General30/Prepósito General

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Los grandes temas del Generalato del P. Mauro Ricci.
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Prepósito General

Se equivocaba sin embargo el P. Leonetti: el sexenio iba a terminar en 1892. Y esta vez sí que se celebraría Capítulo General, en la flamante nueva casa San José de Calasanz de la Vía Toscana. Y esta vez el P. Ricci insistió para que vinieran de todas las provincias escolapias. El 29 de marzo escribió una Circular a toda la Orden convocando el Capítulo General[Notas 1]:

Estando ya para completarse el sexenio de mi Generalato, he creído, de acuerdo con mis Asistentes, llegada la hora de que la Orden vuelva a tomar su antigua marcha, eligiendo el primer Superior no mediante papeletas de voto enviadas desde lejos, o por nombramiento directo de la Santa Sede, sino como prescriben nuestras Constituciones, estando presentes los votantes que tienen derecho, en pleno Capítulo General. A tal efecto, para evitar después de un tan largo desuso, cualquier impedimento a la celebración de este acto, he pedido al sumo Pontífice León XIII las facultades necesarias, y él, con singular bondad, las ha concedido.

Puesto que el Santo Padre en su venerada respuesta ha ordenado que “El Prepósito General diga que la Sagrada Congregación desea que todos los Delegados, incluso los extranjeros, asistan al Capítulo”, me reservo comunicar en una circular en latín a las provincias extranjeras lo que a ellas solamente les concierne; y mientras tanto trataré aquí lo que se refiere a las Provincias de Italia.

Siendo una de las primeras concesiones la de poder abreviar la separación entre la intimación y la celebración del Capítulo General, os anunciamos que será convocado el mismo el 1 de agosto del año corriente en Roma. Los Provinciales con los Padres Vocales deberán estar aquí personalmente al menos un día o dos antes.

Por tanto, hace falta que antes de finales de julio cada Provincia haya celebrado su Capítulo, en el que, además de las ternas para sus futuros superiores, se elijan dos vocales que asistirán, con el Provincial entonces en el cargo, a Roma, y un vocal adjunto que supla en caso de necesidad a alguno de ellos impedido. A Roma llevará el Provincial las Actas de su Capítulo, con las informaciones económicas, verdaderas y reales, de todas las casas.

En las Provincias donde se ha tenido hace poco el Capítulo Provincial, y que ya entonces eligieron los dos vocales y el adjunto, no hace falta repetir ahora el Capítulo.

De las Provincias que después de la supresión no han logrado aún reunirse en comunidad en alguna casa, tengo la facultad, de acuerdo con mis Asistentes, para llamar a uno o dos religiosos, los cuales, sin voto en las elecciones, estén presentes en el Capítulo General, y tomen parte en las discusiones sobre diversos asuntos.

Hermanos míos, recomendaros que os toméis en serio el acto que desde hace muchos años no habéis vuelto a ver, me parece que es injuriaros. Si alguna vez ha habido un momento solemne para la Orden, es este. No se trata solamente de elegirnos una cabeza, sino de buscar cómo podemos curar las muchas heridas que hemos sufrido a causa de la miseria de los tiempos; se trata de reavivar el antiguo espíritu, si languidece en alguna casa, y la verdadera observancia; de conseguir que nuestros juniores, sobre las sólidas bases de los antiguos estudios, puedan, sin peligro, injertar los nuevos; de ver si y cómo las Provincias italianas pueden unificarse; si y cuándo pueden aceptarse algunas de las peticiones de fundaciones nuevas, que nos llegan cada mes; por no hablar de las propias propuestas que cada provincia quisiera presentar por su cuenta. Además, si bien la nueva y elegante iglesita que en Roma tiene ya escrito sobre la fachada: DEO IN HONOREM S. JOSEPHI CALASANCTII, a causa de nuestra pobreza no podrá terminarse ni siquiera en el próximo agosto, sin especial ayuda de la Providencia; sin embargo, estando ya la casa aneja pronta para abrirse y para habitarse, se debe tratar aún de cómo presentarnos en ella a los alumnos.

