General30/Los grandes temas del Generalato del P. Mauro Ricci.

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General30/Los grandes temas del Generalato del P. Mauro Ricci.
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Los grandes temas del Generalato del P. Mauro Ricci.

1.La casa de Roma

Hemos ya dedicado unas cuantas páginas a este tema, que fue el primero que inquietó al P. Ricci. Era de capital importancia para él, hasta el punto de mencionarlo prácticamente en todas sus cartas circulares a toda la Orden. A pesar de que él estaba interesado en recuperar San Pantaleo (casa que, con su precisión en el uso de los adjetivos, define como “escuálida” y “sórdida”), encontraba muchas dificultades para lograrlo. Sabía además que tras la muerte del P. Casanovas la Curia General debería desalojar los locales que ocupaba en San Pantaleo (básicamente, los pisos segundo y tercero).

Todavía en vida del P. Casanovas el municipio había hecho diversos planes para ocupar la casa, como vimos en la biografía de este P. General[Notas 1]. El 11 de octubre de 1886 se presentaron ingenieros del ayuntamiento con proyectos para dividir la casa, como cuenta el P. Morfini al P. Ricci: El municipio se queda el comedor y la cocina, la mitad del pasillo donde vive Ud., la mitad del pasillo del rector y la mitad del pasillo donde vivo yo. Dejan al General la capilla, el pasillo del General, la mitad de los otros dos pasillos y el juniorato, y esto hasta la muerte del General Casanovas.[Notas 2] Al parecer tenían necesidad de algunas habitaciones para guardar el desinfectante que usaban contra una plaga de cólera que se había desatado en la capital, y para albergar a los jóvenes voluntarios que ayudaban a los médicos.

Y, en efecto, poco después de comunicar oficialmente el fallecimiento del P. Casanovas (8 de mayo de 1888) llegó una nota del Ministerio de Gracia y Justicia en la que se comunicaba[Notas 3]: Por la muerte del General de los Escolapios, P. José Calasanz Casanovas, los locales dejados a él y a su curia de acuerdo con el artículo 2 de la ley del 19 de junio de 1873, nº 1402, en ese convento, pueden desde este momento ser ocupados por el Municipio de Roma, al cual desde 1876, con verbal del 24 de abril, firmado Falcioni, fueron entregados “nunc pro tunc” por la disuelta Junta Liquidadora. Mientras hago la misma comunicación al Municipio de Roma para fijar el día de la entrega, debe rogar a V.S. que haga el favor de liberar los locales citados del personal que formaba parte de la Curia General y que, por la muerte de Calasanz Casanovas, ya no tiene derecho a seguir habitando en ellos. Agradeceré su respuesta.

El P. Nicola Morfini, Rector de S. Pantaleo, responde que así se hará, pero necesita saber que el Municipio diga qué parte del edificio reserva para el grupo de sacerdotes y servidores que se dedican al culto de la iglesia de San Pantaleo, y que podía ser de 6-8 personas[Notas 4]. El Municipio responde enviando algunos ingenieros para conocer la casa y ver qué destino darle. El P. Morfini sigue informando al P. General[Notas 5]:

Es cierto que el municipio de Roma ha cedido a un oculista la casa de S. Pantaleo, para establecer un pequeño hospital para enfermedades de los ojos. Han venido dos veces a ver la casa, y la última vez decidió el oculista que de momento ocuparía las habitaciones del General, el cuarto contiguo y las dos habitaciones del procurador general, y colocaría de momento 8 camas; si hay gran afluencia, colocaría otros en las otras habitaciones. Vea V.P. que para ir a la iglesia y a la capilla estaremos obligados a pasar por el pasillo del hospital, o por la otra escalera por el patio. Dije que yo quería alquilar la casa, pero me respondieron que el Municipio no puede alquilarla, pues la ha cedido para hospital. Debían darme una respuesta, pero han pasado más de ocho días y no he visto a nadie. Esta mañana he hablado con el ingeniero del Fondo del Culto para ver si podemos oponernos. Me ha aconsejado que hable de ello al jefe de división del Sector Eclesiástico, pero temo molestar al Municipio, y para nosotros sería perjudicial verdaderamente, porque difícilmente podríamos comprar S. Pantaleo. Veremos.

En la práctica el proyecto de hospital oftalmológico no se llevó a cabo. Y es que, como sucedió años antes la época de la incautación, para ocupar parte del edificio había que hacer obras, y el resultado final no valía la pena de la inversión a hacer. Así lo explica el P. Morfini al P. Ricci (que sigue residiendo tranquilamente en Florencia)[Notas 6]:

El asunto de S. Pantaleo parece resuelto por ahora. Hoy ha venido el ingeniero municipal Oddi, y le he hecho notar que la escalera principal ha sido dejada por el Fondo Culto al Rector de la iglesia para acceder a la capilla, al coreto, a la habitación vecina a la Virgen y a la del H. Gaetano, y si el Municipio quiere dar a otros la parte que le corresponde, que lo haga, pero primero debe construir la continuación de esta escalera hasta el pasillo dejado a los padres que sirven la iglesia, y el ingeniero, después de haber observado todo, me ha dicho que esté tranquilo, porque el Municipio no puede ceder ninguna parte de S. Pantaleo sin construir antes la escalera, y por ahora no pueden construirla porque no tienen los medios. Esté tranquilo V.P. Rvma., porque si el municipio insiste, se ocupará el Fondo del Culto, con el cual ya he pensado yo algo. (9.10.89)

En definitiva, el ayuntamiento no hizo nada por ocupar más espacio en San Pantaleo, y los padres siguieron gozando de una relativa tranquilidad hasta que el edificio volvió a comprarse en 1923.

