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ANNOTAZIONI della Fonctatione della Congregartene e Religione dei Chierici Regolari Poveri della Madre di Diodelle Scuole Pie eretta dal P. Gioseppe della Madre di Dio nel secolo D. Gioseppe Calasanzio Aragonese raccolte dal P. Vincenzo della Concettione Sacerdote Professo dell'istessa Religione nel 1623

CONTENIDO


Autor: P. Bernardo de S. Felipe Neri, Asistente General, profeso de la Provincia de Germania

Puesto que no se le puede dar valor o estima por la prioridad en el tiempo ni por la superioridad de lugar, bástele a nuestra Orden resplandecer entre las ropas más ínfimas de la Santa iglesia de Dios, y desde este lugar crezca espiritualmente, como la hemorroísa del evangelio que tocando la orla del vestido de Cristo vio que la herida de su cuerpo se secaba.
PRIMERA PARTE. LISTA DE AUTORES EXTERNOS QUE HAN ESCRITO SOBRE LAS ESCUELAS PÍAS
D. Agustín Barbosa, portugués, doctor en ambos derechos, proto-notario apostólico , consultor en la Sagrada Congregación de Jueces, e insigne tesorero mayor de la Iglesia de Guimaraes, en Conjunto de decisiones apostólicas fuera del derecho común.
Muy Rev. P. F. Lorenzo de Peyrinis, de Génova, de la Orden de S. Francisco de Paula, en otro tiempo vicegeneral en su provincia de Génova, y también vicario contra la maldad herética. Entre los privilegios de Urbano VIII.
Rvmo. e Ilmo. D. Juan Caramuel, primero Abad del ínclito Monasterio de Emaús en Praga, luego Obispo de Campagna y Vigebano. En su obra Metamétnico, en el tomo titulado Cálamo primero, par. 2.
Rvmo. D. Carlos Bartolomé Piazza Oblator, de Milán, Abad y Juez Consultor de la Sag. Congregación de Jueces, en Obras Pías de Roma, Trat. I, cap. 22.
Ven. P. F. Juan de Jesús María, Carmelita Descalzo, en el libro Sobre la Educación piadosa, o Cultura de la niñez, Tomo 3 de sus obras, en pág. 191.
D. Leopoldo Fernando del Migliore, libro titulado Florencia, ciudad nobilísima, lib. 1, part. II, pág 397. Es de origen aragonés.
D. Francisco María Maggius, Clérigo Regular de Palermo, en Vida del V. Siervo de Dios José de Calasanz.
A quien desee conocer el inicio del instituto religioso de las Escuelas Pías, le conviene conocer primero a su autor y padre. Pues el fruto es según la raíz; el río según la fuente; el rayo según el sol. Del mismo modo los hijos deben su origen a su padre. Así, pues, los nacidos aprendan primero a conocer al padre. Pues el padre es el principio de los hijos, pues de la misma manera que hay muchas clases de hijos, también son muchas las clases de padres. Me basta a este propósito lo que dice la Sagrada Escritura acerca del padre natural, que es el autor y creador de la cosa. Así en Gn. 4 Yubal es el padre de los que tocan la cítara y la flauta; Yabal es el padre de los que habitan en tiendas. Del mismo modo me pareció conveniente escribir al principio de la obra algunos párrafos sobre los antepasados, estudios, empleos y honores del Venerable Siervo de Dios José de Calasanz, al que el instituto de las Escuelas Pías reconoce y contempla como padre suyo, por los que iba avanzando paso a paso hasta fundar nuestra Orden, para que conociendo a su padre, sus hijos le tengan el debido afecto, y junto al afecto, la debida veneración.
Los padres de José fueron ilustres y nobles, como lo muestran entre los aragoneses los supervivientes de la familia. Por el lado paterno venía de la familia de los Calasanz; por el materno, de los Gastón. Las dos son famosas por la larga serie de antepasados que fueron famosos en el mundo por la toga y por la espada, como describió Gómez antes que yo.
Después de estudiar la gramática latina, comprendidos los dogmas, estudió poesía y retórica, y también prometió rayos de sabiduría más divina, de modo que puede creerse que aquí con su excelente luz superaría a todos los de su edad.
Séptimo. Se hace sacerdote a causa de un voto. Una enfermedad es la causa del voto
Había graves controversias y disensiones entre castellanos y catalanes en aquel santo cenobio de Montserrat, que ocasionaban no pocas molestias, y no pocas quejas contra el abad del mismo monasterio. El obispo se sintió gravemente enfermo, y para que no se interrumpiera el curso de la visita, tuvo que confiar todo el trabajo a la prudencia y el juicio de José, quien con el Censor real no sólo gestionó todas las cosas hábilmente en lugar del Obispo, sino que manifestó su madurez y su juicio prudente. Hasta que felizmente todas las cosas se terminaron (lo cual se prolongó debida al fallecimiento del obispo a causa de la fiebre). Después de lo cual, después del fallecimiento de su obispo, habiendo recibido la noticia de que su padre estaba muy enfermo, se despidió de Montserrat, y no fue a Urgel, sino a Peralta de la Sal. Allí su presencia fue de gran ayuda a s padre agonizante, y cuando falleció cumplió piadosamente sus deberes filiales con él.
Duodécimo. José sale hacia Roma
Después de superar el mar y llegar a Italia, dio un rodeo por el lugar en el que se encuentra la santísima casa de Loreto, famoso en todo el mundo, en la cual había nacido la Augustísima emperatriz de la tierra y los cielos, y en la cual el unigénito Hijo del Padre Eterno, nuestro Señor Jesucristo, se dignó tomar carne humana. En este lugar que había decidido visitar en primer lugar, todavía quedaba oscuro para él lo que la Divina Majestad le pedía por medio del sueño y la voz. Cuando al final llegó finalmente, visitó entre amorosos afectos la Santa Casa, y ofreció sus deseos tanto a la misma Virgen Madre como al Hijo encarnado para la redención del mundo, ofreciéndose a sí mismo perpetuamente y renunció a su voluntad para siempre, para hacer la divina, y a este fin añadió ayunos, distribuyó limosnas y ofreció sacrificios personales.
No contento con servir sólo a los de la casa dentro de las paredes donde vivía, iba también a los de fuera, visitando a los enfermos en los hospitales, pues en aquel tiempo había una plaga que había contagiado a parte de la ciudad. Cuando se enteró el cardenal, pidió a José que se abstuviera de esas visitas, para evitar el peligro de infectar a los de su casa, aunque aprobase lo que había hecho. En presencia de los de fuera, se gloriaba de tener en casa un hombre de tantos dones. Más lo habría alabado si hubiera visto que aquel hombre honrado sometía su cuerpo a mortificaciones, pues José se sometía a menudo a ayunos, y está probado que, a pesar que necesitaba reponer fuerzas después de estar fatigado con tantas peregrinaciones, por la noche nunca tomó nada más suntuoso que pan y agua.
De la misma manera que la piedra de asbesto una vez encendida no se apaga, así estaba José en el amor de Dios y del prójimo. Para no enfriarse, quiso aumentar la práctica de buenas obras espontáneamente, y se le presentó la ocasión para ello al apuntarse a diversas cofradías. La primera de ellas fue una congregación para personas de ambos sexos creada con autoridad de la Sede Apostólica en la iglesia vecina de los Doce Apóstoles, cuya finalidad era incrementar el culto de la Santísima Eucaristía, especialmente llevándosela a los enfermos, y además ayudar a personas que a causa de su estado les daba vergüenza mendigar. José no dejó de practicar ambas cosas, y se añadió de buena gana al grupo de miembros, y llevó a cabo generosa y piadosamente las tareas que le encomendaba la cofradía, y luego se testificó que había sido un miembro genuino.
Parece que en esta piadosa y cristiana ocupación alcanzó el centro de sus deseos. Pues aunque se le ofreció una canonjía en Barbastro, y también en la ciudad romana por recomendación de su Cardenal le ofrecieron algún cargo honorífico, todo lo pospuso a los pobres e ignorantes, tocado por la compasión, como si se refiriera a él lo que había dicho el Profeta: “el pobre se encomienda a ti, tu eres el socorro del huérfano”, y comenzó a esforzarse por llevar a cabo alguna obra para enseñarles e instruirles.
No sé si fue a causa de la familiaridad que tenía con los padres conventuales vecinos como contrajo la misma familiaridad con su Padre. El caso en que como en otro momento había hecho con San Benito en Montecasino, y con S. Miguel en el Monte Gargano, salió de Roma para mostrar devoción y reverencia a S. Francisco en Asís. Se dice que nadie sale a hacer ese camino si no es con carro de dos o cuatro caballos, especialmente en la época del año en que el sol quema los huertos y los campos, los montes y los valles, las arboledas y los bosques con un calor insoportable. Él, sin embargo, rechazó el carruaje que le ofreció el cardenal, y con inexplicable alegría hizo el camino a pie. Y después de llegar su corazón se desbordó en cataratas de fervor, y mereció que se le apareciera de manera visible S. Francisco, quien le explicó, primero, lo difícil que era conseguir las indulgencias, pues entonces había acudido mucha gente a conseguirlas con ocasión de la fiesta de la Porciúncula. Lo segundo, que él (me refiero a José) ciertamente las había conseguido. ¡Feliz y provechosa peregrinación! Pues compensa tantas molestias de los caminos con delicias. Mientras se esforzaba con precisión por ganarlas, mereció acumular otras nuevas. Pues en un sueño vio José que se le aparecían tres vírgenes, con las cuales fue desposado con un anillo de arras por San Francisco. No entendía José que significaba aquello. Aquella tríada era digna de ser venerada y amada, pues las tres eran hermosas, amables, modestas, y respiraban pureza y santidad. Sin embargo una aparecía triste y quejosa, a causa de los desprecios de todos, y porque no había nadie que se ocupara de ella. Él entendió más tarde que aquella tríada de vírgenes celestes era una imagen de los votos religiosos, y a partir de aquel momento decidió convertirse en el amante de aquella que se quejaba (que representaba a la Pobreza), y comenzó a dar vueltas en su cabeza para ver de qué manera podría expresarle su afecto. Y no sólo mientras iba de vuelta a la ciudad, sino que incluso después de llegar, mientras iba de un lado a otro su mente daba vueltas a la cosa, hasta que un día, mientras estaba inmerso en sus devociones, se encontró con un grupo de niños que iban corriendo y vociferando. Se detuvo allí José, y en el mismo momento se acordó de la visión que había tenido en Urgel, y sintió una voz semejante que le decía: “Mira, José, mira”. Y sacó oportunamente la conclusión de que Dios, al que le pedía que le iluminara para que pudiera conocer cuál era su voluntad, para con él, le estaba dando a entender manifiestamente en qué debería servirle en lo sucesivo. Concluyó que Dios quería que tuviera cuidado especialmente de los niños, y que, lo mismo que ya antes había empezado a instruirlos en los rudimentos de la fe, debería a partir de ahora instruirlos también en las letras y en las buenas costumbres. Ya no tenía que esperar más señales del cielo para obedecer la voluntad divina.
Esta respuesta nada benigna podía haber desmoronado el ánimo de José, pero en la prosecución de su objetivo no se desanimó del todo y recurrió a otro medio que le faltaba de probar.
Y puesto que tales sucesos ocurrieron en diversas etapas del creciente Instituto, por la misma razón también voy a dividir esta obra en diversas partes que se correspondan respectivamente con aquellas etapas. En esta primera parte me limitaré a contar el nacimiento del Instituto de las Escuelas Pías, desde la primera infancia hasta que cumplió los 17 años: aquí la pluma se ve obligada a ser simple, a causa de las pocas noticias que encontramos de esos tiempos, y sin elocuencia; pero las pocas que encontramos son gratas y nos deleitan. Así, pues, benévolo Lector, te cedo el derecho y te invito cordialmente a corregir, ordenar y adornar lo que en esta obra te parezca menos acertado.
