BerroAnotaciones/Tomo3/Libro3/Cap05
- CAPÍTULO 5 Relación del P. Silvestre Pietrasanta A los Emmos. Sres. Cardenales Diputados [1646]
“La Orden de las Escuelas Pías tuvo un comienzo en el Pontificado de Clemente VIII; después, fue erigida por Paulo V en Congregación de votos simples, de los que sólo la Sede Apostólica podía dispensar; y, finalmente, Gregorio XV la confirmó como Orden con votos de profesión solemnes, y confirmó las propias Constituciones, insertadas en la Bula Pontificia, sobre los asuntos de Obispos y Regulares, y les fueron concedidos todos los privilegios de los Mendicantes.
El Instituto de esta Orden es enseñar, junto con la piedad cristiana, a leer, escribir, ábaco y gramática; como está expresado en la Bula de de su fundación por Paulo V, y Gregorio XV en la confirmación de sus Constituciones; les concede también que puedan enseñar retórica y casos de conciencia; y sólo dentro de la Orden, todas las Ciencias. Quienes intenten decir que estos Padres no lo pueden hacer, y que no tienen autorización, están equivocados, porque no han visto sus privilegios.
Ahora está distribuida en varias Provincias de Italia; y se encuentra también en Germania y Polonia. Habrá en ella unos 500 Religiosos, de los cuales 220 son sacerdotes, 10 clérigos, 160 Hermanos Operarios; y las casas de la Orden, entre todas, son 40 y alguna más.
Los ministerios de la enseñanza los ejercitan gratis, y hacen un cuarto voto de enseñar por amor de Dios; no admiten bienes inmuebles, fundaciones, ni rentas fijas para su sustento. Se lo dan por asignación los Consistorios, en calidad de limosna, sin poderlos exigir jurídicamente, como harían si fueran rentas o entradas propias. Aceptan, sí, bienes legados y herencias, pero para venderlos, y servirse del precio en sus necesidades; y cuanto les ofrecen es para construir la iglesia, las escuelas y su habitación; y sólo el estipendio de las Misas. Pero como éstas pueden no ser suficientes para su sustento, se sirven del privilegio que disfrutan de Orden Mendicante, y van a las cuestaciones ordinarias.
Tienen austeridad en el hábito, que es de paño basto, y camisa de lino; pies desnudos; pobreza en las celdas; duermen vestidos, sobre un saco de paja; en las comidas tienen dos ayunos a la semana, y otros rigores; hacen la disciplina tres veces a la semana. Estas cosas quizá son excesivas, y no son moderadas, pues tienen el trabajo diario de las clases, y el acompañamiento de los niños a sus propias casas mañana y tarde, en invierno por el fango, en verano por el calor; se reúnen juntos cuatros veces al día, es decir, una hora y media de oración mental, y otros tres cuartos de hora, de vocal.
A causa de las dificultades originadas en la práctica de las Constituciones y del propio Instituto, como sucede con tanta frecuencia al principio de todas las Órdenes, han tenido algunas Visitas Apostólicas de Prelados. Últimamente, con un Breve expedido por el Papa Urbano el día 9 de mayo de 1643, me ha sido encomendada a mí la visita apostólica de la misma Orden, y al mismo tiempo, el gobierno de ella. Este gobierno se debe ejercitar, al principio, juntamente con cuatro nuevos Asistentes, nombrados en el Breve; y además, con un Superior delegado a este efecto también por un Breve particular, que es el P. Esteban [Cherubini] de los Ángeles. La Orden se ha gobernado así durante este tiempo, dado que, con un decreto de la Sagrada Congregación del Santo Oficio, tenida ante el Papa Urbano el día 15 de enero de 1643, fue suspendido del Generalato el P. José de la Madre de Dios, fundador de ella, y fueron privados del oficio los primeros cuatro Asistentes suyos, por causas que son bien conocidas por los Emmos. Cardenales.