Por ello hace falta que como Vocales se envíen Religiosos de amor vivo al Instituto, de celo prudente, a cuya vista desaparezcan los individuos y prevalezca la Orden, Religiosos que no se conformen con palabras, sino que sobre todo piensen en los hechos. Procurad, en suma, que tantos pensamientos, tantas abnegaciones y las continuas angustias que he sufrido en silencio durante ocho años, no los haya sufrido en vano, y sin ningún provecho para la Orden.

El Señor y su Inmaculada Madre, S. José de Calasanz y el Beato Pompilio sean propicios y os bendigan.

El último Capítulo General había tenido lugar en 1860; luego la supresión de las Órdenes Religiosas en Italia había impedido la celebración de nuevos capítulos. Este Capítulo de 1892 era muy importante para toda la Orden: en él quería ver el P. Ricci una imagen de la unidad de la Orden recobrada. Sin embargo, a pesar de su insistencia, no pudo lograr que todas las provincias se hicieran presentes. De Hungría se excusaron; las provincias españolas mandaron como observador son voz ni voto al P. Calasanz Homs, su Procurador en Roma. El Capítulo reeligió al P. Mauro, quien expresó en una Circular su satisfacción por el modo como se había desarrollado el Capítulo[Notas 2]. En ella además comunicaba algunos decretos que se habían establecido, y algunos proyectos que se pensaban llevar a cabo:

Aunque el hecho de haber sido elegido de nuevo Prepósito General de nuestra Congregación en el pasado Capítulo General en Roma no me produce alegría, sino más bien pena, a causa de las dificultades de los tiempos y con las personas que nos rodean, sin embargo, un acuerdo tan grande en la votación, y la bondad tan grande que me mostró el Emmo. P. Lucido M. Parocchi, me impidieron abdicar del cargo confiado. De lo que sí me alegro, y de lo que debéis alegraros todos, es de que el Capítulo, después de tantos años de falta de costumbre, se celebró de manera tranquila y espléndida, y de que en él los Padres reunidos compitieron unos con otros en amor fraterno, y en hacer piadosas proposiciones para utilidad y honra de nuestra Orden. Los hermanos extranjeros de Austria, Bohemia, España y Polonia (los de Hungría estuvieron ausentes por causas justificadas), insignes por su saber y su piedad, deseosos de establecer vínculos más estrechos con Italia, de acuerdo con nosotros en todas las cosas, despertaron el respeto y la admiración de todos los reunidos. Pero nada nos admiró más que ver y hablar con León XIII, que, con fuerza en el rostro, y con vigor en los ojos, casi juveniles, nos recibió con paterna familiaridad, y alabó a las Escuelas Pías, invitándonos a cada uno de nosotros a proteger a los adolescentes contra las insidias de los impíos, hasta que después de casi una hora, a petición mía, levantándose de la cátedra, con las manos elevadas al cielo, nos bendijo amorosamente a nosotros y a toda la Orden.

Ea, pues, queridos hermanos, recobremos el ánimo, fomentemos la esperanza de volver a ver nuestro Instituto fuerte y floreciente, como hicieron nuestros predecesores, varones religiosísimos, con virtudes y obras cristianas.

Eso pretenden los decretos que después de haber pensado maduramente, sancionaron los Padres Capitulares, de los cuales os propongo los principales, ya con fuerza de ley:

1.Instáurese en toda la Orden la comunión de misas y preces por los hermanos difuntos, según dicen las Constituciones.
2.Ténganse todos los años ejercicios espirituales en una de las casas de cada provincia, al terminar el curso, o antes de empezar el siguiente, a los cuales deberán asistir, en el trienio, todos los religiosos, invitados por el P. Provincial. Diríjalos uno de los nuestros; un predicador de los nuestros, incluso invitado de otra Provincia, es preferible a un predicador de fuera. Cada año se enviará al Prepósito General un certificado firmado por dos padres de los que asistieron.
3.En Italia nuestros novicios, tras conseguir el diploma del liceo, no quieran ir a hacer estudios civiles a la universidad, hasta después de ser ordenados sacerdotes; mientras tanto dedíquense a los estudios sagrados, den clases en escuelas primarias o cuiden a los internos de los colegios.
4.En Italia los hermanos dejen todo lo que posean en el testamento a herederos designados por el Prepósito Provincial; si alguno se negara después de un aviso bondadoso, carezca de todo tipo de sufragio, mientras persistiere en su obstinación. Aquellos que ante la ley civil recibieron en propio nombre los bienes de algún hermano, habiendo sido designados sus herederos, entreguen el testamento. Los detractores serán suspendidos a divinis y de utroque suffragio hasta que hagan lo mandado.
5.En las Provincias extranjeras, para mantener la unión con toda la Orden, los novicios que profesen incluyan en la fórmula, de acuerdo con las Constituciones, el nombre del prepósito General.

Para que sean mejor conocidos por todos los nombres de los difuntos y sus hechos, los Padres determinaron elaborar una Ephemerides bimestral en la que no sólo se hable de ellos, sino también de hechos notables de toda la Orden que ocurren actualmente.

Los Padres también tomaron otras decisiones, tal vez no menos importantes, sobre restaurar la perfección de la vida comunitaria, en la cual se cultiven todas las virtudes de los religiosos; sobre vincular más entre sí las Provincias italianas; pero como se trata de cuestiones que merecen un estudio más amplio, los Padres decidieron que el Prepósito General confiara su estudio a un equipo de tres personas.

También se habló de editar, con una organización nueva, nuestras Constituciones, que se encuentran en un estado confuso, tras establecer algunas normas para su edición, quisieron que el Prepósito General nombrara tres personas y que dirija su trabajo, para poder editar el Cuerpo de Derecho Calasancio.

Además, se habló de la solemnidad que en el mes de febrero celebrará el orbe católico en honor de León XIII, al cumplirse los 50 años de su episcopado, y unánimemente los Padres que cada Provincia, sin que le cueste un sacrificio muy grande, contribuya con una oblación, que deberá enviar al Prepósito General para que él las ofrezca conjuntamente al Sumo Pontífice con la felicitación.

Además, para que no pase en silencio el año 1897, en que comienza el cuarto siglo desde la fundación de las Escuelas Pías, los Padres Capitulares decidieron que “se edite un volumen de colaboraciones en el que aparezca la unidad de la Orden, con la historia de las Provincias, y con temas relativos a las ciencias y a las letras, en idioma nativo o en latín. Cada Prepósito Provincial elija los escritores, e informe al Prepósito General de sus nombres con los argumentos que van a tratar. Él, por sí mismo, o por medio de algunos más doctos de los nuestros, dirigirá toda la obra; los gastos se repartirán a prorrata entre las Provincias”.

Se habló luego de escribir una nueva Vida del B. Pompilio Mario Pirrotti, me encargaron a mí escribirla, y prometí que lo haría; si no me lo impiden otras actividades relativas a mi cargo, no dejaré de cumplir lo prometido.

Finalmente, como nuestra vetusta casa de San Pantaleo, como después de la abolición civil de las Órdenes religiosas ya no está en poder nuestro, los Padres Capitulares, hasta que lleguen tiempos más felices, decretaron lo siguiente: “Para que el Prepósito General con los suyos, con los objetos y documentos antiguos no sufran ninguna violencia, trasládese la sede de toda la Orden a la nueva casa en Vía Toscana, barrio Ludovisi, con el templo incluido, dedicada a San José de Calasanz.

Estos son los temas principales que fueron tratados y decididos en nuestro Capítulo, cuya observancia hay que cumplir de manera religiosa. Tened todos bien claro en vuestra mente: cualquier orden que desprecie los capítulos generales, que son la voz y la autoridad en que se funda, no es un cuerpo vivo, sino que se está convirtiendo en un cadáver.