Más tarde, como la llegada un número mayor de alumnos requería su presencia continua, y se dio cuenta de que pasaba mucho tiempo yendo y viniendo, en perjuicio de la enseñanza, para poder dedicarse con más diligencia a la obra felizmente comenzada, se despidió de buena manera del Cardenal, y se trasladó a vivir entre las mismas paredes de las escuelas. Lo cual ocurrió al menos a partir del mes de abril, y la prueba es que coincidió con el traslado del Cardenal a Zagarola, en su diócesis de Palestrina. Se desplazó a aquel lugar con la intención de quedarse durante todo el verano para disfrutar del favor de mejores aires. Pero ciertamente los designios de Dios distan mucho de los planes humanos, y el ilustrísimo Cardenal, que durante más de siete años había sido protector de José, ya nunca regresó a Roma, pues habiendo caído fatalmente enfermo, falleció el 13 de mayo.
Año 1598 de Cristo. Segundo de las Escuelas Pías. Séptimo de Clemente VIII.
Se puede pensar que esto ocurrió en febrero o en marzo, pues después el Sumo Pontífice salió de la ciudad.
En consecuencia, quería que todo el tiempo en las escuelas fuera empleado de manera diligente; que los cuentos e historias desaparecieran; no permitía ausencias ni salidas, sino que estuvieran siempre con los discípulos pobres, para que lo más pronto posible aquellos que se veían incapaces de estudiar latinidad pudieran salir ganándose el pan, y con estos quiso que se esforzaran para que aprendieran bien la escritura y las matemáticas, en lo cual, si veía a veces que los maestros estaban fatigados, él mismo echaba una mano, y compensaba las negligencias.
Ephemerides Calasactianae I (1932, 197-199)
El año presente fue año jubilar, año santo, en el que una increíble cantidad de peregrinos de todo el mundo no sólo honró la ciudad santa, sino que también la enriqueció; y dio ocasión de practicar muchas obras buenas al Santo Pontífice, a los Cardenales y a todos los hombres de toda edad, condición y estado.
Este Dragonetti era siciliano, y su pueblo era Leontino; había recibido la tonsura del estado clerical, y cuatro órdenes menores, siendo maestro de pago (aunque moderado) de muchos alumnos en la ciudad durante cerca de cuarenta años. Era de tal virtud y erudición que Pedro della Valle lo nombra es sus cartas, e incluso lo contrató San Ignacio al principio de la Sociedad para que enseñara en su casa. A este hombre, pues, es de los primeros a los que José intentó agregar para el ejercicio de las Escuelas Pías, y principalmente en el tiempo en el que tuvo que estar prostrado en el lecho con la pierna rota.
Se piensa que este daño fue causado por el enemigo del Averno con astucia y engaño, porque apenas fue visto subido a lo alto del tejado con la mano puesta en la campana para sujetarla, se vio una especie de nube espesa que le envolvía, y poco después, envuelto en ella, cayó al suelo. Y a causa de ello, como la fractura de la pierna había sido grave, le fue necesario permanecer en cama, hasta que pudiera recuperarse de la operación hecha por los médicos. Mientras tanto estaba más angustiado por la preocupación que le daba el funcionamiento de las escuelas que por el dolor causado por la pierna. Cuando más tarde Dragonetti se enteró del triste accidente sufrido por nuestro José, lleno de compasión se acercó rápidamente al lecho del enfermo, y a pesar de que había sido nombrado y publicado Prefecto de las escuelas Don Mateo Real mientras durase la enfermedad, Dragonetti también se ofreció para trabajar en las escuelas, con gran satisfacción de José, integrándose poco a poco a la perpetuación de la obra.
Mientras tanto ocurrió que José, encomendándose a sí mismo y a sus escolares asiduamente a la gloriosa Reina del Cielo con píos afectos, tan pronto como se recuperó completamente, se reintegró al trabajo con más ganas. Lo cual redundó en bien de los estudiantes, a la vez que en consuelo y agrado para el magistrado romano (que al principio, como vimos, era casi contrario sin razón). Pues era abundante el número de estos jóvenes pobres, y el ejercicio escolar cotidiano con fruto evidente no podía dejar de ser aplaudido. Por lo que, sabiendo que José se mantenía con su propio peculio a sí mismo y a sus maestros, y además pagaba el local de las escuelas, para promover que tan pía obra siguiera con más facilidad, se acordó contribuir con limosnas del erario público. De lo cual no se derivó sino que José encontró un estímulo más para poner toda confianza en Dios con respecto al futuro, porque aquel que le había dado una inspiración buena para comenzar una obra humilde pero grande en virtud, no dejaría de ayudarle para mantenerla en el tiempo.
Ocurrió que el Rvmo. Obispo de Luca Mñr. Guidiccioni llegó a la Ciudad, y se quedó algunos días para descansar, y estaba tomando el aire en un huerto grande. El hortelano quiso ofrecer una fruta a tan importante huésped, y subió apresuradamente a un árbol. De pronto se rompió la rama y se cayó, quedando enganchado del pie, cabeza abajo. Su hijo, alumno de las Escuelas Pías que se encontraba cerca de allí, viendo a su padre en peligro, exclamó con fuerza: “¡Padre, padre, reza conmigo!” Y con voz triste, pero clara y distinta, decía: “Señor Dios, me arrepiento de haber ofendido a Vuestra Majestad con mis muchos y grandes pecados…” De este modo el niño, de unos ocho años, continuó recitando íntegro el acto de contrición. Y tan prono como terminó intervino el Obispo, y ordenó a sus criados que ayudaran al hombre a bajar del árbol, y volviéndose hacia el niño, le preguntó: “¿Quién te ha enseñado eso que le decías a tu padre?” El niño respondió: “Voy a las Escuelas Pías, y mi maestro me enseñó que si en alguna ocasión me veo en peligro de muerte, recite esa oración. Como vi aquí a mi padre en peligro, me acordé de la oración, y se la hice repetir”. Cuando oyó esto, el rostro del Obispo se alegró no poco, y después de premiar generosamente al niño, si dignó también visitar las escuelas, y con esta ocasión se dio a conocer a nuestro Padre José.
A este año se debe también la incorporación plena de Gaspar Dragonetti, del que hablamos antes, al Instituto de las Escuelas Pías. Tras haber despedido a sus discípulos, se dedicó hasta su muerte a la obra a la que se había consagrado con José gratis y por amor de Dios y para servicio del prójimo. Apoyado José en esta pareja (aunque no faltaron otros muchos, entre ellos principalmente Tomás Victoria) de Dragonetti y Gellio, lo mismo que la palanca y el fulcro, se pudo dedicar más fácilmente a llevar a cabo la tarea que se describe a continuación.
Así consta la súplica de nuestro José, y de su eficacia da prueba el libro de limosnas, donde dicha limosna se nombra repartida en 4 escudos cada mes.
Ephemerides Calasactianae II (1933, 147-150)
En estas ocurrió que el R.P. Juan de Jesús María, carmelita descalzo, tuvo una audiencia con Su Santidad; donde entre las muchas que trataron, también se refirió a las Escuelas Pías, de las que hizo un elogio sumo. Cuando el P. Juan quería decir aún mayores cosas, el Sumo Pontífice, interrumpiendo su discurso, con grandes manifestaciones de alegría le dijo: “Padre Juan, me ha quitado usted un gran peso de encima, porque ciertamente yo estaba poco y mal informado acerca de esta obra”. Por lo que, queriendo saber más cosas de las Escuelas Pías, se dignó añadir lo que sigue: “Me alegraré si va por allí a menudo y me cuenta lo que hacen”. Lo cual el eximio padre, como ya solía hacer antes, no dejó de hacerlo en lo sucesivo, con lo cual resultó evidente que era una cosa muy grata para el Sumo Pontífice.
Como desde hace ya algún tiempo en nuestra Santa Ciudad unas Escuelas llamadas Pías fueron instituidas por obra de Dios para educar a los niños pobres, queriendo Nos promover la solicitud pastoral en todo lo que podamos con ayuda del Señor, nos parece que tal obra no debe carecer de una dirección adecuada, y por ello consideramos que para dirigir esta tarea solícitamente como protector hace falta alguien que tenga no sólo virtud, prudencia y piedad, sino también méritos en la doctrina, y en temas de estudios literarios. Por lo tanto, con un motu proprio, tras madura deliberación por nuestra parte acerca de tu circunspección, de cuya egregia doctrina, prudencia, y celo por la piedad y la religión confiamos totalmente en el Señor, y con la plenitud de la potestad apostólica, te hacemos, constituimos y declaramos con autoridad apostólica y a tenor de las presentes Protector de las Escuelas Pías y de su Rector y operarios ante Nos y la Santa Sede, con la autoridad, las facultades, los honores y las cargas que otros protectores semejantes tienen y ejercen, y que pueden o podrán tener y ejercer lícitamente en el futuro por derecho, uso, costumbre o de cualquier otro modo (excluido lo que sea la jurisdicción contenciosa). Ordenamos al Rector y los operarios citados, y a los demás a quienes concierna o pueda concernir, que te reciban y acepten a ti como Protector de este modo, y que te den la debida reverencia y honor. En lo que no se oponga a las constituciones y órdenes apostólicas, así como a las leyes de la ciudad, tales como juramento con confirmación apostólica o cualquier otro tipo de estatutos y costumbres firmemente corroboradas, y otras cosas que sean contrarias.
Así obró el Sumo Pontífice a favor de las Escuelas Pías. En ese documento se informaba sobre la autoridad del Protector según oficio. Porque, ¿qué parece expresar el origen del nombre, sino proteger y defender con su autoridad como un escudo contra los enemigos que quieren dar la muerte? No estará mal insertar aquí la simpática imagen con que el Señor supremo de cielo y tierra quiso presentar este mismo oficio al Seráfico Padre San Francisco.
Después D. Martín de Tovar, sacerdote, uno de los operarios de las Escuelas Pías, siguió por el camino del Cardenal hacia la otra vida, el 14 de noviembre. Su funeral costó 6 escudos y 5 julios, según consta en el libro de economía.
Lo mismo ocurrió en nuestras Escuelas Pías, según entiendo por lo que está escrito. Pues como en aquellos días aumentase el número de discípulos en las escuelas, sintiéndose los operarios sobrecargados de trabajo, se reunieron entre sí y comenzaron a murmurar contra José, diciendo: No tenemos tanta fuerza para poder resistir a tanta multitud. Y aparecieron quejas contra todo. En primer lugar, a causa de la dureza de vida: su cuerpo y su fuerza languidecían, ya que sólo de vez en cuando comían carne durante la semana (como prueba el libro de economía); se alimentaban con provisiones sencillas como verduras, legumbres, pan y queso y un poco de vino. En segundo lugar, el número de los operarios decrecía, pues al no estar atados con votos, sino que se dedicaban al servicio de las Escuelas Pías como voluntarios, quedaba a su arbitrio el quedarse o el irse. En tercer lugar, viendo que tanto para la casa, como para servir a los alumnos, los gastos cotidianos (a pesar de que las limosnas debidas a la liberalidad de los bienhechores ascendieron aquel año a seiscientos escudos) aumentaban, y crecían las deudas de la congregación, los ánimos para perseverar caían por tierra, y con el de los demás también el del anciano venerable Gaspar Dragonetti, que superaba a los demás en el servicio de las escuelas, y que en esta ocasión, no sé por qué tipo de desánimo, mandó a casa a sus discípulos. ¿Qué hizo José en estas circunstancias?
