BerroAnotaciones/Tomo1/Libro1/Cap11

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CAPÍTULO 11 De aquello en que se ejercitaba nuestro Don José, Para obtener tanta fuerza, y resistir en tantas fatigas.

Nuestro Don José no se ocupaba sólo de la ayuda al prójimo, …de sí mismo, pues sabía muy bien que en la vida de la perfección es necesario ser antes concha que canal… ejercicios espirituales de las Archicofradías de los Estigmas y del Refugio, y la obligación que llevaba consigo la dignidad sacerdotal, diciendo cada día la Santa Misa en los lugares de mayor devoción de Roma, y el ayuno cotidiano que se había impuesto siempre a pan y agua, levantarse a media noche para rezar Maitines, además de las devociones que cada…imaginar.

Después de lo cual…a las Siete Iglesias, en una de las cuales…celebraba la santa Misa, con tal devoción que empleaba en ella algunas horas, sobre todo en la Capilla de la Columna del Señor en Santa Práxedes, o en Santa María Mayor, o en la [Virgen] de los Montes. En esta peregrinación sólo Dios sabe cuáles eran los…que Dios le suministraba, y la meditación y contemplación en que gastaba aquel tan largo y nocturno viaje; nosotros sólo nos lo podemos imaginar…por la fuerza que Su Divina Majestad le suministraba en tantos actos de caridad, en los cuales…se comprometía durante el día.

Lo demostró también el Señor, que quiso, como se sabe, que en ellas se encontrara con dos poseídas, en distintos tiempos. Él mismo lo contó a uno de los nuestros, y a mí con estas palabras:- “Estoy… y del bien que de Dios se recibe diciendo cada día…con la devoción que se debe”. Y añadía: -“A mí me ha sucedido que, después de decir la Misa una vez en Santa Práxedes, y vuelto a la iglesia, vi que una multitud de gente quería hacer entrar en la Capilla, donde está la Columna del Señor, a una mujer endemoniada; y como no podían, a pesar de todas sus fuerzas, conmovido de caridad y fe, me acerqué, y cogí con los dos dedos, índice y pulgar sólo, a la endemoniada, diciéndole:-“¡Entre!”. Enseguida obedeció, y con mucha tranquilidad se confesó y comulgó también.

Otra vez, volviendo de las Siete Iglesias, le sucedió casi lo mismo; con sólo poner la mano sobre la cabeza, y aunque primero…mucho, enseguida, como una corderita, entró en la iglesia, se confesó y comulgó. Se cree que fue…; aunque él nunca se atribuía a sí nada,…de la Misa, y al carácter sacerdotal.

Después de comer, no dejaba tampoco de fortificarse en la oración, antes de dedicarse a sus obras de caridad. Para eso, se retiraba a la iglesia de los Santos Apóstoles, permaneciendo ante el Santísimo…muchas horas de rodillas, considerando, en santa meditación, la grandeza de aquel Señor ante quien estaba presente, y su vileza, con toda humildad; pues se consideraba una bestia vilísima. Por eso le pedía le diera sentidos interiores, para conocer la vanidad y la locura de las cosas del mundo, y aborrecerlas; y las grandezas de las cosas del cielo, para estimarlas. Salía de esta oración muy animado e iluminado. Hacía esto a propósito de aquellas palabras que se leen en el Santo Evangelio en la segunda domínica de Cuaresma…, diciendo que, entre los demás sitios, el Señor se deja oír mejor en el Santísimo Sacramento.

El Emmo. Y Revmo. Cardenal D. Marco Antonio Colonna, personaje de la importancia que todo el mundo conoce, viendo en su teólogo resplandecer tantas, y tan santas y hermosas virtudes…, lo quería tanto, que no hacía nada…con su parecer. En esta gran Corte…sacerdote…en semejantes lugares; sino para dar…de virtuoso sacerdote cortesano, y... sumamente amado por el Cardenal, pues lo conocía…virtudes, por ser muy leal en el hablar…pero demostrando humildemente la verdad…dado, aunque fuera contraria a la opinión de Su Eminencia.

No hay por qué maravillarse de que, en tan breve tiempo, nuestro Siervo del Señor fuera tan querido de toda la Corte Romana, y de los Príncipes…porque eran tantos los oficios en que se ocupaba…edificación y desprecio completo, las ocupaciones en las que se comprometía, que arrebataba el corazón de todos.

Como por entonces llegaron a Roma desde España los Padres Domingo [Ruzzola] de Jesús María, y Juan [de San Pedro y Ustárroz] de Jesús María, el P. José y otros Carmelitas Descalzos, para plantar su nueva planta en esta Santa Ciudad, fundamento de la Iglesia, pudo tanto la autoridad de nuestro D. José que, con el favor del Emmo. Cardenal Colonna y otros Cardenales, dichos Padres obtuvieron licencia para abrir iglesia pública.

Notas