2.Resurgir de las provincias.

El P. Mario Ricci tenía como primer objetivo, al asumir el gobierno de la Orden, revivir las Escuelas Pías[Notas 7] . Su Predecesor, Calasanz Casanovas, se había esforzado por contener la ruina de la Orden, que parecía inminente, y se puede decir que lo consiguió; al P. Ricci le correspondía ahora intentar levantar lo que estaba caído. Y se esforzó por lograrlo. Él consideró como una pieza fundamental para este resurgir el levantar una casa nueva, ejemplar, en Roma, y ya hemos visto que logró su objetivo, al menos en lo material. Se esforzó por apoyar con sus escritos a las provincias ultramontanas, especialmente a Bohemia y Austria, más decaídas, atrayéndolas a la unidad. Se esforzó por recuperar las provincias italianas prácticamente desaparecidas (Sicilia y Cerdeña), y no logró gran cosa; procuró estimular a Nápoles con la creación de la casa de Pompei; intentó que la provincia Romana no se desgarrara. Al estudiar la evolución de cada una de las provincias, veremos más en detalle las vicisitudes que corrieron. Nos detendremos ahora en una medida particular: la invitación a volver a las comunidades a los escolapios que vivían fuera de ellas.

Con motivo de la supresión de las Órdenes Religiosas en Italia muchos religiosos, sobre todo en las tres provincias más meridionales de Italia, tuvieron que buscarse la vida por su cuenta. Obtuvieron fácilmente el permiso para vivir fuera de la comunidad y emplearse como profesores o sacerdotes en diversos lugares, a menudo en las localidades donde se encontraban al ser suprimida la Orden, o en sus lugares de origen. Pasados los años, la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares decidió que había que regularizar aquella situación: pidió a los Superiores Religiosos que invitaran a los suyos a volver a casa, y a acogerlos. Y a los obispos pidió que comprobaran que los sacerdotes religiosos tenían permiso de sus superiores para residir fuera de su comunidad; en caso contrario debían volver o ser suspendidos de la práctica sacerdotal. Naturalmente muchos de estos exclaustrados quisieron regularizar su situación pidiendo a los superiores que les dieran permiso para seguir como estaban, alegando que, a causa de la edad, la salud o los deberes familiares no podían volver a vivir en comunidad. Y los superiores no hicieron muchos esfuerzos por que volvieran. El mismo P. Maura Ricci, en una de sus primera s circulares invitaba a todos los que estaba fuera a volver a casa[Notas 8]:

Pero cuando, despertados de estos recuerdos y esperanzas, miramos a las Escuelas Pías en Italia, un sentimiento de profunda tristeza nos invade el alma. Antiguas casas destruidas, Provincias florecientes eliminadas de nuestro registro, multitudes de hijos separados de su madre la Orden, cuando ella más clamaba, invocando su ayuda, este es el espectáculo al que asistimos. Sólo alivia el dolor el pensamiento de que devastación vino de fuera, no de dentro; el único consuelo es suponer que, en aquellos mismos miembros separados hoy del cuerpo del Instituto, el espíritu de aquellos hálitos todavía respira. Y precisamente con esta esperanza, yo digo a nuestros hermanos: "Volved a los brazos de la anciana madre y os dará la bienvenida con júbilo; pero volved con el fervoroso amor de aquellos momentos cuando pronunciasteis los votos solemnes, jurando estar con ella no sólo mientras durasen los días de prosperidad, sino también en los de la desventura. En esos lugares donde estéis en número de tres o cuatro, esforzaos por reuniros, antes de que desde un lugar más alto os pidan cuentas de vuestra manera de vivir actual; los dispersos aquí y allá en hogares domésticos, busquen estas nuevas familias nuestras, que yo luego veré cómo ordenar, si no son del todo lo regulares, y bendeciré, si veo genuinos brotes del árbol primitivo.

