lubomirski le había dicho que fuera para darle algo para la casa de Podolín, ya que no le llegaba el subsidio normal. Así que decidió que el P. Pablo de la Natividad fuera a Wroclaw, y luego fuera a Viena, donde encontraría al P. Provincial, el cual mientras tanto iría a Cracovia, a Podolín, y de allí pasaría a ver Prievidza y luego iría a Viena. Así que ambos se pusieron en marcha. El P. Pablo fue amablemente recibido por Lubomirski, quien le dio un subsidio de 400 FR para la casa de Podolín, y provisto de compañía por él mismo, se dirigió lentamente hacia Viena. El P. Provincial, que había venido más aprisa, había tratando sobre la fundación de Prievidza, y una vez presentadas las condiciones por una y otra parte, las firmaron, y recibió la fundación. Y sin esperar al P. Pablo, se volvió a Podolín. El P. Pablo llegó por fin, y se detuvo unos días en Viena. Luego, con un acompañamiento ofrecido por la Fundadora, partió hacia la fortaleza de Bojnice. Aquí encuentro unas hermosas alabanzas a la Excelentísima Palatina por su celo por la religión, pues no podía soportar que hubiera herejes en sus tierras, y provisionalmente instaló a los nuestros en su palacio, y tras comprar una casa que había sido vaciada de herejes pertinaces, la entregó a los nuestros como escuela, mientras se edificaba todo nuevo para ellos.

El P. Pablo se quedó en Prievidza, en la nueva fundación, por lo cual el P. Miguel de la Visitación de la B.V.M. fue nombrado rector de Rzeszów para gobernar la casa, mientras la administraba provisionalmente el P Adalberto Sicurierkowicz de Sta. Teresa, que había sido destinado a Casimira.

Lubomirski volvió a tomar el camino de Polonia Mayor, con 6000 soldados. Se le unió, buscando protección, Warszycki, Castellano de Cracovia, Senador de Reino, con muchos caballeros de Cracovia. También buena parte de Polonia tomó su partido. El Rey alzó otro ejército de 12000 hombres con otro jefe contra el traidor, y muchos senadores de la Corte que están de su parte le acompañan. Se instala primero en Montury, un lugar pantanoso de Cujavia, y escribe una carta suplicante al Rey, para que no le persiga, evitando el derramamiento de sangre de ciudadanos inocentes, y que como Señor mirara al súbdito clementemente. Sin duda el Rey, recordando sus méritos, habría acogido con su gracia al suplicante, si no hubiera sido por los adversarios, que adornados con las mismas dignidades que Lubomirski, no se lo permitieron. Así que Juan Sobieski, Jefe del Ejército después de Lubomirski, a pesar de que estaban en una tregua, ataca inesperadamente al adversario, quien no se deja sorprender, sino que da órdenes para resistir con todas las fuerzas. ¡Dicho admirable! Exacerbados los soldados de Lubomirski por el ataque a traición, casi corren tumultuosamente a defenderse, y matan a 5000 del ejército real, y su jefe, sorprendido en el pantano, apenas logra escapar de una batalla tan violenta. Sigue la fuga de los reales, para vergüenza del Rey, que no se lo esperaba. Muchos oficiales franceses y de la Reina son muertos. Había tal ferocidad en el ataque que no se encontró ningún caído francés que no hubiera recibido al menos 20 heridas. Capturaron 12 cañones. Después de esto Lubomirski se retiró 20 leguas, no queriendo perseguir al Rey. En Varsovia cunde el terror. La Reina se prepara para huir. Los más insignes vienen con los nuestros, pues sabían que eran queridos por Lubomirski. Después de esta batalla, siendo más fácil conciliarse al Rey, el Excelentísimo exiliado le expresa su fe pública en sus tierras de Janowietz, y ruega al Rey que haga lo mismo El rey le concede su gracia, y promete que en la próxima Asamblea se abolirán los decretos. Pero Lubomirski, prudente, se retira camino de Wroclaw, y allí murió dos años más tarde. El Rey lloró muerto al que persiguió vivo, como se dijo de él: la muerte de todos es amarga, pero la de este hombre incomparable fue amarguísima. Por esta razón volvió a su primera intención, y abdicó la corona, después de promover a los honores al hijo del Mariscal. En el interregno, todas las cosas que se habían hecho inicuamente contra Lubomirski fueron canceladas por la república, como perenne testimonio de su inocencia.

Se me ha rogado que a partir de este año me limite a continuar la historia ciñéndome más estrechamente separando la provincia de Hungría de la de Polonia, apenas mencionando lo que se refiere a Hungría, que en otro lugar se podría contar de manera más extensa, pues yo diré poco.

Año 1667

A principios de este año el P. Provincial se inclinó a aceptar una fundación en Chelm, en ese territorio, diócesis metropolitana, que el Ilmo. y Rvmo. D. Nicolás Swirski, Sufragáneo y prepósito de la iglesia catedral de Chelm, hombre doctísimo, nos urgía a aceptar desde hacía un año. Pero como el P. Provincial estaba preparándose para ir a Hungría para designar el lugar en el que debía construirse el colegio de Prievidza, dio plena facultad al P. Juan Casimiro (de Juncza Bakar Rosolano) de S. Teófilo para aceptar la fundación. Este se llevó como compañero al P. Ignacio de S. Francisco, y en cinco días de camino llegaron a Krasnostav, a donde el nuevo fundador había trasladado su sede. Inmediatamente salió hacia Chelm con los nuestros. Allí les entregó la iglesia parroquial, y les prestó una vivienda, mientras se construía el colegio. Como fuente de ingresos prometió la aldea Krzywiczka. Al principio tuvimos muchos inconvenientes con los habitantes de rito griego, particularmente con su Obispo Jacobo Susza, y con los monjes de S. Basilio, que se nos opusieron porque preveían la disminución de alumnos en sus escuelas. Mientras tanto, entre apuros poco después abrimos las escuelas, a las que acudió una juventud muy selecta y muy numerosa de la nobleza en estas partes. Enviaron dos más para apoyar: el P. Antonio Kniscyna del Espíritu Santo y el Cl. Casimiro de S. Francisco.

En Varsovia el P. Estanislao estaba de nuevo inquieto. Se acercaba el tiempo del Capítulo, pero los tártaros habían irrumpido en el reino, y aterrorizaban a la gente, por lo que el P. Provincial consultó al P. General sobre la oportunidad de convocar el Capítulo. Lo mismo aconsejaba el P. Miguel escribiendo al P. Buenaventura, que estaba entonces en Roma como representante de nuestra Provincia. Cuando el P. Estanislao se enteró de ello, escribió al P. General urgiéndole a que convocara el Capítulo. Escribió también a los Rectores y a sus seguidores para que nieguen obediencia al P. Provincial, pues en los decretos apostólicos y en nuestras Constituciones está escrito que el P. Provincial debe convocar el Capítulo cada tres años, y él está actuando en contra, impidiendo que sea elegido otro, y decía otras cosas sobre cambios que había que hacer. Por lo demás, él con tres Padres no reconocían al Provincial, a menos que renunciara al cargo. El constante P. Provincial contuvo su furor ante estas personas, y para evitar las divisiones, escribió al P. General para que intimara el Capítulo, y con su permiso él señala el 7 de noviembre para su celebración en Podolín. Pero al mismo tiempo escribe a Roma el nombre del autor de los problemas, el P. Estanislao.

En este Capítulo, siguiendo el decreto del Capitulo General celebrado en Roma el año 1641, el P. Provincial en primer lugar hace que se elijan por votación secreta los Asistentes Provinciales. Durante las elecciones se mantenía la igualdad de votos entre los candidatos, por lo que por compromiso fueron nombrados los PP. Francisco de Jesús María y Adalberto de Santa Teresa. Al día siguiente el P. Antonio del Espíritu Santo y el P. Onofre de S. Felipe Neri debieron responder por haber actuado en Varsovia con el P. Estanislao contra el P. Provincial. Ambos resultaron culpables, por lo que los Padres decretaron un castigo. Pero reconociendo su culpa, y pidiendo públicamente perdón al P. Provincial, se les remitió la pena. Luego, por mantener la paz, se hizo una especie de elección del Provincial, tan deseada por el P. Estanislao, y tras la votación resultó elegido el P. Wenceslao del Stmo. Sacramento. Como parecía que el P. General sería contrario a este tipo de elección, le escribieron una carta, firmada por todos los capitulares, en la que le recomendaban que confirmara al P. Wenceslao como Provincial. Mientras tanto las Escuelas Pías fueron confirmadas por las Ordenanzas del Reino, y fueron acogidas con el estatuto de protegidas. Murió Luisa, Reina de Polonia, y también el Papa Alejandro VII.

Año 1668

El P. Estanislao de Jesús al principio fue bien recibido en Roma, y le ofrecieron el encargo de enseñar a los nuestros en Italia, pues era muy elocuente y escribía elegantemente en latín, como prueba el Prodromus eloquentiae que él mismo publicó. Pero, visto su comportamiento, el P. General lo condenó a la cárcel, de la cual fue sacado a petición de los magnates polacos que vivían en Roma, y fue enviado para que permaneciera en la comunidad de Nikolsburg. Pero allí no se enmendó, y temiendo el P. Provincial de Germania que conmoviera con divisiones su Provincia, lo envió a Polonia, prometiendo al volver que cuanto antes se dedicaría a sus escritos.

Se aceptó la fundación de Lowicz, en la hermosa ciudad sede del Primado del Reino, hecha por el Ilmo. Juan Szamowski, señor del castillo de Gostin, que fue favorecida y confirmada por el Excelso Nicolás Prazmowski, Primado, frustrando los intentos de los envidiosos que querían perjudicarnos. El Adalberto Siewierkiewicz trabajó mucho y muy eficazmente en los comienzos, y fue nombrado primer Superior. Se le añadieron como miembros de la comunidad el P. Juan de la Anunciación, el P. Miguel de la Cruz y algunos clérigos.

El P. Jacobo de Sta. Bárbara, ex Provincial, falleció en Varsovia el 23 de abril, a los 48 años de edad. Fue este un hombre firme en el amor a nuestro instituto; pacientísimo en la educación de los jóvenes; fuerte y constante en la tolerancia de los adversarios; incansable en el trabajo; prudente en el gobierno; diligente en el cuidado de los súbditos; perspicaz en el conocimiento de las personas; moderadamente severo en el castigar sus culpas; imagen de Cristo en sus acciones. Cuando hablaba a la gente en sus sermones era suave para persuadir, vehemente para conmover, y cumplió a satisfacción todo lo referente a nuestro instituto. En su larga enfermedad mostró un gran ejemplo de paciencia, resignado admirablemente ante la divina voluntad, y mientras algunos discuten acerca de los Superiores, este Rector fallece religiosamente, y tiene su disputa para ganar el Reino de los Cielos, y elige la paz perpetua, dejando a todos en el dolor por su muerte.

En su cargo le sucedió el P. Francisco de Jesús María. Mandó leer las patentes que le confirmaban a él, y al P. Wenceslao en el provincialato el 4 de junio, que todos aceptaron. Pero el P. Estanislao no lo reconoció, aduciendo la razón de que no pertenecía a esta Provincia. A lo cual el P. Provincial respondió que eso estaba por encima de su potestad, y sacó una carta del P. General en la que decía que si venía a Polonia y no obedecía al Provincial, lo metiera en la cárcel. Le mandó que abandonara Varsovia en un plazo de 24 horas, y Polonia antes de cuatro días si quería evitar el castigo. Esto lo dijo el P. Provincial para quebrar su contumacia, pues no quería que sufriera el hombre, sino que volviera en sí. Él, dándose cuenta de las amenazas, y buscando su interés, se dirigió a jurisperitos, jesuitas, al Ordinario del lugar, al Nuncio Apostólico y al mismo Rey, diciendo todo lo malo que pensaba del P. Provincial y de los Superiores de la Congregación, pidiendo consejo y auxilio contra las amenazas. Era costumbre que si el P. Provincial estaba en Varsovia, invitara a nuestra iglesia al Ordinario del lugar, al Nuncio Apostólico y al Serenísimo Rey para la fiesta de SS. Primo y Feliciano. Los que vinieron estaban al corriente del asunto del P. Estanislao y de los puntos que había escrito contra los Superiores. El Nuncio Apostólico preguntó al P. Provincial por qué quería que saliese de Polonia el P. Estanislao. Él le explico claramente cómo estaban las cosas. Como era un hombre prudente, lo comprendió bien, y prometió poner fin a la cosa. Después de celebrar la misa ese día con nosotros, bajó al jardín, llamó al P. Estanislao y le aconsejó que obedeciera a los Superiores, cosa a la que él se negaba. Entonces le dijo el Nuncio: “Si no quieres obedecer, me encargaré yo de ti”, y se fue. El P. Estanislao protestó contra el Nuncio Apostólico, y como no tenía confianza en el Ordinario del lugar, huyó a Cracovia, y se entregó al Obispo. Pero allí fue prendido por el brazo secular y fue llevado al Prievidza. Allí, sin contar con el P. Provincial, el Rector P. Pablo lo expulsó. Hizo lo conveniente, pues llegó el Decreto de expulsión del P. General, en virtud del cual el P. Estanislao, como profeso de votos simples, por medio del Comisario P. Miguel de la Visitación de la B.V.M. fue expulsado de Cracovia, en el año 1670. Intentó volver después del Capítulo General siguiente, pero como intentaba poner algunas condiciones contrarias al instituto, ni siquiera respondieron a su carta. Así el autor de las turbaciones, desobediente y promotor de una observancia nueva, como no tenía ninguna esperanza con los nuestros, fundó una nueva Congregación, los Marianos, a los cuales dio un hábito similar al nuestro, pero blanco. Obligó a los suyos principalmente a orar por los difuntos. Tienen algunas casas pequeñas en Polonia y Lituania, y últimamente dicen que han llegado también a Portugal. Durante mucho tiempo estuvieron sometidos a los Provinciales Franciscanos de la Observancia, usando una cuerda con nudos como cinturón. He aquí el compendio de los méritos del P. Estanislao, que he reunido aquí, para no interrumpir con ellos la historia de los dos próximos años. Se puede creer que hubo enmienda en su caso, puesto que nos piden testimonios para su Proceso [de beatificación], aunque no sean buenos por nuestra parte[Notas 10].

