DelMonteVisitaGeneral/1695-11

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[1695, Noviembre]

Día 1 de noviembre de 1695. Nos despedimos del Conde Cernin, del Conde Leopoldo Carlos de Hoyos, de María Regina su esposa, y del Excelso Príncipe Dietrichstein, fundadores nuestros; el primero, del Colegio de Cosmonos; el segundo, del de Horn; el tercero, del de Nikolsburg y del de Lipnik. Luego cominos en casa del Ilmo. Koninski, Referendario del Reino de Bohemia, quien nos ofreció a los cinco una mesa abundante.

Después, en el mismo Coche, continuamos a la audiencia del Rey de los Romanos y de Hungría, José I, quien admitió al P. General, y lo recibió con muchísimo cariño. Estaba presente con el Rey Augusto el Príncipe Real Salmis, su Prefecto. También fueron admitidos a ver al joven Archiduque de Austria, Príncipe de Dietrichstein, acompañados por el Príncipe Antonio Florián de Liechtenstein, su Maestro de Etiqueta, que anteriormente había sido Embajador Imperial ante la Sede Apostólica, y el mismo P. General, con el Provincial fueron a besar la mano del Archiduque.

El P. General encomendó a todos ellos el Instituto, sobre todo al Príncipe de Liechtenstein, para que favorecieran la fundación en Viena, quien lo oyó y se calló, y se ignora lo que haría luego.

Día 2 de noviembre de 1695. Por la mañana, el P. General y el P. Provincial celebraron la santa Misa, como de costumbre, en casa de los Padres Dominicos; su Secretario, en cambio, en casa de los Conventuales. Vimos por doquier, en las iglesias, selvas de velas, llevadas por la gente, los dos sexos mezclados; y puestas en los cementerios, fuera de la Iglesia; y en las Iglesias y en los Claustros; otras veces, clavadas en la simple tierra, o en candelabros múltiples, hechos de hierro; o ante los altares, en la solemnidad de la Conmemoración de los Difuntos. Esta fiesta en Viena se celebra con piedad extraordinaria, con mucha asistencia de pueblo a la Misa, y procesiones dentro de la Iglesia, con tristes melodías y pompa fúnebre, como ya se conocía en Roma.

El P. General esperó hasta tarde al Emmo. Kollonitz, según lo convenido, para ir con él, desde el albergue, a visitar el Hospicio de los Pobres, que querían hacer a la manera del Apostólico Romano nuestro; y para ver la forma conveniente de promover en él la fundación de las Escuelas Pías en Viena. Pero el Eminentísimo, ocupado con sus negocios, sobre todo porque tenía que ir a hablar con Su Cesárea Majestad, no pudo acudir; por lo que el P. General se dedicó a seguir trabajando en su Sinopsis. Así, mediante el P. Provincial y el P. Antonio, Secretario, envió a los Padres Dominicos una carta de recomendación del Reverendísimo; pero, ausente el Prior, se la entregaron al Superior para que la leyera, dándole las gracias, en nombre del P. General, en reconocimiento por su humanísima acogida.

Día 3 de noviembre de 1695. Por la mañana, el P. General fue, con el Secretario y el P. Provincial, a celebrar la Misa en las Monjas de Santo Domingo. Después de tomar, por primera vez en todo este itinerario, un frugalísimo desayuno matutino, nos preparamos para salir de Viena hacia Nikolsburg, con un cielo menos cubierto y bastante sereno. El P. General, el Secretario y el compañero subieron a una biga de cuatro ruedas, que había sido traída por el P. Rector desde Nikolsburg uncida por las bridas; y el P. Provincial con su compañero, en otra semejante, en la que habían viajado desde Nikolsburg a Viena, para volver con el P. General.

Salimos por la puerta del Hipocausto, o Stubentor; desde allí, en dirección de Rothenthurm, en la primera legua atravesamos por cinco puentes el Danubio, que se dividía en varios brazos. El cuarto puente era, ciertamente, fortísimo, larguísimo y alto, construido de puros troncos casi redondos, como otros en Austria, que se movían a cada paso. El río Danubio es, realmente, Emperador; y aquél puente, el más grande que vimos. Por la parte donde salimos de Viena, vimos el monte Cesio, que el vulgo llama Kahlenberg, es decir, monte calvo, de donde el Rey de Polonia había bajado con sus tropas auxiliares a liberar Viena del asedio de los turcos. Este monte dista de Viena una milla; y en su cumbre se divisa un famoso cenobio Camaldulense. A menos de una legua de Viena, en la planicie, hay una estatua de Cristo nuestro Señor, en mármol, de mucha devoción, el Ecce Homo. Cuando los turcos fueron fuertemente atacados por las fuerzas auxiliares cerca de allí, y obligados a huir, no pudieron destruir la estatua, y destrozaron solamente la caña.

A poco más de una legua de Viena pasamos por el pueblo llamado Jetlsce, donde hay muchos pozos, que los germanos llaman vain brun, es decir, fuentes viníferas, porque los transportistas de vino mezclan aquel agua con en el vino. Comimos en Wolkersdorf, a tres leguas de Viena. Tres leguas más adelante nos detuvimos a pasar la noche en un lugar llamado Kietzeldorf.

Día 4 de noviembre de 1695. Al día siguiente muy de mañana, los dos Secretarios, en un coche, se adelantaron al P. General, para informar al Rector de Nikolsburg [Mikulov] de su próxima llegada. Así pues, saliendo detrás, con el P. Provincial y el compañero en otro coche, casi tres horas antes de mediodía, y casi dos después de la salida de los Secretarios hacia Nikolsburg, antesala de Moravia, el P. General fue recibido con la debida reverencia, a las puertas de la Iglesia, por el P. Rector, con sobrepelliz y estola, y obsequiado por los demás Religiosos de la Casa. Tras una pequeña bienvenida, pronunciada por el P. Rector a la entrada de la Iglesia, el P. General respondió brevemente. Luego, se tuvo la Misa. Después de comer, el P. General tuvo un coloquio privado con el P. Provincial sobre varios asuntos.

Día 5 de noviembre. El P. General celebró Misa en la Capilla interior. El exterior está construido según la el diseño de la Casa de Loreto, dentro de la ciudad de Nikolsburg, cuya Iglesia atienden los Capuchinos. Después de comer, fue a visitar la finca, el hórreo, la bodega, y los talleres de nuestra Casa de Nikolsburg.

Día 6 de noviembre. Después de la Misa, el P. General asistió, en el coro pequeño, a la Misa cantada por nuestros Lauretanos, nueve alumnos del Colegio de la misma Casa. Después de comer, visitó las clases y, al final, como era domingo, uno de dichos alumnos pronunció una alocución.

Los días en que estuvimos en Nikolsburg, el P. Guardián de los Capuchinos y muchos otros Señores, sobre todo el Señor Capitán de Nikolsburg, pariente del Hermano Edmundo [Kielczewski], uno de nuestros clérigos, fueron a obsequiar al P. General, el cual, cuando tenía tiempo no dejaba de trabajar en la Sinopsis de nuestras Constituciones. Por la tarde, después de la Letanías de los Santos, el P. General dio una charla espiritual a los nuestros. Como argumento, recurrió al Evangelio, y habló sobre el cultivo de nuestro campo espiritual, para que según él los adolescentes confiados a nuestro Instituto puedan cultivar, con más fruto, sus pequeños campos. Al día siguiente saldría para Straznice.

Pero, antes de contar la salida de Nikolsburg del P. General, me parece no estar fuera de sitio describir algo sobre nuestra Casa de Nikolsburg.