Terminada la visita personal, que hice en Roma, a la cabeza y a los miembros de esta Orden, y habiendo recibido también, por cartas, la noticia de otras Provincias de Italia, hice con ellas una relación resumida a los Emmos. Cardenales, exponiéndoles tres necesidades principales, por las que se encontraba en cierto desconcierto dicha Orden, y son éstas:
1ª. Algunos, un número considerable, quieren ser escuchados sobre la nulidad de su profesión, incluso pasado el quinquenio, por no haberse observado en ella las Constituciones de los Sumos Pontífices acerca de los Novicios, ni tampoco las solemnidades prescritas en las Reglas de su Propio Instituto.
2ª. La pretensión que tienen algunos, llamados Hermanos Operarios, de ser admitidos a clérigos, y ser después promovidos a las órdenes sagradas, al haber hecho la profesión como los otros, con el voto de enseñar y dar clase.
3ª. La pretensión de los mismos, después de ser ordenados, de sentarse en los Capítulos y en cualquier Reunión pública según el orden de la profesión, incluso antes de aquellos que, desde hace muchos años hasta ahora, ya son sacerdotes, y otros que han sido Superiores locales y Provinciales.
Acerca de estas exigencias, de las que depende mucho la paz, tranquilidad y concordia de esta Orden, como también acerca del establecimiento del buen gobierno de ella, han tenido algunas Congregaciones los Emmos. Cardenales; y sólo se esperan sus santísimas deliberaciones.
Mientras tanto, por especial misericordia de Dios Nuestro Señor, en la Orden no ha ocurrido ningún caso grave de observancia o desorden público que haya dado escándalo, o haya sido mancilla ante los seculares, o para la Religión; ni a mi conocimiento ha llegado ningún exceso notable, ni en grave menoscabo de la caridad, ni en perjuicio de los tres votos esenciales de la Orden, y en particular del de castidad.
En cuanto a la obediencia se ha conseguido casi completamente lo que ha ordenado la Sagrada Congregación del Santo Oficio en el decreto arriba citado, es decir, que la Provincia de Toscana se someta a la obediencia de Roma, porque se mostró reacia y refractaria al P. Mario [Sozzi], antes Provincial de ella. Sobre Florencia en particular, yo siempre he tenido muy buena información. Así que sólo queda que se someta la casa de Pisa, que también está bien dispuesta a ello. Y se ha informado bien a los Ministros del Serenísimo Gran Duque y al mismo Emmo. Cardenal Juan Carlos de Medici, tanto en la misma Florencia, como también en Roma, últimamente, por Bali Gondi, primer Secretario de Su alteza.
Se ha dicho que el P. Esteban de los Ángeles, nombrado con Breve, como hemos visto, ha sido recibido con disgusto como Superior de la Orden, pero todo se ha debido a la pasión de algunos; porque, en realidad, a mí me han llegado cartas de todas las casas de la Orden, de que lo han aceptado y recibido como a su Superior. Y hasta ahora ha gobernado con prudencia, con tranquilidad y con buena acogida. Sólo aquí en Roma se ha oído algún rechazo de algunos, a reconocer al mismo Padre como a su Superior, y aun a mí, como Visitador. Así que ha sido necesario muchas veces informar de ello a los Emmos. Cardenales, para obtener su apoyo. Éstos son tan pocos, que si son sacados de Roma con la suprema autoridad de los Emmos. Cardenales, se espera que todo se arregle. Sus nombres se han dado a Monseñor Asesor [Albizzi].
Por otra parte, como estos Padres son muy deseados en distintos Consistorios, a los que ayuda mucho dicho Instituto,
pues, además de enseñar a la juventud gratis la piedad y las letras, les encomiendan las iglesias, y atienden a las Misas y confesiones. Por eso, tienen legados piadosos, asignados para desempeñar su cometido. Y son muy solicitados especialmente por el Serenísimo y Poderosísimo Rey de Polonia, además de los Obispos y Príncipes. Además de suplicar a los Obispos y los Príncipes, se suplica a los Emmos. Cardenales, para que les permitan aceptar nuevos lugares; y que puedan admitir al hábito a muchos, muchos, que en varias partes hacen peticiones de continuo.
