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24.10. Forcejeos e intentos de conciliación
El 15 de septiembre fue elegido papa el cardenal Juan Bta. Pamfili, que tomó el nombre de Inocencio X. Era uno de los cardenales de la Comisión Diputada, pero no asistió a ninguna de sus sesiones. Su elección dio nuevas esperanzas al P. General por lo que dice en sus primeras cartas:
- … esperamos cuanto antes la exaltación de nuestro Instituto, el cual en el pasado, por causa de algunos nuestros relajados se ha visto en grandísimo peligro, habiendo tenido el Papa difunto y su Nepote muchos malos informes contra nuestra Orden, lo que no ocurrirá con el actual. V. R. dé ánimos a todos nuestros religiosos, que esperen ver cuanto antes volver la debida observancia y facultad de poder dar el hábito y fundar nuevas casas'.<ref group='Notas'>C.4224, cf. también c.4222 y 4223.</ref>
También Cherubini andaba preocupado por el giro que iban tomando las cosas de la Orden. A fines de julio escribía al P. Alejandro Novari, recién nombrado por él Vicario Provincial de Germania, que 'nuestras cosas habían llegado ya al fin deseado', pero la muerte del papa lo paralizó todo. 'Esperamos encontrar óptima correspondencia en el sucesor para beneficio común'.<ref group='Notas'>EC, p.906 y 907.</ref> A mediados de octubre decía: 'nuestras cosas van despacio, dado que S. S. es reacio a hacer cosas nuevas y nuestra Orden la consideran incurable sin alguna innovación de importancia'.<ref group='Notas'>EC, p.907.</ref> Un mes más tarde le anunciaba que había mandado licencias para ordenar y profesar y que esperaba conseguir pronto permiso para vestir novicios, rogando cartas de recomendación del emperador y del rey de Polonia a favor de la Orden.<ref group='Notas'>EC, p.907-908.</ref> Con ello queda de manifiesto que Cherubini no pretendía la ruina de la Orden, sino simplemente procuraba una adecuada reforma, mitigando las austeridades y pobreza, como hemos visto en páginas anteriores.
El creciente optimismo de Cherubini se vio turbado seriamente por las nuevas iniciativas del P. General, decidido a aprovechar la ocasión del cambio de pontificado con excesiva confianza en ganarse la voluntad del nuevo papa. La situación, sin embargo, pareció empeorar, como le decía Cherubini a Novari en carta del 26 de noviembre de 1644:
- Nuestras cosas están de nuevo en peligro. La causa es un Memorial presentado por quienes, con la adhesión de los viejos, se hacen procuradores de la Orden, en el cual se ha hablado mal de Mons. Asesor, del P. Visitador, de los vivos y de los muertos; más aún, se ha suplicado contra la Comisión misma de los Emos. Cardenales con una petición temeraria de que nuestras cosas se remitieran al juicio de un solo Prelado. Omito los presupuestos falsos que han presentado, de los que se ha asqueado toda la Corte'.<ref group='Notas'>EC, p.909.</ref>
Ciertamente, la violenta circular de Baldi no podía haber sentado bien 'a la Corte', y menos aún a Mons. Albizzi y a Pietrasanta. Pero la imprudente actitud de un nuevo intercesor agravó las cosas. La Comisión Diputada había quedado diezmada por la elección del cardenal Pamfili a papa y por la salida del cardenal Lelio Falconieri hacia Bolonia, de donde había sido nombrado Legado Pontificio.<ref group='Notas'>EC, p.907.</ref> Aprovechando estas circunstancias, el P. General acudió al abate Juan Domingo Orsi, Residente u Orador del rey de Polonia en Roma, gran amigo y protector de las Escuelas Pías, como lo era el rey mismo, Ladislao IV. Y he aquí lo que escribía el abate al rey el 9 de noviembre de 1644 sobre lo que pedía el Fundador y lo que el abate expuso al papa en una audiencia:
- En nombre de V. M. le encomendé calurosamente la Orden de las Escuelas Pías, que es de tan buen ejemplo y provecho en Polonia,<ref group='Notas'>En junio de 1642, tras la derrota de los imperiales de Schweidnitz -en la Guerra de los Treinta Años-, entraron los suecos en Moravia a sangre y fuego y algunos escolapios huyeron a Viena con intención de volverse a Italia. Pero el nuncio Gaspar Mattei los acogió, convenciendo al P. Provincial, Onofre Conti, que fueran a Varsovia, pues hacía años que el rey de Polonia estaba pidiendo una fundación de Escuelas Pías. El P. Conti, con otros cinco religiosos, llegó a Varsovia, donde fueron recibidos con gran satisfacción por la corte polaca. Antes de acabar el año 1642 se fundaba la primera casa en la capital del reino y al año siguiente la segunda para noviciado, en Podoliniec. A pesar de ser tan recientes las fundaciones, el rey y la corte polaca se convirtieron providencialmente en los máximos defensores de la Orden y del Fundador en estos años aciagos de contradicciones que empezaban precisamente ahora (cf. DENEs I, Polonia, Varsovia, Podoliniec).</ref> y supliqué humildemente a S. S. que la protegiera y favoreciera, y particularmente le supliqué que encomendara el asunto de esta Religión al Sr-Card. Ginetti, Vicario de S. S., y a Mons. Cecchini, Auditor de Rota y Datario de S. S., conforme me había rogado el P. General. Me dijo que ya había una Comisión especial diputada para ello. Le repliqué, como me había instado el P. General, que dicha Comisión se reunía de tarde en tarde, de modo que la solución del asunto se prorrogaría demasiado, y si a S. S. no le parecía bien encomendarlo a dicho Card. Ginetti y a Mons. Datario, al menos se dignara encomendarlo a la Congregación ordinaria de Religiosos, que se reúne a menudo. Dijo S. S. que era más difícil informar a los Cardenales de la Congr. de Religiosos, por ser muchos, que a los de la Comisión particular. Así que yo dejé el Memorial que me había dado el P. General, y he sabido luego que se entregó a Mons. Asesor del Sto. Oficio, quien, por lo que dicen los PP., les es muy contrario'.<ref group='Notas'>EC, p.2949-2950.</ref>
Tiempo le faltó a Albizzi para comunicar estos manejos del P. General a Cherubini y Pietrasanta, los cuales presentaron al papa una súplica, diciendo que mantuviera la misma Comisión para no verse forzados a empezar de nuevo, ahora que estaban ya llegando al final felizmente.<ref group='Notas'>EC, p.2096.</ref> Por su parte, el P. General no sólo consiguió a su favor la intercesión de la corte polaca, sino también la del embajador de España y de la corte florentina. En una de las cartas de Gondi desde Roma al príncipe Leopoldo de Médicis se leen estos párrafos interesantes: 'este otro P. Francisco [Baldi] es un hombre muy inquieto y tan enfrentado con el P. Cherubini y con el Asesor, que no llegarán nunca a entenderse y la Religión sufrirá las consecuencias… Hoy que ha venido a hablarme, me he enfadado algo con él, diciéndole que mejor sería que se pusieran de acuerdo, porque al final llevarán la Orden a la muerte'.<ref group='Notas'>EGC IX, p.139 (Imperfecta la versión en EC, p.2951).</ref>
No sin amargura constataba el Fundador que de nada valían las recomendaciones diplomáticas de España, Florencia y Polonia, pues todos los memoriales presentados por esos medios y otros más iban a parar, por voluntad del papa, a manos de Mons. Albizzi, de modo que al final quedaron las cosas como estaban, encomendadas a la misma Comisión, que fue completada, llenando las vacantes de Pamfili y Falconieri con los nuevos cardenales Alfonso de la Cueva y Jerónimo Colonna, pero este último no intervino nunca en las sesiones.<ref group='Notas'>Cf. c.4236, 4237, 4247, 4248, 4249.</ref>