Pero no todos están de acuerdo con esta invitación. El P. Perrando, ex General, le dice que no cree que fuera beneficioso para Liguria el regreso de algunos individuos que se habían ido, y seguramente se podría decir lo mismo de Nápoles[Notas 9]. El P. Lucio Muscogiuri, Provincial de Nápoles, explica al P. General que en su provincia si no vuelven los que están fuera es porque no tienen casas propias, y por tanto no pueden acogerlos[Notas 10]. Pero su sucesor, Francesco Gisoldi, en una carta escrita años más tarde a un religioso que vive fuera y no quiere volver, da unas explicaciones más precisas sobre los motivos alegados por los que no quieren regresar[Notas 11]:

La carta a la que V.R. se ha extraviado. Pero no es el extravío de la carta lo que lamento, sino el hecho de renegar. Sí; constituyen un renegar de S. José de Calasanz las palabras de aquellos religiosos que, aun teniendo capacidad y fuerza para enseñar, viven fuera de la Orden. Desean al Provincial actual el reverdecer de la antigua gloria de la Provincia Napolitana; dicen todos ser hijos respetuosos; están todos, con ternura de corazón, dispuestos a obedecer a la llamada del Superior… ¡Palabras, palabras, sólo palabras! Cuando se trata de actuar, ya no son los dulces, suaves, tiernos hijos… ¡son rocas! Así responden: “San José, al que tanto amo, aprueba que yo dirija a las monjas, y no quiso que me fuera a un páramo” (Campi). “Soy coadjutor de una iglesia. S. José quiso plantar aquí su tienda, y que yo fuera su centinela”. “V. Paternidad se equivoca; no ha entendido mi carta (¡nada menos!); yo pensaba volver cuando la Orden vuelva a ser reconocida”. “Tengo hermanas ancianas”. “Tengo sobrinas jóvenes”. “Tengo que terminar un litigio; luego iré”. “Tengo compromisos en el seminario… en el municipio… (deme por excusado)”. “Tengo que cuidar de huérfanos, ocho sobrinos, por los cuales siento continuamente la voz de Calasanz: ‘Tú serás la ayuda del huérfano’”. “La Provincia de Nápoles, representada por la Casa del Calasancio, es una larva que se muere; asegúrenme la vejez con una renta vitalicia, e iré”. “Iré a condición de que se respeten mis años de servicio y mi edad avanzada; iré para ‘dar y recibir’ el consuelo de morir entre los hijos de Calasanz”. “Durante los treinta años de la supresión, ¡qué han hecho los Superiores por nosotros? ‘No se han hecho vivos’, nos han abandonado”. “Durante estos treinta años he adquirido propiedades urbanas y rurales, con casas de veraneo, que formarán el patrimonio de mis sobrinos. S. José quiso que yo administrase estas propiedades para ellos”.

¡Hay que ver cuántas ediciones de San José hacen, cada cual se crea el suyo! ¡Hijos ingratos que someten la obediencia a pactos, y hacen negocio con ella! (…)

Yo no sé cómo llamar a nuestros religiosos: de lejos los bendigo; de cerca los abrazo; les ruego siempre… pero mi palabra cae al suelo y se rompe. Bendigo a los buenos hijos de Calasanz, pero no me olvido de bendecir también a los ingratos. De V.R.

Sin embargo, el mismo P. Gisoldi se muestra comprensivo y compasivo en alguna ocasión[Notas 12]:

No siempre se conoce a historia de los nuestros del trentenio de la supresión: algunos alejados de Dios son desgraciados; otros, que al principio no fueron acogidos por los hermanos por carencia de medios y de locales, son dignos de compasión. Entre estos últimos creo que se puede considerar a nuestro buen P. Francesco Soricelli. Sé que sufre de neurosis; hace casi un decenio lo encontré en el establecimiento balneario termo-mineral en compañía de un hermano enfermo como él. Ahora ha mejorado de salud, pero no tanto como para ser ocupado en la Orden en algún oficio.

De hecho, son pocos los religiosos que regresan y son bien integrados en la Orden, tras muchos años de estar fuera. Algunos religiosos desean regresar, poniendo muchas condiciones; a otros no los quieren en la Orden[Notas 13]. Hay quien regresa, pero la experiencia es negativa, y vuelve a irse[Notas 14]. El P. Bodano, con toda buena voluntad, se incorpora a un supuesto proyecto comunitario en Cerdeña, pero luego lo dejan solo[Notas 15]. La mayor parte de los religiosos contactados en la provincia de Nápoles expresan su deseo de continuar fuera, como explicaba el P. Gisoldi en la carta reproducida más arriba[Notas 16].

Contactados algunos escolapios de Sicilia, responden al P. Ricci explicando que en la isla ya nada puede hacerse por hacer renacer la Orden[Notas 17]:

Si las provincias escolapias de Italia y Cerdeña hacen esfuerzos para reunirse y tratan de recuperarse de la violencia de la supresión, el Santo Padre y Dios los bendiga y secunde sus deseos santos; no se puede esperar tal cosa en la provincia de Sicilia. En Palermo no tenemos casa ni iglesia ni colegio. San Silvestro se convirtió en la escuela San Rocco y nos quitaron la iglesia también. El Colegio Calasancio se convirtió en un local de escuelas públicas técnicas, y la renta se unió a la del colegio de los jesuitas, y establecieron el colegio llamado Vittorio Emanuele. En Palermo quedamos sólo seis padres viejos, enfermos e inútiles para nada. El P. Torregrossa, con las piernas inútiles y de 77 años; Noto, decaído y de 69 años; Dainotti, embotado y enfermo de alrededor de 70 años; Porto de 67 años, tiene una escuela del gobierno y espera retirarse por ser sordo y sentirse molesto; Guzzino tiene una escuela municipal. Yo tengo 74 años, sufro de constante dolor en mis rodillas y los riñones a causa de haberme extraído una piedra de la vejiga con el rompe piedras en 1879 y puedo celebrar la Misa con grandes dificultades. En esta situación, ¿qué puedo proponer a V. P. Rvma, si somos como los judíos, sin rey y sin un reino? En la provincia de Sicilia tenemos 6 casas y no más de 7 padres y hermanos; tampoco puedo dar detalles exactos a V.P. Rvma., porque no lo sé todo. Este es el estado infelicísimo la provincia de Sicilia.