Quiero que sepáis que confío que me ayuden en mi tarea cuatro hombres integérrimos y dignos de todo respeto, que serán mis Asistentes: P. Daniele Malavisi de la Virgen de los Dolores; P. Dionisio Tassinari de S. Sebastián; P. Pietro Stella de la Anunciación; P. Sisto Bonaura de S. Vicente Ferrer. Procurador General: P. Rafaelle Cianfrocca de S. Estanislao.

Los Prepósitos de cada Provincia procuren obedientemente que en cada casa, reunidos los hermanos en el oratorio, oigan esta carta; anímenles a cumplir lo mandado con buenas palabras, y procuren que no llegue a conocimiento de extraños.

Jesucristo y su Gran Madre; S. José de Calasanz y el Beato Pompilio María desde el cielo, y yo en la tierra, bendigan a todos.

No faltaron los religiosos que le felicitaron por su reelección, como el P. Luigi Leoncini, que desde Carcare le escribía[Notas 3]: La Orden necesita ser gobernada por una mano enérgica y emprendedora. Tiene ante sí otros seis años para llevar a cumplimiento las antiguas reformas, idear y poner en práctica otras nuevas para bien nuestro y de la juventud. Serán otros seis años de lucha, de fatigas y amarguras, pero ya está aguerrido y tiene al ánimo grande y probado, pronto para los días serenos y para los tempestuosos. Además de la ayuda celeste no le faltará el consuelo, el apoyo y las oraciones de los religiosos que anhelan vivamente ver completamente despiertas de su largo sueño a las Escuelas Pías, y verlas crecer en auténtico espíritu de piedad y actividad enérgica, y como consecuencia en honra ante Dios y ante los seglares.

Al ir pasando los años, sintiéndose cansado y enfermo, intentó presentar su dimisión varias veces. Sin embargo, se resignó para seguir al frente de la Orden hasta el final del sexenio. Tras 14 años al frente de la Orden, el P. Ricci tenía todos los motivos para esperar que en 1898 no sería reelegido. Sin embargo, se equivocó. Durante su largo mandato se había hecho querer por todo el mundo, y por eso los capitulares expresaron su reconocimiento votándole de nuevo. En su circular de fecha 1 de noviembre de 1897[Notas 4] intimaba el capítulo general, expresando sus sentimientos:

Rindiéndome a las razones autorizadas de mis Asistentes, a las quejas benignas de hermanos sabios y sinceros, yo me resignaré, si la Providencia no dispone lo contrario, a abrir el no lejano Capítulo General, que desde hoy os anuncio. Esto significa que yo me resigno a diferir el anhelado tiempo de recuperar mi tranquilidad, de retomar la interrumpida publicación de mis pobres estudios, para que después de muchos esfuerzos y trabajos para devolver la elección del Superior de la Orden a sus electores naturales, no se vuelva, por mi causa, antes aún del final de los primeros seis años, a pedir un Vicario a la Santa Sede.

Conviene que me vuelva a presentar ante la Orden convocada, para deciros por qué no todas las decisiones tomadas en 1892 hemos podido realizarlas; para contaros que, aunque no hemos terminado todavía el edificio, en medio de tantas penas, peligros y desilusiones, con la ayuda de Dios y con vuestro apoyo y el de los hermanos extranjeros, los húngaros en primer lugar, logramos tener una casa propia en Roma para tener tranquilamente nuestras reuniones capitulares. Conviene que os diga yo mismo, después de catorce años de experiencia, los defectos de los cuales la Orden debe despojarse, las nuevas actitudes a las que debe disponerse para capacitarse para realizar mejor las intenciones del Fundador y las esperanzas de la Iglesia en nuestra obra; yo, que he estudiado todos los progresos reales, que he intentado todas las pruebas posibles, no deteniéndome sino cuando continuar me parecía un error.

