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05.05. El Patriarca Ribera y la Universidad

El 20 de marzo de 1569 hacía su ingreso oficial en Valencia el nuevo arzobispo. Y ya desde el primer momento manifestó claramente sumo aprecio por los jesuitas y su colegio.<ref group='Notas'>A los tres días de su llegada, el P. Santander, Rector del Colegio de San Pablo, escribía al P. General, Francisco de Borja: 'El arzobispo es venido tres días ha no más... y según la gran afición que a la Compañía tiene... me ha dicho que el principal consuelo que tuvo cuando le hicieron aceptar este cargo, fue saver que había en Valencia un collegio de la Compañía.' Otro jesuita escribe al mismo Santo General en septiembre del mismo año: 'El arzobispo... es muy grande amigo del rector [P. Santander] y muy afficionado a la Compañía.' Y el propio Francisco de Borja escribe al Patriarca el 29 de octubre de 1569: 'El P. Santander me escrive la merced que siempre él y su collegio reciven de V.Sría Illma.' (cf. ib., p.133, n.6).</ref> Siendo el arzobispo Canciller nato de la Universidad, los catedráticos y jurados de la ciudad temieron con sobrada razón que se pusiera decididamente de parte de los jesuitas, de quienes se empezó a decir que 'querían excluir a los Maestros y alzarse con el Estudio'. Y, según opina Robres Lluch, es probable que ésa fuera la idea del Patriarca, al menos respecto a la facultad de Teología, que estaba en el centro del litigio.<ref group='Notas'>Cf. ib., p.133.</ref>

Los jurados de Valencia recurrieron a Felipe II en defensa de los estatutos universitarios, y el Arzobispo, con más moderación y diplomacia, se dirigió al Consejo de Aragón en enero de 1570, lamentando que 'los jurados de Valencia tomando por color favorecer a su Universidad, han querido impedir que no se oiga en algunas casas de religión (donde con más aprovechamiento de la facultad y de la virtud se lee teología), de lo cual resultaría mucho daño de los estudiantes ... de que me ha parecido avisar a y. Sría., porque me han dicho que ocurren por remedio deste negocio a Su Magestad…'.<ref group='Notas'>Cf. ib., p.140.</ref>

El recurso del arzobispo tuvo efecto, pues una Real Orden de Felipe II, firmada el 31 de marzo de 1570, encargaba a Ribera que efectuara una Visita de reforma a la Universidad para resolver la contienda. No se trataba, pues, de una reforma a fondo de estatutos y constituciones porque se considerara la Universidad en decadencia y necesitada de cambio profundo, sino que la razón de la visita era sencillamente el conocido conflicto de la competencia de cátedras. Y rápida debió ser la visita-reforma, pues a principios de septiembre ya tenía el Rey en sus manos las actas de la visita del Estudio, cuyo contenido se ignora por haberse perdido,<ref group='Notas'>Cf. ib., p.141 y 189-190.</ref> pero que se puede conjeturar que fuera favorable a la libertad de enseñanza de los jesuitas y demás religiosos.

Efectivamente, las decisiones del Patriarca tropezaron con una cerrada resistencia de los catedráticos del Estudio General que provocó la reacción violenta del joven arzobispo: el 10 de agosto de 1570 fueron presos y encerrados en la cárcel episcopal el rector de la Universidad Pedro Monzó y los catedráticos de teología Lubiela, Mijavila y Cavaller, todos sacerdotes. Otro de los condenados era Blas Navarro, catedrático también y futuro rector, que se libró de la cárcel por haber sido comisionado por los Jurados para informar al Rey y al Consejo Supremo de Aragón.

Valencia entera se conmocionó. Y al estupor inicial siguió el alboroto y la declarada campaña contra el Patriarca, con una rapidez increíble. Al amanecer del día 11 aparecieron pasquines denigrantes contra el arzobispo en diversos lugares de la ciudad, incluso en la puerta de su propio palacio, en la de los Apóstoles de la catedral, en la del colegio de los jesuitas, en la del Rector de la Universidad... En uno de los pasquines, los estudiantes arremeten violentamente contra el arzobispo, protestando por el encarcelamiento de los catedráticos y presentando como 'supuestos móviles secretos que impulsaron al Patriarca a la reforma de la Universidad: la ambición de los jesuitas por alcanzar cátedras y la pasión del Canciller [Ribera] contra los valencianos doctos [los catedráticos presos]'.<ref group='Notas'>Cf. ib., p.142-143.</ref>

A estas primeras algaradas estudiantiles siguieron otras acusaciones denigrantes contra la moralidad del arzobispo, que franquearon las murallas de la ciudad y se esparcieron por la diócesis entera. Y no fue menos rápida la reacción obligada del arzobispo, que el 12 de agosto abrió proceso inquisitorial contra sus calumniadores y los supuestos inspiradores de toda aquella infame conspiración. Los encartados fueron más de cincuenta.

Hubo dudas sobre la legitimidad de tales procesos, pero al fin Gregorio XIII, con breve del 17 de julio de 1572, los aprobó. De resultas de ellos, los catedráticos que el arzobispo hubiera querido eliminar volvieron a ocupar sus cátedras. En 1573 fue nombrado rector Blas Navarro, manteniendo su cátedra de Durando, Lubiela obtuvo la de Nuevo Testamento, Mijavila la del Maestro de las Sentencias y Monzón, Ex-rector, la de Antiguo Testamento. El intento de reforma, querido por el Patriarca Ribera, fue prácticamente un fracaso, que sirvió indirectamente para probar su humildad, su caridad con los adversarios y su santidad, reconocida al fin por todos.

Lo cierto es que el conflicto entre la Universidad y los jesuitas quedó sin resolver. El 20 de agosto de 1578 —Calasanz llegaría a Valencia mes y medio más tarde para empezar el curso 1578-79— el General de la Compañía escribía al P. Ibáñez: 'Dei collegio de Valencia me avisan que a los estudiantes nuestros de fuera ponen los maestros de la Universidad scrúpulo diziéndoles que no pueden oyr las lectiones de nuestro colegio con buena consciencia, ni quieren graduar a los que las oyen. Y que para el remedio desto sería necesario mostrarles nuestras bullas y privilegios que para este fin se impetraron'.<ref group='Notas'>Cf. ib., p.153, n.60. En medio del furor de la contienda los jesuitas habían pedido al Papa la confirmación de sus privilegios anteriores (de Pablo IV y Pío IV) sobre conferir grados en sus colegios, incluso a estudiantes externos, y Pío V los confirmaba en Breve de 10 de marzo de 1571, amenazando con censuras a quienes se opusieran (cf. ib., p.153).</ref> Y que era cierta esta actitud nos lo insinúa Mosén Cristóbal Gaçull, que el 10 de marzo de 1586 ruega a los jurados del Consejo de la Ciudad que le permitan recibir grados académicos, dispensándole del impedimento de haber oído diez u once años atrás ‘algunes liçons en lo Collegi dels enyeguistes [jesuitas] y en alguns monestirs de la present ciutat’.<ref group='Notas'>Cf. ib., p.171.</ref> La Universidad mantuvo sus viejos estatutos por más de cien años y los jesuitas siguieron apoyándose igualmente en sus privilegios pontificios de escuelas públicas y colación de grados académicos.

Notas