Año 1669

Este año a causa de un incendio, no sabemos por qué fatalidad, se hundió el tejado, causando muchos daños en nuestro colegio de Podolín, y en la iglesia. Ocurrió el 28 de febrero, a la hora de Vísperas.

El P. Cosme de Jesús María, Prepósito General, había recibido en otro tiempo, cuando estaba en Palermo una profecía del S. Padre, cuando le pidió que le dejara ir a Roma: “Hijo, aún no ha llegado tu hora. Vendrá un tiempo en que, como otro Abraham, saldrás de tu patria destinado a dirigir a mucha gente, y vivirás en Roma”. Protegido por el favor de Príncipes cristianos y Cardinales de la S.I.R. para conseguir la restauración de nuestra Orden, con ayuda de Dios y de su Santísima Madre, contando también con el ingente trabajo del Procurador P. Carlos [Caputi] de Santa Bárbara ante el Papa Clemente IX, vio cumplidos sus deseos por medio de la Constitución Ex injuncto nobis del 23 de abril de 1669, en virtud de la cual se nos restituyeron todos los antiguos privilegios y los votos solemnes, e inmediatamente todos en Podolín los profesaron. Lo mismo ocurrió en Prievidza, excepto por parte del P. Mateo de S. Francisco y el H. Wenceslao de la Stma. Trinidad, que luego fueron expulsados al siglo.

El mismo Sumo Pontífice era muy favorable a nuestra Orden, pues había conocido muy bien la virtud de nuestro Santo Padre, y estaba bien enterado de nuestros asuntos, pues con autoridad apostólica, como Cardenal Prefecto de San Sixto había presidido el Capítulo General de 1641, y había firmado con su propia mano los decretos del mismo. Hizo otro beneficio a nuestra Provincia, cuando al presentarle un escrito de súplica el Excelso Príncipe Jerónimo Agustín Lubomirski, que fue en persona a Roma, para que nos transfirieran e confirmaran a favor nuestro la fundación de Rzeszów, con el monasterio, censo e inscripciones, lo hizo, por medio de la Constitución Inijuncti nobis. Después de habernos enriquecido con muchos otros favores, con el dolor por la pérdida de Candia[Notas 11], y con el dolor de toda Roma, y pena de todos los buenos, falleció.

Año 1670

En Varsovia todos profesaron los votos solemnes, y allí también el P. Miguel, Rector de Rzeszów, profesó los votos solemnes en manos del P. Provincial. Ese mismo año, durante la Visita, en Chelm todos emitieron los votos solemnes, y muchos en Rzeszów. Lo mismo ocurrió en otros lugares.

En el mes de agosto se celebró el Capítulo Provincial en Podolín, en el cual se eligieron por votación secreta los Asistentes, los PP. Francisco y Miguel. Como Vocales al Capítulo de Roma fueron elegidos los PP. Miguel y Adalberto. En el mismo año se promulgó el Breve del Papa Clemente X por el cual se ordenaba a los religiosos nuestros que tras emitir los votos simples y el juramento de perseverancia creían no estar obligados a nada más, a que hicieran la profesión de los votos solemnes, y si no querían, serían expulsados de la Orden, y deberían buscar el ser recibidos como sacerdotes por Ordinarios del lugar, o si se quedaban entre los profesos de solemnes, carecerían de voz activa y pasiva, etc. Comienza esta Constitución Cum felices etc., del 18 de octubre de 1670, primer año de su pontificado. De este modo la Congregación se vio útilmente purgada de inconstantes y arrepentidos.

Año 1671

Nuestra iglesia de Podolín, restaurada, fue solemnemente consagrada por el Ilmo. y Rvmo. D. Nicolás Oborski, Obispo de Laodicea y sufragáneo de Cracovia. Se consagraron también los tres altares de la iglesia y el cuarto en la capilla de S. Felipe Neri, poniendo en ellos reliquias de SS. Julián y Lucía, mártires.

El P. Provincial, con permiso del P. General, muy amigo de Polonia, salió rápidamente hacia Roma, y para curar su enfermedad se detenía a menudo en los colegios de Germania y de Italia. Y como estaba fuerte de cuerpo y de espíritu, algunos italianos, concretamente los PP. José de la Visitación, Camilo de S. Jerónimo y Alejo de la Concepción de la B.V.M., temían que quisiera ser elegido General, pues visitaba algunas casas y era apreciado por el P. General. Así que intentaron excluirlo del Capítulo con sus vocales, pretextando el motivo de que había absuelto al H. Agustín, apóstata y sacrílego, cosa que correspondía al Oficio de la Santa Inquisición. Como sólo le había absuelto de apostasía, remitió todo el asunto al P. General, para que actuara según derecho. Y como los vocales de Polonia estaban presentes cuando el P. Provincial lo hizo, los mismos y por la misma razón quisieron atrapar al P. Provincial y sus seguidores. Le dijeron al P. Provincial que fuera al Oficio de la Santa Inquisición el día anterior al Capítulo. Y cuando iba hacia allí quiso la Divina Providencia que se encontrara con el coche en el que iba el Cardenal Presidente de la Inquisición, el cual al ver un rostro ultramontano, le llamó y le preguntó quién era, a dónde iba, con qué motivo, y para qué, y le invitó a subir al coche, donde le explicó toda la historia de manera ingenua. Le dijo que no temiera nada de los envidiosos, e inmediatamente le entregó un escrito en el que le declaraba inocente. No sabiendo nada sobre lo ocurrido sus adversarios, volvió a San Pantaleo y se calló. Más tarde, el Cardenal Camilo de Maximis (que había obtenido el nombramiento de Viceprotector para presidir el Capítulo, y sostenía la candidatura del P. José) habló con el P. Provincial, y le ofreció su ayuda para habilitarlo y que pudiese asistir lícitamente al Capítulo. Él le dio las gracias, diciendo que no era necesario que interviniera en este caso, pues tenía un documento que mostraba claramente su inocencia, dado por la Santa Inquisición, y mostró el escrito, con no poca admiración del Cardenal, y con consternación de todos los que estaban contra él, y que al ver eso se quedaron pálidos y tristes.

El P. José era romano, y antes se llamaba Fedele. Era un hombre docto y que había trabajado mucho, que incluso había sido Asistente General, pero era hipocondríaco, y tenía otras enfermedades corporales. Era tímido, y no era visto por muchos como adecuado para gobernar, y menos para el gobierno de la Orden, y por eso ya en otros dos Capítulos había sido relegado. Pero era confesor de la hermana del Cardenal, la cual insistía mucho a su hermano que lo hicieran General. Era visto como uno de los candidatos para los sicilianos, sardos, ligures, napolitanos, germanos y polacos; otro era el P. Arcángel, siciliano, que era entonces Procurador y Asistente General; o el P. Onofre del Stmo. Sacramento, Provincial de Cerdeña. Pero los formidables romanos veían al primero como inconstante, pues en tiempo de la persecución mariana se había entregado a los Capuchinos. Los italianos preferían a cualquiera de ellos mejor que al ultramontano, pero temían la votación secreta, que podría ser perjudicial a su división. El Cardenal Viceprotector no abandonó a José.

Los Cardenales Presidentes suelen sondear las intenciones de los electores. Así que aquel día, llegando el Dominico en su carroza, habló con algunos de los nuestros. Encontrándose con el P. Miguel, este le propuso al P. Arcángel, Asistente; y a los PP. Onofre y Wenceslao, Provinciales de Cerdeña y de Polonia. Y dio razones a favor de cada uno, muy bien explicadas. Luego el Cardenal le preguntó qué pensaba del P. José. “He oído que es un hombre digno –repuso-, pero no apto para el gobierno, a causa de sus enfermedades”. El Cardenal le dijo que sus enfermedades eran cosa sin importancia, y que a causa de su antigüedad tenía mucha experiencia, y era aptísimo para el gobierno. “Yo le recomiendo este solamente; verá con cuánta satisfacción de todos gobernará la Orden”. Tras hacer la insinuación, pero sin convencerle, se despidió amablemente de él. Del mismo modo habló con e P. Adalberto. Cuando le mencionó al P. José, el P. Adalberto le respondió que a causa de su enfermedad se temía mucho que sería en detrimento de la Orden. “No lo crea V. P. –dijo el Cardenal- ; todo lo que se dice sobre su enfermedad es una calumnia”. Así que el Cardenal hablaba de su candidato José ahora con este, ahora con aquel. No era seguro quién iba a ser elegido, pero las intenciones de la mayoría se inclinaban hacia el P. Onofre principalmente.

Llegó el día 13, fijado para la elección. Todos los capitulares fueron convocados a la iglesia, donde se celebró la misa del Espíritu Santo, y el P. Onofre de S. José, siciliano, Profesor de Teología, dijo un sermón un tanto agrio en italiano. Una vez terminada, volvieron al oratorio, que era el lugar del Capítulo. El Cardenal mandó leer el breve en el que le daban la jurisdicción para presidirlo. Luego el P. Adalberto de Sta. Teresa, vocal polaco, dijo un elegante discurso en latín, de manera erudita, para honra de nuestra gente y envidia de aquellos a quienes no se les había ofrecido la posibilidad de darlo, a quienes les rechinaban los dientes contra el General, pues no sabían quién iba a decirlo hasta que vieron al orador. Pasaron luego los Padres a elegir al Secretario, y tras contar los votos, fue elegido el P. Carlos de Sta. María, vocal de Germania. Pero con esta elección se produjo también nuestro naufragio. Pues el Cardenal se dio cuenta inmediatamente de que el P. José sucumbiría si se llegaba a la votación, puesto que un ultramontano había sido elegido con tantos votos. ¿Qué hacer? Llamó al P. General, y airado le dijo: “Veo que estos religiosos no quieren hacer según mi gusto, pero tú me las pagarás por todos”. Se excusó el Padre, que era inocente. “Di en mi nombre que la elección se hará mañana”. Entonces el P. General fue a hablar con los capitulares, y con voz clara dijo: “Su Eminencia levanta ahora la sesión, pues ya es mediodía y tiene muchas cosas que hacer, y debe resolverlas hoy”. Después de decir esto, el Cardenal, muy enfadado, se levantó a toda prisa de su trono y se marchó directamente. Los nuestros, temiéndose que la elección iría mal, fueron a comer. No había nadie que no tuviera ánimo, si no para protestar, al menos para atreverse a decir modestamente que el día de la elección había sido fijado de antemano, y que no podíamos hoy suspender la sesión hasta que se hubiera hecho la elección del General, como dicen las Constituciones, 3ª parte, sobre el Capítulo General. Los germanos y polacos, con menos experiencia, no adivinaron lo que venía luego; los italianos estaban consternados.

Después de comer, dos Padres no capitulares, el P. Onofre, siciliano, y el P. Felipe, español, fueron por su cuenta a ver al Cardenal, y hablando del futuro General, dijo el P. Onofre: “Sabemos que se está promoviendo al P. José para el generalato, pero sepa Vuestra Eminencia que si él es el próximo General, no le obedeceremos”. Pronto veremos qué ocurrió. El Cardenal hizo todo lo necesario para conseguir un Breve en el que se nombraba Prepósito General al P. José de la Visitación, y Asistentes a los PP. Camilo de S. Jerónimo, José de S. Eustaquio, Alejo de la Concepción de la B.V.M. y Tomás de S. Agustín.

A la mañana siguiente vino temprano a S. Pantaleo el Cardenal, y convocando a todos subió a su trono, e inmediatamente dijo en italiano: “Para quitar escrúpulos, y para calmar las diversas ansiedades de conciencia acerca de la elección de una persona apta para el cargo de General y otros, Su Santidad ha provisto”. Tras decir esto, mostró el Breve y lo dio a leer al Secretario del Capítulo. Fueron convocados entonces todos los religiosos, y se canto el himno Te Deum laudamus. El P. José salió al centro, y dio las gracias primero al Papa, y luego al Cardenal. En su manera de hablar se notaba que tenía el discurso preparado. Hablando a los Padres capitulares, entre otras cosas les dijo: “No desesperen, pues aunque este cargo es grave, y requiere mucho cuidado, sin embargo yo intentaré ser un Padre amantísimo y dar satisfacción a todos”. Dicho esto, se sentó en la sede preparada para recibir la obediencia. Y se le expresó la obediencia de la manera habitual. Terminada la ceremonia, se levantó la sesión, y tras marcharse el Cardenal (que luego ya no volvió a aparecer) todos quedaron deprimidos. Fueron al examen, y luego a comer. Inmediatamente después el P. Onofre a causa de lo que había dicho el día anterior al Cardenal, fue llevado a la cárcel por hermanos operarios. Al día siguiente llevaron también al P. Felipe, su socio. Después los dos fueron expulsados de Roma. Estos fueron los famosos comienzos del gobierno del nuevo General, que durante el Capítulo General recomendó frecuentemente a los Superiores que fueran clementes. El P. Cosme, ex general, dio un ejemplo notable de fortaleza durante todo este Capítulo, pues sufrió muchas injurias, y fue desplazado a sentarse después del General.

Después de las elecciones se pasó a deliberar en el Capítulo sobre el nombramiento de los Superiores de las Provincias. Para Polonia fue nombrado Provincial el P. F. Francisco de Jesús María; el P. Wenceslao, Rector de Varsovia y Asistente; el P. Miguel, de Rzeszów; el P. Adalberto de Lowicz, y los demás fueron confirmados en sus cargos. Se entregaron las patentes a los presentes, y para los dos ausentes las recibió el P. Miguel de la Visitación. Si no se honró con el cargo a ninguno de los que habían venido a Roma, fue por venganza del P. General, que sabía que los polacos habían sido contrarios a su elección. Se acusaba al Cardenal de haber sugerido al General que dejara de lado a los polacos presentes, pues no acomodaron sus oídos a sus persuasiones. Ellos no anhelaban en absoluto el cargo; lo que les sentó mal es que, después de tantos gastos y tantas fatigas en el viaje, vieron que habían venido de tan lejos sólo para oír un Breve Apostólico, que también podían haber leído cómodamente en su casa. ¡Así se hizo, pues, aquella elección libre!