Lo mismo, aproximadamente, le responden desde Cerdeña[Notas 18]:

En los pocos escolapios sardos sobrevivientes siempre ha existido el ardiente deseo de ver resucitado nuestro querido Instituto entre nosotros, que le dimos nuestro nombre siendo jóvenes. Pero a causa de la fatalidad de los tiempos nuestro deseo se pierde sin verse cumplido. Y de hecho ¿cómo resucitar si Hacienda nos quitó las casas a los Escolapios dedicándolas a diferentes usos? ¿Cómo comprar una vivienda adecuada para reunirnos en comunidad si las finanzas son tan restringidas que algunos de los nuestros tuvieron que emprender la vida laboriosa de párroco para sacar adelante su miserable existencia, y otros como yo se vieron vinieron privados de la pensión de religioso del Fondo para el Culto por la razón injustísima de no poder acumular dos pensiones, una como religioso y la otra como profesor municipal? En su sabiduría V.P. Rvma. Bien puede ver que en todos hay buena voluntad, pero una carencia absoluta de medios pecuniarios. En tal estado de cosas todo lo que podemos hacer es confiar en la Divina Providencia para que quiera satisfacer nuestros deseos, y si estos, estando nosotros sin culpa, no se pueden llevar a cabo, que nos permita morir consolados, en premio a nuestra buena voluntad.

En Cerdeña hay un solo escolapio que tiene confianza, el P. Giuseppe Pes. Y el P. Bodano, dispuesto a secundarle. Pero todos los demás, más realistas, indican que no es posible volver a reunirse[Notas 19]. La situación en las dos islas es pues, desesperada. Sobre las dificultades de algunas provincias centroeuropeas hablaremos más tarde.

3.Unidad de la Orden.

Ya desde el nombramiento del P. Calasanz Casanovas como General de la Orden (1868) existía por parte de la Santa Sede una clara voluntad de unificación en las Escuelas Pías. También Mauro Ricci debió recibir instrucciones en este sentido, e intentó avanzar, lográndolo especialmente con las provincias centroeuropeas. Pero la unificación total sería lograda solamente por su sucesor, Alfonso Mistrangelo, y con el motu proprio de Pío X Singularitatis regiminis, del 29 de junio de 1904.

Con las Provincias Ultramontanas (o centroeuropeas) tuvo que insistir ya en el año 1885, cuando hace la primera convocatoria al Capítulo General, y luego para que voten en la elección de 1886. El P. Leonetti, Procurador General, le iba informando sobre las respuestas que se recibían, y le recomienda que escriba a los que aún no han respondido, combatiendo sus argumentos sofismas, manifestándoles abiertamente que esta invitación a participar no es un capricho de nadie, sino una necesidad de la Orden y de la Iglesia para salvar en Roma el Instituto que puede vivir civilmente sólo en consideración a las provincias extranjeras[Notas 20]. Logró que participaran con su votación en la elección del General en el año 1886, y luego consiguió que enviaran vocales al Capítulo General de 1892 (Hungría se abstuvo), y más tarde en el 98. Pero incluso estos pasos fueron difíciles, y tuvo que insistir. El Provincial de Bohemia Ernesto Miebes ya en 1885 se excusa de no poder enviar un sacerdote apto al Capítulo: desde 1848 han perdido 9 colegios; de más de 300 religiosos han disminuido a 91 en 1884. Muchos viven en lugares remotos, enseñando en escuelas públicas, y no pueden ausentarse de ellas. Quedan 53 viviendo en colegios, de los cuales 26 son mayores o enfermos; quedan 27. De ellos la mayor parte están encargados de clases, o parroquias, sólo quedan 4 disponibles. Pero además pide que el vocal sea “apto e idóneo”, y además hace falta que hable latín o italiano, Pero de esos 4 (y de los demás) nadie habla italiano; el latín lo tienen olvidado, y no son muy experimentados. ¿Cómo elegir un vocal? Además, están los gastos del viaje, 200 FR, que no tienen[Notas 21]. Al recibir de nuevo la invitación en 1892, se excusa con más o menos las mismas razones, añadiendo además que no ven de qué manera pueden ayudar con consejos en el Capítulo General, puesto que las leyes civiles son diferentes en cada país y ellos no hablan italiano[Notas 22]. A estas pegas responde al P. Ricci con una bella carta[Notas 23]:

Lamento que la Provincia Bohema, tan querida para mí, rehúya las buenas oportunidades para establecer comunión con la Orden, deseando vivir por sí sola. No os digo esto para reprenderos, pero cuando todas las demás provincias, unidas, ofrecieron sus dones para la celebración de los 50 años del sacerdocio del Papa León XIII, vosotros os unisteis con el clero de vuestras diócesis, y no con nosotros; cuando pedí alguna ayuda para edificar una casa nueva en Roma para beneficio y utilidad de todos los hermanos, vosotros sois los únicos que no ofrecisteis nada como testimonio de comunión. Ahora el Sumo Pontífice os invita a que me informéis sobre las cuestiones de Bohemia, y vosotros rechazáis satisfacer los deseos de un tal hombre. Os negáis a ello aduciendo anticuadas leyes civiles, que ya las autoridades políticas no tienen en cuenta, y que sólo existen obsoletas en los códigos. Otras Órdenes Religiosas ciertamente no hacen caso de ellas, y sus miembros viajan libremente y de buena gana a Roma. Os equivocáis al pensar que no hay ninguna utilidad en que se conozcan los hermanos de la misma Orden, que hablen entre ellos y compartan sus esperanzas y deseos. No niego que existan las graves dificultades que aducís, pero con ganas se superan. Quedaos en casa los septuagenarios, pero ¿no hay entre vosotros gente de cincuenta años o de menos? ¿Por qué no los elegís a ellos? ¿Por qué, si no pueden venir dos, no enviáis al menos uno, para que la Provincia Bohemia no parezca estar extinta?

En cuanto a la lengua, ¿crees que ninguno de nosotros pueda explicar en pocas palabras en francés o en latín al hermano bohemo de qué va la cosa? Y ¿no habrá algún bohemo que pueda expresarse en francés o en latín? Cada día hacemos esto con los españoles, los húngaros y los austriacos.

En cuanto al dinero para el viaje, si la pobreza es un obstáculo, yo os ayudaré. Hace cien años los caminos eran rudos, y los gastos muy elevados; ¿tendré que haceros ver, queridos hermanos, que todas estas cosas, gracias a Dios, han cambiado?

Por ello te ruego de nuevo que elijáis al menos uno de los vuestros que venga a Roma a finales de julio. Esto será un consuelo para nosotros, y un honor para vosotros; la Sede Romana y nuestra Orden verán que las Escuelas Pías de Bohemia, que el Padre Calasanz amó más que a ninguna otra provincia, siguen siendo dignas de su fundador.

El P. Miebes responde que van a enviar un vocal, para que se vea en la Orden que la Provincia de Bohemia existe[Notas 24]. Y no tendrán inconveniente los vocales a asistir al Capítulo de 1898.

Parecidas excusas ofrece el P. Francisco Benda, Provincial de Austria, al ser invitado a asistir al Capítulo de 1892: son pocos, están enfermos, y los que no, tienen muchas ocupaciones. Le dice: Sé que tú Reverendísimo Padre, que eres bueno e inteligente, comprenderás que lo que te digo no son simples pretextos, sino auténticas dificultades y graves impedimentos, para satisfacer tus amables palabras con las que nos invitabas, y no sólo tú, sino también el Santo Padre, de que vayamos y permanezcamos unos cuantos días en Roma.[Notas 25] También él debe escribir una carta similar a la del Provincial de Bohemia, y le convence, pues decide acudir a Roma, con un vocal.[Notas 26] Cuando regresan ambos a Roma le escribe una carta expresando su satisfacción por el trato recibido, y por lo que han conocido de la labor escolapia en el Nazareno[Notas 27]. Al Capítulo de 1898 acudirán sin ninguna dificultad.

El P. Andrés Kalmar, Provincial de Hungría, responde negativamente a la primera invitación a asistir a un Capítulo General en 1885. Alega que ellos tienen también Capítulo Provincial durante el verano, y está muy ocupado con ello[Notas 28]. Incluso rechazan en un primer momento votar mediante papeleta, pues no conocen a los candidatos[Notas 29]. Pero ante su insistencia, y diciendo que se trata de una orden del Papa, acceden a nombrar dos vocales que voten por carta[Notas 30]. Pero no consigue que ningún vocal húngaro acuda al Capítulo de 1992. El nuevo Provincial, Emérico Levay, le escribe que, con mucha pena no pueden asistir, por la multitud de obstáculos internos y externos. Pero respetarán todo lo que decidan, y esperan que siga él al frente. Espera que entiendan su buena voluntad. Estarían dispuestos a votar por carta, como en el 85.[Notas 31] Mario Ricci insiste en que vayan, aunque sea de manera secreta, pues ve que tienen medio a las represalias del gobierno si se enteran de que han ido a Roma. Pero recibe una amable respuesta diciendo que no pueden hacerlo, porque sin duda se sabría, y luego pagarían las consecuencias. Pero están unidos a él y a la Orden.[Notas 32] A otra carta insistente del P. General, diciéndoles que no pueden votar por carta, responden con misma amabilidad y firmeza diciendo que agradecen su interés por la Provincia, y aunque no pueden votarle por carta, le votan con el corazón para que siga. Aunque hay graves motivos que les impiden estar en el capítulo, están presentes en el espíritu, y saludan a todos los capitulares.[Notas 33]

