BartlikAnales/1645

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Año 1645 de Cristo. Primero de Inocencio X. Noveno de Fernando III. Cuadragésimo octavo de las Escuelas Pías.

Al principio del presente año pronto se vieron en muchas partes óptimos presagios, para la Orden, ya que se veían tantos indicios recomendándola que anunciaban un resultado óptimo, principalmente porque se esperaba mucha cooperación para promover nuestro bien por parte de muchos magantes con autoridad. Entre los cuales fácilmente se puede dar el primer lugar al serenísimo rey de Polonia Ladislao IV. Pues este por medio de su internuncio el Rvdo. Abad Lipski, encargado de los negocios del reino ante Su Santidad, envió también un memorial a favor nuestro, con muchas recomendaciones a muchos otros cardenales.

Otro fue el Ilmo. y Rvmo. D. Bernardino Panícola, obispo de Ravello, que no era el último amigo de nuestro instituto, sino que, por el contrario, casi era uno de los nuestros, el cual, viniendo a la ciudad para expresar su reverencia a Su Santidad y a felicitarle, hizo mucho por nuestro bien común. Pero en verdad la fuerza y la potencia de los adversarios creció, hasta el punto de prevalecer frente a tan grandes príncipes, con lo cual se desvaneció para nosotros toda esperanza de victoria. Contemos los sucesos en orden.

Memorial del Rey de Polonia

Así dice el memorial de la real majestad:
“Beatísimo Padre,
Hasta ahora he insistido siempre en el asunto de las Escuelas Pías, y no ceso de insistir, a causa del daño considerable que se seguiría para las fundaciones en mi reino y en otras partes si sucediera lo que se dice; no sólo porque se frustraría el deseado efecto, sino también a causa de la obra en sí que emana de este instituto para el bien común, por lo cual nos sentiríamos defraudados con gran disgusto tanto yo como los nobles que han dedicado sus esfuerzos a fundar las Escuelas Pías. Y puesto que sabemos que todas las causas y controversias de este instituto dependen solamente del asesor del S. Oficio, enemigo acérrimo de ese instituto, nos dirigimos a Vuestra Santidad para suplicarle que se digne con benevolencia encargar el seguimiento de estos buenos padres a otro que sin estar guidado por la pasión pueda discernir con justicia sobre sus asuntos, y al mismo tiempo respete también sus derechos, para que no ocurra como en el pontificado anterior, que se oprima con mortificaciones a los que no se ha oído, y se permita que sean oprimidos. La gracia presente, que pedimos con toda la reverencia y con significado de obsequio real[Notas 1], la contaremos y reconoceremos en el futuro entre los especiales favores concedidos por la Sede Apostólica a nosotros y nuestro reino. Ladislao, Rey de Polonia.”

Para poner como testigo claramente el regio y egregio afecto que tenía a nuestra Orden, véase lo que suplicó desde Varsovia.

Escribió también cartas de recomendación como dije antes a los cardenales Ginetti, Falconieri, Alteri, Pallotti y Panziroli; como no tenemos copia, bastará con que copie una de ellas.

Reverendísimo Panícola

¿Qué hizo por nosotros el Rvmo. Panícola? Puede verse por una carta escrita por él mismo al P. Vicente de la Concepción a Nápoles. Esto es lo que le escribió:
“La paz de Cristo.
He arreglado vuestro asunto para lograr que a vuestro P. General se le restituya su honor y cargo con sus asistentes, añadiendo otros dos a su número con voto decisivo hasta el mes de septiembre, cuando será convocado el Capítulo General, y entonces se resolverán las restantes cosas mejor y de forma más completa. Ciertamente por aquí se avanza con cierta frialdad, pero voy moviendo cada piedra para que se confirme el feliz efecto que escribo. Mientras tanto oren por mí, y pidan el auxilio de la Divina Majestad. Roma, 13 de mayo”.

Eso decía. Con lo cual, aunque el P. Vicente se fiaba de la dignidad de la persona, sin embargo pidió al P. General que le informara más sobre lo anterior. Por lo cual el P. General se dignó enviar la siguiente respuesta sobre el asunto a su fidelísimo Achate.

Carta del P. General

“Por la carta que me envió con fecha 20 de los corrientes que le han llegado noticias acerca del acuerdo nuestro logrado por medio del Rvmo. Obispo Panícola. No fui en contra, sino que acepté la condición. Pero luego, no sé por qué, parece que cambió la cara de las cosas, pues le dijeron que no querían 6 sino 8 asistentes. Pero como esto no parecía a propósito, esperaremos encontrar otros medios. Le informaré de lo que suceda. El cardenal Cecchini ni está en la Congregación, ni se nos ha dado como protector. Dios es y será, por su misericordia, nuestro protector perpetuo. Roma, 27 de mayo de 1645. José de la Madre de Dios.”

Al mismo P. Vicente, con ocasión de que un cierto hermano nuestro José[Notas 2] pasaba a Turi a ver al médico y esparció en Nápoles que el P. General era ya completamente inepto e inhábil para todo, incluso para decir la misa excepto la de réquiem, le respondió con estas palabras:

“No crea vuestra reverencia (son palabras del Padre General) de las cosas que pasan sino lo que yo le escriba. En cuanto a la misa, han contado mal, pues hasta ahora digo siempre la del oficio corriente, cuando es doble, y la del domingo, y espero seguir haciendo lo mismo si Dios quiere. Roma, 8 de julio.”

Si en realidad hubiera existido esa inhabilidad, seguramente alguno de los cardenales de la sagrada Congregación habría hablado[Notas 3] de ella en la resolución a la que se refiere el citado obispo de Ravello. No te fatigue leer las palabras del mismo Calasanz al P. Vicente, pues aunque son pocas, para nosotros son de mucho consuelo. Así le dice:

“Ayer hubo reunión de los eminentísimos cardenales, y en ella se decidió que el P. General y sus asistentes volvieran a su cargo… Sólo nos falta dar gracias a Dios.”

