GinerMaestro/Cap18/03

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18.03. La Iglesia católica y la escuela primaria

No es éste el lugar de exponer ni en síntesis la larga historia de la instrucción primaria, que en el Medio Evo pasa al cuidado de la Iglesia junto con la superior y la universitaria. Las escuelas monacales, parroquiales y catedralicias, más o menos extendidas, atendidas y frecuentadas, son los únicos centros públicos gratuitos, donde se imparte la enseñanza elemental: leer, escribir, contar y doctrina cristiana. Son, en cierto modo, la escuela popular. Pero en aquellos siglos la gente del pueblo se despreocupa de la cultura literaria, que está en manos del clero casi exclusivamente. Y lo normal es que las escuelas se abran en monasterios, parroquias y catedrales para acoger y enseñar a quienes piensan ser monjes, frailes o clérigos. A ellas tienen acceso todos los niños, incluidos los pobres, pues suelen ser totalmente gratuitas. Pero esta gratuidad, exigida incluso por los Concilios ecuménicos,[Notas 1] y aun las mismas escuelas, van desapareciendo a finales de la Edad Media.

Paradójicamente, (es un hecho innegable que el humanismo, en Roma como en todas partes, en vez de progreso dio lugar a un retraso en el campo de la instrucción pública, por lo menos en lo que toca a prácticas realizaciones. Mientras la literatura pedagógica del siglo XVI italiano está llena de sanas y fecundas ideas prácticas -incluso intuyó más de una vez la necesidad de la instrucción popular-, en el campo de lo práctico la causa de la instrucción pública se encuentra cada vez más abandonado'.[Notas 2] De hecho, a las escuelas clericales del Medievo, gratuitas y con cierto modo públicas, suceden ahora las municipales, a cargo de los concejos o ayuntamientos, públicas ciertamente pero no gratuitas, aunque admitan a veces en número reducido a los pobres sin pagar. Hay un corte entre el sistema de enseñanza primaria medieval y el de los tiempos nuevos. Estos, nuevos tiempos renacentistas producen mayor cultura y hay más dinero, pero se impone el criterio práctico de que quien quiera cultura debe pagarla. Y los pobres van quedando marginados y sin posibilidades de ir a la escuela por no poder pagarla.

Con reiterada oportunidad será otra vez la Iglesia la que ofrezca la nueva escuela popular gratuita. En este caso, aparece antes la escuela superior; la de gramática, con los jesuitas. Y detrás de ella, como complemento previo necesario, la escuela primaria, unida a la superior: son las Escuelas Pías. Los fracasados intentos de Calasanz por encontrar en Roma alguna institución -Senado Romano, Órdenes y Congregaciones religiosas y cofradías-que quisiera impartir gratis la enseñanza primaria a los niños pobres, manifiestan con evidencia que no existía. Y, por tanto, su escuela era algo totalmente nuevo.

Medio siglo más tarde, en un memorial de 1645 en propia defensa, inspirado por el propio Calasanz, se decía: 'ahora vemos que las mismas religiones fundadas por santos y beatos que están en el cielo para un ministerio ajeno a estas materias, con el tiempo han cambiado de parecer y ahora se dedican ex profeso a la enseñanza'; “muchas religiones que no tienen por instituto la enseñanza tienen abiertas escuelas públicas, como se ve en los dominicos, benedictinos, barnabitas y teatinos, que enseñan en muchos lugares sin ser éste su instituto”.[Notas 3] Era verdad. Y con el tiempo aumentarían las escuelas y colegios, regidos por tales religiosos, esparcidos por toda Europa.

Más todavía, particularmente en Francia -donde no hubo fundación alguna de Escuelas Pías hasta 1957 (sic)-nacía en el último cuarto del siglo XVII una nueva institución dedicada expresamente a la enseñanza primaria, los Hermanos de las Escuelas Cristianas, a los que seguirían luego -también en Francia-otras Congregaciones similares de Hermanos o de Padres, con Ia misma finalidad. La fórmula esencial o ministerio específico era el mismo que el de Calasanz: enseñanza primaria -y luego superior-totalmente gratuita para todos, especialmente para los pobres.

