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Estando, yo mismo que escribo esto, en Palermo -ciudad principalísima del Reino de Sicilia, donde ordinariamente reside el Virrey de aquella isla- como Superior, o, como también se dice, Ministro de las Escuelas Pías, a principios del año 1638, llegó, con obediencia de nuestro V. P. Fundador y General, el P. Domingo [Luci] de la Anunciación, sacerdote nuestro, nacido en tierra de Colisipoli, diócesis de Narni.
 
Estando, yo mismo que escribo esto, en Palermo -ciudad principalísima del Reino de Sicilia, donde ordinariamente reside el Virrey de aquella isla- como Superior, o, como también se dice, Ministro de las Escuelas Pías, a principios del año 1638, llegó, con obediencia de nuestro V. P. Fundador y General, el P. Domingo [Luci] de la Anunciación, sacerdote nuestro, nacido en tierra de Colisipoli, diócesis de Narni.

Última revisión de 17:37 27 oct 2014

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CAPÍTULO 16 Del suceso ocurrido en el mar A tres Religiosos de los Nuestros [1635]

Estando, yo mismo que escribo esto, en Palermo -ciudad principalísima del Reino de Sicilia, donde ordinariamente reside el Virrey de aquella isla- como Superior, o, como también se dice, Ministro de las Escuelas Pías, a principios del año 1638, llegó, con obediencia de nuestro V. P. Fundador y General, el P. Domingo [Luci] de la Anunciación, sacerdote nuestro, nacido en tierra de Colisipoli, diócesis de Narni.

Estando, pues, ambos en dicha ciudad, recibí una carta de N. V. P. Fundador con orden de testificar ante Notario lo que había sucedido en el viaje a nuestro P. Domingo, y que, con autentificación necesaria, enviara a Roma el justificante de dicho suceso; pues el P. Virgilio Spada, de Brisighella -Prepósito en Roma de la Congregación de San Felipe Neri, y hermano carnal del Emmo. Cardenal del mismo apellido,-le instaba a que lo hiciera.

Llamé al P. Domingo y le comuniqué la orden que me había llegado, leyéndole la carta de N. V. P. General, para ver lo que se debía hacer, e informarme un poco, antes de llamar al Notario. Busqué al P. Domingo, que me dijo cómo había sucedido. Obedeciéndome, me contó el hecho de esta manera:

Habiendo sido enviado el año pasado por N. V. P. Fundador y General de residencia a Mesina -con nuestros Hermanos Horacio de San Bartolomé y Felipe del SS. Sacramento-, salimos de Nápoles con buen tiempo el día 5 de marzo de 1638 sobre una chalupa del Patrón Octavio de Mesina. Llegamos al golfo de Salerno de noche, porque había habido durante toda la jornada una gran calma en el mar. Por eso, seguimos navegando en el golfo, ya que no se veían signos de cambio en el tiempo.

Pero, después de algunas horas navegando de noche, de improviso se levantó una tormenta. Alborotó el mar de tal manera, que se convirtió en una tempestad muy grande, dentro de una oscuridad extraordinaria. Navegábamos con evidente peligro de ahogarnos, por el viento tan rabioso. Corrió uno de los marineros a amainar la vela, para evitar ahogarnos; pero, como la oscuridad era fuera de lo normal, sin darse cuenta nadie, el marinero, llamado Andrés, de Mesina, cayó al mar en medio de aquella oscuridad.

Viéndonos en tanto peligro, y desorientados los mismos marineros y el patrón, por la muerte segura que teníamos ante nuestros ojos, todo el mundo recurrió a la oración, encomendándose a Dios y a la intercesión de sus Santos Abogados, con el fervor que se puede imaginar. Yo mismo llamé en ayuda a San Felipe Neri, y me encomendé a N. V. P. General y Fundador, pues me encontraba en aquel gran peligro por estar cumpliendo con la Santa Obediencia.

De pronto pasó la borrasca y se tranquilizó el mar, gracias a la misericordia de Dios, que habíamos impetrado por intercesión de sus siervos. Pero al no ver a Andrés, ni oírlo en ninguna parte, el patrón y los marineros comenzaron a llamarlo en voz alta; y, con lamentos, a encomendarlo al Señor y a nuestros Santos devotos. Yo invoqué nuevamente la ayuda de San Felipe Neri y de N. V. P. Fundador y General.

De repente, todos nosotros oímos una voz que decía: -“No dudéis, que vienen a salvarnos”. Yo, Volviéndome hacia aquella voz, vi un gran resplandor, y, en medio de San Felipe Neri y de N. V. P. Fundador y General, al marinero Andrés que venía sobre el agua hacia la chalupa. Me pareció muy lejos de la chalupa cuando lo vi, y ya había pasado más de media hora desde que comenzó la tempestad del mar. Al ver aquello, me arrodillé. Era, efectivamente Andrés, que venía de aquel modo, llevado sobre la chalupa, y sostenido en los brazos de San Felipe Neri y de N. V. P. Fundador y General. Andrés fue acogido por todos nosotros, con la alegría y contento que se puede imaginar.