Con estas o similares exhortaciones José consiguió que las querellas y murmuraciones terminaran, y volvió a llamar a los pusilánimes y desanimados. Sin embargo, como parecía que las limosnas ordinarias que suministraban las manos liberales inspiradas por Dios no bastaban, hizo poner una caja de limosnas fuera con la inscripción “Limosna para los pobres de las Escuelas Pías”, y Dragonetti se constituyó en su revisor, con mucho éxito, pues además de algunas sumas menores recogidas en ella, encontró una orden de pago anónima por doscientos escudos romanos a cobrar en el Banco Buonanni. Ordenado Dragonetti que retirara esa suma, para ingresarla en casa, obtuvo los doscientos escudos escritos, sin que pudiera averiguar nada sobre quién había escrito el vale, o quién había dado la orden de realizar el pago. Viendo este asunto tan prodigioso del dinero, se disculpó con Calasanz, y lo tuvo junto con los demás en mayor reverencia que antes, y continuaron dedicándose con suma diligencia al trabajo de las escuelas, movidos por el nuevo signo favorable.
Por lo demás, soporta, descendencia de las Escuelas Pías, que te haga una pequeña reflexión. Si tal vez consideras que este ejemplo de liberalidad que te ofrecí es un milagro, te ruego que te apartes de lo que escribo, y veas y juzgues sobre prodigios mayores. A nuestros padres les pareció que aquella generosa ayuda era un prodigio, pero cuánto mayor lo es (aunque tú tal vez no te admires ni lo reconozcas) que desde aquel tiempo, en Italia por 100 años; en Germania por más de 70; en Liguria por 80; en el Reino de Nápoles por 76; en Etruria por 72; por otros tantos en Sicilia, si no más; en Polonia por 62; en Cerdeña por 61; en Hungría y en España ya por muchos años, crezcas, florezcas y aumentes en tu estado, gracias a la liberalidad a favor de los fundadores, y de tal favor te vienen a ti no digo doscientos, sino muchos miles de escudos cada año, para que puedas y quieras continuar al servicio de la Orden, por el mérito de los fundadores y para propagar la gloria de Dios. Considera que estas cosas son prodigios certísimos, glorifica a Dios y no te olvides con ingratitud de los píos fundadores.
Y la ocasión de luto es que nuestro Ilustrísimo Protector Cardenal de Torres cambió la vida presente por la inmortal el 9 de julio. Hombre distinguido entre otras cosas por el estudio de la Religión, la integridad de vida, el candor de ánimo, la suavidad de costumbres, el uso y experiencia de las cosas, y su benevolencia para con todos. Hombre que trató admirablemente con el Cardenal Baronio fallecido antes que él, y que juzgó digno el conjunto de sus escritos, antes de que fueran imprimidos y valorados. Hombre que ilustró su afecto a la Santísima Virgen con el testimonio de muchos discursos sobre la antífona Salve Regina. Hombre que no palidecía al llevar como príncipe purpurado el Santísimo Sacramento a los enfermos. Hombre que fue muy generoso con los pobres, por cuya virtud favoreció a las Escuelas Pías con una limosna mensual de 10 escudos, y un legado de cien. ¡Viva por siempre en la gloria!
Pocas cosas sabemos de este año con respecto a nuestra historia. Solamente que llegaron algunos profesores para suplir a los que se habían ido. Entre los que se quedaron destaca Don Juan Bautista García, español, castellano, de la diócesis de Segovia, clérigo con la primera tonsura y las cuatro órdenes menores. Este, guiado por la caridad, queriendo dedicarse a la educación de la juventud, se unió de buena gana, y dedicó honrosamente a este loable ejercicio 49 años, perseverando en verdad hasta el final de su vida, como se verá a su debido tiempo. Quizás vino con él otro, llamado Curcio Nanni de Radiano. Los nombres de otros son difícilmente localizables. Por otra parte, es difícil escribir qué hicieron en las Escuelas Pías los nuevos operarios de este año, pues no existe ningún documento que hable de ello, a excepción de la muerte de uno de los operarios, en concreto D. Horacio Cissoni, fallecido el 25 de marzo. Su funeral costó 6 escudos y dos julios.
La casa que él recomendaba que compraran pertenecía a la Ilma. Sra. Victoria Cincia, carísima consorte del Marqués de Torres, comprada unos siete años antes por 14.000 escudos como seguro de dote al Ilmo. D. Jacobo Mutis, Duque del Valle de Mutis y a sus hermanos carnales los Sres. Tiberio y Jerónimo, llamados Sres. Mutis.
Está claro que ese mismo día se entregaron según lo acordado doscientos escudos romanos a la Ilma. Dña. Victoria como pago del interés del primer trimestre. Pues ella pedía seiscientos por un año completo. A cuya suma Glicerio contribuyó con 178, más otros 205 que añadió poco después para gastos de la vida común, a principios de junio de este año.
Prometió observar y respetar todas las cosas siempre y en todo momento, y no hacer, ni decir ni venir en contra bajo ningún pretexto o razón, etc. Juró observar todos y cada uno de los puntos de lo anterior y observarlo de manera inviolable, y se obligó a sí mismo en buena forma según la Cámara Apostólica etc., que lo hizo así porque le plugo etc., y a la manera de los Prelados lo juró con la mano en el pecho. De todo lo dicho y de cada cosa se me pidió a mí, el notario público abajo firmante, que estableciera el instrumento presente.
SEGUNDA PARTE
Durante los pasados 17 años en la primera parte de nuestros Anales, el estado de las Escuelas Pías sería comparable al de un tierno niño envuelto en pañales; como a causa de su debilidad no puede gobernarse a sí mismo, necesita tener las manos de la madre para que lo lleven. Se ha visto cómo para ayudarnos en ese estado durante todos esos años tuvimos el favor de los Sumos Pontífices, y de los Ilmos. Sres. Cardenales protectores. Ahora describiremos nuestro estado agregado y unido a la Congregación Luquesa, con el niño fuera ya de los pañales, pero todavía sin poderse valer por sí mismo para mantenerse en pie y caminar. ¿Qué hará un niño que no sabe caminar para mantenerse de pie? Para no caer, deberá apoyarse y agarrarse a los brazos y las manos de otros. La Congregación Luquesa accedió a hacer este servicio a las Escuelas Pías: le prestó apoyo para que el cuerpo de las Escuelas Pías tierno y débil pudiera mantenerse en pie por sus propias fuerzas, gracias a la unión a dicha congregación.
III. Puesto que se nos ha informado de parte de nuestros queridos hijos el Prepósito General y Clérigos Seculares de la Congregación de la B. Virgen María y el Prefecto de las escuelas citadas que el Prepósito General y los clérigos citados, movidos por cristiana caridad, han aceptado la tarea y se han puesto de acuerdo con el Prefecto sobre lo anterior tras haberlo tratado en presencia del Venerable Padre Benito Giustiniani, Cardenal y Obispo de Palestrina, protector de las dichas escuelas, según las condiciones que siguen: que la dirección, cuidado y administración de las escuelas será incumbencia del Prepósito y de los clérigos de dicha congregación, ahora y en adelante, aunque el Prefecto, durante toda su vida y con el título de Prefecto, y los demás que en este momento viven en las dichas escuelas, también durante toda su vida, pueden y deben seguir allí según sus propias Constituciones; además que no se admitan en ese lugar sino los que deseen observar lo que aparece en las Reglas de dicha Congregación, aprobadas por el Papa Clemente VIII nuestro predecesor, y si no, sean rechazados.
Cuando el Breve anterior entró en vigor, la Congregación de la Madre de Dios consiguió el libre uso de la Iglesia de S. Pantaleo para las Escuelas Pías, y en ella tenían ejercicios espirituales cada día ella con sus alumnos, y el párroco con la gente que dependía de él, lo cual no era sin grave incomodidad para una y otra parte.
1. La vida religiosa es un estado que persigue la perfección de la caridad, que puede alcanzarse por medio de diversos ministerios. Unos tienden a esa perfección por medio de la contemplación; otros por el estudio; otros mediante la ayuda a los enfermos; otros por la milicia; otros se dedican a la redención de los cautivos. Las órdenes religiosas están determinadas por el tipo de ministerio que les ayuda a conseguir el mismo fin de la caridad. La riqueza de la Iglesia consiste en gran parte en esta variedad de institutos, y conviene para el incremento de cada Orden que su fin propio no se confunda con otros. Como la obra de las Escuelas Pías es suficientemente piadosa y apta para convertirse en el único ministerio de una Orden religiosa, parece oportuno que la Congregación se dedica a ello como único y principal fin, y se identifique con él, y se distinga insignemente de las demás por su desempeño.
6. Si la Congregación se dedica a las escuelas, abrazando pura y simplemente el instituto de educar a los niños pobres en la piedad y las primeras letras, no sufrirá la competencia de otras congregaciones que ya tienen estudios públicos para las ciencias, pues la obra que ya tienen comenzada según la forma actual es piadosísima y utilísima en la Iglesia, sin interferir con otros. Lo cual hará que la Congregación crezca felizmente, bien ordenada por dentro y sin enemigos que la ataquen por fuera.
Y no fue en vano, como da fe el prolijo y anejo instrumento que da satisfacción a lo pedido. Dice así:
Lo cierto es que los dueños estaban en contra, y apelaron a la oficina de la Signatura, sin ningún efecto; la Signatura no suele admitir apelaciones contra la ejecución de una gracia del Papa. Todavía más en este caso, en el que la materia por su propia naturaleza no era apelable, pues urgía el favor de la causa pía.
Y para que haya siempre suficiente número de formadores, procuren que se preparen para ellos con el estudio aquellos que parezcan propensos para las letras humanas, con el consentimiento del Rector General o del Provincial. En el futuro no se acepte ninguna casa, como no sea una Escuela Pía para instruir y educar a los niños, tal como se dice más arriba, a excepción de las dedicadas a formar novicios y a formar a los nuestros en ejercicios espirituales. Y no sean llamados a ninguna ciudad o territorio sino con el consenso de los obispos y de los príncipes. Se entiende que hablamos sólo de territorios católicos. Si se presenta la oportunidad para ir ciudades de herejes e infieles, la congregación se ocupará de ello en su momento.
‘Ilustrísimo Cardenal Camarlengo. Hemos hecho gracia a las Escuelas Pías de media onza de agua virgen para servicio de sus escuelas, que será tomada de donde ordene Monseñor Biscia. Les extenderá a ellos la patente acostumbrada a pesar de nuestro motu proprio, y cualquier cosa que esté en contra, todo lo cual derogamos por esta sola vez. Dado en Monte Cavallo, el 2 de agosto de 1616. Paulo V, Papa.’
No hay que sorprenderse de ello, porque lo que se impone a los invitados siempre resulta duro. Pues de la misma manera que quien se ve obligado a seguir un camino que no ha elegido voluntariamente pronto se cansa de él, de la misma manera los clérigos de la Madre de Dios, que habían abrazado casi a la fuerza el trabajo de las Escuelas Pías, mostraban estar cansados y disgustados por el trabajo no sólo de palabra, sino también con las obras. Siempre resulta duro el yugo en el cuello a quienes no están acostumbrados a él.
Realizado en casa de las dichas Escuelas Pías que se encuentran en la región de San Eustaquio, junto a la iglesia de San Pantaleo, en presencia de los testigos firmantes.
TERCERA PARTE
“PAPA PAULO V. Para perpetuo recuerdo.
De que conocía de antemano nuestro vínculo de suma pobreza es testigo Simón Castilloncelo, llamado después Simón de S. Pedro, que fue asignado como compañero de Glicerio el día de la Conversión de S. Pablo para ir a hacer sus devociones a la basílica de S. Pablo. Glicerio, hablando con el citado compañero, no sólo le dijo lo que el Instituto de las Escuelas Pías había obtenido lo que pedía a Su Santidad, sino algo más, y entre otras cosas el voto de suma pobreza. Así lo cuenta el P. Alejo en la vida de Glicerio, fol. 190.
Contándole poco después José al Cardenal Protector la agradable orden recibida de Su Santidad, le expuso cuál era la idea de Su Santidad, y le suplicó humildemente que el 25 de marzo, o sea el día en que el Hijo de Dios se dignó asumir la carne humana, fuera según el deseo de Su Santidad el elegido para imponerle a él el hábito regular de la Congregación Paulina de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías. Recibió sin ninguna dificultad por parte del Ilmo. Protector la promesa de que le impondría el beneficio, y el mismo cardenal prometió que se encargaría de hacer también los hábitos para los primeros religiosos (tantos como fueran necesarios) para el día señalado, y cumplió lo prometido.