Sin duda un montón de cosas hechas podían haber salido mejor: que salieran perfectas podían esperarlo sólo uno pocos que no trabajan sino con su lengua, dejando descansar la mente y la mano.

Hago saber por lo tanto a todos vosotros Escolapios de Italia que el día 2 de agosto del próximo año 1898, en Roma, en la nueva casa llamada de S. José de Calasanz, tendremos el Capítulo General para la elección del Superior de la Orden. Dos o tres días antes, todo el mundo procure presentarse. Desde agosto pasado se pidió y se obtuvo del Papa LEON XIII el permiso para dispensar, en su caso, las formalidades de menos cuenta, que no afecten al hecho y la sustancia de las elecciones y de aquellas exigencias que, debido a las condiciones aún tristes de las comunidades religiosas en Italia y de las leyes en el extranjero, o mantenidas en vigor, o resucitadas hoy, podría aducirse como pretexto para no intervenir. De hecho, en cuanto a los de fuera, el Santo Padre me ha hecho saber su expreso deseo que ninguno falte a la llamada.

Los Provinciales de Italia, por tanto, intimen a los rectores de las casas, que reúnan los requisitos prescritos, para reunir, en el presente año 1897, el capítulo local, donde elijan el vocal (y el adjunto para suplirle si es necesario) que con el Rector debe intervenir en el Capítulo de la Provincia. Este Capítulo se tenga en los primeros seis meses de 1898, y conviene anunciar la fecha cuanto antes, para que los rectores tengan facilidad para la preparación de los documentos a ser presentados. En el Capítulo Provincial, además de las ternas para los cargos de Provincial y Rectores, se elegirán dos vocales que intervendrán en Capítulo General y un suplente; este año además debe también formarse la terna para elegir al Asistente General.

Hemos perdido en los catorce años de mi generalato Superiores muy dignos; Lucio Muscogiuri, muy diligente; G. Batista Garassini, de mucho sentido común; Franz Benda decoro de la institución en Austria; Emeric Lévay nuestro brazo vigoroso en Hungría; los Asistentes, de toda confianza para mí, Andrea Leonetti y Daniel Malavisi, cuyos nombres por la pureza de ánimo, obediencia y desinterés, merecen ser escritos, si lo tuviéramos, en el libro de oro; y mi mismo antecesor José Calasanz Casanovas, predicador silencioso de toda virtud escolapia con el ejemplo hasta el último día desde su antigua habitación.

Poned en su lugar hombres similares: recordad que el Prepósito de la Orden debe salir solamente de entre los participantes en el Capítulo General. Sed serios y valientes; los tiempos son tristes, pero nuestro Instituto todavía no ha llegado a su final; y los rechazos dolorosos, que hasta ahora he tenido que dar a peticiones insistentes de buenos católicos, son prueba elocuente.

La próxima solemnidad de los tres siglos cumplidos desde el nacimiento de las Escuelas Pías, moviendo sus recuerdos conmovedores, os enfervoricen de tal modo que de este mismo Capítulo General la Orden, entrada ya en su cuarto siglo, alcance nuevo vigor para mantener entre los crecientes peligros, siempre fiel la juventud a Cristo Redentor y a la única maestra, la Iglesia.

Tampoco en esta ocasión acudieron todos a la invitación, a pesar de la insistencia del deseo del Papa. Sí vinieron representantes de Hungría; en cambio los superiores de España fueron tajantes: un Papa nos separó de Roma con una bula; para volvernos a unir, hace falta la bula de otro Papa. Los asistentes al Capítulo fueron 24. En esta ocasión el P. Mauro necesitaba una mayoría cualificada para ser reelegido, y no la obtuvo hasta el tercer escrutinio (20 votos de 24). De nuevo comunicó en una circular, fechada el 20 de octubre de 1898[Notas 5], el resultado del capítulo, con algunos de los decretos adoptados. Su lamento por haber sido reelegido suena muy sincero, de alguien que acepta sacrificarse hasta el final (como su predecesor el P. Calasanz Casanovas):

