BartlikAnales/1649

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Año 1649 de Cristo. 52º de las Escuelas Pías. Quinto de Inocencio X. Décimo tercero de Fernando III.

Trabajo del P. Juan Carlos, Procurador de la Causa

De la misma manera que el año pasado, poco después de la muerte del V. P. Fundador, el P. Juan Carlos registró en un volumen los favores y gracias que por sus méritos habían conseguido de Dios aquellos que le rezaban en sus angustias, este año continuó fielmente la tarea, y anotó 80 casos dignos de memoria, un aparte de los cuales se vio conveniente imprimir en el Proceso Sumario. Y como se creía que todo esto era apoyo suficiente para empezar el proceso para obtener la beatificación y canonización según el rito de la Iglesia, después del previsto saludo del Eminentísimo Cardenal Vicario del Papa, se reunieron al son de la campana los padres en el oratorio de la comunidad el 30 de mayo, y en presencia del Ilmo. Sr. Vicegerente Ascanio Rivaldi, eligieron por votación al P. Vicente como procurador de la causa, el cual como preveía que este negocio estaba en los comienzos y se extendería por muchos años, se ciñó a partir del año siguiente a tratarlo desde el principio, como se dice; anotaremos por orden la serie de hechos.

Los demás padres que firmaron el acta capitular fueron los siguientes:

R. P. Francisco de la Anunciación, nombrado Superior de la casa poco antes de celebrarse este acto.

R. P. José de la Visitación

R. P. Juan de Jesús María

R. P. Ángel de Sto. Domingo

R. P. Sebastián de la Asunción

R. P. Leonardo de Sta. Ana.

R. P. Carlos de S. Antonio de Padua

R. P. Juan Carlos de Sta. Bárbara

R. P. Arcángel de la Madre de Dios

R. P. Jerónimo de la Anunciación.

Estaba también presente en la elección el P. Nicolás María del Stmo. Rosario, pero no estuvo presente en la firma del mandato de procura. Así lo cuenta el P. Juan Carlos en las Anotaciones acerca del proceso, fol. 148.

Génova y Savona

Mientras los nuestros hacían estas cosas en Roma, las Escuelas Pías de Génova en Liguria abrieron una iglesia nueva dedicada al Sto. Ángel Custodio el 11 de julio, después que el superior de la casa profesa, el P. Jerónimo de S. José, obtuviera el permiso del ordinario del lugar para poder celebrar el rito de bendición según está previsto en el ritual romano. Esta ceremonia se llevó a cabo con gran afluencia de público, con petardos y fuegos artificiales, porque el mismo día se ofrecieron al culto público los cuerpos de los santos mártires Fulcio, Pedro y María, y fueron llevados con honor en procesión solemne por la ciudad con la participación del venerable clero, los notables de la ciudad y numerosísimo público.

En Savona, después de la dolorosa ruina de toda nuestra casa e iglesia, el P. Jerónimo del Stmo. Sacramento estaba atento a defender sus derechos, y después de recibir muchos consejos y descombrar no pocos muebles que yacían bajo las ruinas para adorno de la iglesia y de la casa, comenzó a edificar una capilla en honor de S. Felipe Neri, que se terminó y se abrió solemnemente el día de la fiesta del citado santo. Contribuyó mucho a pagar los gastos de esta obra pía la Sra. Esposa de Juan Esteban Gatti. P. Vicente, Tomo 3, fol. 59.

En Cárcare y Florencia

La casa de Cárcare, gracias a la munificencia y piadoso afecto del Excmo. D. Juan María Castellani, médico del hospital del Espíritu Santo en Saxia, Roma, que había hecho la autopsia a nuestro V. Padre Fundador después de su muerte, fue enriquecida con reliquias de nuestro V. P. Fundador, concretamente una parte del cerebro y una parte de los intestinos que él mismo, con el permiso del P. Superior de S. Pantaleo, dejó aparte cuando abrió dicho cuerpo. El superior allí era el P. Ciriaco del Ángel Custodio, que recibió con gran alegría dichas reliquias y las puso en un lugar digno y privado. Esto con respecto a esta Provincia.