Tomás de la Visitación, llamado Victoria, clérigo español.
Ephemerides Calasactianae V (1936, 159-163)
Una vez hecha esta aclaración, pasemos primero a la Umbria, y luego al territorio Sabinense.
La solemnidad de los gozos pascuales estaba casi a las puertas, como dicen, cuando se confió este encargo a las Escuelas Pías. El Padre Prefecto continuó en Roma, para que a causa de su ausencia no pareciera que disminuía en casa la devoción a esta solemnidad de la resurrección de nuestro Salvador, pero en cuanto pasó la solemnidad salió hacia Narni. Nada más llegar allí le ofrecieron alojamiento con la debida reverencia, y aceptó como hospedaje en Narni aquel ínclito palacio ofrecido por los naturales del lugar.
No se queje de nada sino del pecado y de todo lo que lleva al pecado y aparta del bien; alégrese de toda tribulación, injuria y aflicción; ame íntimamente a los que las sobrellevan, y ore especialmente por ellos.
Un buen auspicio también para este año fue que los PP. De las Escuelas Pías de Frascati, viendo que su habitación y las escuelas se quedaban pequeñas, pidieron para la ampliación de los locales una suma de doscientos escudos anuales más al magistrado de la ciudad, pidiéndolos para obtener locales más espaciosos para su habitación y para las escuelas. Sin embargo la súplica no obtuvo ningún efecto, pues el Sr. Ascanio Raggi, en nombre de la ciudad, dijo que el presente erario público no podía ofrecer tantos gastos para fabricar un colegio, y como el magistrado pensaba de manera distinta, aceptó la petición, y con 27 votos a favor se confirmó el poder ofrecer la suma de doscientos escudos al año, pues parecía que aquella cantidad era suficiente para construir un nuevo edificio.
Consta que a esta súplica se le dio una respuesta favorable, según un breve emanado a este fin, pero como no existe el auténtico, sino sólo la minuta inicial, y no sé qué secretario la escribió, la omito; por lo demás se concedió a los mendicantes según figura en Barbosa título 17 sobre las Casas religiosas, punto 7, que dice: “Nuestra Congregación puede aceptar legados e incluso bienes inmuebles, incluso para no retenerlos, sino para venderlos, y convertir el precio Así obtenido para fábrica.”
Nuestros escolares asignados van como de costumbre a la oración continua con sus maestros, y expresan con devoción y sincero corazón el afecto a la gloriosa Madre de Dios; nuestro P. Prefecto ve a la misma Madre de Dios, con su hijito en su seno, y pidiéndole que dé la bendición a quienes se la suplican. ¿Qué hace él? Apenas el hijito conoce el afecto ofrecido de este modo por los maestros suplicantes, inmediatamente extiende su tierna derecha y a todos imparte la bendición con gran ternura, que desciende abundante sobre cada una como un tenue rocío.
Hasta ahí el memorial. Que no fue inútil para llevar adelante el proceso, como se ve por lo que sigue:
D. Francisoc María Sachetti, hijo de D. Andrés Sachetti.
Dñª Drusilla Capelletta, esposa de D. Jorge de Flondis.
R.P. Juan García del Castillo, ecónomo de las Escuelas Pías.
Ordenamos y mandamos que nadie se atreva a molestar a alguien de las escuelas, colegio o congregación burlándose con hechos o dichos, ni se ría de los que frecuentan las Escuelas Pías, y queremos que nadie que no sea escolar se atreva a burlarse de este modo, o provocar burlas sobre los escolares.
Mientras era publicado y entronizado el Pontífice en el Vaticano, nuestro Padre Prefecto terminó la composición de las Constituciones de la Congregación, y quizás hizo tantas copias como número de casas, según le habían pedido. Así lo expresó en una carta del 17 de febrero enviada a Roma. A donde, una vez remitió el rigor del frío invernal, regresó sano y salvo. Y después que toda la ciudad y el clero, al igual que los próceres laicos, habían presentado sus felicitaciones y votos a Gregorio XV, también él fue admitido con el mismo motivo a besar el pie, y presentó una ingeniosa composición del P. Francisco de la Anunciación como signo de felicitación, expresando con humilde afecto los mejores deseos para su pontificado. Una prueba de que agradó a Su Santidad es que de nuevo confirmó el subsidio de doscientos escudos anuales para las Escuelas Pías, que ya habían dado antes dos pontífices, y la promesa de protección, promoción y propagación de nuestra Congregación en toda circunstancia.
Al Sumo Pontífice le escribieron lo que sigue:
Su Santidad, visto este escrito de la S. Congregación, se dignó firmarlo con estas palabras:
Año 1622 de Cristo. Vigésimo sexto de las Escuelas Pías. Segundo de Gregorio XV.
Aunque lo decretó el año anterior (como puede verse por la fecha), nosotros, ya que quedaban pocos días para terminar el año, insertamos el diploma en este, para unir en el mismo la religión con la aprobación de las Reglas y Constituciones, que ofrecen su especificación y la soportan.
Hasta aquí el Breve Pontificio por el cual son confirmadas de manera específica nuestras Constituciones. Como queda especificado en todas y cada una de las cosas contenidas en él, el Pontífice indica que procedió no con algún tipo de engaño (como en su tiempo los maliciosos se atrevieron a reprochar), sino con verdadera y perfecta información en esta aprobación y confirmación. Añadiendo más tarde la plenitud de la potestad apostólica, quita toda ambigüedad; no puede expresarse de manera más clara el Pontífice, en cuanto Pontífice, que diciendo que opera con plena potestad, hasta el punto de que si no la tuviera, no sería Pontífice. Y si es cierto que la Potestad debe acomodarse al hecho, es cierto que aquí no se trata sólo de potestad de jurisdicción, sino de aquella que la ciencia llama Clave, que es totalmente necesaria para hacer una declaración de este tipo.
Así dijo el Sumo Pontífice, proveyendo como cabeza suprema que tiene autoridad sobre los demás miembros.
Además prometo y juro que nunca obraré ni daré mi consentimiento bajo ningún motivo para que se cambie lo que está ordenado acerca de la pobreza en nuestras Constituciones, como no sea cuando parezca que hay que aplicar una mayor pobreza. Por lo demás prometo que no actuaré nunca, ni daré el consentimiento ni siquiera de manera indirecta para ser elegido o promovido para ningún cargo ni dignidad en la Congregación, ni fuera de la Congregación, a no ser que fuera obligado por obediencia por aquellos que pueden obligarme bajo pena de pecado. Y si supiera de alguien que intentara o pretendiera hacer alguna de las dos cosas anteriores, igualmente prometo que lo manifestaré a toda la Congregación o a aquel que en aquel tiempo sea el Superior General.
El día 24 de junio el P. Lorenzo fue seguido del H. Domingo de la Madre de Dios, florentino de nación, llamado también Domingo Bacilo, de 60 años. Es alabado en el catálogo como hombre de suma piedad y de observancia regular.
A ti, P. Pedro de la Natividad de la Virgen, sacerdote profeso en esta Orden, salud. Puesto que Su Santidad Gregorio XV me encargó el cuidado y administración de nuestra Orden en carta suya en forma de Breve el día 28 de abril pasado, es tarea mía que lo que yo no pueda visitar, corregir y promover por mí mismo, lo mande hacer por medio de ministros idóneos. Como no puedo dudar de tu fe, prudencia y celo por la santa reforma, te encargo en virtud de santa obediencia que en cuanto puedas procures introducir con diligencia la observancia de nuestras Constituciones confirmadas por la autoridad apostólica, en las casas y Escuelas Pías de la ciudad de Narni, y en las de Cárcare, y Fanano; que si ves que hace falta algún remedio oportuno, según tu prudencia ordenes que se lleve a cabo, y que me informes tan pronto como te sea posible de todo aquello que hagas. Ordeno a todos los que habitan en las casas citadas que en virtud de santa obediencia, que te reciban y te obedezcan a ti como a mí mismo. En fe de todo lo cual formadas con mi propia mano y con el sello común la entregué en Roma, en la casa de las Escuelas Pías el día 8 de mayo de 1622. José, como más arriba.”
El día 15 de octubre, habiendo enviado una súplica a Su Santidad en relación con la participación en los privilegios de las órdenes mendicantes, se obtuvo para nosotros la participación plena en ellos en forma de Breve, según los términos que siguen:
Con los que se fatigan, obsérvese otra regla que con los que no se fatigan. 3 de julio, Frascati.
Año 1623 de Cristo. Vigésimo séptimo de las Escuelas Pías. Último de Gregorio XV.
En signo y reconocimiento de la presente, cada año y de manera perpetua entregarán al Cabildo y canónigos citados el día de la fiesta de San Eustaquio veinte libras de cera véneta, y doce escudos.
Volvamos ahora a nuestro P. General, pensando salir hacia Savona
El primero que ocurrió fue el del Ilmo. y Rvmo. D. Alejandro Peretti, Cardenal S.R.I. Montalto, a quien la debida gratitud nos dice que no debemos pasar de largo entre tan fastos acontecimientos. Había sido visitador apostólico de oficio de las Escuelas Pías en el año 1606, de las cuales no sólo habló bien al Pontífice, sino que también favoreció algunos años a nuestros fieles operarios en las Escuelas Pías con cierta liberalidad, de modo que merece que se pueda decir de él lo que alguien escribió en alabanza suya: “Enriqueció familias de religiosos con sus beneficios”. Así, pues, el 3 de junio, habiendo recibido los sacramentos, transmigró entre las oraciones de todos de la vivienda de los mortales en la ciudad a la superior. Así dice Ciaconio de él.
“José de la Madre de Dios, Ministro General de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías.
El día 21 de noviembre, en la fiesta de la Presentación de la Virgen María, bajo cuyo misterio estaba dedicado nuestro oratorio de Savona, un cierto jovencillo de fama e índole nada mala, llamado Benito Salviati que iba a recibir nuestro hábito en presencia del Excmo. Gobernador de la ciudad y de mucha nobleza de Savona, cantó un poema en honor de la Presentación de la Virgen, heroico no tanto por el metro cuanto por el ánimo, y él mismo dedicó el epílogo del poema con un apóstrofe devotísimo en obsequio de la Virgen Madre, y terminado el canto, quitándose de los hombros la capa que llevaba, desabrochado el vestido, quitados todos los adornos, de rodillas a los pies del P. Provincial, tras pedir con signos de rara humildad y ánimo devoto el hábito de la religión, se le vistió con él, y recibió el nombre de Benito de Jesús. Habiendo visto esta ceremonia muchos adolescentes, parece que les movió a seguir su ejemplo, y como consecuencia muchos se hubieran agregado a nuestra religión si los contrarios, movidos tal vez por la envidia más que por el buen celo, no les hubieran hecho dar marcha atrás. Así dice el P. Vicente, tomo I, p.2, fol. 21.
Procure que todos permanezcan unidos en el Señor con caridad, y en modo alguno permita que se cometa cosa alguna que sirva de ofensa a Dios.
“Como el orden de las cosas requiere que todas las cosas que se hacen en cada una de nuestras casas manen de la fuente de un solo superior, y las de una provincia de un solo provincial, y lo mismo las de una Orden, que procedan y sean dirigidas por un solo general, a fin de que las opiniones diversas de los superiores no produzcan ningún tipo de confusión, a tenor de las presentes mandamos en virtud de santa obediencia que a partir de ahora en ninguna de nuestras casas de nuestro provincia de Liguria, nadie dé nuestro hábito sin conocimiento y aprobación del Provincial, ahora y en el futuro, observando lo debido tanto por las leyes como por las costumbres y otros exámenes requeridos. Y si hubiera tiempo, espérese también la aprobación y consenso del General. Y para que aumente en nuestros hermanos el esfuerzo por la humildad y la pobreza, exhortamos en el Señor a todos los ministros locales a que no innoven nada en sus casas, ni se permitan innovar sin el permiso del Provincial, quien debe informar al menos cada mes al General de las cosas que se hacen en su provincia, y otras cosas pertinentes para nuestro ministerio. Dado en Roma en la casa de las Escuelas Pías el 5 de marzo de 1624.”