Esta Casa es residencia del P. Provincial de Germania, pulcra y muy amplia. Tiene iglesia con hermoso y espacioso coro, en el que suelen cantar y tocar los instrumentos musicales nuestros alumnos Lauretanos, con un Maestro de los nuestros. Tiene dos claustros; el primero es más grande, y está plantado de flores; en el piso superior, que es de piedra, se encuentran las habitaciones de los nuestros, dispuestas en tres lados; el cuarto lado es una terraza para pasear, y da paso a la pulcra tribuna de la iglesia y el coro. En los pisos inferiores están el refectorio, la cocina, las celdas para huéspedes, y otras varias oficinas. Desde allí se va a la iglesia y al segundo claustro; en éste habitan nuestros alumnos Lauretanos; y están las escuelas, tanto las antiguas como las nuevas. Hay un huerto bastante grande y cultivado, lleno vides y árboles frutales, y un vivero de peces; está contiguo al primer claustro. Por un pequeño trecho del huerto, se va a las celdas de los seglares domésticos y al atrio externo, donde están las habitaciones de la familia seglar de nuestros criados y criadas. Y los establos, donde están las vacas y los caballos para transportar las cosas y el carro o coche semicubierto del P. Provincial de Germania, para visitar las Casas de la Provincia, porque allí no es oportuno contratar este tipo de comodidades, lo que obliga a tener un auriga propio, igual que lo tiene el Provincial de Polonia. La Casa de Nikolsburg tiene también dos bodegas, una lejos y otra cerca, donde se purgan los vinos durante varios años.

Día 7 de noviembre de 1695. El P. General tenía la intención de que, durante algunos días, nos tomáramos algún descanso en Nikolsburg después de las ingentes incomodidades del viaje de los días pasados, y allí ir conociendo poco a poco no sólo las aptitudes de los nuestros, sino, en cuanto fuera posible, la disciplina regular y la actividad del Instituto. Pero, al llegar cartas de Italia y de Polonia, que le hablaban de los polacos que se oponían, incluso con apoyos de fuera de casa, al nombramiento del nuevo Provincial, el P. Juan [Mudran] de Jesús María, lo cual había sido el principal motivo de la iniciación de la presente Visita a las Provincias ultramontanas, el P. General, ante semejante escándalo, inaudito desde la fundación de la Orden, dejó de lado su descanso y el de sus compañeros, y además el Secretario había recuperado la prístina salud después de la ictericia, y determinó salir inmediatamente para Polonia.

Había duda sobre el itinerario; quería emprender el más corto, por la importancia del problema, y por el temido rigor del invierno. Consultadas muchas personas, como por Hungría se temían peligros, a causa de que los solados estaban en los cuarteles de invierno, determinó ir desde Nikolsburg a Straznice, de Straznice a Kremsier, de Kremsier a Lipnik, de Lipnik a Freiberg, y de Freiberg a Cracovia, a dieciocho leguas de distancia, descansando un breve tiempo en cada una de nuestras Casas en dichos lugares.

Así pues, al llegar el día 7 de noviembre, y después de celebrar la santa Misa en Nikolsburg, con el P. Provincial José [Baumann] de Santa Catalina, y Martín [Schubart] de San Bruno, su Secretario, salimos hacia Straznice media hora antes de amanecer. El camino era casi todo él una continua planicie. A veces encontrábamos lagos con peces, y aldeas y ciudades. Conviene decir que por todas partes existe este tipo de lagos, tan abundantes, que algunos de ellos producen quince, veinte y hasta treinta mil florines cada año. En ellos se crían muchos y muy pingües peces, gracias a las aguas de aluvión de las montañas vecinas; además, su saber aumenta la riqueza. Pues si, por alguna razón, se acaban los peces en los lagos, secan los lagos; y convierten su fondo en suelo apto para sembrar trigo, centeno, o legumbres, y cultivan los sembrados, que cosechan cuando llega a la sazón. También dejan en el fondo del lago plantas y raíces de la mies; luego lo llenan con nuevas aguas, y meten de nuevo en ellos pececitos criados y alimentados en viveros, como una especie de simiente de peces. Éstos crecen rápidamente de forma maravillosa, en uno o dos años, para preparar una nueva pesca, y llevan vivos los peces a las ciudades próximas en cubos con agua, colocados sobre carros, para la venta. En Germania se considera perjudicial comer o vender peces muertos. Los viveros se desaguan fácilmente; tienen también diques de tierra colocados entre pequeñas llanuras y montes; y, en las presas ramas sujetas, en forma de redes, para vaciar el agua, y manteniendo los peces. Estas aguas se pueden vaciar, para regar los valles cercanos. Estos viveros no son naturales, sino artificiales; son construidos, para capricho de los Magnates de los lugares. De aquí proviene que en Germania sea admirable la cantidad de peces por todas partes. Vimos también montes dedicados a la caza, con gran cantidad de ciervos y de jabalíes.

Pasamos por Moravia; de nuevo, por Austria; y de nuevo, por Moravia; porque una gran parte de Austria se prolonga hacia los confines de Moravia. El trayecto, que cruza por diez puentes de madera el río Morava, que baña aquel bosque inmenso, es muy incómodo, intransitable por el lodo y las aguas, en las que, con frecuencia, echan troncos y ramas para comodidad de los viajeros. Y durante mucho tiempo hubiéramos tenido que enfrentarnos a esas dificultades, si no nos hubiéramos desviado por un bosque, girando a la derecha, entre huertas y prados. Este bosque dista de Straznice como una legua. Después, entre campos, al anochecer, llegamos a Straznice.

El P. General fue recibido a las puertas de la Iglesia, lo mismo que en Nikolsburg. La ciudad sólo tiene la apariencia de ciudad, y está en la orilla del Morava. Por todas partes hay ruinas, y ha sido saqueada, a veces por los húngaros, y a veces por tártaros y acatólicos. En el interior de las murallas, por falta de habitantes, han crecido hierbajos; dentro, la mayor parte son chozas. Incluso toda la antigua nobleza solía vivir de forma rústica.

Estas calamidades las atribuyen a la falta de un Señor. Desde hace muchos años se discute en la Corte sobre su falta de jurisdicción; y, mientras tanto, todas las cosas andan mal, patas arriba.

La tierra produce vino y fruta, como Italia; es fertilísima, sobre todo en manzanas, que son riquísimas. En Germania, su vino es considerado salubérrimo por todos. Abunda en toda clase de legumbres. Toda esta riqueza proviene del sol y de las aguas.

Nuestra casa es bastante cómoda; tiene un huerto muy grande, con vides, árboles frutales y hortalizas. La Iglesia es también amplia, dedicada a la Santísima Virgen. En otro tiempo fue de unos acatólicos que se llamaban “Congregación de Picarditas”. Apenas hay estudiantes, pues, debido a la pobreza de los habitantes, en Straznice no hay más Orden que la nuestra; y sólo dos sacerdotes, uno el párroco, y el otro el vicario. Los nuestros dedican casi todo su tiempo al culto espiritual de las almas.

Straznice dista de la frontera de Hungría una legua solamente. Está cerca de la ciudad húngara de Skalica, compuesta de luteranos y otros acatólicos. Por estas regiones, con frecuencia se ven también hebreos, por cuyo culto, algunos, ignorantes, los acusan; porque, aunque vayan sin ningún distintivo, el porte, el color, e incluso la barba, los declaran. Aquí ellos lo hacen todo mezclados con los cristianos. Aunque, por su número, en algunos sitios les prohíben ir con los cristianos, que son más, como antes se ha dicho.

Sobre nuestras Casas, aquí ya no hablaremos más, pues su visita se reserva para la vuelta de Polonia, si Dios quiere; entonces hablaremos con más detalle. Sin embargo, no quiero omitir lo siguiente:

Nuestra Casa de Straznice tiene una torre de campanario algo distante del mismo Colegio, unida a la Plaza; varias veces ha sido fulminada por rayos; y en su cúspide todos los años acostumbran a hacer nido las cigüeñas, como se puede ver hasta ahora en el nido que permanece. Los de casa cuentan que, hace dos años, dos cigüeñas lucharon entre ellas tan duramente, en el mismo lugar y sitio de la torre, tan cruelmente, que una mató a su rival, clavándole el pico en el corazón, y, muerta, la lanzó desde lo alto de la torre. Y es que, cuando la pareja había comenzado a hacer su nido, llegó la extraña, la que pereció muerta, que intentaba acabar con ellas. Éste fue el origen de aquella lucha. Dicen que en estas regiones hay muchas aves de esta clase, más que de otro tipo de aves. Ciertamente, se ven muchos gansos y patos, salvajes y domésticos.

