FerrerSintesis/3SigloXIX/3Ministerio

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3. El ministerio escolapio.

3.1 La escuela.

a. La transformación del sistema escolar en la época liberal.

Los profundos y decisivos cambios educativos producidos en el XIX tuvieron una repercusión muy intensa en las Escuelas Pías.

El liberalismo organizó un sistema de instrucción pública, con una fuerte tendencia laicista y estatalista, en bastantes países europeos. No se trataba de una reorganización escolar (indispensable para el progreso), sino de una secularización de la vida toda y, especialmente, de la cultura. El monopolio ideológico del catolicismo comenzaba a desaparecer para siempre. De una sociedad cristiana se pasaba a una sociedad civil con libertad de cultos. Esta transformación fue traumática para la Iglesia (bastaría recordar las condenas de los "errores modernos" llevadas a cabo por los papas Gregorio XVI y Pío IX). La enseñanza se convirtió en un duro campo de batalla y, a menudo, de derrota para las tesis eclesiásticas. En otras ocasiones fue materia importante en los Concordatos.

En las filas liberales se pretendía impedir la enseñanza de la Iglesia por considerarla conservadora y enemiga de la renovación pedagógica. En España, por ejemplo, en 1876, se fundó la Institución Libre de Enseñanza. La regeneración de España debía empezar por la educación. Su carácter laico y renovador fue muy contestado en los ambientes católicos[Notas 1], los cuales también produjeron importantes experiencias renovadoras[Notas 2]. Que una parte de la enseñanza católica era rutinaria puede admitirse, pero lo que en el fondo se buscaba, desde las posturas laicistas, era disminuir la influencia del clero en el ámbito social, cultural y político, con la pretensión de así poder modernizar las estructuras sociales y auspiciar el progreso en todos los órdenes. Uno de los principales redactores del plan de 1845, Gil de Zárate, afirmaba que "la segunda enseñanza es objeto de particular esmero en los gobiernos ilustrados y de saña para los opresores. Por eso muestra el clero tal interés en apoderarse de ella, porque con ella sabe que tiene en sus manos el regulador de las ideas y de las aspiraciones del pueblo"[Notas 3].

Es evidente la influencia de la Ilustración y su postura anticlerical (la educación católica es un obstáculo para el progreso por su carácter oscurantista)[Notas 4].

También es significativo, por otro lado, que los obreros, de clara opción anticlerical, preferían que sus hijos asistieran a las escuelas católicas por su mejor calidad[Notas 5].

A esta orientación liberal correspondió una avalancha legislativa a lo largo del XIX, limitativa o simplemente contraria a la enseñanza católica[Notas 6].

Los instrumentos legales para conseguir la supresión o al menos la disminución de la enseñanza católica, fueron, entre otros, los siguientes:

a. Supresión de Congregaciones religiosas.
b. Incautación de bienes (edificios escolares, por ejemplo) o reversión de la propiedad al Estado o Municipio, según los casos (muchos colegios tenían un acuerdo o convenio con los municipios, con el consiguiente usufructo del inmueble, además de percibir una cantidad para posibilitar la enseñanza pública y gratuita).
c. Requisitos legales sobre planes de enseñanza, organización escolar, titulaciones oficiales,etc.
d. Oferta a los religiosos (principalmente exclaustrados en vías de serlo) de puestos en la enseñanza pública.

b. Consecuencias para la Escuela Pía y su misión educativa

1º Legislación educativa:

La ordenación del sistema educativo por parte de los gobiernos se llevó a cabo en diversos momentos y en forma gradual o rápida, según casos y países. Los procedimientos fueron bastante similares: planes, titulación, inspección y exámenes.

Los Planes oficiales de Enseñanza para la Escuela Pía significaron un recorte importante de su estilo educativo. En Austria y Hungría ya se habían introducido desde finales del siglo XVIII (aunque Hungría tuvo una mayor autonomía porque los Escolapios se implicaron en la potenciación de la cultura magiar). En 1848 las nuevas leyes fueron más restrictivas. La reforma de 1866 y ss. fue radical.

En Italia la escuela tuvo un importante papel para promover la alfabetización y cohesionar nacionalmente al nuevo Estado. En una encuesta de 1861 se obtuvieron estos datos: un 80% de analfabetismo (Norte: 50%; sur: 90%). La enseñanza media (11 a 18 años) sólo era cursada por el 9 por mil. El número total de universitarios italianos era de unos 6.500. Todo esto era consecuencia de las dificultades sociales, económicas, lingüísticas, etc. En 1848 la ley Boncompgni (relacionado con V. Gioberti) estableció el derecho-deber del Estado en el terreno educativo. El papa Pío IX protestó por la exclusión de la Iglesia en el sistema educativo. Así comenzó el largo contencioso del problema escolar entre el Estado y la Iglesia. En 1859 la ley Casati reconoce a las personas privadas el derecho de abrir escuelas, pero reserva al Estado la organización y control, negando así todo reconocimiento a los estudios cursados en escuelas no estatales. Desde 1870 se afianza el modelo de escuela única y laica. En 1879 se declara obligatoria la escuela primaria. En los planes elaborados desde 1870 hay 5 clases elementales, 5 de Gimnasio, 3 de Liceo o 3 de Escuela Técnica.