Así escribía el 19 de julio. Confirma lo dicho una carta del P. Pedro Pablo de Sta. María escribiendo al mismo P. Vicente en los términos siguientes.

Escribe el P. Pedro Pablo

“La paz de Cristo.
Pasó ya el tiempo del miedo a que a uno le interceptaran las cartas. ¡Bendito sea Dios por ello! El martes por la tarde, nuestros eminentísimos Sres. Cardenales para arreglar nuestros asuntos casi fueron coaccionados por la petición de muchos príncipes y cardenales para tener una reunión. Así pues se reunieron en el palacio del Eminentísimo Roma y después de muchas dificultades y controversias agitadas (unos querían hacer desaparecer la Orden; otros reducirla a una Congregación de votos simples, como la de S. Felipe Neri; otros por fin rica y decorada en el calzarse y con rentas). Después, para que ni el P. Esteban, Pietrasanta y el ilustrísimo asesor se hicieran sospechosos ante el Cardenal Médicis de ser la causa de la división de la Orden, a quien habían prometido estar a favor de la Orden, se concluyó que se restituyera a honor y oficio originales al Padre General con 6 asistentes (encargados del gobierno total).
Por esa razón muchos eclesiásticos y seglares nos han felicitado, a pesar de que en el palacio vaticano había sonado la voz de que se iba a perder la Orden. Pero ¿quién puede ir contra Dios, si Él está a favor nuestro? Inmediatamente después de ese mismo día, es decir, hoy, el 19, hicimos en casa una exposición del S. Sacramento, cantamos el Te Deum laudamus, y por parte tanto de los escolares como de los colegiales hubo abundancia de oraciones en acción de gracias. Roma, en Borgo, 20 de julio.
Hermano y siervo de vuestra reverencia, Pedro Pablo de Santa María.”

Para apoyar más lo anterior copiamos también una carta escrita por el mismo P. General, que dice lo siguiente.

Confirma el P. General

“La Paz de Cristo.
Agradó al Señor que el martes 18 de los corrientes se reunieran los señores cardenales en la residencia del eminentísimo Roma, donde se decidió que yo volviera a mi estado prístino. Espero que si Dios me da vida, nuestras cosas volverán al estado prístino. Ahora deberán tratar de elegir a los Asistentes, y no se sabe si entrará alguno de los anteriores. Ya les anunciaré lo que ocurra. Mientras tanto oren para que Dios tres veces Santo nos asista a todos con su gracia. Roma, 22 de julio.”

Así escribió al P. Vicente, como él mismo atestigua en su Anotaciones, Tom. 2, lib. 2, fol. 138.

Y para que no se dude sobre el acontecimiento esperado, no nos duele ofrecer también un testimonio doméstico del P. Esteban de los Ángeles, el adversario diametralmente opuesto a nuestro padre fundador. Escribe al P. Juan Lucas, provincial de Nápoles, de la manera que sigue.

También el P. Esteban

“La paz de Cristo.
El martes pasado se tuvo una reunión de los cardenales que tratan sobre nuestros asuntos. No hicieron ningún decreto. Pero es seguro que se va a restituir al P. fundador el título de General con asistentes, que tendrán voto decisivo.” Así dice él.

Parece pues cierto, incluso para sus adversarios, que se había decretado y declarado la restauración del Padre General. ¿Por qué, pues, no se llevó a cabo? Entre los muchos adivinadores, nadie se expresa mejor que el mismo P. Esteban, que termina su carta anterior de esta manera: “Sin embargo, el arreglo de los asuntos de la Orden está en nuestras manos, si queremos ponernos de acuerdo unos y otros.” Así decía el P. esteban con fecha 22 de julio.

¿Acerca de qué había que ponerse de acuerdo? Como ya lo dijimos el año pasado, no lo vamos a repetir aquí; basta con decir que el P. General no podía ni quería aceptar la proposición de Esteban y Pietrasanta, porque ambos tendían claramente a la destrucción de la Orden, que se seguiría de aceptarla; y aunque había previsto la fuerza en contra suya, él también pedía a sus partidarios que pusieran su fuerza en el auxilio divino. Testigo, el P. Vicente, Tomo 2, p. 2, fol. 128.

Pero oigamos al mismo P. Fundador la confesión y queja escrita al tantas veces recordado P. Esteban.

Cartas del P. General

“La paz de Cristo.
Escribí a vuestra reverencia, y también al P. Provincial, que en la reunión de los cardenales del martes pasado día 18 se hizo un decreto en el que se me restituye el cargo. Pero como dentro de la Orden tenemos algunos que se oponen a que yo sea reintegrado, y también fuera de ella, muchos y muy poderosos, no sólo contra mí, sino contra el instituto, no se publicó el decreto, y Dios sabe si saldrá algo en el futuro. Hasta ahora no hay nada nuevo. Mientras tanto oremos a Dios, para que todo sea para mayor gloria suya. Roma, 6 de agosto.”
El día 19, del mismo al mismo.
“La Paz de Cristo.
He visto lo que me escribe en su carta del 12 de los corrientes, a lo cual poco puedo responder. Y es que como no vieron el modo de impedir mi reintegración, buscan por todos los medios impedir el efecto, para mantenerse en posesión de su derecho y oficio.
Y se proponen diversos modos de arreglar el instituto, sin saberse cuál se adoptará, pues esto es algo que debe resolver la sagrada Congregación. Mientras tanto no dejaremos de tomar algunas medidas para conservar el instituto de manera que podamos tender a la perfección religiosa. Dios quiera que esta resolución no se difiera tal como quieren los adversarios. Oremos al Señor para que se resuelva pronto lo que sea para su mayor gloria.”
Más tarde, con fecha 26 de los corrientes, escribe al mismo lo que sigue.
“La paz de Cristo.
No crea vuestra reverencia las noticias que se han escrito. Pues nuestros adversarios se mueven más por la pasión que por la razón. No es cierto que Su Santidad quisiera reprobar el decreto de esta sagrada Congregación. Pero algunos, creyendo hacer bien, han procurado dilatar su ejecución. Y como se ha extendido la voz de que nuestra Orden no se puede destruir directamente, intentan que de manera indirecta sufra algún deterioro. Procuran que en el futuro no se pueda enseñar gramática, sino sólo enseñar a los pobres a leer y escribir. O que enseñe todo, pero esté sometida al ordinario, etc.”