En Florencia, desesperando nuestro Padres de que una vez muerto el Padre fundador pudiera resurgir nuestro instituto, cargados además con dos o tres mil misas que debían celebrarse, por las cuales ya habían recibido las limosnas, que habían gastado o se habían repartido entre ellos, todos los sacerdotes abandonaron la casa, y las escuelas quedaron a cargo de dos hermanos que quedaron allí para su custodia, concretamente el hermano cocinero Juan Bautista de S. Buenaventura, y el H. Francisco, llamado “el Suizo” que era quien pedía limosna. ¿Qué ocurrió entonces? Aunque no consta nada por escrito, se puede concluir que nuestra iglesia quedaría vacante durante algún tiempo sin ningún administrador de las cosas espirituales, puesto que el Ilmo. y Rvmo. Sr. Bardi, Vicario General, para cubrir la ausencia de los nuestros encargó al canónigo Sr. Neuncini que enviase algún sacerdote seglar a nuestra iglesia. Y él mismo nombró prefecto a un cierto Alejandro para que cuidara de la casa con los hermanos operarios hasta que se dispusiera otra cosa. Ocurrió luego que dos genoveses de los nuestros que volvían de Roma se detuvieron allí, y movidos a compasión al ver desierto un lugar tan noble, se decidieron a quedarse para volver aponer en marcha las escuelas; a los cuales se les añadió poco más tarde, quizás viniendo de Pisa, el P. Pedro de la Anunciación, que fue nombrado superior de la casa por el citado Rvmo. Vicario. El 1 de noviembre volvió a abrir la escuela, ayudándoles el citado Alejandro, y otro llamado Pedro Belloti. Así lo cuenta el P. Gabriel en sus notas.

En Polonia

En Polonia este año, el P. Onofre del Smo. Sacramento, habiendo regresado no sé por qué camino desde Cerdeña asistió a la coronación del rey Juan Casimiro. Quizás, aunque no es seguro, asistió también a los funerales del Ilmo. y Excmo. Príncipe Estanislao Lubomirsky, nuestro fundador de Podolín. Pues el P. Juan Domingo escribió a Roma con fecha 19 de julio sin mencionarlo a él. Habla sólo de sí mismo, diciendo: “Con ocasión de las exequias por el alma de nuestro clementísimo fundador, de cuyo fallecimiento escribí antes, me encuentro a cincuenta millas de Podolín, etc.” Así le escribía al P. Vicente de la Concepción.

Hablando de la situación de su casa escribe otra carta diciendo: “Aquí las escuelas están funcionando normalmente, y también se respeta la observancia regular. También la filosofía sigue su marcha. 6 de septiembre”.

Este mismo año D. Jorge Lubomirsky fue declarado legítimo heredero de los bienes de su padre, y entró en posesión de todos los bienes, y para que constara que no tenía menor afecto que su señor padre a las Escuelas Pías, aumentó su fundación, y el 4 de octubre en el castillo de Cracovia entregó generosísimamente 840 florines polacos.

¿Qué ocurría en Varsovia? No está claro, pero es de creer que el instituto continuó con todos viviendo en paz y religiosa tranquilidad. Sólo el H. Ignacio cambió el hábito religioso por la sotana seglar. Este era de origen moravo, de Lipnik, y en el siglo se llamaba Constantino Kolnowsky, hombre de grandes cualidades, que aunque no tenía un gran afecto a nuestro hábito, siempre lo había conservado. Fue hecho párroco en la diócesis de Olomuc, y después de estar a cargo de la cura de almas en dos o tres parroquias, fue hecho deán de Prerovia, cerca de Lipnik, estando en contacto con los nuestros hasta su vejez avanzada, e incluso hizo bien a nuestra casa de Lipnik, a la cual constituyó heredera suya cuando estaba en la agonía. Volvió a tomar el hábito, que había pedido reverentemente, y fue enterrado en la sepultura común de nuestros padres y hermanos, el día 11 de junio de 1686.

En Moravia

En Moravia siguiendo el ejemplo no del citado Ignacio, sino el del superior de Nikolsburg, Pedro Pablo de la Madre de Dios, se despidieron de la escuela seis óptimos sujetos, a saber, el P. Agustín de S. Carlos, llamado antes Tobías Steinbock, patricio de Nikolsburg; Andrés de S. Francisco, llamado en el siglo Andrés Greising, oriundo de Salzburgo. El cual después de la reintegración volvió a entrar en el instituto, como veremos en su lugar. El P. Matías de Todos los Santos, llamado antes Matías Jahoda se pasó a los Cartujos, y allí murió como religioso. El P. Juan de Sta. María Magdalena, que dio a la imprenta un tratado sobre el origen de las Escuelas Pías de Varsovia después de que de nosotros volviera al siglo; por un tiempo fue vicario en S. Mauricio de Krems, y luego se trasladó al hospital de la S. Cruz de Freiberg para administrar un beneficio simple, y también terminó su vida con nuestros padres de Lipnik a los que dejó algunos libros para la biblioteca. Entre nosotros se le llamaba Juan el Griego. También era bueno en hebreo.