Estos planes ya se aplicaron en Roma en 1870 y el P. General indicó que los Colegios de Alatri, Poli y Frascati los adoptaran. Hubo resistencia por parte de algunos escolapios, pero el P. General Casanovas insistió, ya que era la única manera de seguir con nuestras escuelas.

En España[Notas 7] los planes oficiales son numerosos y, a menudo, efímeros:

1824 Plan General de estudios y reglamento (1825),

1825 Plan y Reglamento de Escuelas de Primeras Letras (Calomarde). Hubo intervención escolapia en la confección del plan[Notas 8].

1834-1838. Instrucción para el régimen y gobierno de las escuelas de primeras letras del Reino (1834). Fue un intento de planificar toda la estructura educativa, formación del profesorado e inspección oficial. En 1836 se publicó el Plan de Segunda Enseñanza. En 1838 apareció la Ley provisional de Primera Enseñanza. En 1839 se creó, en Madrid, la primera Normal del magisterio. Durante el período 1837-1845 se crearon Institutos de Segunda Enseñanza.

1845. Plan Pidal y Gil de Zárate (Segunda Enseñanza).

1857. Ley general de Instrucción Pública (Plan Moyano). Se declaraba obligatoria la instrucción primaria (no se llevó a cabo por falta de medios). Este Plan se dividía de la siguiente manera:

Primera enseñanza:

Elemental (6 a 9 años). Obligatoria.

Superior (ampliación de la anterior y nuevas asignaturas (Geometría, Dibujo, Historia, Geografía, Física e Historia Natural).

Segunda Enseñanza:

Primer período (2 años) (entra el Latín)

Segundo período (4 años). Los aprobados en el examen de reválida obtenían el título de Bachiller en Artes (indispensable para acceder a la Universidad).

Había, además, asignaturas de Aplicación (Agricultura, Comercio, Dibujo, Arimética mercantil, etc.).

1875 (época de la Restauración). Numerosos cambios de plan. Iniciativas aisladas de renovación pedagógica. El Estado (y no las Diputaciones y Municipios) va adquiriendo las obligaciones económicas para atender la instrucción pública (sobre todo la Secundaria).

El fracaso de la política educativa oficial fue manifiesto: en 1900 (año en que se crea el Ministerio de Instrucción Pública) el analfabetismo alcanza a 11.874.000 de una población de casi 19 millones. La Secundaria, a finales del XIX, era cursada por unos 30.000 alumnos (un tercio en Institutos públicos y dos tercios en centros privados y religiosos).

Las Escuelas Pías tuvieron un "trato especial" por parte de los gobiernos y, con frecuencia, obtuvieron situaciones de excepción dentro de las leyes educativas[Notas 9]. Las razones de esta actitud oficial en algún momento han sido valoradas equivocadamente. La ley de 1 de marzo de 1845 por la que se restaura a la Escuela Pía (recuérdese la supresión de órdenes y congregaciones de 1837) no deja lugar a dudas sobre la intención del legislador: "Artículo único. El Instituto de las Escuelas Pías volverá al estado en que se hallaba antes de la ley de 29 de julio de 1837 y del decreto de 22 de abril de 1834, quedando sujeto, en la parte relativa a la enseñanza, a las disposiciones generales sobre Instrucción pública y a las órdenes especiales del Gobierno". Restauración y, al mismo tiempo, pérdida de la autonomía educativa. Los comentarios de la época, sobre todo los vertidos por Antonio Gil y Zárate, uno de los autores del plan de 1845, son muy claros. Después de alabar el buen sentido del Gobierno de no permitir de forma indiscriminada el aumento de colegios escolapios y de elogiar a éstos por no ser ambiciosos, añade: "Solicitudes (de colegios) que los mismos Escolapios han tenido hasta ahora el buen sentido de no apoyar, y que sacándolos de su posición actual, que es la de ser unos útiles auxiliares de la instrucción pública, los colocaría en otra, llena para ellos de tentaciones peligrosas y de compromisos para el Gobierno"[Notas 10]. "La reforma de 1845, lejos de repelerlos (a los Escolapios), los consideró como útiles auxiliares; y así es que a poco de publicada, dictó el Gobierno algunas reglas para que, sin perjuicio de sujetarse a lo que el nuevo plan exigía respecto de los estudios, se les tuviesen todas las consideraciones que su Instituto merece. Estas reglas contenidas en la Real orden de 15 de noviembre de 1845, se reducen a la autorización para enseñar las materias filosóficas, a la dispensa de varios requisitos para establecer colegios y a la exención de títulos y grados para la enseñanza, con algunas otras prevenciones sobre matrículas"[Notas 11].

En 1901 el P. León Vidaller, al servicio de la Vicaría General, publicó una "Compilación legislativa civil para uso de los religiosos de las Escuelas Pías"[Notas 12] Esta obra contiene 152 disposiciones favorables a la Orden. En el prólogo el P. Llanas, Vicario General, manifiesta "la gratitud al Estado por los favores y privilegios con que nos ha distinguido cuando las congregaciones se ven amenazadas". Era, pues, evidente que mientras el Estado no pudiera, con sus propios medios, posibilitar la instrucción generalizada de los ciudadanos, se vería obligado a contar con Instituciones, como la Escuela Pía.

La titulación oficial fue exigida de forma más acuciante según avanzó el siglo.