Cuando volvieron nuestros Padres a la Provincia, el P. Wenceslao se alegraba mucho de que le hubieran nombrado un sucesor con pocas canas, y con motivo de cuidarse la salud se quedó en Viena. Los dos vocales llegaron a Cracovia el 6 de junio. Llegados allí, escriben al P. Francisco, que había sido nombrado Provincial. Este le respondió con el estómago, diciendo que cómo no habían impedido su nombramiento en Roma. Entonces, con sus razones, remitió la patente a Roma. Así que en lugar del P. Francisco fue designado por el P. General desde Roma el P. Wenceslao para que administrara la Provincia hasta que llegara una nueva declaración del P. General, el cual para mortificar a los vocales romanos nombró Provincial al P. Pablo de la Natividad de la B.V.M., Rector de Prievidza. El P. Wenceslao mientras tanto fue a Szepes, para hablar con el Ilmo. y Rvmo. Sr. Barsony en la causa de la promoción de la fe. Mientras tanto trabajaba allí el P. Francisco Hanack de S. Wenceslao, aunque con un celo poco discreto. Pero de esto y otras cosas magníficas ocurridas en Szepes yo ya escribí al Rvmo. Sr. Rhubizick, antiguo Canónigo de Szepes, como ayuda para la obra que él preparó sobre los sacerdotes diocesanos y religiosos de varias órdenes que habían trabajado en aquel tiempo en la iglesia de Dios, con testimonios recogidos, a lo que convendría echar un vistazo. Pero yo no tengo tiempo para volver a escribir sobre esto. Sólo añadiré que nuestros Padres de Podolín, con el refuerzo del P. Wenceslao, ex Provincial, y el P. Francisco, Rector de Varsovia, obtuvieron un magnífico privilegio de Miguel Korybut Wisniowiecki, Rey de Polonia, que no sólo les dio la libertad de predicar en Szepes y promover la religión Católica Romana, sino también la de reivindicar iglesias, con casas y tierras, escuelas, etc. etc.

Año 1672

El P. Pablo[Notas 12], Provincial, vino a Varsovia e hizo la visita. Ni siquiera reprocha a nuestros religiosos por las libertades que se han tomado, aunque sí rogó justamente al P. Francisco de Jesús María que cediera su cargo, sin esperar a que viniera el P. Wenceslao, futuro Rector, supliéndole mientras tanto el P. Antonio de Sta. Catalina de Siena, con gran habilidad y dedicación. En Chelm el Ilmo. y Rvmo. D Cristóbal Zegocki, Ordinario del lugar y muy amigo nuestro, con todo el Cabildo de la Catedral, entregó en nuestra manos la iglesia parroquial, con todos los fondos, campos y casas que le correspondían, por medio de sus Comisarios. Lo cual se hizo con gran asistencia de nobles, con todos los requisitos legales, según las solemnidades patrias habituales.

El P. Francisco de S. Wenceslao, contra el mandato del P. Provincial, después de lo ocurrido en Olas[Notas 13], vino de Szepes con la imagen de la Santísima Virgen, y sin saberlo los Superiores se presentó en las Cortes con la misma, con gran inoportunidad, y muchas molestias para la Provincia. Pues provocó disputas entre el Arzobispo de Esztergom y el Excelso Príncipe Obispo de Cracovia acerca de su jurisdicción, y el Excmo. Heraclio Lubomirski, hijo del Mariscal y Prefecto de Szepes se ofendió muchísimo, de modo que se vengó en los Padres de Podolín y de Rzeszów, por lo cual lo cual debió ser castigado con la cárcel en Varsovia. Tal como escribió en su breviario: “Era como un pájaro solitario en el tejado”. Sin embargo, luego volvió a Szepes, y continuó con su misión.

En lugar del P. Miguel, Rector de Varsovia, al que se llevaba a menudo consigo el P. Provincial en sus visitas, abandonando la casa, nombró en su lugar Superior al P. José Warzecha de la M. de Dios. El P. Provincial con el P. Miguel y el P. Francisco, Asistente, fue a Prievidza, y de allí fue a Viena con el P. Francisco, para ultimar los tratos para establecer la fundación con los hijos que había dejado, los Condes Antonio y Carlos Palffi. A causa de su retraso se produjeron muchos líos, cambió el contrato y no concluyó nada del asunto. Mandó al P. Francisco que consultara los registros de la Casa de Prievidza para poder avanzar. Pero había muchos enredos en los registros al anotar los ingresos el P. Provincial, quien no daba una información justa al P. Rector acerca del dinero. Por lo que, sin firmar los registros, ni terminar la visita, se vuelve a Podolín dejando el tema sin resolver. Las razones del P. Provincial no se le ocultaban a la Casa de Prievidza, pues él intentaba anexionarla a Germania. Este asunto ya se había propuesto en tiempos de la fundadora, sin lograrse.

En el Reino e Hungría por este tiempo comenzaron los tumultos bélicos.

Año 1673

Se acercaba el tiempo del Capítulo Provincial, y el P. Provincial parece que quería suspenderlo, Sin embargo fue obligado por el P. General a celebrarlo, y se tuvo en Rzeszów el 13 de octubre. Fueron elegidos Asistentes los PP. Wenceslao y Miguel. Se estaban promoviendo grandes tumultos contra el P. Provincial, que la prudencia de los Asistentes frenó. La razón era que el P. Provincial había impedido las libres elecciones en los Capítulos Locales, y había impuesto las personas elegidas por él. Por este motivo había tres vocales que estaban ofendidos, concretamente los PP. Ignacio de S. Francisco en Varsovia, el P. Miguel de la Cruz en Lowicz y el P. Agustín de S. Juan Bautista en Rzeszów. Concretamente quería obligarles a falsificar lo referente a sus malas acciones, sin lograrlo. Se llevó consigo al P. José de la Madre de Dios, que estaba en Cracovia, y lo nombró primer Vocal al Capítulo Local, y luego su Asistente Provincial. Pero nada le salió bien al P. Provincial, que era experto en cánones y derecho pero de mediocre ingenio, y lo quería gobernar todo.

Este año falleció en Prievidza el P. Francisco de S. Jorge, que en la última Visita había sido nombrado Superior. Era un hombre de costumbres afables, querido de todos, de gran caridad, íntegra fe y admirable destreza, con la cual trabajó en Prievidza, como antes en otros lugares, al servicio de la Orden. Falleció a los 30 años de edad. También murió en Podolín el P. Lorenzo Dalmazzi de S. Juan ante Portam Latinam, grande en las ciencias y en todo tipo de erudición. Había sido discípulo de Hendrik Van de Putte, y si hubiera querido habría sido su sucesor en la cátedra de Lovaina. Donó su extensa biblioteca y parte de su dinero a la Orden en esta Provincia, en la cual él mismo pidió el hábito y pronunció los votos. Falleció el 23 de febrero a los 77 años de edad. Ese año los polacos vencieron a los turcos en la batalla de Chocim. Dejaron en presa a los nuestros, guiados por Juan Sobieski, los carros, caballos, dinero, mobiliario precioso. Pero la muerte del Rey Miguel en Lwow, que siguió, no permitió celebrar la victoria.

Año 1674

Aunque el P. Provincial llevaba como compañero para la visita al P. José de la M. de Dios, sin embargo a menudo se llevaba también al P. Miguel, Rector de la casa de Chelm, distrayéndolo del gobierno de la misma, diciendo que lo necesitaba. Sin embargo no seguía sus consejos, y por ello perdió algunas fundaciones. Sin embargo los nuestros sí fueron a Piotrkow, hermosa ciudad, célebre por el tribunal del Reino, por la que trabajó mucho el P. Francisco de Jesús María, y, obtenido el decreto, y entraron en unas casas compradas por la generosidad de los Fundadores Gorzynskis el 5 de agosto, con intención de abrir un gimnasio, con una numerosa presencia de clero y nobleza. Estaba presente el Rvmo. Sr. Lipski, Administrador de la Archidiócesis de Gniezno, que estaba vacante, el cual bendijo la capilla, y plantó la cruz en el lugar en que se iba a construir la iglesia, acompañado de varios prelados de la catedral. Pronunció un hermoso sermón el Rvmo. Casimiro Ortowski, insigne Canónigo de la Colegiata de Lowicz. El primer Superior fue el P. Francisco de Jesús María, mientras el P. Provincial nombró Rector de Podolín al P. José de la M. de Dios, cuyas patentes llegaron de Roma junto con la que confirmaban al P. Pablo en su cargo por otro trienio, cosa funesta para Polonia, aunque él dijo al recibirla: “¡Ya llegó la bendita confirmación de mi cargo!”. Luego tomó consigo al P. Miguel para ir a Prievidza, y estuvo diez días ocioso en aquella casa. A causa de sentirse enfermo, el P. Miguel no acudió a la meditación de la mañana. Viendo el P. Provincial que estaba ausente, inmediatamente comenzó la visita de la casa, y el mismo día, sin avisar, lee su nombramiento de Provincial, y se va solo a Viena. Los demás religiosos nuestros de Prievidza, que vivían aún en casas seglares, el 14 de octubre fueron introducidos en la casa propiamente religiosa por el M. Sr. D. Juan Muslay, prefecto del Conde Carlos Palffi, quien en esta circunstancia dirigió a los nuestros un discurso muy elegante, en el cual alabó egregiamente la piedad y la generosidad de los Palffi, y luego nuestro Instituto. Le respondió el P. Esteban, Superior entonces, brevemente, pero con nervio y muy a propósito. Entonces el Rvmo. Juan Turkowiz, Prepósito de Bojnice, cantó una misa solemne en la sacristía, que servía como capilla del lugar, y después de la misa el P. Mateo de S. Pantaleón dijo un sermón en latín.

El P. Provincial perdió una carta que había escrito a Roma en la cual describía de manera inicua las costumbres de todos. Cuando los nuestros la encontraron y leyeron, se indignaron con él. El P. Miguel, Asistente, oyó hablar a los seglares cosas similares sobre el P. Provincial, por lo que pacientemente aconsejó al P. Provincial, y este, poniéndose la mano en el pecho, juró que no lo haría más. Pero sí lo hizo, como luego se descubrió varias veces. Con lo cual en todas partes iba echando a perder la fama, ya que carecía totalmente del amor paterno y de la prudencia que corresponden a su cargo. Preparaba ya su vuelta a Polonia sin decir nada sobre el Rector de Prievidza. El P. Miguel fue a ver al P. Provincial, para que proveyera el Rector de Prievidza, cosa que quería el Fundador, lo pedía la Corte, lo deseaban los religiosos, para enseñar con su propio ejemplo. Le respondió que esperaba que en unos días llegara la carta del P. General. Deja pasar el tiempo, reflexiona, y al final, como si acabara de recibir la carta del correo, mandó leer la carta en el oratorio al P. Esteban de la Anunciación de la B.V.M. El P. Miguel se ríe de que una carta que había sido enviada a principio de julio, llegase a Prievidza el 10 de noviembre. Terminada la visita, de la que el P. Asistente no sabía nada, le encargó que escribiera los puntos y las cuentas de lo recibido y gastado. El P. Asistente le respondió que no podía hacerlo, puesto que ignoraba qué se había hecho, qué se debía mandar o prohibir. En lo referente a las cuentas, dijo que tampoco podía calcularlas, puesto que ni el mismo Rector sabía ni qué, ni dónde, ni cuánto dinero había, pues en la caja común de la casa no había nada. Durante tres días le estuvo urgiendo el P. Provincial, y el otro le decía siempre que no podía, hasta que al final se vio obligado a decir qué y cuánto dinero había depositado en Viena. Tan pronto como se conocieron las cuentas, se anotaron fielmente en un libro. Cuanto más permanecía el P. Provincial en Hungría, tanto más sorprendidos dejaba a los nuestros.

Por aquel tiempo fue necesario a los nuestros aceptar la administración de muchas iglesias, pues además de las parroquias de Bela, Legbitze, Olas e Iglovia, que se recibieron por orden del Excmo. Heraclio Lubomirski, Prefecto de Szepes, el Ilmo. y Rvmo. Sr. Barsony obispo de Varad y Prepósito de Szepes, les obligó a aceptar las parroquias de Toportz, Kriga, Busihug y Maldur, pues en ellas hacían falta sacerdotes que hablaran alemán y eslavo, para predicar la Palabra de Dios y atender a todas las demás necesidades. De este modo la religión católica, que estaba deprimida en Szepes, se volvió a levantar. Y, en efecto, por inspiración de la Divina Providencia comenzó a imponerse.