Día 8 de noviembre de 1695. El P. General, después de decir la Santa Misa en esta casa nuestra de Straznice, y mientras los nuestros cantaban las Letanías Lauretanas, visitó rápidamente la Iglesia, las aulas, algunas oficinas de la Casa, las celdas y el huerto. Después de comer, escribió cartas a Roma y a Cracovia, para que, desde allí, ordenaran a alguno de los nuestros perito en caminos e idiomas, que saliera a su encuentro, hasta Freiberg.

Después de las Letanías vespertinas, el P. General hizo una exhortación a la Comunidad de Straznice, pues era el día de la Octava de Todos los Santos, insistiendo en la obligación que tenemos de ascender siempre, como se dice de Jesús: “Viendo Jesús la multitud de gente, subió al monte” (Mat cap. 5). Al terminar, impartió la Bendición Pontificia a todos.

Día 9 de noviembre de 1695. Celebrada al amanecer la Santa Misa, salimos de Straznice. Nos encontramos con una planicie cultivada por todas partes; aunque, a veces, con agua y lodo; y montañas, pero no de las que dan miedo. A mediodía, llegamos a Hradiste; una ciudad fortificadísima; la gente habla húngaro, pero pertenece a Moravia, confinando con Hungría. Un gran ejemplo de piedad y de integridad nos mostró la hostelera estando ausente el hostelero, en el albergue El Oso, donde vive como Guardamontes. Cuando preguntamos a la señora el precio de su trabajo y de los condimentos para los alimentos que nosotros llevábamos desde Straznice, nos dijo que no sabía qué decir; porque hacía aquel favor por caridad y devoción; así que le dimos solamente algunos crucíferos, por el heno gastado. Nos contaron que, el verano del año anterior, el fortín de la pólvora de la misma ciudad, fulminado por un rayo, explotó en tantas direcciones, que no quedó apenas ninguna casa ilesa. Murieron cuatro hombres, y hubo muchos heridos.

Al cabo de tres leguas, comimos; pero enseguida salimos a recorrer otras tres, para llegar a Kremsier [Kromeriz]. Fueron leguas escabrosísimas, a causa del barro, las lagunas, los troncos, las tortuosidades. Así que tuvimos que fatigarnos aún casi dos horas, después de la puesta del sol, y no sin peligro de que el coche volcara; pero llegamos a Kremsier. Allí, el P. Luis [Baumon] de San Lucas, Rector y Ex Asistente, aunque estaba enfermo de cálculos, se levantó de la cama, y se presentó, alegre, al P. General, al pie de la escalera. Decía que ya se sentía mejor; pero el P. General le mandó, varias veces, que se fuera a la cama; y, cumpliendo la obediencia, después que cenaron los huéspedes, se fue. Al día siguiente, dejó ya del todo la cama, y, junto con el P. Provincial y otros huéspedes, nunca faltó a los homenajes al P. General.

Día 10 de noviembre de 1695. Informado el P. General de que en Kremsier vivía el Canónigo de Olomuc, Señor Barón de Orlich, encargado de los registros y de la administración de los asuntos Episcopales, después de la muerte del Excelso Príncipe Carlos de Liechtenstein, fundador y bienhechor nuestro, tres veces óptimo, por la fundación de tres Institutos nuestros, el de Kremsier, el de Freiberg y el de Santa Ana de Altwasser, a sugerencia del P. Rector Luis de S. Lucas, determinó ir a visitarlo, y presentarle sus respetos, para atraerse su benignidad hacia nuestros Colegios, fundados gracias a la piadosa protección del difunto Príncipe, pues se tenían dudas con respecto a algunas dificultades del Administrador. El mismo P. Rector acudió primero a hablarle, a ver si el P. General podía tener audiencia con él.

Mientras tanto, visitó la Iglesia Madre de Kremsier, muy bien adornada, e incluso enriquecida con canonjías, por el piadoso Príncipe difunto. Después, el P. Rector informó que el Señor Canónigo recibiría con mucho agrado los obsequios del P. General, pero en un acto en el que estuvieran los demás ministros; y suplicaba, además, que el mismo P. General fuera a comer con él.

A causa del cansancio del camino, de la propia debilidad, y de la salud poco buena, con el debido agradecimiento, el P. General se excusó de la comida, respondiendo que estos honores del Señor Administrador los difería hasta su vuelta de Polonia. Por eso, el mismo Señor aún le ofreció dones de vino y dulces.

Aquí, una vez celebrada la santa Misa, visitó todo el Colegio, aunque no por todo el edificio completo, sino sólo las clases y las oficinas. Se dio perfecta cuenta de que todo ello denotaba cierta magnificencia. Pudo ver una gran cantidad de hombres y mujeres que ayudaban en la construcción del edificio, y le contaron cuán grande era la cantidad de personal rústico de servicio en Germania; pues durante tres días a la semana están obligados a trabajar gratis para sus Señores, según su voluntad. Así eran los que trabajaban en nuestro edificio, venidos de las aldeas Episcopales. Había también muchos carros de cuatro ruedas, tirados por caballos, que transportaban ladrillos, cal y madera. Después de comer, fuimos a la egregia y absolutamente inesperada Villa del Excelso Príncipe difunto, artísticamente construida, a la manera de las Villas romanas y tusculanas, situada cerca de Kremsier. En ella vimos setos de distintas formas; y, por todas partes, amplios paseos de tilos. En el centro hay una inmensa construcción en piedra, con varias celdas, que se abren, en forma de estrellas, hacia cada uno de los paseos del bosquecillo, con ingentes puertas en arco. Las paredes están recubiertas de piedras de distintos colores, etc. A una parte, se encuentra un grandísimo paseo, que se extiende unos trescientos pasos geométricos; tiene, a una parte, colosos en piedra, colocados en sus nichos; a la otra parte, amplios y elevados arcos desde donde se puede ver el jardín. Muy cerca, hay un invernadero hecho de madera noble, retirado, muy amplio, y acomodado a la variedad del tiempo; está adornado con floridas plantas, que se abren, y árboles preciosos, con frutos colgantes. La ciudad está en una planicie. En sus puertas hay soldados armados, que la custodian; su estructura es graciosa; no lejos de ella, fluye el Morava. Es una de las residencias de los Obispos de Olomuc.

Día 11 de noviembre de 1695. Celebrada, como habitualmente, la santa Misa, el P. General ordenó salir para Lipnik, que dista cuatro leguas de Kremsier. Después de un pequeño desayuno, al estilo de los germanos, todos nuestros Religiosos se reunieron en el refectorio, donde el P. General tuvo, de nuevo, una pequeña plática en lengua latina, aprovechando como tema el del Evangelio de la fiesta de San Martín: “Nadie enciende una lámpara y luego la esconde”. Insistió en cuán importante es que cada uno tenga encendida la lámpara de su vocación, para mantener incólume la observancia regular, etc. Después de impartir a todos la Bendición Apostólica, salimos por aquellas peladas planicies y campos, y llegamos a Lipnik.

Después de visitar, de paso, las fortificaciones de los suecos, atravesamos el río Beczua, no lejos de Lipnik, sin puentes, y muy peligroso, sobre todo en tiempo de lluvias. Adelantándose en el coche los Secretarios del P. General y del Provincial, anunciaron su llegada. El P. General fue recibido por el P. Rector, Atanasio [Pomorzkant] de San José, con toda la Comunidad de Lipnik. El mismo P. Rector, a la puerta de la Iglesia, tuvo, como bienvenida al P. General, un discurso de acción de gracias por su llegada; al que el P. General respondió, aludiendo a los puntos del mismo discurso, en pocas palabras, también de agradecimiento; a él y a toda la Comunidad. Después, arrodillado ante al altar mayor, oró junto con todos los demás, e inmediatamente se retiró a la habitación que tenía preparada.