Ciertamente leo escrito en el P. Vicente, Tomo I, fol. 60 que el citado Sr. Gramay, que fue nombrado obispo de Upsala en Suecia, y además Consejero y Limosnero de la sacra Cesárea Majestad, había recibido el mandato de la Cesárea Majestad de llevar consigo a Viena religiosos de las Escuelas Pías, sin embargo no sé con qué fundamento; puesto que hasta entonces la Cesárea Majestad difícilmente conocería nuestro instituto nuevo, y después que lo conoció no hizo nada.
Según cuenta Pedro Agustín, que fue también uno de sus misioneros, como el P. Ansano de la Visitación, profesos, y los PP. Andrés de la Pasión y Juan Domingo de la Cruz, novicios. Con ocasión de las obediencias prometidas llegaron rápidamente cartas a todas las fundaciones en todos los lugares invitando a aceptarlas. Sin embargo aquel año, como había ocurrido en los dos o tres anteriores, nada pudo hacerse para logra el efecto buscado. Hay que concluir que al P. General se le habían enviado numerosas cartas de invitación, puesto que él escribió con fecha 4 de febrero de 1623: “Son tantos los que piden el Instituto, que si cada uno valiera por diez no bastarían”. Y el 22 de agosto de 1624: “Se nos llama de tantas partes que una religión bien numerosa no bastaría”.

Y como sin duda sabía el dueño real de dicho lugar, D. Andrea della Valle, jefe y director de los cómicos e histriones, que se pedía su casa para escuelas y sospechaba que andaba detrás la autoridad de los superiores mayores de la ciudad, tras convocar en un lugar oculto un conciliábulo con sus artes histriónicas se opuso fuertemente al P. General, sin dar otra razón evidente sino que su alimento y su vida dependía mucho de este lugar que le pedía le cediera. El P. General, confiando en la autoridad de señores tan poderosos, habló dulcemente al jefe de la tropa y a sus secuaces, diciendo: “Entregad este lugar a Dios, que ya ha servido bastante para obsequiar al diablo. Pensad con nosotros qué habéis aportado hasta ahora para la gloria de Dios, y para el bien de vuestros espectadores con vuestras obscenas obras y representaciones. Me atrevo a decir que nada saludable para nosotros ni para la gente, al contrario, vosotros mismos y el público ibais hacia la perdición, ¡y aún queréis seguir! ¿Qué esperanza tenéis de salvar vuestras almas? ¿Qué confianza dais al público de alcanzar la felicidad? Con actos honestos, más bien que atontándolos y distrayéndolos. No niego que de este lugar depende vuestro alimento y vuestra vida, pero ¡de qué manera más torpe! ¡Con qué arte tan indigna para el hombre cristiano! Vosotros mismos lo confesáis. ¿De qué sirve al hombre (dice el mismo Señor y Salvador nuestro) ganar el mundo si pierde el alma? Yo creo que este lugar ha servido ya durante mucho tiempo a la lujuria, ya se ha representado bastante en él; ahora pide Dios que se ceda para su gloria, por los años que sirvió para vergüenza e ignominia. Si sois cristianos y amáis vuestras almas, decid, ¿qué conviene más, que este lugar sirva para las diversiones del demonio o como templo, trono y tabernáculo del Sumo Dios?

Con estas y otras palabras semejantes habló el P. General a los cómicos, y sin duda con provecho de ellos, pues se les vio transformados en otros hombres con una metamorfosis que antes no habían pensado ni imaginado. Tanto como se habían opuesto al principio al P. General oponiéndose a él, después aceptaron fáciles, benignos y benévolos a lo que se les pedía, y cedieron el lugar para las Escuelas Pías, y lo que es digno de admiración, todos arrepentidos de corazón no sólo propusieron abrazar otra vida, sino que realmente lo hicieron, como veremos más abajo.
Ephemerides Calasactianae VIII (1939, 146-149)
Quizás a esta época corresponde el viaje del P. Pedro Asistente a Sicilia, pues para que no quedasen obstáculos para fundar allí nuestro instituto, quiso el P. General llamar a casa a los que el P. Melchor había dejado allí, pues allí molestaban a nuestros adversarios, y eran un oprobio para nuestro instituto. Por lo demás, del mismo modo que se cuidó de los sicilianos, el P. General no se olvidó de los que estaban fuera de las casas de Nápoles. Al contrario, tenía el vehemente deseo de que se le informara cómo vivían sus religiosos más remotos; de qué modo gestionaban los ejercicios en asuntos domésticos y escolares; cuánto aprovechaban en virtudes y observancia regular, y en particular si se observaba el silencio en las casas. Sobre esto ciertamente escribió lo que se lee en las palabras que siguen: “No pueden darme noticia más agradable que la de que en casa se observa el sumo silencio”. Así en fecha 22 de noviembre.
Mientras tanto, queriendo el P. General evitar el mal presente, envió con toda rapidez un memorial al Ilmo. Cardenal Pamphili, que era el nuncio apostólico ante el Rey de España, suplicándole que se dignara interponer su suma autoridad ante ese impostor de las Escuelas Pías, para que lo expulsaran o para que le prohibieran pedir. No dejó de hacer una instancia semejante ante el Excmo. Regente del Supremo Consejo en el Reino de Aragón. Y en cuanto al efecto del intento del P. General, no se perdió, pues este fingido vicario general después de algún tiempo fue detenido en las cárceles del Oficio de la S. Inquisición, como diremos al año siguiente.
También se cuenta otro caso en Génova. Dos naves de transporte iban desde el puerto de Nápoles hacia Liborno con nuestro Hno. Benito y un compañero. Salieron con buen viento de la ciudad pero ¡ay! Cuando llegan a alta mar se encuentran con que está infestado de piratas turcos. Una y otra parte luchan valientemente, pero a las dos les va mal. Por parte de los turcos murieron tres; por la nuestra murió el primer piloto, y el Hno. Benito recibió una herida en el brazo; y una vez terminado este enfrentamiento inesperado, cada parte prosiguió la ruta comenzada, y continuó hasta el puerto. La razón por la que nuestros hermanos no fueron conducidos a cautividad, nuestro Padre General la atribuye a la protección de la Estrella de la Mar, la Santa Madre de Dios, según le escribe al P. Castilla en Frascati el 15 de julio.
P. Glicerio de la Natividad del Señor, Maestro de Novicios y Secretario del Capítulo.
Se comisiona al P. Provincial de Nápoles para que consulte si nuestra Religión puede expulsar no obstante el Breve de la Sede Apostólica contra los incorregibles, por los tres vicios castigables de la parte 3, c. 2 de nuestras Constituciones.
Se concede a los hermanos operarios que fueran hallados dignos de recibir la primera tonsura la gracia de llevar bonete clerical; a partir de ahora se les llamará Clérigos Operarios, y se dedicarán a enseñar en las escuelas, concretamente la lectura, la escritura y la aritmética; pero sólo aquellos que fueren considerados idóneos para esta labor por los Padres Provinciales. Pero si alguno de ellos rehúsa prestar algún tipo de servicio manual, ipso facto será privado de la gracia citada.
Tu carta, por menos esperada, me fue más grata, en la cual anuncias el gran gozo de que has recibido la dignidad sacerdotal, lo cual ignoraba hasta ahora. ¡Gloriosa virtud, Pedro Pablo! Quien te llamó, él mismo complete tu decisión; ya que el hombre no puede ni cambiar ni impedir la decisión de Dios. Todo lo que él quiere, se hace en el cielo y en la tierra. Conviene que seamos confirmados por estas verdades, para que todas las cosas que se nos presenten, adversas y prósperas, las recibamos igualmente, sin mirar atrás ni querer evitarlas, sin que nos depriman, sino que sigamos nuestro camino recto hacia Dios. No dudo que siempre hubo en ti una inclinación hacia mí, por lo que viste y oíste de buena gana en mí, y lo mismo yo hacia ti, pero la virtud que cultivamos en otro tiempo, nos separa ahora por el tiempo y los lugares. ¿Quién pudo separar a quienes el vínculo de la caridad religiosa y del amor fraterno unió de manera tan fuerte? Ni siquiera la misma que puede separar a quienes están muy unidos, la amarga muerte. Pues las almas de los justos están en las manos de Dios, y no les afectan los tormentos de la muerte, sino que más bien los une más fuertemente. Así, si alguna vez sacaste algo bueno de mí, venía de Dios, porque nada puede hacerse para que aproveche algo al tesoro del corazón, que no provenga de él. Yo sé, como el Apóstol, que en mi cuerpo mortal no hay nada bueno. Recordad que cualquier cosa que haya en él, de mí lo recibisteis, y debéis conservarlo diligentemente, y a ti te toca llevarlo a la perfección. Comprende que si desprecias algo de eso, no desprecias palabras de hombre, sino lo que en verdad son, desprecias las palabras de Dios. Pronto volveré a Nápoles, de donde salí antes, en cuya ciudad nuestra religión progresa mucho, pues aunque en ella no llevemos ni un año entero, ya tenemos dos iglesias con sus dos casas y escuelas. Te escribo de buena gana estas cosas, pues un alumno nuestro, de esta Provincia, vaticinó insulsa e imprudentemente que nuestra religión dentro de poco sería expulsada, y se quedaría en humo, y partiría miserablemente. ¡Mira, por favor, que verdadero y verosímil oráculo! Pero hasta aquí hablamos de las cosas que sabemos. En Roma, 22 de octubre de 1627.”
El 22 de abril se envió una carta al P. Ministro de Cárcare, para que añada las letanías lauretanas al terminar las clases por la tarde, a intención de un grave negocio que algún gran príncipe ha confiado. Esta devoción parece que fue pedida este año a todas las casas, y se continuó desde aquel tiempo hasta que ha sido recientemente abolida.
El 18 de diciembre envió una carta el P. General al P. Ministro de Moricone, de la que se deduce que a finales de este año corriente se habían recogido las antífonas que se suelen recitar para la Natividad del Señor y la Corona de la Virgen María, según se usan en las citadas y en otras muchas celebraciones. Así escribió el P. General expresamente al P. Francisco de S. Francisco, para que transmitiera dicha devoción al Sr. Caprara.
Esto por lo que se refiere a la fundación de Campi. Sigue a continuación el rescripto del arzobispo de Nápoles acerca del título de nuestra iglesia de Porta Reale, cuyo memorial de petición se ha copiado ya antes, y que dice como sigue:
Puesto que como se indicaba en la petición no conviene que dichos clérigos, sacerdotes, superiores y personas de la institución asistan a tales procesiones, abandonando su propio ministerio; y al mismo tiempo para evitar los escándalos que pueden surgir a causa de la precedencia causa entre ellos y los hermanos de otras religiones o monjes, desean ser eximidos y liberados de la asistencia a las procesiones públicas, por lo cual nos fue suplicado por parte de su ministro general que, teniendo en cuenta lo expuesto, nos dignáramos proveer oportunamente con la benignidad apostólica.
Hasta aquí lo del P. Francisco, Provincial de Génova y Asistente General. Los que iban con el memorial eran el P. Arcángel de la Anunciación, el P. Juan Domingo de la Cruz, y el tercero algún junior, que hacia el 24 de octubre llegaron sanos y salvos a Florencia, como atestigua la carta del P. Arcángel. Estando el Serenísimo ausente, se dirigieron hacia la casa del Rvdo. Fiamelli, pidieron caridad y fueron acogidos. Poco después el P. Francisco Provincial los siguió, aunque con dificultades en el viaje, y no llegó hasta la vigilia de la Inmaculada a Florencia, muy fatigado, y más deseoso que sano, y reunió a los suyos.