Pues a causa de los tumultos bélicos provocados en Hungría y Polonia, de algún modo el Excmo. Príncipe Heraclio Lubomirski, Mariscal de la Corte del Reino, comúnmente llamado “Sabio y celoso de la fe” llevó a cabo felizmente el gran y durante mucho tiempo intentado y muy deseado por los católicos logro de enviar al exilio de los Trece Pueblo de Szepes a todos los ministros heréticos, tanto visitantes como locales, cuya ejecución inmediata encargó a algunos nobles polacos. Las iglesias, capillas, parroquias, escuelas y hospitales, con todos sus ingresos, diezmos, etc., que debían restituirse a la Santa Madre iglesia Romana, con todos sus derechos, las puso bajo la jurisdicción ordinaria de Su Excelencia el Arzobispo de Esztergom, y su Vicario General para Szepes, el Ilmo. y Rvmo. D. Jorge Barsony, Obispo de Varad, y les devolvió la antigua protección. Como a causa de los negocios de su ministerio no podía encargarse él mismo de recibir de manos de los inicuos poseedores las iglesias de Szepes como Ordinario del lugar, según era su deseo, delegó en su lugar con plenitud de poderes a hombres nobles y famosos: los Mag. Sres. Podolski, Lazinski y otros familiares o cortesanos suyos. Finalmente les encomendó las fortalezas de Lublo y Lankut. Junto con ellos, para llevar a cabo esta tarea tan ardua, pidió que fueran el Ilmo. y Emmo. Sr. Obispo de Varad, Prepósito de Szepes y Vicario General, y además los prelados, canónigos y Padres Escolapios de Podolín, y con su ayuda, el Ilmo. y Rvmo. Sr. Prefecto citado fue recibiendo, reconciliando y haciendo en cada una de ellas lo que había que hacer según el derecho canónico. Finalmente, cuando fue cedido a las mismas iglesias y parroquias de los Trece Pueblo de Szepes el derecho de Patronato por el Augusto Emperador, y entregado por el Serenísimo Rey de Polonia unido al privilegio de la capitanía de Szepes, debía presentar y proveer auténticos pastores, y eligió prelados poderosos en Polonia unidos a él por la sangre o la amistad, insignes por su erudición y grados en la Iglesia de Dios, para mayor autoridad y terror de los herejes, a los cuales entregó los beneficios, y los presentó al Excmo. Arzobispo de Esztergom y al Ilmo. Obispo de Varad, en cuanto Vicario General. Introdujo, pues, e instaló como párrocos, según el deseo de Su Excelencia: en Varallia y Leibitz, al Ilmo. y Rvmo. D. José Conde de Zebrzydowski, Canónigo de la Catedral de Cracovia, Secretario de la S. R. Majestad, cuñado del Excmo. Príncipe Lubomirski, en cuyo nombre y lugar fue nombrado el P. Glicerio de Todos los Santos, Rector emérito de Podolín, como administrador y vicario temporal de esas parroquias. Como él estaba ocupado en el servicio a otras parroquias, provisionalmente se encargó al P. Juan Biner de la Cruz, de Opole, Silesia, y al P. Juan Lachocski de Sta. Apolonia, de Podolín, que permanecieron en Leibitz con la cura de almas, hasta que renunció a su beneficio de Leibitz el citado Ilmo. y Rvmo. Sr. Zebrzydowski, y le sucedió en el mismo el Ilmo. y Rvmo. D. Antonio, Barón de Luppini, Canónigo de la Iglesia Metropolitana de Gniezno, y de Lowicz. Bajo este párroco, fueron invitados del colegio de Podolín como vicarios los PP. Simón Hayek de S. Francisco, moravo, y Edmundo Eder de Jesús, austriaco. Con estos:

1.Se convirtieron 25 ciudadanos.
2.En 1678, fueron recibidos ambos magistrados en la santa fe católica, después de abjurar de la secta luterana.

3.En la fiesta de Pentecostés, buena parte de la ciudad, aparte del Magistrado, tras hacer la profesión de fe ante la iglesia, recibió solemnemente la comunión.

El P. Edmundo estuvo en esta iglesia hasta el año 1680. Le sucedió una larga serie de otros, hasta el año 1742. El P. Juan de la Cruz había sido trasladado desde Leibitz a Iglovia para tener la cura de almas, y sirvió incansablemente al prójimo hasta que, consumidas sus fuerzas por la tisis, falleció en el año 1676. Pero acerca de los demás Padres nuestros que sirvieron en la cura de almas en Iglovia, Olas, Varallia y demás iglesias ya se ha escrito detalladamente en otros lugares, y creo que está cuidadosamente anotado en Prievidza.

La parroquia de Bela, vecina a Podolín, fue entregada e incorporada de manera perpetua al colegio de Podolín como pago de los trabajos y peligros que sufrieron los PP. Escolapios en la propagación de la fe católica romana, con el derecho de patronato cedido por el citado Excmo. Príncipe Heraclio Lubomirski, Mariscal de Palacio del Reino y Prefecto de Szepes, máxime teniendo en cuenta que el citado colegio de Podolín de las Escuelas Pías, fundado por sus mayores, a causa de las calamidades de los tiempos y los cambios sufridos por la provisión anual que venía de las salinas que habían pertenecido a los Lubomirski, pues estas con el Rey Juan Casimiro de Polonia habían pasado al patrimonio del Reino, y luego rendían mucho menos. El privilegio de colación e incorporación, escrito en pergamino, y firmado por la mano de Su Excelencia, con sello, se encuentra en nuestro archivo. Del mismo modo se encuentran las confirmaciones por el Augustísimo Emperador Leopoldo, y por el Rey de Polonia Juan III, cada una en su documento original con sello.

A causa de esta colación, el Ilmo. y Rvmo. D. Barsony, Obispo de Varad y Prefecto y Vicario General de Szepes, invistió canónicamente al P. Glicerio de Todos los Santos, Rector emérito de Podolín el 6 de agosto de 1674, y este, como párroco, dedicó todas sus fuerzas a invitar a los herejes, ayudándole vicarios del colegio de Podolín, de modo que convirtieron 39 ciudadanos a la fe católica, entre ellos al prudente y circunspecto D. Jacobo Lany, juez del pueblo, los cuales (exceptuando a 5, que a causa de su maldad y las razones del siglo volvieron al vómito) permanecieron constantes en su profesión católica hasta el último aliento. Al P. Glicerio, ya mayor y quebrado por la edad, le sucedió el P. Domingo de la Cruz, de Varsovia, que hablaba muy bien el alemán, y que permaneció durante unos 40 años en Bela en la cura de almas, ayudándole sucesivamente los PP. Edmundo de Jesús, Bernardo de la Asunción, Fernando de S. Lucas, Jacobo de S. Ignacio y Ramón de S. Lorenzo. Después de la muerte del P. Domingo vino a sucederle en la parroquia el P. Carlos de la Cruz, con sus compañeros de trabajo el P. Teófilo de S. Miguel y Mariano de Sta. Ana, y los demás que aparecen en el Catálogo hasta el día de hoy en el escrito ya mencionado, a cuyo pie se ponen los sufragios por los muertos en el Señor.

Año 1675

El P. Provincial Pablo se fue solo a Podolín, Cracovia, Piotrkow, y luego corrió a Varsovia para reconciliar los ánimos de los nuestros, justamente ofendidos con él. Llegó el 9 de febrero. Fue recibido con honores, y permaneció varios días sin hacer nada, mientras los Padres disimulaban. Al fin el 13 de ese mes se reúnen y piden audiencia. El P. Provincial primero reúne a los Asistentes y les pregunta qué quiere la comunidad. En nombre de los otros, el P. Miguel de la Cruz le responde brevemente; “Los Padres, después de tantos trabajos hechos durante un trienio, después de sufrir tantas fatigas en los viajes, desean que un Padre con tantos años en la Orden, con tantos méritos, para descansar de sus fatigas deponga ese cargo tan pesado de administrar la Provincia y se retire a la tranquilidad de alguna casa”. Pero como lo decía en serio, sin reírse, creyó que estaba enfadado, y el P. Provincial quedó consternado, y respondió algo, pero no pudo oírlo ni entenderlo. Añadió que ya se acercaba el final de su mandato, pues había comenzado el segundo trienio. Luego hubo algunos minutos de silencio. Al final los PP. Asistentes que había hablado antes entre sí, le expusieron seriamente lo que les parecía necesario para el bien de la Provincia, y le presentaron las manchas y los errores que el P. Provincial había cometido con su obstinación. Las conclusiones de todo esto fueron:

1.Que nos librara del miedo de apartar de la Provincia la casa de Prievidza.
2.Que demostrara su amor paterno por igual a ambas naciones en las que estaban presentes las Escuelas Pías.
3.Que se abstuviera en lo sucesivo de difamar a nuestros religiosos. Por lo demás, que gobernara sin envidia mientras quisieran los Superiores.

El P. Provincial prometió a los Padres que les respondería ampliamente al día siguiente, y al dejar a los Asistentes les prometió una seria enmienda en su gobierno. Pero como era inconstante, no hizo ni lo uno ni lo otro. Los PP. Asistentes calmaron los ánimos de los religiosos para que siguieran en sus oficios, sin infamar al Superior, pues ya estaban dispuestos a ir a la Nunciatura.

El mismo año, el Ilmo. y Rvmo. D. Esteban Wierzbewiski, obispo de Poznan y de Varsovia, nos ofreció la fundación de Gora, después de obtener el permiso del P. General. Pero la recibieron los nuestros de Varsovia, haciéndose cargo de permanecer y enseñar allí en nombre de la Provincia, sin que lo supiera el Provincial, pues era opuesto al aumento de nuestra Provincia, y se esforzaba por que disminuyera.

Año 1676

Hacia el 17 de junio se intimó a las casas la celebración del futuro Capítulo Provincial que se celebraría en Podolín el 1 de agosto, y los Padres acudieron a tiempo. El P. Provincial urgía dos cosas:

1.Que el P. Francisco de Jesús María no entrara en el Capítulo, pues aún no había sido declarado Rector por el P. General, sino sólo Superior por el P. Provincial.
2.Que como el P. Agustín de S. Juan Bautista había sido convicto de tener propiedad, según el Concilio de Trento estaba privado de voz activa y pasiva durante dos años, y por tanto debía salir del Capítulo.

Los Padres Capitulares se negaron a ambas cosas, como injustas, y defendieron al P. Francisco diciendo

1.Que la culpa de que no hubiera sido nombrado Rector era del mismo Provincial, pues podía haberlo hecho (ya que estaba demasiado volcado en la fundación de Piotrkow).
2.Que estaba el ejemplo del P. Juan Casimiro de S. Teófilo, Superior de Chelm nombrado por el P. Provincial, y había entrado en el Capítulo; y el del mismo P. Pablo de la Natividad de la B.V.M., que siendo Superior de Prievidza, antes de ser nombrado Rector por el P. General, había asistido al Capítulo Provincial. Si es cierto que los errores no sirven para alegarlos, sino para corregirlos, sin embargo en lo que se refiere al P. Francisco hay un Decreto del Capítulo de 1673 celebrado en Rzeszów, en octubre, presidido por él mismo, en el día 28 de mismo mes, que dice: “Aquellos que en caso de necesidad han sido nombrados Superiores, sin el título de Rector, tengan la misma autoridad y potestad que el Rector para actuar legítimamente tanto en casa como fuera de ella”.
3.A favor del P. Francisco estaba la intimación al Capítulo, ya que el P. Provincial no debía haberle enviado, ni llamar al Padre al Capítulo, ni siquiera permitir que se celebrara Capítulo Local para elegir un vocal, si no pensaba admitirlo al Capítulo Provincial.

Contra esto no pudo decir nada. En cuanto al P. Agustín, fue admitido al Capítulo, puesto que era un momento importante y no parecía infamar a un hombre sólo por una sospecha sin ningún fundamento, mientras no se investigue en serio la ocasión y la causa acerca del autor, y que la S. Congregación dio un Decreto según el cual nadie puede ser excluido del Capítulo si no ha sido denunciado dos meses antes.

Una vez aclarado esto, se pasó a la elección de los vocales para el Capítulo General. En la primera votación aparecieron varios candidatos. En la segunda fue elegido el P. Miguel de la Visitación de la B.V.M.; en la siguiente el P. Adalberto de Sta. Teresa. A continuación se eligieron los Asistentes Provinciales: el P. Francisco de Jesús María y el P. Ignacio de S. Francisco Javier. Al final del Capítulo se volvió a hablar del asunto del P. Provincial. Alguno proponía que el Superior fuera elegido en el Capítulo Provincial. El P. Wenceslao consideraba superfluo tratar este asunto. “A nosotros nos toca –dijo- tolerar a los Superiores, que hasta ahora Roma nos viene dando, y si ocurriera que los eligiéramos en cada casa, ocurriría a menudo que la elección caería en el que menos esperasen los electores. Es necesario que Dios actúe en contra de la opinión de los hombres, y para que la elección no caiga como un rayo sobre un cerdo, no hace falta que pidamos, sino que confiemos en Dios que gobierna sabiamente a los hombres”. Así de prudentemente habló, con una intención sencilla. Pero el P. Provincial lo interpretó como si fuera un desprecio, y dijo a la asamblea reunida que los nombrados por Roma, y en Consejos Provinciales, eran hombres dignos de tal honor, de notable prudencia, llenos de méritos en la Orden, y no animales ni cerdos sobre los cuales había caído un rayo. Apenas terminó, el P. Wenceslao se excusó si había ofendido, pero él no había hablado con mala intención. Dijo: “Yo sé apreciar a los hombres, y tanto a los que juzgo dignos como a los demás no los desacredito con mis palabras, pero Vuestra Paternidad suele calumniar a la gente, y también a mí me ha perseguido. ¿Le parece esto evidente, P. Pablo?” Etc. Con esta catástrofe terminó el Capítulo Provincial. Después del cual el P. Provincial escribió inmediatamente al P. General, rogándole la separación de la casa de Prievidza para Germania, a causa de la distancia del lugar (como si fuera más corto el camino hasta Germania), y pretextando otras razones menores, como que no querían bien a los polacos.

Año 1677

Los nuestros salieron hacia Roma, y fueron amablemente acogidos por los italianos. Entonces no había ninguna división; a todos les dolían los enfrentamientos anteriores. Los nuestros y los germanos actuaron, para que los intramontanos no supieran nada de sus intenciones. Había tres candidatos al cargo de General: el P. Simón [Bondi], un hombre de gran mérito, pero ya mayor; el P. Alejo [Armini], que llevaba 12 años de Asistente General, pero no era querido por todos, y el P. Carlos Juan [Pirroni], Procurador General, que era joven, pero con experiencia en los negocios. El 23 de abril vino a San Pantaleo el Emmo. Cardenal Gaspar Carpineo, Protector, para explorar el sentir de los Padres ante el Capítulo que iba a comenzar. Tras invocar al Espíritu Santo, leyó la lista de los Padres Capitulares y preguntó de qué modo y en qué momento se iba a elegir el P. General con sus Asistentes. Respondió a todo el P. General, que oliéndose que él no iba a ser reelegido preguntó a Su Eminencia qué lugar correspondía al ex General. El 27 de abril, en presencia en presencia de Su Eminencia repitió la pregunta, y entonces el P. Camilo, ex General anterior, tras pedir la venia dijo con admiración: “Ahórrese el P. General esa duda que propone en nombre de los Padres. Todos saben bien lo que se decretó en el anterior Capítulo General. Es sólo V.P. quien tiene dudas, no los Padres. Ninguno de los nuestros se ha planteado esa pregunta”. Oyó a los dos el Cardenal, y dijo que quería conocer la opinión de los Padres. “¿Cuál es vuestra costumbre, y cómo se ha hecho hasta ahora?”. Refiriéndose al decreto del anterior Capítulo, preguntó al P. Cosme, ex General, que se sentaba después de todos los Provinciales. Este, levantándose, respondió modestamente: “Eminencia, yo no sé qué debo decir. Pero yo hasta ahora me he sentado y me siento contento en el lugar que me han dado, y no tengo nada más que decir”. Entonces el Cardenal, tras una breve discusión, quiso que la cosa se decidiera por votación secreta. Aunque esta cuestión no parecía que debiera hacerse ahora, ya que todavía no se había llegado al momento de tomar decisiones en el Capítulo (pues este día y los siguientes sólo se trataba de los asuntos ordinarios distribuidos por la Congregación), sin embargo el Cardenal la consideró urgente, y se pasó a votar. Por 22 votos favorables de 29, de los cuales el Cardenal tenía 2, se decidió que según el Decreto del Capítulo General de 1659 el P. General que había terminado su mandato se sentara después del mismo General. Una vez establecido esto, todos los Padres salieron del oratorio, donde el Cardenal se quedó en el P. General, y luego iban llegando de uno en uno los Padres a hablar con el Eminentísimo, y le daban su opinión, prometiendo el Eminentísimo por medio del P. Onofre del Stmo. Sacramento, Provincial de Nápoles, que la elección sería libre. Ya se acercaba a la realidad.