Aquí tengo que poner en consideración de los Emmos. Cardenales que, en el próximo agosto, hará tres años que la Sagrada Congregación del santo Oficio, con su decreto, ordenó que no se admitieran más novicios hasta nueva orden, lo que ha hecho que no haya individuos para proveer a las casas de maestros y oficiales, que sustituyan a los que faltaban por muerte o por indisposición, o porque se pasan a otra Orden, al ver las cosas tan suprimidas. Y esta penuria de individuos continuará en el futuro; más aún, crecerá, al menos durante otros dos años, en los que será necesario esperar, para que se formen enteramente los novicios, y no haya nuevo pretexto para afirmar la nulidad de las profesiones.
Es deseable que, para satisfacción general de la Orden, se reponga en su cargo al P. General, dándole un Vicario, en atención a la edad de 88 años en que se encuentra, y que se delegue a un número de seis Padres, uno por Provincia, a los que incumba considerar bien todas las Constituciones y el rigor del Instituto, para que sean aprobadas por los Emmos. Cardenales y por la Santa Sede Apostólica unas que se crean practicables, y ayuden a todo el cuerpo de la Orden; pues muchos piensan distinto, respecto a ir descalzos, de las camisas de lana, y de austeridades semejantes. Y lo mismo también de la pobreza de las casas y de la sacristía, que no parecen están acomodadas al la tarea de las escuelas.
Es necesario que en cada Provincia haya una Casa de Estudios, y en todas las casas lecciones de casos de conciencia, para formar individuos idóneos para la administración de los sacramentos, y sobre todo para las confesiones. Quererles restringir su autorización a enseñar a leer, escribir y ábaco, es privarlos del privilegio concedido por los sumos Pontífices Paulo V y Gregorio XV, que es de enseñar humanidades, retórica y casos de conciencia. Pero como en algunas ciudades ya enseñan con satisfacción y fruto, tendría cierto sentido que en esas ciudades se les ordene cesar en tales enseñanzas superiores.
A lo que objetan, de que se impiden las artes, si se abre el camino de estudiar letras a todos los pobres, se responde que resulta un gran servicio al estado civil y político de un Consistorio que las misma artes sean realizadas por personas que sepan leer, escribir y cuentas, porque de este modo se hacen aptos para llevar libros de contabilidad, tener relaciones con sus semejantes, y llevar la nota del debe y el haber.
Querer reducir esta Orden de votos solemnes, a una Congregación que tenga sólo votos simples, y esté sometida al Ordinario, sería quererla destruir; tanto por meter en ella la diversidad de unos ya profesos con otros no profesos, como también porque, dejar la puerta abierta en una Orden de riguroso Instituto y de vida muy austera, haría que muchos se precipitaran a volver al siglo a la menor ocasión, y hacerla más frágil para caer en cualquier fragilidad; una ocasión muy fácil, cuando tratan con la juventud; y el exceso cometido no debería temer otra pena que volver a su libertad. Además, no parece haya ejemplos en la Iglesia de que una Orden ya aprobada y confirmada por la Sede Apostólica haya sido reducida a simple Congregación.
Acera de los que quieren demostrar la nulidad de sus Profesiones, ya se ha encomendado el estudio del caso a teólogos, cuya opinión es que son válidas; y que es necesario se tranquilicen, y reconozcan la obligación de sus Profesiones.
A los otros que pretenden ser Clérigos, y no permanecer Hermanos Operarios, y que, al ser Clérigos quieren sentarse en los Capítulos y en otras Reuniones según la antigüedad de sus Profesiones, en parte ya está previsto con Decretos del Papa Urbano y de los Prelados de la Visita, y por otra parte, darán satisfacción juntamente aquéllos, es decir, los Emmos. Cardenales, en cuyas manos esté resolver lo que sea necesario para el gobierno de la Orden.
Silvestre Pietrasanta, Visitador Apostólico”.
Había otra Relación del mismo P. Visitador, hecha también antes del Breve de Inocencio X, pero no la he encontrado aún.