Hubo todavía en enero de 1645 otra intentona diplomática, más peligrosa y temeraria que las anteriores, llevada a cabo por el abate Orsi, quien había pedido al rey de Polonia que escribiera personalmente al papa en favor del P. General y de la Orden. El rey, efectivamente, cumplió, pidiendo nada menos que el papa excluyera de la Comisión a Mons. Albizzi, 'de cuya poca inclinación hacia ellos [los escolapios] y hacia mis asuntos -decía el rey- tengo señales indudables'.<ref group='Notas'>EC, p.3034. La fecha propuesta debe ser errónea (cf. EGC IX, p.152).</ref> El abate tuvo audiencia pontificia y presentó la carta del rey, a quien comunicaba con fecha del 21 de enero de 1645 el deprimente diálogo mantenido con Inocencio X, precisamente informado e influido por el intrigante Monseñor Asesor. He aquí lo que Orsi escribía al rey:
- Habiendo presentado a S. S. la carta de puño y letra de V. M., le dije que por ser los PP. de las Escuelas Pías de grandísimo buen ejemplo y utilidad en Polonia, V. M. los recomendaba calurosamente a S. S. y le suplicaba se dignase excluir a Mons. Asesor del Sto. Oficio de la Comisión que trata la causa de dichos Padres, por tenerles mucha aversión y serles sospechoso, y restablecer en su cargo al P. General, dándole un compañero de sus Padres para que le ayude a gobernar bien la Religión, si es que por su avanzada edad no puede ya sostener solo tanto peso. S. S. dijo que sentía mucho gusto de que los escolapios fueran de buen ejemplo y utilidad en Polonia, y que tendrá en cuenta las recomendaciones de V. M. a favor de dichos Padres, pero que conoce muy bien a los de Italia y está informadísimo de sus acciones y sabe cómo se comportan; que Mons. Asesor no tiene aversión sino a sus malas acciones y que no tenían razón de lamentarse de Mons. Asesor; que no se les hará agravio alguno, pero que es una Orden mal hecha y poco buena. A esto respondí que se-podía corregir lo que estaba mal y cambiarlo en bien, pero no seguí adelante por miedo a que S. S. lanzase alguna declaración contra dichos Padres, de los que descubrí que está pésimamente impresionado, pero he pensado encontrar ayuda en este asunto en los Sres. Cardenales de la Comisión, que son los jueces, no pudiendo en definitiva hacer mucho mal a los Padres dicho Mons. Asesor, pues no es más que el Secretario de dicha comisión'<ref group='Notas'>EC, p.2951.</ref>
En esta última apreciación se equivocaba de plano al abate, como quizá tuvo ocasión de comprobar cuando a los pocos días fue a hablar de todo el asunto con Albizzi, quien le expuso -como quien ya lo ha decidido personalmente- (que no se suprimiría la Religión, y me ha dicho -escribe Orsi al rey el 18 de enero de 1645- que puedo escribírselo a S. M. de su parte; es cierto que me ha insinuado que se podrá reducir a simple Congregación, como era antes, pero respecto a restablecer al P. General en su cargo, incluso con Ayudante, no se puede hacer, dado que es un viejo decrépito y demasiado testarudo; ahora su Orden está gobernada muy bien por uno de sus Padres, al cual han encomendado el cuidado'.<ref group='Notas'>EC, b.2953. En carta del 4 de marzo de 1645 confirma las mismas ideas (cf. EC, p.1956).</ref>
Paralelamente a estos forcejeos diplomáticos se intentaba llegar a un acuerdo entre el Fundador y Cherubini, o más ampliamente, entre la corriente conservadora, fiel a la mentalidad de suma pobreza, austeridad y rigor primitivo, propia del Fundador, y la corriente innovadora, reformista y moderadora, propuesta por Mario, Cherubini y Albizzi, e incluso por los componentes de la Comisión Diputada. En efecto, ya el 5 de noviembre de 1644 decía el P. General a Berro: 'nuestras cosas estarían ya arregladas si yo hubiera querido aceptar las condiciones que proponía de parte del P. Esteban el Sr. D. Lucio, tales como hacer nuevas Constituciones y Reglas, lo cual no le toca a él ni a otros, sino al Sumo Pontífice o a quien él designe'.<ref group='Notas'>C.4233.</ref> Otros aspectos de la pretendida reforma los exponía un mes más tarde al mismo Berro: 'no he consentido nunca y haré todo lo que pueda para que no se reduzca el Instituto a leer, escribir y ábaco, ni tampoco a Congregación de votos simples'.<ref group='Notas'>C.4243. Fecha del 10 de diciembre de 1644.</ref>