El mismo P. Kalmar responde a la invitación a asistir al Capítulo de 1898 diciendo que aceptarán todo lo que se decida en el Capítulo General, mientras no vaya contra las leyes del reino. En nuestro capítulo intentaremos corregir abusos que se han ido introduciendo. Aceptaremos al General elegido, esperando que también él nos quiera. El P. Ricci les escribió quejándose de su desafección a la Orden, y parece que esto les motivó a cambiar de opinión, pues poco después respondieron que enviarían dos vocales al Capítulo General[Notas 34]. Y durante el Capítulo, el 8 de agosto, leyeron un emotivo manifiesto que confirmaba la unión de la Provincia de Hungría al resto de la Orden[Notas 35]:

Han pasado cien años desde el tiempo en que el Emperador José II de Germania y Rey no coronado de Hungría mediante un precepto real separó a la Orden de las Escuelas Pías de Hungría de la comunión con el General Romano. Durante todo un siglo apenas pudo saber nada de sus hijos de Hungría, y los hijos apenas pudieron conocer el nombre de su padre que vivía en Roma. El Rvmo. P. General fue el primero que, a pesar de los diversos impedimentos, gracias a una sabiduría admirable, a una caridad paterna y a una circunspección fuera de lo común ha logrado que puedan venir a este Capítulo también dos miembros de las Escuelas Pías de Hungría. Así que aquí estamos para ver con nuestros propios ojos a nuestro amantísimo Padre, de modo que al volver a nuestra patria podamos narrar con gran alegría a nuestros hermanos religiosos lo que vimos y oímos. Después de esto sólo nos queda pedir que la divina Providencia conserve en óptima salud a nuestro Prepósito General para seguir prestando dignamente ese cargo dificilísimo, para incremento de la Iglesia Católica, de las Escuelas Pías y de la juventud estudiosa, hasta el final de su vida humana, y abrace en lo sucesivo a sus hijos húngaros con paterna caridad como ha hecho hasta ahora. ¡Viva!

Con todo, la presencia de los dos vocales húngaros en el Capítulo General de 1898 pudo ser origen de alguna dificultad posterior de cara a la reunificación de la Orden. Al menos así lo cree el P. Tomás Viñas, cuando escribe[Notas 36]:

La convocación de estas Provincias [austro-húngaras] al Capítulo General de 1892 logró no poco aumento de caridad común. Pero la renovada de 1898, a la que respondieron los hermanos húngaros, no obtuvo los efectos que se habían propuesto los Superiores de Roma, sino que, por el contrario, según mi opinión, fue muy perjudicial para la Provincia Húngara. Lo cual es evidente para cualquiera que considere el estado de las provincias de Italia, la Romana en primer lugar, y el criterio de muchos húngaros, que se pone de manifiesta cada vez que se trata sobre la cuestión de la unión. Las vicisitudes de la vida había casi extinguido el esplendor literario, a causa del cual la Provincia madre de todas había merecido un gran prestigio, y había sido en un tiempo modelo para las demás. El juniorato casi vacío de estudiantes, el noviciado ocupado con muy pocos novicios, ciertamente afectaron al ánimo de los húngaros, que son perspicaces por naturaleza y tiene la costumbre de observar atentamente. Todas estas cosas, comparadas con su propio estado literario y numérico, verdaderamente próspero, fueron dañosas, y lo son ahora, como consta que han dicho cientos de húngaros, que se quejan de la manifiesta decadencia literaria y científica de los romanos, y temen someterse en el futuro a tal ignorancia.

En cambio, con las provincias españolas no hubo nada que hacer. El P. Manuel Pérez, Vicario General, escribe diciendo que no van a enviar a nadie por falta de medios económicos, pero delegarán en el P. Francisco Baroja, que ya está en Roma, como representante ni voz ni voto.[Notas 37] No se conforma con la respuesta el P. Ricci, y le pide que elijan los vocales para que voten por correo. Responde el P. Pérez que no pueden intervenir en tal elección debido a la bula Inter graviores de Pío VII.[Notas 38] Vuelve a insistir el P. Ricci, alegando el deseo del Papa de que acudan de todas las Provincias, pero el P. Pérez responde con la misma firmeza: no quieren resistir a la voluntad del General, pero existen inconvenientes gravísimos que podrían seguir si no obedecieran las leyes existentes. Si un español (Calasanz Casanovas) fue nombrado General fue por decisión de la Santa Sede, y no por deseo de los escolapios de España. Aseguran que obedecerán al General que sea elegido, y obedecerán otras normas, cuando estas cambien.[Notas 39]

Pasan los años, y en 1898 el P. Ricci vuelve a la carga para que los españoles acudan al Capítulo General. Escribe al P. Manuel Pérez diciéndole que las leyes del gobierno no nos obligan en conciencia, y cuando se pueden eludir sin daño por el bien del Instituto, se eluden. En cuanto a las bulas pontificias, sólo las observan ese punto, y ninguno de los demás. Y aún habría tiempo de pedir dispensa al Papa, si quisieran venir. Se trata de que España no brille por su ausencia en el capítulo. Le pide que manden alguno que muestre que España existe en las Escuelas Pías.[Notas 40] Accede el P. Pérez a que el P. Calasanz Homs, procurador de las Escuelas Pías españolas en Roma, acuda al Capítulo sin voz ni voto. En el Capítulo de 1898, sin embargo, no hay ningún representante de las Escuelas Pías españolas.