Después que salieran estos, aunque la Provincia de Germania quedó debilitada, no quedó ninguna casa sin religiosos, y con los que quedaron se mantuvieron las escuelas, y el instituto seguía progresando.

En Nikolsburg sólo quedaron siete de comunidad, y si el P. Onofre del Sto. Sacramento al volver de Polonia se hubiera quedado allí, habría sido una buena cosa, pero a causa de algún asunto tuvo que volver a Italia. El P. Juan de S. José escribe así del P. Onofre: “Vino de Polonia el P. Onofre, y después de quedarse algún tiempo, el pasado martes tomó el camino de Italia”. Así escribió el 20 de noviembre al P. Vicente en Roma.

Escribió la lista de los que habían dejado el hábito en la misma carta. Aquellos pensaban que el cielo ya había caído[Notas 1] sobre las Escuelas Pías. No fue así, pues fallando ellos, pronto fueron sustituidos por otros que tomaron el hábito. Dios obró de acuerdo con lo prometido a nuestro Padre Fundador. “Vivimos aquí confiando en la gracias de Dios, pues Dios es nuestro auxilio en nuestras dificultades.” Así decía.

Intimación y petición

Mientras tanto se publicó en Roma un jubileo universal para el año siguiente, cuya intimación fue enviada por el P. Francisco de la Anunciación, superior de S. Pantaleo, a todas las provincias, tal como sigue:

“La paz de Cristo.

En la vigilia de la Ascensión del Señor se publicó con autoridad apostólica el Año Santo próximo. Suponemos que algunos de vuestras provincias vendrán a la ciudad santa para ganar el jubileo, quizás acompañados por algunos patronos y bienhechores que se avergonzarán de hospedarse en albergues públicos; por eso quisimos intimar a vuestras reverencias para que en algún tipo de capítulo disciernan si van a venir algunos, y cuánto sería conveniente cobrarles por la hospitalidad. Viendo lo pequeña que es nuestra casa, y lo escasos que andamos de muebles, podría ocurrir que no pudiéramos acoger a muchas personas. Por lo que agradeceríamos a Vuestras Reverencias si pudieran anticiparnos algo con su generosidad, de modo que podamos proveer con anticipación a las necesidades. En espera de sus amables respuestas, les deseamos salud y rezamos por ustedes en Roma, en la casa de S. Pantaleo, a 30 de julio de 1649”.

Así escribió a las provincias, pero quizás con poco efecto, pues los padres de Polonia y de Germania escribieron excusándose a causa de la distancia. De Cárcare, sin embargo, el P. Ciriaco del Ángel Custodio respondió que a pesar de los pocos sujetos que había, es posible que algunos quisieran ir a cumplir la devoción. ¿Qué ocurrió? ¿Fueron a Roma de otros lugares para ganar e jubileo? Lo veremos el año próximo.

Nos queda recordar a nuestros difuntos. Este año fallecieron seis; cuatro de ellos sacerdotes y dos hermanos operarios. Dos de mucho mérito, y muy encomiables. Se trata del P. Buenaventura de Sta. María Magdalena y del P. Juan de Santa Tecla.

Dos eméritos

El P. Buenaventura, llamado en el siglo Nicolás Catalucci era oriundo de Todi. Era un varón docto y honrado que el año 1641 fue promovido a Asistente General (por el P. General), y padeció muchas persecuciones por parte del P. Pietrasanta a causa de la Orden. Murió en Roma el 25 de marzo.

