GinerProceso/Cap4

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CAPITULO CUARTO: LOS PROCESOS APOSTÓLICOS

Los procesos ordinarios habían sido dos, de los cuales el de non cultu podía ser hecho o por el Ordinario del Lugar o por la Santa Sede. En nuestro caso se había hecho con autoridad ordinaria, pero a pesar de la sentencia pronunciada por el Cardenal Vicario, como ordinario de Roma, debía ser confirmado por Autoridad Apostólica antes de que se diera inicio a los otros procesos apostólicos. Pero •cabía obtener dispensa de esta prioridad y empezar aquellos.

Los procesos apostólicos eran substancialmente dos: 1. super fama sanctitatis, virtutum et miraculorum in genere, y 2. super virtu-tibus et miraculis in specie. El orden judicial exigía que no se instituyera el segundo sin haber terminado el primero, además de haberse dado el juicio definitivo sobre el de non cultu. Pero también sobre este requisito se podía obtener dispensa de la Sda. Congregación en atención a la edad avanzada de los posibles testigos oculares que debían testificar sobre las virtudes in specie, y que probablemente habrían ya muerto cuando se instituyera este proceso, después de concluido el de fama sanctitatis, virtutum et miraculorum in genere. Era común obtener esta dispensa y empezar con el proceso apostólico in specie, que en este caso recibe el nombre de proceso super virtutibus et miraculis in specie, ne pereant probationes[Notas 1].

Y éste era el proceso con el que iba a empezar la nueva etapa de la Causa nuestro Procurador efectivo, P. Caputi,

Aunque en el Decreto pontificio, por el que se había nombrado Ponente o Relator de nuestra Causa al Cardenal Escipión d'Elei,. se decía expresamente que había sido designado pro introducenda et prosequenda Causa dicti Servi Dei[Notas 2], no obstante, se debía suplicar de nuevo a la Sda. Congregación y al Papa que se designara de nuevo al Cardenal Ponente, y por norma general solía ser confirmado el mismo[Notas 3], dando así sentido a la cláusula recordada. Nuestros Postuladores, y en su nombre el abogado Bouillaud, presentaron a mediados de noviembre de aquel año 1667 la oportuna súplica para obtener el Relator[Notas 4], y la Congregación en su sesión1 ordinaria del 19 del mismo mes eligió al Cardenal Pedro Vidoni, pero' sólo después de casi dos meses fue presentado el decreto al Papa: en el Consistorio del 16 de enero de 1668 por el Prefecto de la Congregación, Card. Ginetti, y el Papa aprobó la nueva designación[Notas 5].

La sustitución del Card. Vidoni en lugar del Card. d'Elei debió' probablemente llevarse con cierto secreto, pues cuando el 15 de' diciembre el P. Caputi se entrevistó con Elei, que seguía encargadr He la Causa, le comunicó la noticia y el Cardenal quedó extrañadr y disgustado por el cambio, no sólo porque no se le había dicho nada, sino también porque le quitaban de las manos una Causa a la que se había aficionado mucho[Notas 6]. Por lo visto, fue el Card. Vidoni quien la pidió, dado que el Card. d'Elei llevaba otras Causas, mientras él no llevaba ninguna[Notas 7]. Tal vez esto explique la demora de casi dos meses entre la decisión de la Congregación y la aprobación pontificia, pues se esperaba acaso la reacción del Card. d'Elei y su consiguiente resignación al hecho, antes de que lo confirmara el Papa, o hubo que consultar primero a Elei para que aceptara la. decisión de la Congregación antes de la confirmación del Papa.

Sin esperar, no obstante, la respuesta de la Congregación a la súplica de designación del Ponente, o confiando en que fuera confirmado el mismo, el abogado Bouillaud presentó un memorial para la Congregación del 10 de diciembre suplicando las llamadas Litterae Remissoriales[Notas 8], por las que se delegara al Cardenal Vicario» para instruir el proceso apostólico super virtutibus et miraculis in specie, ne pereant probationes, apoyado en la avanzada edad de los testigos oculares supervivientes[Notas 9]. La Congregación, sin embargo, no las concedió por el momento, pues en la sesión del 10 de diciembre había otras cuestiones más urgentes que tratar y no hubo tiempo para considerar la nuestra[Notas 10], Se dijo simplemente' que se examinara antes si debían concederse tales "Letras remiso-riales" y se aplazó la cuestión para otra sesión[Notas 11]. El Cardenal d'Elei continuaba desempeñando sus funciones de Ponente de nuestra Causa, ignorando que la Congregación había ya nombrado su sustituto el 19 de noviembre, pero todavía había sido aprobado por el Papa[Notas 12].

En los primeros meses de 1668 preparó Bouillaud un nuevo memorial insistiendo en la misma súplica, y ateniéndose a lo prescrito por la Congregación lo presentó al Promotor de la Fe, Mons. de Rossi para que formulara sus objeciones o Animadversiones[Notas 13]. Monseñor de Rossi propuso las tres objeciones siguientes: 1. la razón principal para dar preferencia al proceso in specie sobre el ¡n genere se basaba en la ancianidad de los testigos supervivientes, que Bouillaud decía en su memorial ser octogenarios y quincuagenarios, pero no se podía considerar verdaderamente ancianos a los quincuagenarios; 2. los textos aducidos por el abogado para justificar la excepción procesal valían ciertamente para causas civiles, pero no para criminales, a las que se debía equiparar el proceso de Beatificación por su gravedad, pues apenas podía concebirse en la Iglesia un asunto que superara en importancia a la Beatificación y Canonización; 3. debía seguirse la antiquísima práctica de la Congregación, confirmada por los decretos de Urbano VIII[Notas 14].

El abogado defensor, Bouillaud, respondió a las Animadversiones del Promotor impugnándolas con nuevos textos y argumentos. Respecto al punto tercero hizo notar que Mons. de Rossi había admitido la misma excepción que se pedía ahora, en el proceso mallorquín" de Sor Catalina Tomás, en la Congregación del 3 de marzo de 1665,; y añadió una copia del memorial de Monseñor a continuación de su propia defensa[Notas 15].

Con miras a la próxima Congregación, los Postuladores y abogados hicieron el debido recorrido para informar a Cardenales y Consultores sobre las propias Causas[Notas 16]. De modo especial había. sido informado por Caputi el nuevo Relator, Cardenal Vidoni, apenas recibido el nombramiento, quedando muy satisfecho y dispuesto a promover la Causa con todos sus medios[Notas 17]. La Congregación tuvo lugar el 21 de abril de 1668 y en ella se discutió nuestra Causa, emanándose el decreto oportuno por el que se concedían las "Letras remisoriales" y se delegaba al Cardenal Vicario para que instruyera el proceso ne pereant probationes. Y el 1 de mayo confirmaba el decreto del papa Clemente IX[Notas 18].

Para formar el tribunal competente se requerían tres obispos en los procesos apostólicos y no uno solo como en los procesos ordinarios. Y el infatigable P. Caputi emprendió la tarea de buscarlos. Habló con Mons. Camilo Piazza, obispo de Drago in partibus, canónigo de S. Juan de Letrán y oficial del Santo Oficio; con Mons. Zeno de Regio, Auditor del Card. d'Este, y con Mons. José della Corgna, O. P., obispo de Orvieto, a quien inútilmente había recurrido para 'os procesos ordinarios. Mas ninguno de estos tres pudieron aceptar el encargo, por incompatibilidad de ocupaciones[Notas 19]. Habló luego con Mons. José Ciantes, O. P., romano, dimisionario de Marsico Nuovo, que había sido discípulo de Caiasanz[Notas 20], y aceptó el oficio. El segundo en aceptar fue Mons. José Suárez, aviñonés, dimisionario de Vaison (Francia) y vicario del Capítulo de S. Pedro del Vaticano. El P. Caputi tuvo sus reparos en escogerlo, pues siendo francés, sospechaba que fuera contrario en juzgar la causa de un español, como era el Fundador[Notas 21]. No pudo encontrar al tercero. Pero el Cardenal Ginetti le propuso su propio Auditor, Mons. José Palermo, obispo de Conversano, que podía ser muy útil en el proceso, tanto por su carácter de jurista, como por haber seguido e intervenido •en el proceso ordinario desde un principio[Notas 22]. Caputi observa la coincidencia de que los tres obispos jueces se llamaban José, como un augurio feliz para la Causa del P. José de la Madre de Dios[Notas 23].

El 20 de julio de 1668 el Card. Ginetti convocó en su presencia a todos los oficiales elegidos para el Proceso, entre los cuales •asistieron también nuestros dos Procuradores, los PP. Caputi y Pen-nazzi. Se hicieron las formalidades de rigor para la delegación de los tres jueces y elección de los demás ministros y se designó la iglesia de S. Juan de la Pina como lugar para el proceso[Notas 24]. En •esta iglesia se tuvo la primera sesión el 30 de julio para tomar oficialmente posesión de sus cargos los tres obispos[Notas 25], y en una segunda sesión del día 2 de agosto los PP. Pennazzi y Caputi presentaron sus credenciales de Procuradores, añadiendo un documento notarial con la renuncia del P. Morelli, que constaba como Procurador in solidum en la patente de aquellos[Notas 26]. Presentaron también las Positiones o Artículos para el interrogatorio de testigos, especificados por materias según exigencias del Proceso de virtutibus in specie, y con ellos la lista de los testigos[Notas 27].

La especificación de los 75 artículos presentados es la siguiente: los 22 primeros, sin título especial, tratan de la vida del P. José ere general; los restantes están agrupados bajo los títulos siguientes:; De virtutibus (n. 23), De Fide (nn. 35-36), De Spe (nn. 30-34), De Charitate in Deum (nn. 35-36), De Charitate erga proximum (nn. 37-43). De Prudentia (nn. 44-48), De Justitia (nn. 49:54), De Fortitudine (nn. 55- 58), De Temperantia (nn. 59-68), De donis supematuralibus et fama sanctitatis in vita (nn. 69-70), De obitu Servi Dei et fama sanctitatis et miraculis post obitum (nn. 71-73), De miraculis (nn. 74-75)[Notas 28].

La selección de testigos fue trabajosa. En un primer momento se formó una lista de 121 nombres, entre los cuales 33 de escolapios,, otros 63 de otros varones y 25 de mujeres. Entre los varones se encuentran obispos, canónigos, simples sacerdotes, religiosos, duques, marqueses y príncipes romanos, médicos, empleados curiales,, zapateros, cocineros, etc. Y entre las mujeres se hallan duquesas y marquesas junto a mujeres del pueblo sencillo, que ya aparecieron-' en parte en el proceso informativo ordinario[Notas 29]. Esta nutrida lista-debió parecer demasiado larga y en una segunda revisión quedó-reducida a 48 nombres, que son los que se presentaron en la lista-oficial, junto con los Artículos[Notas 30]. No obstante, sólo llegaron a examinarse 3 de las 48 personas propuestas para este proceso, erh su primera fase ne probationes perirent.

La primera diligencia que se tomó al empezar los procesos ordinarios fue la visita oficial al sepulcro del Siervo de Dios, para cerciorarse de la ausencia total de culto público prohibido. Del mismo-modo ahora, al incoarse los procesos apostólicos, era necesario visitar de nuevo el sepulcro, no sólo externamente como antaño, sino-llegando al reconocimiento del cadáver. El P. Caputi habló de ello a Mons. de Rossi en octubre[Notas 31], y en noviembre se presentó a la Sda. Congregación de Ritos un memorial pidiendo licencia para proceder, según derecho, a la exhumación del cadáver, enterrado 20 años antes[Notas 32], y la Congregación emanó un decreto el 24 de noviembre de 1668, dando licencia para ello[Notas 33]. Pero pasaron-todavía dos largos meses antes de que se llevara a cabo.

En este intervalo hubo otra sesión en S. Juan de la Pina el 9 de ¿enero de 1669, en la que prestaron juramento ocho de los testigos, que fueron: el P. Francisco Biscia, teatino, de 64 años; la Sra. Conslancia de Nuce, de 53 años, y los seis escolapios siguientes: P. José Fedele, Provincial Romano y futuro General de la Orden, de 63 años; Mermano Francisco Noberasco, de 74 años, que ya había sido testigo examinado en el proceso ordinario; H. José Toni, de 78 años; Hermano Salvador Signorini, de 63 años; H. Eleuterio Stiso, de 74 años, testigo también en el proceso ordinario; H. Jerónimo Leonelli, de 40 años[Notas 34]. De estos ocho testigos jurados, sólo se examinaron en este proceso los PP. Biscia y Fedele. En esta sesión fue presentado el decreto de la Sda. Congregación con la licencia para visitar el sepulcro[Notas 35].

Pasó todavía otro mes. Y el 7 de febrero se procedió a la apertura del sepulcro en presencia de los tres obispos jueces Ciantes, Suárez y Palermo, del protonotario Mons. D'Aquino, del subpromotor de la Fe Miguel Ángel Lapis, además del notario sustituto, cuatro médicos, dos quirurgos, cuatro Padres teatinos, y otros cuatro -Monseñores, entre los cuales Mons. Camilo de'Massimi, Patriarca de Jerusalén, ex-nuncio de España (1654-56) y futuro Cardenal[Notas 36]. 'Naturalmente, asistieron también los Padres de la Comunidad de •San Pantaleón y de otras Comunidades romanas, algunos de los cuales, como el P. General Cosme Chiara, no habían conocido en vida al Santo Fundador. A todos estos se añadieron dos albañiles y dos estañadores para la tarea material de la exhumación y nueva inhumación. Merece notarse que entre estos cuatro obreros estaba •Carlos Antonio Gamorra, que veinte años antes había intervenido en el enterramiento como estañador y había presenciado el ruidoso milagro del tullido sanado instantáneamente y por esta razón había depuesto como testigo en el proceso ordinario[Notas 37].

Es lógico imaginar la emoción de todos los asistentes en aquellos momentos en que volvía a la luz el cadáver del Venerable Siervo de Dios. Quizás se abrigaba la esperanza de que se conservara incorupto, pero la realidad frustò las ilusiones. La humedad había descompuesto el ataúd de madera encerrado en la envoltura de plomo, y el venerado cadáver había sufrido también los efectos destructores; de veinte años transcurridos. Examinados detenidamente aquellos. despojos, se volvieron o recomponer las dos ataúdes, se colocaron de nuevo en su sitio, se cubrió la fosa y quedó todo como antes.. En la sacristía se tomaron declaraciones oficiales a cuatro médicos, dos quirúrgicos y dos estañadores, componiendo un pequeño proceso, que con los demás documentos pertinentes forman parte pre-iminar del proceso in specie, ne probationes perirent[Notas 38].

Un nuevo y grave problema vino a interrumpir la marcha del; recién incoado proceso, absorbiendo la atención de su máximo exponente, el P. Caputi. La reintegración parcial de la Escuela Pía como Congregación de votos simples había sido aceptada por una minoría como solución definitiva, pero la inmensa mayoría de los escolapios la habían considerado como transitoria, esperando ardientemente el momento oportuno para que fuera restablecida totalmente como Orden de votos solemnes, tal como había sido antes de la supresión inocenciana. Alejandro Vil no había creído conveniente dar este paso definitivo, por parecerle un contraste demasiado violento respecto a la decisión de su inmediato predecesor. Pero la restauración parcial había producido perturbaciones internas y no había solucionado dificultades externas, que creaban sinsabores y disgustos en la corporación. La nueva Congregación General, particularmente el P. General Cosme Chiara, abogaba por una solución definitiva, basada en el restablecimiento del Instituto como Orden de votos solemnes. Y la coyuntura histórica era la más favorable. Las óptimas disposiciones de Clemente IX respecto a las Escuelas. Pías debían ser aprovechadas.

En mayo de 1668 la Congregación General de las Escuelas Pías; había pedido el Papa la reintegración total de la Orden. En un primer momento se encomendó el asunto ai P. Pennazzi, tal ver por no querer distraer al P. Caputi en sus funciones de Postulador en plena actividad. Pero en septiembre del mismo año empezó a. intervenir Caputi, buscando un camino más rápido y seguro. Se valió de todas sus influencias, particularmente del Card. Imperiali y de .a Sra. Eleonora Baroni Castellana, del embajador de Florencia y de sus Señores el Duque de Toscana y Cardenales Medicis. Pero el hombre providencial que llevó el peso del problema fue nada menos que Mons. de Rossi, promotor de la Fe, que en esta ocasión dio la máxima prueba de su estima por las Escuelas Pías.

Este difícil asunto absorbió las energías del P. Caputi, sobre todo durante el año 1669, en el que no tuvo tiempo para pensar en el proceso apostólico en marcha. Pero sus desvelos y su maravillosa habilidad llevaron la empresa a feliz término, consiguiendo de Clemente IX el Breve del 26 de octubre de 1669 por el que la Escuela Pía volvía a ser Orden de votos solemnes con todas las prerrogativas de que gozaba antes del decreto inocenciano[Notas 39]. Fue éste el máximo y último gesto de benevolencia de Clemente IX a favor de las Escuelas Pías, pues el 9 de diciembre del mismo año 1669, apenas mes y medio después de emanado el decreto, murió el Papa.