En esta y en todas las cartas anteriores se va viendo poco a poco lo que querían los adversarios. ¿Cuál era, en definitiva, el objetivo que se pretendía? Cuando llegue el momento oportuno mostraremos la palma o laurel.

Ahora continuemos con las cosas que ocurrieron durante el año bajo el gobierno de la visita apostólica y el P. Esteban.

Acerca de los PP. José y Onofre.

El día 22 de enero el P. José de la Visitación, provincial romano residente en Frascati, recibió la orden de comparecer[Notas 4] por ciertos motivos ante el eminentísimo Vicario General. Habiendo obtenido, pues, la autorización para venir a Roma, con ella le llegó una carta en la que se le desposeía del cargo, y se le pedía que no apareciera[Notas 5] como provincial, sino como residente en Ancona, y que entregara inmediatamente el sello y otros objetos concernientes al cargo de provincial al P. Superior General. E hizo lo que le mandaron. Se equivocó pues el que escribió que al anunciarse la reintegración del P. Fundador al generalato quemó fuegos artificiales en Frascati para celebrarlo.

El día 4 de febrero se le envió un decreto a Nursia[Notas 6] al P. Onofre del Smo. Sacramento, ex provincial de Germania, que decía como sigue:
“Silvestre Pietrasanta, visitador apostólico, y Esteban de los Ángeles, Superior y Procurador General de los Clérigos Regulares Pobres etc.
Nos hemos enterado[Notas 7] por el aviso de muchos y por cartas recibidas de que el P. Onofre del Smo. Sacramento, sacerdote profeso en nuestra Orden, escribe a menudo cartas perniciosas para la paz pública y dañosas para su alma a Germania y Polonia, con las cuales intenta excitar una división detestable entre las religiones, y promover la sedición contra los superiores. Nosotros, buscando la paz de aquellas provincias, y queriendo favorecer el bien del alma de este padre, ordenamos al citado P. Onofre en virtud de santa obediencia y pena de excomunión en la que caerá ipso facto, que en el futuro deje de enviar cartas a Germania o Polonia, ni por sí mismo ni por otro en su nombre o por su orden, a ninguna persona, ni regular si secular, y que no reciba, abra, lea las recibidas, ni procure que se las lean otros, hasta que no reciba nuestro permiso por escrito. Por lo cual si juzga necesario escribir algo, que nos envía a nosotros la carta, para que la enviamos según nuestro arbitrio. En fe de lo cual, etc. Roma, el día de arriba, 1645.
Silvestre y Esteban, como más arriba.”

Acerca del P. Buenaventura…

El 15 de abril el P. Buenaventura de Sª. María Magdalena, asistente general, tras obtener permiso vino de Moricone a Roma durante tres días para tratar ciertos asuntos, y porque pasado el plazo no volvía a su casa, el P. visitador en virtud de santa obediencia le ordenó que volviera a su casa. Pero dicho padre, como le parecía que no podía cumplir inmediatamente esa orden, confesó ingenuamente su indisposición (pues tenía 70 años), y para lograrlo suplicó también a la Santa Sede que se le permitiera permanecer libremente en Roma. El P. Visitador entonces le prohibió salir de su habitación, y tratar con los de la casa. Y como esto no era suficiente, al pasar algunos días sin que se fuera de Roma, añadió amenazas. Pero el P. Buenaventura, no rindiéndose ante la orden de no hablar con la gente, también se quejó de violencia y presentó un recurso ante Su Santidad. ¿Cuál fue el final de este pleito? No veo nada escrito. Pero de esto se puede deducir qué gobierno más despótico ejercía el P. Pietrasanta, incluso con los ancianos y eméritos.

Enajenaciones y despojo

Durante este mismo año se vendieron 27 imposiciones en el Banco de las Cámaras por valor de 3023 escudos, que rentaban más de 121 escudos anuales a la casa de San Pantaleo. Se vendieron con la escusa de que había que reparar la casa por un coste de 1635 escudos. ¿Qué se hizo de ese montante después de pagar esta cantidad a don Venancio Bruno? Sólo el P. Esteban y Pietrasanta lo saben.

Bajo este mismo gobierno fue despojada por la noche la sacristía de San Pantaleo, y en particular fueron robados la caja de las limosnas para celebrar misas, y un cáliz. Se investigó para ver quién pudo ser el autor, pero no se encontró nada seguro. Se sospecha que fue uno de los próximos al P. Esteban. Después fue depuesto de su cargo de superior de la casa de S. Pantaleo el P. Fernando de S. Jerónimo, aunque este por orden del Eminentísimo Vicario del Papa, porque no hacía leer las bulas pontificias en la mesa. Este caso fue mal recibido por el visitador y por el P. Esteban, y ocasionó graves problemas, que se narrarán el próximo año. Ahora vayamos al exterior.