En Austria y Bohemia, ya a mediados del XIX se pidió un examen de Estado, tras cursar tres años en la Universidad. Los escolapios se opusieron (dificultad de comenzar estudios con edad ya avanzada; profesorado universitario de tendencia liberal y antirreligiosa). El resultado de esta actitud no se hizo esperar: tuvieron que contratar profesores seglares y acabaron cerrando los colegios (por razones económicas). En los años 70 los escolapios titulados eran, a menudo, profesores en escuelas estatales.

En Hungría se siguió la política de obtener títulos civiles y el problema no alcanzó demasiada virulencia.

En Italia, desde 1870, se exigieron patentes o títulos (con examen) para poder enseñar. Algunos obispos no aceptaron esta disposición legal. Los escolapios, comenzando por el P. General Perrando, se inclinaron a obtener títulos. Tuvo que intervenir el papa Pío IX y se dio vía libre. Tanto el P. Perrando como el P. Casanovas animaron a los religiosos a asistir a cursillos y exámenes oficiales (constaban de las siguientes materias: Religión, Composición e Historia Literaria, Aritmética y Contabilidad, Geometría, Física, Historia natural, Geografía, Pedagogía y Caligrafía). Algunos aprovecharon la titulación para afianzar su independencia ante los Superiores o dejar la Orden.

En España, tal como se ha dicho, no se exigieron títulos oficiales, lo cual fue pernicioso para el futuro.

La Inspección gubernamental intervino en conexión con la introducción de los Planes de Enseñanza y otras normar, incluso de carácter puramente académico.

En España hubo trato especial. En el plan de 1825 la Inspección no afectó; en 1849 sí que se mandó la Inspección para la primera enseñanza; en 1858 se volvió a confirmar que los inspectores no debían excluir a las Escuelas Pías[Notas 13]. En 1859 el Gobierno declaró empresas comerciales a los centros de enseñanza privados.

En Italia, sin embargo, la Inspección tuvo una presencia notable, ya que se trataba de imponer unas normas unitarias para el conjunto del nuevo Estado italiano. En 1872, por ejemplo, las Escuelas de San Pantaleo tuvieron la visita del Inspector Regio de Roma. Entró en las clases y tomó los nombres de los maestros, el número de alumnos, materias de enseñanza y libros de texto. Ocurrió un incidente con el P. Rector, que no era maestro y se encontraba en un local no escolar repasando las lecciones con un grupo de alumnos. El Inspector quiso ver qué era aquello. El Rector se apresuró a enviar a los niños y tuvo unas palabras con el Inspector, hasta que todo se aclaró[Notas 14]. Los escolapios, en general, evitaron cualquier enfrentamiento y recibieron siempre a los Inspectores.

Los Exámenes, sea en el propio centro sea en centros públicos, fueron cada vez más controlados por los gobiernos. En España también hubo trato de favor. En 1848 los Colegios de Madrid fueron autorizados para examinar en sus propios centros. Esta concesión se amplió en 1852 a los Colegios ubicados en poblaciones sin Universidad o Instituto de Segunda Enseñanza[Notas 15]. En 1857 el Plan Moyano en su Reglamento art. 223[Notas 16] determinó que a los exámenes asistirían dos catedráticos, aunque en la localidad hubiera Instituto. En 1878 se concedió la intervención del profesor del Colegio escolapio en el tribunal examinador. En 1897 se recordó oficialmente que las Escuelas Pías era la única Congregación autorizada para tener los exámenes finales en sus propios centros, con la presencia de profesores propios formando parte del tribunal.

Lo más frecuente, en otros países, fue el presentar los alumnos a los tribunales oficiales.

2º Estatalización:

La incautación de los edificios y las leyes económicas sobre propiedades fundacionales, desamortizaciones, rescisión de convenios con las autoridades locales, etc. produjeron el cierre de numerosos colegios.

En Polonia los motivos, para eliminar colegios, fueron más bien de carácter político. El gobierno ruso, tras la sublevación de 1830-1831, prohibió a los religiosos la enseñanza.

En Austria las leyes de 1871 y la supresión de fondos fundacionales por parte del Estado, unido a la falta de personal religioso, llevó a que varios colegios pasaran a la administración pública. A veces los escolapios con títulos oficiales permanecieron en los centros estatalizados. La falta de recursos económicos fue grande y obligó incluso a vender algunas propiedades.

En Bohemia-Moravia con la supresión de los fondos fundacionales (bastantes colegios tenían como patronos a grandes señores) y la imposición de fuertes contribuciones (más la exigencia de titulación oficial y la escasez de religiosos, despedidos los juniores por el mismo Provincial ante la incertidumbre del futuro), los colegios, en buen número, pasaron a la administración pública. Los escolapios intentaron seguir con maestros seglares, pero las dificultades económicas fueron insalvables y terminaron clausurando varios colegios.

En Italia la política liberal y anticlerical llevó a la supresión, en 1866, de las Congregaciones religiosas. Varios municipios aprovecharon la ocasión para anular los convenios con los escolapios y reclamar los edificios y algunos bienes muebles, como las bibliotecas. Otras veces la presión fue por motivos pedagógicos (imposición de los nuevos planes de estudio). Así fue eliminado el Tolomei (internado) de Siena y trasladado a la Badia Fiesolana (Florencia). El Colegio Nazareno (Roma) fue confiado a una comisión estatal para su administración. En la misma casa de San Pantaleo se vivió la dura experiencia de los nuevos tiempos: en 1874 fue incautada por el Gobierno y cedida al Ayuntamiento de Roma. A los religiosos se les dejó una parte para residir. Las escuelas fueron cerradas.