Poco después llegó, desde Altwasser, el P. José [Zacka] de San Juan, Superior de aquella residencia, para transmitirle sus obsequios y obediencia, así como los de su Comunidad. Le ofreció también al P. General una imagen de Santa Ana, a la que se rinde mucho culto en nuestra Iglesia de Altwasser. A la imagen se le tiene una devoción inmemorial; allá acude la gente en masa, en peregrinación, desde las aldeas vecinas. El Excelso Príncipe Carlos, Obispo de Olomuc, para favorecer el culto de Santa Ana, estableció allí mismo nuestra fundación, para que los nuestros trabajaran no sólo a favor del Instituto de las Escuelas Pías, sino también administrando los sacramentos.

Día 12 de noviembre de 1695. Después de un concierto musical con los novicios, hechas las cosas acostumbradas, envió un correo a Freiberg [Pribor], para ver si allí había alguna posibilidad de coches para Cracovia, pues al P. General le parecía bien intimar la Visita General a la Provincia de Germania, mediante una carta enviada al P. José de Santa Catalina, Prepósito Provincial de aquella Provincia. La carta de intimación decía lo siguiente:

“Juan Francisco de S. Pedro, Prepósito General de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, Comisario y Delegado de la Sede Apostólica,
Deseando continuar la Visita General ya comenzada de toda nuestra Orden, hemos venido, desde Italia, a promover el mayor incremento de la piedad, si Dios quiere, también entre las Provincias Ultramontanas.
Hace ya algunos meses, en efecto, os anunciamos, al P. Provincial, a los Rectores, Superiores y Comunidades, que haríamos esta visita Nos mismo, en la Provincia de Germania y de Hungría, apoyando nuestra decisión Generalicia en los votos de nuestros Padres Asistentes, para poder ordenar, y llevar a cabo cualquier cosa de las que se suelen realizar con su voto; como también, con la autoridad, dada por escrito, de Comisario y Delegado de la Santa Sede Apostólica.
Queremos amonestar, a todos y a cada uno de nuestro Religiosos que viven en la misma Provincia, a que no callen por mala voluntad lo que se debe decir, ni saquen a la luz lo que se debe callar. Sino más bien, teniendo sólo a Dios por testigo, si alguno sabe algo que le parezca necesitar de remedio oportuno, lo diga fielmente y en conciencia.
Y, para no entretenerse demasiado, teniendo que escuchar noticias de personas o de cosas, el P. Provincial, en el mismo comienzo de nuestra visita, entregue los acostumbrados catálogos de las Comunidades, y nombre, cuanto antes, a alguno de los nuestros en cada Colegio, que nos proporcione, antes de marchar, la crónica del mismo, desde el comienzo de su fundación; y, sobre todo, la describa fielmente, hasta el tiempo presente. Además, que los Rectores de las Casas nos describan, al pie de la letra, el estado de las mismas, y todos los documentos, registrados con sus firmas, que deben presentar, igualmente, dos sacerdotes nuestros, bajo juramento.
Finalmente, conocedor de lo floreciente que se encuentra esta nuestra dilectísima Provincia de Germania en cuanto a los Estudios, deseamos también saborear en la visita, para solaz nuestro, que nos sea presentado algo de ellos, de cada Casa, como Tesis públicas de las Academias, y sus mismos Actos, tanto los realizados por nuestros Juniores, como por otros Escolares que acuden a ellos.
Y como, por lo demás, en esta Visita General, no pretendemos más que el incremento de la gloria Divina, mediante la observancia y el ministerio solícito del apostolado de nuestro Instituto, pedimos con sumo interés a todos, en el Señor, que, con un mismo corazón, colmen, con religiosa caridad, nuestra insuficiencia, mediante preces y votos ante Dios Omnipotente.
Dado en Lipnik, en nuestra Casa de las Escuelas Pías de San Francisco, el día 12 de noviembre de 1695.
Juan Francisco [Foci] de San Pedro, General.
Antonio [del Monte] de San José, Secretario.
Lugar+del sello”.

Esta intimación se insertó, junto con otra carta del siguiente tenor:

Fuera: Al P. José [Baumann] de Santa Catalina, Prepósito Provincial de las Escuelas Pías P.G. (En propia mano)
Dentro “P. C. Soy el primero que me presento, entre nuestros anteriores Generales, para iniciar la Visita por la Provincia de Germania, con la carta de intimación a V.R. para que envíe una copia pronto a todas las Casas de la Provincia de Germania, conservando el original en el Archivo Provincial, y para que Su Reverencia exhorte a los Delegados por V. R. y a los Rectores, para que de ninguna manera sean descuidados en esto que prescribimos.
Más aún, debe ordenar de tal manera las cosas, que la crónica del estado, los documentos de las Casas, y los mismos catálogos se describan cuidadosamente, en todas partes, en papel de la misma largura y anchura, para guardarlas todas en un volumen en el Archivo General.
Igualmente, para que a nadie resultemos molestos en la Visita Decretada, procure V. R, que todos se arreglen el pelo y la barba, según ordenan nuestras Constituciones, y según la costumbre de las restantes Provincias de nuestra Orden; ni se lleven zapatos de tacón alto, ni ceñidores con flecos, ni calcetines que no sean negros; y en todo se conformen a los usos comunes de la Orden. También deben ser arregladas las capas de algunos, que exceden demasiado la medida establecida entre nosotros. He anotado estas cosas, para que V. R. lo tenga en cuenta, y ponga el remedio.
Cuídese, con toda la Provincia, y acuérdese de mí en sus misas y oraciones.
Lipnik, a 12 de noviembre de 1695.
De Vuestra Reverencia humildísimo servidor en Cristo, Juan Francisco de San Pedro, Prepósito General”.

Este mismo día 12 de noviembre, después de la Misa, el P. General visitó la Casa, las clases y las oficinas. Nuestra Casa de Lipnik, así como la Iglesia, el huerto y las clases tienen una estructura regular, y presentan gran magnificencia; sobre todo el huerto es amplio, para el esparcimiento; el coro de la Iglesia y la tribuna son una obra magnífica de nuestro Hermano Operario Urbano [Kaupke] de San Simón. En otro tiempo, nuestra Iglesia la ocupaban los herejes Picarditas, lo mismo que la de Straznice, y la de Nikolsburg los herejes Anabaptistas. Expulsados del país, fueron entregadas para la fundación de los nuestros.

Día 13 de noviembre de 1695. Celebrada la Misa entre las melodías de nuestros novicios, el P. General visitó al P. José de San Jorge, Vicerrector de Lipnik, que estaba enfermo de cólera, y le obsequió con un fármaco del Gran Duque de Etruria; y el día anterior le había dado también un óleo del mismo Gran Duque, para que se ungiera con él. Con estos medicamentos comenzó a mejorar; sin embargo, al día siguiente, al tomar doble dosis del elixir del Gran Duque, casi se desmayó. Antes de la Misa, el P. General había se dedicó a escribir lo que le parecía necesario, pues no se olvidaba del trabajo de la sinopsis, cuando se lo permitía el tiempo.

Día 14 de noviembre de 1695. Con el permiso del P. General, el Superior de Altwasser, o Santa Ana, volvió a su residencia. El P. General celebró la Misa como de costumbre; visitó varias veces al P. Vicerrector; escribió cartas a Roma y a Polonia; trabajó en su Síntesis, etc. Por la noche, después de las Letanías de los Santos, tuvo una plática espiritual sobre el tema sacado del Evangelio del día: “El Reino de los cielos es semejante, etc. Cuidaos, pues, de los pequeños males, y esforzaos por hacer los pequeños bienes”.