Archivum Scholarum Piarum 3 (1978, 1-29)

Carta de Germania

¿Fue celosa y solícita la provincia de Germania por el bien común de toda la Orden? La respuesta puede deducirse en el escrito siguiente, dirigido a la S. Congregación creada para tratar sobre nuestros asuntos:

“Eminentísimos y reverendísimos señores,
Puesto que la Iglesia de Dios está formada por grupos religiosos diversos, que son como los miembros y piedras vivas, conviene según la recta razón para alcanzar la plenitud y perfección de este cuerpo místico que incluso los miembros más pequeños no sean rechazados, considerados como inútiles, ni condenados como menos necesarios.
Pues aunque el instituto de las Escuelas Pías es un miembro mínimo en la Iglesia y ¡ay dolor! Para colmo, es condenado y rechazado por aquellos que no lo quieren bien. Sin embargo, además de eso, hay algo que parece intolerable: que el mismo cuerpo de la religión es herido por la ambición de algunos, y se ve hoy día en nuevas disensiones, por lo que ya se ve casi reducido a la miseria, hasta el punto de que un instituto tan santo, aceptado y aprobado por tres santos pontífices, que le concedieron privilegios y gracias, deba ser arrancado como un miembro superfluo o sea considerado inútil en el íntegro y bien formado cuerpo de la Iglesia. A pesar de que, según su ministerio, apenas descansa, sino que se fatiga en la educación de la juventud, que los concilios ecuménicos consideran como la mejor reforma del mundo. Aquí se dedica también a una labor cotidiana, que consiste en procrear hijos de la Santa Madre Iglesia, pues ha realizado no pocas conversiones de herejes, a la cual los mismos eminentísimos y reverendísimos padres, y toda la Congregación de Propaganda Fide nos han animado con cartas paternales que nos han enviado a Germania, viendo cuánto fruto obtiene la S. Madre Iglesia por nuestro instituto.
De lo anterior, si quieren vuestras Rmas. Eminencias, puede dar testimonio el Emperador siempre augusto Fernando III, que tiene tanto afecto e inclinación hacia nuestra Orden que no desdeñó honrar nuestra humilde casa de Nikolsburg con su respetable presencia, sino que por el contrario se complació en mostrarnos su ánimo benevolente hacia nosotros y prometernos su tutela, para que se compruebe que nuestra Orden le es muy grata.
Podría dar testimonio el poderosísimo Rey de Polonia, que introdujo nuestro instituto en lugares de su reino, donde tienen mucha fuerza la perfidísima secta de los arrianos y otras pestes de herejes. Y sobre todo se alegra el piadosísimo rey de tener unos hombres con los que los mismos herejes no rehúsan ser convertidos.
Y para que no seamos glorificados por gente de fuera, somos alabados suficientemente por los testimonios de nuestros[Notas 8] fundadores y del vicario general de nuestra diócesis de Olomuc, que no sólo ven, sino que se alegran mucho de que sus súbditos entren en el seno de la Iglesia Católica gracias a nuestras obras.
Nos duele mucho por tanto el que nuestro instituto a causa de algunos problemas particulares sea sobrecargado por los odios, y no sabemos por qué se impide su progreso mediante la suspensión de su libre facultad de recibir novicios, y por consiguiente nuestro mérito para aumentar con esfuerzo la cosecha de almas, y ambas dependen de la autoridad de vuestras eminencias. Por lo cual suplicamos con toda la humildad y reverencia que podemos que se dignen socorrernos con un remedio generoso para que se arreglen nuestras cosas, de modo que podamos dedicarnos fielmente a los trabajos para ganar almas, tan pronto como nos sintamos favorecidos con los favores que les pedimos. En Nikolsburg, a 3 de enero de 1645.”

Hasta aquí los padres de Germania, o el P. Andrés de S. Francisco en nombre suyo. A la cual pronto quiso añadir una carta de recomendación de nuestro fundador de Strasnize el conde Francisco de Magnis, dirigida a su hermano capuchino de Roma, y que dice como sigue.

Carta del conde de Magnis

“Muy reverendo padre y hermano de mi mayor consideración,
Vuestra paternidad sabe con cuanto celo colaboró el Cardenal Dietrichstein de gloriosa memoria para la introducción del instituto de las Escuelas Pías en nuestra provincia, desde la cual se extendieron a Bohemia y Polonia, y que sin duda con su ejemplo y el de sus religiosos ha habido un aumento tal de la fe católica, y un beneficio del bien común, que me resulta imposible expresarlo suficientemente, hablando sólo de mi ciudad y mi condado de Strasnize, donde estos buenos religiosos continuamente se fatigan en la conversión de los herejes, en absolver y dar la comunión sacramental a los católicos y en catequizar y enseñar tanto las letras como las costumbres cristianas a los niños pobres. He aquí que este instituto tan útil y tan necesario en nuestras partes no es arrancado de raíz, pero a causa de alguna víscera podrida[Notas 9] suya que va extendiendo el mal, poco a poco se muere, pues a los superiores se les ha retirado la potestad de recibir al hábito para propagar el instituto. Por lo tanto, a falta de operarios, esta mies tan abundante va a perecer. El celo por el honor de Dios y por el bien común me mueve a escribir a vuestra paternidad, para que vuestra paternidad, que también siente el celo por la gloria de Dios y el interés por promover la república cristiana, hable rectamente a favor[Notas 10] de este instituto allí donde deba hablarse. De otro modo si estos padres faltaran, temo que en su lugar no habría otros religiosos, sino gran cantidad de soldados, de cuya fuerza y armas con Ragocio harían más daño que una legión entera de monjes. En Strasnize, 24 de febrero de 1645. Siervo y hermano de vuestra paternidad, Francisco, conde de Magnis.”

De este modo expresa su afecto hacia la religión. Por lo demás este hermano suyo, llamado Valeriano, tenía el cargo de nuncio apostólico ante el landgrave de Hesse, que él había convertido a la fe católica, y tal vez tuvo que viajar a Roma para dar cuenta de su misión, y con esta ocasión entre otros asuntos llevó a cabo la recomendación de nuestro instituto que hemos citado y que le había pedido su hermano que hiciera.