El 2 de mayo se celebró la misa del Espíritu Santo en la cual dijo un discurso en latín el P Juan Francisco [Foci] de San Pedro acerca de las cualidades del que debía elegirse, entre las cuales eran necesarias la erudición y la observancia. Después de la misa llegó el Eminentisimo Cardenal y fue conducido al lugar del Capítulo, y de nuevo habló en latín el P. Segismundo Régulo, Provincial de Toscana, de manera muy elegante. Se pasó después a elegir el Secretario del Capítulo. Fue elegido Adjunto el P. Ambrosio de Sta. Ludmilla, Provincial de Germania. A continuación se procedió a la elección del General. En la primera votación se repartieron los votos entre los tres candidatos, pero ninguno alcanzó más de la mitad. Se pasó a la segunda votación, y salió elegido el P. Carlos Juan de Jesús María, con 15 votos de 29. Se excusa y ruega, pero añadiendo sus votos el Eminentísimo, recibe la obediencia, y se canta el Te Deum laudamus. Por la tarde se va Su Eminencia y son elegidos los Asistentes El 1º, el P. Camilo de S. Jerónimo; el 2º, a instancias del Cardenal, el P. José de la Visitación; el 3º, el P. Benito de Jesús; el 4º, para honrar a la Provincia de Polonia, el P. Pablo de la Natividad de la B.V.M.

Se hizo el censo de toda nuestra Orden, y se encontró que había 303 sacerdotes, 175 clérigos y 181 operarios; en total, 659. Los Capitulares fueron también admitidos a prestar obediencia a Su Santidad Inocencio XI, al que pidieron que apoyara la beatificación de nuestro Venerable Padre, y que les diera el oficio del Nombre de María con rito doble, cosa que Su Santidad prometió, y después de exhortar a los nuestros con hermosas frases a observar las Constituciones, y de besarle el pie los despidió.

Cuando los nuestros estaban para volver a la patria, se le dio la patente de Provincial al P. Miguel de la Visitación, que se instaló en Prievidza, el cual escribió a todas las cosas y prometió que iría cuanto antes a Varsovia. Pero debió pedir una contribución a los Rectores, pues el P. Pablo no le había dejado ni caballos ni dinero para los gastos de viajes. En Prievidza fue confirmado Rector el P. Esteban de la Anunciación, con patente del P. General. Fue luego a Brezno, donde el P. Francisco de S. Wenceslao presidía a algunos de los nuestros, y le dio su patente no como Rector, como había querido el P. Pablo, sino como Superior, ya que no estaba del todo segura la fundación, y luego continuó hacia Podolín. Aquí mandó venir a sus Asistentes los PP. Francisco e Ignacio, y dispusieron según las necesidades de las casas de Prievidza, Brezno y otras. Deseaba continuar hacia Varsovia, visitando al mismo tiempo las casas vecinas, pero surge el impedimento de la peste. Así que envió al P. Ignacio a Varsovia, para que viera a los nuestros como pudiera, y luego se quedara en Gora. Fue solo con el P. Francisco a Rzeszów. Aquí después de visitar la casa recibió tres cartas del P. General. En la primera le recomendaba prudencia para acelerar o retrasar la entrega de las patentes de los Rectores, como juzgara mejor en el Señor. La segunda era una larguísima carta circular que le pide que envíe a todas las casas. En la tercera desaprueba la patente conseguida inoportunamente por el P. Pablo para el rectorado de Brezno. Le dice que no entregue su patente al P. Francisco. Mientras tanto la peste invade toda Polonia, y empuja al P. Provincial primero a Szepes, y luego a Hungría. Y así llega el final de este año.

Año 1678

En Brezno había seis clérigos de nación eslava que habían sido enviados a estudiar humanidades, pero estaban desatendidos en cuanto a su vocación y su vida religiosa, pues dedicaban el tiempo reservado para ello a otras cosas. Por lo cual tuvo que deshacer aquella comunidad, e incluso nombró a otro Superior, el P. Juan Martín de la Natividad del Señor, cosa que se hizo en presencia del P. Provincial. En Prievidza también tuvo que hacer arreglos, después del escándalo que se produjo en aquella casa a causa de cinco clérigos. Mientras tanto ardía la guerra civil en Hungría, promovida por los rebeldes acatólicos, cuyos peligros conoció bien Prievidza. Fue también un año miserable en Polonia para el P. Provincial, donde apenas pudo visitar las casas a causa de la peste, y los religiosos andaban dispersos, mientras que en Hungría todos sufrían las calamidades, especialmente los religiosos. Fue acercándose de Podolín hacia Varsovia, yendo sólo a lugares seguros, y no saliendo hasta estar seguro de que no había contagio. Le escribió (cuando estaba en Wroclaw) la noble y rica Matrona Margarita Kotowska, proponiendo edificarle un templo nuevo en Varsovia, por lo que convenía que volviera cuanto antes. El P. Provincial le respondió dándole efusivas gracias, y recordándole el cumplimiento de lo prometido. Le llegó otra carta del Ilmo. y Rvmo. Abad Finecense de la Orden de los Benedictinos pidiéndole un profesor para enseñar a sus jóvenes las ciencias, pero él excusa este honor para evitar ofender a la Academia de Cracovia, además de por la peste.

Año 1679

Se hicieron grandes preparativos para construir nuestra iglesia de Varsovia, que pagaba la señora citada. Se compró cal, piedras, ladrillos en grandes cantidades, para que la obra comenzara cuanto antes y pudiese avanzar, cosa que se hizo bajo la dirección del P. Francisco de Jesús María, Rector de Piotrkow, a petición de la fundadora.

En Prievidza se instituyó el curso de Filosofía de Podolín para los nuestros eslavos que había sido llevados recientemente allí. El P. Rector de Prievidza pidió protección al Conde Tököly, y el libre ejercicio de la fe católica en aquellos lugares. El P. General prometió que iría a Polonia, para poder conocer y sondear todas las Provincias. Las Cortes reunidas en Grodno aprueban la adquisición de nuestra casa en Cracovia para transferir nuestro colegio de Casimira a la ciudad, y lo incluyen entre las leyes del Reino, por diligencia principalmente del P. Provincial. Las comunidades vuelven a reunirse en las casas, y donde hay garantía de seguridad abren las escuelas.

Se destina Varsovia como lugar para que los nuestros estudien Teología, y se nombran dos profesores, los PP. Jerónimo (Wolski) de SS. Pedro y Pablo, y Joaquín (Goratewicz) de la Natividad de la B.V.M. El P. Provincial visita las casas, y encuentra en Podolín al Rector de Cracovia, el P. José de la M. de Dios, quien le informa sobre el peligro del ejército que se acerca a Podolín. El P. Provincial se pone en marcha y con ayuda de la Divina Providencia alcanza un lugar seguro. El P. Rector ya no puede seguirle. 800 húngaros agresivos rodean Podolín, pero no se atreven a atacar, pues se les envía ayuda desde la fortaleza de Lublo, y por la noche están mejor preparados. Mientras tanto comienza la visita de la casa. Los clérigos de Prievidza tienen testimonios de diligencia y buenas costumbres, por lo cual recomienda al P. Rector que busque lo más cómodo para su uso de modo que aprovechen tanto en la piedad como en las letras. Terminada la visita, no queriendo el P. Provincial irrumpir en Hungría (de hecho Brezno había sido tomada y devastada), se fue hacia Rzeszów. De aquí, después de dejar las cosas en perfecto orden, va a Chelm, donde el obispo Suzca, de rito griego, había escrito con calumnias contra los nuestros a la Nunciatura. Pero el P. Rector de Chelm, Antonio del E. Santo, había respondido egregiamente a cada una de ellas, y así se hizo saber a la Congregación de Propaganda Fide.

Alrededor de Podolín de nuevo se extiende la peste, por lo que al recibir el anuncio el P. Provincial manda a algunos a lugres más seguros, pero el estudio, aunque el colegio esté cerrado, debe continuar allí, y seguir adelante. Pero se hace lo contrario, pues su carta entre tantas calamidades se pierde. El P. Rector envía a los estudiantes con su profesor a Prievidza, y a los novicios a Rzeszów, deseando que no les ocurra nada. El P. General difiere la intimación del Capítulo Provincial hasta el año siguiente cuando vaya, pues quiere visitar todas las Provincias, incluso las más lejanas. Así que, llegado a Varsovia el P. Provincial, con sus Asistentes organiza las comunidades de las casas en el mes de julio, para que en las vacaciones de agosto poder cambiar a algunos, y transferirlos a otra casa, allí donde hiciera falta. Se dirige hacia Podolín, con intención de pasar a Hungría en cuanto sea posible, pero todas las cosas se suceden violentamente contra su propósito, y lo impiden. Pues estaba luchando contra la peste, las guerras y las inclemencias del clima.

Año 1680

El P. Wenceslao del Stmo. Sacramento, Rector de Varsovia, se puso gravemente enfermo, con gran dolor de todos los buenos. El P. Provincial llegó hasta Brezno, donde encontró las cosas en mejor orden que con el Superior anterior. En Prievidza vio a los clérigos que habían enviado desde Podolín, y le dolió verlos disolutos de nuevo, a causa de las facilidades que les daba el lugar, por lo que les aconseja y les ordena que se corrijan, y vuelve a Podolín. En Varsovia los nuestros organizaron el mes de abril un acto escénico en el palacio real, ante el Rey Juan Sobieski y los próceres del reino con un gran éxito y muchas alabanzas. El Rey quedó muy complacido por la destreza de aquellos jóvenes nobles, por la creatividad, por la elegancia de estilo, hasta el punto de decir: “Nos habían dicho otra cosa de estos religiosos (pues nuestros envidiosos nos trataban de rudos, para impedir el crecimiento de la Orden); pero ahora hemos visto por experiencia propia lo que son, y pensaremos diferentemente a partir de esto”.

El P. Provincial mientras estaba en Podolín se entera de que el P. Pablo, Asistente General, se mete en sus asuntos, ordenando a los Rectores de Podolín y Prievidza que en todos los asuntos se refieran a él, diciendo a los religiosos de Polonia que aquello era competencia suya. Entonces él le escribió una carta fuerte, sin sellar para que la leyera antes el P. General, en la que presentaba la verdad del asunto, poniendo juntos puntos de otras cartas que le había enviado a él y a otros. Fue solo a Cracovia en abril, donde recibió una carta del P. General, en la que le pide su opinión acerca del P. Provincial y de los Rectores que deben nombrarse. El P. Provincial sugiere los siguientes candidatos para dirigir la Provincia: el P. Wenceslao, recomendable por su doctrina, prudencia y experiencia. El P. Francisco, infatigable en el trabajo, espejo de la observancia regular. El P. Adalberto, dotado de bondad, consejo y destreza, y el P. Ignacio, animoso para hacer las cosas difíciles. En cuanto a los Rectores, deja el juicio al próximo Provincial. Considera que es mejor que espere en Cracovia el nombramiento de su sucesor, y que no vale la pena ir a hacer la visita de las casas. Al mes siguiente recibe una carta del P. General en la cual ya no promete que vendrá a Polonia, pues se sigue oyendo que las cosas no van bien en esa Provincia (se refería a la peste y las guerras), y como no había ningún motivo grave para convocar el Capítulo, lo difería indefinidamente. El P. Provincial comunicó estos dos puntos a las casas, y se fue solo a Rzeszów. Cuando volvió 12 días más tarde a Cracovia, encontró una carta en la que se nombraba Provincial al P. Adalberto [Siemierkowicz] de Santa Teresa. Salió con la carta hacia Piotrkow y envió el coche provincial a buscar al P. Adalberto a Lowicz, rogándole que fuera a su encuentro. Ya sabía él bien por qué, pues viniendo el P. Pablo a Varsovia, había divulgado la noticia de que él era el nuevo Provincial. Los gentiles polacos se alegraron muchísimo de que, después de tantos extranjeros, nombraran el primer provincial polaco, y algunos fueron a felicitarle, particularmente el P. Joaquín, profesor de Teología.

Vino también con él a Piotrkow el P. Juan el 24 de julio, y el 26 el P. Provincial transmitió el gobierno a su sucesor, después de leer ante la comunidad la carta patente. Al día siguiente el P. Adalberto, nuevo Provincial, comenzó la visita en aquella casa, y tomando consigo al P. Francisco, Asistente, se fue a visitar las demás casas. El P. Miguel, ex Provincial, fue enviado a Varsovia, para que fuera a ver y aceptar una fundación que nos ofrecía el Ilmo. Dolski, Mariscal del Gran Ducado de Lituania en Polesia. Pero como no se presentó la ocasión de ir hacia allí, permaneció algunos meses en Varsovia, y luego se fue a Podolín.