Día 15 de noviembre de 1695. Muy de mañana el P. General y el P. Provincial dijeron la Misa con los Secretarios; visitaron a dicho P. Vicerrector, enfermo, y a los novicios, con los que el P. General tuvo una breve plática espiritual. Salimos de Lipnik, y después de recorrer tres leguas y media, llegamos a Stary Jicin, que dista poco de Novy Jicin, ciudad que, en lo espiritual y en lo temporal está bajo el dominio de los Padres de la Compañía de Jesús de Olomuc. Después de comer, salimos por unos caminos incómodos y fangosos, hasta el anochecer; y, a una legua y media, llegamos a Freiberg, donde, en una casa pequeña de la ciudad, donde viven los nuestros hasta que se termine un gran edificio nuestro fuera de la Ciudad, fuimos recibidos con todo cariño por el P. Bernardo [Bartlik] de San Felipe Neri, Rector.

Día 16 de noviembre de 1695. Celebrada la Misa, visitamos nuestros magníficos edificios comenzados, que se habrían terminado enseguida, a no ser que la muerte del Excelso Príncipe de Olomuc, Obispo, no hubiera desbaratado nuestras esperanzas. Después de comer, el P. General visitó las clases, y continuó escribiendo su Síntesis.

Día 17 de noviembre de 1695. Después de la misa, el P. General tuvo una breve plática espiritual a nuestra pequeña Comunidad de Freiberg, compuesta de seis Religiosos, con una escuela de tres clases, dos de las cuales en celdas de los maestros, y la tercera, en el refectorio, por las estrecheces de la Casa. El tema del sermón lo tomó de la reciente fundación, exhortando a los nuestros a ser piedras angulares y fundamentales de la misma, y a infundir buen olor de religiosidad en los seglares; porque así, una vez imbuidos de ella, conservarían el reciente olor por largo tiempo. En las escuelas ínfimas de leer y de rudimentos, que se da en refectorio, había muchos y muy educados discípulos, con dos maestros. En las demás escuelas, muy pocos, sobre todo porque los escolares germanos que vienen de otras escuelas a las nuestras acostumbran a volver a las clases, a lo sumo, después de las fiestas de la Navidad del Señor. Es sabido que en Freiberg lo que más se practica es el oficio de la lana; de tal forma, que los ciudadanos creen no poder encontrar nada mejor que este trabajo.

En Freiberg se ven tordos tan grandes como pichones; en lengua germana los llaman con una palabra derivada de la baya del enebro, cuya comida les gusta muchísimo, y engordan.

Reconfortados con el desayuno, dejamos allí al P. Provincial y a su Secretario, y llevamos al P. Bernardo de San Felipe Neri, Rector de Freiberg, como compañero y guía del camino; los cuatro subimos en una cuadriga medio cubierta con aros de madera, cubierta con un paño rojo y tela encerada, como el P. Juan [Mudran] de Santa María nos había aconsejado en Roma que lleváramos (aquí solamente entre los Magnates se encuentran coches cubiertos o medio cubiertos, por eso el P. Rector de Freiberg procuró poner aros de madera). Salimos, por un camino escabroso y lleno de lodo, y, al cabo de una legua, llegamos a la residencia de un señor, el Capitán Matías Tempis, en el pueblo de Petrvald, esto es, El bosque de Pedro, que pertenece al Capítulo de Olomuc.

Este señor, al ver que el P. Rector le anunciaba la presencia del P. General, quiso mostrar su afecto, y bajando de casa al carro, en honor del P. General, ofreció un buen trago de vino a cada uno, con una torta de trigo, delicada y sabiamente preparada con mantequilla y jengibre; y, como regalo, nos dio también dos hermosos capones. Un hermano suyo, que hacía de camarero ofreciendo estos obsequios, había sido despedido de entre nosotros al finalizar el 2º año de noviciado por giboso, sin gran deformidad, aunque era inteligente y de buena índole, y aun siendo seglar, conservaba la modestia religiosa.

Antes de llegar a esa aldea, pasamos por un vasto campo maloliente, con torrentes de agua y con gran cantidad de tamarindos, cuyas cenizas, una vez quemados, se venden como fármacos. Después de tres leguas de camino desde Freiberg, por caminos menos incómodos, llegamos a la ciudad de Ostrava, bañada por el río Ostrava, que divide Moravia de la Silesia Superior. Allí fuimos recibidos con mucha cordialidad por el Señor Fernando Tercic, esto es, cazador, cofrade nuestro y pariente del Hermano Francisco [Tercrik] de Santa Bárbara, que vivía en Litomysl, Clérigo Religioso nuestro; nos obsequió con una suntuosa cena, a la que fue invitado un Sacerdote Capellán que, en nombre del Señor Pablo Michelini, Decano, presentó sus respetos al P. General. Nos enteramos y nos maravillamos deque en aquella ciudad sólo hubiera aquellos dos sacerdotes. Nos dimos cuenta también de que en los caminos por donde pasamos por toda Germania, había crucifijos, decorosa y piadosamente colocados en un poste alto; y en Silesia, sobre ellos, a menudo, un pelicano con sus pollitos; y del mismo modo había postes elevados, con una cubierta de la que colgaba una tabla en donde hay pintados jabalíes, aves, liebres, y otros animales semejantes, indicando que aquel lugar está destinado al Señor, para que pueda distraerse en la caza.

Día 18 de noviembre de 1695. Al salir, muy de mañana, se presentó a ofrecer sus obsequios al P. General el Muy Rev. Señor Decano, quien nos invitó de forma muy ceremonial a visitar la Iglesia, y nos hizo un regalo. Allí pudimos ver a muchas personas, tanto mujeres como hombres, arrodillados y orando mentalmente con modestia y compostura; nos contó que en aquellos lugares era costumbre orar en la iglesia más que en las casas, durante una o dos horas, antes de la primera Misa, y que parece ser un vestigio de las vigilias de la primera Iglesia, lo que nos causó gran edificación, sobre todo porque aquellas personas orando allí de manera tan correcta, iban vestidos con modestísima honestidad.

A la hora de comer, después de dos leguas de recorrido, llegamos al pueblo llamado Ucahelsko; luego, recorridas otras dos por un largo bosque de pinos, (hay muchos bosques como estos, y balsas en Silesia, pero aquí no se cultiva lúpulo para la cerveza, y los campos están abandonados, ya silvestres, a causa de las semillas de pinos dispersas por el viento) llegamos a la ciudad Loslam, también llamada Wodzislav, donde están mezclados católicos y luteranos. Allí comimos pan, vino y nueces; y luego estaba la aldea de Marklowice, jurisdicción de un luterano, a donde no quisimos desviarnos, sino que preferimos dormir en una cabaña, sobre paja, (antes habíamos entrado en otra, donde había una vaca con su ternero, y una familia); admiramos a un niñito que dormía muy plácidamente sobre nabos. En el primer casón el Hermano Francisco María [Gambini] perdió la segunda bolsa de hacer fuego.

Día 19 de noviembre de 1695. Por montañas, lagos y campos sin cultivar a causa de la guerra de los suecos, llegamos a Zory, ciudad de la Silesia superior. En las ciudades de Silesia, tanto inferior como superior, encontramos pórticos de madera, para defenderse del mal tiempo de nieve. Se ven aldeas con frecuencia; las casas de las aldeas son de madera, con techos, bien de madera, bien de paja de centeno. En estas regiones están mezclados los católicos con los luteranos, que, a veces van a las iglesias de los católicos, y toleran sus imágenes; crean obligaciones de misas o fundaciones y recitan del Oficio de la Virgen María. Más aún; a veces llaman a los sacerdotes católicos, para que celebren dichas obligaciones. Nunca se viaja de noche, por miedo a los ladrones Valacos, que por todas partes invaden los caminos y las regiones; lo mismo que en las montañas, donde viven a la manera de las fieras.

Traspasado el río Ostrava, nos encontramos en la Silesia superior, etc., sometida al Emperador. Al anochecer, nos topamos con el pueblo de Nicoloviz, y fuimos recibidos en un albergue fétido, repleto de viajeros seglares, que jugaban a los dados. El P. General envió al P. Rector de Freiberg a casa del Párroco, para pedirle que nos permitiera celebrar la Misa el día siguiente domingo por la mañana. Aquel Señor estaba cenando; sin embargo, invitó cordialísimamente, por medio del P. Rector, al P. General y a sus acompañantes; salió a recibirnos con toda cordialidad en el camino, y luego cenamos en la casa de tan benévolo Señor. Es casi imposible expresar lo afectuoso que se manifestó para con las Escuelas Pías; incluso nos ofreció su casa, de continuo, como albergue para los nuestros que pasaran por allí. Preparaba un excelente licor de alkermes.