Nos contó después Andrés que, yendo a aflojar la vela, para que no nos ahogáramos todos, al no ver lo que hacía, corrió demasiado, y, sin saber cómo, se encontró en el mar. Cuando estaba a punto de ahogarse, oyó una voz que le decía:

-“No dudes”. Después de estas palabras se vio colocado ´en medio de aquellos dos viejos, que me han traído a la barca´. Al quitarse la ropa, vieron que la camisa de Andrés no estaba mojada, a pesar de haber estado tanto tiempo en el agua del mar, lo que maravilló a todos.

Esto me contó el P. Domingo de la Anunciación, de Ciolisipoli, obedeciendo el mandato que le dio N. V. P. Fundador y General, para que lo relatara en el orden como sucedió, y en escritura auténtica, ante un Notario.

Pero yo, al oír decir que había visto a N. V. P. Fundador en compañía de San Felipe Neri sostener de aquel modo al marinero Andrés sobre el agua del mar, y llevarlo en chalupa, me quedé estupefacto, y repliqué al P. Domingo: -“¡Cómo! ¿De verdad que Vuestra Reverencia vio a N. P. Fundador y General, junto con San Felipe Nieri, sostener al marinero Andrés sobre el agua y llevarlo en la chalupa?” A lo que él me respondió: -“Padre, yo me había encomendado al Santo, y pedía a N. V. P. General y Fundador que, pues él me había mandado a este viaje, me ayudara y protegiera. Y lo mismo hice cuando nos dimos cuenta de que faltaba el marinero Andrés. Y cuando se oyó la voz, me giré, y vi a San Felipe Neri y a N. V. P. General y Fundador que sostenían a Andrés, y lo habían puesto en la chalupa”. Yo le repliqué nuevamente: -“Mire, P. Domingo, el P. General está vivo y en Roma; podemos creer que fuera San José el que acudió a ayudarlos, pues N. V. P. General y Fundador tiene el mismo nombre”. Pero él, respondiéndome por tercera vez, me replicó: -“No sé qué decirme; yo me encomendé a N. V. P. General, y lo vi en compañía de San Felipe Neri, como he dicho”.

Añadí nuevamente al P. Domingo, preguntándole: “¿Quién de ellos dos estaba a mano derecha?” Me respondió el P. Domingo: -“El P. General estaba a mano derecha”. De nuevo le repliqué, y le dije:-“De esto podemos deducir, mi querido P. Domingo, que fuera San José, el Esposo de Nuestra Señora la Virgen María, pues estaba a mano derecha de San Felipe, que es santo canonizado. N. P. General aún está vivo”. Él me replicó él:- “Yo vi que el viejo que estaba a mano derecha de San Felipe era la efigie o figura de N. P. General, de lo demás no sé nada”. Le añadí al P. Domingo: -“En el atestado que V. P. haga ante el Notario, a mi me parece es conveniente diga que V. P. vio con San Felipe Neri a un viajo, que cree podía ser San José, Esposo de la Virgen Santísima”. Quedó que así lo haría. Y creo que lo hizo, porque así lo he leído en una relación impresa en Roma, y reeditada en Génova, que [por cierto], cuenta que era San José y San Felipe Neri los que regían y llevaban a la chalupa al marinero Andrés, de Mesina.

Pero yo, que escribo esto, afirmo y digo con toda rotundidad y verdad, ante la divina Majestad y Corte celestial, que dicho P. Domingo de la Anunciación me dijo en esencia como yo lo he escrito aquí. Es decir, que él vio a mano derecha de San Felipe Neri a N. V. P. General y Fundador, José de la Madre de Dios, en el siglo D. José Calasanz, rodeados de grandísimo resplandor sostener en su brazos a Andrés, de Mesina, colocado en medio de ellos sobre el agua del mar; y que de ese modo lo llevaron durante un largo camino y tiempo a la chalupa del Patrón Octavio, de Mesina, de donde había caído inesperadamente, cuando corría para amainar la vela, en el momento de la tempestad. Entre mí, que escribo, y dicho P. Domingo ocurrieron todas estas preguntas.

“Vicente [Berro] de la Concepción, sacerdote profeso, afirmo de mano propia cuanto arriba consta. Confieso, sin embargo, que la dificultad que puse entonces en Palermo, no fue porque no diera crédito a N. V. P. Fundador y General, sino porque, como poco experto, me parecía me parecía que disminuía en cierto modo el decoro del hecho. Confieso también que, si ahora digo que fue N. V. P. Fundador y General, no es porque quiera disminuir el culto al Patriarca San José Esposo de la Santísima Virgen,

-pues lo estimo en lo que es, y en lo que es considerado por la Santa Iglesia católica romana, y es mi especialísimo protector-, sino sólo por contar el hecho que aquel Padre contó, y para que conste la verdad”.

Vicente [Berro] de la Concepción, etc.

Notas