Tampoco nuestro príncipe de Nikolsburg pudo evitar el hacer una recomendación de nuestra Orden, como atestigua las carta que le respondió el eminentísimo Colonna, y que dice así:

“Ilmo. y Excmo. Sr.
Ya que a mi natural inclinación a ayudar a los Padres de las Escuelas Pías se añade también la petición de vuestra excelencia por medio de la carta que me ha escrito, puedo asegurar a vuestra excelencia que en lo que de mí dependa no omitiré de hacer todo lo que pueda por ellos en la sagrada Congregación cuando se reúna. En fe de lo cual soy, y permanezco besándole la mano servidor de vuestra excelencia, Cardenal Colonna.
Nikolsburg, 18 de marzo de 1645.”

Carta del Superior de los Premonstratenses

Mientras tanto, para que se vea lo solícito que andaba el P. Provincial para conservar en todo su provincia, puede verse la carta que transcribimos:

“Muy Rvdo. P. Provincial, señor y amigo de toda consideración,
En cuanto a lo que hago según la debilidad de mis fuerzas por amor y celo hacia esa santísima Orden, tuve mucho cuidado en enviar por medio de mi propio correo el asunto, y después se presentó la ocasión de hablar a solas con el Ilmo. Conde de Curtz, con el cual traté cara a cara muchas veces del asunto, y examinando la cosa en diferentes momentos con mucha atención llegamos unánimemente a la conclusión de que no es necesario que su muy reverenda paternidad venga aquí enseguida, pues aun suponiendo que su S. Imperial Majestad pensara salir de aquí al menos este 15, esto no nos parece un motivo suficientemente y determinante[Notas 11]. Puesto que ya tienen la tolerancia para poseer sin ser molestados los colegios aceptados en las provincias de la augustísima casa de Austria, en ello se entiende que está involucrado el permiso tácito del Emperador, además de cierto afecto y protección. Pudiera ocurrir que si pidieran ese permiso, se presentara antes algún argumento de sus potentísimos y numerosos adversarios, que se oponen a ustedes. Y entonces es tan fácil que la sentencia fuera negativa como afirmativa, especialmente porque una vez entregado el pliegue de súplica, antes de obtenerse una sentencia sería comentado en la corte por muchos, según la diversidad de sus afectos. Por lo cual tanto el Sr. Conde como yo juzgamos que para tratar un asunto de tanta importancia es mejor dejar pasar algún tiempo, para estar seguros de que en la corte consta el afecto de muchos notables, Y a esto añadió el citado ilustrísimo conde de Kurtz que mientras Dios le dé vida, los reverendos padres no deben tener ningún temor, porque también atrajo a su opinión al supremo prefecto el Ilmo. Conde de Hautmansdorff, y que pueden estar seguros de todo su afecto. Me prometió también ante mi mayor insistencia que entregaría cartas de recomendación al príncipe de Dietrichstein, para que cuando venga este a Polonia, como suele, tenga la ocasión de recordar esta santa religión. Con lo cual concluyo que, a falta de obras externas imposibles para mí, para plantar esta viña nueva les ofrezco mi mente y mi afecto, y prometo permanecer siempre, como escribo, seguro servidor en Cristo de vuestra muy reverenda paternidad y de toda su Orden, Marcio, superior de Plank.
Linz, 13 de enero de 1645.”

Este revmo. varón pertenecía a la Orden de los premonstratenses, fue abad del celebérrimo monasterio de Plank, consejero de la sagrada majestad imperial y del serenísimo archiduque Guillermo, dignísimo primo hermano de nuestro P. Andrés de S. Francisco, al cual en la misma ocasión le envió la siguiente carta por mano de su secretario.

Otra carta del mismo Superior

“Reverendo Padre,
En relación con un asunto que el muy Rev. P. Provincial tiene intención de someter a su Majestad Imperial, el Ilmo. duque Tomas Kurtz ha querido consultarme algo. Y como tiene diametralmente enfrentados aquellos padres negros de la Compañía que ciertamente son poderosos en la corte, e intentarán impedir con todas las fuerzas y maneras impedir esa gracia imperial, sino que más bien pueden dificultar la tolerancia por la que hasta ahora gracias a Dios pueden obtener y conservar algunos colegios en las posesiones hereditarias de la augustísima casa de Austria y en sus reinos, con gran alabanza de los suyos y con mucho fruto para los demás. Este asunto debe diferirse hasta que se pongan los cimientos para ganarse los ánimos de otros en la corte de los próceres y consejeros, en las cuales la mayor parte jesuitiza. Trautmondorff tiene mucha fuerza en la corte, y como no es negro, o sea, jesuita, en opinión del mismo Ilmo. Conde Kurtz fácilmente pasaría a estar con vosotros odiándolos a ellos, aprovechando la ocasión de que el muy Rvdo. Padre provincial se ponga bajo su protección, conseguido lo cual se abriría el camino que permitirá intentar cosas mayores, y le medio para lograr el intento.”

Hasta aquí su secretario, con la misma fecha, es decir el 13 de enero del presente año. Pues quería el P. Alejandro, provincial de Germania, obtener el derecho dado por la Majestad Imperial para residir en todos sus reinos hereditarios, ya que se había murmurado por aquí que nuestro instituto se había introducido a escondidas en Moravia y Bohemia. Pero fue persuadido para que esperara un tiempo más oportuno para pedir esa gracia, y que por el momento nos bastaba la tolerancia imperial que aprueba y tolera el instituto. Por lo demás, Moravia y Bohemia este año se sintieron muy afligidas y oprimidas[Notas 12] por la guerra, la peste y en ciertos lugares incluso por el hambre. Nos agrada narrar las cosas que ocurrieron a nuestras casas.