Quizá el Santo Fundador abrigaba cierta confianza de llegar a algo positivo si hablaba personalmente con el papa. Desde su elección, el 15 de septiembre, había pensado en ello, pero no fue fácil conseguir audiencia. Por fin, la obtuvo el día 28 de diciembre, y no debió de ser muy satisfactoria por la parquedad con que habla de ella en sus cartas a Berro: la primera vez 31 de diciembre, sólo le dice que habló con el papa, 'el cual ha remitido el arreglo de la Orden a cinco cardenales'; la segunda vez, 14 de enero, le repite escuetamente la misma idea, precedida de esta expresión: 'Tuve gratísima audiencia con N. Señor'; la tercera vez, el 18 de febrero, es bastante más explícito, y dice:
- Hablé con S. S. con toda comodidad, como cualquier otro, y espero buen éxito para nuestras cosas, aunque no faltan personas que pueden mucho ante S. S., que quisieran estropear la Orden con uno de estos tres puntos: 1º, que en la Orden no se pueda enseñar sino a leer, escribir y abaco; 2º, que vistamos como Clérigos Regulares y aceptemos entradas; 3º, que en adelante no se hagan votos solemnes, sino que sea Congregación de votos simples'.<ref group='Notas'>C.4247, 4250, 4253 y 4261.</ref>
Aunque aparentemente no lo diga, la impresión es que el papa le habló de esas condiciones y otras más, tal vez, que componían desde meses anteriores el tema de tentativas de conciliación entre él y Cherubini. Debió de palpar, además, que de poco habían servido las influencias diplomáticas, pues manifiesta en este intervalo sentimientos de desconfianza en los recursos humanos y su confianza plena en que Dios no permitirá que se destruya su obra. Véase este ramillete de frases:
- Espero que no permita el Señor que una obra tan ejemplar y tanacepta en toda Europa puedan impedirla las malas lenguas, esperando que ‘portae inferi non praevalebunt adversus religionem nostram’', 'hemos de esperar más en la ayuda divina que en los favores humanos… ‘si Deus erit nobiscum, quis contra nos?’'; el Señor 'no permitirá, como pretende el enemigo infernal, que se destruya' el Instituto; 'nuestras cosas están puestas primero en las manos de Dios y después en las de estos Emos. Señores Cardenales'; 'aunque, por ser nuestra causa, la causa de Dios, convendría dejarla tratar a S. D. M., no dejaremos de buscar también ayudas humanas para que no falte nada de nuestra parte'<ref group='Notas'>C.4248, 4249, 4251, 4252, 4252*.</ref>
A los temores y esperarzas, recelos y desconfianzas, propuestas y contrapropuestas hay que añadir la desesperante tensión por la próxima sesión de la Comisión, que se preveía en enero, en Cuaresma, el sábado ‘in albis’, dentro de unos días… pero pasaban los meses sin que se reuniera.<ref group='Notas'>Cf. c.4248-4254, 4201, 4265.</ref>
El Sábado Santo -día 15 de abril de 1645- escribía el P. General al P. Berro sobre la próxima sesión de la Comisión Cardenalicia: 'algunos dicen que se hará la semana después de la octava de Pascua y pretenden que se decidirá que en adelante no se hagan ya votos solemnes, sino simples y que se ha de dejar la pobreza [suma] y admitir ingresos [fijos]. A todo esto he hecho responder por abogados y recurriremos también a recomendaciones necesarias'.<ref group='Notas'>C.4261.</ref> efectivamente, a las mencionadas intervenciones de las cortes de Polonia y Florencia y de la embajada de España, se añadía el recurso a abogados de oficio, como fueron el romano Francisco Firmiani y el flamenco Teodoro Ameyden, cuyos preciosos alegatos se conservan, así como otros dos anónimos, muy bien estructurados y convincentes.<ref group='Notas'>Cf. PAOLUCCI, doc. 1,29 y 33; BARTLIK, Archivum 3 (1978) 16-18.</ref>
