Diferencia entre revisiones de «GinerMaestro/Cap23/08»

De WikiPía
Saltar a: navegación, buscar
(Página creada con «{{Navegar índice|libro=GinerMaestro|anterior=Cap23/07|siguiente=Cap23/09}} {{OCR}} '''''23.08. Presos del Santo Oficio Cuando a mediados de julio llegó a Roma el P. Do...»)
(Sin diferencias)

Revisión de 14:08 23 oct 2014

Cap23/07
Tema anterior

GinerMaestro/Cap23/08
Índice

Cap23/09
Siguiente tema


Aviso OCR

Este texto ha sido obtenido por un proceso automático mediante un software OCR. Puede contener errores.

23.08. Presos del Santo Oficio

Cuando a mediados de julio llegó a Roma el P. Domingo Barberini para tratar, como procurador, de la posible creación de la Provincia de Lombardía, obtuvo fácilmente audiencia del cardenal Cesarini, como se la había prometido el P. General.<ref group='Notas'>C.4018.</ref> El P. Mario se le había adelantado, queriendo frustrar los planes de secesión de 'los lombardos', pero aunque había intentando ser recibido por Cesarini, rogándoselo varias veces, el cardenal se había negado a darle audiencia.<ref group='Notas'>Cf. el testimonio del P. Bianchi en BAU, BC, p.904.</ref>

En esta situación de rechazo e impaciencia, volvió Mario a las andadas, soltando su lengua de víbora contra el General y contra Cesarini. Se le llamó la atención amablemente, pero no hizo caso. De nuevo le reconvino Mons. Sebastián Gentile, Vice-Protector, pero Mario -escribe Berro- 'le respondió con tal audacia… y habló tan mal en su presencia del Emo. Card. Protector y de la Orden y de su Ven. Fundador y General, diciendo que tenía tantos y tales materiales en su mano no sólo para hacer castigar al P. General, sino también para destruir la Religión, añadiendo otros despropósitos contra Su Emcia.'<ref group='Notas'>BERRO II, p.26-27. Caputi y el Hº. Ferrari dicen que se trataba de Mons. Cecchini (cf. BAU, BC, p.907 y 917).</ref> , que monseñor no pudo menos de comunicárselo al cardenal.

Estas fanfarronadas de Mario excitaron el ánimo de Cesarini, y viendo -escribe Berro- 'que N. V. P. General Fundador no podía remediarlo por sí mismo, dado el gran apoyo que el P. Mario tenía de Mons. Asesor del Sto. Oficio, pensó poner remedio formando jurídicamente un proceso de sus acciones no religiosas, y en efecto, fue muy grueso… y encontraron materia de mucha consideración, aun contra los santos votos y la propiedad especialmente'<ref group='Notas'>BERRO II, p.26.</ref> Llega uno a dudar de la veracidad de este nuevo proceso, pues son ya muchos los recordados por Berro; pero el propio Mario lo confirma, hablando de él en su ‘Memorial calumnioso’<ref group='Notas'>EC, p.2530-2531.</ref>

Precisamente como medio para engrosar las páginas de dicho proceso con nuevas pruebas, decidió el cardenal hacer un registro de la habitación de Mario,<ref group='Notas'>'… si risolvè (el Cardenal) di proseguire il cominciato processo con la visita della camera dove habitava il Padre (Mario)' (BERRO II, p.27). Caputi propone como principal motivo del registro la suposición de que Mario interceptaba la correspondencia que llegaba de Florencia al P. General, pero no es verosímil, como ya comprobó Bau (cf. BC, /p.907 y 909).</ref> confiando encontrar todos aquellos documentos comprometedores contra sí mismo y el P. General, de que tanto alardeaba Mario. Apenas tuvo noticia el P. General de este plan del Protector, intentó disuadirle, mandándole primero a su secretario, el P. Jacobo Bandoni, y habiendo sido inútil la embajada, fue él mismo acompañado del secretario y de algún Asistente a instarle que desistiera, haciéndole ver las represalias que podrían tomarse contra la Orden, dada la protección de Mons . Albizzi y del Santo Oficio de que gozaba Mario. Cesarini le tranquilizó, asegurando que se había informado de que Mario no gozaba de exención alguna de la Sda. Congregación, sino que 'es un súbdito mío' -decía-. El Santo Viejo persistía arrodillado a los pies del cardenal, pero viéndole inflexible 'alzó los ojos al cielo -concluye Berro- y con gran sentimiento dijo: 'Hágase la voluntad de Dios; S. D. M. quiere algo grande de mí'. Y despidiéndose, regresó a casa y se puso en oración'.<ref group='Notas'>BERRO II, p.26-28. Berro avala este relato precisando: 'Questo lo so di bocca del N. V. P. detto e di chi era seco'.</ref>