Concluido felizmente el asunto de la restauración completa de la Orden, el P. Caputi pudo volver a ocuparse del Proceso. Pero nuevos inconvenientes, ajenos a su voluntad, entorpecieron de nuevo el: r tmo del mismo. Poco antes de morir, el papa Clemente IX había nombrado Auditor de Cámara a Mons. de Aquino que desempeñaba el oficio de Protonotario Apostólico, cuya presencia era necesaria en el Proceso. Y fue preciso esperar el nombramiento de su sucesor[Notas 40]. Pero la Sede Vacante duró hasta el 29 de abril de 1670, en que fue elegido Clemente X. Un segundo inconveniente fue la muerte de Mons. Ciantes, que era uno de los tres jueces, ocurrida el 24 de febrero de 1670[Notas 41]. Y de nuevo el P. Caputi tuvo que ingeniarse para encontrarle sustituto. Pidió consejo a Mons. Suárez, quien le sugerió que recurriera al Arzobispo de Taranto, Mons. Tomás de Sarria, O. P., entonces residente en Roma, pues siendo español aceptaría probablemente muy gustoso. Además, hizo notar Monseñor Suárez, de este modo presidirían el tribunal un Italiano (Palermo), un español (Sarria) y un francés (Suárez), pero a pesar de ser de naciones distintas, irían siempre de acuerdo para el bien de la, Causa[Notas 42].

El arzobispo de Taranto no tuvo dificultad en aceptar el encargo, añadiendo que conocía bien la familia de los Calasanz y tenía incluso amigos en ella[Notas 43]. Se elevó la debida súplica a la Congregación y fue aceptada la designación de Mons. de Sarria el 4 de junio de 1670[Notas 44].

Mas no habían terminado aún las interferencias. El Breve de restauración de la Orden había provocado nuevas disenciones en los descontentos, por lo cual el P. Caputi, siguiendo las instrucciones de la Congregación General, tuvo que ocuparse de nuevo de este asunto hasta conseguir otro Breve de Clemente X en octubre de 1670 para solucionar el problema[Notas 45]. Para colmo, el 1 de septiembre anterior fue nombrado obispo de Santa Severina Monseñor Palermo, otro de los jueces del Proceso, y tuvo que renunciar a su oficio de examinador para trasladarse a su sede[Notas 46]. Y otra vez Caputi tuvo que buscarle sustituto, encontrándolo en el obispo dimisionario de Bitonto, Mons. Cosme Alejandro Crescenzi, C. R. Som., que aceptó con complacencia, pues había conocido y admirado como Santo al P. José[Notas 47]. Se hicieron las debidas instancias a la Congregación y fueron aceptadas en noviembre de 1670[Notas 48]. Pero no había transcurrido un mes desde este último nombramiento, cuando Clemente X nombró a Mons. Crescenzi Maestro de Cámara en enero de 1671[Notas 49]. El P. Caputi, temiendo justamente que sus nuevas ocupaciones en Palacio le impidieran asistir ai Proceso, creyó oportuno buscarle un sustituto, pero Monseñor le rogó encarecidamente que no le quitara aquel honor, pues deseaba intervenir y haría lo posible por dejar de parte otras obligaciones cuando tuviera que celebrarse el Proceso, excepto en días de consistorio o audiencia de Embajadores, en que su presencia en Palacio era necesaria. El Papa estaba de acuerdo con sus deseos[Notas 50].

En sustitución de Mons. Luis d'Aquino, fue nombrado Protonota-rio Apostólico Mons. Alejandro Colonna[Notas 51], que por sus varias ocupaciones y sobre todo por su rango de Príncipe romano, no fue siempre fácil encontrarle a disposición para celebrar las sesiones c'el Proceso, en las que su presencia era indispensable[Notas 52].

Pasadas las fiestas de Navidad de 1670, el P. Caputi habló con todos los participantes al Proceso para concordar fechas para la primera sesión, que se tuvo finalmente el 12 de enero de 1671 en San Andrés della Valle, y en ella tomaron posesión de sus cargos os nuevos miembros del tribunal[Notas 53]. Desde mediados de enero hasta mediados de abril se intentó celebrar otras sesiones, pero sea por las dificultades puestas por Mons. Colonna, sea por enfermedad del P. Caputi, sea por otras causas, no hubo manera de celebrar ninguna[Notas 54]. Para mayor comodidad de Mons. Crescenzi se eligió otra sede del tribunal, más cercana al Palacio del Quirinal, y fue primero la iglesia de S. Silvestre, en la que no se llegó a celebrar ninguna sesión, y luego la de los SS. Vicente y Anastasio, frente a la Fontana de Trevi, cuyo Rector había sido alumno del P. José. Y en esta iglesia se tuvo otra sesión el 27 de abril de 1671[Notas 55].

En esta sesión prestaron juramento otros nuevos testigos, que 'ueron el P. General Cosme Chiara y tres de sus Asistentes, los Padres Ángel Morelli, Francisco Podestà y Alejos Armini. El cuarto Asistente, P. Pennazzi, no podía ser testigo por ser oficialmente Procurador de la Causa. Reiterò su juramento también el P. Fedele, Provincial Romano, que lo había hecho ya el 9 de enero de 1669[Notas 56]. Pero lo más importante de esta sesión fue que el P. Fedele empezó sus deposiciones como primer testigo, dando la impresión de que el Proceso había tomado finalmente su ritmo normal. Pero baste observar que el examen del P. Fedele empezó en abril de 1671 y terminó en agosto de 1674[Notas 57], para prever que la Causa tropezó con nuevos escollos.

Y el primero y más importante fue la elección del P. Fedele corno General de la Orden en el Capítulo de mayo de 1671. Esta elección fue una página vergonzosa en la vida del P. Fedele, que fue siempre un hombre ambicioso de poder e intrigante. Durante los generalatos de los PP. Juan García y Camilo Scassellati, en los que fue Asistente General, perturbó la paz y armonía de la Congregación pretendiendo atribuir a los Asistentes tales prerrogativas que anularan prácticamente la autoridad y las decisiones del General. Y lo mismo hizo en el último sexenio de su vida, cuando fue de nuevo elegido Asistente al terminar su propio generalato. Pero sus intrigas llegaron al colmo en el Capítulo General de 1671. Deseaba llegar a General por encima de todo y no pudiendo conseguirlo por la vía normal de las elecciones capitulares, recurrió a ciertas damas penitentes suyas para que intervinieran a su favor ante el Cardenal Camilo de'Massimi, que presidía el Capítulo. Cuando los votos parecían dar por elegido al P. Onofre Conti, hombre dignísimo y de grandes méritos en la historia de la Orden, el Cardenal interrumpió la sesión fingiéndose indispuesto, y al día siguiente apareció en el Capítulo con un Breve pontificio por el que se nombraba General al P. Fedele[Notas 58].

Uno de los hombres que más habían luchado por impedir la elección del P. Fedele y conseguir la del P. Conti fue el P. Caputi. Y se lo jugó todo. Pues una de las primeras preocupaciones del nuevo General fue desembarazarse de todos sus adversarios y rodearse de adictos. Y las primeras víctimas fueron el P. Caputi y el ex-general P. Chiara. A los nueve días de haber sido elegido, nombró al P. Caputi Rector de la casa de Campi Salentina, situada al extremo sur de Italia[Notas 59]. Al P. Chiara le mandó volver a Palermo, de donde había venido, y no le permitió pisar Roma durante todo su generalato[Notas 60]. El P. Pennazzi, sin embargo, fiel compañero y partidario de sus pasadas y presentes intrigas, fue nombrado Asistente y Procurador General[Notas 61], manteniendo además él solo el título de Postulador de la Causa.

Antes de que el General entregara a Caputi la patente de Rector de Campi, hubo una escena significativa. Durante 25 años el P. Caputi había sido depositario de la llave de la habitación del P. Fundador, en la que entraba todas las mañanas al terminar la oración para abrir las ventanas y quitar el polvo, volviendo luego por la noche a cerrarías. Y uno de aquellos primeros días de su generalato el P. Fedele, al salir el P. Caputi de la venerada habitación, le pidió las llaves. Caputi, intuyendo el alcance de aquel gesto, besó las llaves y se las entregó sin decir palabra, pensando para sí que con las llaves le quitaría pronto la Procura de la Causa del Fundador[Notas 62]. Y así fue. La patente de Rector está firmada el 23 de mayo[Notas 63]. Y el 1 de junio salía Caputi de Roma para siempre[Notas 64].

El P. Caputi comprendió que el honor del rectorado era más bien un simulado destierro. Y no sintiéndose capacitado para el cargo renunció inmediatamente. El P. Conti, humillado también por lo sucedido en el Capítulo General, comprendiendo el drama del P. Caputi, le aconsejó que fuera a Nápoles en donde él estaba, con el aliciente de que allí podría continuar trabajando por la Causa, pues había que incoar un proceso sobre supuestos milagros. Y Caputi acogió le invitación[Notas 65].

Antes de abandonar Roma el P. Caputi fue a despedirse de sus amistades, particularmente de sus colaboradores y magnánimos protectores de la Causa, Mons. de Rossi y el Sr. Claudio Bouillaud. Ambos acogieron la noticia de su traslado con justa indignación. Les parecía incomprensible que un hombre que había llevado sobre sus hombros con tanta habilidad y éxito la Causa de Beatificación, además de haber resuelto otros importantísimos problemas de la Orden, fuera alejado de Roma sin motivo justificado. Mons. de Rossi dijo que no estaba dispuesto a admitir otro Procurador distinto de Caputi[Notas 66], y el Sr. Bouillaud añadió que si hasta el presente había servido la Causa sin remuneración alguna y había tenido abierta su casa al Procurador para cualquier eventualidad, en adelante no estaba dispuesto a hacer lo mismo[Notas 67]. Y era ciertamente importante este detalle crematístico, en el que algunas veces insiste Caputi en sus Relaciones, pues los gastos del Proceso hubieran sido ingentes como lo serían en adelante si el habilísimo Caputi no hubiera conseguido que la mayor parte de los que le prestaban sus servicios lo hicieran gratis[Notas 68].

El afligido Caputi no quiso recurrir esta vez a la intervención de nadie para impedir su "destierro" y calmó las iras de Mons. de Rossi y de Bouillaud, diciéndoles que iba gustoso a Nápoles, pues allí podría continuar trabajando por la Causa[Notas 69]. Pero sus esperanzas se frustraron, pues en Nápoles no pudo hacer lo que sonaba[Notas 70]. No obstante, este ùltimo decenio de su vida fue fecundísimo para la historia de la Escuela Pía, y mucho más provechoso que si hubiera llevado a cabo procesos sobre los milagros. En aquellos años se entregó a escribir sus Memorias, dejando para la posteridad seis gruesos volúmenes, que constituyen una de las fuentes más apreciables de la historia primitiva de la Orden y de su Fundador y que por desgracia continúan inéditos[Notas 71].

Después de lo dicho hasta aquí huelga prodigar elogios a este escolapio, a quien la Escuela Pía debe tanto. Murió en Nápoles el 19 de abril de 1681, a los 73 años de edad y 44 de vida religiosa. Y ni ¡a Memoria defunctorum ni el Catalogus Religiosorum, en los que no laltan noticias biográficas sobre los religiosos, además de los datos cronológicos indispensables, añaden una sola palabra que recuerde alguno de sus méritos[Notas 72]. Dos meses antes de su muerte había sido nombrado Rector de la Casa della Duchesca de Nápoles, en donde acabó sus días[Notas 73].

Cerremos este paréntesis obligado sobre la elección del nuevo General y la desaparición de escena del P. Caputi, y reanudemos el hilo de nuestra historia. En la última sesión del Proceso, celebrada el 27 de abril, empezó su deposición el entonces Provincial romano^ Padre Fedele. En el mes de julio del mismo año 1671 continuó su examen, ya como General de la Orden, durante tres sesiones tenidas en la iglesia de los SS. Vicente y Anastasio, los días 7, 16 y 20 de julio[Notas 74]. Pero las ocupaciones de su alto cargo volvieron a interrumpir el Proceso, debido sobre todo a la visita canónica que hizo a algunas Provincias en 1673[Notas 75], de modo que hasta el año 1674 no se reanudaron las sesiones.

Contribuyeron también e estas demoras los cambios ocurridos en ¡os oficiales del tribunal. En efecto, en diciembre de 1673 murió Mons. de Rossi[Notas 76]. Y fue sustituido por Mons. Próspero Bottini[Notas 77]. Fue también sustituido Mons. Colonna por Mons. Juan Francisco Ni-groni, y cesó también en su cargo de juez del tribunal Mons. Tomás de Sarria, ocupando su lugar Mons. Pedro Antonio Capobianchi, obispo de Lacedonia[Notas 78].

El P. Pennazzi, único procurador de la Causa, dio una prueba más de su falta de interés por el Proceso, hasta que por enfermedad renunció a sus cargos de Asistente, Procurador General y Postulador de la Causa. En su lugar fue nombrado el P. Carlos Juan Pirroni, primero Procurador General[Notas 79] y luego Postulador de la Causa, ¡unto con el P. Antonio Amadori, el 22 de febrero de 1674[Notas 80]. Desde las últimas sesiones del proceso, celebradas en julio de 1671, el P. Pennazzi no hizo otra cosa que pedir a la Congregación de Ritos prórrogas para la reanudación del examen de testigos[Notas 81].

Al día siguiente del nombramiento de los nuevos Postuladores continuó su examen el P. General en la nueva sede del tribunal, que fue de nuevo S. Andrés della Valle, cercana a S. Pantaleón. La deposición del P. Fedele llenó las siete sesiones que se celebraron desde febrero hasta agosto de 1674[Notas 82], respondiendo profusamente a los 22 interrogatorios compuestos por Mons. de Rossi y a ios 75 artículos que había preparado el P. Caputi. Su larguísima deposición es una de las más importantes de todos los procesos, tanto por su extensión como por su contenido. Su amor y veneración por el Santo Fundador qwelan patentes abundantemente a través de sus recuerdos personales. El P. Fedele veía en el P. José no sólo al Fundador de la Orden, sino también al bienhechor y protector de su propia familia, de la que se había preocupado siempre, como verdadero padre, como hará notar también el hermano del P. Fedele, que fue el tercer testigo de este proceso[Notas 83].

Concluido el examen del P. General, empezó el suyo el segundo testigo, que fue el P. Francisco Biscia, teatino, cuya familia había gozado por muchísimos años de la amistad y benevolencia del Padre José y había sido favorecida también por sus milagros. Su madre D.a Hortensia, Marquesa de Biscia, y su abuela D.a Laura Caetani de Ariccia, habían declarado como testigos en el proceso informativo ordinario[Notas 84]. El mismo había aprendido a escribir de manos del P. José[Notas 85]. Las dos primeras sesiones de su examen tuvieron lugar en S. Andrés della Valle en noviembre y diciembre de 1674[Notas 86], y las dos siguientes en agosto de 1675 en la iglesia de Sta. María de la Piedad y S. Francisco Javier, en la Plaza Colonna, que había sido escogida para nueva sede del tribunal[Notas 87]. En este intervalo de ocho meses, uno de los tres jueces, Mons. Crescenzi, fue nombrado Cardenal en mayo[Notas 88], pero sus ocupaciones le habían impedido asistir a las sesiones desde mucho antes, por lo cual se le buscó un sustituto en la persona de Mons. José Pianetti, obispo de Todi, ya en marzo del mismo año 1675[Notas 89].

El tercero y último testigo fue el hermano del P. General. R. D. Juan Félix Fedele, U. J. D., que tenía entonces 51 años. Tanto el tribunal como la sede permanecieron invariables. Sus declaraciones ocuparon seis sesiones desde octubre de 1675 hasta abril de 1677[Notas 90]. Aunque su valor histórico sea inferior al testimonio de su hermano, que vivió desde dentro los acontecimientos y convivió como religioso con el Santo Fundador, no obstante son también muy interesantes sus noticias y revelan, al igual que en su hermano, el amor y veneración unidos al agradecimiento al Venerable P. José[Notas 91].

En mayo de 1677 se cumplió el sexenio del generalato del Padre Fedele, y en el Capítulo General consiguió aún por mediación del Cardenal Protector, que le nombraran Asistente[Notas 92]. Si como Asistente General fue siempre un obstáculo y un opositor declarado a las iniciativas y libertad de movimiento de los tres Generales respectivos, no obstante, como General hay que reconocer que se preocupó del bien de la Orden y cumplió su oficio con dignidad[Notas 93]. Merece notarse también que no le faltó interés por la Causa del Fundador, manifestado no sólo por la continuación del proceso en curso y por su estimabilísima deposición como testigo, sino incluso por la preocupación de reunir fondos para afrontar los crecientes gastos del Proceso[Notas 94], que no parecen haber sido problema durante as gestiones de Berro y Caputi.