En España, salvo algunas casas cerradas en la etapa liberal de 1837 y que ya no se reabrieron tras la restauración de 1845, se pudo conservar la propiedad de los inmuebles y mantener los convenios con los municipios. La larga crisis iniciada en 1868 (revolución de septiembre), con la disminución del valor de las fundaciones eclesiásticas y privadas y el no cumplimiento de los acuerdos con varios municipios, abrió una brecha a la no gratuidad, tal como veremos. En la época de la Restauración monárquica hubo mayor estabilidad.

Las consecuencias de la evolución económica y legal llevaron al cierre de bastantes colegios. Sin embargo, fueron más los que se mantuvieron. No se olvide que en España (e incluso en América) el último cuarto de siglo es de clara expansión.

¿Cómo se financiaron los colegios? Durante mucho tiempo la gratuidad se aseguró por los convenios municipales, los internados, el culto y las rentas de fundaciones privadas y eclesiásticas. Este sistema, aunque tenía muchas deficiencias (los municipios, por ejemplo, atrasaban sus pagos o no los cumplían), permitieron la subsistencia, dentro de una gran austeridad, a las Casas y Colegios.

En 1873[Notas 17] la Santa Sede autorizó el cobro de una cantidad a los alumnos "encomendados" o "vigilados", que permanecían en el Colegio, después de las clases, para hacer sus "deberes" y estudiar. Esta clase de alumnos era un intermedio entre los "externos" (gratuitos) y los "internos" (de pago). La idea había surgido en Cataluña y fue el P. General Casanovas quien obtuvo la autorización oportuna. Este sistema, andando el tiempo, sería el más utilizado. El alumnado fue nutriéndose cada vez más de las clases medias. Los internados, por su coste, seguían siendo para los terratenientes, nobles, comerciantes ricos, mandos militares, etc. Mientras, los alumnos pobres, sobre todo en las grandes ciudades, iban disminuyendo.

En las clases, sin embargo, todavía siguieron confluyendo los tres tipos de alumnos. La enseñanza, en sentido estricto, seguía siendo gratuita. El problema se agravaría cuando aparecieron también los diversos tipos de enseñanza, según las posibilidades económicas del alumno. En ese momento se produjo una fractura esencial en el carisma calasancio. Al mismo tiempo se tuvo que potenciar la Enseñanza Secundaria y los internados, con los que se podían equilibrar los gastos de Primaria.

Las circunstancias llevaron a esta situación (como a otras Congregaciones), pero se fue perdiendo el carácter "público" (abierto a todos) para convertirse en Colegios de pago (como instituciones privadas).

c. Organización escolar, métodos, renovación pedagógica.

La difícil situación de la Escuela Pía, según países y épocas, podría hacer pensar en una atonía educativa en el XIX. La realidad no fue así. Aunque se dio con frecuencia, por fuerza del mismo contexto político, la figura del escolapio profesor en centros ajenos a la Orden, en donde fue posible se siguió y se avanzó en la mejora de la acreditada tradición educativa escolapia.

Incluso en los países donde hubo dificultades para mantener los propios centros (por ejemplo, Polonia y Bohemia-Moravia), un buen número de religiosos acreditaron el buen nombre de la Orden por su saber. De hecho, según naciones, se formó una verdadera "escuela" o especialidad de escolapios peritos en matemáticas, ciencias naturales, letras clásicas, pedagogía, etc. Provincias como Toscana tuvieron un notable nivel científico y lo mismo cabe decir de Bohemia-Moravia.

El ámbito de la acción educativa creció. En este siglo se produce una apertura a la enseñanza de sordomudos. En Bohemia los escolapios fueron pioneros en esta especialidad. En Italia, sin embargo, es donde consiguieron los mayores logros. Génova y Siena abrieron el camino. Los PP. Ottavio Assarotti y Tommaso Pendola fueron las figuras más destacadas. El P. Pendola, además de fundar un centro en Siena, hizo varias aportaciones teóricas y metodológicas sobre la reeducación de sordomudos. El P. Vittorio Banchi (1841-1916) fue otra figura importante por su su larga permanencia de 28 años al frente del Instituto de Siena. En Polonia y Austria hubo también un notable interés por este tipo de enseñanza. En España, aunque fue casi pionera en el XVIII, no tuvo desarrollo esta especialidad.

Otra especialidad que se abrió camino fue la enseñanza comercial (contabilidad). En los últimos años del XIX apareció pujante en Barcelona, Mataró, Zaragoza, etc. como respuesta una necesidad de formación profesional. Incluso funcionó, aunque por poco tiempo, una Escuela de Náutica en Mataró (1869).

Los internados continuaron existiendo y aumentado. Eran de diferentes clases: de élite (como el Tolemei de Siena y el de Badia Fiesolana, con estudios propios, prácticamente fuera del plan oficial); tradicionales (con fundaciones) (Nazareno, Alatri, Andresiano de Valencia, Krems (Austria) etc.); grupos pequeños, sin tanta exigencia social y respondiendo a la necesidad de los pueblos próximos sin escuela (así en Alcañiz los pueblos limítrofes ayudaban al internado); nuevos. Aparecieron a finales del XIX. Un caso típico es el de Sarriá (Barcelona). Eran centros para los hijos de la burguesía. Masificados y muy integrados en la marcha general del colegio, es decir, con pocas actividades educativas propias.

