GinerMaestro/Cap19/09

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19.09. La peste de 1630 y la consolidación definitiva de la fundación

El gozo de la nueva fundación florentina quedó empañado por los temores de la peste, que bajaba implacable desde el norte de Italia, sembrando de muerte y consternación las ciudades y los pueblos. La clásica pluma de Manzoni describió en su famosa novela ‘Los novios’ esta histórica calamidad, limitándose a los estragos que produjo en Milán. Sin ser literato, no faltan matices de expresivo dramatismo y vibrante emoción en las numerosas referencias a la peste que pueden encontrarse en las cartas de Calasanz a medida que le llegan noticias de su avance y de sus víctimas. Con espíritu providencialista considera que es un castigo de Dios por los pecados de los hombres y exhorta a rezar por todos y a estar preparados para la muerte. Véanse algunos párrafos:

'El Señor guarde la ciudad de Nápoles de la peste pues si entrase la peste la ciudad quedaría arruinada; haga hacer oración ahí por la salud común de todas aquellas partes que no tienen peste y por las que la tienen' (1 de enero de-1630); “Todos estamos esperando la peste, que ya ha entrado en Bolonia, con la preparación qué Dios sabe; muchos compran antídotos contra la peste y dejan de parte la devoción y la penitencia” (15 de junio de 1630); “Me escriben de Reggio, que€ está 15 millas de Parma, que no sólo muere la gente de peste, sino los pobres de hambre, y van gritando los hombres y mujeres desgreñadas por las calles misericordia” (3 de julio de 1630); “es tan grande el miedo en Roma, que se tiene por cierto que antes de ocho días salga un edicto mandando que se cierren todas las escuelas de Roma, se vacíen las cárceles y se prohíban las reuniones ; han plantado horcas en algunas puertas y se procede con gran rigor. El Señor nos tenga misericordia, pues el temor es grandísimo en esta ciudad” (6 de julio de 1630); “De Florencia me escriben que en las fronteras matan a los hombres que se desvían de los caminos y en Bolonia, habiendo muerto casi todos los religiosos que ayudaban, no hay quien administre los sacramentos a los enfermos. Procure estar bien con Dios, que este verano habrá gran peligro” (13 de julio de 1630); “En Roma se hacen oraciones continuas y grandísimas devociones, porque si entrara, sería la ruina total ; procuro que todos los nuestros estén preparados para morir, porque se duda que si no de peste, de alguna otra enfermedad quizás común, pues lo merecen nuestros pecados” (27 de julio de 1630); “De Florencia me escriben nuestros Padres que están con grandísimo miedo de la peste, descubierta ya a tres millas de la ciudad” (14 de agosto de 1630); “Tenemos pésimas noticias de Florencia, con la cual y con todo su Estado se han prohibido las comunicaciones aquí en Roma. Los nuestros se encuentran en peligro grandísimo. El Señor les preserve del contagio que dicen algunos que ya ha entrado” (7 de septiembre de 1630); “Si Dios permitiera que nos entrara la peste que ya está en Florencia, entonces Roma se arruinaría. Se dice aquí que después de la vendimia cerrarán todas las puertas, o bien dejarán sólo dos abiertas; tal es el miedo que ha entrado por las increíbles miserias que cuentan de Milán y de otras ciudades de Lombardía”.[Notas 1]

Entró, por fin, en Florencia la temida peste, y el 29 de septiembre se dieron órdenes de cerrar las escuelas. Las nuestras apenas llevaban abiertas cuatro meses y no volverían a abrirse hasta el 2 de noviembre de 1631. En ese largo año, algunos de la comunidad que se hallaban fuera de la ciudad cuando se declaró la peste no pudieron volver hasta que fue permitido, como ocurrió al P. Castelli y al Hº. Vagnuzzi. Entre los que se quedaron, se distinguieron por su heroica caridad en asistir a los apestados el P. Galletti y el Hº. Ciomei, de quienes se lee en las primeras ‘Memorias de la Casa’:

' el P. Arcángel [Galletti] de la Natividad con el Hº. Martín [Ciomei] de S. Carlos, con tanto fervor se expuso a obra tan caritativa, que mereció el nombre de ‘Padre de la Peste’, exponipndose por amor de Dios a gravísimos peligros, hasta llevar sobre sus espaldas los cadáveres de los apestados, lo que causaba en los ánimos de todos admiración y gran estima hacia nuestra Religión. Y aunque dicho Padre con su compañero iba por todas partes, asistiendo a todos, sin abandonar a nadie, habiendo muerto gran parte de los que se habían expuesto, tanto seglares como religiosos, no obstante, se mantuvo siempre sano por su robustez y buena complexión de cuerpo'.[Notas 2]

A ellos se refería Calasanz escribiendo a Alacchi, a quien la peste le sorprendió en Venecia, saliendo también incólume: 'Nuestro Señor ha dado salud a dos de los nuestros en Florencia desde el principio hasta ahora -escribe el 19 de julio de 1631-en el servicio de los enfermos, e igualmente a otros dos de los nuestros en Cárcare, donde creo que murió la mayoría de la gente, y también ahí en Venecia se ha complacido en darle a V. salud'.[Notas 3] Roma quedó inmune de la peste gracias a las precauciones y medidas extraordinarias que se tomaron. Mas sobre todo en la mitad norte de la península los estragos causados fueron apocalípticos.[Notas 4] Concretamente en Florencia, que contaba entonces unos 60.000 habitantes, murieron entre agosto de 1630 y septiembre de 1631, sólo en la ciudad, unas 9.500 personas”.[Notas 5]