Cuando Prievidza apenas se levantaba de sus cenizas, de nuevo fue afligida por saqueos y calamidades, aunque al colegio no le sucedió ningún mal, pues había soldados imperiales defendiendo los muros contra los invasores. El P. Provincial mandó venir de allí al P. Juan (Mudran) de Jesús María a Varsovia, para ser Profesor de Teología en lugar del P. Jerónimo de Kochanow Wolski de SS. Pedro y Pablo, que ya fallaba, y que había sido tan útil a la Provincia como hemos visto. En Varsovia el P. Wenceslao del Stmo. Sacramento, Rector, desahuciado por los médicos, luchaba con la muerte. El día anterior se había confesado, había recibido todos los sacramentos, y había exhortado a la comunidad a que siguieran la observancia regular. Al día siguiente se reunió la comunidad a toque de campana, y haciendo la recomendación del alma, estando consciente, falleció piadosamente el 22 de agosto, a la edad de 55 años. Era moravo de nación, de Nikolsburg, y en el siglo se había llamado Jorge Opatowski, nacido de padres ricos, pero fallecidos prematuramente, el niño fue llevado a Straznice en Moravia, y se puso a estudiar. Lo educó allí el P. Nicolás, su tío abuelo, religioso nuestro, hombre de gran piedad. A los 13 años de edad ingresó en la Orden d las Escuelas Pías, e hizo grandes progresos en vida religiosa, en las letras y las ciencias. Hablaba perfectamente las lenguas alemana, morava e italiana. Estudió con aprovechamiento Poética, Oratoria, y luego Filosofía, Teología y lo que para él era más importante, las Ciencias Naturales. Fue diestro luego en la educación de nuestros jóvenes, prudente en el gobierno, fácil y feliz en el gestionar negocios, elocuente en el hablar, brillante en el uso del latín, sublime al crear, fuerte y constante para llevar a cabo las cosas difíciles, y tenía gran confianza en Dios, que fortalecía con las oraciones de San Antonio. En su comportamiento era afable y gracioso, ponderado al expresar su opinión, brillaba por su prudencia al dar consejos, especialmente cuando la gente le confiaba sus secretos, de modo que si seguían sus consejos, las cosas terminaban bien. Así, pues, aquel hombre tan grande de nuestra Provincia, consumido por la enfermedad, cambió la vida por la muerte, como hemos dicho.

Al cabo de pocos días fue seguido por el P. Glicerio de Todos los Santos, el cual impaciente a causa de lentitud de lo que hacían los médicos para curarle los ojos, fue a Rzeszów, y luego al pueblo Sanock, por consejo del P. Francisco de S. Wenceslao, pues allí había una señora noble con dones para curar, que había ayudado a muchos. Pero cuando tomó la cura, su enfermedad se desarrolló de una manera fatal, por lo que se extinguió inesperadamente el 31 de agosto, cuando estaba en los 59 años de edad y 40 de vida religiosa. Fue un hombre muy alabado por su simplicidad religiosa, por su celo para ganar almas para Dios, incansable en servirlas, como en otro tiempo lo había sido para educar a los escolares en la piedad y en las letras. Fue llevado luego a Rzeszów, y enterrado en nuestra iglesia. El P. Provincial, que estaba en Rzeszów, se enteró el mismo día de la muerte de los dos, y viendo que los soldados se acercaban amenazadores a Szepes, volvió a Varsovia, donde nombró Superior al P. Francisco de Jesús María, aunque él, como era costumbre en él, se excusó del cargo.

En Lowicz mientras tanto murió de apoplejía el 24 de octubre el P. Miguel de la Cruz, hombre muy necesario para los trabajos de nuestra Orden, y alabado por las muchas cosas que había llevado a cabo. Sólidamente erudito en Letras humanas, Filosofía, Teología y Ciencias de la jurisprudencia; incansable al hablar a la gente en sus sermones, al escuchar confesiones, al educar a los jóvenes. Esforzado ante todo en cuestión de pobreza religiosa, con tanto desprecio de sí mismo que raramente se vio que no renunciase a todo tipo de comodidad y recursos, a pesar de venir de una familia patricia. Era polaco, llamado en el siglo Estanislao Garwaski, y falleció a los 46 años de edad y 23 de vida religiosa.

El P. Provincial recibió del P. General las patentes con los nombramientos de las personas que él había recomendado a Roma como Rectores. Estos fueron:

  • Varsovia: P. Francisco de Jesús María
  • Rzeszów: P. Agustín de S. Juan Bautista
  • Chelm: P. Casimiro de la Anunciación
  • Lowicz: P. Casimiro de S. Francisco
  • Gora: P. Juan de Sta. Apolonia.

Prievidza, Brezno y las demás casas siguieron bajo los mismos superiores. Mientras tanto el P. General escribe con su propia mano al P. Miguel en Podolín que había nombrado al mismo Rector de Podolín, junto con los Asistentes, pero no teniendo sus patentes, ni sabiendo de ellas, calla y espera. Con todo el P. General como excusa suya echa algunas culpas al P. Pablo Asistente General, y leemos que escribe de él en confianza: “He comprendido al fin que el peligro te hace sabio, pero sé que se va a conducir de manera afortunada y feliz el nuevo gobierno provincial, sin que este se mezcle en los asuntos de la Provincia. Por lo tanto que los súbditos se dirijan al Provincial, o a mí, que si puedo gobernar 7 provincias sin su ayuda, podré sostener también una octava… Es un hombre de ingenio turbio, amigo de novedades, ambicioso a la vez que incapaz, no sabe hacer nada útil. Durante casi un mes ha estado yendo mañana y tarde al palacio del Cardenal Protector, para darle un memorial contra mí. O más bien contra la Orden. Al final por fin tuvo la audiencia, y parece que se ha convertido en motivo de burla para toda la casa, y para toda la Orden (pues las plumas vuelan), pues hasta los laicos se ríen abiertamente de él, y le preguntan: ‘¿Qué, por fin ya ha entregado el memorial?’, lo cual para mí es un gran motivo de pena, y le he reprendido amargamente varias veces. ¿Qué le diría en esa carta suplicatoria? Ojalá Dios le dé inteligencia para que pueda vivir razonablemente. A mí me cuesta sufrirlo, como un castigo por mis culpas, y como ejemplo de hombre incapaz y presuntuoso, como un suplicio aborrecible”.

Año 1681

El P. Provincial vino de visita a Podolín el 19 de enero con la patente romana de Rector para el P. Miguel. En Prievidza encontró al P. Esteban Kinzel de la Anunciación, Rector, el cual sólo le pidió que le librara del cargo, y porque había razones, aceptó su renuncia. Le dijo que cuando le viniera bien se trasladara a Podolín y nombró en su lugar al P. Juan Martín de la Natividad. Destinó a Brezno al P. Valeriano Berzewiczy de la Concepción. El P. Provincial pasó el resto de la Santa Cuaresma en Podolín, y luego Salió hacia Varsovia para la Asamblea General del Reino. Aquí le ruega el Ilmo. Dolski que envíe a alguien a ver el lugar de fundación en Polesia. Envían así al P. Alejo Pawlarski de S. José, Vicerrector de Varsovia, y al P. Antonio del Espíritu Santo, ex Rector de Chelm. Aceptan el lugar y la fundación [de Dabrowica], y luego envía allí una comunidad. En Hungría se reúne la Dieta en Sopron, y para confirmar las fundaciones acuden allí los PP. Nicolás, Vicerrector de Prievidza, y Valeriano, Superior de Brezno, con el P. Emerico. Pero no lograron nada, sino que con esta ocasión crearon problemas. Pues el P. Emerico fue a Bratislava y de allí a Nikolsburg, y el P. Nicolás iba a Viena para imprimir unos sermones, y fue a Litomysl, los dos sin patentes ni compañero, por lo cual fueron secuestrados por el P. Luis de S. Lucas, Provincial de Germania y sólo fueron liberados por orden del P. General. Mientras tanto los nuestros fueron capturados por los rebeldes, y son torturados, especialmente el P. Esteban de la Anunciación. En Radom se establece una pequeña presencia nuestra, que luego se convertirá en una casa cómoda.

Año 1682

El Rvmo. D. Fernando Lukini, Canónigo de la Iglesia metropolitana de Gniezno y párroco de Leybitze muere en el castillo de Podolín. Es enterrado entre los nuestros, y el párroco del lugar gruñe y protesta, aunque no consigue nada, pues contra el testamento quiere enterrar el cadáver en la iglesia parroquial.

El P. Provincial, tomando como compañero al P. Esteban de la Anunciación, quiere ir a Prievidza. Pero a causa de los peligros no puede llegar, por lo que da al P. Miguel el encargo de visitar las casas de Hungría. Este tampoco puede cumplir la orden, a causa de los continuados peligros. Los de Prievidza, pensando que el Capítulo Provincial estaba próximo, sin tener ningún permiso hicieron el Capítulo Local, y eligieron como vocal al P. Nicolás, y lo enviaron a Podolín. Esta elección no sirvió para nada. Pero el P. Nicolás pidió insistentemente al P. Provincial ir a Polonia, y obtuvo su permiso. Y así visitó Cracovia, Piotrkow, Lowicz y Varsovia, y de allí fue enviado a Radom para que se quedara en la nueva fundación, y allí permaneció, tranquilo y ejemplar, hasta el día de su muerte, sin que se desviara ni una sola vez a buscar sus escritos a Prievidza. A Brezno llegó un ministro luterano, y los nuestros abandonaron el lugar. Entonces Tököly vendió nuestros diezmos a Daniel Chmelio, y se llevaron todo el ganado.

Contra los PP. Miguel y Francisco, que lo gobiernan todo, hay murmuraciones en la Provincia de quienes prometen no asistir al Capítulo Provincial, que ha convocado el P. Provincial, tras recibir la autorización del P. General, en Rzeszów, el 1 de octubre. Sin embargo cambiaron de opinión y vinieron, empujados por el P. Miguel a hacer lo contrario. En Podolín se hizo antes el Capítulo Local, el 18 de agosto, y fue elegido vocal el P. Esteban de la Anunciación. En el mismo Capítulo el P. Lucas de S. Edmundo parece que quería crear problemas, opuesto siempre al P. Miguel en temas de gastos, pero fue convencido con los registros, y se calmó. En Roma mientras tanto el P. Pablo y otros dos Asistentes Generales se levantaron contra el P. General, y lo citaron ante la Sagrada Congregación, pero no ganaron la causa. Escribieron a las Provincias, incitando a los Religiosos en el caso contra el P General.

Llegó el tiempo designado para el Capítulo Provincial en Rzeszów, donde fueron opíparamente acogidos por el P. Agustín Rector. Se comienza con una misa. En la iglesia predica en polaco el P. Benito de S. José, Vocal de Lowicz, acerca de la observancia regular, y de ver lo que es mejor para los súbditos, Luego en el aula dice un discurso en latín el P. Ignacio, Rector de Piotrkow. Es elegido secretario el P. Joaquín de la Natividad, y Adjunto el P. Esteban de la Anunciación. En relación con los vocales a Roma, hubo una buena lucha, y con el apoyo del P. Miguel fue elegido después de varias votaciones el P. Francisco. El segundo ya fue más fácil: el P. Joaquín, Vicerrector de Varsovia. Al día siguiente se eligieron como Asistentes el P. Ignacio, Rector de Piotrkow, y el P. Agustín, Rector de Rzeszów. El P. Miguel se lamentó de haberse quedado fuera, pero se alegró de que fuera elegido el P. Francisco, amigo suyo. Se sancionaron 53 puntos muy saludables, para ser observados en casa y parte para ser enviados a Roma. Hecho todo, se clausuró el Capítulo el 8 de octubre. En Hungría los nuestros fueron empujados por los rebeldes, y nuestra casa con la iglesia fueron saqueadas el día de la fiesta de S. Lorenzo, mientras los nuestros corrían a refugiarse en Bojnice y también en el pueblo,

Año 1683

Llegaron quejas del Rvmo. D. Andrés Berzewiczy, Vicario General de Szepes, contra el P. Francisco de S. Wenceslao, que andaba dando vueltas por Szepes, al P. Miguel, Rector, por orden del cual mandó al P. Esteban que volviera al colegio. El P. Provincial, dejando el gobierno de la Provincia y de la casa de Varsovia al P. Agustín, Asistente Provincial, salió hacia Roma con los vocales. Pero como la peste estaba extendida por Estiria y Carintia, tomó el camino de Austria Superior y el Tirol. Se detuvieron algún día en Innsbruck, amablemente acogidos por la Reina de Polonia, que entonces estaba casada con el Duque de Lotaringia, y luego los llevó en coche hasta Trento con los gastos pagados, de modo que a mitad de marzo llegaron a Venecia, y a principios de abril a Roma, donde fueron gratamente acogidos por el P. General. Conocida la iniquidad de los tres Asistentes Generales que pensaban organizar algo contra el P. General en el Capítulo, fueron abandonados por todos. De hecho muchos lo querían como General vitalicio. Fueron con esta proposición al Sumo Pontífice Inocencio XI, que no queriendo saber nada de innovaciones, persuadió a los Padres a que confirmaran al General por otro sexenio. Después de esta declaración del Pontífice Máximo, se hizo el silencio total, y ya no hubo ninguna queja. El primero de mayo por la mañana vino a San Pantaleo el Emmo. Cardenal protector Gaspar Carpíneo, y exhortó paternalmente a todos los Padres capitulares a elegir el General en concordia. Por la tarde el P. General dijo un discurso sumamente elegante, en el cual presentó el feliz estado de toda la Orden, y mostró en detalle que la Provincias florecían en la observancia regular, y se ganó la voluntad de los Superiores. Luego en la segunda parte habló sobre la condición y los requisitos del P. General.

El 2 de mayo, tras ser recibido por todos, el Eminentísimo Cardenal Protector se dirigió al lugar del Capítulo, pero antes se apartó para ir a visitar al P. José, ex General, que estaba gravemente enfermo, y le aconsejó que se abstuviera de votar, pero que rogara a Dios por el éxito de la elección. Luego fue al aula capitular, y allí, siguiendo el ritual, en la primera votación fue confirmado como Prepósito General el P. Carlos Juan de Jesús, con 23 votos de 30, con gran satisfacción del Cardenal Protector, de los nuestros y de toda la ciudad. Se cantó el himno Te Deum laudamus y el Cardenal, contento, se fue. Por la tarde fueron elegidos los Asistentes Generales, el P. Jacinto [de Paulis] de San José, con 23 votos; el P. Alejo [Armini] de la Concepción, con 21; el P. Segismundo [Coccapani] de S. Silverio con 17, y el P. Luis [Baumon] de San Lucas.