El 2 de mayo de 1677 fue elegido General el P. Carlos Juan Pi-rroni, hasta entonces Postulador de la Causa, que contaba sólo 36 años. Su generalato fue uno de los más fecundos de la historia de 'a Orden, y los PP. Capitulares reconocieron sus grandes méritos al final del sexenio, reeligiéndole de nuevo y consignando en las Actas Capitulares un inusitado elogio de su actuación[Notas 95]. Pero a pesar de sus méritos en otros campos, no es mucho lo que hizo a favor de la Causa. En las Actas de la Congregación General no hay una sola alusión a la Causa de Beatificación, ni aparece por tanto el nombramiento de Procuradores especiales en todo el primer sexenio de su generalato. Los últimos nombrados habían sido él mismo y el Padre Amadori. Y este último, junto con el nuevo Procurador General, P. Alejos Armini[Notas 96], debieron probablemente desempeñar el cargo.

El proceso en curso ne pereant probationes, quedó prácticamente concluido con la última deposición del tercer testigo el día 7 de abril de 1677.No sabemos por qué razones no fueron llamados a declarar otros testigos, de los 48 que se habían inscrito en la lista, y por qué se contentaron sólo con tres. El caso es que a partir de abril de 1677 y a intervalos regulares se fueron pidiendo prórrogas hasta el 7 de febrero de 1692 en que fue entregado el volumen de as Actas al Cardenal Vicario[Notas 97]. Uno de los tres jueces, Monseñor José Suárez, murió en diciembre de 1677[Notas 98], y no se le nombró sustituto hasta empezar el proceso siguiente de virtutibus in genere en febrero de 1685[Notas 99]. El Card. Vidoni, Ponente de la Causa, murió en enero de 1681[Notas 100] y su sucesor fue nombrado nada menos que el 2 de septiembre del año siguiente 1682[Notas 101], después de 22 meses. Mientras tanto, iban muriendo también los testigos, consumidos por la edad, de modo que cuando en 1690 se empezó el otro proceso in specie, que era en cierto modo la continuación del ne pereant probaíiones, sólo quedaban vivos cinco de los 48 testigos presentados en la lista de 1668.

Estas demoras infundadas y la ausencia de otras referencias documentales prueban que hubo descuido o falta de preocupación por la Causa en el primer sexenio del generalato del P. Pirroni (1677-1683). Pero todavía se hizo algo en los primeros años de su segundo sexenio.

A los dos meses de su reelección como Prepósito General, el Padre Pirroni nombró Postuladores de la Causa de Beatificación, con fecha 2 de julio de 1683, al P. Alejos Armini, Primer Asistente General, y al P. Juan Domingo Benvenuto, Procurador General[Notas 102]. Era un buen indicio de que se quería reanudar seriamente la aletargada Causa. El nuevo abogado Pablo Pedro Lamperini había sustituido al magnánimo Claudio Bouillaud, y al difunto Card. Ponente Vidoni había sucedido en septiembre de 1682 el Card. Gaspar de Carpegna[Notas 103], que era Vicario de Roma desde la muerte del memorable Card. Marcio Ginetti[Notas 104], y, corno tal, Protector de las Escuelas Pías[Notas 105].

Después de seis años de inactividad dieron por terminado el proceso apostólico ne probationes pereant, en el que sólo se habían examinado tres testigos, y pensaron reanudar la Causa volviendo sobre el proceso super non cultu, que había quedado momentáneamente orillado, al conseguir dispensa de la Santa Sede para dar precedencia al proceso in specie, ne probationes pereant. La reasunción del proceso ordinario super non cuitu no supone una repetición del mismo, sino un examen de su validez jurídica por parte de la Congregación de Ritos, como se hará con el otro proceso ordinario, el informativo, y con todos los demás procesos apostólicos. En el caso presente el examen de su validez tendía a confirmar la sentencia aprobatoria ya dada por el Cardenal Ginetti, que tanto había asustado en su hora al P. Berro, inexperto aún en estas lides procesales.

El examen de la validez de los procesos sigue siempre este procedimiento: el Card. Ponente propone a la Congregación el Dubium de validitate; los Postuladores y abogados añaden la informatio super dubio con su relativo Summarium documental; sobre él construye el Promotor de la Fe sus Animadversiones, a las que responden los abogados con sus Responsiones, si son necesarias. Y con toda esta documentación se compone la Positi© relativa a cada proceso, que viene impresa para ser distribuida a los miembros de la Congregación de Ritos que deben dar su veredicto[Notas 106]. En nuestro caso, el Cardenal Carpegna propuso en 1683 el Dubium sobre si podía ser confirmada la sentencia dada por el Card. Ginetti respecto al proceso ordinario super non cultu[Notas 107]. Lamperini compuso la Informatio, en la que exponía la historia del proceso y suplicaba la confirmación de la sentencia de Ginetti[Notas 108]. Al escrito del abogado se añadía el Summarium en el que se Incluían entre otros documentos las dos Actas oficiales de las visitas hechas al sepulcro, una en 1350 y otra en 1669. Todo esto fue entregado al Promotor de la Fe Monseñor Bottini, quien compuso las Animadversiones, con las que exigía "protocolariamente" que se repitiera el proceso, como parecía deducirse de la sentencia misma de Ginetti[Notas 109]. Pero sus propias objeciones eran tan insignificantes, que al final de su disquisición admitía que la ausencia de culto prohibido estaba suficientemente probada, y por tanto no veía dificultad en que la Sda. Congregación declarara que habían sido observados plenamente los decretos de Urbano VIII referentes al culto[Notas 110].

Ante esta conclusión del promotor de la Fe, no era necesario que respondiera el abogado defensor. Y por ello, la Sda. Congregación, en la sesión ordinaria del 12 de agosto de 1684 emanó un decreto, respondiendo afirmativamente al.Dubium propuesto, y esta sentencia fue confirmada por el Papa Inocencio XI el 26 del mismo mes[Notas 111].

El mismo 12 de agosto el P. General Pirroni, gravemente enfermo, nombró Vicario General de la Orden al P. Alejos Armini, primer Asistente y Postulador de la Causa[Notas 112], pudiéndose decir que lo único que ee hizo durante su largo generalato a favor de la Causa fue la rprobación definitiva del proceso super non cuitu. Puede añadirse, no obstante, otra cuestión marginal a los procesos, pero relacionada en cierto modo con la Causa, cual fue la preocupación por una digna "Vida" del Venerable Fundador. Se compusieron algunas durante su generalato, pero ninguna fue aprobada por el P. Pirroni, por creerlas inexactas[Notas 113]. El P. Armini empezó a preparar otra entonces, pero no llegó a la imprenta hasta 1693 y fue luego ampliada en otra edición en 1710, que es sin duda la "Vida" más documentada hasta la aparición de la voluminosa del P. Vicente Talenti en 1753[Notas 114].

Como uno de los dos Procuradores de la Causa, el P. Armini, había sido elegido Vicario General, todas las funciones de Procurador quedaron en manos del P. Juan Domingo Benvenuto, y tanto él como el P. Vicario General tomaron con sumo interés la prosecución de la Causa.

Aprobado oficialmente el proceso super non culfu, a los pocos meses se formuló la súplica mediante el Cardenal Ponente para la incoación del proceso de virtutibus in genere[Notas 115]. La Sda. Congregación con decreto del 2 XII 1684 dio facultad al Cardenal Vicario para que subdelegara tres obispos para jueces de dicho proceso[Notas 116]. En febrero del año siguiente fueron nombrados a este efecto el obispo de Solmona, Gregorio Carducci, el de Comacchio, Nicolás d'Arcano y el de Lacedonia, Pedro Antonio Capobianchi, de los cuales sólo el último había formado parte del tribunal en el proceso anterior ne probaiiones pereant[Notas 117]. Fue confirmada como sede del tribunal la iglesia de S. Andrés della Valle. El Postulador presentó 16 artículos para el examen de testigos[Notas 118] y el Promotor de la Fe el interrogatorio con 14 puntos[Notas 119]. Los testigos propuestos y examinados fueron 9, de los cuales uno era Cardenal, otro Asistente General de la Orden, cuatro sacerdotes y uno Conde. De los 9 testigos 7 habían conocido personalmente al Venerable y tres de ellos habían sido discípulos suyos en S. Pantaleón.

El primer testigo fue D. Pedro Cesi, sacerdote, de 64 años de edad, que había asistido a las clases de S. Pantaleón cincuenta años antes[Notas 120].

El segundo fue Marcos Arroni, de 57 años, que debió ser condiscípulo del anterior, pues afirma que había frecuentado las escuelas de S. Pantaleón en 1635[Notas 121].

El tercero fue D. Pompeo Natali, de 78 años, que había sido escolapio con el nombre de Juan de Nuestra Señora de las Nieves. En el Epistolario del Santo se conservan seis cartas dirigidas a él, algunas mientras era Superior de la casa de Frascati[Notas 122]. Había tenido, pues, ocasión de conocerle por muchos años.

El cuarto fue el P. Jacinto Pauli, Asistente General de la Orden, de 58 años. Conoció al Santo siendo novicio, allá por los años 1643-45, pues, como él afirma, los novicios solían ir a veces a hablar con el Fundador y recibir consejos espirituales[Notas 123].

El quinto fue el sacerdote D. Juan Pedro Stecchia, de 51 años, que no conoció al Santo en vida, sino que empezó a oír hablar de él du-lante sus funerales. Era secretario de Embajadas al servicio del Duque de Poli, en cuya casa se hablaba ciertamente del P. José por la amistad y veneración que le habían profesado los antiguos Duques[Notas 124].

El sexto testigo excepcional fue el Cardenal Alejandro Crescenzi, de 78 años, que hemos visto intervenir como juez en el proceso apostólico ne probationes pereaní, antes de recibir la púrpura. Había conocido personalmente al Siervo de Dios y se habían hecho muchas veces visitas mutuas. El Santo había frecuentado también la casa del Cardenal Pedro Pablo Crescenzi, tío de este testigo. En atención a su dignidad cardenalicia el interrogatorio se hizo en su capilla privada[Notas 125].

El séptimo fue el Conde Octavio Tornati, de 40 años, caballero de la Orden de los Santos Lázaro y Mauricio. No había conocido al Santo, pero había oído hablar de él a los Padres de S. Pantaleón con quienes tenía mucho trato[Notas 126].

El octavo fue el sacerdote D. Jacinto Paracciani, de 72 años, que había frecuentado de niño las escuelas del P. José y había sido además alumno del Colegio Nazareno durante tres años[Notas 127].

El nono y último testigo interrogado fue Tomás Simón, de 68 años, español, de la diócesis de Vich, que se dedicaba a hacer hostias ¡unto con un compañero suyo, también español, natural de la villa de Calasanz, cercana a Peralta de la Sal. Ambos españoles conocieron al Santo, porque servían las hostias a la iglesia de S. Pantaleón. El Padre José solía ir a veces a su casa en donde hablaban "de asuntos domésticos", y el Siervo de Dios les hacía exhortaciones espirituales[Notas 128].

El Interrogatorio de los nueve testigos duró catorce meses, desde el 16 de marzo de 1685 en que empezó su examen el primero hasta el 10 de mayo de 1686 en que terminó el último[Notas 129].

La importancia informativa de estas deposiciones procesales no puede compararse con la de los otros procesos, tanto por la brevedad de los artículos e interrogatorios y sus respuestas correspondientes como por la calidad de los testigos, pues de los nueve, dos hablan de oídas; tres dicen muy poco de sus recuerdos de infancia, cuando eran discípulos de la escuela de S. Pantaleón; de los dos escolapios uno le conoció en sus últimos años durante el noviciado y el otro, que hubiera podido recordar más noticias, fue excesivamente parco en sus declaraciones; los dos restantes le conocieron, pero el trato con él fue muy ocasional. Por otra parte, el lapso de tiempo transcurrido desde la muerte del Venerable era casi de 50 años y, por tanto, los recuerdos no podían ser tan vivos como en el primer proceso informativo en que sólo habían transcurrido menos de 5 años.

El presente proceso hubiera podido concluirse oficialmente con mayor rapidez, una vez terminado el interrogatorio de testigos. Pero un acontecimiento extraordinario distrajo la atención de los responsables del proceso, dejando aparte, por el momento, su conclusión. Y la causa fue un nuevo milagro ocurrido en la misma iglesia de S. Pantaleón.

Uno de los proyectos laudables del P. Pirroni fue la demolición de a vieja iglesia de S. Pantaleón para construir otra más digna y espaciosa. La primera piedra fue puesta el 12 de abril de 1681 por el Card. Carpegna, Protector de la Orden y futuro Relator de la Causa[Notas 130]. A raíz de estas obras tuvo que trasladarse el sepulcro del Fundador, con licencia de la Congregación de Ritos[Notas 131]. El 8 de marzo de 1686 se hizo el traslado y el nuevo sepulcro fue instalado al pie del nuevo altar mayor de la iglesia en construcción. Asistieron al acto, además de toda la curia generalicia y comunidad de S. Pantaleón, una representación de las otras casas escoiapias romanas, los tres obispos que presidían el tribunal del proceso in genere y también el Abate Pedro de' Massimi, corno habían asistido otros miembros de su familia al reconocimiento del cadáver, los años 1648 y 1669. Mientras se estaba cubriendo el sepulcro, el P. Asistente Ge-peral Segismundo Coccapani cayó en un foso abierto para los nuevos fundamentos de la iglesia y habiendo invocado el auxilio del P. Fundador salió ileso del percance. El hecho fue considerado milagroso. Los tres obispos, que acudieron inmediatamente al lugar del accidente, aconsejaron que se dieran inmediatamente los pasos necesarios para incoar un proceso especial sobre el milagro[Notas 132].

Efectivamente, a los pocos días se compuso un memorial relatando el milagro y pidiendo a la Sda. Congregación las Remisoriales para incoar proceso especial[Notas 133], que fueron concedidas el 23 de marzo, encomendando el proceso al Card. Vicario[Notas 134]. Esta concesión tenía carácter de excepción, pues los procesos sobre milagros in specie debían empezar después de aprobada la heroicidad de las virtudes del Siervo de Dios. Pero la singularidad del caso aconsejó ocuparse de él inmediatamente. No obstante, antes de empezar este nuevo proceso, se llevó a término el examen del último testigo del proceso in genere, que concluyó su deposición el 10 de mayo de 1686.

Pocos días antes había sido elegido Prepósito General el P. Armi-ni, hasta entonces Vicario General[Notas 135]. Y al final de año nombró nuevos Procuradores de la Causa a los PP. Juan Francisco Foci, Procurador General, y Benedicto Quarantotto, Provincial romano[Notas 136]. Pero el P. Foci renunció a su cargo por enfermedad y en su lugar fue nombrado el P. Antonio Rota el 21 de febrero de 1687[Notas 137], y fue prácticamente él quien llevó a cabo el proceso sobre el referido milagro, dadas las ocupaciones del P. Quarantotto corno Provincial de Roma.

Con toda probabilidad los obispos-jueces del proceso in genere debían presidir también este nuevo proceso. Pero dos de ellos debieron volver a sus residencias, quedando sólo en Roma Mons. Ca-pobianchi. Pasado casi un año, fueron elegidos los otros dos jueces, que tomaron posesión de su oficio el 15 de marzo de 1687, y fueron Monseñor José de Bologna, arzobispo de Benevento y Mons. Francisco Casati, titular de Trapezus[Notas 138]. Pero el proceso, por causas que ignoramos, tardó todavía un año en empezar.. Fueron llamados a deponer seis testigos, entre los cuales el P. General Armini y el protagonista del milagro P. Coccapani[Notas 139]. Los interrogatorios duraron desde el 10 de marzo hasta el 14 de mayo de 1688[Notas 140], dejando las demás formalidades procesales para más tarde[Notas 141].

En la misma sesión en que depuso el último testigo se determinó que podía considerarse suficiente el examen de testigos del proceso de virtutibus in genere[Notas 142]. Y de hecho, el citado proceso fue firmado y entregado a la Sda. Congregación el 22 de mayo[Notas 143].

Terminada felizmente esta primera fase del proceso in genere, se pasó en seguida a la segunda, es decir, a la posición del Dubium sobre su validez y relevancia con la consiguiente controversia entre el Promotor de la Fe y el abogado defensor. Lamperini preparó la informatio super dubio con su relativo "Sumario"; el Promotor de la Fe, Monseñor Bottini, compuso las Animadversiones; de nuevo Lamperini intervino con una Responsio ad Animadversiones. Todo ello fue editado en 1689, formando la Posición completa de este proceso[Notas 144]. Confrontando las Animadversiones con la Responsio, podemos resumir substancialmente el debate entre el Promotor y el abogado en los siguientes puntos:

I. RESPECTO A LA VALIDEZ DEL PROCESO

1. Promotor: El postulador de la Causa, P. Juan Domingo Benvenuto, no prestó legítimamente el Juramentum caiumniae por no tener un mandato expreso para ello, a pesar de las exigencias formu-adas por el Promotor. Por consiguiente el proceso es nulo[Notas 145].

