ViñasEsbozoGermania/Cuaderno02/Cap11

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Capítulo 11º. Sobre los nuevos hermanos enviados a Germania, y los que fueron egregios entre ellos

Tan pronto como se vio que las ciudades de los territorios del Eminentísimo Cardenal Dietrichstein y del Conde de Magnis comenzaban a cosechar frutos ubérrimos de las Escuelas Pías, tanto en la educación de niños y jóvenes en la piedad y las letras, como en la administración de los sacramentos y conversión de los herejes, empezaron a llegar peticiones de fundaciones a nuestro Fundador José, como lluvia abundante. De algunas ya hemos hablado antes, y de otras hablaremos en su momento.

Especialmente el Eminentísimo Cardenal urgía para que se enviaran siempre nuevos operarios a la viña del Señor, principalmente para predicar la fe católica. Pues veía que nuestros religiosos brillaban en aquellas cosas que ayudan mucho para la conversión de los herejes, como dice el Padre Nicht estudiando las cartas que nuestro Santo Padre escribe al P. Melchor, de cuyo estudio transcribimos algunos fragmentos: “Por las cartas que escribió el Santo Padre a ese lugar entendemos que había dos cosas principalmente que movían a los herejes a abrazar la fe católica: en primer lugar, la práctica santa y adecuada de su ministerio por parte de los religiosos; la segunda, que no buscaban su beneficio, sino que se conformaban con la comida y el vestido”. “Entendemos que además de esas cosas era necesaria la doctrina para responder a sus dudas y refutar sus errores”. Esto explica suficientemente que el Eminentísimo Cardenal Dietrichstein escribiera el 5 de mayo de 1633 a la Sagrada Congregación de Propaganda Fide la carta que transmito, tomada del P. Talenti:

“Hace dos años vinieron llamados a Nikolsburg, ciudad de mi señorío hereditario, algunos PP. de las Escuelas Pías, quienes respondieron de hecho a mi deseo y a las expectativas que me formé con respecto a ellos con abundante fruto, gracias no sólo a que edifican al pueblo con su vida ejemplar, sino también a que enseñan a la juventud el temor de Dios y los rudimentos de la fe católica, junto con las letras y las buenas costumbres. De aquí que, viendo que hoy hace falta que vengan más de ellos, quise rogar a Vuestras Eminencias para que con la mediación de su autoridad se dignen ordenar al P. General de dichos Padres que no deje de enviar sus obreros para continuar esta obra que han comenzado bien con fervor, cultivando la viña del Señor mediante el injerto de las plantas nuevas en estas afligidas partes nuestras. Si hace falta, rueguen a Su Santidad que se lo ordene al citado P. General. Pues cada día se ve el gran fruto de estos buenos padres, que no se extiende más por falta de personal, a pesar de que son solicitados en muchs lugares. Pues trabajan con gran edificiación de estos pueblos y enorme bien de la juventud. No sólo en la educación de los hijos, sino también en la conversión de os adultos de la herejía y en la administración de los sacramentos. Aquí en Nikolsburg el P. Ambrosio, germano, absolvió en Pascua dos mil penitentes, y añadió a la Iglesia algunos herejes convertidos. Sólo este servicio, si faltaran los demás, es suficiente para darle un premio. Pues, ¿qué no harían si fueran más? En las escuelas es también notable el fruto, pues antes sólo iban unos 30 niños, y ahora se cuentan fácilmente cuatrocientos. Vale la pena trabajar con plantas jóvenes, en las cuales se espera la firmeza de la fe; es cierto que se convierten algunos heréticos adultos, pero no creo que lo hagan en virtud del amor, sino más bien por el temor a la pena; son sacudidos como una caña temblorosa sino están bien arraigados desde el principio, mientras que estos hijos suyos, que desde los tiernos años maman el rocío de la religión verdadera, se libran inmóviles de todos los asaltos diabólicos como un roble añoso.”