Los días siguientes los Padres se dedicaron a decidir otras cuestiones. Como fueron el añadir la fiesta del Stmo. Nombre de María a las 7 fiestas, pero sin ayuno; que los enfermos que tuvieran voz en cualquier Capítulo pudieran gozar de sufragio activo y pasivo; que los Asistentes Provinciales confirmados por el General gozaran en el Capítulo del lugar después del Provincial. Finalmente, se prescribió la forma según la cual los nuestros debían realizar estudios de ciencias, y de qué manera debían conservar la piedad y la modestia. Finalmente, a instancia de las Provincias italianas, se determinó que, según las Constituciones, ha sido y es facultad del P. General el poder dispensar acerca de la capacidad de las casas particulares para poseer en común, con 26 votos de 30. Los germanos y polacos se opusieron en vano. El 17 de mayo falleció el P. José Fedele, ex General.

Los nuestros regresaron sin que se nombrara Provincial, debido a la intervención de una carta ficticia del Obispo de Poznan, nuestro Fundador de Gora, pidiendo que se confirmara en sus cargos a los Provinciales de Polonia y Germania. Entonces los Padres fueron convocados por el P. General, para que se pusieran de acuerdo entre sí sobre si convenía confirmarlos en el cargo, pero no se decidió nada. Pues el P. Adalberto no se atrevía a proponerse a sí mismo, y quería proponer al P. Francisco, dejando para más adelante al P. Joaquín. Así que no concluyeron nada. Cuando estaban para salir, el P. General les prometió que pensaría en ello. En cuanto a promover al P. Pablo a algún cargo, el P. General ni lo soñaba. Le mandó ir a Varsovia, pero no llegó allí. Pues como en Venecia había perdido tres baúles suyos (pues no había preguntado sobre el nombre de la persona ni el lugar a donde los envió), llegó afligido a Viena, y allí encontró dificultades para obtener dinero, y quedó encerrado por el asedio de los turcos. En parte por las fatigas del viaje, y en parte por la calamidad inesperada, cayó enfermo y murió en el hospital de los Hermanos de la Misericordia, y fue sepultado en el cementerio de San Esteban. Fue un hombre religioso y ejemplar; amante del silencio; aplicado a escribir y leer; erudito tanto en ética como en otras ciencias especulativas; pertinaz de carácter, como se ha visto; quería arreglar inmediatamente las cosas; consciente de los impedimentos que surgían, pero al mismo tiempo demasiado crédulo; ciego a los consejos que le daban; poco eficaz y poco apto para tratar negocios con los seglares. Tenía una buena memoria; era terco en sus opiniones y juicios; recordaba las ofensas recibidas, y buscaba la ocasión para vengarse; diligente para recoger dinero; y en este sentido se vio en ocasiones envuelto en peligros. Que Dios le sea propicio en la otra vida.

Mientras tanto, los nuestros trabajaban en la Corte Real para que los privilegios que habían concedido a nuestras escuelas y fundaciones por los Serenísimo Predecesores fueran también reconocidos por el Rey Juan III. Obtuvieron fácilmente la gracia del Príncipe, y procuraron ampliar su petición. Obtuvieron un diploma contra los PP. de la Compañía de Jesús para que no se atrevieran a comprar una casa en Piotrkow, y hacer allí una fundación. En Podolín, con ocasión de que las tropas húngaras estaban devastando Szepes, hubo murmuraciones contra el P. Rector, porque no había ofrecido seguridad a los Padres. Principalmente se quejaban los PP. Esteban de la Anunciación y Lucas de S. Edmundo, por lo que el P. Rector, Miguel, para que lo dejaran en paz, tomó consigo al P. Esteban y se fue a Cracovia, a cobrar el rédito de las salinas, con el plan de que si no podía obtenerlo inmediatamente, dejaría allí al P. Esteban hasta que se concluyese el asunto, y mientras tanto él hablaría a solas con los que volvían de Roma. Pero apenas llegó a Cracovia se enteró de que el P. Esteban había sido destinado como capellán militar, para acompañar al Príncipe Jerónimo Lubomirski, que iba a salir hacia Viena para ayudar a los sitiados, por lo que queriéndolo así el Fundador, no pudo cambiar la cosa. Por lo tanto con los gastos pagados por Lubomirski el P. Esteban salió hacia el campamento, que se encontraba en Moravia. El P. Miguel, Rector de Podolín, pudo enterarse cómodamente de todo lo que se había hecho en Roma por medio de su amigo el Padre Francisco, y del P. Domingo de S. José, italiano, que vino con los nuestros a Polonia, tanto las que le gustaron como otras que no le parecían bien. Y realmente escribió inmediatamente al P. General, a su manera, con todo detalle, diciéndole que era claramente opuesto al P. Provincial Adalberto, en cuyas costumbres parecía que había siempre algo que reprender. Mientras tanto murió en Radom el P. Nicolás Hausenka de la Concepción, de Litomysl, afectado por una fiebre muy elevada, que sufrió varias veces. Su muerte fue piadosa y ejemplar, tras recibir todos los sacramentos, entre actos virtuosos y resignado a la Divina Voluntad, siempre centrado en Dios. Falleció el 8 de julio. Fue un hombre muy erudito; de grandes ayunos; pacientísimo en el trabajo; pronto al servicio de ganar almas, tanto con la palabra como con el ejemplo; exactísimo en la obediencia; amantísimo de nuestro Instituto e infatigable en su ejercicio.

Cuando nuestros Padres del viaje romano llegaron a Varsovia, preguntaron sobre la carta escrita a Roma por el Obispo de Poznan, pero no averiguaron nada; lo que estaba claro era que al Ilmo. Fundador no se le había pasado por la cabeza escribir ninguna carta. Solamente se quejaba de una cosa, y es que le habían quitado de Gora al P. Casimiro de S. Francisco, que le caía bien, por lo que pidió que lo volvieran a nombrar Rector, cosa que se hizo. Los demás superiores continuaron.

Nuestra tipografía de Varsovia poco a poco fue aumentando su trabajo, con mayores ganancias para la casa. Comenzaron a hacerse las cartas de obediencia impresas, lo cual no hacía ninguna gracia al P. Miguel, especialmente cuando veía algún error en papel impreso.

Este año Prievidza fue saqueada de nuevo por sectarios y turcos. Los nuestros fueron expulsados no sólo del colegio, sino de todo el señorío de Bojnice, y de ellos el P. Juan Martín de la Natividad del Señor con el P. Wenceslao de S. Lorenzo y el P. Wolfgang de Sta. Isabel vino a Podolín. El P. Emerico con el H. Jorge, etc. fueron a Rzeszów. El P. Esteban de la Anunciación, capellán militar, llegó gravemente enfermo a Bratislava, y después de algunos días falleció en casa de los PP. Franciscanos. Fue una pena que se perdiera un hombre sólidamente erudito, eximio para enseñar a la juventud, aptísimo para llevar a cabo con dedicación obras difíciles, que había estado herido durante mucho tiempo, después de haber sido golpeado por los rebeldes sectarios por odio a la fe, después de ser capturado en Brezno. Era oriundo de Szepes, del pueblo de Lublo, y conocía muy bien el alemán, el húngaro, el latín, el eslavo y el polaco. Falleció a los 47 años de edad y 17 de vida religiosa.

El P. Miguel de la Visitación de la B.V.M., a causa de alguna reprensión hecha por el P. Lucas de S. Edmundo a cerca de lo duro que era su gobierno, renunció al rectorado el 20 de octubre, ante la Comunidad, después de que en una charla anterior muchos adversarios suyos se lo pidieran, pero se cumplió lo que se anunciaba en una carta que había recibido del P. General fechada el 29 de mayo en la que se decía: “El que en estos tiempos calamitosos puedan alimentarse 33 religiosos en la casa de Podolín, lo atribuimos a tu prudencia. Pues no basta el ánimo para gobernar esa casa”. Él mismo confesó, después de oír que el P. Francisco sería Provincial que “no renunciaría al cargo si se pudiera vaticinar que en la Provincia iba a haber otro gobierno”. Llegó pues la disposición a Varsovia por la cual el P. General nombraba Provincial al P. Francisco de Jesús María, Rector de Varsovia. En su lugar se nombraba Rector de Varsovia al P. Joaquín de la Natividad de la B.V.M., muy apreciado por el P. General. El P. Adalberto era enviado a Lowicz. El resto de las casas quedaban pendientes de la visita del P. Provincial. El P. Francisco se guardó durante bastante tiempo esta carta hasta después de haber consultado plenamente con el P. Miguel, el cual se alegra y le apoya en todo, y le recomienda que haga público el nombramiento por cartas sin esperar a que el P. Adalberto, ocupado en la visitas de las casas, vuelva. Lo cual se hace exactamente así, y el P. Adalberto, aceptando la comunicación, se retira a su casa. A su vez el P. Francisco persuade al P. Miguel a que vuelva a hacerse cargo del rectorado, ya que no había dimitido en sus manos, cosa que debía haber hecho. Obedeciendo al deseo del Superior, volvió a tomar el rectorado, y el P. Miguel concluyó la escena manifestando a la comunidad la carta con la voluntad del P. Provincial, en la cual estos Padres se exhortaban mutuamente a cumplir bien sus cargos respectivos, lo que causó la risa a los que sabían de qué iba la cosa.

El P. Juan Martín, vuelto de Podolín, recuperó el colegio y la iglesia de Prievidza, echando fuera al ministro luterano de nuestras escuelas, y reivindica la parroquia. Viena es liberada con la ayuda del Rey Juan III de Polonia, y los Duques de Baviera, Sajonia y Lotaringia, y los turcos son vilmente derrotados. Ceden a los vencedores los campamentos con todos los aparatos de guerra. Luego se toman Barchan y Esztergom.

Año 1684

El P. Provincial viene a Podolín el 3 de febrero y hace la visita. En cambio a Prievidza, donde sólo quedaba, vigilando, el P. Juan Martín, aunque tenía muchas ganas de ir, no pudo, pues por todas partes había soldados húngaros y no había seguridad en los caminos, así que se volvió a Cracovia. Desde allí envió al P. Miguel la patente de Rector de Podolín que había recibido del P. General. Con ocasión de que los PP. Jesuitas nos querían llevar a juicio ante el Ordinario del lugar y el tribunal oficial a causa de nuestros estudiantes de Varsovia, el P. General obtuvo un decreto de la Sagrada Congregación que nos declaraba incompetentes para ir a juicio, y el mismo decreto fue confirmado por un escrito del Papa Inocencio XI, eximiéndonos de la jurisdicción ordinaria y concediéndonos todos los privilegios de los Mendicantes el 13 de marzo, 8º año de su pontificado. El mismo Papa confió a los nuestros la dirección espiritual de un colegio en Roma en el que se instruye a los niños en las artes mecánicas.

En Radom el Ilmo. Sr. Martín Wasowitz aumenta la fundación inscribiendo un censo de 7000 florines renanos a favor de los nuestros. Se envía a Prievidza un Comisario con patente, el P. Andrés de la Conversión de S. Pablo. Sin embargo esta comisión no funcionó bien, y duró más tiempo de lo necesario y de lo que quería el P. Provincial. Terminó con la dimisión tanto del P. Comisario como del P. Rector, por diversas causas. El P. General enfermó gravemente, y desesperando los médicos de que recobrara la salud, nombró Vicario General al P. Alejo de la Concepción, su Asistente.

Todo el pueblo de Podolín ardió en un incendio, y con el nuestro colegio, por segunda vez. Esta catástrofe ocurrió el 10 de octubre. Tan sólo se salvaron de las llamas dos cuadros de nuestro Santo Padre, uno grande que solía estar colgado en el comedor (y que después de su beatificación se puso en el altar de la iglesia), y el otro pequeño, de papel, que quedaron intactos en medio del incendio, y que por ello se conservan reverentemente ahora.

Año 1685

En este año falleció el Ilmo. y Excmo. D. Jorge Szelepcheny, arzobispo de Esztergom, Primado del Reino y Fundador generoso nuestro de San Jorge, si los nuestros hubieran podido ocupar las casas que dejó, pero la ocupación se difirió mucho tiempo, y el vino que estaba destinado para la construcción, con dispensa del Papa, fue requisado por el fisco como subsidio para la guerra contra los turcos después de la muerte del Príncipe. El P. Francisco, Provincial, pidió al augustísimo Emperador que nos concediera la gracia de que se preservara todo para nosotros, pero cuando llegó al lugar los oficiales reales ya habían vaciado las bodegas.

El P. Carlos Juan de Jesús, Prepósito General, falleció el 17 de abril. Fue un gran hombre, muy diestro en la gestión de negocios, muy observante de la observancia regular. Fue muy útil a toda la Orden como Procurador y General. Tenía 45 años de edad, y 31 de vida religiosa. Por lo cual llegó de Roma el permiso para convocar un capítulo Provincial con el fin de elegir los vocales que irían a Roma con el P. Provincial para elegir un nuevo General. Se expidió también el permiso de la Sagrada Congregación para que el P. Provincial nombrara Superiores o Vicerrectores allí donde no hubiera Rectores nombrados, de modo que se pudieran celebrar los Capítulos Locales, para enviar vocales al Capítulo Provincial.

Varsovia, dividida en dos facciones opuestas, eligió como vocal al P. Domingo de S. José, italiano, que no pertenecía a ninguna de las dos. Podolín, al P. Carlos de S. Casimiro. Llegó también la dispensa para el P. Juan Martín (no figuraba junto a los demás por la razón de que había nacido de padres herejes) que lo legitimaba para todos los cargos de la Orden, y le devolvía el rectorado que había desempeñado honrosamente antes. El P. Miguel persuadió a este, según la intención del P. Provincial, para que fuera con él al Capítulo Provincial a Gora, pero él quería ver antes Prievidza, pensando que los suyos no saldrían antes de la fiesta de la Asunción, que era una gran solemnidad en la casa, aunque ya estaba elegido el vocal. Así que llegó rápidamente a Prievidza el 14 de agosto, pero ya no encontró al P. Valeriano, Vicerrector, que había salido con su vocal hacia el Capítulo. Así que se quedó allí solo. Los otros se unieron a los PP. de Podolín, y fueron juntos a Cracovia, desde donde harían juntos el camino hacia Varsovia. Después de detenerse dos días, se pusieron en camino, y llegaron a Gora el 1 de septiembre.

