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APÉNDICE LOS GASTOS DEL PROCESO DE BEATIFICACIÓN

Benedicto XIV en su clásica obra sobre la Beatificación y Canonización de los Santos, tantas veces citada en nuestro trabajo, dedica los dos últimos capítulos del Libro Primero a la cuestión de los gastos ocasionados en el proceso de Canonización[Notas 1]. Y como introducción a esta materia recuerda las quejas y las críticas movidas, particularmente en el extranjero, contra la insaciable sed de dinero de los Papas, que no cesan de exigir contribuciones a las naciones católicas para aumentar sus riquezas, que van a parar principalmente a manos de sus nepotes[Notas 2]. Entre estas quejas no faltan las de aquellos que consideran un despilfarro las ingentes sumas exigidas para conseguir la canonización, sobre todo para la ceremonia final en la Basílica Vaticana, llegando incluso a insinuar que es la ambición la que mueve a los Papas a conceder canonizaciones, de modo que sóio los grandes Príncipes o las ciudades opulentas pueden darse la satisfacción de canonizar a sus protegidos[Notas 3].

Sin negar que ha habido siempre exageración y aun malicia en estas críticas de todos ios tiempos contra toda clase de triunfaiismo, hay que reconocer que en tiempos pasados, parte de los gastos y regalos que se exigían eran realmente abusivos y superfluos. Y los Papas fueron poco a poco limitándolos, salvando, sin embargo, la magnificencia y el esplendor que creían necesarias para la glorificación de los Santos, según criterios de época, que no por disentir de los actuales, eran menos válidos.

Las solemnidades en la Basílica Vaticana y las inmediatas celebraciones en las respectivas Iglesias particulares en que se hacían los Triduos solemnísimos en honor de los recién beatificados o canonizados, suponían ciertamente una suma enorme de dinero. Pero prescidiendo de este dispendio final, hay que pensar sobre todo en las expensas que llevaban consigo los interminables procesos sobre las virtudes y los milagros., que habían precedido las solemnidades conclusivas. Casi todos los oficiales que habían intervenido en estos procesos tenían su congrua gratificación, estrictamente reglamentada por disposiciones pontificias, de acuerdo con la importancia y medida de sus intervenciones. Entre los oficiales, que más directamente intervienen en los procesos, hay que recordar al Promotor y Subpro-motor de la Fe, a los notarios, abogados y procuradores, a los médicos y demás peritos en diversas materias, a los copistas y secretarios, etcétera. A intervalos regulares había que gratificar a los servidores o "sala" de diversos personajes, como el Cardenal Ponente y Cardenal Prefecto de la Congregación de Ritos, el Secretario de la misma, el Promotor de la Fe, etc. Uno de los gastos más conspicuos lo absorbía la Tipografía de la Cámara Apostólica, por la publicación de las Posiciones, a lo que hay que añadir todo el material necesario para la redacción preparatoria de tales publicaciones, y del cúmulo ingente de otros escritos, como procesos, memoriales, súplicas, cartas, exámenes de peritos, copias de documentos, etc.

Dos veces al año, es decir, en la Fiesta de la Asunción (Ferragosto) y por Navidad, se daban regalos especiales, consistentes en vinos y carnes de pluma, al Promotor y Subpromotor de la Fe, a los abogados de la Causa y a algunos otros personajes que intervenían en los procesos[Notas 4]. Y para la fiesta de la Candelaria se regalaba a los mismos, si eran eclesiásticos, los blandones tradicionales.

No son tampoco despreciables los gastos ocasionados por la publicación de "Vidas" y de estampas-grabados para fomentar la devoción al Venerable o al Beato, o para obsequiar a personajes más o menos participantes en el curso del proceso. Algunos de estos obsequios estaban igualmente reglamentados en ciertos momentos del curso de la Causa, y tratándose de imágenes del Venerable debían ser presentadas en adecuados marcos artísticamente elaborados.

Para las solemnidades de la Beatificación en la Basílica Vaticana las expensas eran altísimas. Sólo a la sacristía de la Basílica había que entregar 500 escudos de oro[Notas 5]. Y esto sin contar el importe de toda la decoración del inmenso Templo, con las pinturas, damascos, palcos y tronos, cera y músicos, etc. Había que dar también lo suyo a los Maestros de Ceremonias, sacristanes y ayudantes, Guardia Suiza, trompeteros del Senado, y otros más que contribuían con su trabajo a la preparación o realización de la magna ceremonia.

En el transcurso de los tiempos, los Papas habían dado disposiciones concretas regulando los honorarios que correspondían a los que intervenían tanto en los Procesos como en las solemnidades finales. La última reglamentación, a la que se acomodó la Beatificación del Fundador de las Escuelas Pías, fue promulgada por Benedicto XIV en 1741[Notas 6], en el primer año de Pontificado. El Proceso, sin embargo, tuvo que atenerse a las disposiciones sucesivas de Urbano VIII, Alejandro Vil, Inocencio XI, Alejandro VIII y Clemente XI[Notas 7].

A pesar de la moderación impuesta por los decretos pontificios, es comprensible que el conjunto de procesos que se habían sucedido durante un siglo en el decurso de nuestra Causa, ocasionaran gastos ingentes, tanto más considerables si se tienen en cuenta las estrecheces económicas en que se debatía constantemente nuestra Casa Generalicia. No extrañará, pues, que los Padres Generales, en repetidas ocasiones, ya fuera con Cartas Circulares a toda la Orden, ya en cartas particulares a Provinciales o a otros religiosos, no cesaran de exigir contribuciones especiales para sufragar los gastos de la Causa, o lamentaran, incluso con amenazas, la morosidad o descuido de quienes no pagaran puntualmente[Notas 8]. También se interesaron en este particular algunos Capítulos Generales, reglamentando la imposición de tales contribuciones[Notas 9].