Día 20 de noviembre de 1695. El P. Rector y el Secretario celebraron muy de mañana. Fuimos a comer, a tres leguas de distancia, al pueblo de Ghelen, en cuya taberna había un ternero y una ternera; vimos niños semidesnudos, o sólo en camisa, o cubiertos con algún paño rústico, y descalzos; y las niñas, casi igual. Movidos por la piedad, a todos ellos les dimos algo de nuestra comida.

Saliendo de allí, después de un cuarto de hora más o menos, gracias a Dios, y a las preces de nuestros Santos y amigos, vadeamos a salvo y contentos el río Ghelen, es decir, el Ciervo, en una nave hecha de maderos, que nos llevó, con el coche, a través del río, y entramos en aquella parte de Polonia, arenosa, inhóspita, sin cultivos, montañosa, y separada por el mismo río de Silesia, dominio del Emperador. Al anochecer, llegamos a Krzenovio, donde fuimos recibidos, gracias al posadero, en un cuarto encima del albergue, estrecho, ahumado por la boca del horno, y frío; en el suelo había paja, bastante húmeda, que servía como cama; tras reiteradas peticiones, nos trajeron algunos haces de paja. Tapados con los vestidos y la paja, descansamos como verdaderos pobres.

Día 21 de noviembre de 1695. Salimos muy de mañana, y, durante tres leguas caminamos por bosques; el último de los cuales se extendía durante toda una legua, llegando a comer a la aldea de Moravitz (en las ciudades y pueblos había comestibles; en cambio en las aldeas casi no se encontraba nada que comprar). Desde allí enviamos a un jinete mensajero, con una carta del P. General al Rector de Cracovia, Viceprovincial de Polonia, el P. Simón [Braskievic] de Santa Catalina, y le pagamos seis gruesos polacos. Luego de comer recorrimos dos leguas de buenos caminos, y aunque estábamos cerca de Moravitz, había tanto lodo que el P. General y el P. Rector de Freiberg tuvieron que saltar del coche en medio del barro, pues los caballos no eran capaces de sacarlo de allí; mientras tanto, el Secretario y el compañero iban a pie.

Cuando estábamos ya cerca de Cracovia, se nos presentó el mensajero. Nos dijo que el domingo anterior el P. Rector había salido ya al encuentro del P. General, pero, como hay tantos caminos, no se habían encontrado. Bien sabe Dios cuánto lo sentimos, sobre todo cuando, estando ya a poca distancia de las puertas de la ciudad con los dos coches, P. Alejo [Bagiari] de la Visitación de la Virgen nos dio la noticia de que el sábado el P. Rector había recibido la carta del P. General, y el domingo había salido de Cracovia con dos magníficos coches de caballos lujosos y con bastantes provisiones y hasta con un cántaro de agua, para que se lavara la cara. Y es que, como muchas cartas del P. General, unas dirigidas a Polonia, otras a Lipnik, etc., se habían perdido, se pensó que algo parecido había sucedido con las cartas enviadas a Cracovia, y que ya no había que esperar al P. Rector de Cracovia en Freiberg, adonde, según las cartas, debía llegar. Pero las cartas, aunque tarde, llegaron. Lo que suavizó el disgusto, fue que El P. Rector de Cracovia, después de dos días de camino, y haber pernoctado la noche del día 19 de noviembre en Zara, preguntó al hospedero, y se enteró de que el mismo día en la comida habían estado tres italianos y un germano. Con lo cual, llegado a Cracovia, el día 23 de noviembre, abrazó las piernas del P. General, según la costumbre polaca, como se dirá más adelante, el día 23 de noviembre.

Entramos en Cracovia, atestada de barro, agua, fango y estiércol. El P. General se alegró de ver la inmejorable situación de nuestro Colegio, aislado y cerca de la Puerta Castrense, y recorrió aquella nuestra Casa, en la que no se pueden abrir las escuelas, porque se oponen los Académicos, con los que navegan juntos los Jesuitas, y las Monjas Clarisas, que se eximieron de la obediencia a los hermanos Franciscanos, y se entregaron a la jurisdicción del Obispo. Hace casi cuarenta años, cuando el ataque de los suecos, se refugiaron en Podolín, en cuya ciudad tuvieron el cuidado y el apoyo de los nuestros; y en toda necesidad, tanto espiritual como temporal, experimentaron toda atención. Cuando volvieron, una vez recuperada la paz, y como muestra de agradecimiento, regalan a nuestros Padres de Cracovia cada semana tres veces quince tortas de trigo, y frecuentes obsequios. Y al P. General le obsequiaron, varias veces, capones, ánades, etc. Recibió otros regalos abundantes, concretamente unos productos magníficamente preparados por amigos de las Salesas, consumidos entre discursos y bebiendo hasta una jarra romana de cremado aunque se le abriera a uno la cabeza a trozos o eructase alguna víscera encendida en llamas y humo.

La forma o rito de invitación de los polacos en los convites es que, al principio, el Señor que invita, brinda por el invitado principal. Después, cuando todos los convidados han bebido la primera cerveza, y nunca saludan con ella, ni la ofrecen, con un vaso de vino, el Señor afirma que bebe a su salud del invitado. Cuando lo ha bebido, enseguida ordena llenar el mismo vaso, y se lo entrega al invitado principal, bien ofreciéndoselo con la mano derecha por el pie de cristal, o sobre un platito. Y no es de buena educación si aquel a quien se brinda deja el vino en la mano del que se lo ofrece. Luego que el invitado recibe el vaso, tras una brevísima acción de gracias y una inclinación, pone sobre la mesa el vaso; a continuación lo acerca a los labios y lo cata. Y, si esperar mucho, directamente saluda al que le ha invitado, y bebe. Por fin, libremente, se lo ofrecen unos a otros, brindando mutuamente, uno a la salud de otro, presentándole el vaso lleno, como se ha dicho; y nadie bebe sin que se lo ofrezcan.

Con lo cual en las invitaciones polacas se produce un proceso al infinito, a no ser que alguno corte con tanta generosidad, evitando la inoportunidad. Esto, entre los Nobles, se hace de una manera discreta; y más discreta entre los Prelados, sobre todo para con los italianos. Así que, en los convites, hay que tener cuidado de los hombres mediocres. Al final del todo, se suele brindar por el Rey, de pie, como se debe estar cuando se hace el ofrecimiento a los invitados principales; por lo menos al comenzar a brindar, para luego terminar sentados.

Día 22 de noviembre de 1695. El P. General y el Secretario celebraron por las obligaciones de nuestra Casa de Cracovia. Por la tarde nevó un poco, pero hizo frío a la italiana, de forma que en el altar se helaban los dedos. Era la primeras nieve que veíamos caer, escasa, en todo este viaje. Después el P. General pidió al P. Vicente [Dymowicz] de San José, que, sin precepto alguno, sino paternalmente, en una nota escrita por el Secretario, expresara su opinión sobre los hechos que él mismo recordaba, como Ex Provincial de Polonia, sobre las siguientes cuestiones, de la manera siguiente:

“Al P. Vicente de San José, Ex Provincial de Polonia.
Sólo para ti, bajo secreto.
Tenga a bien Vuestra Paternidad, con sinceridad y en conciencia, contar por escrito todas y cada una de las cosas que, hasta aquí, han hecho los nuestros, tanto en Polonia, como en otros lugares, sobre todo en Roma, acerca de la elección del P. Juan [Mudran] de Jesús María para Provincial de esta Provincia de Polonia, añadiendo todas y cada una de las causas por las que no ha sido aceptado, confeccionando una lista de todos y cada uno de los que son partidarios y los que no al mismo P. Juan en la Provincia.
Proponga igualmente V. R., también en conciencia y con sinceridad, todas las provisiones que se deberían hacer para la Provincia en cada una de las Casas; Nombres, cualidades, y lugar de nacimiento de los que piden ser admitidos a nuestro hábito; las promociones que se deben hacer de nuestros Juniores a los Estudios y a las Órdenes; las causas de los nuestros que se deben ejecutar en la Provincia, y el estado de toda la Provincia; y todas las demás cosas que le parezca tienen necesidad de remedio. Además, entréguenos los documentos y títulos de la Provincia, con un catálogo de nuestros Religiosos, elaborado según es costumbre”.