No son menos interesantes los memoriales dirigidos a los cardenales que intervienen en las sesiones de la Comisión: Roma, Spada, Ginetti y Cueva; hay un texto único para los tres últimos y otro semejante, pero más prolijo, para Roma, además de dos versiones o minutas variantes de otro distinto para Ginetti tsr.<ref group='Notas'>Cf. EC, p.614-615, 603-607; EGC X, p.343-345.</ref> Del cardenal Colonna tenemos su respuesta a las recomendaciones que le hace el príncipe de Nikolsburg, Maximiliano Dietrichstein.<ref group='Notas'>EC, p.980. Con fecha del 14 de enero de 1645 se prometen cartas de recomendación del secretario del rey de Polonia para los cardenales Cueva y el nepote Camilo Pamfili (EEC, p.1062).</ref> Asimismo, se conservan copias de memoriales mandados al cardenal Horacio Giustiniani Ludovisi, sobrino de Gregorio XV, y a otros dos cardenales anónimos.<ref group='Notas'>EC, p.619-623.</ref> Es muy probable que el P. Casani no sólo interviniera en la copia de estos memoriales por su elegante caligrafía, sino también en su misma composición, así como en otros parecidos, dirigidos a toda la Comisión o a algún personaje particular.<ref group='Notas'>EC, p.607-610, 615-618.</ref> Igualmente, el P. Castelli debió de escribir por estos meses anteriores a la sesión tercera su larga ‘Apología’ de las Escuelas Pías para la Comisión.<ref group='Notas'>EC, p.2829-2836.</ref>
Se recurrió también a la Congregación de Propaganda Fide, de la que formaban parte los cardenales Roma y Ginetti, y cuyo Secretario, Mons. Francisco Ingoli, era muy amigo del P. General. El interés de esta Congregación por la labor pastoral de los escolapios en la conversión de herejes en Alemania fue el motivo de recurrir a ella para que intercediera ante la Comisión Diputada. Desde 1640, la Congregación de Propaganda Fide pedía una relación anual de las conversiones conseguidas por los escolapios. En mayo de 1644, al dar dicha relación de 198 conversiones el P. Vicario Provincial, Alejandro Novari, escribió también el príncipe Maximiliano Dietrichstein al cardenal Roma recomendándole los asuntos de las Escuelas Pías. De nuevo en enero de 1645, el P. Novari mandó a la misma Congregación una vibrante ‘Apología’, pidiendo protección, y especialmente que consiguieran del papa poder admitir novicios. De todo ello se habló en la sesión que tuvo lugar el 3 de julio de 1645, y se dieron copias de todas las cartas recibidas hasta entonces al cardenal Ginetti, añadiendo recomendaciones a favor de la Orden para la próxima sesión de la Comisión Diputada, que fue el 17 de julio. Y algo tuvo que influir en el resultado favorable de dicha sesión.<ref group='Notas'>Cf. G. SÁNTHA, ‘Sacra Congr. de Propaganda Fide et Scholae Piae in quinquenio 1644-1648:’ Eph.Cal 4(1960 112-114; EC, p. 1375-1376,1693-1376, 1913-1915</ref>
En tales circunstancias no dejaba de ser muy grave el verse privada la Orden de un Cardenal Protector, cuando más falta le hacía. Fue lamentable que por el decreto del 14 de agosto de 1642 -a raíz del registro de la habitación del P. Mario- quedara privado totalmente el cardenal Cesarini de sus funciones de Protector de la Orden hasta su muerte, ocurrida el 15 de enero de 1644. Un año más tarde, el abate Orsi, hablando con el cardenal Juan Bta. Pallotta, le insinuó la posibilidad de que aceptara la protección de las Escuelas Pías. El cardenal estaba dispuesto, pues tenía al Fundador 'por un gran Siervo de Dios' y a la Orden como 'utilísima en la Cristiandad e Iglesia de Dios'. El abate escribió al rey de Polonia que presentara a Pallotta para este oficio, como de hecho lo hizo con fecha del 11 de marzo de 1645.<ref group='Notas'>Cf. EC. P.2953 y EEC,p.1070. n2</ref> Pero el papa no hizo caso.