Abogado: Ante todo, tal juramento no es necesario en Causas espirituales, ni tampoco en las Causas de Canonización, según sentencia de algunos autores. Sólo es necesario cuando expresamente se exija (quando expresse fuit opposìtum). Pero la protesta protocolaria del Promotor no puede considerarse como exigencia expresa por ser general. Por otra parte, no faltan autores que digan que para tal juramento no se requiere mandato especial y expreso, sino que basta un mandato general ad lites, como era el que presentó el P. Benvenuto[Notas 146].

2. Promotor: Según las nuevas disposiciones pontificias, en los procesos de Canonización tienen que ser llamados a deponer testigos ex officio, además de los presentados por los Postuladores. Y en este proceso no fue llamado ninguno[Notas 147].

Abogado: Si tales testigos no fueron llamados, será porque los jueces no los creyeron necesarios, pues la ausencia de dichos testigos no invalida el proceso[Notas 148].

Il. RESPECTO A LA RELEVANCIA O VALOR PROBATORIO DE LOS TESTIGOS

3. Promotor: Cinco de los nueve testigos no sólo no prueban con sus declaraciones la existencia de la fama de santidad, sino que incluso la niegan expresamente[Notas 149].

Abogado: Hay otros cuatro testigos que la afirman, y contra ellos nada objeta el Promotor. Y cuatro testigos son más que suficientes. Más todavía, en cualquier causa ya sea civil ya eclesiástica duo testes perfectam probationem faciunt[Notas 150]. Pero, aun suponiendo que algunos testigos ignoraran realmente la existencia de tal fama, no podría por ello concluirse que la fama no exista, pues no todos los testigos deben saberlo todo, ni la ignorancia de unos puede debilitar o abolir la ciencia de otros[Notas 151]. Por fin, aun prescindiendo de estas tazones, los testigos aducidos afirman igualmente la fama del Siervo de Dios expresamente, pues los textos en que se apoya el Promotor hay que entenderlos en su contexto y a la luz del interrogatorio[Notas 152]

4. Promotor: La fama del Siervo de Dios no fue universal ni concorde, pues tuvo perseguidores, fue privado del Generalato y llevado al Santo Oficio, lo cual prueba que no todos pensaban lo mismo de él. La fama universal, sin embargo, exige quod nihil unquam fuerit ciicium vel factum in contrarium[Notas 153].

Abogado: La objeción sería válida si se hubiera probado que tales penas y persecuciones se basaban en la culpabilidad del Venerable. Los testigos, sin embargo, afirman unánimamente que era inocente. Por tanto, tales persecuciones en vez de debilitar su fama, redundan en su alabanza y proclaman la heroicidad de su virtud[Notas 154].

Ni la objeción del Promotor ni la respuesta del Abogado profundizan en este problema de las persecuciones e inocencia del P. José. Sin embargo, la dificultad implícita en esta ligera alusión era gravísima y más tarde, debido a ella, el proceso entero estuvo a punto de ser abandonado, por no encontrar pruebas convincentes de la inocencia del inculpado. El carácter sumario del examen del proceso in genere no exigía, por lo visto, mayores aclaraciones. No obstante, alguien debió prever posibles dificultades en la Congregación de Ritos y pidió una nueva revisión del problema. La brevedad de las deposiciones de este proceso no satisfacían estas exigencias y se pensó recurrir a las declaraciones más minuciosas del proceso informativo ordinario. Con este fin se encomendó al antiguo abogado defensor Claudio Bouillaud que redactara una aclaración supletoria, dirigida al Cardenal Ponente[Notas 155]. En ella Bouillaud habla del prendimiento y traslado del Siervo de Dios al Santo Oficio, de la privación del Generalato y de la reducción de la Orden a simple congregación sin votos, dando razones para explicar tales graves medidas y dejando a salvo ¡a inocencia del Santo Viejo[Notas 156].

5. Promotor: Los testigos no prueban que la fama continúe hasta el presente, como exigen los decretos urbanianos. Por el contrario, nay tres testigos que parecen excluir esa continuación[Notas 157], y uno de ellos se contradice, pues en un lugar niega dicha continuidad y en otro la afirma[Notas 158].

Abogado: Aun admitiendo que tres testigos la nieguen, quedan todavía otros seis que la afirman. Y aun aquellos tres no dejan de afirmarla, pues los textos citados por el Promotor deben interpretarse por el contexto y no acentuarlos aisladamente[Notas 159].

6. Promotor: Respecto a la fama de dones sobrenaturales hay tres testigos "singulares", es decir, hablan de alguno de esos dones pero nada dicen de la fama de los mismos en general respecto al don de profecía o de otros[Notas 160].

Abogado: Estos testigos "singulares" son atendibles, pues se trata de "singularidad cumulativa", es decir, sus declaraciones sobre algún don concreto, unidas entre sí, prueban "en común", que Dios favoreció al Venerable con distintas gracias extraordinarias[Notas 161].

7. Promotor: No queda probada tampoco la fama de milagros, pues los testigos, uno por uno, o no dicen nada de ellos, o admiten que algunos milagros procedían de causas naturales, o citan alguno de oídas, o afirman no saber si tal fama era común o no, o son sospechosos en sus declaraciones por demasiado devotos del Siervo de Dios[Notas 162].

Abogado: Sólo hay un testigo que dice no saber nada de milagros. Pero quedan otros ocho que los testimonian. El que dice que algunos milagros procedieron de causas naturales, admite también otros que los considera verdaderos milagros[Notas 163]. Los que citan algún milagro solamente o dicen haberlos oído a otros, testifican que era pública voz y fama, tanto de alguno como de muchos en general[Notas 164]. Finalmente, el solemne juramento hecho por los testigos excluye la parcialidad de los devotos; ni obsta tampoco que testificaran los religiosos de la comunidad de S. Pantaleón, pues es norma admitida que los religiosos pueden ser admitidos como testigos a favor de miembros de su propia Orden[Notas 165].

8. Promotor: En cuanto a la devoción que se tiene al Siervo de Dios, algunos testigos nada dicen de ella; otros no saben si es universal o la limitan simplemente a los PP. de S. Pantaleón; otro dice que no sabe si existe entre el pueblo. Sólo dos admiten que sea universal y que aún perdure, pero se contradicen hablando de la afluencia popular al sepulcro del Siervo de Dios[Notas 166].

Abogado: Bastaría decir que estando prohibido el culto público y siendo la devoción algo interior, no puede probarse por signos externos. No obstante, mucha gente acude a orar a S. Pantaleón y es presumible que vayan a encomendarse al Siervo de Dios. Por otra parte, es casi común la afirmación de los testigos respecto a la extraordinaria afluencia de gente el día en que estuvo expuesto su cadáver. Y como admite el mismo Promotor, no faltan declaraciones testificales que certifican la devoción aun en nuestros días[Notas 167].

Con la Responsio a las Animadversiones quedaba completa la Posiíio para ser examinada y discutida en Congregación ordinaria. Con miras a ella, y siguiendo una práctica común a los Postuladores en estas circunstancias fue presentada a la Congregación una súplica para que el examen del Dubium se hiciera por los solos Cardenales, prescindiendo de los Consultores[Notas 168]. Y la Congregación dio su beneplácito con decreto del 6 de marzo de 1689[Notas 169]. Y el 30 de julio se tuvo la Congregación ordinaria en la que se propuso el Dubium y tras la debida discusión se emanó un decreto por el que se declaraba la validez del proceso in genere. La muerte del papa Inocencio XI, ocurrida el 12 de agosto, impidió que la sentencia fuera confirmada a los pocos días, según costumbre. Y tuvo que esperarse 'a elección de su sucesor Alejandro VIII, que fue coronado el 16 de octubre. Y el 8 de noviembre confirmó la decisión de la Congregación[Notas 170].

Con este decreto se llevaba a feliz término el primer proceso apostólico, dado que el otro ne probationes pareant se había dejado en suspenso para completarlo con el de virtutibus in specie, que era el último de la serie, antes de pasar al Dubium sobre la heroicidad de las virtudes.

El P. General Alejos Armini el mismo día en que se firmó el decreto mandó una Carta Circular a todos los PP. Provinciales de 'a Orden, notificando el feliz éxito del proceso in genere, para que dieran gracias a Dios y continuaran orando para invocar el auxilio divino en la prosecución de la Causa[Notas 171]. Tres años antes había emanado otra Circular recordando las disposiciones del último Capítulo General de 1686 referentes a la contribución pecuniaria que debían dar todas las casas de la Orden para los gastos de los procesos, y amenazaba con privar de su oficio a los rectores Insolventes[Notas 172].

Quedaba un solo proceso apostólico que hacer super virtutibus et miraculis in specie, cuya incoación se pidió a la Sgda. Congregación a principios de 1690[Notas 173], y la Congregación accedió a las súplicas, encomendándolo según costumbre al Cardenal Vicario con facultad de subdelegar jueces y llevar a cabo todos los requisitos necesarios[Notas 174].

En este proceso hubo un cambio casi total de personajes. Desde el pasado julio el P. Juan Francisco Foci había vuelto a ocupar su oficio de Procurador de la Causa, una vez restablecido de su enfermedad[Notas 175], pero teniendo que presentarse como testigo el otro Procurador, P. Quarantotto, fue sustituido por el P. Pedro Pablo Galli[Notas 176]. Los nuevos jueces nombrados en abril de 1690 fueron el arzobispo titular de Adrianópolis, Miguel Ángel Mattei, el obispo de Vercelli, Victorio Agustín Ripa y el obispo de Narni, José Félix Barbocci[Notas 177]. Un mes más tarde, antes de que empezara el examen de testigos, fue nombrado un cuarto juez para facilitar el curso del proceso, y fue el arzobispo titular de Efeso, Francisco Liberati, pero no duró mucho este nombramiento, pues en diciembre del mismo año fue sustituido por el arzobispo titular de Calcedonia, Carlos Montecatini[Notas 178]. En noviembre de 1691 murió Mons. Ripa, obispo de Vercelli[Notas 179].

Los artículos para el interrogatorio, presentados por el Procurador, eran 82 divididos en grupos según las diversas virtudes teologales y cardinales, exactamente igual a las agrupaciones de los artículos para el proceso in specie ne pereant probationes[Notas 180]. los testigos examinados en este proceso fueron 15, de los cuales once presentados por los Postuladores y cuatro ex officio, según exigían las normas de Inocencio XI, no observadas en el proceso in genere, de lo que se lamentó el Promotor de la fe en sus Animadversiones.

Cumplidas todas las formalidades de rigor, el 14 de mayo de 1690 empezó el examen de testigos en la iglesia de Sta. María Magdalena, de los PP. Camilos, cerca del Panteón. El primero en presentarse fue el P. Gabriel Bianchi, escolapio, de 77 años de edad. Era un testigo excepcional, pues además del contacto epistolar mantenido con el Fundador desde 1636 hasta 1648[Notas 181], y del contacto oersonal en otras ocasiones, fue secretario del Santo en los años 1644-46, precisamente en el período crítico que precedió a la sucesión de la Orden[Notas 182]. Sus deposiciones ocuparon siete sesiones, llenando 23 folios de las actas procesales[Notas 183].

El segundo testigo examinado fue el P. Agustín Divizia, escolapio también, de 63 años de edad, que conservaba muchos recuerdos de su trato personal con el Santo Fundador, y solía en su vejez hablar de ellos con los religiosos de su comunidad. Tal vez la última carta escrita por el Venerable fue la dirigida al P. Divizia el 1 de agosto de 1648, pues el día 2 cayó en cama y ya no se levantó más[Notas 184]. Sus declaraciones ocupan 15 folios del proceso[Notas 185].

El tribunal pasó de nuevo a la iglesia de S. Andrés della Valle y allí hizo sus declaraciones el 28 de agosto de 1690 el tercer testigo, que fue el P. Fr. Juan Carlos Turchi, franciscano, de 54 años, aue dijo haber conocido al P. José allá por los años 1645 o 1646, cuando asistía a las Escuelas Pías de S. Pantaleón, siendo condiscípulos suyos los hijos del Sr. Pedro della Valle[Notas 186].

En cuarto lugar re examinó el sacerdote D. Jacinto Paracciani, que ya había declarado como testigo en el proceso in genere. Aquí vuelve a recordar que había tenido la suerte de que le enseñara a escribir el P. José en los años 1631 ó 1632, aun siendo General, y añade que por ser muy viejo le temblaban las manos. Fue también alumno del Colegio Nazareno y tanto él como sus compañeros solían ir a S. Pantaleón a visitar al Santo Viejo[Notas 187].

Otro de los testigos del proceso ir» genere, el sacerdote D. Pedro Cesi, volvió a presentarse en este Proceso. También recuerda, naturalmente, que fue alumno de las escuelas de S. Pantaleón y del Colegio Nazareno, en donde tuvo ocasión de conocer al Santo[Notas 188].

También era sacerdote el sexto testigo, nacido en Viena hacía 69 años, llamado D. Juan Emmanuele, que dice haber conocido al P. José desde el año 1632 hasta su muerte, y que incluso residió dos años en S. Pantaleón por razón de estudios[Notas 189].

El séptimo testigo fue el H.° Antonio Mega, escolapio, de 66 años, que no había conocido personalmente al Fundador[Notas 190].

El testigo siguiente fue D. Bartolomé Montefiori, de 80 años, que había frecuentado las escuelas de S. Pantaleón por los años 1640-42 y había ayudado muchas veces a Misa al Santo en el Oratorio doméstico[Notas 191].

Aunque ya había declarado en el proceso in genere, volvió a presentarse como testigo el P. Jacinto Pauli, Asistente General[Notas 192].

El testigo siguiente no fue examinado en S. Andrés della Valle, como los anteriores, sino en su propia habitación de S. Pantaleón por encontrarse enfermo. Fue el P. Benedicto Quarantotto, de 71 años, que había renunciado a la Procura de la Causa en este proceso para poder examinarse. Era todavía Provincial romano, y había conocido personalmente al Siervo de Dios, pues vistió el hábito escolapio en Roma en 1638[Notas 193].

El undécimo y último testigo presentado por los Procuradores fue el P. General Armini, que contaba entonces 67 años. Había tenido ocasión de conocer al Fundador, pues había hecho su noviciado en Roma los años 1639-41. Había sido testigo en el proceso sobre el milagro ocurrido al P. Coccapani. Sus importantísimas declaraciones llenaron 10 sesiones y 56 folios en las Actas. Empezaron el 15 de enero de 1691 y terminaron el 29 de marzo de 1692, algo más de un mes antes de terminar su generalato[Notas 194].

En este largo intervalo de tiempo en que tuvo lugar el examen del P. General, se reasumió el proceso ne probaíiones pereant. En abril de 1690 habían sido nombrados jueces de dicho proceso los mismos que en aquel momento presidían el tribunal del proceso en curso super virtutibus et miraculis in specie, es decir, los obispos Mattei, Ripa y Barlocci, en lugar de los tres que lo habían presidido hasta terminar el examen del último testigo en 1677[Notas 195]. La reasunción de este proceso comportaba solamente el cumplimiento de las formalidades de rigor para darlo por concluido. Y en efecto, en enero de 1691 se colacionó, se firmó y selló y finalmente el 7 de febrero de 1692 fue entregado al Cardenal Vicario[Notas 196].

El 2 de mayo fue elegido en Capítulo el nuevo General de la Orden, P. Juan Francisco Foci, hasta entonces Procurador General y Postulador de la Causa, que no había cumplido aún los 42 años[Notas 197]. Era el tercer Postulador de la Causa y no el último que ascendía al generalato, después de los PP. Pirroni y Armlni. El nuevo General designó dos nuevos Postuladores el día 31 de julio, que fueron los PP. Benedicto Germano, nuevo Asistente General y Pedro Francisco S. André, Vicerector de S. Pantaleón[Notas 198]. E inmediatamente, a primeros de agosto, se reanudó el proceso.

Los dos procesos in specie, es decir, el ne probationes pereant y el que se estaba aún celebrando super virtutibus et miraculis ín specie, eran ciertamente distintos[Notas 199], pero en cierto modo se podían considerar como un solo proceso unitario in specie, pues el ne probationes pereant no era más que una primera fase adelantada por temor de que murieran los testigos cuyas deposiciones eran valiosísimas por haber conocido personalmente al Siervo de Dios[Notas 200]. Debido a esta unidad o continuidad entre ambos procesos, una vez que habían sido interrogados los once testigos propuestos por los Postuladores para este segundo proceso in specie, tenía que justificarse la falta de comparición ante el tribunal de todos aquellos testigos incluidos en la lista presentada por los Postulado-res Caputi y Pennazzi en 1668 al iniciarse el proceso ne probationes pereant, y que no habían sido examinados en ninguno de ambos procesos in specie. De los 48 testigos que constaban en aquella lista, tres habían declarado en el proceso ne probationes perirent y habían ya muerto por estas fechas. Los únicos 5 supervivientes habían hecho también sus deposiciones o en el proceso in genere o en el proceso in specie o incluso en ambos. Los 43 restantes habían muerto, y los Postuladores tuvieron que presentar al tribunal el atestado de defunción de estos 43 testigos, de los cuales 25 eran escolapios[Notas 201]. Fue sin duda una lástima que estos 43 testigos, especialmente los 25 escolapios, se fueran a la tumba sin haber tenido la oportunidad de decirnos todo lo que sabían del Santo Fundador de las Escuelas Pías.