Conociendo a Calasanz y su obra o sin conocerlos, los nuevos Fundadores no hacían sino ratificar la bondad y la necesidad de su vieja idea. Europa era demasiado grande y había sitio para todos. Particularmente las Escuelas Cristianas estaban llamadas a desempeñar en Francia un destacado protagonismo hasta el momento de estabilizarse la escuela primaria pública obligatoria y gratuita del Estado, como atisbábamos poco antes. Y es interesante observar que su Fundador, San Juan B. de la Salle, había enviado a Roma al Hº. Gabriel Drolin a principios del nuevo siglo XVIII para que fundara casa y en carta del 11 de febrero de 1705 le pedía: 'Ruégole se informe exactamente sobre lo que hay del instituto de los Padres de las Escuelas Pías; qué reglas tienen, cómo viven y se gobiernan; si se han propagado, si tienen General, cuáles son sus poderes; si son todos sacerdotes, si reciben dinero. Averigüe cuanto pueda sobre ese asunto y comuníquemelo con todos los pormenores que pueda'.[Notas 4] La respuesta de Drolin no ha llegado hasta nuestros días, pero las muchas preguntas y el sumo interés que manifiesta el santo francés por la obra del santo español revelan algo más que simple curiosidad en un Fundador cuyo instituto se dedica al mismo ministerio para el que nacieron un siglo antes las Escuelas Pías.[Notas 5]

Junto a la creciente expansión en Francia de las Escuelas de La Salle, de los maristas, marianistas y otras congregaciones similares, que abren sus escuelas gratuitas a los hijos del pueblo, corren paralelas las llamadas „petites écoles‟ parroquiales, que continúan la línea tradicional medieval.[Notas 6] Son escuelas populares, pero no gratuitas, y guardan cierto paralelismo con las „escuelas municipales‟ que encontró en Roma José de Calasanz. En efecto, escribe Bowen, 'solamente en las ciudades donde había universidad se podía disponer de una educación completa; en el resto sólo era posible la escuela primaria sobre una vaga base, en las „petites écoles‟, en escuelas de una sola aula dirigidas por las iglesias parroquiales. Estas nominalmente estaban abiertas a todos, niños y niñas, pero en la práctica, al no estar dotadas de fondos ni por parte del Estado, ni por parte de la Iglesia, y „tener por tanto que cobrar las matrículas‟, su clientela se limitaba a la clase mercantil'.[Notas 7]

Sin „gratuidad‟ no se puede hablar de verdadera „escuela popular‟. pues la mayor parte del pueblo la constituyen los pobres que no podían pagar. Y quienes ofrecieron escuelas gratuitas fueron las congregaciones religiosas, proponiendo la meta definitiva a la que tenía que llegar el Estado para establecer la 'escuela popular moderna'. Con acierto escribe Bowen: “Las familias acomodadas educaban a sus hijos en casa por medio de tutores; las clases trabajadoras, en su conjunto, no podían hacer otra cosa que confiar en la caridad, y esto fue, de hecho, el siguiente paso en la extensión de la escolarización en Francia (y en la mayor parte de Europa), con la aparición de un nuevo fenómeno en el mundo de la educación: las congregaciones de enseñanza de la Iglesia católica”.[Notas 8]

Ese 'nuevo fenómeno' se mantendrá fiel a sí mismo con tenacidad. Otras iniciativas surgirán en todas partes, alentadas por las nuevas ideas de la Ilustración que dominan particularmente el movimiento cultural en Francia. Pero a pesar de sus logros, en dos cosas al menos se diferenciarán las nuevas escuelas de las regentadas por las congregaciones de enseñanza en su orientación laica y descristianizante y en su carácter „no gratuito‟, sino retribuido.[Notas 9]

El tercero de los grandes santos fundadores de Institutos de enseñanza popular y gratuita es Don Bosco. Su obra educadora, en sus diversas facetas, surge y se configura en la segunda mitad del siglo XIX, a la par que en toda Europa se van dando leyes que prescriben la escolaridad obligatoria y la gratuidad de la enseñanza, ambas oficialmente prescritas pero sólo gradualmente aplicadas hasta bien entrado el siglo XX, como lo prueban los índices de analfabetismo en todas las naciones.

Las obras de Don Bosco y de su Sociedad Salesiana aceptan, pues, también la fórmula o idea común a todas las congregaciones de enseñanza: escuelas abiertas a todos, escuelas gratuitas, nacidas precisamente para atender ante todo y sobre todo a los pobres y abandonados. En Turín, donde surgieron, no había escolapios, pero los había en todas las regiones de Italia. Don Bosco los conocía, primero de nombre, y luego quiso expresamente tratarles de cerca, visitando al menos tres veces el Colegio Nazareno en sus viajes a Roma los años 1867 y 1869. La calurosa acogida que recibió por parte de los Padres y alumnos le impresionó profundamente. Y no parece que se contentara con simples visitas de cortesía, sino que las aprovechaba para interesarse por su ideario y su reglamento -compuesto personalmente por Calasanz; y admirar sus logros y sus éxitos en el presente y en su larga trayectoria histórica. Merece la pena leer unos párrafos de una larga carta que escribió desde Turín, el 26 de septiembre de 1867, al Rector del Nazareno, P. Alejandro Checcucci, a raíz del cólera que azotó el pueblo de Albano, donde el Nazareno tenía una residencia veraniega para sus alumnos, por lo que se temió que hubiera que cerrar el Colegio Nazareno:

'No sé deciros, amigo mío -escribe Don Bosco-cuán profundamente me hirió el corazón tan infausta noticia, previendo además que, por la necesidad en que os visteis de cerrar el Colegio, ¡cuántos frutos de virtud y de ciencia se hubieran perdido desgraciadamente! Pero rehaciéndome un poco de mi abatimiento, al ponderar las próvidas instituciones y la excelente disciplina que regula vuestro Colegio, así como también atendiendo a sus gloriosas tradiciones y a las tan sabias y amables leyes que lo gobiernan, tanto en su aspecto educativo como científico, tuve sobradas razones para consolarme. Y al temor sucedió luego la esperanza de un porvenir más dichoso, de modo que nada me pareció que faltara en vuestro Internado al santo y celoso intento de formar el corazón y la mente de los muchachos en la piedad y en las letras.
Y ¿qué diré del local magnífico, espacioso, ventilado? Pero esto sería poco si en mis visitas al Nazareno no hubiera admirado sobre todo la índole ingenua y modesta, pero desenvuelta y festiva de vuestros alumnos, que revelaban claramente en sus rostros los benévolos y afectuosos sentimientos de un alma sinceramente buena, sin oropeles ni ficción. Y ese corazón a flor de labios que descubrí en todos esos jovencitos, con rasgos inequívocos de cándida sencillez y de tierna amabilidad, me convenció una vez más de cuán suave es el ejercicio de la virtud si no se impone con la severidad, sino que se insinúa con la dulzura.
También los otros requisitos de la educación civil y moral me parecieron óptimamente ordenados. Y para demostrar la plena satisfacción que experimenté, ahí están las varias conversaciones que mantuve con muchas personalidades romanas y con el mismo Padre Santo [Pío IX], que se alegró muchísimo por el cariño que sé que tiene por vuestro Colegio.[Notas 10] Diré también que la enseñanza no es la menor prez del Nazareno, habiendo hallado buenos métodos y nobles estímulos y lo que más importa, hombres muy competentes, que me alegré de conocer. Y nada digo de lo que significa el constante y bien ganado renombre que el Nazareno ha gozado hasta ahora y el gran número de alumnos llegados de todas partes de Italia y de los grandes hombres que ha formado .[Notas 11]

Quizá algo aprendió el gran pedagogo y santo Fundador de los salesianos en ese contacto amable, sereno, amistoso, con los escolapios, examinando y admirando las instituciones y disciplina, los métodos y reglamentos, piedad y letras del Nazareno. Pero aunque así no fuera, la descripción de lo que vio y su valoración positiva de la acción educadora manifiestan la identidad de criterios pedagógicos y la sintonía espiritual entre Don Bosco y José de Calasanz.[Notas 12]

La escuela primaria ideada y establecida por Calasanz no solo mantiene la primacía histórica entre las iniciativas surgidas en campo católico -y aun no católico-por el dato fundamental de ser gratuitas para todos los hijos del pueblo, especialmente para los pobres que no podían pagar honorarios, sino también por otros datos complementarios y no menos importantes para la configuración definitiva de la escuela primaria popular moderna. Tales son, sobre todo, la programación de los contenidos y consiguiente graduación de clases y asignaturas;[Notas 13] el ordenamiento armónico y progresivo del ciclo primario con el medio y superior, como preparación completa para los estudios universitarios; paralelamente, el ordenamiento del Ciclo primario como cuerpo didáctico unitario y completo en sí mismo, concebido expresamente como bagaje cultural indispensable para quienes no pensaban o no podían continuar estudios superiores, por ser pobres. Quizá este último aspecto sea el que mejor defina -junto con la gratuidad para todos-el concepto moderno de escuela popular primaria. Pues con ella pretenden los Estados desterrar el analfabetismo con un mínimo de conocimientos, suficientes para que la clase popular participe de los valores de la cultura, se valga a sí misma y le quede la puerta abierta para posibles progresos personales.