Día 23 de noviembre de 1695. Celebramos la Misa en casa de las Monjas Clarisas de San Pablo, de la B. Solomea (a esta difunta, al no poder ser arrastrada milagrosamente por varios bueyes, su confesor, capuchino, le ordenó al oído del cadáver que se dejara arrastrar, y obedeció). Allí, después de las melodías de los cantos de las monjas en la Iglesia, y de tomar, junto al torno, los dulces por ellas elaborados, según la costumbre del lugar y de la nación polaca, la Abadesa y todas las monjas se alegraron muchísimo con la carta de hermandad por parte de nuestra Orden que se les ofrecía. Antes de comer, vino a visitar al P. General el Excmo. Sr. Médico, D. Francisco Bergamini, condiscípulo suyo en tiempos, en nuestro Colegio Nazareno. Después de comer, comenzó a escribir la siguiente, para todas las Casas de la Provincia:

“Nos, Cabeza de nuestra Orden, aunque inmerecidamente, estamos en nuestra dulcísima Provincia de Polonia, hasta ahora inaccesible a nuestros antecesores, no sólo para cumplir todos los deseos de nuestros Padres Asistentes, en todas aquellas cosas que se suelen hacer con su voto, sino también ostentando el carácter de Delegado y Comisario de la Sede Apostólica.
Favorecido con el divino oficio, llegamos a Cracovia el día 21 del presente mes de noviembre, para ir, dentro de poco, a Varsovia, desde donde, como centro de la Provincia, poder llegar a todas las Casas de la misma, y donde residiremos durante el tiempo que sea necesario.
Para lo cual, tanto los Superiores como los súbditos, en tanto que herencia del Señor, como hijos, pueden recurrir a Nos con la misma confianza, mediante cartas a Nos dirigidas, sobre las necesidades públicas o privadas, con la esperanza de una inmediata benevolencia y diligencia.
Mientras tanto, perseveren todos en sus cargos, preocupándose sobre todo de la observancia regular y del apostólico Instituto de las Escuelas Pías, recordando las estrictas cuentas que deben dar a Dios Todopoderoso, si se olvidan de un deber de tanta importancia.
Por consiguiente, por justas causas por nos bien conocidas, en virtud de Santa Obediencia, ordenamos que ninguno de nuestros Religiosos, de cualquier grado o dignidad, se atreva a salir, bajo ningún pretexto, de aquella casa en la cual se encuentra destinado de Comunidad, a otra.
Vivan en paz, guarden la caridad, fomenten la ejemplaridad. Y Cristo, cuyo buen olor sois, habite en vuestros corazones, para que nuestro ministerio no se vea vituperado en el futuro. Salud, queridísimos, y disfrutando de las ubérrimas bendiciones que de corazón les impartimos, pidan por Nos al Señor de la Orden, nuestra Madre.
Cracovia, a 25 de noviembre de 1695.
De Vuestras Reverencias, humildísimo servidor en Cristo,
Juan Francisco [Foci] de San Pedro, Prepósito General”.

Al anochecer, volvió el P. Rector de Cracovia con los coches y caballos, preparados por el Ilmo. Señor Capitán Vielopolski. A medio día, el P. Rector de Freiberg se despidió de Cracovia.

Día 24 de noviembre de 1695. Fuimos a las Salesas, para celebrar la Misa. No hubo música, sino dulces confituras y bebidas húngaras. En la comida, el Ilmo. Señor Palatino de Noff, con gran acompañamiento, vino a visitar el P. General, a quien entregó una carta del Serenísimo Rey de Polonia, que decía:

“Juan III, por la Gracia de Dios Rey de Polonia, Gran Duque de Lituania, de Rusia, de Prusia, de Moscovia, de Samogicia, de Kionia, de Vaslonia, de Podolínia, de Podolaquia, de Livonia, de Smolenia, de Severia, y de Zerniecovia.
Venerable y querido de toda nuestra devoción:
No sólo oímos de buena gana las voces que desde Roma nos invocaron para establecer el buen orden en nuestro Reino y en nuestras Regiones entre los Religiosos Clérigos Pobres de la Madre de Dios, sino que también esperamos que los deseos expuestos por la susodicha Orden obtengan un próspero resultado. Y puesto que, en efecto, ella fue introducida aquí, y dotada con magnificencia, en primer lugar por nuestros Soberanos predecesores, concretamente Ladislao IV, Rey de Polonia, y siempre ha sido magníficamente apoyada y dotada por la protección de los sucesores Príncipes en el Trono, y parece que ahora, algunos quieren inmiscuirse, en alguna parte, para perturbar su vocación, dado el singular interés que nos mueve hacia ella, pensamos recurrir benignamente a vuestra devoción para que, suspendida por un tiempo la Visita de los demás Colegios de nuestro Reino, tenga a bien acudir aquí, junto a Nos, antes de entregarse a solucionar los demás negocios.
Nos sería muy grato que Vuestra Paternidad nos lo prometa; para que, igual que ahora favorecemos con paternal cuidado este pío Instituto, tampoco dejemos de apoyarlo e incrementarlo en el futuro, de forma pronta y constante.
Así pues, esperando la venida de V. P., pedimos a Dios todo lo mejor para usted.
Dado en Varsovia, el día 3 de noviembre, del año del Señor 1695. En el año XXII de nuestro Reinado. Juan, Rey”.

La respuesta del P. General fue en estos términos:

“Serenísimo e Invictísimo Rey:
Apenas llegado al felicísimo Reino de de su Majestad, de Polonia, en la Real Ciudad de Cracovia he recibido la carta de S.M.V.E. llamándome. En la cual me dice que, antes de ir a otros Colegios de mi Instituto, me dirija a Varsovia para recibir ampliamente el favor paterno y la gracia augustísima que quiere hacerme. Con mucho gusto obedeceré las dulcísimas órdenes de S.M.V.E., puesto que desde que salí de Italia deseo ofrecer mis respectos y los de toda mi Orden a S.M.V.E. y a los Regios mandatos.
Dentro de poco, por consiguiente, con vuestra indulgencia, me presentaré ante Vuestra Majestad Serenísima, y cumpliré todo lo que ahora gustosísimamente prometo.
Dado en Cracovia, a 25 de noviembre de 1695.
De S. M. V. E. Humildísimo, Devotísimo y Afectísimo servidor,
Juan Francisco [Foci] de San Pedro, Prepósito General de las Escuelas Pías”.

Las direcciones de las cartas son como sigue:

Al Ilmo. Francisco de San Pedro, de la Orden de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, General, nuestro devoto amigo. Cracovia.

A la Serenísima Majestad del Invictísimo Rey de los polacos, Juan III. Varsovia.