Para cumplir las disposiciones emanadas por Inocencio XI, a los testigos presentados (incfucii) por los Postuladores tenían que añadirse otros ex officio, elegidos por los jueces[Notas 202]. Y fueron los cuatro siguientes:

El primero fue el Abate D. Francisco Litrici, de 63 años, que declaró el 29 de agosto y 9 de septiembre. Dice haber frecuentado las Escuelas Pías de S. Pantaleón desde la edad de 9 años y haber conocido al Santo hasta mayo de 1648 en que se fue a Palermo[Notas 203].

El segundo fue probablemente condiscípulo del anterior. Se llamaba D. Antonio Tauri y se le califica, como al Abate Litrici, de Perillustris et Admodum Excelfens Dom. Era Capellán de Sta. María Mayor y Procurador de la Rota Romana. Tenía entonces 63 años. Dice que conoció al Siervo de Dios desde el año 1643 o 1644 en que asistía a las clases de S. Pantaleón para aprender a escribir y a hacer cuentas[Notas 204].

El tercer testigo era también sacerdote, como los dos anteriores, y se llamaba D. Carlos Sinibaldi, Bussoianfe del Papa Inocencio XII. Conoció personalmente al P. José, pero no fue alumno de sus Escuelas. Tenía entonces 81 años[Notas 205].

El cuarto y último testigo ex officio fue el Sr. Dionisio Micara, de 67 años, que había conocido al Santo en Frascati corno alumno que fue de las Escuelas Pías de aquella ciudad. Cuenta además que el día de Sto. Domingo (4 de agosto) de 1648 fue desde Frascati a Roma a ver al P. José y le llevó una canastilla de higos o brevas por encargo de su tío Bartolomé Apolinari, que era muy amigo del Venerable. Debió encontrarle ya en cama de donde no volvería a levantarse, pues murió el 25 del mismo mes. El Sr. Micara hizo sus declaraciones el día 24 de noviembre de 1692, siendo el más prolija de los cuatro testigos ex officio, pues sus declaraciones llenaron 16 folios de las Actas[Notas 206].

Este mismo testigo Sr. Dionisio Micara, el día 23 de agosto de 1703, a sus 79 años de edad, hizo otra declaración ante notario, narrando un milagro extraordinario ocurrido en Frascati en vida del Santo Fundador. Se trata nada menos que de la resurrección de un niño a quien su madre ahogó involuntariamente durante el sueño. La madre llevó el cadáver de su hijito a las Escuelas Pías pidiendo la intercesión del Siervo de Dios, quien tomó al niño, lo llevó a la Iglesia e hizo rezar la Salve a todos los chiquillos de las escuelas. Y el niño resucitó[Notas 207]. Es sumamente extraño que el viejo Sr. Mi-cara hiciera esta declaración con juramento y ante notario en 1703 y no dijera absolutamente nada de este milagro en el proceso de 1692. Y la extrañeza sube de punto si se piensa que en el proceso se le preguntó explícitamente si sabía algún milagro hecho por el Siervo de Dios durante su vida, a lo que respondió que había oído decir que efectivamente había hecho algún milagro en vida, pero no sabía ninguno en concreto[Notas 208]. Tratándose de un milagro tan ruidoso como la resurrección de un muerto, presenciada por él mismo, Ges posible pensar que se le olvidara durante el proceso y lo recordara once años después? ¿Cómo es posible, además, que nadie hubiera oído hablar de semejante prodigio antes de la declaración jurada de 1703, sobre todo ninguno de los muchos testigos que hablaron de milagros al ser interrogados en los procesos? Tampoco aparece mencionado en las numerosas "Vidas" del Fundador impresas o manuscritas hasta las dos del P. Inocencio Cinacchi, una manuscrita en 1732 y la otra editada en 1734[Notas 209]. Y desde entonces ha sido admitido en la hagiografía calasancia sin ningún género de sospecha sobre su autenticidad[Notas 210]. Pero después de estas reflexiones creemos que se deba poner seriamente en duda, sin Intentar coordinar o explicar los vagos recuerdos de una escena que a distancia de 63 años[Notas 211] fue considerada como milagro por un anciano de 79.

Y volvamos al proceso. A las deposiciones de los 15 testigos examinados ante el tribunal fueron añadidas las que hizo el P. Silvestre Bellei de Sta. M. Magdalena ante notario en 1678, antes de morir. Los jueces del tribunal decretaron el 9 de octubre de 1692 que se incluyeran en las Actas oficiales[Notas 212]. El P. Silvestre estaba incluido entre los 48 testigos presentados por Caputi, y había conocido por muchos años al Fundador, pues vistió la sotana en Roma en 1628[Notas 213].

Concluidas las deposiciones de los testigos, siguieron rápidamente todas las formalidades de rigor. El proceso fue leído ante los ¡ueces, aprobado, firmado y sellado por ellos y por el Card. Carpeg-na, y entregado a la Congregación en diciembre de aquel mismo año 1692[Notas 214]. Igualmente se pidió que se procediera a la apertura oficial y simultánea de los tres últimos procesos, es decir, los dos in specie y el relativo al milagro del P. Coccapani, y la Sda. Congregación accedió a la súplica con decreto del 20 de diciembre[Notas 215].

Pasadas las Navidades, los Postuladores pidieron al secretario de la Congregación que entregara el proceso informativo ordinario de 1653 para ser examinado junto con los otros mencionados[Notas 216]. Pidieron también que tales procesos fueran examinados en Congregación sin la intervención de los consultores, como habían hecho para el proceso in genere, y la Congregación concedió la gracia el 21 de febrero de 1693[Notas 217].

La meta próxima era el examen y relativa sentencia sobre la va-idez de los cuatro mencionados procesos. Los Postuladores prepararon la Informatio con su correlativo Summarium y junto con las copias auténticas de los cuatro procesos lo entregaron todo al Sub-promotor de la Fe en abril de 1693 para que compusiera las Animadversiones de acuerdo con el Promotor[Notas 218]. Terminadas éstas, el nuevo abogado de la Causa Ludovico Leonetti compuso la Responsi© ad Animadversiones. Todos estos escritos fueron editados hacia septiembre del mismo año, formando la Positio completa de 1693[Notas 219].

El debate escrito entre el Promotor de la Fe y el abogado defensor en torno a los cuatro procesos no es de mucho interés, pues se centra en cuestiones menudas de procedimiento, muchas de ellas repetidas y fácilmente solucionadas por el abogado. No obstante, creemos útil proponerlas en síntesis, para una visión completa de 'as dificultades que tuvieron que superarse a lo largo de toda la Causa.

El Promotor no opuso objeción alguna al proceso in specie ne probationes pereant y por tanto nada tuvo que añadir el abogado. Las objeciones movidas contra el proceso sobre el milagro ocurren también en el proceso In specie y fueron disueltas con las mismas razones. El debate, por consiguiente, gira en torno a los otros dos procesos, esto es, el informativo ordinario y el in specie, como vamos a ver:

I. PROCESO INFORMATIVO ORDINARIO

1. Promotor: No consta que hicieran juramento al Promotor de la Fe y el Notario[Notas 220].

Abogado: Dada la unidad entre el proceso super non cultu y el informativo, ambos oficiales juraron antes de empezar el primero con la cláusula explicativa de que el juramento tenía valor quoad omnia in futurum peragenda in utroque Processu[Notas 221].

2. Promotor: El Notario y los testigos no juraron guardar secreto[Notas 222].

Abogado: No con6ta que tal juramento sea necesario para la va-idez del proceso. No obstante, en el juramento que hicieron estaba también implícito este particular[Notas 223].

3. Promotor: No consta que se hiciera la auscultatio seu colla-tlo del proceso una vez concluido, ni que fuera debidamente sellado[Notas 224].

Abogado: La auscultatio seu collatio hubiera sido necesaria si se hubiera tratado de una Copia del proceso, pero en este caso no hubo copia alguna, sino que el mismo original fue mandado al Archivo de la Congregación. No había lugar, pues, a compulsar ia copia con el original[Notas 225].

4. Promotor: El notario no firma ni después de cada deposición de los testigos, ni al final de todo el proceso[Notas 226].

Abogado: El notario no firmó, pero firmaron el Juez y el Promotor, que son testigos omní exceptione maiores. Lo mismo se hizo en el proceso Super non cultu y sin embargo, la Sda. Congregación lo •consideró válido[Notas 227].

5. Promotor: Ningún testigo fue citado oficialmente para prestar juramento y someterse al interrogatorio[Notas 228].

Abogado: En nuestro caso no era necesario citar a los testigos, tanto menos si consta que fue citado y asistió el Promotor de la Fe. Sin embargo, en un proceso reciente, la Sda. Congregación no dudó de su validez, a pesar de que no hubiera intervenido el Promotor, lo cual es mucho más grave que la falta de citación de testigos[Notas 229].

6. Promotor: El P. Berardicelli, Ministro Gen. de los Conventuales, fue citado y prestó juramento, pero no fue examinado. Y no se da ninguna razón para justificar su ausencia. Puede sospecharse que se temía que su deposición perjudicara la Causa y por ello fue excluido a última hora[Notas 230].

Abogado: La fórmula con que fueron presentados los testigos por los Postuladores decía que estos no se comprometían a examinar sólo y precisamente a aquellos. Además, la Scia. Congregación no h& dado importancia a objeciones semejantes en otros procesos recien-íes[Notas 231].

7. Promotor: Algunos testigos no fueron interrogados en algunos puntos del interrogatorio[Notas 232].

Abogado: Ante todo, el proceso hubiera sido válido aunque se hubiera hecho sin interrogatorios. Con todo, si se omitieron algunos puntos, debió ser por creerlos superfluos, pues los testigos habían respondido a ellos en otro lugar[Notas 233].

8. Promotor: Algunos documentos presentados por el Postula-•dor para certificar que el Siervo de Dios era sacerdote y Fundador de las Escuelas Pías, junto con privilegios concedidos por los Papas a su Orden, no fueron registrados en las Actas del proceso[Notas 234].

Abogado: Si no fueron registrados, será porque el Promotor y el Juez los consideraron auténticos. Además, con tales documentos se quería probar o corroborar que el Siervo de Dios era sacerdote y Fundador, lo cual es tan público y notorio que no necesita pruebas especiales[Notas 235].

Las objeciones del Promotor manifiestan a las claras que, a oesar del cuidado y suma solicitud puesta por Ginetti, de Rossi, Bouillaud, Berro y Caputi para que se hicieran las cosas con escrupulosidad, todavía se cometieron descuidos y omisiones. Pero manifiestan a la vez la complicadísima red de sutilezas jurídicas en la que iban envueltos los procesos. Estas formalidades protocolarias llenan páginas y páginas en las Actas procesales.

EL. PROCESO IN ESPECIE

Las dificultades movidas contra la validez de este proceso son todavía más insignificantes.

1. Promotor: Nuevas disposiciones exigen que al terminar su declaración cada testigo, tanto los interrogatorios como las Actas sean cerradas y selladas cada vez. Y no consta que se hiciera en una ocasión durante este proceso[Notas 236].

Abogado: Ciertamente no consta al terminar una de las sesiones, oero al empezar la siguiente se dice que tanto los interrogatorios como las Actas fueron abiertos. Lo cual indica que habían sido cerradas antes[Notas 237].

2. Promotor: La autenticidad de un documento aducido en el tribunal fue admitida por la simple declaración de que el testigo conocía la grafía del firmante, sin más explicaciones[Notas 238].

Abogado: Los Jueces lo creyeron suficiente, y en caso de haber dudado, hubiera sido fácil recurrir a los PP. de S. Pantaleón que debían conocer también esa grafía[Notas 239].

3. Promotor: El documento de la renuncia del canonicato de Barbastro, hecha por el Siervo de Dios, parece legal, pero no fue reconocido explícitamente como tal en las Actas[Notas 240].

Abogado: Si nada se objetó contra su autenticidad, quiere decir que fue reconocido corno legítimo[Notas 241].

4. Promotor: Otros dos documentos, es decir, las declaraciones hechas ante notario por el Sr. Cottignoia y por el obispo de Potenza aun llevando el atestado notarial, no fueron legalizados[Notas 242].

Abogado: La legalización depende de las costumbres locales. En este caso, al redactarse tales documentos se los consideró suficientemente legalizados con la firma del notario solamente. El Subpro-motor nada objetó contra su legalidad. Además, documentos legalizados de este modo han sido admitidos como válidos en otros procesos[Notas 243].

Mientras se estaban proparando estos escritos del Promotor y el abogado, el P. Foci, General de la Orden, escribió una carta circular a todos sus religiosos exigiendo bajo pena de suspensión a divinis si eran sacerdotes, o bajo pena de excomunión si no lo eran, que entregaran a sus respectivos Rectores o al mismo P. Provincial, dentro de una semana de haber recibido la circular, todas fas cartas y demás escritos autógrafos del Fundador. La orden incluía también los documentos conservados en los Archivos locales de las casas escolapias. Los Superiores locales debían enviar toda ¡a documentación recogida a sus respectivos PP. Provinciales, quienes bajo las mismas penas debían mandarlo todo a Roma con todas 'as garantías del correo de entonces. Los Postuladores consignarían luego todo el material a la Sda. Congregación de Ritos para que añadiéndolo a los procesos ya concluidos pudiera servir para probar con mayor abundancia la santidad y virtudes del Siervo de Dios, como dice ia circular[Notas 244], pero también porque se estaría pensando ya en la "revisión de escritos" que era uno de los requisitos en los procesos. Añadía la circular que tanto las cartas como los demás escritos serían devueltos luego a sus poseedores y para evitar confusiones, cada cual debía poner su nombre o el nombre-de la casa de cuyo archivo se había sacado[Notas 245]. No obstante, como el proceso de Beatificación duró todavía más de medio siglo, cuando llegó la hora de devolver tales escritos ya habían muerto cus poseedores y todo este preciosísimo material autógrafo del Santo Fundador quedó en el Archivo General. Las casi tres mil cartas recogidas en esta ocasión fueron encuadernadas mucho más tardo por el P. Talenti en ocho gruesos volúmenes, que constituyen hoy uno de los mayores tesoros del citado Archivo[Notas 246].

En septiembre de 1693 fue entregada la Posición entera ya editada a los Cardenales de la Congregación que fueron luego informados oralmente, según costumbre, junto con otros oficiales que debían asistir a la Congregación Ordinaria[Notas 247]. Esta Congregación se celebró en el Palacio del Quirinal el día 19 de septiembre, en la que se examinó el Dubium sobre la validez de los proceses en cuestión[Notas 248], al que respondieron Conciare, es decir, los reconocieron todos como válidos. Y el 30 del mismo mes el Papa Inocencio XII confirmaba la sentencia de la Sda. Congregación[Notas 249].

Con este decreto se daban por terminados todos los procesos ordinarios y apostólicos, tanto in genere como in specie sobre la fama de santidad y virtudes del Siervo de Dios. Había sido una fase iarga y trabajosa, no exenta de dificultades y de demoras a veces injustificadas, pero se había llegado al final, después de casi medio siglo de la muerte del Santo Fundador. Pero las dificultades pasadas no eran nada comparadas con las que iban a venir en la segunda fase del Proceso, en que se tenía que dilucidar la heroicidad de las virtudes del Venerable P. José. Pero antes de emprender esta segunda fase hubo todavía un apéndice de excepción imprevisto. Se presentó la ocasión de instruir un nuevo proceso sobre un viejo milagro y los Postuladores aprovecharon la coyuntura.

El 13 de septiembre de 1695 llegó a Roma un anciano de 82 años, llamado Salvador Morelli, a buscar a su hijo enfermo. Entró en la Iglesia de S. Pantaleón para rezar ante el sepulcro del P. José y fue luego a hablar con los Padres. Les contó el milagro con que había sido favorecido cuando estaba expuesto en la iglesia el cadáver del Siervo de Dios y del que habían hablado expresamente algunos testigos en el proceso informativo ordinario. En aquel entonces Salvador Morelli estaba tullido y se arrastraba pidiendo limosna por las calles adyacentes a S. Pantaleón. A pesar de la ingente multitud que se agolpaba para entrar en el templo a venerar los restos mortales de quien proclamaban Santo, logró ser introducido e izado hasta tocar el venerando cadáver. La curación fue instantánea. Y las voces de "¡Milagro"! corrieron entre los asistentes[Notas 250].