Gracias a estas precauciones, y a la creación de una Caja particular para la Causa de Beatificación del Venerable[Notas 10], como también a la lentitud con que procedió la Causa, se pudo siempre disponer de fondos para cubrir los gastos a medida que ocurrían, de modo que en ios balances que se hacían al final del mandato de cada Postulados quedara siempre un saldo positivo. Sin embargo, las solemnidades de la Beatificación produjeron un gasto tan cuantioso y lógicamente repentino, que las existencias, con ser tantas, no llegaron inmediatamente a cubrirlo; desde el 12 de junio de 1748 hasta el 31 de julio de 1749 el balance fue el siguiente: entradas, 5.945,65 escudos romanos; salidas, 6.420,50 escudos romanos; y deuda consiguiente de 474,86 escudos romanos[Notas 11]. A esta deuda se añadieron a los pocos años los 3.000 escudos romanos que costó la estatua vaticana del Beato.

Sin pretender dar una cifra exacta de todos los gastos desde que empezó el primer proceso diocesano de non cultu en 1650 hasta la inauguración de la estatua vaticana en 1755, podemos intentar una aproximación, apoyándonos en los libros de cuentas de nuestros Postuladores y en otros apuntes pertinentes. En efecto, en esos 105 años apenas existen dos lagunas documentales, que abarcan respectivamente desde junio de 1671, en que el P. Caputi salió de Roma, hasta el 29 de diciembre de 1683 por una parte; y por otra, desde el 29 de diciembre de 1693 hasta marzo de 1695, en que empieza el libro del Erario. Añádase a ello que el P. Caputi no anotó tampoco minuciosamente sus gastos, pero nos dice que durante todo el período en que él se interesó por la Causa (incluyendo, por tanto, el mandato del P. Berro y el suyo propio) llegaría a gastar tan sólo unos 100 escudos[Notas 12].

Los registros de cuentas en que apoyamos nuestros cálculos son tres, a saber: 1) Registro e memorie di contribuzioni, que anota los gastos desde diciembre de 1683 hasta diciembre de 1693[Notas 13]; 2) Erario, que va desde marzo de 1695 hasta mayo de 1718[Notas 14]; y 3) Esito del Beato, que en su primer volumen comprende desde mayo de 1718 hasta 1754[Notas 15], pero que a nosotros sólo nos interesa hasta el balance anotado el 31 de julio de 1749, en que liquida todos los gastos ocasionados en las celebraciones de la Beatificación. Los demás gastos ya se refieren al incipiente proceso de canonización. A las sumas que se desprenden de estos registros hay que añadir los 3.000 escudos romanos que costó la estatua vaticana, para cuya amortización se abrió un registro especial[Notas 16].

Según estos registros la cuantía de gastos sería la siguiente:

de XII. 1683 a XII. 1693 1.578,03

de III. 1695 a V. 1718 2.525,09

de V. 1718 a VIII. 1749 21.114,98

estatua vaticana 3.000,00

Total 28.318,10

Teniendo en cuenta las dos lagunas mencionadas, que se refieren a unos 13 años y pico, y que el gasto del decenio 1683-1693, antes anotado, suma 1.578 escudos, podemos redondear la cifra global en 30.000 escudos romanos. Estos escudos romanos son de moneda corriente. Mil escudos de oro equivalían a 1.650 escudos corrientes[Notas 17]. Por lo que los 30.000 escudos equivalían a 18.181 escudos de oro.

Notas

  1. Cfr. o. c, I, Cap. 46-47.
  2. Cfr. o. c, I, cap. 46, p. 337.
  3. Ibid., p. 338.
  4. Cfr. por ejemplo, esta nota: «Si mandarono a Mons. Lambertini già dichiarato Prelato e Promotore della Fede vino fiaschi 12, gallinacci 4 e caponi 8. Al Sig. Aw. Zuccarini, sottopromotore, vino fiaschi 8, gallinacci 2 e caponi 6. Al Sig. Montecatini Avvocato della Causa del Nro. Ven. Pre. vino fiaschi 8, gallinacci due e caponi 6» (Erario, p. 110, enero de 1713).
  5. Cfr. BENEDICTO XIV, o. c, I, apéndice 14, p. 559.
  6. Ibid., pp. 551-563.
  7. Cfr. o. c, I, cap. 46.
  8. Cfr. SANTHA, Eph. Cal.; P. Fedele, p. 113; P. Armini, p. 35, nota 62; P. Foci, p. 258; P. Zanoni, p. 96-97, 102 nota 110; P. Salistri, p. 23, nota 262; P. Boschi, p. 207, nota 52; P. Bornó, pp. 67-68, nota 49; P. Lalli, p. 26, nota 91; P. Oliva, p. 626, nota 40.
  9. Cfr. Archivum Sch. P., 3 (1938) 10 (Cap. Gen. a. 1677); 4 (1939) 14 (Cap. Gen. a. 1686); 4 (1939) 35 (Cap. Gen. a. 1692).
  10. En los libros de cuentas generales se distingue siempre lo relativo a la Causa del Fundador, cuando no existen libros especiales para esta finalidad, sobre todo aquellos en que además de los gastos, se reserva una cuenta particular para la contribución de cada casa de la Orden.
  11. Cfr. Esito, f. 43v (sin paginar).
  12. Cfr. cap. IV, nota 68.
  13. Cfr. Reg. Cal. 58.
  14. Cfr. Reg. Gen., 96.
  15. Cfr. Reg. Cal., 60.
  16. Cfr. Reg. Cal., 65.
  17. Cfr. BENEDICTO XIV, o. e, I, apéndice 14, p. 560.