Esta carta produjo una gran satisfacción al Santo Fundador, y al mismo tiempo le sirvió de estímulo para quitar prudente y eficazmente algunos obstáculos que frenaban el desarrollo de la obra comenzada en Germania. Se ve en la carta que el mismo José escribió al Cardenal citado:

“Emientísimo Príncipe,
La carta que Vuestra Eminencia escribió a la Sagrada Congregación de Propaganda Fide creo que fue obra del Espíritu Santo, porque en el ánimo de algunos superiores hay una cierta aversión contra nuestro instituto. Se ha oído decir que no todos aprueban que enviemos gente a países extranjeros, porque somos pocos en número y no tenemos sujetos a propósito como las otras Órdenes. Me inclino ante quienes tienen más sano juicio y discurso, puesto que nosotros somos cooperadores de la voluntad y el poder divinos, y no pretendemos ir más allá de lo que nos permiten nuestra fuerzas, ni espero que nos lo ordenen.Yo estoy más dispuesto que nunca a continuar la empresa comenzada, y estoy seguro de que no prevalecerán para abatirnos los ímpetus furiosos del infierno, que teme sufrir grandes pérdidas por medio de nuestra pobre familia en esas y otras partes.

Esté segura Vuestra Eminencia de que yo no dejaré de hacer todo lo que pueda para servirle, haciéndole notar que aunque vamos creciendo poco a poco, como ocurre con las plantas, si tuviéramos sujetos nativos lo conseguiríamos más fácil y rápidamente, pues el largo viaje y la diferencia de lenguas constituyen una dificultad notable. Sin embargo no daremos marcha atrás, sino que en breve espero enviaré algunos, entre los cuales me encantaría poderme enrolar yo mismo, de modo que pudiera mostrarle personalmente mi afecto al servicio de Vuestra Eminencia y por el bien de sus súbditos. Dios le conceda una larga y feliz vida. Me encomiendo humildemente a su gracia, con toda reverencia. En Roma, a 26 de mayo de 1633”. (P. Nicht).

El Eminentísimo Príncipe añadió otra carta a la que había enviado en el mes de mayo a la Sagrada Congregación, que llegó a la misma a principios de junio. Tanta era la ponderación que hacía en su carta, que la Sagrada Congregación entendió que el Príncipe casi había hecho suya la causa de la propagación de las Escuelas Pías. Por lo que nombraron a dos purpurados, Marzio Ginetti, Vicario de Su santidad en la ciudad, y Juan Bautista Pamfili para que trataran la cosa con el Sumo Pontífice y el Padre General. José explicó cómo estaba la cosa, de modo que en la congregación que se tuvo el 13 de junio de 1633 ante Su Santidad se decretó lo siguiente:

“Referente a las carta del Sr. Cardenal Dietrichstein al Emmo. Sr. Cardenal Pamfili en la cual le pedía que enviara a Moravia otros Padres de las Escuelas Pías, puesto que esos religiosos son muy aceptados no sólo por los católicos, sino también por los herejes, que en número no pequeño se convierten a la fe católica por obra de dichos religiosos, la Sagrada Congregación, viendo que la citada religión, confirmada por Gregorio XV, no abunda en sujetos idóneos que puedan ser enviado ahora a las provincias a las cuales son llamados cada día, estimó que debía avisar al General de dicha Orden, con el acuerdo del Emmo. Sr. Vicario, según consta a la S. Congregación, y que se escriba al Sr. Cardenal Dietrichstein, que la citada religión, recientemente instituida, no puede enviar otros religiosos a Moravia a falta de personal idóneo.”

El Eminentísimo cardenal Vicario indicó a José, en nombre del Sumo Pontífice y a la Sagrada Congregación, que estaban a favor de la expansión de la Orden, que erigiera cuanto antes varios noviciados y casas de estudios con buenos planes de estudios. José, que tenía sobre sí el peso de muchas peticiones de nuevas fundaciones, que le llegaban de todas partes, obtuvo un decreto de la misma Sagrada Congregación en el cual se decía que en el futuro no podría aceptar ninguna fundación sin expreso permiso de la Congregación (P. Vicente Talenti).Pues le llegaban invitaciones a fundar de ciudades, cuyos nobles y magistrados presionaban a nuestro José para que les hiciera caso. Voy a copiar un fragmento (pues la carta es larga) de la que le escribió el P. Francisco Pavoni, sacerdote óptimo de la Compañía de Jesús, desde Nápoles:

“27 de octubre de 1634. Tu ardiente esfuerzo por la común Iglesia me impulsa a enviarte esta carta, escrita con la sangre de Cristo. Siempre tuve el deseo de encontrar en todas partes preceptores idóneos que formaran santamente a los niños, para hacer de ellos luego líderes viriles, de los que depende principalmente la enmienda de las multitudes. Muchas veces por este motivo me dirigí a Dios, y muchas veces a los que dirigen esta Iglesia y este Reino, y también preparé algunas instrucciones para los maestros, acertadas en mi opinión, pero no conseguí nada. Me alegro, pues, por tu gran virtud, que me produce un gran consuelo, pues en el instituto de tu santa Orden veo, por inspiración divina, lo mismo que yo pedía a la Iglesia”.[Notas 1]

A los lectores ya les consta cómo nuestro Santo Padre José se preocupó de abrir un noviciado en Germania, cuya dirección y gobierno debían producir hombres dotados de toda virtud religiosa; hombres que iban a desempeñar el ministerio escolar y la predicación evangélica, imbuidos en el espíritu y sabiduría de nuestro instituto y de la doctrina cristiana.

En el año 1637 llegó una petición al Emmo. Cardenal Barberini, nepote de su Santidad, en la que se pedía el envío a Germania del P. Pedro Casani de la Natividad de la B.V.M., que decía lo siguiente:

“Eminentísimo y Reverendísimo Señor,
El Sr. Cardenal Dietrichstein, de feliz memoria, mientras vivió tomó bajo su especial protección la obra de las Escuelas Pías, que, a su sombra, se ve que ha producido mucho fruto, no sólo con la conversión de algunos herejes ya adultos, sino principalmente de sus hijos, que frecuentan las Escuelas Pías. Ahora, como ha cambiado el gobierno y además dos o tres de los nuestros han sido destinados a otro lugar, parece necesario que para que la obra vaya bien venga durante un tiempo con nosotros el P. Pedro, de cuya presencia, doctrina y buen ejemplo se puede esperar mucho fruto en estas partes, especialmente si la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, o aquel a quien corresponda, le concede la licencia que suele conceder a algunos para oír confesiones y absolver a los herejes que quieran abrazar la fe católica. Rogamos, pues, a Su Eminencia que se digne conceder permiso al citado P. Pedro para llevar a cabo lo explicado. Gracia que esperamos obtener.”

Esta petición tuvo como efecto que el P. José enviara al P. Pedro a Germania y que, conseguida la autorización para absolver herejes, saliera de Roma hacia Germania el 12 de abril de 1638 con el P. Onofre Conti del Stmo. Sacramento, recién nombrado provincial de Germania, el P. Juan Francisco Bafici de la Asunción y un clérigo, después de recibir la bendición, para llegar a Nikolsburg el 12 de mayo felizmente con sus compañeros. Así lo escribió el mismo José el 11 de julio de 1638 al P. Melchor Alacchi de Todos los Santos, que vivía en el pueblo de Guissona, en el centro de Cataluña, para fundar las Escuelas Pías, las cuales, aunque habían sido aceptadas el 11 de julio de 1638, fueron abandonadas en 1642:

“En cuanto al P. Pedro, debe saber que el pasado 12 de abril salió de Roma con otros tres compañeros, el P. Onofre, el P. J. Francisco de la Asunción y un clérigo, hacia Germania, y he recibido una carta en la que me informan que llegaron a Nikolsburg en Moravia, donde tenemos tres comunidades muy observantes y con una gran asistencia de hijos de herejes que con mucha facilidad se convierten a nuestra santa fe y, lo que más importa, con el consentimiento de sus padres, que ven que nosotros no pretendemos otra cosa sino la comida y le vestido. Y les dicen: ‘Si Dios te llama por ese camino, va a donde Él te llama’. Así que no será posible que el P. Pedro por ahora pueda ir por ahí”.

Toca ya presentar de manera general la vida del P. Pedro Casani; luego hablaremos en especial de las cosas que hizo en Germania.

Notas

  1. P. Francisco Bonada de S. Juan Evangelista, Vita D. Josephi Calasanctii a M. Dei, Madrid, 1859.