Desgracias de Lipnik

De Lipnik escribe lo siguiente el P. Tomás de S. Nicolás, superior: “Nos vimos siempre en muchas dificultades y tribulaciones, y nos vemos desde que Lipnik se rindió a los enemigos. Esto afligió miserablemente tanto a los seculares como a los regulares y demás eclesiásticos. Después de esto nos hicieron salir a la fuerza, a los ciudadanos con dos mil imperiales, y a nosotros con cien imperiales y su jefe, o en caso contrario habríamos ido al cautiverio. Intentando tirar la torre de la iglesia parroquial con pólvora, nuestro hermano albañil Mario Antonio fue obligado[Notas 13] a perforar el muro, pero como estuvo trabajando en vano por espacio de dos horas, el intento del enemigo fue abandonado.

Desgracias de Nikolsburg

El P. superior habla de Nikolsburg con estas palabras: “Vivimos continuamente en el temor de las incursiones del enemigo. Algunos ciudadanos se preparan para huir. La princesa se ha quedado sola después que el príncipe salió hacia Polonia, por lo cual está muy afligida.” Así decía el 12 de febrero.

El día 30 de marzo escribió estas palabras: “Estamos ya rodeados por los enemigos, y he quedado en la casa solo con un clérigo y 5 hermanos operarios, y aquí seguiré mientras pueda para ayudar a tantos ciudadanos afligidos. Permanecer aquí no sería bueno para la religión ni para levantar el ánimo. Liechtenstein, en donde hay dos de los nuestros, fue despoblado hace tres semanas, pero no tengo noticia de los que les ha ocurrido a ellos. También el P. Alejandro está lleno de temor en Litomysl.” Así decía el P. Ambrosio. Del mismo Nikolsburg, el Rvdo. D. Juan Bautista Alovisi, de la Orden del Seráfico[Notas 14] S. Francisco de los conventuales menores, párroco actual de Viltern[Notas 15], escribe lo que había visto con sus propios ojos: “Nikolsburg cayó en manos de los enemigos el lunes de Pascua. Casi todos los padres de Nikolsburg se dieron a la fuga, quedándose allí sólo el P. Ambrosio con algunos hermanos, los cuales no se moverán del lugar mientras tengan víveres. Hasta ahora no les ha ocurrido nada malo. Por el contrario, el capitán de la fortaleza de vez en cuando va a comer al colegio, y yo con ellos, cuando llevaba cautivo ya cinco semanas.” Así le escribía este al P. General con fecha 24 de junio del presente año.

Desgracias de Strasnize. El P. Ambrosio.

De Strasnize le escribe más tarde el mismo Sr. Fundador nuestro al P. General con estas palabras: “Después de volver de Milán a Viena, oí los daños y ruinas causados en mis territorios y mis súbditos, difícilmente reparables tal vez durante mi vida.” Y esto en cuanto a los peligros bélicos. De la peste, que invadió Moravia, también había cartas que se lamentaban, principalmente porque convirtió en víctima al P. Ambrosio de Sta. María, superior de Nikolsburg. El P. Glicerio de S. Carlos describe su muerte con estas palabras: “El domingo pasado, 16 de octubre, a la hora de la oración de la mañana, pasó de esta vida a la otra aquel Isacar de toda la ciudad de de Nikolsburg, aquel celoso, aquel caritativo auxilio de los moribundos, aquel infatigable obrero de la religión, aquel óptimo religioso, palabra y columna de nuestra casa, el P. Ambrosio.” Así escribe al P. General con fecha 18 de octubre.

El P. Alejandro, provincial, escribe también acerca del mismo padre lo siguiente: “Pasó a mejor vida a causa de la peste el P. Ambrosio, superior de esta casa, varón bueno, santo, amado de todos. Todos fueron muy afectados por la pérdida de este hombre, como lo demuestran en nuestros días viniendo de la ciudad a llorar en su sepulcro.” Así escribe él con fecha 23 de noviembre. También de este mal fallecieron dos hermanos operarios en Nikolsburg. Y en Strasnize el H. Juan de la Asunción, clérigo diácono y óptimo amanuense, de nación eslavo o húngaro.

Cuántas preocupaciones tenía el provincial de Germania

No resulta fácil imaginar en cuántos apuros se vio después de la muerte de estos religiosos el P. Provincial de Germania. En Nikolsburg no había ningún sacerdote; tres hermanos operarios cuidaban de la casa. El clérigo F. Jorge de la Natividad de la Virgen agonizaba a causa de la peste. En aquel tiempo toda la provincia constaba de 5 casas y 22 sujetos, entre los cuales sólo había 9 sacerdotes y 4 clérigos, y los demás eran hermanos operarios. No sé quién podría narrar sus méritos, para que yo los cuente. Después, como el P. Esteban de S. Ciriaco se vio obligado a asumir él mismo el gobierno de la casa, los de Litomysl llevaban bastante mal su ausencia, pues estando fuera del peligro de la peste, aunque no del miedo a la guerra, continuaban trabajando en la escuela, con el silencio de las musas en casi toda Moravia.

Acontecimientos en Polonia

No podemos decir nada sobre lo ocurrido en Polonia este año sino que, estando silenciosas las armas, en nuestras comunidades no podían vivir tranquilamente según su deseo a causa de los problemas romanos. Pues aunque se esperaba que mejoraran nuestros asuntos, iban a peor; y así en todas partes no sin ruborizarse se oían decir: “Las Escuelas Pías nada pueden hacer sin la autoridad de los Padres de la Compañía de Jesús, pues dependen del gobierno de Pietrasanta”.