Después de ser sepultado el Cardenal Millini, nuestro P. General salió con el P. Francisco de la Anunciación a Poli, donde ya se había fabricado una casa para las Escuelas Pías, y tomó posesión de la antigua iglesia parroquial de S. Esteban con el acuerdo del Rvmo. Obispo de Tívoli, y dejando constituido superior al P. Vicente de la Concepción, se volvió a casa.
En cuanto a noticias de nuestro instituto, el presente año es bastante fecundo, y lo comenzamos con la apertura del Colegio Nazareno, poniendo delante lo que se dice de su fundación con las palabras que figuran en la minuta con las palabras que siguen:
Francisco Deodato, Romano, 15 años
Se hace en el oratorio común meditación de la Pasión del Señor durante media hora, con asistencia de uno de los nuestros, que explica brevemente los puntos de meditación, y se concluye con ciertas preces por la exaltación de la S. Madre Iglesia, por el Pontífice y Bienhechores.
Se vuelve al estudio, que no durará más de dos horas.
De esto se puede deducir que el nombrado P. Melchor comenzó su camino sin compañero, a pesar de que en algún lugar se lee que le fueron asignados dos y lo atestigüen algunas cartas dimisorias, pues aquellos compañeros que se ofrecieron voluntariamente a él en Nápoles, fueron considerados insuficientes por Roma, y por tanto obligados a quedarse en casa.
El cual instituto sin duda dirige nuestro esfuerzos junto con la conservación del bien común la de las repúblicas citadas (como lo juzgan grandes filósofos) o más bien el cristianismo, como al contrario pensaban Gerson y el divino Carlos, siendo todo el orbe más fácil de manejar, o más bien necesario, cuanto más se comienza desde la tierna edad en las clases de hombres débiles y humildes, como bien dice Jeremías: “Los niños pedían pan, y no había quien se los repartiera”. Por lo cual se dice sin duda que la soberbia de los hombres hace que se sientan más fácilmente inclinados a ascender para enseñar en altas cátedras para enseñar a hombres de edad avanzada más bien que a rebajarse a los bancos humildes de los niños, lo cual la astucia del demonio lo considera como un trabajo menor o abyecto, y no lo considera suficientemente digno de hombres sabios y graves, cuando en realidad merecería ser considerado como sumamente importante, y no inferior a ningún otro en dignidad y precio.
Así Su Santidad a favor de las Escuelas Pías. Mientras tanto nuestros padres de Nápoles, aunque estaban fuera del peligro de la peste, pensaban transferir su noviciado a otro lugar, para el cual traslado fue ofrecido un lugar de manera muy oportuna por D. Santiago Bertea de Posilipo, un lugar próximo a la ciudad, en el que más adelante se acomodará el noviciado. Pero, como no tuvieron oportunidad de ir a saludar al arzobispo, lo recibieron de momento como un lugar para recuperar la salud, o como una ermita para hacer ejercicios espirituales, hasta obtener el permiso de vivir regularmente en él como casa religiosa. Cartas del P. General 7 y 27 de septiembre.
Año 1631 de Cristo. Trigésimo cuarto de las Escuelas Pías. Noveno de Urbano VIII.
“La Paz de Cristo. Procuraré enviar cuanto antes a vuestra paternidad dos libros de ejercicios espirituales del P. Sancio y 6 u 8 de la Imitación de Cristo de Kempis. Igualmente la instrucción, tanto para los novicio como para el maestro, del R.P. Juan de Jesús María, carmelita. Pero el verdadero libro en el que todos debemos estudiar es la pasión de Cristo, que da el saber conveniente al estado de cada uno. Por lo tanto V.R., confiando sólo en la ayuda del Señor y en la protección de la Santísima Virgen María, no dude en llevar a cabo cuanto la obediencia le ordene. Cuando le ocurra algo que le parezca digno de comunicarme, lo haga. El Señor le bendiga siempre. Roma, 18 de enero de 1631.”
Para terminar, si no es contrario a vuestro instituto, y pudiera tener algún padre que pudiera enseñar casos de conciencia y controversias, y alguno que pudiera enseñar música vocal, sería muy grato. Si no, podemos buscarlos de sobra en otros lugares, pues los hay de música tanto vocal como instrumental de todo tipo. Por lo demás, me encomiendo humildemente a las oraciones de vuestra paternidad reverendísima y de su santa Congregación. En Nikolsburg, 28 de enero de 1631. Devotísimo siervo en Cristo de vuestra Paternidad Rvma., Juan Bautista Gramay.”
“José de la Madre de Dios... como más arriba. Como es tarea nuestra elegir ministros idóneos que puedan ser útiles con sus obras y habilidad no sólo a una provincia, sino a toda la Orden, Nos, confiando mucho en el Señor en tu fidelidad, rectitud de costumbres, experiencia en los negocios y celo por la reforma, por las presentes te elegimos y nombramos no sólo Procurador General de toda nuestra Orden, sino también Ayudante y Asistente nuestro, tanto si estoy presente como ausente, durante nuestro beneplácito. En Roma, en S. Pantaleo, el día 28 de marzo de 1631. José como más arriba”.
Por lo que, visto lo que se le exponía en la súplica, contado anteriormente, envió al Emmo. Cardenal Ginetti, vicario general suyo, para que fuera a escuchar y ver el sentimiento de los demás religiosos nuestros, a los cuales, según conviene en la Congregación, después de haberles escuchado no una, sino muchas veces, hizo su informe a Su Santidad, y recibió de viva voz suya el mandato de que el P. José de la Madre de Dios fuera declarado Superior General durante toda su vida. Lo cual hizo él mismo, como narra el P. Vicente de la Concepción, en sus Anotaciones, tomo I, parte 3, cap. I. Y ello ocurrió en su palacio. Lo demás que aparecía en este breve apostólico, para mejor noticia e información de todos, lo narraremos en su momento; de momento diremos que a causa de ello, se dio por terminado el Capítulo General convocado, del cual el citado P. Vicente sin embargo no anota bien los vocales, pues todos los padres de Florencia estaban ausentes. Y tampoco anota bien sus cargos, pues el P. Juan Esteban de la Madre de Dios no era maestro de novicios, sino provincial de Liguria, y el P. Francisco de la Purificación no era Provincial de Liguria, sino superior de Florencia. Y baste lo dicho en relación con este Capítulo General.
Así dice; lo que resultó de la carta presente se verá claramente más adelante. Ahora copiamos la carta de respuesta del P. General, que suena así:
Y como el Ilmo. y Excmo. Conde Adolfo de Althan enviaba muchos niños pobres a estudiar a nuestro colegio de Nikolsburg, enviaba alguna limosna semanal de su dominio próximo de Oslava; esta liberalidad suya promovió mucho nuestro colegio. Solían ser enviados setenta panes, que eran distribuidos cada día entre los pobres, la cual limosna acostumbró a practicar durante algunas semanas. Después los oficiales del señorío se enteraron de que no había el mismo número de pobres enviados del dominio a estudiar que el de panes entregados, de modo que después se daban panes de acuerdo con el número de personas. Así, pues, este presente año se contaban 120 pobres, y cada día se enviaban otros tantos panes. El Ilmo. Sr. Conde también creó en su dominio escuelas para los pobres, y quiso que nuestros padres fueran a visitarlas e inspeccionarlas tres veces al año. No consta ni cuándo, ni si este oficio fue aceptado y practicado, pero es de creer que nuestros padres lo llevaron a cabo, mientras estuvieron allí sirviendo, según escribió el P. Peregrino, pero como después vinieron las guerras, y los nuestros y sus discípulos se dispersaron hacia varios lugares, se dejó de hacer ese servicio.
Y como el P. Francisco de la Purificación fue provisto de tantos sujetos, y la familia creció tanto, el oratorio doméstico ya no era capaz por practicar las devociones; tuvo necesidad de pedir alguna iglesia pública en la ciudad para uso de los suyos y de los escolares; hubo quienes le persuadieron de manera muy oportuna de lo adecuada que sería para su intento la iglesia de la Santa Virgen de Riccis. Así, pues, suplico con un memorial a la Serenísima que se le concediera para sí y su instituto esa iglesia.
Año 1633 de Cristo. Trigésimo sexto de las Escuelas Pías. Undécimo de Urbano VIII.
Por lo demás, si alguien pregunta curioso cuál era el sentimiento de nuestro P. General acerca de las cosas anteriores que ocurrieron al P. Melchor, no podrá verlo mejor que leyendo las cartas enviadas a menudo al P. Melchor, y entre ellas en particular la enviada con fecha 29 de abril que dice lo siguiente: “En cuanto a nosotros, no recibimos daño, pues recibimos mérito tanto si servimos a Dios en ese lugar como si lo hacemos en otro.” En otra carta: “Hágase la voluntad de Dios... parece que Dios bendito no quiere que haya obreros nuestros en esa mies de la república véneta”. En lugar de esa fundación pronto se ofrecieron uno y luego dos lugares, Lugano y Anagni. Pero como debía comenzar cuanto antes en Ancona y necesitaba una comunidad entera para Bisignano, como le suplicaron con fecha 8 de junio; y por qué no, para Carmagnola, donde no se veía el último esfuerzo y empeño para introducir el instituto, tuvo necesidad de renunciar a ambos lugares, pues hubiera sido imposible satisfacer a todos. “Si tuviera diez mil religiosos (se expresa el Fundador en una carta de fecha 29 de abril) tendría lugares a donde enviarlos en brevísimo tiempo”.
“Muy Rvdo. Padre, señor de toda mi consideración,
En Génova con fecha 21 de febrero nuestros padres recibieron por votación del Serenísimo Senado el permiso para comprar y establecer allí el noviciado la casa de D. Nicolás Carrega con un pozo y otros derechos en la villa llamada Granaroli. Por estas mismas fechas más o menos fueron enviados a Palermo el P. Arcángel de S. María, o, como encuentro en otro lugar, de la Natividad del Señor, con el P. Genaro de la B. Virgen y el P. Santiago, quienes después que con el viento a favor llegaron al lugar, el primero se presentó no como maestro de la escuela, sino como futuro presidente de la nueva obra, por lo que el P. Melchor, desconfiando de poder convivir con él, aunque dijese lo contrario, aduciendo para disimular algunas razones, se disponía a marchar hacia Mesina; la cual ida el Virrey no sólo aprobó, sino que para erigir una fundación allí procuró obtener cartas de recomendación para el consejo público.
El 15 de junio los alumnos del colegio Nazareno se trasladaron a la casa del Emmo. Cardenal Barberini contigua a nuestro noviciado sobre las 4 fuentes hacia la iglesia de S. Cayo, que su eminencia se dignó prestar por breve tiempo para uso de dicho colegio a petición del P. General. Sin embargo la llave de esta casa se la llevó el Rvmo. y Emmo. obispo de Sidonia llamado Scannaroli. Así lo confirma la carta de pago del mismo P. General y sus asistentes, escrita y confirmada con el sello común el día y año señalado.
Conviene que el Romano Pontífice resuelva las dudas que surjan en la manera de entender las Constituciones o decretos apostólicos con el ministerio de su declaración.
Año 1635 de Cristo. Trigésimo octavo de las Escuelas Pías. Decimotercero de Urbano VIII.
Juan de Jesús María, Asistente.”
El mes de octubre falleció en Poli nuestro clementísimo fundador el Príncipe de S. Gregorio, y como nuestro P. General quería que fueran muchos para celebrar debidamente sus obsequias, escribió a Frascati, y mando que fueran enviados algunos de la ciudad. Quiso que el catafalco fuera adornado con los emblemas lúgubres, e insinuó en la misma carta que si el P. Juan Bautista de S. Bernardo se encargara de preparar un panegírico fúnebre, le sería grato. Y las cosas se hicieron tal como las había mandado.