En octubre de ese mismo año, el P. General elevó al papa otra petición de Protector en la persona del cardenal Horacio Giustiniani, a la que respondió Inocencio X con un cumplido 'se considerará'.<ref group='Notas'>C. 4303 y 4315</ref> Y en eso quedó. Todavía en 1646 hubo otro intento de conseguir que dicho cardenal Giustiniani fuera nombrado Protector, pero nada se obtuvo.<ref group='Notas'>Cf. EC, EHI, P.322 Y 272</ref> Y murió el Santo Fundador sin conseguir un Cardenal Protector.
Hubo, finalmente, un personaje cuya intervención fue providencial, Mons. Bernardino Panícola, amigo y colaborador de Calasanz desde 1616, abogado de la Curia Romana hasta 1642, en que fue nombrado obispo de Ravello, en el reino de Nápoles.<ref group='Notas'>Cf. EHI, P.1575 EHI, p.322 y 772,</ref> A principios de 1645 se habla de su venida a Roma por asuntos personales,<ref group='Notas'>EHI, </ref> pero no realizó el viaje hasta mayo. Asumió la tarea de mediador entre el P. Generaly el P. Cherubini, intentando satisfacer ambas tendencias opuestas respecto a la reforma de la Orden y reposición del P. General en sus funciones. Y efectivamente, el 12 de mayo escribía a Berro, residente en Nápoles, que había conseguido ya el restablecimiento del P. General con sus Asistentes, añadiendo dos más, que luego pretendían que fueran cuatro, es decir, ocho en total, y todos con voto decisivo, lo cual no acababa de convencer al Fundador. Esto sería hasta septiembre, en que se tendría Capítulo General y se resolverían las demás cuestiones.<ref group='Notas'>Cf. EC, p.1991 y c.4270. La exigencia de ocho o diez Asistentes con voto decisivo ya la propuso Pietrasanta en su autodefensa del 7 de febrero de 1644, como propia de Cherubini y unida a la reintegración del P. General (cf. EC, p.2101). Sin embargo, Cherubini y Pietrasanta gobernaron sin Asistentes, y Mario con Pietrasanta lograron eliminar a los tres, nombrados por breve pontificio.</ref> No obstante, al cabo de un mes siguen todavía las cosas sin decidirse, pues -como dice Panícola a Berro- 'el P. Esteban se escurre como una anguila y hay que tener paciencia'.<ref group='Notas'>EC, p.1992.</ref> Se llega finalmente a mediados de julio y Mons. Panícola anuncia la próxima reunión de la Comisión, sin confiar demasiado en el éxito: 'Se tendrá pronto la Congregación de Cardenales, sin duda, la semana que viene -escribe el día 15 de julio-. He hecho lo que he podido para llegar a un arreglo. No se cumple nada de lo que se dice'.<ref group='Notas'>EC, p.1993.</ref> Y efectivamente, no será fácil la reunión, y seguirá el forcejeo por ambas partes.
En los numerosos memoriales que habían recibido los miembros de la Comisión, las peticiones más repetidas eran las siguientes: que se quitara el gobierno presente, por ser contrario o no contemplado en las Constituciones, y se repusiera en sus funciones al P. General; que no se suprimiera la Orden, ni se redujera a Congregación de votos simples, ni se sometiera a los Ordinarios; que no se limitara la enseñanza simplemente a leer, escribir y ábaco, sino que se siguiera enseñando latín; y esto para defender el derecho de los pobres a la cultura y propugnar que no eran superfluas las Escuelas Pías, porque ya existían los jesuitas, sino que hay campo para todos en la Iglesia de Dios; que no se moderara la pobreza suma y demás austeridades de la Orden.