No obstante estos oprobios, avanzaba la construcción de nuestra casa en Varsovia y en Podolín, aunque se temían el peligro de la peste. Pero la suma de todos los males era pequeña en comparación con el de no poder conseguir ninguna decisión que pusiera fin a nuestras controversias, y que no sirvieran de nada las peticiones de tantos príncipes, magnates y del mismo serenísimo rey. Ciertamente se esperaba el feliz acontecimiento en Roma el 10 de septiembre. En cuya fecha habían tenido una reunión los cardenales delegados, pero no fue seguida de la publicación de ninguna decisión.

Carta del P. General

Leamos lo que dice el P. Fundador al P. Vicente, que estaba en Nápoles: “El domingo pasado tuvieron una reunión los cardenales delegados, pero hasta ahora no se ha podido saber si resolvieron algo. Primero tenían que enviar una relación a Su Santidad, lo cual sin duda fue hecho el lunes en el consistorio público.” Así dice el P. Fundador con fecha 16 de septiembre, quien al mismo tiempo envió una súplica por medio del Eminentísimo Spada a la misma Congregación, que decía lo siguiente.

Memorial a Spada

“Eminentísimo Señor.
Se suplica[Notas 16] humildemente al buen hacer de Vuestra Eminencia que no desdeñe cooperar en la Sagrada Congregación para que se quite en nuestra Orden este gobierno de una cabeza, y que se vuelva cuanto antes a lo prescrito por las Constituciones, que requieren 5 personas, según la costumbre de otros tiempos. Y que el instituto se conserve en aquella forma en que fue erigido en otro tiempo por el pontífice Paulo V y confirmado por Gregorio XV, de feliz memoria. Concretamente en lo que se refiere a la pobreza, en la austeridad de comida y vestidos; y en la integridad de la actividad escolar en la que floreció desde el principio. Y no hay motivo de que su Eminencia y la Sag. Congregación tengan miedo de que a causa de nuestro instituto (como algunos inventan de manera inicua) se produzca una disminución en el número de los que se dedican a las artes mecánicas, pues la experiencia de casi 50 años nos demuestra lo contrario. Y mucho menos debe temerse que de nuestras escuelas (como dicen calumniosamente los adversarios) pueda derivarse nada malo contra nuestra S. Madre Iglesia universal, pues además de escribir, leer, ábaco y latín no enseñamos sino el temor de Dios, la práctica frecuente de los sacramentos, la huida del pecado, y los artículos de la fe verdadera, por medio de la explicación de la doctrina sagrada, y el conocimiento genuino, de un modo que no creemos que lo puedan hacer mejor los maestros públicos de la Regina, que reciben una cierta suma mensual y anual del público erario de la ciudad. Y este esfuerzo de nuestro trabajo gratuito por amor de Dios no lo hacemos sólo para bien de los pobres, sino también de aquellos mil otros lugares a quienes no llegan a educar los PP. de la Compañía, que trabajan para el bien de la república cristiana. Pues ¿por qué deberían carecer de las obras tan útiles y necesarias de nuestras escuelas, que nos piden insistentemente, las aldeas pobres, las ciudades pequeñas y los pueblos donde ellos no están?
La última cosa que se suplica es que no es decoroso que el vínculo de los votos solemnes que existe en nuestro se reduzca a votos simples, y que los religiosos por una metamorfosis deplorable se conviertan en seglares.”

Así escribía el P. General al Eminentísimo Spada. Veamos ahora la súplica que envió al eminentísimo Ludovisi.

Memorial al cardenal Ludovisi

“Eminentísimo Señor.
El General y Fundador de las Escuelas, humildísimo suplicante y devotísimo servidor de vuestra eminencia, viéndose manifiestamente a sí y a su instituto (o más bien, de Dios), en el cual lleva esforzándose ya casi 50 años, oprimidos de tal modo que no hay manera de resistir, recurre al poder de vuestra eminencia, suplicando con insistencia para que pueda oponer su autoridad a tanta violencia, pues se intenta perder directa o indirectamente esta obra del mismo Dios. Directamente, tratándolos con opresión; indirectamente, queriendo reducir la Orden a una simple Congregación, y relajar con muy vergonzoso deshonor la pobreza en cuya profesión florece incluso a los ojos de los herejes en el corriente siglo XVII. Si nos ofrece la interposición de su autoridad, no sólo hará algo grato a Dios, sino que servirá al bien de toda la cristiandad, y esta Orden tendrá la ocasión de reconocerle como su protector y conservador.”

Esto es lo que escribió para conservar su instituto al eminentísimo supradicho; del mismo modo nuestro P. General escribió súplicas semejantes a los eminentísimos Ginetti y Cueva.

Escribió también un memorial al Sumo Pontífice, que no puedo transcribir porque no encuentro ninguna copia; pero envió uno por medio del embajador del Gran Duque de Florencia, como atestigua el mismo P. General escribiendo al P. Vicente lo siguiente.

Carta del P. General

“En lo que se refiere a nuestras cosas, no ha ocurrido nada nuevo, pues aunque se celebró una reunión, no se resolvió nada, pues es el Papa quien debe resolver. Con este fin hoy el Ilmo. Embajador del Gran Duque de Florencia presentará un memorial que hemos escrito nosotros. Esperemos que nuestros negocios se concluyan en breve. Mientras tanto V. R. no cese, como ha hecho hasta ahora, de rezar con los suyos para que en este negocio se resplandezca la voluntad de Dios.” Así decía.

Respuesta del Papa a nuestro asunto

Leo la respuesta que Su Santidad dio al embajador florentino el 14 de octubre en el mismo P. Vicente: “El embajador florentino no recibió de Su Santidad el Papa sino un respuesta general, a saber, que se tomarían en consideración y se resolverían nuestros negocios de la manera más conveniente. Sólo nos queda rezar a la Divina Majestad para que ilumine la mente de Su Santidad para resolver lo que sea para su mayor gloria.” Así lo dice.