Aquella misma tarde del 7 de agosto de 1642, mandó Cesarini a su Auditor, el conde Corona, a las Escuelas Pías, acompañado de un notario, y llegando a la sacristía hizo llamar al P. Mario y a algunos religiosos como testigos, y con toda la solemnidad de un acto oficial comunicó al P. Mario en nombre del Cardenal Protector que le entregara todas las escrituras, papeles, dinero y demás cosas que llevaba encima. Se resistió el interpelado, alegando que algunos papeles eran del Santo Oficio, pero el conde Corona le hizo notar que también Cesarini pertenecía a dicha Congregación, pero por deferencia los hizo lacrar y sellar. (Luego se supo que se trataba simplemente de un inventario de sacristía, que había mandado hacer Muzzarelli.) Le pidió las llaves de su habitación y continuó minuciosamente el registro. Berro especifica que 'se encontraron diversas cosas ni necesarias ni convenientes en un religioso, pero no se hallaron los escondrijos donde tenía las cosas menos dignas'. De todo se hizo inventario y se entregó al cardenal.<ref group='Notas'>BERR0 II, p.27-28; CAPUTI, cit. en Bnu, BC, p.908.</ref>

No es difícil imaginar el estado de ánimo de Mario. No le faltaban amigos en casa, y al menos dos de ellos, los PP. Cherubini y Glicerio Cerutti, fueron a consolarle y aconsejarle que informara inmediatamente a Mons. Albizzi de lo ocurrido. Es probable que entre todos ellos forjaran la versión, interpretando con más o menos malicia los hechos. El trajín de aquella mañana del P. Bandoni primero y del P. General y sus acompañantes después, yendo y viniendo al palacio de Cesarini, algo tenía que ver con lo sucedido por la tarde. Así que el P. Mario escribió un billete comunicando a Mons. Asesor la desagradable visita del conde Corona, 'dando la culpa de todo -dice Berro- al P. General y Fundador, diciendo que él había hecho instancia mucha veces al Emo. Protector y para ello le había mandado a su secretario y había ido él mismo con sus Asistentes para forzar a S. Emcia. a que se hiciera dicho registro'.<ref group='Notas'>BERRO II, p.29.</ref> El mensaje lo llevó el Sr. Ursino de Rosis, amigo de casa, que vivía frente a la Iglesia de San Pantaleón, en el Palacio Mannini, sede antaño de las Escuelas Pías.

A la mañana siguiente fue personalmente Mario a visitar a Albizzi, confirmando de viva voz la noticia y haciendo hincapié probablemente en que los culpables sabían que entre los papeles secuestrados había algunos referentes al Santo Oficio, pero no hicieron caso y perpetraron el secuestro. Una vez más, el iracundo monseñor dio pleno crédito a Mario, y sin cerciorarse de la veracidad de tal infundio ni consultar por prudencia al conde Corona o al cardenal Cesarini, informó a su modo al cardenal nepote Francisco Barberini, quien a su vez lo comunicó al papa. Y fue él, Urbano VIII, quien decidió que los culpables fueran presos, encarcelados y castigados severamente.<ref group='Notas'>Ib., y CAPUTI en BAU, BC, p.910-911.</ref> ¿Cuál sería la versión final que llegó a los oídos del papa?

Cerca del mediodía del 8 de agosto, llegó Mons. Albizzi en carroza, acompañado de un piquete de esbirros, se apeó en la puerta de la iglesia de San Pantaleón, que da a la plaza homónima, y se dirigió a la sacristía. Con voz autoritaria preguntó dónde estaba el P. General. El Santo Viejo estaba allí, sentado en una silla. Al oír que preguntaban por él se levantó y se presentó a monseñor, quien requirió la presencia de toda la curia generalicia. El P. General le respondió que de los cuatro Asistentes, el P. Castelli estaba en el Nazareno, el P. Bonaventura Catalucci se encontraba enfermo en cama y los otros dos, PP. Pedro Casani y Juan García, estaban en casa; el Procurador, P. Juan Bta. Costantini,<ref group='Notas'>el 23 de abril de 1642 el P. General había destituido del cargo al P. Cherubini y nombrado a Costantini hasta el 16 de mayo de 1643, en que le destituyó el P. Pietrasanta para nombrar de nuevo a Cherubini (cf. EEC, p.341, n.1).</ref> estaba fuera de casa y el Secretario general, P. Jacobo Bandoni, empezaba la misa en la iglesia. Monseñor ordenó que este último volviera a la sacristía, y que fueran llamados los dos Asistentes que estaban en casa. Mientras tanto, para cerciorarse, fue a ver al enfermo y, dado su estado, le intimó que se considerara como preso en su propia habitación. Volvió a la sacristía, y ante los aturdidos reos pronunció las palabras de ritual: 'Sois presos del Santo Oficio'. Ninguno de los cronistas o testigos del proceso de beatificación, que narran esta dramática escena -y son unos cuantos- insinúa que Mons. Albizzi diera la más mínima justificación de aquel prendimiento, ni tampoco que alguno de los presos osara pedir explicaciones. Y fue una lástima, porque se hubiera evitado el bochornoso espectáculo que iba a empezar.