P. Juan Bautista de Sta. Tecla, Superior de Lipnik y Maestro de Novicios
En Frascati poco después del comienzo del nuevo año, habiendo un difunto que quería ser enterrado en nuestra iglesia, surgió una controversia entre nuestros padres y el venerable cabildo de la iglesia catedral, que fue comunicada al P. General con fecha 10 de enero con la queja de que los nuestros no observaban lo pactado cuando se nos dio permiso para erigir la iglesia. El remedio oportuno para decidir acerca de dicha controversia llegó por parte del mismo Rvmo. Ordinario, que era el Emmo. Card. Lanti, quien envió un escrito a su Vicario General que dice lo siguiente:
“Antonio : Bacciochio, doctor en derecho, protonotario apostólico y Vicario General de la sede apostólica de Chieti. Sea sabido a los priores, guardianes, custodios o procuradores de los conventos que existen en esta ciudad de Chieti y otros que estén afectados por la creación en esta ciudad de un convento de los Padres de las Escuelas Pías. Avisamos a todos y a cada uno de la lista para que, según lo prescrito en las Constituciones de Clemente VIII de feliz memoria, que comienzan ‘Quoniam ad Institutum, etc.’ Si alguno quisiera oponerse a esta nueva fundación, comparezca legítimamente ante Nos en el término de 9 días para decir lo que sea. De otro modo, pasado el término concederemos e impartiremos de buena gana a los padres citados el permiso para construir un convento, observando lo que hay que observar. Ordenamos por ello a nuestros sacristanes, mensajeros y a todos los que sirven en nuestra curia, para que lleven la presente intimación a los abades, priores, guardianes, rectores, prefectos, correctores, custodios y procuradores de todos los conventos regulares que existen en Chieti y en los lugares próximos hasta 4 mil pasos, que puedan tener algún interés, de modo que no haya nadie que pueda alegar ignorancia de nuestra intimación. En fe de lo cual lo damos en el palacio arzobispal este día 4 de septiembre de 1636. Antonio B. Bacciochio, Vicario Apostólico. Epifanio de Actis, canciller. César de Sacra Mora, servidor de la curia arzobispal.”
Y como cedemos y damos libremente al citado prepósito y a sus sucesores el domino irricense libre de toda deuda o cualquier pretensión de mortales, obligamos al actual prepósito y a sus sucesores a que, en forma de reconocimiento, suministres y entreguen para el conveniente sustento de dichos niños tres modios de trigo candeal y medio de trigo cada año.
En la vigilia de las siete fiestas de la B.V.M. conténtese todos con una sola comida. Si la fiesta de la Anunciación cae el lunes de Pascua, o en la octava, ayúnese el Sábado in Albis, ya que suele celebrarse fiesta el lunes después del domingo in albis.
El procurador general tenga su sitio en el capítulo general, y preceda a los provinciales.
Los breves apostólicos pedidos a su favor por alguien, no tendrán ningún valor si no están firmados por el P. General y los asistentes.
Hasta aquí los Rvmos. Prelados de la S. Visita Apostólica, quienes, no juzgando necesario añadir nada más, y no ocurriéndoseles a nuestros capitulares decidir nada más, dieron fuerza a todo lo anterior, firmando con su propia mano. El 23 de noviembre de 1637.
“José de la Madre de Dios, de los Clérigos regulares Pobres, etc.
“En el nombre del Señor, amén.
Y, una vez absueltos, como hemos visto, los PP. Francisco y Ambrosio, y rehabilitados para el ejercicio de sus órdenes, volvieron a su provincia toscana llevando para su P. Provincial el decreto que sigue:
Poco después nuestros hermanos operarios que no estaban contentos en el estado que profesaron, por lo que se esforzaban para conseguir el sacerdocio, al que en su opinión tenían derecho, decían audazmente que en su opinión eran clérigos, pues habían profesado para ese estado según los argumentos siguientes:
Porque así están llamados: en algún lugar con el nombre de clérigos menores, en otros con el de clérigos operarios.
Que algunos de ellos hicieron la profesión en casas en las que no había nadie designado para darles formación religiosa.
“Nos, Don Pablo Durán, por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica obispo de Urgel y consejero real, años atrás (cuando residimos en Roma, y servimos como auditor del sacro palacio en la Sta. Rota), viendo con nuestros propios ojos la utilidad que da y ofrece el instituto de la Orden de los Pobres de la Madre de Dios a la sociedad cristiana por medio de la educación de los niños en el temor de Dios y la doctrina cristiana y en las letras humanas, nos propusimos a menudo en el corazón procurar hacer todo lo posible para introducir dicho instituto en los reinos de España. Y comunicamos este propósito nuestro, hablamos y dialogamos sobre ello, con el P. José de la Madre de Dios, fundador y General de dicha santa religión.
Entre los nuestros había diversas opiniones con respecto al citado señor, y las que llegaron a Roma no lo alababan. Pero el P. Pedro tenía que tratar diversos asuntos con él, y parece que se formó un juicio diferente, que envió al P. General, mucho más favorable al Sr. Conde según él mismo contó, pues de su afecto hacia él, como se ve en la carta citada, él mismo pudo testificar tan pronto como de Nikolsburg se dirigió a Strasnize, cuyo viaje parece que Dios hizo próspero y lo honró con un milagro. Pues en Strasnize reinaba una terrible sequía, de modo que durante un semestre y más casi no había caído una gota de agua. Se temía una gran carestía de bienes. Bajo la amenaza de esta desgracia, el conde escribió (como vimos) al Padre Pedro, cuya fama de santidad era ya conocida, y le invitó a su residencia, y él en cuanto pudo se puso en camino y bendijo las tierras afligidas por la sequía, de modo que cayó una lluvia abundante, que regó los campos y los prados para consuelo de la gente. Así lo cuenta la historia de Lipnik, y el P. Juan Carlos Tomo I, n. 295.
Más tarde, a causa de que la Ilma. viuda no quiso dejar todo su palacio para vivienda de ellos, cuando llegaban los alumnos (como quería el legado), sus voces, sus continuas corridas arriba y abajo, la incomodaban. Por lo que nuestros padres deseaban que, ya que al menos debían construir una iglesia fuera del palacio, si el P. General quería, construirían también un edificio para las escuelas con los bienes de la fundación.
Año 1639 de Cristo. Cuadragésimo segundo de las Escuelas Pías. Decimosexto de Urbano VIII.
Para que cada una se resolviera de manera más fácil y más feliz, y al mismo tiempo se pusieran más obstáculos a la audacia de los presuntuosos, tras tener una reunión con sus asistentes, y persuadido por algunos de los religiosos, el P. General decidió pedir a Su Santidad un Protector para la Orden, pues para este servicio se ofrecía concretamente el Eminentísimo Cardenal Cesarini; este fue declarado por Su Santidad Protector para servicio de nuestra Orden, y fue recibido como tal.
Aproximadamente por estas fecha o no mucho más tarde se ofrecían muchos sitios para fundar en Italia. Así el obispo de Capaccio con fecha 23 de febrero ofrecía su lugar de Novi. La ínclita población de Cori invitaba gentilmente por medio de D. Lorenzo Bulti y del R.P. Constantino Palamolla de los clérigos regulares de S. Pablo el 31 de marzo a que fueran a su ciudad. La misma intención tuvo el obispo de Catania con fecha 23 de mayo, y el 31 del mismo mes la comunidad de Sambuca para Sambuca. El Ilmo. Marqués de Toscaldi escribió el 13 de octubre, y luego con fecha 2 de diciembre la comunidad de La Spezia. De fuera de Italia fuimos invitados al reino de Polonia, como muestra la carta siguiente, que copio del original:
“Santísimo Padre.
Sucedió después que oyó la plena voluntad del cardenal protector el mismo P. Superior, y salieron hacia Roma el P. Justo y Pastor con el clérigo Lucas de S. Bernardo, volviendo a las razones de su contumacia. Sin duda las oyó, pero no probaban nada a su favor, al contrario, las tenía como frívolas e inútiles, así que, invitándolos a la obediencia del breve apostólico, y a la Congregación de los prelados romanos sus superiores, los despidió.
Hasta aquí la carta del Eminentísimo protector al citado Padre Gabriel. Después de esto los reclamantes en verdad se callaron divididos, hasta que de nuevo, por letras o en reuniones personales en las comunidades se les presento la ocasión. Pues había otras disputas acerca de la precedencia y antigüedad que surgieron como consecuencia del decreto sobre delegados para asuntos de nuestra Orden (del que se habla más abajo): la ley de prófugos.
Con fecha 12 de junio también la comunidad de Roccamonfina suplicaba nuestro instituto con un deseo extraordinario, ofreciendo al P. General para el ejercicio del instituto la iglesia de Todos los Santos y un cierto edificio cercano que serviría como noviciado, además de prometer construir desde los cimientos un colegio. Los ciudadanos ofrecían la comida, lo cual dos de los nuestros que conocían su liberalidad encomiaron no poco, pues la habían experimentado al pasar por allí, y visto el lugar para enseñar a la juventud, desearon nuestra introducción allí.
Como se nos han entregado muchas cartas de Como y de Vercelli en las que los ciudadanos de esas ciudades nos insisten para que nos dignemos enviar a esas partes religiosos nuestros que ejerzan allí el ministerio de las Escuelas Pías, Nos, que decidimos en el Señor satisfacer sus deseos piadosos y voluntad, confiando en tu integridad y en tu destreza para manejar los negocios, te elegimos, encargamos y enviamos a ti, P. Glicerio citado más arriba, después de haber hablado con nuestro Emmo. Cardenal Protector, para que visites diligentemente los lugares que te sean propuestos en esas ciudades para fundar las Escuelas Pías, y consideres si nuestros religiosos pueden ir allí para vivir de acuerdo con lo prescrito en nuestras Constituciones, y para ejercer cómodamente la tarea de enseñar para bien del prójimo. Te damos facultad para que residas en las ciudades citadas, según te pareciere mejor, y juzgares más conveniente, y que una vez hayas visto y hecho diligentemente todas esas cosas nos informes de todo volviendo a la ciudad. En nuestra casa de las Escuelas Pías de San Pantaleo, el 23 de octubre de 1640.
En Roma, 2 de agosto de 1640. José de la Madre de Dios, Superior General”
Yo soy un gusano y no un hombre, vergüenza de los hombres y rechazo de la gente, que recibí del Sumo D.O.M el beneficio de no celebrar ningún sacrificio de la S. Misa en el que no me acordara de tu Eminencia ante el Señor, para que tu Eminentísima Grandeza no tuviera horror de aguantar el clavo de nuestra bajísima religión. En verdad nunca me he animado a dirigir una sola palabra a tu Eminencia; además se considera injurioso e indigno que un hombre despreciable hijo de la tierra y de inútil valor importune a un príncipe tan alto con mis ineptitudes, y que sus ojos puedan detenerse en él, distrayéndole de asuntos tanto públicos como domésticos necesarios para la vida, y que pierda tiempo con él. Sin embargo ahora, empujado por la necesidad y rotas las barreras de la vergüenza, y lleno de rubor me acerco a besar los sagrados vestidos de tu Eminencia, y vuelo a donde tú estás y pido confiadamente el remedio a mis necesidades.
Ephemerides Calasactianae XXI (1952, 137-139)
El 12 de diciembre el P. General escribe al P. Juan B. de la Virgen del Carmen, en Chieti, expresándole lo contento que está porque se han abierto las escuelas, y cómo esa noticia es para él un gran consuelo. Al mismo tiempo le recomienda que vigile con gran diligencia para que aquellas Escuelas Pías vayan de bien en mejor, y se frecuenten los oratorios con devoción y frecuente recepción de los sacramentos.