Un paso adelante importante para la unificación de la Orden fue la creación de la revista Domestica Ephemerides Calasanctianae. En las Actas Capitulares[Notas 41] se lee que el P. Mauro Ricci, en la 7ª sesión (6 de agosto) propuso la publicación de una revista trimestral con noticias de la Orden, a cargo del P. Luigi del Buono, a la que los Provinciales enviarían noticias. Entre los temas de estudio de la segunda comisión de capitulares aparecía la restauración de los sufragios por los difuntos escolapios de toda la Orden. Es posible que esta necesidad fuera la primera motivación para pensar en crear una revista común. En efecto, el P. Mauro Ricci, en su Circular de fecha 26 de octubre de 1892, informaba a toda a Orden, entre otras cosas, que Para que sean mejor conocidos por todos los nombres de los difuntos y sus hechos, los Padres determinaron elaborar una Ephemerides bimestral en la que no sólo se hable de ellos, sino también de hechos notables de toda la Orden que ocurren actualmente[Notas 42]. Cuando terminado el Capítulo el P. General pide sugerencias al P. Del Buono, este le responde: Parto del supuesto de que la intención de quien ha propuesto la publicación es que se logre que los religiosos de una provincia conozcan el estado de toda la Congregación, y como consecuencia de este conocimiento podría surgir un sentimiento de simpatía común, por el cual, rotas las ataduras que nos tienen separados, con el tiempo tendría lugar una unión real de todas las provincias.[Notas 43] A continuación el P. Del Buono propone una serie de cuestiones prácticas con respecto a la publicación. E incluso sugiere las secciones de que debería constar, un contenido que, prácticamente, se ha mantenido hasta nuestros días:[Notas 44]

Materia del periódico.
1)Decretos de la S. Sede que se refieren a todos los Regulares y en especial a las EEPP.
2)Decretos de la Con. General y ordenanzas del P. General de carácter común.
3)Cargos de toda la Orden, comprendidos los rectores de las casas y ministros de las residencias.
4)Estadísticas anuales de religiosos y alumnos por casas y provincias.
5)Anuncio de los fallecimientos de los religiosos que se publicarán en el fascículo siguiente. Este anuncio sirve de aviso para celebrar los sufragios.
6)Información sobre publicaciones hechas por escolapios. Si la obra está escrita en una lengua moderna, se repite el título en latín, con la indicación del precio y dónde se puede comprar.
7)Cualquier noticia de orden interno y que interese a toda la Congregación.
8)Estaría bien que cada provincia enviase poco a poco una breve información histórica sobre la fundación de las casas, incluidas las suprimidas.

N.B. Cada provincia debería ocuparse de la publicación en latín de los religiosos difuntos, para enviar a cada Provincial tantas copias como sean las casas existentes.

En un primer momento la revista fue muy bien acogida. Vemos que uno de los objetivos (seguramente el principal, en un primer momento) de la misma era informar sobre los difuntos de la Orden, para poder aplicar los sufragios ordenados en las Constituciones, práctica que se había perdido y que el P. Ricci reanimó. Tras unos números publicados, el P. Del Bueno vuelve a escribir unas observaciones sobre la revista al P. General[Notas 45], en respuesta seguramente a una carta suya:

Las Efemérides no deben salir de nuestras casas, y conocer nuestras miserias hasta cierto punto nos puede ser motivo para mejorar, pues la altivez de las nubes no sirve para nada. No podría ni me atrevería a tocar el latín de los españoles: sé que allá alguno comienza a decir que habría que mejorar las necrologías en la forma; en cuanto al contenido se pondrá remedio cuando V.P. con una circular sugiera y ordene lo que deben contener. En Liguria se hacen según la devoción de quien escribe, pero no encontré exageraciones, y si no se alaba ni siquiera a los muertos que fueron ejemplares, no sé a qué ideales puedan ser empujados los jóvenes clérigos. En las Escuelas Pías domina una crítica destructiva que abatiría incluso a nuestro S. Padre si volviera entre nosotros, y alguna palabra de alabanza puede servir al menos para expansión del ánimo de quien no ha perdido completamente la fe.

Así, pues, de una finalidad práctica (cumplir con las Constituciones, que pedían que se ofrecieran sufragios pro los religiosos difuntos), las Ephemerides pasan a cumplir una misión informativa (Noticias), de comunión (suscitar la simpatía de las demás provincias), y formativa (proponiendo a los difuntos como modelos para los jóvenes).

Con el paso del tiempo parece que el entusiasmo por la revista se va enfriando; el P. Del Buono es elegido Provincial de Liguria y no puede dedicarse a la redacción de la revista. En 1999 se enfría totalmente, y hará falta que la reanime en 1901 el nuevo General, P. Mistrangelo.