Aunque los Padres de S. Pantaleón conocían ciertamente este milagro y de él habían hablado en el referido proceso diocesano, creyeron conveniente instruir un proceso formal in specie, corno habían hecho con el ocurrido al P. Segismundo Coccapani. No era todavía tiempo de proponer procesos in specie sobre milagros, que sólo después de aprobada la heroicidad de las virtudes debían empezar. Pero la excepcionalidad del testigo y del milagro les movió a intentar el proceso, como habían intentado y conseguido el del Padre Coccapani. Y todo fue muy rápido. El 13 de septiembre tuvo Morelli la conversación con los Postuladores, uno de los cuales, el Padre Benedicto Germano, había sido sustituido en mayo de aquel año por el P. Pedro Francisco Zanoni[Notas 251]. El día 14 se compuso el memorial, pidiendo la incoación del proceso[Notas 252] y la Sda Congregación dio su consentimiento con decreto del día 19[Notas 253]. El mismo día nombró el Cardenal Vicario los tres jueces para el tribunal, que fueron el obispo titular de Atenas, Mons. Marcelo d'Aste, el de Cartagena de Indias, Mons. Miguel Ángel de Benavides y Pie-drola, y el de Novara, Mons. Juan Bta. Visconti[Notas 254]. Desde el 20 al 24 se cumplieron las formalidades preliminares y el 7 de octubre en la iglesia de Sta. Marfa in Portico fue interrogado Salvador Morelli[Notas 255]. Al día siguiente fue llamado y examinado el hijo de Salvador, llamado Matías, como testigo ex officio[Notas 256]. Y con estos dos testigos se creyó suficientemente probado el milagro. El día 31 de marzo de 1696 fue cerrado y sellado el proceso[Notas 257]. Y el día 5 de julio de 1698 la Sda. Congregación decretaba la apertura del mismo[Notas 258]. Pero la sentencia definitiva se dejó para más tarde, cuando se tratara expresamente la validez de los otros procesos relativos a milagros.

A los 50 años de la muerte del Siervo de Dios se habían llevado a feliz término siete procesos, de los cuales dos auctoritate ordinaria y cinco auctoritate Apostolica, es decir, tres sobre la fama de santidad y virtudes in genere e in specie y dos sobre milagros in specie, Todo ello había costado sumas enormes de dinero y !a preocupación por cubrir todos aquellos gastos continuaba siendo viva tanto en ios PP. Generales como en los Capítulos Generales. Así pues, lo que había sido disposición personal del P. General Armini, que había llegado a amenazar con suspensión de oficio a los rectores insolventes, fue confirmado por el Capítulo General de 1692[Notas 259]. El nuevo General P. Foci no se contentó con exigir las disposiciones capitulares, sino que para asegurar un fondo estable, tanto para estos gastos de la Causa como para otros propios de la Curia General, creó en 1695 el Aerarium o Caja Generalicia[Notas 260]. Todavía en el Capítulo General de 1698, en que fue confirmado en el cargo el P. General Foci, se volvió a hablar de las contribuciones para la Causa de Beatificación[Notas 261].

Y así quedaron las cosas al finalizar el siglo XVII.