El P. Esteban toma disposiciones como Superior

Mientras tanto el P. Esteban ordenaba y disponía de las casas y provincias a su capricho, como si creyera que al P. General no se le iba a devolver su cargo. Así hizo provincial de Nápoles al P. Vicente María; al P. Glicerio de la Natividad del Señor, Provincial romano y superior de Narni; al P. Juan Bautista de Sta. Tecla, superior de Nursia, y al P. Carlos de S. José, superior de Palermo. Sin embargo no envió a nadie a Germania. Y tampoco nadie a Cerdeña, donde sin embargo vivían milagrosamente 34 profesos y novicios, como escribió el P. Pedro Francisco con fecha 28 de noviembre.

Cómo era el estado de Cerdeña

Se deseaba allí que uno de los tres que vivían en Génova y hablaban español fuera enviado para ser puesto al frente del noviciado erigido el año anterior, y para gobernarlo y mantenerlo con decoro. En otro tiempo este lugar había sido abandonado por los Padres de S. Francisco de Paula, pero por la autoridad del Ordinario y de la municipalidad de Cagliari había sido entregado a las Escuelas Pías. Después de haberlo reparado con no pocos gastos de nuestra parte, se presentaron de nuevo los Padres Mínimos, e insistieron con todas las fuerzas en que se les devolviera. Por lo tanto era necesario que hubiera un hombre que resistiendo a sus pretensiones pudiera defenderse y defender a los suyos. Sin embargo no enviaron a nadie. A pesar de ello parece que el P. Esteban escribió a las demás provincias disculpándose, y acusando al P. Fundador, porque había impedido que se eligiera vicario general al P. Pedro de la Natividad de la Virgen, cosa que iba a ser hecha en septiembre. Además quería asistentes elegidos a su gusto, y no que fueran indiferentes. Por eso (así decía el P. Esteban) los eminentísimo padres delegados se indignaron, y decidieron elegir a uno de otra religión para que nos gobernase como vicario general.

¿Qué escribió a Nápoles el P. General acerca de esta querella? Lo vemos a continuación.

Refutación

“La paz de Cristo. Acerca de los que se ha dicho sobre el P. Vicario General y otras cosas semejantes, como V. R. me dice, se trata de una gran mentira, y una invención de alguien con poco espíritu religioso y poco espíritu de verdad”.

Así escribe al P. Vicente el 4 de noviembre. Para que se vea cómo trabajó con todas sus fuerzas[Notas 17] para obtener una resolución, véase cómo seguía insistiendo a los Superiores en una carta al P. Vicente.

Se pidió un protector…

“Esta semana se ha presentado un memorial en nombre de toda la Orden a Su Santidad en el cual se suplica que nos asignen como protector al Eminentísimo Cardenal Giustiniani. Le comunicaré la respuesta que recibamos. Yo, mientras tenga aliento, no dejaré de esforzarme por la Orden, hasta que la vea segura. Confío en lo que dice el Profeta, que nos dice a nosotros y a todos: ‘Sed constantes y veréis la ayuda del Señor sobre vosotros’.”

Así escribía con fecha 18 de noviembre.

Por lo demás, en cuanto al efecto que tuvo ese memorial, escribe al P. Vicente informándole como sigue:

“En cuanto al memorial en el que se suplicaba un protector, se nos ha respondido que se responderá como a los demás memoriales: se considerará.” Y más abajo escribe: “Esperemos que después de las fiestas se acuerde de nosotros, y expida lo que deseamos para mayor gloria de ¨Dios. Por lo demás, que Dios os bendiga y os dé una muy feliz fiesta de su santa Navidad, con aumento de las virtudes, y en especial de la humildad.” Así escribe el 16 de diciembre.

Esfuerzos de los PP. de Florencia

Termino el año presente con el esfuerzo y preocupación de los padres de Florencia. Como habían visto que nuestros negocios se prolongaban tanto, y que no había manera de llevarlos al acuerdo y la esperada decisión sobre nuestras cosas, recurrieron a su Gran Duque, y le expusieron cómo nuestro Padre General estaba oprimido, y toda la religión afligida durante más de dos años, a causa de los odios[Notas 18] y gravámenes, de modo que su serenidad ducal se dignó nombrar un procurador que defendiera nuestra causa, concretamente a Bernardino Bisciani, en otro tiempo alumno nuestro, y muy favorable a la Orden, y bien apreciado. El P. General dice a propósito del procurador al muchas veces mencionado P. Vicente: “Cuando pasen las fiestas, el reverendísimo Biscia en nombre de su Duque procurará que se agilicen nuestras cosas, y entonces se verá claramente si nuestra Orden permanecerá íntegramente en su estado, o si habrá alguna reforma.” Así escribía el 23 de diciembre.

Y de esto pasemos ya al año siguiente.

Notas

  1. Original: Regii obsequii. ASP: Regis obsequiis.
  2. Original: Josephi. Falta en ASP.
  3. Original: descendisset. Falta en ASP.
  4. Original: ad Emminentissimum Vicarium Generalem comparere. ASP: ad Emminentissimum per Generalem comparare.
  5. Original: ut non compareat quam Provincialis, sed quam residentialis… ASP: ut si compareat qua Providentialis residentialis…
  6. Original: Nursiam. Falta en ASP.
  7. Original: edocti sumus. ASP: edocti simus.
  8. Original: nostrorum. ASP: nostrum.
  9. Original: hectica. ASP: …
  10. Original: pro. ASP: pho.
  11. Original: praegnantia. Falta en ASP.
  12. Original: pressam. ASP: …
  13. Original: coactus. ASP: coatus
  14. Original: Seraphici. ASP: Seraphini.
  15. Original: Vilternicensis. ASP: …
  16. Original: Supplicatur. ASP: Supplicat.
  17. Original: viis. ASP: vijs.
  18. Original: odiis. ASP: odijs.