Cuenta Berro que mientras Albizzi fue a cerciorarse de que el P. Catalucci estaba enfermo, algunos de los presentes fueron a referir al marqués de Torres y al príncipe Pedro de Massimi, vecinos de casa, lo que estaba ocurriendo, para que intentaran evitarlo. Ambos señores acudieron y suplicaron a Monseñor Asesor que ahorrara semejante baldón a los Padres, pero sólo consiguieron que no fueran maniatados.<ref group='Notas'>Cf. BERRO II, p.30. El Sr. Massimi depuso como testigo procesal en 1651, pero no recordó este detalle, diciendo simplemente: 'yo le vi cuando fue al Santo Oficio; fue con tal serenidad alegría que me quedé estupefacto' (cf. S. GINER, ‘El proceso de beatificación…’, p.75, n. 82).</ref> Salieron, pues, por la puerta principal, en dirección a la Plaza de Pasquino. Iban de dos en dos: el P. General y el P. Casani delante, seguidos por los PP. García y Bandoni,<ref group='Notas'>Caputi añade al P. Procurador y al P. Catalucci (cf. BAU, BC, p.912); Berro habla primero de 'tutti quattro', pero luego resultan cinco al decir que detrás del General y del P. Pedro iban 'di due PP. Assistenti Generali con il Secretario' (BERRO II, p. 31); el Hº. Lorenzo Ferrari, enfermero y testigo, declara que el P. Catalucci quedó en su cuarto como encarcelado, precisando luego que fueron 'il P. Generale… il P. Pietro di Lucca et il P. Castiglia et il P. Jacomo quale era secretario' (ProcIn, p.605).</ref> los cuatro a pie, a cabeza descubierta bajo el sol de mediodía, en pleno agosto romano, y entre esbirros, como vulgares delincuentes, seguidos de monseñor montado en su Carroza.

No se tuvo miramiento alguno ni con el Santo Viejo, de 85 años casi cumplidos, conocido en toda Roma como Fundador de las Escuelas Pías, de las cuales salían diariamente los más de mil niños en cinco interminables filas, llenando las calles más frecuentadas de la ciudad. Hubiera podido esperarse a las horas del anochecer o hacer el ignominioso traslado por callejas menos concurridas o meterles en una pobre carroza para evitar las miradas y las fáciles burlas de los transeúntes.

Pero no. El desfile infamante fue precisamente por la llamada 'Vía papal', la más solemne y pública de Roma, pues por ella pasaba el fastuoso cortejo que desde el Vaticano iba a Letrán a tomar posesión de la basílica, a los pocos días de la coronación de los papas. Concretamente, salió de la plaza de San Pantaleón y siguió por la de Pasquino y las actuales ‘Via del Governo Vecchio’, ‘Via dei Banchi Nuovi’, ‘Via Banco Santo Spirito’, pasó el puente de ‘Sant’Angelo’ y por calles del desaparecido Borgo, rozando la antigua Plaza de San Pedro, llegó hasta el Palacio del Santo Oficio actual.

Casualmente, el 8 de agosto de 1642 era viernes, como aquel en que Cristo recorrió con la cruz a cuestas su Calle de la Amargura. Y en ello pensaba el Santo, como lo reveló expresamente al P. Jerónimo Simone: 'el Siervo de Dios le contó que en aquel trance había hecho meditación sobre el camino de amargura que anduvo Cristo Nuestro Señor al Calvario'.<ref group='Notas'>Cf. BAU, BC, p.921; TALENTI, o.c., p.336.</ref> y un año más tarde, el 29 de agosto de 1643, consolando al P. Gabriel Bianchi, a quien habían destituido de rector de Savona, le recordaba sin dramatismos esta escena, diciendo: 'no le puedo decir más que soporte los agravios con paciencia, pues además de ello, soy yo mismo también, a quien condujeron al Santo Oficio sin saber por qué, y cuando me lo dijeron, supe que en aquello era inocente'<ref group='Notas'>c.4125 y 4123.</ref>

Ni faltó la nota de escarnio, que evoca las burlas del Viernes Santo, apenas creíble, si no fuera por la cita del testigo presencial. Escribe Berro: 'Estaba el parricida del honor paterno y materno, digo el P. Mario, a la ventana de dicho Sr. Orsino de Rosi riendo y muy satisfecho al ver en aquel trance al Fundador e Institutor del santo hábito que llevaba, y diciendo palabras reveladoras de tanta alegría, que dicho Sr. Orsino le increpó ásperamente, si bien no como merecía su temeridad, como dicho Sr. Orsino de palabra me refirió poco tiempo después'.<ref group='Notas'>BERRO II, p.31.X, c.4281</ref>

Llegados, pues, al Santo Oficio, los encausados fueron llevados a una gran sala de espera. Monseñor se retiró a sus aposentos a comer tranquilamente -dada la hora de mediodía- y luego se echó la siesta, como si nada hubiera ocurrido. Mientras tanto, los reos seguían preguntándose la causa de su prisión, excepto el Santo Viejo, que –como declaró Bandoni- se quedó dormido plácidamente.<ref group='Notas'>BAU, BC, p.913 (Caputi),918 (Bandoni).</ref>

Notas