Los internados funcionaron incluso en Polonia, más allá de la sublevación de 1830. También los hubo en Bohemia. En Hungría la supresión de las fundaciones obligó a cerrarlos casi totalmente.

Los mediopensionistas o alumnos que permanecían en el colegio desde la mañana a la tarde y comían en él, ya existieron en el siglo anterior. En el XIX fueron, a menudo, como los internados, una fuente compensatoria de ingresos. Así aparece en esta petición a los PP. Provincial y Rector de Valencia, hecha por varios miembros de la Comunidad (1872): "Los cuales (como) manifestaron que la admisión de mediopensionistas en el Seminario Andresiano de nuestro Colegio de Valencia produciría grandes ventajas a dicho Colegio, accedieron los PP. Provincial y Rector a dicha admisión, aunque con alguna repugnancia, para que nunca se dijera que por culpa de su resistencia en no admitir mediopensionistas, quedaba expuesto el Colegio a una fatal decadencia"[Notas 18].

Los alumnos "encomendados" o "vigilados", tal como ya se ha dicho, formaron, a partir de los años 70, sobre todo en España, un contingente cada vez más numeroso. Con esta clase de alumnos se fue difuminando la gratuidad.

Hubo también alumnos "gratuitos" con escuela o sección propia[Notas 19]. En Zaragoza llegó a funcionar (1881-1885) una escuela gratuita sostenida por el municipio y llevada por los escolapios (en la calle del Palomar, parroquia de la Magdalena).

Para adultos hubo varias iniciativas educativas. Así en Zaragoza (1857-1860) asistieron unos 350 obreros. En Alcañiz existió desde 1862. Las materias eran elementales y el curso duraba unos cinco meses. Algún año el número de alumnos alcanzó casi los 200. Esta iniciativa, de marcado carácter social y en horario extraescolar, fue practicada en varias provincias.

La organización escolar siguió fiel a las pautas de los planes propios de las Escuelas Pías hasta la introducción de los planes estatales. En la segunda mitad del siglo, en diferentes momentos, se va produciendo la adaptación a la enseñanza oficial. En España, por ejemplo, la ley Moyano de 1857 y su reglamento de 1859 diseñaron un completo plan de estudios que, aunque no se llevó totalmente a la práctica, marcó profundamente la evolución educativa posterior creando una enseñanza primaria (6-9 años) y una segunda enseñanza (de 6 años), claro precedente de los futuros bachilleratos.

En Italia el P. Domenico Maurizio Buccelli (1778-1842) introdujo una cuarta clase elemental para el italiano. Esta clase recibió el nombre de intermedia. También compuso la primera gramática italiana escolar[Notas 20].

Esta y otras novedades tuvieron bastante difusión y acabaron incorporándose, más o menos modificadas, a los planes oficiales[Notas 21].

Una de las notas más características de los nuevos planes era la creciente importancia que iban adquiriendo las asignaturas científicas por encima de las filológicas y humanistas. El latín, verdadera columna vertebral de la enseñanza secundaria, fue dejando paso a las matemáticas, física y química y ciencias naturales. La industrialización europea así lo exigía y los tiempos eran ya otros.

La caligrafía, con la famosa "letra escolapia" o bastarda, tiene particular importancia por la demanda de amanuenses para la práctica del derecho y del comercio.

La música fue cultivada ampliamente en Austria y Polonia (se llegó a contar con orquestas escolares). En España no tuvo demasiada cabida en los planes de estudio, pero contó con uno de los pocos expertos españoles en música para la escuela, el P. Melchor Ollé (1837-1904).

El teatro escolar, junto con las veladas y academias, alcanzó una cierta importancia, pero un tanto circunscrita a unos pocos promotores. Algunos escolapios como Atanasio Canata (1811-1867), Geremia Barsottini (1812-1884) y José Felis (1850-1918) se especializaron en dramaturgia escolar y publicaron bastantes obras, algunas de ellas musicadas (oratorios, óperas, zarzuelas).

La urbanidad fue una asignatura muy difundida. Los escolapios la mantuvieron en sus programas y escribieron textos para su enseñanza.

La renovación didáctica, sobre todo a partir de los años 40, va unida a las exigencias de los planes de estudio oficiales. Los colegios e internados con mayor poder económico se lanzaron a instalar laboratorios de Física y Química, museos de Ciencias Naturales y Observatorios o estaciones meteorológicas. Los aparatos se adquirían en Francia, Inglaterra, Alemania o Suiza. Estos gabinetes científicos existieron en Hungría, Italia, España e incluso en las nuevas fundaciones americanas. En Italia, por su tradición, siguieron destacando instituciones como el Observatorio Ximenian (con buenos científicos como Inghirami, Antonelli o Cecchi), el museo mineralógico del Nazareno y el Observatorio Meteorológico de Urbino (Serpieri).

La renovación pedagógico provino, cada vez más, de corrientes nacidas fuera de la Escuela Pía. Así en el Colegio San Antón (Madrid) en los años 40 se ensayó un nuevo método de enseñar a leer propuesto por el notable pedagogo D. Mariano Vallejo. El Colegio invirtió 9.000 reales para transformar la escuela de cartilla en sala adecuada para el nuevo método. Incluso, ya más avanzado el siglo, la influencia británica y centroeuropea se dejará sentir en la construcción de nuevos colegios: situados en las afueras de la población, con amplios espacios verdes, en contacto con la naturaleza...Así se concibieron colegios como el de Vilanova i la Geltrú o Sarriá.

