BerroAnotaciones/Tomo3/Libro1/Cap22

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CAPÍTULO 22 Provincia de Nápoles Disturbios de las casas de las Escuelas Pías En Nápoles [1646]

En la ciudad de Nápoles los clérigos pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías tenían y poseían aún tres lugares; en el Barrio de La Duchesca, uno; en las Fosas de los graneros, el otro, y en Posilipo, el tercero, que servía para los convalecientes, lo mismo que los dos anteriores servían para las Escuelas Pías, con un número de más de mil alumnos entre los dos lugares. Y había comunidades numerosas, de más de 25 y más Religiosos en cada una de las dos primeras.

Publicado en Roma el Breve de reducción de la Orden a Congregación, como la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, aquél produjo en todos nosotros los efectos que se puede imaginar. Yo, aunque llamado a Roma, para obedecer a N. V. P. Fundador, me detuve en Nápoles, como se puede ver en una carta que él mismo me escribió, para mantener animados a nuestros Religiosos que allí se encontraban, entre los cuales me había mostrado un afecto singular. Todos decían que si yo me iba, se irían ellos también.

Estuve muy a gusto en cuanto tuve seguridad del Ilmo. Regente del Reino, y se confirmó su la palabra de que el Breve no sería publicado en el Reino de Nápoles, como, en efecto, nunca se publicó; aunque los Ordinarios de los lugares sí tomaron posesión de nuestras casas de la forma que diré.

Estaba de Provincial en dicho Reino el P. Vicente Mª [Gavotti] de la Pasión, de Savona, enviado pocos meses antes. Con este Padre me puse de acuerdo para mantener en pie con todas nuestras fuerzas las Escuelas Pías, con la mayor unión posible. Confiaba ser fiel intérprete de la voluntad de todos los demás Religiosos nuestros de dicha ciudad. Pero el demonio se abrazó de tal modo, que no estuvimos unidos más de dos meses, porque al venir algunos nuestros de fuera, comenzaron a molestar, tomando como pretexto que el P. Pedro [Bagnoli], de Sassolo, que estaba encargado de nuestra casa de Posilipo, no les había dado el gusto que querían, en una recreación que en dicho lugar querían disfrutar religiosamente; y, por eso, querían que dicho P. Vicente, Provincial, lo sacara de Posilipo, como yo también se lo aconsejaba, para tranquilidad. Pero el Provincial, no sólo no quitó a dicho Padre, sino que él mismo trasladó allí su residencia, diciendo que podían ir con más libertad, estando él allí. Pero ellos lo tomaron todo en sentido contrario, tanto que se alteraron más y más.

Algunos, por esto, también perdieron la confianza conmigo, y comenzaron entre ellos a convenir la forma de dar posesión de las casas al Ordinario, sin que yo pudiera averiguar con certeza por qué, fingiéndose ellos cada día más unidos conmigo, y perseverantes en la unión fraterna, en cambio, con sus secuaces hacían lo contrario. Y, de hecho, quedé burlado.

Notas