Otras iniciativas de escuela popular -católicas o no católicas-o subordinaron excesivamente la enseñanza elemental a fines religiosos -aprender a leer para poder leer la Biblia o el catecismo-o se preocuparon mucho más de la formación ético-religiosa que de la instrucción científico-literaria, ampliando progresivamente sus contenidos.[Notas 14]

Notas

  1. El concilio III de Letrán, en 1179, decía en su canon l8: '...ne pauperibus, qui parentum opibus iuvari non possunt, legendi et proficiendi opportunitas subtrahatur, per unamquamque ecclesiam cathedralem, magistro, qui clericos eiusdem ecclesiae, et scholares pauperes gratis doceat, competens aliquod beneficium assignetur, quo docentis necessitas sublevetur, et discentibus via pateat ad doctrinam' (Concíliorum Oecumenicorum Decreta [Herder, Friburgo 1962] p.196). Nótese que la prescripción va dirigida sólo a las catedrales, donde tenían que preparar al futuro clero diocesano, pues no existían seminarios. Lo mismo repite el Con. Later. IV de 1215, c.11 (cf. ib., p.216).
  2. SÁNTHA, SJC, p.35. Lo mismo cabría decir en términos generales, si se piensa en los grandes 'teóricos' de la época: Erasmo, Vives y Moro.
  3. Cf. SÁNTHA, SJC, p.714-715. Lo mismo advierten autores modernos: 'Riperco rrendo la storia degli Ordini e congregazioni religiose in età moderna e contemporánea, potrá sorprendere il fatto che non pochi di quelli oggi noti specialmente per il loro impegno scolastico, non se lo fossero proposto tra le finalitá principali da raggiungere. Questo vale sia per i Somaschi che per i Barnabiti e per i Gesuiti, come pure per i giâ solari Benedittini e Cistercensi , per non accennare che ai più celebri istituti religiosi maschili. Ma vale pure per le non meno famose Orsoline, senza parlare di altri istituti sorti nei secoli seguenti' (B. BELLERATE -G. ROCCA, „Scuola‟, en „Dizionario degli Istituti di perfezione, ed. Paoline, VIII [Roma 1988] col.1133).
  4. FÉLIX PAÚL, „Las cartas de S. Juan B. de la salle (Madrid 1962) c.r6, p.r23.
  5. Cf. L. NOGREDA, „Influencia Calasancia en la Salle y Don Bosco‟: Atenas 222-223 (1952) 208-209. No es, pues, exacto -a no ser para Francia solamente-el párrafo siguiente: 'La Revolución francesa se apunta el tanto de haber abierto las escuelas al pueblo, y en esto, como en otras cosas, miente, Si hemos visto a los herederos de su espíritu oprimir la enseñanza congregacionista en cuanto han tenido en sus, manos el poder, ha sido porque no pueden olvidar que un sacerdote, en pleno reinado de Luis XXIV, fue „el primer educador de pobres‟ y humildes (R. CLUNY, „Bajo el Sayal‟ [Studium, Madrid 1956] p.211). Y este otro, hablando del mismo otro, hablando del mismo personaje: 'Fernando Buisson, que no era amigo suyo, tuvo que reconocer que Juan que Juan Bta. de la Salle fue el verdadero legislador de la enseñanza primaria moderna' (ib., p.213)
  6. Hablando de la 'persistencia de la tradición educativa medieval' en Francia, escribe Bowen: 'la falta de pruebas documentales acerca de las fundaciones de escuelas en la Edad Media continúa a lo largo de los s. XV y XVI (y en algunos casos del XVII), de suerte que con harta frecuencia debemos contentarnos con una información de tipo muy general. La diócesis continuó siendo la base de la provisión y administración de la educación. En todas las poblaciones importantes y en las grandes ciudades, la Iglesia regentaba escuelas elementales („petites écoles‟) que aceptaban a niños y niñas, enseñándoles los rudimentos de la lectura y escritura en lengua vernácula, y quizá a los mejores estudiantes algo de latín. Existían también escuelas de gramática („grandes écoles‟), sólo para muchachos, que continuaban la instrucción elemental y preparaban a los alumnos para entrar en la universidad' (J. BOWEN, o.c., t.III, p. 56-57).
  7. Ib., p.152.
  8. Ib.
  9. 'Une véritable frénésie de fondations d'écoles marque le Siécle des Lumiéres. Tout se passe comme si la croyance au salut par l'instruction ouvrait sur un nouveau millénarisme. Et la religion n'est pas toujours exclue de I'aventure. Ici, c'est I'endroit 'o se fait l'école' qui est clairement défini. Ailleurs, ce sont les multiples attributions du maitre d'école qui se trouvent précisées -ainsi que „les tarifs â exiger des familles‟, généralement du simple au double, selon que I'enfant apprenne à lire ou à lire et écrire (VARIOS, „Histoíre mondiale de l'éducation‟ [Presse Universitaire de France, París 1981] vol. II, p.339-340).