Los textos escolares alcanzaron un auge considerable en este siglo. Hasta se crearon imprentas propias (Polonia, Toscana, Castilla, etc.) para editar algunas publicaciones escolapias. Limitándonos a España, por vía de ejemplo, se pueden citar los siguientes: Jacinto Feliu (Matemáticas), Ramón Querol (Geografía), Ramón del Valle (Gramática y Autores Latinos), Hermenegildo Torres (Latín), Pedro Gómez (Hebreo), Melchor Ollé (método de lectura, gramática latina, métodos de música y canto), Blas Aínsa (Física y Química), Casimiro Gil (Historia Natural), Carlos Lasalde (Pedagogía),etc. Adquirieron justa fama y difusión las colecciones de Autores Latinos (Castilla y Aragón).

Las publicaciones de rango científico o de alta divulgación alcanzaron notable importancia. Bastaría citar las producidas por el grupo escolapio de Toscana y Bohemia; la revista "L'Educazione dei sordomuti"Siena, 1872 y ss., pionera de la investigación en esta especialidad), la "Revista Calasancia" (Madrid, 1888 y ss.), "La Academia Calasancia" (Barcelona, 1891 y ss.),etc.

La incorporación de profesores seglares en los colegios escolapios fue escasa y habitualmente por necesidad (especialización en alguna asignatura, como idiomas modernos).

3.2 La formación religiosa.

El fomento de la piedad se mantiene según el esquema ya conocido de ritmo diario, semanal y mensual, con la oración, Eucaristía, letanías, explicación del Evangelio, comunión mensual, etc. Los días festivos (domingos) se sigue teniendo el oratorio. A veces, después de la charla espiritual y la misa, los alumnos se entretienen estudiando mapas y esferas (una manera de instruir deleitando). El Oficio Parvo, en los domingos, es cantado por los alumnos mayores.

Existe constancia, incluso a comienzos del siglo XX, de haberse seguido practicando la oración al dar las horas, con interrupción de la clase. Con frecuencia consistía en alguna invocación a la Virgen.

La tarde los domingos se reservaba a la explicación y enseñanza del Catecismo, incluso en iglesias no escolapias. La enseñanza del Catecismo, tanto en el ámbito escolar como fuera, constituye una de las mayores preocupaciones de los escolapios del XIX.

La dedicación catequética fue muy intensa en casi todas las provincias, siguiendo la doble orientación de la enseñanza del Catecismo y de la Historia Sagrada (con textos bíblicos). Austria contó con un catequista excepcional, el P. Jacobo Hempel (1820-1871), especializado en catequesis a niños pobres y ciegos. Sobresalió, entre otras cualidades, por su capacidad de adaptación a los niños.

En Polonia, tras la prohibición a los religiosos de ejercer la enseñanza, la catequesis fue la actividad pastoral de más relieve. El P. Simón Bielski (1745-1826) publicó una Historia Sagrada, y el P. Felipe Neri Golanski (1735-1824), una selección de fragmentos del Nuevo Testamento. Entre los escolapios catequistas sobresalió el P. Francisco Krupinski (1836-1898), también autor de varias obras.

En Italia, la provincia de Toscana, a través de su imprenta, difundió ampliamente catecismos y obras piadosas. En 1816 se publicó la primera edición de la "Dottrina Cristiana ad uso delle Scuole Pie", obra realmente popular y utilizada más alla de las escuelas escolapias, incluso hasta entrado el nuevo siglo. Aunque en las sucesivas ediciones fue modificándose y reduciéndose, destacó siempre por la claridad de la expresión y la exactitud teológica. Estaba formado por 410 preguntas, con sus correspondientes respuestas, seguidas de algunas oraciones comunes y privadas. El esquema seguía el catecismo del Bellarmino[Notas 22].

Otra obra de gran difusión fue "Elementi di storia del Vecchio e Nuovo Testamente ad uso delle classi inferiori dell Scuole Pie" (Florencia, 1840). Actualizada y adaptada a los programas oficiales por el P. Ermenegildo Pistelli (1863-1927), con el título "Racconti di Storia Sacra per le Scuole Pie" (Florencia, 1896) siguió teniendo varias ediciones.

Incluso se prepararon ediciones para sordomudos: "Catechismo religioso esposto dal P. Luigi Bianchi d.S.P. ai sordomuti delle classe inferiori del R. Istituto Toscano in Siena" (1857); del P. Pompilio Pelliccioni, "Sessanta racconti del Nuovo Testamento" (Siena,1874) y el "Catechismo religioso" (Siena, 1885).

En España el Catecismo del P. Cayetano Ramo (1759) se siguió editando, aunque en forma abreviada, durante el XIX. Se publicaron varios catecismos (hasta uno en verso del P. Inocente Palacios, en 1842). El P. Ramón Querol (1820-1909) publicó un "Catecismo razonado sobre fundamentos de religión" (Valencia, 1886).

El certamen o combate fue el sistema privilegiado para la enseñanza pública del catecismo.

La Historia Sagrada contó con varias publicaciones: "Compendio de Historia Sagrada", del P. Manuel Pérez (Madrid, 1858) e "Historia Sagrada en tres grados" (Escuelas Pías de Aragón), entre otras.