La labor de asistencia, llevada a cabo heroicamente por el P. Galletti y el Hº. Ciomei, no pasó inadvertida en Florencia, y -como se lee en las mencionadas ‘Memorias de la Casa’ 'por ello la Ciudad entera, los Príncipes, sus Ministros y Diputados sobre la peste quedaron muy edificados de nuestra Religión y muy animados a promover nuestro Instituto'.[Notas 6] A todo esto los Diputados de las Escuelas no habían visitado todavía las de ‘Via dei Cimatori’ desde que estaban en manos de los escolapios. El P. Provincial les rogó que fueran y el 20 de abril de 1632 se presentaban los Sres. Lucas degli Albizzi y Nicolás Berardi, quedando muy complacidos de los alumnos y de los maestros, prometiendo que darían buenos informes al Gran Duque.

El P. Provincial aprovechó la ocasión y rogó de palabra y por escrito a los dos inspectores que, dada la afluencia de alumnos y la escasez de maestros, pidieran a S. A. que ampliara a más de seis el número de religiosos, de modo que pudiera proveerse de otros en la medida que fueran necesarios sin limitación alguna. El 30 de abril lo concedió el Gran Duque y el 6 de mayo lo cumplimentaron los Diputados. Igualmente se les concedió licencia indefinida para quedarse y enseñar en Florencia. Y al comunicar estas noticias al P. General, el P. Provincial le rogaba que le mandara más religiosos. Ese mismo año 1632 la comunidad florentina llegó a tener 12 religiosos y los alumnos eran ya 500.[Notas 7]

La estrechez de locales se hizo insostenible, no sólo para los religiosos que iban aumentando en número, sino también para los alumnos que no cabían en el oratorio. Dadas las buenas disposiciones del Gran Duque y demás autoridades, el P. Provincial pidió les concedieran la iglesia de ‘Santa María dei Ricci’, sita dos manzanas más allá, hacia la Catedral, en la ‘Via del Corso’. En la súplica al Gran Duque aludía el P. Castelli a la necesidad de poder acoger cómodamente a los alumnos y además 'gratificar a muchas personas devotas con las Misas, Confesiones y otros auxilios espirituales'.[Notas 8] Con ello se abriría al público la labor-pastoral de los Padres. A fines de octubre de 1632 se llegó a un acuerdo preliminar con los que tenían a su cargo la iglesia; un mes más tarde se firmaba el contrato, una vez conseguido el beneplácito del arzobispado y del Gran Duque; el primero de febrero de 1633 se hacía la entrega de llaves y al día siguiente celebraban ya solemnemente los escolapios la festividad de la Candelaria en su nueva iglesia.[Notas 9]

La casa adosada a la iglesia había sido en tiempos pasados la residencia del ‘Podestâ’ (Gobernador o síndico) de Florencia, así como sede del ‘Studio Fiorentino’. El primero de mayo de 1633 consiguieron los escolapios el uso de parte del edificio, que era propiedad del Gran Duque, y se trasladaron a vivir allí. En t640 compraron otra parte del edificio, de propiedad particular, con la condición de que 'no puedan nunca hacer sus escuelas en dicha casa, sino tenerla solamente para habitación'.[Notas 10] Y así fue: desde 1633 las Escuelas Pías Florentinas continuaron en el edificio de la ‘Via dei Cimatori’, mientras la comunidad residió en la llamada ‘Casa profesa’, en la ‘Via del Corso’.[Notas 11]

Notas

  1. C.1284, 1417, 1433, 1434, 1437, 1447, 1464, 1486, 1,492.
  2. Cf. F. MOROSI, o.c., p.261.
  3. C.1650. Los dos de Carcare eran el P. Domingo Pizzardi y el Hº Juan Bta. Bucardi, que murieron de peste el 4 de julio, como notificaba luego Calasanz en otra carta del 23.de julio de 1631: 'Il P. Doménico che serviva li apestati nelle Carcare passó a miglior vita insieme col compagno.in un istesso giorno ambedui dell’istesso male (c.1651) Cf. BAU, BC, p.579-580.
  4. Cf. PASTOR, o.c., vol. 29, p.181-182; ‘Diario’ de G. GIGLI: Ricerche 18 (1986) 361-363.
  5. Datos de F. SETTIMANI, ‘Memorie Fiorentine’ y ‘Diario’, cit. en A. K. LIEBREICH, ‘The florentine Piarists’: Archivum 12 (1982) 273 y 276. Seg~n datos de F. RONDINELLI, ‘Relazione del contagio del 1630’ (Florencia 1634) en dichos trece meses hubo 12.000 víctimas entre la ciudad y sus alrededores en una milla de distancia (cf. F. MOROSI, o.c. p.260, n.9).
  6. Cf. F. MOROSI, o.c., p.262.
  7. Ib., p.262-263; L. PICANYOL, o.c., p.64-65.
  8. Cf. F. MOROSI, o.c., p.263.
  9. Ib., p.264-265.
  10. Ib.; VARIOS, ‘Il passato e il presente della Provincia Toscana delle Scuole Pie’ (Florencia 1979) p.16-17
  11. la separación de locales se man0tuvo hasta 1775, en que, suprimidos los jesuitas en 1773,los escolapios ocuparon su colegio e iglesia de ‘San Gíovannino’, junto al Palacio Mqdici-Riccardi, abandonando los edificios anteriores.