El 2 de septiembre era el día previsto para el comienzo del Capítulo Provincial. El P. Ladislao de la Concepción hizo el discurso que se suele hacer acerca de las personas a elegir, que debían tener edad madura, experiencia y erudición, y luego todos fueron a la sala capitular. Fue elegido secretario el P. José de la Madre de Dios, vocal de Dabrowica, la nueva fundación en Polesia, y adjunto el P. Ignacio Zawadzki de S. Estanislao, vocal de Piotrkow. Se pasó a elegir los vocales para Roma, y después de dos votaciones fue elegido el P. Agustín de S. Juan Bautista, Rector de Rzeszów. Para elegir al segundo, la cosa fue más difícil, pues los votos se repartían una y otra vez entre los PP. Miguel y Adalberto, ex Provinciales, hasta que al final salió el P. Miguel, que quería ceder la elección y los votos, pero el P. Provincial le respondió con pocas palabras, y mandó que se escribiera en las actas que había sido elegido el P. Miguel, quien ya no se opuso más, pues en el fondo se alegraba. Sin embargo más tarde algunos empezaron a quejarse de que se hubiera elegido a este anciano, y empezaron a dejarse oír en el Capítulo, y el que mostraba más impaciencia era el P. Carlos, vocal de Podolín, que promovía calladamente que se anulara esta elección, y por ello era llamado por muchos “Curutz el rebelde”. El Capítulo (en el cual se decidió principalmente que se recuperara la facultad de elegir a los Asistentes en la Provincia, que nos había sido robada inicuamente, y que los Padres se sentaran en el Capítulo según el orden de profesión, y no por la antigüedad de las casas), terminó bien.

Mientras tanto el Cracovia el Excelso Príncipe Juan Malachowski, Ordinario del lugar, más benigno con nuestra Orden que su predecesor, nos permitió que nos trasladáramos a la ciudad, y dio permiso para abrir la capilla al culto público, celebrar misa en ella y administrar los sacramentos correspondientes. Por ellos el Ilmo. Sr. Nikolás Oborski, sufragáneo de Cracovia, vino a nuestra casa el 3 de febrero, bendijo la capilla y celebró misa. El P. Provincial vino también con el P. Domingo, italiano, y de allí fue a Prievidza, y después de visitarla según la manera habitual, fue a San Jorge, para ver la nueva fundación en la que ya vivían el P. Andrés de la Conversión de S. Pablo y el P. Wenceslao de S. Lorenzo, ocupados en el cultivo de las viñas y preparando otras cosas necesarias para la casa. Era ya tiempo de ponerse en camino hacia Roma. Por lo cual el P. Provincial se puso a deliberar a quién dejaría como Viceprovincial en su lugar, si al P. Adalberto, ex Provincial, o al P. Ignacio (Krzyskiewicz de S. Francisco Javier), Asistente. El P. Miguel se inclinó por el primero, tanto a causa de su autoridad y experiencia, como porque había asistido a otros Capítulos.

Año 1686

Tras recorrer su camino, los nuestros llegaron a Roma. Allí encontraron que había 4 candidatos para el cargo de General: el P. Alejo [Armini], Vicario General; el P. Luis [Baumon] de S. Lucas, Asistente General; el P. Juan Domingo de S. Agustín Procurador General, y el P. Bernardo [Salaris], Provincial de Cerdeña. Pero este fue descartado a causa de su enfermedad, y el P. Juan Domingo por su cólera y sus disputas con los Superiores. El P. Luis era digno de recibir los votos de los ultramontanos, pero no parecía que pudiera oponerse a la rivalidad de los italianos. Las dotes, experiencia y funciones públicas recomendaban al P. Alejo. El P. Provincial de Nápoles no asistió, y el de Sicilia con sus vocales no pudo venir a causa de la invalidación de su Capítulo. Con la presencia de todos los demás comenzó el Capitulo el 2 de mayo, asistiendo como de costumbre el Cardenal Protector.

Fue elegido el P. Alejo, con más de la mitad de los votos; después de él venía el P. Luis, al que apreciaban los romanos a causa de su afabilidad y prudencia. Los demás apenas tuvieron un voto. Aunque no había terminado el sexenio para los Asistentes, renunciaron espontáneamente a sus cargos, pero en la nueva elección fueron confirmados, y se añadió el cuarto, el P. Gregorio de S. Jenaro. El mismo día de la elección cesó el P. Juan Domingo como Procurador General, que fue sustituido por el P. Juan Francisco [Foci] de San Pedro, ex Provincial romano, pero este, a causa de su poca salud, debió ser sustituido, y en su lugar se nombró al P. Antonio de la Santísima Trinidad, mucho más inepto. Ocho días después de la elección llegó una carta, y prelados romanos, recomendando inoportunamente al P. General en nombre del Obispo de Poznan que nombrara Provincial de Polonia al P. Ignacio, Asistente, y que confirmara como Rector de Varsovia al P. Joaquín. Esto ofendió al P. General, pues querer imponer ese tipo de intercesiones destruye los nombramientos. Por lo cual no quiso conceder nada de ello, a pesar de que se lo pidieran Eminentísimos.

Los Padres sardos y de otras Provincias de Italia promovían en este Capítulo la capacidad de los nuestros para poseer bienes estables, y con este fin querían pedir a las autoridades una declaración en este sentido. Los ultramontanos vacilaban, pero fueron derrotados, pues cuando se votó salieron 23 votos favorables, por lo que el 14 de mayo se hizo un decreto que decía lo siguiente: “Los Padres reunidos en este Capítulo desean que en nombre de todos se pida a la Sede Apostólica que declare que se entiende la esencia de la Pobreza según aparece en el Concilio de Trento, C. 3, Sesión 25 sobre los Regulares”. Se aprobaron contribuciones para la causa de la Beatificación, y para los viajes del P. General. Luego se examinaron asuntos de otras Provincias. Polonia pidió:

1.Que los Asistentes Provinciales sean elegidos en el Capítulo Provincial, según la ley antigua y nuestra tradición. Recibió una respuesta negativa, y así se frenó la reivindicación de los privilegios, hecha con gran esfuerzo, que debemos al P. [Ignacio] Zawadzki[Notas 14].
2.Acerca del lugar de los religiosos en el Capítulo según la antigüedad de la profesión, que se concedió sólo para la Provincia de Polonia.

Finalmente se clausuró el Capítulo el 16 de mayo. El nuevo General dijo a los PP. polacos que encontrarían sus disposiciones en Viena, ya que le sabía mal dejarlos ir con la incertidumbre Pero no lo tuvieron como vergonzoso, pues los demás se marcharon en las mismas condiciones.

En el camino surgieron algunas rivalidades entre el P. Francisco y el P. Miguel, y reaparecen causas antiguas, que hacen que se rompa su amistad privada. El P. Francisco se entristeció cuando al llegar a Viena encontró una carta del P. Domingo, italiano, y ninguna otra, y quería separarse de los demás. El P. Miguel estaba de acuerdo en ello. El P. Agustín, que ignoraba lo que pasaba entre ellos, se admiró ante esta decisión. Finalmente salieron juntos con caballos de la Provincia hacia San Jorge. El P. Provincial estaba inquieto, y al llegar a Bratislava se volvió a Viena para ver, en vano, si había llegado la carta. Al fin llegan a Prievidza, de mal humor. En el vestíbulo de la casa les sale al encuentro el P. Rector, que les dice: “Qué bueno que lleguen, pues tengo cartas de Roma para Vuestras Paternidades” “¡Alabado sea Dios!”, dice el P. Provincial, y cada cual se va a la habitación que le habían preparado. Al cabo de un rato el P. Provincial, el P. Agustín, Rector de Rzeszów y el P. Rector de Prievidza van a la habitación del P. Miguel para felicitar al nuevo Provincial, y le piden la bendición. Este rechaza con reverencia al Provincial, y a los otros con cierta indignación, y ellos le leen la carta que tiene abierta. El P. Miguel, que no había recibido ninguna, no hace caso de cartas privadas, y no se arroga ninguna autoridad. Mientras los nuestros discuten en Prievidza con el Provincial, les envían una carta del Rvmo. de Bojnice, que se llamaba Miguel Wollmutz, y que por error le habían dado a él, Prefecto de Prievidza, e iba dirigida al P. Miguel. Abre este la carta, y lee rápidamente lo que está escrito en presencia del P. Provincial y los dos Rectores: “Después de superar muchas dificultades e instancias del Ilmo. Obispo de Poznan ante nuestro Eminentísimo Cardenal Protector, hemos llegado al nombramiento del Provincial de Polonia, cargo que encomendamos al celo y observancia de Vuestra Reverencia, por lo cual le enviamos la carta patente adjunta. Tome V.R. posesión de su gobierno, de modo que los perturbadores desistan de sus intentos y todos vivan en paz. Roma, 8 de junio de 1686”. Además de su patente estaban las del P. Francisco para el rectorado de Varsovia, la del P. Agustín para el de Rzeszów, y la del P. Casimiro para Gora. Todos estaban de acuerdo con ello. El P. Miguel pasó un día y una noche pensando, y al final, para evitar la confusión, aceptó el gobierno de la Provincia, para dejarlo cuanto antes, según decía, el 6 de noviembre después de mediodía, haciendo leer la patente en el oratorio en presencia de la comunidad, y acepta la obediencia.

Así el nuevo Provincial llegó a Polonia, y tomando consigo como secretario al P. Vicente para ir a saludar a las monjas de Cracovia, comenzó la visita de las casas. En Varsovia tuvo muchas dificultades con el P. Ignacio de S Francisco Javier, y todavía más con el P. Joaquín de la Natividad de la B.V.M., pues les protegía el Obispo de Poznan, que había sido nombrado Primado del Reino. Por esta razón el estado de la casa de Varsovia era deplorable. Entonces hace averiguaciones sobre la vida del P. Joaquín, pero para salvar su honor arregla las cosas. A pesar de ello no se calma el P. Joaquín, sino que incordia al P. Francisco, Rector, al P. Juan Mudran de Jesús María, Vicerrector, y a unos pocos que están de su parte. Los Padres de Hungría intentan ser unidos a Germania, pero la cosa se difiere hasta haber hablado con los PP. de Polonia. Se aprueba la fundación de Radom.

Año 1687

Los nuestros de Varsovia se quejan a Roma contra el P. Francisco, quien viendo en contra suya algunos Padres, quiere renunciar al rectorado. Roma está de acuerdo. Pero el P. Provincial le apoya, por cuyo motivo se envía una carta a Roma firmada con el nombre de Filadelfio de la Anunciación, a la que responde el P. Segismundo, Asistente General. La carta cae en manos del P. Provincial, el cual discute con su Asistente sobre quién puede ser el autor desconocido.

El P. Joaquín pide al P. General que le conceda pasar a los PP. Camaldulenses, y fácilmente obtiene su permiso, pero se tiene que quedar porque no encuentra benévolos receptores.

La casa de Piotrkow no está bien dirigida por el P. Antonio Kruszyna del Espíritu Santo. Lo mismo ocurre en Gora con el P. Casimiro. Por lo que escriben a Roma proponiendo nuevos candidatos para diversos rectorados, y los obtienen: el P. Ignacio Rogala Zawadzki de San Estanislao para Varsovia; el P. Benito de S. José para Piotrkow. El P. Provincial les ruega que asuman su cargo, y lo inauguran. En el rectorado de Gora sustituye al P. Casimiro el P. Ángel de los Ángeles. En Dabrowica nombra al P. José de la Madre de Dios.

Este año se acepta la fundación de Warez del Ilmo. Sr. Matczynski, Palatino de Rusia.

Año 1688

Nuestros Padres de Lowicz obtienen un aumento de la fundación del Rvmo. Sr. Andrés Loncki, Canónigo de Lowicz, y con los Canónigos y los Padres Predicadores predican en la colegiata la tercera parte de las fiestas o domingos que les son asignados. Y para que acepten enseñar también en la escuela parroquial con un maestro, hace una fundación el Rvmo. Sr. Affayta, canónigo de Lowicz. El P. Provincial pide permiso para convocar el Capítulo Provincial, que antes había diferido, y se le concede inmediatamente. El P. Joaquín pide al P. General ir a Italia, y obtiene el permiso. El P. General quiere enviar un Comisario desde Germania a Polonia, pero el P. Provincial le escribe diciendo que no es necesario. En el Capítulo Provincial se irritan porque el P. Damasceno, que deliraba, había sido admitido al Capítulo Local de Gora, y porque el vocal de Podolín, el P. Simón Blaszkiewicz de Sta. Catalina de Siena, hombre digno por otra parte, no había sido elegido con más de la mitad de los votos. Sin embargo fue admitido, con la excusa de que había llegado la información de que el P. Joaquín, Maestro de Novicios, se había despedido de los PP. Capitulares con una carta, y había salido hacia Ancona con permiso del P. General. Se escribió desde Roma a varios, a fin de recabar información para nombrar un nuevo Provincial. Al P. Provincial le escribieron después de pasar algún tiempo. Los Padres Francisco de Jesús María y José de la Madre de Dios se oponían a que el P. Miguel fuera confirmado como Provincial.

Año 1689

En Varsovia se quejaban contra el P. Rector Ignacio Zawadzki porque a menudo era invitado a casa de magnates. Lo mismo se decía con respecto al P. Adalberto, ex Provincial, Rector de Lowicz. De donde nació el dicho. “Rectores en el papel”. Pero su inocencia y la aceptación pública por hombres serios los mantuvo a salvo de estas bromas. El 11 de junio llegó la patente de Roma a favor del P. José Warzecha de la Madre de Dios, Rec