Es interesante observar que a estas alturas, los tres asuntos referentes a la nulidad de la profesión, aspiraciones al sacerdocio y litigio por la precedencia, apenas si tienen relieve, pues en realidad lo que se discutía e interesaba de verdad era la supervivencia de la Orden y su pretendida reforma moderadora. No sin, cierta ironía insinuaba el abogado Ameyden que los papas, a través de los siglos, se habían interesado en promover la observancia austera en las religiones relajadas, pero no en introducir relajación en las normas antiguas.<ref group='Notas'>Cf. BARTLIK, O.C., p.17.</ref>
Habrá ocasión más tarde de escuchar los amargos lamentos del Santo Fundador al no comprender cómo se había llegado a destruir una obra tan beneficiosa para los pobres. Pero no queremos dejar de observar que quizá nunca, desde la fundación de las Escuelas Pías, se escribieron páginas tan vibrantes y tan hermosas para defender el derecho de los niños pobres a la enseñanza y a la cultura, para justificar con ello la existencia histórica de la Orden. Y de esas páginas citemos sólo unos párrafos, salidos del alma de Casani y de Castelli, los dos viejos Asistentes Generales y compañeros del Fundador desde los primeros tiempos de la Congregación Paulina:
- El Institutó de las Escuelas Pías -escribe Casani a un cardenal-… no se puede negar que en la sociedad cristiana no sólo no es superfluo, sino necesario… sobre todo porque la Sociedad Cristiana consta en su mayor parte de ciudades, pueblos-y gentes pobres, Que por atender al sustento cotidiano con las propias fatigas, no pueden atender a sus hijos, los cuales, por el hecho de ser pobres, no deben ser abandonados, siendo, como se ha dicho, la mayor parte de la sociedad cristiana, y también ellos redimidos con la preciosa sangre de Jesucristo, y tan queridos por S. D. M., que dijo haber sido mandado al mundo por su eterno Padre para enseñarles: ‘evangelizare pauperibus misit me’. De aquí se deduce cuán lejos esté de la piedad cristiana y del sentimiento de Cristo aquella política que enseña ser nocivo a la sociedad el enseñar a los pobres, al desviarles -dicen- del ejercicio de las artes mecánicas, razón, además, que la experiencia demuestra falsísima, pues aquí en Roma, después de casi 50 años que las Escuelas Pías enseñan a los pobres, no se ve que haya penuria de artesanos'.<ref group='Notas'>EC, p.620-621.</ref>
En los párrafos de la Apología de Castelli se nota incluso un matiz moderno en la valoración de los pobres:
- Las Escuelas Pías -se dice- son nocivas a la sociedad 'por ser contrarias a la buena política… pues con tanta facilidad de estudiar se da ocasión a todo pobre de aspirar a un estado superior, abandonar las artes y oficios y aborrecer los servicios más bajos…'. Pero -rebate Castelli- 'si la buena educación es cosa buena, ¿por qué han de quedar excluidos de ella tantos pobres beneméritos? ¿Acaso los pobres no son aquellos mismos que, según decís vosotros, sustentan al mundo con sus fatigas? ¿Y quiénes han sido los inventores y perfeccionadores de las artes? ¿No es cierto lo que dice Botero, que los mayores negocios y los más difíciles son pensamientos de hombres pobres, que para conseguir algo deben estar vigilantes mientras los ricos duermen, y cuando está ya todo hecho suelen aparecer en escena para autorizar y garantizar los negociados de los mismos pobres? ¿Acaso las grandezas de los ricos y las riquezas de los grandes no han tenido su origen en la destreza de los últimos pobres entre sus antepasados? ¿Y qué seríais vosotros quizá, los que estáis leyendo esto, si hubieran tenido vuestras ideas los ricos en tiempo de los últimos pobres de vuestra prosapia?'.<ref group='Notas'>EC. p.2832-2833.</ref>
Esta ‘Apología’ está dirigida a la Comisión Cardenalicia, cuyo Presidente, cardenal Roma, se sabía de cierto que era decididamente contrario a la culturización de los pobres. Y dichas las cosas así, con esa crudeza y ese aire oratorio ciceroniano, es probable que produjeran un efecto contrario. Muchas veces la verdad desnuda ofende, sobre todo a los grandes.