Lo que yo de muchas maneras, de palabra y por escrito, había procurado que no sucediera en el Capítulo General, es lo que precisamente ha ocurrido; y por tercera vez los votos de los hermanos de Italia y del extranjero han vuelto a buscar mi pobre persona. Responder con un “no quiero” a las razones aducidas con tanta benevolencia contra mi rechazo por el Emmo. Protector y Presidente LUCIDO MARÍA PAROCCHI, que durante catorce años nos ha colmado de cortesías a nuestra Orden y a mí, requería un esfuerzo superior a mis fuerzas. Y también para no dar un mal ejemplo de desobediencia, tuve que resignarme.

Uno sola cosa en medio del gran descontento me sirvió de consuelo, el funcionamiento del mismo Capítulo, tan sereno y tranquilo, y el pensamiento de que, sin la nueva casa de San José de Calasanz, erigida con vuestra ayuda, y con tantas penas mías, del Procurador General y de mis Asistentes, estando todas las demás casas romanas en poder de otros, no habríamos tenido un lugar para reunirnos libremente y conocer de oídas, por segunda vez, los sentimientos y aspiraciones no digo de los Provinciales y Vocales italianos, sino también las de los que nos son más caros, los de fuera. Austria nos mostró con sus enviado que, en todo momento, ella estaba lista para levantarse otra vez, mientras el discurso de su vocal mostraba en él a un excelente erudito latinista; Bohemia nos convenció de que el verdadero espíritu católico heredado de los mayores, enviados allí por el mismo Calasanz, no sólo no se ha apagado, sino que arde muy vivo; Polonia nos dio la esperanza de que, pasadas las grandes dificultadas para su reconstitución, encontrará los medios para consolidarse inaugurando los nuevos tiempos con la antigua observancia; y la caballerosa Hungría nos aseguró que había depuesto los antiguos miedos y que, en cuanto al bien de la Orden, está plenamente con nosotros.

Pero el capítulo de la Orden no se reúne cada seis años sólo para elegir a su Prepósito General; es un órgano legislativo, que puede imponer leyes y reformas para conservarse bien, para expulsar los malos humores que mancharían las Constituciones. Y la pronta docilidad que nos obliga a todos nosotros en conciencia a someternos a ellas demuestra si el cuerpo es saludable y aún perfectible, o si está corruptos, o moribundo, o muerto.

Estas prescripciones y reformas, discutidas en tres congregaciones especiales, presentadas al Capítulo y aprobadas por él, yo os las transcribo ordenándoos su cumplimiento exacto.