  10. Pío IX, alumno del colegio escolapio de Volterra, fue confesor de los alumnos del Nazareno durante los años 1826 y 1827. Siendo Papa visitó dicho colegio en 1860, 1863 y 1808. En octubre de 1846, a los cuatro meses de su elección, visitó la Villa veraniega del Nazareno, en Albano, de la que habla Don Bosco (cf. P. VANNUCCI, „Il Collegio Nazareno, p.175-178).
  11. Cf. R. FIERRO, „Biografía y Escritos de S. Juan Bosco‟ (BAC, Madrid 1955) p.943-944. Texto ital. en P. VANNUCCI, o.c., p.199-200, n.48 y en C, VIlÁ, „San Juan Bosco y el Colegio Nazareno‟: Archivum 24 (1988) 273-275. Hemos retocado la traducción de Fierro, demasiado libre a veces.
  12. He aquí cómo definió su obra Don Bosco: 'El fin que se propone la Sociedad Salesiana con sus escuelas-talleres es educar y formar a sus alumnos de modo que, al salir de nuestras casas después de haber terminado su aprendizaje, sepan un oficio con que ganarse honradamente el pan, estén bien instruidos en la religión y posean los conocimientos científicos convenientes a su condición' (R. FIERRO, o.c., p.29). Leyendo este párrafo no se puede menos de evocar los criterios que movieron también a Calasanz a instituir su obra, particularmente lo que decía de la „clase quinta‟, de las matemáticas, de la caligrafía, de la clase de música. La coincidencia de espíritus es admirable. Dígase lo mismo de esta frase de Don Bosco: 'para la cristiana educación e instrucción, especialmente de la juventud pobre y abandonada' (Carta de D. Bosco al arzob. De Quito, del 6 de diciembre de 1887). Al citarla dice P. Braido: 'Don Bosco expresaba la esencia de su misión con esta fórmula característica' (cf. VARIOS, „San Juan Bosco. Obras fundamentales‟ [BAC, Madrid 1978] p.XIII). Es también una fórmula muy repetida por Calasanz en sus escritos, Véase como ejemplo uno de los famosos Sumarios, redactados en castellano por él mismo: 'tienen por su instituto propio o particular (los escolapios) la buena eruditión y pía educatión de Niños de todo stado particularmente de los pobres' (A. GARCÍA-DURÁN, „Itinerario‟, p.190, n.828). Cf. otros muchos textos similares en VARIOS, „Juicio histórico-crítico sobre la PositIo...‟, p.173-200. Véase también L. NOGREDA, o.c., p.209-214.
  13. En España, por ejemplo, hay que llegar a 1910 para que el Estado empiece a legislar sobre obligatoriedad de las escuelas graduadas. El Real Decreto del 8 de junio de 1910, en su art. 2º. dice: 'Las escuelas públicas serán graduadas en toda población o grupo de ella que tenga por lo menos 2.000 habitantes', pero sigue diciendo que esta obligación se iría poniendo en práctica conforme las posibilidades económicas lo permitiesen. En el Decreto del 28 de febrero de 1911 se indica cómo las escuelas unitarias habían de pasar a graduadas (cf. E. BERNAD, „La instrucción primaria del s. XX‟, Zaragoza 1898-1914 [Zaragoza P.143).
  14. 'si trovava una forte convergenza, nei sec. XVI-XVII e per buona parte del sec. XVIII, a livello sia di scuola primaria che di scuola secondaria, dal punto di vista dei contenuti didattici. Nei primo caso, peró (de la escuela primaria), non ha ottenuto consenso, anche laddove fu conosciuta la concezione comeniana della scuola impostata sul principio della ciclicitá, che esigeva di procedere per succesivi graduali approfondimenti Le scuole popolari cattoliche e religiose infatti, „a eccezione di quella degli Scolopi sin dalle origini‟, non prevedevano programmi molto articolati nei contenuti, ma erano centrate sull'insegnamento del leggere, scrivere e far di conto e, in particolare, come si è già sottolineato, su una volontà di formazione etico-religiosa. Era dunque l‟educazione pi che l'istruzione al centro dell'interesse, e tale scelta restó pratticamente in vigore, in línea di massima, fino al secolo scorso, quando la scuola primaria o elementare venne aquistando una sua fisonomia più definita' (B. BELLERATE-G. ROCCA, „Scuola‟, l.c., col. 1137).