Como elemento esencial de la pedagogía escolapia (conjunción de Piedad y Letras en el mismo proceso educativo y de aprendizaje) se editaron libros con textos religiosos y profanos para las clases de lectura. Uno de los más conocidos fue el titulado "Lecciones escogidas para los niños que aprenden a leer en las Escuelas Pías" (Madrid, 1829), a cargo del P. Pascual Suárez. La misma obra tuvo otras ediciones, corregidas por otros autores. En la de 1829 aparecen, entre otros, textos bíblicos, de Luis Vives, Fray Luis de Granada, fábulas de Samaniego, poesías de Fray Luis de León, Esteban Manuel de Villegas, Leonardo de Argensola y otros, junto con textos piadosos y oraciones (para antes y después de la comunión), meditaciones sobre el pecado, sobre la felicidad del hombre, etc.

La enseñanza de la moral cristiana tuvo también su atención. Ejemplos de publicaciones: "Lecciones de religión y moral" (Madrid, 1858) del P. Manuel Pérea; "Compendio de moral cristiana" (Valencia, 1895) del P. Ramón Querol. El P. Inocente Palacios, con un enfoque globalizante, escribió un "Plan de vida cristiana para los jóvenes" (Madrid, 1858).

La piedad en el ámbito escolar, basada principalmente en la oración vocal, produjo numerosos libros de oración: "Ejercicios de piedad y letras" (1829) del P. Saturnino Gómez (1802-1843); "Ejercicios de piedad y letras", del P. Pascual Suárez; "Ejercicios de piedad cristiana" (1857) de las Escuelas Pías de Aragón; "Devocionario para los niños que asisten a las Escuelas Pías" del P. Manuel Hernández (1836-1904).

Para la preparación de los Sacramentos de la Penitencia y Eucaristía, según la tradición calasancia, se editaron pequeños manuales o devocionarios. En Italia fue muy corriente esta práctica: "Il giovanetto cattolico guidato ai SS. Sacramenti della Penitenza ed Eucaristia" (Florencia, 1869) del P. Cesare Maggi; "Il giorno più bello della vita di un giovanetto cristiano" (Florencia, 1877) y la "Guida del giovinetto al Confessionale" (Florencia, 1893), ambos de autor anónimo.

En España esta práctica también contó con varios devocionarios, por ejemplo, el del P. Inocente Palacios: "Instrucción de cristiana piedad para preparar a los niños a la primera comunión" (Madrid, 1855).

Aunque la nueva orientación propuesta posteriormente por Pío X, modificara algunos planteamientos (como el de la comunión mensual), prácticas como las reseñadas en las Escuelas contribuyeron, entre otras, a preparar el ambiente en la Iglesia y hacer más fácil el camino para la reforma pontificia sobre la comunión frecuente en los albores del siglo XX.

La devoción a la Virgen María, uno de los distintivos de la espiritualidad calasancia, fue ampliamente difundida y fomentada por los escolapios en el XIX. Además de la celebración de las fiestas marianas, la recitación del Rosario, las Letanías lauretanas, la Corona de las Doce Estrellas, etc. se publicaron numerosas obritas con diversas devociones y reflexiones marianas[Notas 23]

La devoción al Santo Calasanz gozó de predilección entre los escolapios, incluso en momentos difíciles[Notas 24]. Se publicaron vidas, novenas, oraciones...Tanto en Italia como en España se siguió cultivando la hagiografía calasancia: "Epítome de la vida de San José de Calasanz" (Madrid, 1881) del P. Juan Cayetano Losada (también difusor del "Oficio y misa de San José de Calasanz", Madrid 1830); "L'educatore cattolico secondo lo spirito di San Giuseppe Calasanzio" (Savona, 1848) del P. Atanasio Canata.

En Polonia aparecieron varias obras sobre Calasanz, pero por razones lingüísticas no son conocidas fuera del país. En Italia, el excelente escritor P. Giovanni Battista Cereseto escribió una obra titulada "Il Calasanzio. Racconto storico" (Florencia, 1857), repetidamente editada y traducida.

Aunque a menudo falta el rigor histórico, estas vidas (de marcado carácter hagiográfico) alimentaron durante mucho tiempo el especial fervor de los escolapios y sus alumnos por el Santo Fundador.

3.3. El apostolado extraescolar.

La presencia pastoral escolapia fuera de la escuela tuvo en el XIX parecidas vías de expansión a las de la centuria precedente.

La predicación fuera de nuestras iglesias siguió siendo practicada por algunos escolapios que llegaron a tener renombre como oradores sagrados, incluso en las Cortes reales (así, en España, el P. Cipriano Tornos, predicador de Isabel II).

Las cofradías continuaron siendo uno de los cauces más utilizados para asegurar una presencia espiritual escolapia entre los seglares cristianos. Las hubo en todas las demarcaciones. Casi todas tenían ya una larga historia. En Polonia siguió floreciendo la Congregación de la Virgen María de las Gracias, incluso en las épocas de persecución. A finales de siglo se renovó la de San José.

En España las Congregaciones fueron, en tiempos difíciles como los años 30-40, un saludable medio de fortalecimiento espiritual, tanto personal como corporativo. En Madrid existieron algunas como la de la Soledad y la de Nuestra Señora de las Angustias.

En Italia siguieron floreciendo como en épocas anteriores. En Florencia destacaron la de la Visitación y Santa María della Neve (para alumnos).