Día 25 de noviembre de 1695. El P. General trabajó en su Sinopsis, envió cartas a Roma, y adjuntó circulares para las Casas de Polonia de que se habla el día 22 de noviembre de 1965. Celebró la Misa en nuestra Iglesia, y puso fin a la Sinopsis.
Después de comer, el P. General, con el P. Rector de Cracovia, con el Secretario y con el Compañero, en el coche del Ilmo. y Rvmo. Estanislao Szambek, Sufragáneo y Oficial General del Obispo de Cracovia y Archidiácono, fue a visitar a aquél que le había regalado peces y vino el día anterior; y, a continuación, visitó al Rvmo. Señor Toranowski, Cantor de la Santa Iglesia Catedral de Cracovia, aquejado de parálisis, el cual, ante la llegada del P. General comenzó a sentirse mejor; de forma que, a los dos días, ya se presentó en la Iglesia Catedral.
Día 26 de noviembre de 1695. El mismo Ilmo. y Rvmo. Señor Sufragáneo,
quien había enviado al P. General un gran lucio y dos truchas , vino a visitarlo con dos individuos del clero y casi doce sirvientes. Después de la Comida el mismo P. General fue a visitar al Excmo. Médico, D. Francisco Bergamini, que estaba enfermo. El P. Rector de Cracovia, en nombre de dicho Ilmo. Palatino, rogó al P. General que se abstuviera de visitarlo, no fuera que él, como más joven, sufriera el contagio; y es que el P. General ya le había insinuado que iría a verlo. Hoy por la tarde, el P. General ha comenzado a sentir dolor de la cabeza y del estómago, por lo que ha ido a la cama sin cenar.
Día 27 de noviembre de 1695. El Muy Reverendo P. Guardián de los Reformados, junto con su Definidor, ha venido a visitar al P. General. Estos Religiosos reciben en limosnas, más que lo que nosotros obtenemos de censos; más aún, por caridad, durante todo el año, nos dan hostias para las Misas. Después vino el Magnífico Señor D. Piglowski, con muchos servidores, eximio bienhechor nuestro. El P. General no celebró, por diversas indisposiciones.
Después de comer, junto con el P. Rector, el P. Alejo [Bagiari] de la Visitación, el Secretario, y el Compañero, fue a visitar al P. Comisario General de los Capuchinos, Juan Francisco, que ha fundado en Polonia el segundo convento, pues hasta hace pocos años, concretamente siete, solamente tenían uno en Cracovia. En una cosa que causa admiración, que, excepto algunos ancianos y enfermos, que en invierno llevan doble hábito, los demás capuchinos, en invierno igual que en verano, llevan una sola túnica, y sólo añaden la capa.
Después fuimos a ver el huerto que quieren comprar los nuestros, cerca del Noviciado de los Padres Descalzos, que también tienen estufa en el coro; en cambio los Capuchinos, sólo en el refectorio, como los Reformados. Los Dominicos se ponen una capucha forrada de pieles blancas.
Día 28 de noviembre de 1695. Ha venido a visitar al P. General el Muy Rvdo. P. Prior del convento de San Jacinto (fundado por él, cuyo cuerpo se venera allí con gran devoción), de la Orden de los Predicadores, con cuatro Religiosos principales suyos. Pronunció una alocución oficial, a la que el P. General respondió, muy humano, punto por punto (Nuestro P. Rector de Cracovia había enviado a aquel mismo Prior una carta de recomendación del Rvmo. P. General de su Orden).
Desde allí, el P. General, con el Rector, P. Alejo, el Secretario y el Compañero, fue a celebrar la Misa donde las Salesas, las cuales, después de la Misa, lo admitieron dentro del Monasterio, pues este edificio aún no tiene clausura. Y, finalmente, al torno, a tomar dulces, y bebidas. Después, el P. General entregó en las manos a la Reverenda Abadesa la carta de hermandad, para las monjas presentes y futuras. Ellas son nuestras mejores bienhechoras, de las que el P. Rector de Cracovia es Confesor ordinario. En tan observante Comunidad, viven de tal manera que al comienzo de cada año cambian entre sí las celdas, echándolas a suertes, dejando en ellas todos los utensilios. Hace quince años que fueron introducidas aquí, y tienen una magnífica Iglesia nueva, un amenísimo huerto con vivero de peces, y el monasterio, que es un edificio ordenadísimo. Siempre han tenido confesores nuestros.
Después de comer, el P. General, con los mismos acompañantes, visitó a los Reformados, y luego, otra vez, a los Capuchinos. Por la noche vino a visitar al P. General el Señor Don Martín Misezki, Magistrado Notario de Cracovia, muy generoso bienhechor nuestro. Volvió a Cracovia el P. Miguel [Krausz].
Día 29 de noviembre de 1695. El generosos Señor D. Andrés [Krausz], Procónsul de Cracovia, que, por caridad, ha prometido que pagará seis mil florines para construir una casa completa en nuestro terreno, ha venido a visitar al P. General, a quien ha invitado a comer al día siguiente. Ha venido también a visitar al P. General el Comisario de los Capuchinos, que ya ayer vino a obsequiarlo, cuando el P. General había ido a casa de los Reformados y Capuchinos.
El P. Prior de los Dominicos ha enviado peces y manzanas de regalo; y el Señor Bergamini, peces también al P. General, el cual, después de estar con algunas visitas que otros le han hecho, marchó solo al antiquísimo y primer Convento de Dominicos, fundado en Polonia por San Jacinto, de la misma Orden; no sólo para obsequiar al P. Maestro Casimiro Napolski, Prior, varón egregio, y a toda su Comunidad religiosa, sino también para celebrar la Misa en el altar en el que está sepultado el Cuerpo Santo de S. Jacinto. Vinieron también a dicho monasterio, y enseguida se presentaron al P. General, el citado P. Prior, y los de los Principales conventos Religiosos; fue saludado por el P. Prior con una brevísima alocución, y lo condujeron a la capilla, ya preparada, donde, después e rezar a Dios unas preces, vestido con preciosa capa cubierta de perlas, ante la cabeza de San Jacinto, expuesta de antemano sobre el altar, después de llevarla procesionalmente desde el relicario, en presencia de los mismos Padres, celebró la Misa. Asistieron cuatro celebrantes de la misma Orden, revestidos de sobrepellices, con cuatro velones continuamente ardiendo. Terminada la celebración, un sacerdote, revestido igualmente de sobrepelliz y estola, cogió del altar la sagrada cabeza, y la dio a venerar y besar; primero, al P. General, y después, a los demás compañeros. Devuelta de nuevo, solemnemente, al relicario, por medio de los mismos Padres, fue acompañado a la Biblioteca, a la que acudió también toda la numerosa Comunidad, unos ciento veinte aproximadamente, para expresar al mismo P. General sus respetos. El más joven de aquellos estudiantes religiosos ofreció una disertación muy elaborada al P. General, en la que lo comparó al mismo Escipión. A continuación, el P. General, aludiendo a sus argumentos, le respondió dándole las gracias. Después fue invitado a una sala pulcramente preparada, para catar un brindis con vino español, y degustar unos dulces selectísimos. Finalmente, el Prior, con algunos de los más venerables de la Orden, lo acompañaron hasta la puerta de la Iglesia.
Después de comer, el P. General, reiterándole casi cinco veces su deseo el P. Rector de Cracovia, le prometió que al día siguiente iría adonde el susodicho y generoso Señor, Andrés Krausz.
Día 30 de noviembre de 1695. Después de la Misa, de recibir el P. General las visitas y escuchar los discursos, fuimos con el P. Miguel de la Visitación, Ex Provincial (que había venido de Podolín a Cracovia con el P. Ramón de Sta. Catalina [Purski], Vice Maestro de Novicios, y el H. Francisco [Gabrielli] de San Pedro con un coche triyugo, en el cual había provisión de ropa, gorros, mangas, además de lo necesario para la noche, vino, etc.), y también con el P. Rector de Cracovia y el P. Antonio, Secretario, a comer a casa del conocido y generoso D. Andrés Krausz. Entre comer y beber, se pasaron casi cinco horas; Dios sabe cuánto nos resistimos para no excedernos. Confluían allí, mientras comían, parientes y amigos, que felicitaban al Señor Andrés, pues era las fiesta de su Santo, como es costumbre en Polonia; de aquí que se multiplicaban las invitaciones, que en las comidas de los polacos llegan hasta el infinito, a no ser que uno prefiera ser considerado descortés, antes que emborracharse; pero, para eso, es necesario resistir hasta que el pariente se disguste, lo cual es mejor que pasarse. En cambio los polacos nobles son más discretos al ofrecer. De esta manera, terminó la comida; pero el P. General y el Secretario, pensando que se extendería aún hasta la cena, prescindieron ya, tranquilamente, de ella.

Notas