Notas

  1. ASP …
  2. RG 249 l 8, 25.
  3. DG 7ª, 43. 14 agosto 1888.
  4. RG 249 l 8, 21. 19 agosto 1888.
  5. RG 249 l 8, 34. 7 octubre 1889.
  6. RG 249 l 8, 1. 9 octubre 1889.
  7. RG 24, 18.
  8. RG 24, 16. 4 octubre 1884.
  9. RG 249 l 9, 1. 17 octubre 1884.
  10. RG 248 c 1, 7. 8 junio 1889.
  11. RG 249 c 4, 38. 8 septiembre 1891.
  12. RG 248 c 4, 14. 15 julio 1892.
  13. El P. Aliperti se ofrece para ir a Pompei, pero sin aceptar el estilo de vida común que llevan allí. No le aceptan. (RG 249c 28). Se ofrece para ir a Roma, al Nazareno, pero tampoco lo quieren allí (RG 247 b 3, 43). Tampoco quieren admitir al P. Achile Torre, que después de dejar la Orden se unió a una mujer y tuvo hijos, a pesar de su proclamada conversión en Pompei (RG 248 c 4, 21.23; RG 249 c 4, 66).
  14. El P. Guadagni, que había creado su propio colegio en Nápoles, renuncia a él para volver a la Orden. Es enviado a dirigir un colegio ofrecido a los escolapios en Ariano, pero meses después lo abandona, con descrédito para la Orden. (RG 247 b 3, 27. 33. 41; 4, 12; RG 249 c 1, 39; 4, 26. 31).
  15. RG 247 c 1, 5.
  16. P. L. Morra (RG 248 c 1, 6); P. G. de Pace (RG 248 c 1, 8); P. R. D’Addosio (RG 248 c 1, 16); A. Nitti (RG 248 c 1, 20; C. Giofredi (RG 248 c 2, 13); PP. Luigi y Decio (RG 248 c 2, 22); A. Niso (RG 248 c 2, 24); S. Siniscalchi (RG 248 c 2, 27; F. Aliperti (RG 248 c 3, 18): A. Pomes (RG 248 c 6, 19).
  17. Carta del P. Francesco Natali, Palermo, 17 de agosto de 1885. (RG 247 c 1, 23).
  18. RG 247 a, 72. Pasquale Cima, Cagliari, 15 diciembre 1887.
  19. RG 247 c 1, 1. Son contrarios: P. Lissia (RG 247 c 1, 4); L. Ferrero (RG 247 c 1, 7. 10); A. Manca (RG 247 c 1, 9. 20); P. Cima (RG 247 c 1, 15); G. Piras (RG 247 c 1, 21); P. Nomaneddu (RG 247 c 1, 22); T. Carta (RG 247 c 4, 31); M. Puddu (RG 247 c 4), 32).
  20. RG 247 f 1, 27. 11 agosto 1885.
  21. RP 51 B, 405. 6 marzo 1885.
  22. RP 51 B, 422. 15 mayo 1892.
  23. RP 51 B, 423. 3 junio 1892.
  24. RP 51 B, 424. 29 junio 1892.
  25. RP 53 A 6, 32. 26 mayo 1892.
  26. RP 53 A 6, 33. 20 junio 1892.
  27. RP 53 A 6, 35. 5 septiembre 1892.
  28. RP 54 B 6, 4. 16 enero 1885.
  29. RP 54 B 6, 6. 5 agosto 1885.
  30. RP 54 B 6, 8. 7 septiembre 1885.
  31. RP 54 B 7, 19. 5 junio 1992.
  32. RP 54 B 7, 20. 2 julio 1892.
  33. RP 54 B 7, 22. 25 julio 1892.
  34. RP 54 B 9, 9. 25 junio 1898.
  35. RP 54 B 9, 14.
  36. RP 54 B 12, 10.
  37. RP 63 A 172 (8 junio 1885) y 173 (13 junio 1885).
  38. RP 63 A 174. 8 agosto 1885.
  39. RP 63 A 175. 20 agosto 1885.
  40. RP 63 A 197. 3 julio 1892.
  41. Reg. Gen 6.
  42. Reg. Gen. 24, 40.
  43. Reg. Gen. 249 a 4, 88. 6 septiembre 1692.
  44. EC tiene tres etapas. La primera, recibe el nombre de Domesticae Ephemerides Calasanctianae. Nace bajo impulso del P. Mauro Ricci, hace el trabajo Luigi del Buono y se imprime en Florencia. Va de 1893 a 1899. Salía bimestralmente, a veces con dos o más números reunidos, por falta de material. De 104 páginas el primer año, se desciende a 32 el último. La segunda serie se llama ya Ephemerides Calasanctianae, la promueve Alfonso Mistrangelo y la hace Tomás Viñas; se edita en Siena. Sale de 1901 a 1915, con números más amplios, y colaboraciones no sólo oficiales, como la primera serie. La tercera serie (y actual) aparece en 1932, en el generalato de G. del Buono, y es el director L. Picanyol, y se hace en Roma.
  45. Reg. Gen. 249 a 2, 6. Sin fecha.