Las Congregaciones o Cofradías, en general, tuvieron un triple objetivo: posibilitar una vida de piedad (con celebraciones periódicas y oraciones personales), aplicar sufragios por los cofrades y ejercer obras de caridad.

La llamada Tercera Orden escolapia no llegó a cuajar suficientemente, a pesar de intentos tan estimables como el del P. Celestino Zini (1825-1892), arzobispo de Siena, y creador de una Venerable Orden Tercer, en la que "piadosos seglares cuidaran de favorecer la educación infantil en el seno de las familias"[Notas 25]. La aprobación de la Tercera Orden fue por Decreto de la Congregación de Ritos (1887) y el papa León XIII le concedió el breve de privilegios e indulgencias. Se extendió por algunas poblaciones de Italia, España y América[Notas 26].

Las misiones no fueron campa abierto a los escolapios. Esta ausencia es todavía más significativa si se piensa que el siglo XIX conoció un gran desarrollo misional en la Iglesia. Unicamente se dio alguna aventura individual, como la del P. Federico Cao (1784-1852), obispo Vicario Apostólico en Birmania, donde permaneció unos diez años.

Los escolapios tuvieron una notable dedicación al apotolado de la prensa, entendido según la mente del XIX, el siglo por excelencia de la industrialización de la imprenta y de las publicaciones de carácter masivo. Los temas tratados por los autores escolapios fueron muy variados: Teología, Moral, Ascética, Liturgia (rúbricas), hagiografía, obras de piedad y devocionarios, obras apologéticas,etc. Los elencos bibliográficos que aparecen en C. Lasalde[Notas 27] y en el "Diccionario Enciclopédico Escolapio"[Notas 28], son un claro testimonio, en lo que se refiere al siglo XIX, de lo que hemos afirmado más arriba y hablan del ingente esfuerzo de los escolapios en la evangelización y formación religiosa a través de la palabra escrita.

Notas

  1. .cf MA p.36-38; LA p.58-63
  2. .baste citar a D. Andrés Manjón y sus escuelas del Ave María, fundadas en 1889, basadas en métodos intuitivos
  3. ."Historia de la Instrucción Pública en España", II, pág. 4
  4. .cf J. Martínez Ruiz "Azorín" en "La voluntad" (1902) y "Las confesiones de un pequeño filósofo" (1904)
  5. .cf Juan Mª Laboa: "El tema religioso en la Comisión de Reformas Sociales", XX Siglos n. 3 (1991), p.102-107
  6. .Francia: leyes de 1792 creando un sistema público de enseñanza obligatorio y gratuito; después, refrendado por la legislación napoleónica, incluso en los países ocupados. De Austria y su ámbito imperial ya conocemos las leyes represivas, lo mismo que en Italia y España, sobre todo desde 1837
  7. .ver FA para la época anterior a 1845; cf V.Faubell: "Notas históricas sobre la constitucionalidad de la enseñanza en España (1808-1977)" RCE n. 94 (1978) p.197-248
  8. .cf D I p.260
  9. .textos propios, como la colección de autores latinos o la gramática latina del P. Hornero, ambas reconocidas oficialmente cf D I p.261; exámenes con participación del propio profesor; exención de títulos oficiales; no sujetos, a veces, a la inspección; reconocimiento de la validez académica de estudios superiores de filosofía, por ejemplo, incluso hasta 1845,etc.
  10. .cf R IV p.333
  11. .cf R IV p.331 y ver 341-342
  12. .Imprenta de San Francisco de Sales, Madrid, p.635
  13. .cf D I p.260
  14. .cf V 1 p.194-195
  15. .cf R IV p.345-348
  16. .cf R IV p.380
  17. .AU p.130-133
  18. .cf R IV p.436
  19. .como las llamadas Escuelas de la Plaza, en Valencia, existentes desde 1763 y fruto del fundador D. Andrés Mayoral, arzobispo de Valencia
  20. .cf Giovanni Ausenda: "Insigni pedagogisti scolopi" RI n. 19 (1987) p.97-113
  21. .ver más arriba lo dicho sobre el plan italiano de 1870
  22. .cf STOP: "L'insegnamento del catechismo nelle Scuole Pie tra regole, cronaca, testi e edizioni" RI n. 10 (1984), p.22
  23. .A título de ejemplo, se citan algunas: "Mes de María", en verso (Zaragoza, 1876) por el P. Manuel Hernández; "Novenas a la Inmaculada Concepción y Virgen de los Ángeles" (Madrid, 1857), "Breve devocionario de los Congregantes de la Virgen de las Escuelas Pías y San José de Calasanz" (Valencia, 1870) del P. Andrés Espinosa (1814-1884); "María, madre de los niños, o sea Reflexiones sobre la educación de los niños en el amor a la Santísima Virgen" (Lérida, 1864) y "La Virgen María y San José de Calasanz" (Madrid, 1888) del P. Marcos Calvo (1836-1905)
  24. .cf "Le solennità centenarie del 1848 in Roma", ECO nn. 11-12 (1948) p.89-91
  25. .cf D II p.588
  26. .cf Jesús Lecea: "Presencia de Seglares en las Escuelas Pías" AC n. 59 (1988) p.221
  27. ."Historia literaria y bibliografía de las Escuelas Pías", tres tomos, Madrid 1893
  28. .tomos publicados I, II y V, 1983-1990