Notas

  1. Cfr. BENEDICTO XIV, De SS. D. Beatificatione, I, XXII, nn. 7-8; J. TRAMA, Manuale Theorico-practicum, pp 233-234.
  2. Cfr. nota 114 del cap. III.
  3. Cfr. BENEDICTO XIV, o. c, I, XVI, n. 12.
  4. Cfr. texto del memorial en Diario del Processo (Reg. Cal. 23, 11) 329.
  5. Cfr. ACCS, Reg. 1655-1675, p. 578. Una copia en Reg. Cal. 23, 15.
  6. Cfr. CAPUTI, Racordi, f. 73r.
  7. Cfr. IDEM, Relación A, f. 121r.
  8. Cfr. BENEDICTO XIV, o. c, XLIV, n. 3; I, XXII, n. 8.
  9. Cfr. dos copias de dicho memorial en Reg. Cal. 23, 15.
  10. Cfr. CAPUTI, Racoi-di, f. 73r.
  11. En uno de los memoriales citados en la nota 9 precedente se lee en el dorso: «Disputetur dubium An sint dandae. Dilata ad primam» (Cfr. CAPUTI, Ra-cordi, f. 73r).
  12. Ibid.
  13. Cfr. copia original en Reg. Cal. 23, 15.
  14. Ibid. La objeción segunda de Mons. de Rossi debía ser común a los: Promotores de la Fe, pues de ella habla con cierto detalle Benedicto XIV en su. citada obra (II, c. 53, nn. 5-6).
  15. Cfr. Reg. Cal. 23, 15.
  16. Cfr. CAPUTI, Racordi, f. 73v.
  17. «il Cardinale (Vidoni) restó molto acceso della devotione del nostro V. P. e mi disse che a tutte l'occorrenze andasse a qualsivoglia tempo che m'haveria sentito volentieri e non haveria lasciata occasione nella Congr. di Riti di promovere la Causa» (CAPUTI, Relación A, f. 123f).
  18. Cfr. ACCS, Reg. 1655-75, pp. 607-608; una copia con firma y sello de Ginetti y Casali en Reg. Cal. 23, 15. Nótese este párrafo: «...non obstante quod adhuc non fuerit peractus nec dlscussus processus particularls super paritlone Decretis fel. record. Urbani Vili, nec confectus alter in genere super fama sanc-tltatis et miraculorum p. Servi Dei». A pesar de haber sido hecho el proceso «super non cultu», se dice aquí «quod adhuc non fuerit peractus nec discussus»; por lo cual se comprende que la sentencia emanada por el Card. Ginetti, que tan mala impresión causó al P. Berro por no comprender su alcance, no tenia valor definitivo, sino que tenía que ser todavía examinada y ratificada por la Congregación de Ritos. Esta dispensa en el orden de nuestros procesos es recordada por Benedicto XIV en su citada obra (o. c, II, c. 53, n. 3).
  19. Cfr. CAPUTI, Relación A, f. 118v.-IDEM, Racordi, f. 74r.
  20. «che perche lui (era) stato anche scolaro del P. Giuseppe della Madre di 'Dio era obligato a servirlo» (CAPUTI, Relación A, f. 120r).
  21. «ma perche questo Prelato era francese vi havevo qualche difficoltà, che sogliono i francesi esser contrarli alla fattior+e spagnola» (Ibid., f. 119r).
  22. Ibid., f. 120v.
  23. Ibid., f. 121r.
  24. Cfr. CAPUTI, Racordi, f. 216r.
  25. Ibid.
  26. Cfr. ASV, Processus 2698, ff. 19r, 21r-22v.
  27. Ibid., f. 19v.-CAPUTI, Racordi, f. 216v.
  28. Cfr. ASV, Rrocessus 2698, ff. 26v-54r; Reg, Cal. 23, 10 (seis copias des los artículos, de las cuales tres con los nombres de 121 testigos).
  29. Cfr. nota anterior.
  30. Cfr. la lista de los 48 testigos en ASV, Processus 2698, ff. 54r-56r.
  31. Cfr. CAPUTI, Racordì, f. 74r.
  32. ibid., f. 74v, y el memorial original en Reg. Cal. 23, 15.
  33. Cfr. ACCS, Reg. 1655-1675, p. 634 y una copia en Reg. Cal. 23, 15..
  34. Cfr. CAPUTI, Racordi, f. 216v; ASV, Pmcessus 2698, ff. 59r-60v. De estos testigos murieron mientras se celebraba el proceso: el H. José Toni el 3.VII.1670 •|Cfr. Memoria Def., Reg. Reí. 36, p. 62, n. 5), el H. Eleuterio Stiso el 2.VII.1671 íibid., p. 36, n. 2) y el H. Noberasco el 7.11.1632 (Ibid., p. 64, n. 1).
  35. Cfr. ASV, Processus 2693, ff. 67r-68r, y nota 33.
  36. Cfr. Hier. Cath., IV, p. 203, nota 9.
  37. Cfr. CAPUTI, Racordi, f. 216v, en donde cita por sus nombres a todos ios asistentes.
  38. Ibid., f. 217r, y la relación oficial de todo el acto en Reg. Cal. 14, n. 87. Otra relación completa a la que se añade el examen de los 8 testigos cfr, en ASV,. Processus 2698, ff. 69v-98v.
  39. Cfr. toda esta cuestión muy documentada en SANTHA, P. Cosmus Chiara,. en Eph. Cal., 30 (1961) 412-418.
  40. Cfr. CAPUTI, Relación A, f. 127r.
  41. Mons. Ciantes, sintiéndose enfermo, pidió a nuestro P. General que le permitiera retirarse en una casa nuestra cerca de Sta. María Mayor, que se había' adquirido entonces. A los pocos días expiró el obispo en brazos de nuestro P. General (Cfr. CAPUTI, Relación A, f. 126).
  42. Cfr. CAPUTI, o. c, f. 129. Caputi, confunde los hechos, diciendo que Mons. de Sarria sustituyó a Mons. Palermo y que a Mons. Ciantes le sustituyó Mons. Crescenzi (ibid., ff. 129r y 126-27). Pero los documentos que citaremos luego desmienten al P. Caputi.
  43. «mi soggiunse che quanto alla famiglia calasantia lui sapeva benissimo chi era et haveva molti amici di quei Signori Calasantii, che vedessi di farlo deputare» (Ibid., f. 129v).
  44. Cfr. la súplica redactada por Bouillaud en Reg. Cal. 23, 15. Y el Decreto •de la Congregación, firmado el 31.V.1670 y confirmado por el Papa el 4.VI.1670, en ACCS, Reg. 1655-1675, pp. 692-693; una copia autenticada en Reg. Cal. 23, 15. En dicho decreto se lee: «et subrogari posse Archiepum. Tarantinum loco Episcopi -Marsicani unius ex tribus subrogatis et defuncti».
  45. Cfr. CAPUTI, Relación A, f. 127v. Para este problema cfr. SANTHA, P. Cosmus Chiara, en Eph. Cal., 31 (1962) 3-4.
  46. Cfr. CAPUTI, Relación A, f. 129r.-Hier. Cath., IV, p. 163.
  47. «volontieri haverla servito massime ad un huomo che da quando era vivo lo teneva per santo» (CAPUTI, Relación A, ff. 126-127).
  48. Cfr. la súplica en Reg. Cal. 23, 15 y el Decreto en ACCS, Reg. 1655-1675, p. 740, y una copia en Reg. Cal. 23, 15. En este Decreto se lee: «necnon subrogari Yll.mum D. Crescentium Episcopum bituntinum ¡n locum Archiep. S. Severinae alias Conversanen. de próximo ab Urbe adfuturi...».
  49. Cfr. CAPUTI, Racordi, f. 75v. En Hier. Cath., V, p. 76, consta la fecha 19.1.1671 para el nombramiento a Patriarca de Alejandría.
  50. Cfr. CAPUTI, Relación A, f. 127v; «non mi faccia questo torto a levarmi perche lascerò ogni cosa per servir il P. Fondatore» (IDEM, Racordi, f. 75v).
  51. Era hijo del Príncipe de Carlognano y hermano del Duque de Bassanello (Cfr. CAPUTI, Relación A, f. 128r).
  52. Cfr. Ibid., f. 129v.
  53. Cfr. CAPUTI, Racordi, ff. 75-76. En esta sesión tenida en S. Andrés della Valle el 12 de diciembre de 1670 se escogieron como sedes del tribunal las iglesias de S. Andrés della Valle, de los Santos Vicente y Anastasio, junto a la Fontana de Trevi, y la de S. Silvestre al Quirinal (Cfr. ASV, Processus 2698, f. 113r).
  54. Cfr. CAPUTI, Racordi, f. 76v.
  55. Ibid., ff. 76v-77r,-IDEM, Relación A, ff. 128r-129r.
  56. Cfr. CAPUTI, Racordi, f. 77r,-IDEM, Relación A, f. 130r. Con la anotación de estos testigos termina Caputi sus apuntes Racordi quotidiani, dejando la enumeración incompleta, pues omite al P. Armini.
  57. Cfr. ASV, Processus 2698, ff. 118r-128r. De este proceso se entresacó una copia de las declaraciones de los testigos, que consta en nuestro Archivo General Reg. Cal., 31.
  58. Cfr. SANTHA, P. Josephus Fedele, en Eph. Cal. 31 (1962) nn. 3-5. IDEM, Epistulae II, pp. 921-1.179.-PICANYOL, Generalato del P. Cosimo Chiara e del P. Giuseppe Fedele, en Rassegna 17 (1951) 19-20; el Breve de nombramiento de General en Archivum Sch. P„ 2 (1937) 23-24.
  59. Cfr. Acta Congr. Gen., 1665-77, f. 48r.
  60. Cfr. SANTHA, o. c, p. 88.
  61. Ibid., p. 87, y Acta Congr. Gen., 1665-77, f. 46v.
  62. «lo chiamò il P. Generale e li disse che quella chiave la voleva. Subito il P. Gio. Carlo (Caputi) bacció la chiave, glie la diede senza dirli altro, che Dio sa quanto gli fu di mortif¡catione... e con quest'occasione cominciò a pensare che anco li saria stata levata la procura della Causa della Beatificatione del V. P. Fondatore per la quale haveva fatte tante fatiche» (CAPUTI, Notizie Hist. IV, VIII, f 102 v).
  63. Cfr. Acta Congr. Gen., 1665-77, f. 48r.
  64. «lo parti di Roma il primo di giugno 1671» (CAPUTI, Notizie Hist., I, II, n. 646).
  65. Cfr. CAPUTI, Relación A, f. 132r.
  66. «Quando Mons. de Rossi intese che io dovevo partire da Roma diede nelle stravaganze dicendomi che non era bene abbandonare la Causa del P. Giuseppe della quale siete informato, e nella Commissione del Papa non comparisse altro Procuratore, e se lei non voi andare n'haveria fatta parola con chi bisognava acciò non partissi» (Ibid.). Naturalmente, Mons. de Rossi no podía oponerse al nombramiento de otro Procurador y es comprensible que, dado el carácter del P. Caputi, haya exageración en estos recuerdos.
  67. Ibid. Parece ser que Bouillaud cumplió su palabra, pues el último documento firmado por él que conservamos en nuestro Archivo General lleva fecha del 29 de noviembre de 1670 (Cfr. Reg. Cal., 23, 15).
  68. Baste una cita para confirmar lo dicho: «Solo per haver la Commissione della Santa Memoria di Papa Clemente Nono, quando si spendeva tre mila scudi era poco... et il P. Gio. (Caputi) non spese altro che cento scudi alli copisti che copiarono le scritture per la Congr. dei SS, Riti» (CAPUTI, Notizie Hist, IV, Vili, ff. 102-103).
  69. Cfr. CAPUTI, Relación A, f. 132r.
  70. Ibid.
  71. Cfr. nota 29 del cap. I.
  72. Cfr. Memoria def., Reg. Reí., 36, p. 98, n. 4, y Catalogus Rei., Reg. Rei., 3, p. 6.
  73. Cfr. Acta Congr. Gen., 1677-1704, en la fecha 21.11.1681. El volumen Acta ín Causa Beatificationis lleva el último documento copiado por Caputi con fecha 29.XI.1670. Y sólo el 6 de diciembre de 1686 se reanudan dichas Actas. Su Relación A concluye también con su salida de Roma, pero al final añade una sentida alusión a Mons. de Rossi, que murió el 12.XII.1673, cuando Caputi ultimaba dicha Relación (Cfr. nota 31 del c. II).
  74. Cfr. ASV, Processus 2698, ff. 131r-136v, 139v-146r y 148v-153r.
  75. Cfr. SANTHA, P. Josephus Fedele, en Eph. Cal., 31 (1962) 90.
  76. Cfr. nota 73.
  77. En la sesión ordinaria de la Congregación de Ritos del 13 de enero de 1674 asistió por primera vez el nuevo Promotor de la Fe: «Bottinus Promotor Fidei pro prima vice qui praestitit solitum ¡uramentum» (ACCS, Deer. 1674, f. 1v).
  78. Cfr. ASV, Procensus 2698, ff. 175r-176r.
  79. Cfr. Acta Cong?, Gen., 1665-77, f. 18r- SANTHA, P. losephus Fedele, en Eph. Cal., 31 (1962) 89. El nombramiento es del día 21.IX.1673.
  80. Cfr. Acia Congr, Gen., 1665-77, f. 84r, día 22.11.1674.
  81. Cfr. ACCS, Reg. 1655-1675, pp. 793-94, 825-26, 875-76, 902-3.
  82. Cfr. ASV, Processus 26S8, ff. 176r-238r.
  83. Cfr. SANTHA, P. losephus Fedele, en Eph. Cal., 31 (1962) 113. Sobre las -elaciones de Calasanz con la entera familia Fedele cfr. Ibid., pp. 74-75.
  84. Cfr. Cap. II, testigos nn. 17 y 18.
  85. «...con havermi ancora imparato a scrivere, la Grammatica et altre cose d¡ devotione, andando io ogni giorno a S. Pantaleo in camera sua e in sacrestia, dove soleva stare...» (ASV, Processus 2698, f. 241r).
  86. Ibid., ff. 241r-247, 249v-256r.
  87. Ibid., ff. 262V-269, 277v-285v.
  88. Cfr. Hier. Cath., V, p. 9.
  89. Cfr. ASV, Processus 2698, f. 318r.
  90. Ibid., ff. 292v-351v.
  91. Dice de sí mismo: «...lo venuto In Roma di nove anni et havendo un fratello nella Religione... e per esser stato quasi a tutte le loro scuole... tenendo (a Calasanz) il luogo di Padre» (Ibid., f. 293v).
  92. Cfr. SANTHA, o. e, p. 158,-PICANYOL, Archivimi Sch. P., 3 (1938) 9. (Cap. Gen. 1677).
  93. Cfr. SANTHA, o. c, pp. 87-97, 110-127, 157-167.
  94. Ibid., p. 113. Es digno de notarse que hasta entonces nadie habla de gastos en los Procesos. Y ya hemos visto que esto se debió a la habilidad de Caputi (cfr. nota 68). En Reg. Cal. 25, 4, hay unas notas sobre el Haber y el Debe correspondientes a los años 1664-1671 (en cuyo año salió de Roma el P. Caputi), según las cuales el Haber amontaba a 85,65 escudos, mientras el Debe era de 83'79 escudos. Las notas son de Caputi (Ibid., ff. 127, 131-134).
  95. Cfr. SANTHA, P. Garolus loannes Pirroni, en Eph. Cal., 31 (1962) nn. 6-8.- PICANYOL, Primo Generalato del P. Carlo Giovanni Pirroni, en Rassegna, 17 (1951) 21-28.-IDEM, Archivium Sch. P., 3 (1938) 25,-VIÑAS, Index bio-bibliograpbicus, II, pp. 118-119.
  96. El P. Armini, del que hablaremos luego como General de la Orden, fue nombrado Procurador General inmediatamente, el 3 de mayo de 1677 (Cfr. Acta Congr. Gen., 1677-1704, fecha indicada).
  97. Cfr. ACCS, Reg. III, pp. 134-35, 154, 170, 258-59. Desde el 2.IX.1679 hasta í690 no consta ningún decreto de la Congregación de Ritos sobre nuevas prórrogas para el proceso ne pereant probationes. Desde 1690 hasta que se entrega el Proceso a la Congregación aparecen nuevas prórrogas en ibtd., pp. 814, 825 y 831. Cfr. la entrega del proceso en ASV, Processus 2698, ff. 391v-96r.
  98. Cfr. Hier Cath., IV, p. 360.
  99. Cfr. ASV, Processus 2699, f. 7v.
  100. Cfr. Hier Cath., IV, p. 34.
  101. Cfr. ACCS, Reg. Ili, p. 439.
  102. Cfr. Acta Congr. Gen. 1677-1704, día 2.VII.1683.
  103. Cfr. ACCS, Reg. III, p. 439.
  104. Ginetti murió el 1.III.1671 (Cfr. Hiec Cath., IV, p. 21) y Carpegna fue elegido Vicario de Roma el 12.VIII.1671 (Cfr. Ibid., V, p. 7).
  105. Tradicionalmente el Vicario de Roma ha sido siempre el Protector de las Escuelas Pías.
  106. Urbano Vili prohibió que se imprimieran todos estos escritos oficiales antes de la Beatificación, pero Alejandro Vil derogó la prohibición, limitando, no obstante, el número de ejemplares a 60, para uso interno de la Congregación, protegiendo su autenticidad con una serie de garantías legales (Cfr. BENEDICTO XIV, De SS. D. Beatificatane, I, c, XIX, nn. 18-22),
  107. He aquí la formulación del Dubium: «An sententia Em.mi D. Cardinalis Vicarii authoritate Ordinaria super non Cultu lata sit confirmanda in casu etc.» (Positio 1684, p. 1).
  108. La ¡níormatio termina con estas palabras: Ex quibus omnibus responden-dum reverenter supplicatur pro confirmatione sententiae tamquam justae et va-lidae» (Ibid. p. 4).
  109. Ibid., p. 1.
  110. «Quamobrem reverenter proponitur considerandum, quod licet de stricto rigore sententia praedicta, quamvis alias ex processu dici posset iustificata, non sit attendenda, nec rescribi valeat pro eius confirmatione. Attamen si Sac. Congregationi piacerei, rescribi posset, prout in alus Causis fuit factum, constare de sufficienti paritione» (Positio 1684, p. 3).
  111. ACCS, Reg. III, pp. 535-36.
  112. Cfr. SANTHA, P. Carolus Joannes Pirroni, en Eph. Cal., 31 (1962) 394.
  113. La primera «Vida» impresa fue la del ex-escolapio P. Efisio de Sotorreal, publicada en castellano en Madrid en 1675, llena de inexactitudes históricas y de un tono ampuloso y barroco. Durante el generalato del P. Pirroni compusieron otras Vidas el P. Francisco Maggi, teatino, editada en 1680 contra el parecer del P. Pirroni; el P. Cosme Chiara, a quien tampoco permitió la publicación, y ha quedado inédita (Cfr. Reg. Cal. 87); el P. Jorge Niki, a quien también negó la aprobación, pero fue luego editada en 1688 (Cfr. SANTHA, o. c, pp. 360-90).
  114. Cfr. SANTHA, I. c. El P. Picanyol da un juicio crítico sobre estas «Vidas» en sus artículos siguientes: «In antiquos de S. losepho Calasanctio Scrip-tores Commentarla», en Eph, Cal., 4 (1935) 155-61; «Le vite di S. Giuseppe Cala-sanzio», en L'Eco 11-12 (1948) 40-41.
  115. Cfr. dicha súplica en Reg. Cal. 23, 15.
  116. Cfr. ACCS, Reg. III, pp. 564-65; una copia en Reg. Cal 23, 15. El Papa aprobó el decreto el 18.XII.1684.
  117. Cfr. ASV, Processus 2699, f. 7v. De este proceso existe una copia en nuestro Archivo General, Reg. Cal. 33.
  118. Cfr. ASV, Processus 2699, ff. 20v-25r.
  119. Ibid., ff. 159r-64v.
  120. «Io ho conosciuto iI Servo di Dio P. Giuseppe della Madre di Dio dal tempo che io da giovanetto cominciai a studiare in S. Pantaleo, che saranno da 50 anni in circa» (Ibid., f. 38v). Esto afirmaba el 16 de marzo de 1685 (Ibid., f. 37v).
  121. «lo ho conosciuto il Servo di Dio P. Giuseppe della Madre di Dio in occasione d'haver havuto la prima Schuola dalli Padri della Sua Religione qui in Roma dell'anno 1635 incirca» (Ibid., f. 48v).
  122. Cfr. nota biográfica en Epistolario, VII, e. 3152, p. 121; IX, p. 254 al nombre Natali Giovanni.
  123. Cfr. ASV, Processus 2699, f. 73r.
  124. Ibid., f. 97r.
  125. «lo ho conosciuto il P. Gioseppe... in occasione che qui in Roma è venuto più volte da me et io da lui, et in particolare è venuto dalla chiara memoria del signor Cardinal mio zio» (Ibid., f. 109v).
  126. Ibid., ff. 129M33V.
  127. «lo ho conosciuto il Servo di Dio P. Gioseppe della Madre di Dio per essere stato da ragazzetto alle Scuole Pie e tre anni nel Collegio Nazareno» (Ibid., f. 142r).
  128. Dice ser de la «Terra de Santa Maria in Camino». Y le conoció «in occasione che servivo la Chiesa di S. Pantaleo d'ostie, che facevo io et un mio compagno, il quale era dell'estessa Terra di Calasanza, di dove era nativo il detto servo di Dio, e per quest'occasione il medemo servo di Dio veniva alla nostra Casa qualche volta discorrendo sopra le cose nostre domestiche...» (ibid., f. 152r). El P. José nació en Peralta de la Sal y no en Calasanz, como supone el testigo.
  129. Ibid., f. 37v y f. 158v.
  130. Cfr. Memorie della Casa di S. Pantaleo (1671-89), Dom. Gen. 16, f. 44v. El Cardenal Carpegna dio sobradas pruebas de su aprecio extraordinario a las Escuelas Pías, no sólo en sus funciones de Relator de la Causa del Fundador, sino también en su aportación económica a los ingentes gastos de la construcción de la nueva iglesia (Cfr. SPAGNESI, San Pantaleo, Roma, 1967, p. 87, nota 19).
  131. Cfr. el decreto firmado el 26.1.1686 en ACCS, Reg. III, pp. 620-621.
  132. Cfr. Memorie della Casa di S. Pantaleo (1671-89), Dom. Gen. 16, f. 95.
  133. Cfr. Reg. Cal. 23, 15.
  134. Cfr. ACCS, Reg. Ili, pp. 625-26. Nótese la siguiente cláusula: «non obstante quod Processus in genere inchoatus, non sit adhuc absolutus». Una copia de este decreto en Reg. Cal. 23, 15.
  135. Cfr. SANTHA, P. Alexius Armini, en Eph. Cal, 32 (1963) 20,-IDEM, Epistulae II, p. 122.
  136. Cfr. Acta Congr. Gen., 1677-1704, fecha 6.XII.1686.
  137. Ibid., fecha 21.11.1687.
  138. Cfr. ASV, Processus 2700, f. 7. De este proceso existe una copia en nuestro Archivo General, Reg. Cal. 35.
  139. Los seis testigos examinados fueron, además de los dos nombrados, el Ill.mo y Rmo. D. Lucio de los condes de Arcano, hermano del obispo de Co-macchio, que fue juez en el proceso in genere; el limo. Abad D. Pedro de Massimi y los escolapios P. Jerónimo Fornari y H. José Raffaele (Ibid., f. 27v).
  140. Los interrogatorios constan de 15 puntos, mientras los artículos son sólo tres, redactados en italiano y no en latín como de costumbre (Ibid., ff. 24-27).
  141. El proceso fue entregado a la Congregación de Ritos al 29.XI.1690 (Ibid., documento preliminar sin foliar). La sentencia sobre su validez se dejó para cuando se tratara de los milagros in specie, pero a la hora de elegir los milagros para la Beatificación, éste fue descartado por considerar más interesantes otros tres.
  142. «Et pariter decretum est posse extendí Decretum de sufficienti examini super asserta fama Sanctitatis, Virtutum et Miraculorum in Genere» (Acta in Causa, f. 76r).
  143. Ibid.
  144. Cfr. Positio 1689, Reg. Cal. 34, 2.a parte.
  145. Ibid., Animadversiones, pp. 1-2.