I.Manteniendo firmes nuestras antiguas leyes sobre publicación, ya que a menudo ocurre que directores de buenos periódicos piden a los nuestros breves escritos para ser publicados en seguida, no debiendo tampoco estos escapar a la censura de la Orden, se manda que se sometan al Rector de la casa, o a otro Padre delegado por él.
II.Como se ve que los maestros de las escuelas primarias, y de las primeras escuelas de secundaria, después de obtener el diploma oficial para enseñar, no siempre procuran ampliar, continuando por sí mismos, sus estudios, se ordena que los Provinciales, cada año, propongan argumentos a tratarse por escrito en un cierto plazo de tiempo, y a dar premios a los más dignos, y publicar sus nombres en el catálogo de la Provincia.
III.Visto cómo las casas pequeñas están demasiado cargadas por los sufragios por los difuntos de toda la Orden, se ordena que, continuando cada Provincia celebrando por sus religiosos según lo habitual, por los de otras Provincias en las casas donde hay menos de seis sacerdotes, se celebre sólo una Misa.
IV.Después de haber preguntado si nuestras Ephemerides Calasantianae debe continuar, o no, el Capítulo General respondió, y aprobamos, que siga, pero de modo que todo el peso no gravite sobre el Director de la edición, sino que cada provincia nombre un corresponsal para entenderse con él, y que le envíe alguna noticia digna de ser conocida.
V.Es conocido con qué aplauso fue aclamado por todos el trabajo en beneficio de los hijos de los presos. Solicitados en repetidas ocasiones, no nos hemos negado a participar en esta hermosa y nueva forma de caridad cristiana, y las Escuelas Pías fueron a Pompeya. Ahora, ya que se trata de consolidarlas, el Capítulo General ha sancionado con nuestra aprobación, que cuando el Fundador y el Cardenal Prefecto nos aseguren con un documento serio nuestra continuación allí, los Provinciales de Italia deberán ayudar para enviar cada uno, según sea necesario, algún religioso de la Orden.
VI.Siendo necesario asegurar que los activos de la institución en Italia no se pierdan, el Capítulo General ha impuesto, y estamos de acuerdo, asegurarlos con el tipo de contrato ya concluido en Liguria con el Ayuntamiento di Chiavari; contrato por el cual, siendo muchos los compradores, todos sin herederos, tras la muerte de cada uno su porción de la propiedad pasaría a los demás hasta el último, que entregaría toda la posesión a nuevos propietarios.
VII.Después de ver los riesgos y los daños sufridos en Italia porque algunos descuidaron nuestras órdenes, el Capítulo General decide que se obligue, como nosotros dimos la orden, a los Provinciales a designar a un padre mayor que controle que cada uno escriba su testamento, los guarde o al menos sepa el contenido de todos; después de la muerte de los herederos haga renovarlos, y cada cinco años, que cada cual renueve el suyo, para que nadie sigue siendo heredero en edad demasiado avanzada.
VIII.Para remediar el grave lamento que las Sagradas Congregaciones Romanos han hecho muchas veces sobre la observancia decaída en algunas Provincias, el Capítulo recomienda que el nuevo Superior General energice a los Provinciales para que cuiden cada vez más las costumbres religiosas; para consolidar, en su caso, el santo ejercicio de la oración; para mejor controlar en casa y fuera el comportamiento de los más jóvenes; para llevarse bien con los Obispos, sin perjuicio de nuestros derechos, en todo; para mantener lo más estrictamente posible la clausura prescrita, procurando en la medida de lo posible no confiar en ningún servicio a mujeres dentro de nuestras casas.
IX.Todo el mundo sabe que la vida totalmente común es el fundamento de las Órdenes Religiosas. Durante mucho tiempo, a causa de las frecuentes vicisitudes, se han interrumpido varias de sus prescripciones; hoy en los Institutos donde ella renace íntegra, es una prueba que demuestra que han renacido. Pero a menudo en estos Institutos el buen deseo de volver a lo antiguo desea conservar ciertos abusos, también ellos convertidos en antiguos con el tiempo. El Capítulo General no quiere despertar en la Orden ninguna discordia (última desgracia para ella) se contenta, por ahora, con imponer, como imponemos que nuestros religiosos no se presten a dar clases particulares sin la autorización expresa del Superior y nunca por un precio convenido; si se recibe algún agradecimiento, el superior indicará su uso. Con el mismo fin también se prescribe, como nosotros determinamos, que los nuestros anden vagando para celebrar misas o los oficios sagrados por iglesias y oratorios públicos o privados.

Finalmente, surgida la cuestión de si el Superior General debe ser elegido entre los mismos componentes del Capítulo, o bien de todos los Padres de la Orden que reúnan los requisitos prescritos, el mismo Capítulo, instado por el Emmo. Presidente para definir la cosa permanentemente, sancionó que la elección debe hacerse sólo entre los padres del Capítulo.

Estos no son todos los temas discutidos y aprobados, sino los más urgentes de ser conocidos por el momento; de esto se puede ver que nuestra Orden en muchas cosas debe continuar adelante, en muchas otras debe volver detrás. Volvamos a aquel espíritu de sacrificio que dio a la Orden verdaderos Escolapios; sea el primer pensamiento de cada uno mejorarse, la mejora de la Orden; para esto S. José de Calasanz nos llama a sí, no para darnos disfrutes terrenos, no en beneficio de familiares o amigos. Acabemos con las palabras llenas de promesas, pero demasiado a menudo vacías de hechos. Y sean los Provinciales los primeros en dar ejemplo, poniendo en práctica las prescripciones que pueden ponerse inmediatamente en obra.