El P. Juan B. de Santa Tecla, de nombre Constantino, era un patricio romano, varón eximio, muy práctico para llevar a cabo diversos oficios. ¡Cuánta admiración por parte de los novicios consiguió en Germania llevando a cabo su magisterio! Lo atestigua la siguiente carta que ellos escribieron a Roma:

“Nosotros los novicios infrascritos escribimos esta carta para dar testimonio de la verdad, diciendo que no recibimos ni la más mínima ofensa de los hechos y de los dichos de nuestro Maestro el P. Juan Bautista de Santa Tecla; al contrario, con su ejemplo nos indujo a adquirir las virtudes que para el religioso, y especialmente para los novicios, son necesarias. Concretamente:
La humildad: humillándose muchas veces, besándonos los pies, practicando humildes mortificaciones, sentándose el último con nosotros en la mesa y en otros lugares, lavando lo pies tanto a nosotros como a los huéspedes de fuera, remendando nuestros vestidos, y haciendo otras cosas semejantes.
Modestia: comportándose en toda circunstancia como conviene a un varón religioso, sacerdote y superior.
Mansedumbre: formándonos en la vida espiritual de manera benigna y plácida, tanto en público como en privado, suplicándonos que corrigiéramos nuestras imperfecciones.
Paciencia: tolerando nuestras imperfecciones, en algunas ocasiones imponiéndonos severas mortificaciones si eran necesarias, a causa de las cuales a veces se conmovía, pero el hecho estaba motivado por la necesidad de la enmienda, y después de las correcciones y enmiendas se mostraba y hablaba con el que había caído en la culpa de manera benigna y amistosa.
Sobriedad: comiendo los mismos alimentos que nosotros, salvo en caso de enfermedad, absteniéndose a menudo de la comida, y muy a menudo de la cena, contentándose con comer muy poco.
Vigilancia: evitando el ocio, visitándonos a nosotros en las celdas, y toda la casa; estudiando a menudo por la noche; preocupándose mucho de que cada cual ejerciera su oficio, ayudándonos a preparar el comedor, a cocinar la comida, a fregar los platos, y tareas similares.
Caridad: proveyéndonos a nosotros de todo lo necesario según lo prescrito en las Reglas en cuanto a comida y vestido; procurando los remedios necesarios para los enfermos, y todo ello sin acepción de personas.
Obediencia y reverencia para con los superiores: transmitiéndonos sus mandatos, obedeciéndolos y mandándonos que los obedeciéramos, hablando siempre de manera muy honrosa del P. General y del P. Provincial.
Pobreza: obrando de manera que nunca seamos dañados por lo superfluo.
Castidad y demás virtudes: obrando de tal manera que nosotros conociéramos siempre claramente por sus dichos y hechos su integridad de costumbres y pureza de vida.
Finalmente, la piedad: practicando con nosotros siempre nuestros ejercicios espirituales, tratando piadosa y religiosamente todo lo que pertenece al culto divino, como la tarea de la misa del sacerdote, sin omitir nunca los deberes de las oraciones a Dios, hablando de las cosas divinas, promoviendo nuestro provecho espiritual, así como el del prójimo.
Yo, Jorge de la Purificación de la B. Virgen María confirmo todo lo dicho más arriba.
Yo, Agustín de S. Carlos, confirmo todo lo dicho más arriba.
Yo, Juan Jacobo de S. Francisco, confirmo todo lo dicho más arriba.
Yo, Francisco de Jesús María, confirmo todo lo dicho más arriba.
Yo, Joaquín de la Madre de Dios, confirmo todo lo dicho más arriba.
Yo, Nicolás de la Cruz, confirmo todo lo dicho más arriba.”

Esto es lo que escribieron a favor de su maestro en la casa de Lipnik el año 1635. Él falleció en Roma en la casa de S. Pantaleo el 27 de marzo de este año 1649, a los 67 de edad. Se le ve pintado ante la imagen de la B. Virgen arrodillado en la casa de Strasnize en Moravia, donde fue al mismo tiempo superior y maestro de novicios, hasta que en el año 1634 se trasladó con los novicios a Lipnik.

Muerte del hermano Agapito

Entre los hermanos operarios falleció el hermano Agapito de la Natividad de la Virgen, llamado en el siglo D. Pedro Scivilietti, oriundo de Prinello, en la diócesis de Palermo. Era un hombre simple, que sin embargo tenía correspondencia con muchos cardenales y magnates, que viajó también a Germania, y vivió durante un tiempo en Litomysl. Vuelto a la casa de S. Pantaleo, emigró de esta vida el 11 de marzo, después de 13 años exactos en la Orden.

Y estas son las cosas ocurridas en este año anotadas para la posteridad. Ahora entremos en el siguiente.

Notas

  1. Original: ruet. ASP: …