  146. Ibid., Responsio, pp. 1-2. Sobre esta materia cfr. BENEDICTO XIV, De SS D. Beatificatione, II, c. 48, n. 3.
  147. Cfr. Positio 1689, Animadv., p. 2. Las nuevas disposiciones fueron dadas por Inocencio XI con decreto del 15.X.1678 (Cfr. BENEDICTO XIV, o. c, II, apend. II).
  148. Cfr. Positio 1689, Resp., p. 2.
  149. Ibid., Animad., pp. 2-3. Tales testigos son: Cesi, Tornati, Natali, Paraciani y Simón. Entre otros textos aducidos por el Promotor y sacados del Summarium véanse los siguientes: «lo non posso dire se questa fama sia stata appresso di tutti in Roma (Cesi); «non so appresso di quali persone fosse questa fama, ne in quali luoghi» (Natali); «non so però se questa fama fosse ancora fuori Roma, ne meno so se fosse universale in Roma» (Paraciani), etc.
  150. Ibid., Resp., p. 2. Los cuatro testigos restantes son Arroni, Pauli, Stec-chia y Crescenzi.
  151. Ibid., p. 3.
  152. Ibid., pp. 2-5. El testigo Cesi, por ejemplo, responde «io non posso dire se questa fama sia stata appresso di tutti in Roma», porque se le pregunta «an fuerlt communis omnium». Y se atiene estrictamente a la pregunta. Cuando no se le preguntaba sobre la estricta universalidad dijo que la fama «era universale appresso ogni genere di persone». Tornati dice también: «ho inteso che il Servo di Dio morisse con gran fama di Santità di vita». Paracciani afirma igualmente: «del tempo della sua morte questa fama era appresso di molte persone». Estos ejemplos sirvan de muestra para apreciar la (llamémosla así) «malignidad oficial» del vulgannente conocido como «Abogado del diablo», que sacando de su contexto las frases que le convienen, tergiversa el sentido de las mismas. Y lo mismo dígase de las leyes que invoca, no teniendo en cuenta circunstancias explícitas que las hacen cambiar de significado.
  153. Ibid., Animad., p. 4.
  154. Ibid., Resp., p. 6.
  155. Cfr. Reg. Gen. 23, 15. La defensa de Bouillaud lleva fecha de 26 de julio de 1689, cuatro días antes de la Congregación ordinaria. Alguno de los Cardenales de la Congregación, al ser informados con miras a la próxima Congregación ordinaria, debió suscitar la dificultad, pues el memorial de Bouillaud empieza así: «Ad tollendam difficultatem in casu exortam recurrendum est ad Processum Aucthoritate ordinaria».
  156. Ibid. Como prueba de la inocencia del Siervo de Dios, cita la restauración parcial de la Orden, hecha por Alejandro VII, pero no alude a la ulterior restauración total de Clemente IX.
  157. Cfr. Positio 1689, Animad., pp. 4-5. Estos tres testigos son Natali, Parac-ciani y Simón: «non so appresso di quali persone si fosse questa fama etc. come anche se habbia perseverato sino al presente» (Natali); «lo non so se sia sempre durata e duri» (Paracciani); «Hoggi veramente non se ne parla tanto, quanto se ne parlava in quel principio» (Simón).
  158. lt)id. Se trata de Paracciani.
  159. «Tertius testis (Natali) de d. perseverantia non dubitai, sed solum dicit illam nescire apud alios, et quoad se subiungit posso ben dire, che appresso di me è stata sempre costante» (ibid., Resp., p. 7); Paracciani se refiere exclusivamente a los PP. de S. Pantaleón y no a la fama en general; Simón hace notar simplemente que la fama era mayor cuando murió, pero no niega que perdure todavía; por el contrario añade: «e la ragione è, che allora la memoria era fresca, e non perchè si sia mai variata opinione, ne credutosi, che il detto Servo di Dio non sia stato un huomo di santa vita, come dal principio, e nel corso del tempo sino e\ presente è stato sempre creduto» (Ibid.). Tampoco se contradice Paracianl, pues en una parte habla de los PP. de S. Pantaleón y en otra de la fama popular (Ibid.).
  160. ibid., Animad., p. 5.
  161. Ibid., Resp., pp. 7-9. A esta explicación de la «singularidad cumulativa» en nuestro Proceso alude expresamente Benedicto XIV (o. c, II, e. 40, n. 3).
  162. Ibid., Animad., pp. 5-6.
  163. «lo però alcuni di quelli seguiti tanto in vita quanto in morte l'ho stimati essere derivati da cause naturali, altri però tanto ¡n vita, quanto In morte l'ho stimati veri Miracoli» (Ibid., Resp., pp. 8-9. La frase es de Stecchia).
  164. «Il che so per esserne pubblica voce e fama, publico e notorio» (Cesi); «io lo so per publica voce e fama originata dal popolo» (Crescenzi); «l'ho anche sentito dire a molti altri» (Simón) (ibid., pp. 8-9).
  165. Ibid., p. 8.
  166. Ibid., Animad., p. 6.
  167. Ibid., Resp., pp. 9-10.
  168. Cfr. la súplica en Reg. Cal. 23, 15.
  169. Cfr. ACCS, Reg. III, f. 809. Respecto a la costumbre de conceder esta dispensa cfr. BENEDICTO XIV, o. c, II, c. 54, n. 11.
  170. Cfr. ACCS, Reg. III, f. 811r.
  171. Cfr. el texto de la carta en SANTHA, P. Alexius Armini, en Eph. Cal., 32 (1963) 34-35, nota 59.
  172. Ibid., p. 35, nota 62.
  173. Cfr. Acta in Causa, f. 78.
  174. Cfr. ACCS, Reg. III, ff. 814v-815r. Lleva fecha del 21.1.1690 y la confirmación pontificia es del 27 del mismo mes.
  175. Cfr. Reg. Gen. 25, f. 137r.
  176. Cfr. Acta Congr. Gen., 1677-1704, p. 15, día 20.1.1690.
  177. Cfr. Acta in Causa, f. 79r. Fecha 9.IV.1690.
  178. Cfr. AVU, Processo di S. Giuseppe Calasanzio, 1695. NI en el Archivo Vaticano ni en nuestro Archivo General existe copia de este proceso in specie. La única copia existente se conserva en el Archivo del Vicariato de Roma. Consta de 5 cuadernillos de 50 folios cada uno, sin numerar ni encuadernar. Son escrituras originales, como consta por las firmas de jueces, testigos y demás participantes. Llevan adjuntos otros documentos originales presentados por ios tsetigos, Sin duda se trata de las Actas originales, hechas durante el proceso. De ellas se debió formar el volumen o copia oficial, numerada por folios y encuadernada en piel, que fue presentada a la Congregación. Este volumen parece haber desaparecido.
  179. Cfr. Hier. Cath., V, p. 410.
  180. Cfr. Reg. Cal., 23, 13. Junto a esta copia de 82 artículos hay otra versión con 665 puntos, que todavía quedó incompleta, pues se añadió el número 666 sin texto correspondiente. Una tercera versión con simples títulos, a modo de índice, consta sólo de 40 puntos. Probablemente son esbozos para la redacción definitiva de los 82 artículos (Ibid.).
  181. Cfr. Epistolario, IX, p. 248. Se conservan 22 cartas del Santo dirigidas a él y once suyas dirigidas al Santo (Cfr. SANTHA, Epistulae II, pp. 378-392).
  182. Ibid., VI, p. 120.-Cfr. notas biográficas en PICANYOL, L'Eco, 11-12 (1948) 59,-Eph. Cal., 3 (1934) 168).- Parva Bibliotheca Calasanctiana, n. 18, p. 31 - Epistolario VI, p. 120.-Rassegna, 19-20 (1952) 35-36.-SANTHA, Epistulae II, páginas 379-380.
  183. Cfr. ASV, Proceso de 1695. Una copia de su deposición procesal, junto con una «Vida» del Ven. P. Fundador manuscrita por el P. Bianchi se halla en Reg. Cal. 91.
  184. Cfr. Epistolario, VIII, p. 449, nota a la c. 4577.
  185. Cfr. AVU, Proceso de 1695.
  186. Ibid.
  187. Le había conocido «nel andare alle Scuole Pie di S. Pantaleo, che da lui stesso mi sia stato insegnato qualche volta a scrivere, dirò meglio dopo che io entrai nel Collegio Nazzareno hebbi fortuna che qualche volta m'insegnasse a scrivere con tutto che il medesimo fosse Generale fondatore, vecchio, e con la mano tremante, e questo sarà stato del 1631 o 1632... il medesimo veniva al sudetto Collegio e che io con altri alunni andavamo a trovarlo in S. Pantaleo» (Ibid.).
  188. Ibid.
  189. Ibid.
  190. Ibid.
  191. «lo ho conosciuto il servo Dio e li ho servito più e diverse volte a messa nella capella dell'Oratorio de'medesimi PP. di S. Pantaleo in occasione che io andavo a imparare d'abbaco... e ció fu per lo spazio di due anni, cioè dal 1640 sino al 1642» (Ibid.).
  192. Ibid. Sus declaraciones ocupan 30 folios.
  193. Ibid. Sus declaraciones ocupan 26 folios.
  194. Ibid.
  195. El decreto del Cardenal Vicario dice que en lugar de los obispos Suarez, Capobianchi y Pianetti «defunctorum et ab Urbe absentis respective» fueron designados Mattei, Ripa y Barlocci (Cfr. ASV, Processus 2698, f. 364v). Suarez murió en diciembre de 1677 (Cfr. Hier. Cath., IV, p. 360) y Capobianchi en octubre de 1689 (Cfr. Hier Cath., IV, p. 215).
  196. Cfr. ASV, Processus 2698, ff. 381-96.
  197. Cfr. Archivum Sch. P. 4 (1939) 20-26, Acta Cap. Gen. a. 1692.-Bibliografía sobre el P. Foci: SANTHA, P. Joannes Franciscus Foci, en Eph. Cal., 32 (1963) nn. 4-11.-A. HORANYI, Scriptores Piarum Scholarum, I, Budae, 1808, pp. 788-89.- VIÑAS, Index bio-bibliographicus, II, Romae, 1909, p. 258.
  198. Cfr. Acta Congr. Gen. 1677-1704, p. 32. Sobre el P. S. André cfr. VIÑAS, Index bio-bibliographicus, II, pp. 347-8.
  199. Algunos detalles de esta distinción: la Sda. Congregación emana en la misma fecha dos decretos distintos concediendo prórrogas para continuar ambos procesos, cada uno por su parte, aun siendo el tribunal el mismo (Cfr. ACCS, Reg. III, f. 831 rv, fecha 11 de agosto de 1691); cuando se trata de la apertura de ambos procesos, se dice en el decreto de la Sda. Congregación: «Cum fabricati et absoluti fuerint Aucthoritate Apostolica coram. E.mo et Rmo. D. Cardinali Urbis Vicario, sive Rmis. Episcopis ab eo delegatis tres Processus... nempe primus super asserta Sanctitate Vltae, Virtutibus et Miraculis, aliisque denunciatis in specie, ne perirent probationes... tertius autem pariter in specie super Sanctitate Vitae...» (ACCS, Dece 1692-1702, p. 9).
  200. Ya hemos hecho notar la identidad de los apartados en que se dividen los Artículos para el examen de testigos en ambos procesos. Ambos procesos se llaman también respectivamente «incoativo» y «continuativo». (Cfr. TRAMA, Manuale theorico-practicum, p. 275).
  201. «Die 6 augusti 1692. Exhibltae sunt per dictos Procuratores Dno. Mel-chiorri Petruccio Notario Causae Ven. Patris Fides Testium inductorum et postea mortuorum, videlicet...» Y siguen los 25 nombres de los escolapios difuntos {Acta ¡n Causa, f. 81); «Die XI augusti 1692. Exhibitae fuerunt infrascriptorum testium inductorum et postea mortuorum fides dicto Notario per dictos Procuratores...» y sigue la lista de los 18 testigos no escolapios con la indicación de la iglesia en donde están sepultados (Ibid., f. 82r). En el legajo del Proceso de 1695 (AVU) existen las notas de los párrocos o rectores de las iglesias interesadas, en que atestiguan la defunción de estos testigos no escolapios, como también la nota relativa a los escolapios.
  202. Cfr. BENEDICTO XIV, o. e. Il, appendice II.
  203. «lo ho conosciuto al Servo di Dio in occasione che io andavo alle Scuole Pie in S. Pantaleo dell'età mia di 9 anni» (AVU, Proceso de 1695).
  204. «lo ho conosciuto il Servo di Dio dal 1643 o 44 in occasione che andavo a prender letione di scrivere e d'abbaco non ogni giorno ma tre o quattro volte la settimana... a S. Pantaleo» (Ibid.).
  205. Sinibaldi fue testigo ocular del traslado del P. José al Santo Oficio, en cuya ocasión «gli feci esibitione d'alcune cose dolci, che havevo appresso di me per suo ristoro ma il Servo di Dio con una humile maniera le rifiutò ringraziandomene» (Ibid.).
  206. «lo ho conosciuto II P. Giuseppe in occasione che andavo da giovanetto alle Scuole Pie in Frascati... per lo spatio d'alcuni anni... e cominciai a conoscerlo dieci anni incirca avanti che morisse... L'ultima volta che io gli parlai fu del mese d'agosto nel giorno di S. Domenico del 1648 nel qual anno mori, e fu in occasione di portarli alcuni beccafichi che la bo.mem. di mio zio il Dottor Bartolomeo Apolinari molto amico di d. Servo di Dio havendo saputo la di lui infermità mi mandó da Frascati a portarli un canestrino di becchafichi» (Ibid.).
  207. Cfr. Una copia del documento notarial en Reg. Cal 22, edit, en BAU, Revisión de la Vida de S. José de Calasanz, p. 337 nota 312.
  208. «lo ho sentito dire che il Servo di Dio anche in vita habbia fatti miracoli, ma non so individualmente la loro qualità, so parimente che a sua Intercessione ne sono seguiti dopo la sua morte» (AVU, Proceso de 1695).
  209. Cfr. P. Inocencio CINACCHI, Breve ragguaglio della vita, virtù e miracoli del Beato Giuseppe Calasanzio, 1732, manuscrito (Reg. Cal. 99), p. 80.-IDEM, Della storia della vita, virtù e fatti del V. P. Giuseppe della Madre di Dio, edit., Roma 1734, p. 154,-La obra del P. ARMINI, Vita del Ven. Servo di Christo P. Giuseppe Calasanzio, es la más respetable entre todas las escritas antes de la del P. Cinacchi. Su primera edición es del 1710, pero su autor murió en 1695, y el manuscrito no sufrió enmiendas. La segunda edición fue hecha en Viena en 1712 por el P. Agustín Passante, que se permitió añadiduras al texto original. En ambas ediciones hay un capítulo entero dedicado a los milagros operados en vida por el Venerable, y entre los 33 enumerados no figura el de Frascati. El P. Passante añadió todavía un último milagro, referente a otro caso de resurrección de un muerto, pero no alude al milagro de Frascati, a pesar de que la declaración de Micara fue del 1703, la cual, por lo visto, no había llegado a oídos del P. Passante, ni pudo llegar a conocimiento de Armini por haber muerto antes. El P. Cinacchi no cita la fuente del referido milagro. Pero el P. Talenti en el ejemplar de su Vita del B. Giuseppe Calasanzio, Roma, 1753, enriquecido con notas autógrafas marginales sobre las fuentes, aduce junto al referido milagro (p. 290) la siguiente: «Depos. giurid, e auten. del 20 ag. 1703 d¡ D. Dionisio Micara di 79 anni scolaro quando seguí il mirac. della qual copia in Arch. Gle. e in Frascati Se. Pie l'originale» (Cfr. un ejemplar de dicha obra anotada por Talenti, según copia del P. Pl-canyol, en Reg. Cal. 109).
  210. El P. BAU en su Biografia critica (pp. 829-32) refiere el milagro, apoyado en Talenti y su nota marginal. Como no había leído el atestado notarial de Micara, que creía desaparecido, omitió repetirlo en la Revisión de la vida. Pero cuando tenía ya compuesto el texto, dio con la copia del documento de Micara que se conserva en nuestro Archivo General, y lo publicó íntegro en la nota 312, satisfecho de haber encontrado «base documental».
  211. El P. Bau copió erróneamente «settanta tre», mientras el texto dice «sessanta tre». Según este dato, el milagro ocurrió hacia 1640, lo cual concuerda con la deposición de Micara según la cual empezó a conocer al Santo diez años antes de su muerte, es decir, en 1638 (Cfr. nota 206). Merece citarse otro párrafo de dicha deposición de Micara en que dice: «Più volte ho sentito che molti si lamentavano delli PP. delle Scuole Pie che fossero cosi freddi e cosi negligenti a promuovere la sua canonizatione» (AVU, Proceso de 1695). Es un lamento que lemos compartido alguna vez hasta ahora y que tendremos que reiterar en otras ocasiones. Por otra parte, habrá que reconocer que esta despreocupación no se ha limitado al proceso de Beatificación y Canonización del Fundador, sino que ha sido un mal casi congènito en las Escuelas Pías, pues en sus 370 años largos de existencia sólo ha conseguido llevar al honor de los altares al Fundador y a S. Pompolio M. Pirrottl, a pesar de la larga lista de varones Venerables que ha tenido.
  212. Cfr. Acta in Causa, f. 83r. Esta declaración firmada por el notario y por el mismo P. Silvestre el 29 de abril de 1678 consta entre las demás declaraciones del proceso original. (Cfr. AVU, Proceso de 1695, y una copia en Reg. Cal. 14, 62.6).
  213. Cfr. nota biográfica en Epistolario, Vil, c. 3297, p. 201.
  214. Cfr. Acta in Causa, f. 83v.
  215. Cfr. la súplica en ibid., ff. 83-84, y el decreto de la Congregación en ACCS, Deci-. 1692-1702, pp. 8-9.
  216. Cfr. Acta ¡n Causa, ff. 84-85.
  217. Cfr. la súplica en Ibid., f. 85v y el decreto de la Congr. en ACCS, Decr. 1692-1702, p. 24.
  218. Cfr. Acta in Causa, f. 85v.
  219. Ibid. f. 86r. Cfr. la Positio 1693 en Reg. Cal. 36.
  220. Cfr. Positio 1693, Animad., p. 1.
  221. lbid. Resp., p. 1-2.
  222. lbid. Animad., p. 2.
  223. lbid. Resp., pp. 2-3.
  224. lbid. Animad., p. 2.
  225. lbid. Resp., p. 3.
  226. Ibid. Animad., p. 2.
  227. Ibid., Resp., pp. 3-4.
  228. Ibid. Animad., p. 2.
  229. Ibid. Resp., p. 4.
  230. Ibid. Animad., p. 2.
  231. Ibid. Resp., p. 4.
  232. Ibid. Animad., p. 2.
  233. Ibid. Resp., pp. 4-5.
  234. Ibid. Animad., pp. 2-3.
  235. Ibid. Resp., pp. 5-6.
  236. Ibid. Animad., p. 3; BENEDICTO XIV, o. e, II, e. XLIV, n. 15.
  237. Ibid., Resp., pp. 6-7.
  238. Ibid., Animad., p. 3.
  239. Ibid., Resp., p. 7.
  240. Ibid., Animad., p. 3. Dicho documento original se halla entre las Actas: del Proceso de 1695 (AVU), correspondiendo a las declaraciones hechas por ef P. Armini el 19.XII.1691, con este título en castellano: «Acto público de una partida sacado del libro de Gestis del Cavildo de la Santa Iglesia de Barbastro».
  241. Ibid., Resp., p. 7.
  242. Ibid., Animad., pp. 3-4. Dichos documentos se hallan igualmente relacionados con las declaraciones del P. Armini, día 5.III.1692 (Cfr. AVU, Proceso de 1695).
  243. ibid., Resp., pp. 7-8.
  244. Cfr. la circular en Epistolario, I, pp. XX-XXI y en SANTHA, P. Joannes Franciscus Foci, en Eph. Cal., 32 (1963), 271, nota 148.
  245. Tales nombres pueden leerse en muchísimas cartas que encuadernadas en diez volúmenes se conservan en Reg. Cal. 1-10.
  246. A estos ocho volúmenes primeros se añadieron otros dos con nuevo material recogido luego. Para mayor información sobre la formación de esta colección de cartas cfr. PICANYOL, Epistolario, I, pp. XIII-XXIX.
  247. Cfr. Acta in Causa, f. 85v.
  248. El Dubium dice: «An constet de validitate Processuum auctoritate Ordinaria et respective Apostolica in specie in Urbe peractorum, Testes in eisdem sint rite et recte examinati, et lura producía sint legitime compulsata, in casu etc.» (Positio 1693, p. 1r).
  249. Cfr. ACCS, Dece. 1692-1702, pp. 82-83.
  250. Cfr. Acta in Causa, ff. 86v-87r, y la narración del milagro en BAU, Biografía crítica, pp. 1225-26.
  251. Cfr. Acta Congr. Gen., 1677-1704, día 10.V.1695. El P. Zanoni, Postulador de la Causa, fue elegido General de la Orden, como lo fueron sus antecesores Pirroni, Armini y Foci.-Bibliografía: VIÑAS, Index bio-bibliographicus, I, pp. 312-13,-HORANYI, Scriptores Piarum Scholarum, II, pp. 870-76.-PICANYOL, La Biblioteca Scolopica di S. Pantaleo di Roma, I, p. 216; II, p. 254.-IDEM, Rerum latì-narum scriptores ex Ordine Sch. P., Romae, 1956, pp. 80, 141, 199, 204.-SANTHA, P. Petrus Franciscus Zanoni, en Eph. Cal., 33 (1964) nn. 1-6.
  252. Cfr. dos copias, una en italiano y otra en latín en Acta ¡n Causa, ff. 86-87. En el dorso de la copia latina se lee; «Rescriptum SSmi. Al Card. Vicario che ne parli».
  253. Ibid., f. 87r.
  254. Ibid.
  255. Ibid., f. 87rv. Las Actas originales del proceso se hallan en el Archivo del Vicariato de Roma (Proceso de 1695), y una copia auténtica en ASV, Proces-sus 2701. El interrogatorio de Salvador Morelli en Processus 2701, ff. 31v-37r.
  256. Cfr. su interrogatorio en ASV, Processus 2701, ff. 39v-45v.
  257. Cfr. Acta in Causa, f. 87v.
  258. Cfr. ACCS, Decret. 1692-1702, p. 429. Confirmado por el Papa Inocencio Xli el 9 del mismo mes.
  259. Cfr. Archivum Sch. P., 4 (1939) 35 (Cap. Gen. a. 1692).
  260. Cfr. SANTHA, P. Joannes Franciscus Foci, en Eph. Cal., 32 (1963) 271, nota 145.
  261. Cfr. Archivum Sch. P., 5 (1939) 7 (Cap. gen. a. 1698)