Para ello, con la mayor actividad, yo vigilaré, y me ayudarán mis Asistentes, elegidos por el Capítulo General, que son:

P. DIONISIO TASSINARI DE SAN SEBASTIAN

P. CARLO PISSARELLO DE LA VIRGEN MARIA EX-PROVINCIAL

P. SALVATOPRE ADDEO DE S. GIOVANNI EVANGELISTA

P. RAFFAELE CIANFROCCA de San Estanislao, que yo también he reconfirmado como PROCURADOR GENERAL.

Y sobre todo que espero que me ayuden Dios y su divina Madre, San José de Calasanz y el B. Pompilio, en cuyo nombre os bendigo.

Un año después de ser reelegido, pensó seriamente en dimitir, viéndose enfermo y sin fuerzas. Probablemente pensó en emplear la misma fórmula que le había llevado al frente de la Orden: nombrar un Vicario General. Debió consultar con sus Asistentes Generales. Conocemos la respuesta de uno de ellos, Salvatore Addeo. Le escribía este el 28 de septiembre de 1899[Notas 6]:

En cuanto a su renuncia, V.P. Rvma. sabe bien cómo pienso yo, y por eso comparto la opinión de Mgr. Mistrangelo. Pero si Vd. está firmemente decidido a renuncia, y de acuerdo con nuestras Constituciones para el nombramiento de un Vicario General, yo voto por el P. Cianfrocca, porque de los cuatro Asistentes es el único, en mi opinión, que pueda desempeñar bien el cargo, pues tiene medios para conocer, en cuanto Procurador General, las necesidades de la Orden, y también porque en Roma tiene las relaciones necesarias para quien deba estar a cargo de los asuntos. Pero con ese nombramiento, ¿se proveerá realmente a las verdaderas necesidades de la Orden en general, y de la provincia Romana en particular? Lo dudo mucho; más bien preveo que en nuestras Provincia la discordia se hará más intensa, y aumentarán los problemas. ¡Que el Señor haga vano mi presentimiento! En todo caso, V.P. Rvma. antes de renunciar piénselo bien.

Pero no presentó la renuncia, pues esa debió ser la opinión de sus consejeros. Y tampoco escribió más cartas circulares. El 27 de enero de 1900, tras una breve enfermedad, falleció en Roma. La siguiente Circular la envió el P. Tassinari el 4 de febrero de 1900[Notas 7]:

Dionisio Tassinari de S. Sebastián, Vicario General, al P. Pedro Gómez. Vicario General de España y a los Prepósitos Provinciales de las Escuelas Pías. La salvación en el Señor.

Querido hermano en Cristo. Es innecesario que recuerde a Tu Paternidad las virtudes y méritos del P. Mauro Ricci, Prepósito General recientemente fallecido, puesto que lo has conocido dirigiendo las Escuelas Pías como un moderador serio y sabio.

Quiero que sepas que yo, como el más antiguo de los Asistentes, de acuerdo con nuestras Constituciones, asumo el gobierno de nuestra Orden hasta nueva orden.

Quiero que Tu Paternidad sepa que, si necesitas que se resuelva urgentemente algún asunto de tu Provincia, está a tu disposición el P. Rafael Cianfrocca, que sigue ejerciendo el cargo de Procurador General.

En Roma, 4 de febrero de 1900.

Dionisio Tassinari, Vicario General.

Los PP. Provinciales envíen copia de esta carta a todas las casas.

Notas

  1. RG 24, 36.
  2. RG 24, 40. 26 octubre 1892.
  3. RG 249 a 4, 92. 24 agosto 1892.
  4. RG 24, 45.
  5. RG 24, 48.
  6. RG 249 l 1, 16.
  7. RG 24, 50.