Cl. Silvestre de Sta. Mª Magdalena
‘Yo, N. de S.N. llamado en el siglo N., hijo de N. de años, hago mi profesión solemne como hermano operario lego en la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, y prometo a Dios Omnipotente Padre, Hijo y Espíritu Santo, y a la Bienaventurada Virgen María, y a usted, Padre N. en nombre y en representación de nuestro Padre General y de sus legítimos sucesores, y hago voto solemne de obediencia, pobreza y castidad por todo el tiempo de mi vida, y además prometo y hago el cuarto voto de no ambicionar el estado clerical ni ninguna voz activa o pasiva, ni llevar vestido clerical ni bonete hasta mi muerte. Y esta profesión, a pesar de lo que haya en contra, a lo cual renuncio ahora libre y totalmente, intento y quiero que sea rata y válida para siempre. En fe de lo cual firmo lo escrito con mi propia mano en N. el día N. del mes N. del año N. Ofreceré al Señor mis votos en presencia de su pueblo en los atrios de la casa del Señor en medio de Jerusalén. Yo, N. de N. confirmo con mi propia mano todo lo escrito más arriba.’
P. Francisco de la Purificación, Asistente General
P. Esteban de los Ángeles, Procurador General
El total de decisiones fueron 34, de las cuales las más importantes son las que siguen:
Se permite el uso de vasos sagrados de plata, donde sean regalados; del mismo modo se discierne en cuanto a paños de seda, pero que sean simples. Sin embargo no se admita de ningún modo el dorado en nuestras iglesias.
Los clérigos que busquen directa o indirectamente ser promovidos a los órdenes, sean incapacitados durante un trienio para recibir las dimisorias.
Para Sicilia fue elegido provincial el P. Juan Esteban de la Madre de Dios, pero por causas justas renunció a su elección. Cuánto dolió al P. General esta renuncia, se puede ver en las cartas que envió al P. Vicente de la Concepción a Mesina con fechas 6 y 19 de julio. Hubiera sido una persona apropiada para el cargo el P. Melchor de Todos los Santos, que había salido de Guisona en Cataluña, y por Livorno había llegado a Roma, pero no pudo continuar más lejos, a causa de una afección externa del pecho, que parecía incurable como la lepra. Así lo dice el P. General en una carta dirigida a Mesina el 7 de diciembre.
Más tarde en este año llega una carta de la augustísima Emperatriz Leonor al eminentísimo Cardenal Colonna, enviada a Bolonia, alabando a la Orden, que dice como sigue:
El día 22 de octubre se enviaron a Vercelli para comenzar la fundación los siguientes:
P. Antonio de S. Miguel.
Asistí a la solemnidad de la Asunción de la Virgen a los cielos, que suele celebrarse en vuestra iglesia con devoción cada aniversario. Y gracias a Dios y al buen hacer de vuestros padres fue un magnífico éxito. Había tantos penitentes, y tanta gente que participó, que quien no se sintió movido a devoción por ello, no pudo evitar al menos la admiración.
Para concluir el año presente, doy el número de neo profesos y de difuntos nuestros fallecidos en el Señor este año. Los primeros fueron 29. Los segundos, 8. De los cuales fue alabado el P. Jorge de la Purificación, nativo de Silesia, siendo su pueblo Gosiglov y su apellido familiar Schudert. Varón de buen ejemplo, y puntual observantísimo de la obediencia, como testifica su provincial el P. Onofre. Falleció en Nikolsburg, en Moravia, de tuberculosis, a los 30 años de edad.
Estas habladurías fueron la ocasión para que la construcción comenzada en Litomysl en Bohemia, que nuestros enemigos querían robarnos más que favorecer, se retrasara. Y lo mismo ocurrió con el Ilmo. Sr. Conde Kurz y su propósito de introducir este año nuestro instituto en Horn, pero se echó atrás. Pero, lo mismo que se continuó la construcción de Litomysl (disponiéndolo así Dios) hasta terminarse, también el conde Kurtz hizo firme su propósito. Qué ocurrió con él (los nuestros sí querían), lo veremos más tarde.
“Sacra Real Majestad,
En reunión general de la S. Romana y Universal Inquisición, en el palacio apostólico de S. Pedro, en presencia de S.S. nuestro Sr. Urbano VIII Papa por la gracia de Dios, y de los eminentísimos y Rvmos. Sres. Cardenales Roma, S. Onofre, Pánfili, Spada, Verospi, Barberini de S. Clemente y Ginetti, inquisidores generales contra la maldad herética en toda la cristiandad, especialmente diputados por la S. Sede Apostólica, en presencia también del R. S. Asesor y Comisario General de la Sta. Inquisición.
El P. Vicente y el P. Juan Carlos dicen que esto ocurrió el 10 de marzo. Al día siguiente, es decir, el 11 del mismo mes, comenzó la visita con la inspección del sacramento de la Eucaristía, según indica el ceremonial romano, y hasta el 13 de abril revisó consecuentemente el ajuar tanto doméstico como eclesial, los locales de la casa, las escuelas y las personas particulares, y cuando terminó, escribió y publicó todo lo que le pareció que era digno de corrección. A saber:
D. Agustín Ubaldini, visitador. Mucio María Carraciolo, canciller.”
Por consiguiente mandamos en virtud de santa obediencia a todos y cada uno de los superiores, clérigos y demás personas de la Congregación citada, de sus casas y lugares regulares relacionados con ella, que os acojan a ti y a los asistentes citados prontamente, en conjunto y a cada uno, y que reciban y obedezcan humildemente tus órdenes y las de ellos, y procuren cumplirlas eficazmente, pues de otro modo daremos por buena la sentencia o pena que darás o impondrás debidamente a los rebeldes, y la haremos cumplir inviolablemente hasta su plena satisfacción, como obra del Señor. Queremos también que si en tu visita descubrieras algunas cosas más graves, nos hagas llegar toda la información diligentemente cerrada bajo tu sello, para que veamos qué hay que hacer tras madura consulta. No obstante las constituciones y órdenes apostólicas, los estatutos y costumbres, privilegios e indultos de la Congregación, de las casas y lugares religiosos citados, incluso con juramento y confirmación apostólica, o reforzados con cualquier tipo de autoridad, y de sus superiores y clérigos, bajo cualquier forma, incluso cualquier tipo de cláusulas derogatorias y otras cláusulas eficaces e inusuales, en general o específicas, que vayan en contra de lo dicho, no importa quién las haya concedido, confirmado o innovado, pues por las presentes y especialmente para conseguir los efectos deseados expresamente las derogamos, lo mismo que cualquier otra cosa que vaya en contra, por lo que todo lo que ha sido expresado lo damos por plena y claramente expresado, con todas las cosas afirmadas, y para que guarden su vigor.
¿Cuáles son los medios necesarios en la Orden para procurar más espíritu en los súbditos?
¿Se sabe de algún escándalo cometido tanto por un superior como por los súbditos?
El modo desagrada…
Por las cartas anteriores se puede cuánta estima sentía el Rey de Polonia hacia nuestro instituto, y cómo se preocupaba también en promoverlo entre otros.
“RR. Padres,
No fue menos solícito por nosotros el duque Ossolinsky, que escribió al eminentísimo Cardenal Barberini lo que sigue:
La causa de tantos males viene de que no se ha cuidado y se ha descuidado el examen de los sujetos que son admitidos en el instituto. Además, de una mala formación en el noviciado, pues está claro que la plebe no tiene disciplina y carece de educación civil, antes de que puedan aprovechar algo en el espíritu son arrojados a enseñar en las escuelas y a hacer las colectas para completar las casas que los reciben, que más bien necesitan sujetos hábiles.
Muerte del P. Mario
Breve a favor del P. Cherubini
¿A quién fue dirigida esta carta? No es fácil decirlo, pues falta la dirección. Pero hay indicios de que fue escrita a nuestro conde de Strasnize, Francisco de Magnis, que siempre se encomendaba tanto a las oraciones del P. General y del P. Pedro. Este mismo año precisamente se encargó de conducir hacia Milán un ejército de soldados alemanes que le fue confiada por el Marqués de Castro, embajador del rey de España en la corte imperial, para ponerla al servicio del rey católico. Que la llevó más tarde lo atestigua el mismo Ilmo. Sr. Conde de Pavía escribiendo a Roma con fecha 13 de agosto pidiendo que continuara ofreciendo por él sus santas oraciones, que confiaban que serían completamente saludables y eficaces por los méritos del P. General.

En cuanto a lo tercero, que procuré que el P. Esteban fuera hecho vicario general por un breve apostólico: es falsísimo, y apelo para que den testimonio a los eminentísimos cardenales diputados. Pues hasta aquí no se había tratado nada sobre ello, pues yo más bien me esforzaba para que, restaurado en su oficio el P. General, según aparece en sus Constituciones, él se elija a alguien que le ayude, ya que él a causa de la edad ya no puede hacer tanto trabajo. Lo mismo hizo el P. Esteban, sin ningún interés personal, como puedo mostrar para confusión de los que actúan contra él, en un folio escrito mucho antes de que se enviara un memorial contra él a la S. Congregación de cardenales delegados. Memorial conseguido de manera indebida, al parecer con la firma de algunos que desconocían su contenido, si iba a favor o en contra del padre Esteban. Y de algunos que firmaron por el respeto que tienen hacia el P. General, cuyo nombre veían escrito delante; y después de algunos que dicen que el nombre del P. General fue puesto sin saberlo él mismo. De todos ellos tengo cartas escritas por su propia mano para presentarlas ante la S. Congregación.

Porque fue firmado por personas de tal calidad que en realidad no son de la Orden: ¡habría que castigar a esos falsarios!
“Eminentísimos y reverendísimos Señores,
José de la Madre de Dios, superior general
Jerónimo del Smo. Sacramento y otros 35 de la ciudad.”
Hasta aquí la nación española a favor del instituto. Y es el primer punto que puede referirse a la justificación previa del P. Pietrasanta.
Manifiesto de los PP. Asistentes acerca de su renuncia al cargo.
Una vez fallecido el P. Mario, al cuidado del cual había quedado el gobierno de todo el instituto, el P. Pietrasanta cooperó, y en su lugar y cargo puso sin comunicárnoslo ni contar con nuestro cargo al P. Esteban de los Ángeles, a pesar de que había tantas y tantas reclamaciones contra él. Él entonces nos sometió despóticamente a los superiores locales, y nos obligó en virtud de santa obediencia y bajo pena de suspensión a divinis a ponernos a su disposición, no habiendo aparecido entre tanto ningún nuevo Breve en relación con nosotros, y sin tener noticia sobre si nuestra renuncia había sido aceptada, por lo que hasta ahora debe ser necesariamente nula, pues nos vimos movidos a hacerla violentamente; sin observar ninguna circunstancia ni solemnidad, ni tan siquiera firmarla (de todo lo cual no nos arrepentimos ahora).
Ruptura del archivo
Razón por la que no se publicó el nombramiento del P. Esteban como superior en Nikolsburg
Estamos sufriendo las penosas calamidades de la guerra. El transilvano está cerca de nosotros, el sueco ocupa la provincia, y además oímos que los nuestros en Italia sufren perturbaciones intestinas. Y encima nos tratan de obstinados, contumaces, desobedientes. Y ahora nos lanzan excomuniones; ¿quién no ve que en un tiempo de tantos males apenas podemos llevar sobre nuestro cuello un peso más pesado?
Carta al P. Alejandro
En la medida de mis fuerzas quiero dar gracias a la Gran Madre y a su Hijo unigénito y querido, de cuyas manos generosísimas he recibido muchos beneficios, y quiere que yo me esfuerce en promover la piedad germana y el amor fiel, para que los hombres les honren dándoles culto y honor. Puesto que hasta ahora he vivido protegida por la piedad de uno y otra, y confieso sinceramente que yo, indigna, siempre me vi inundada por los muchos favores de la Madre piadosa y el Hijo, y por citar alguno entre la multitud de ellos, diré que el Hijo me mostró en medio de mis angustias a la Estrella de la Mar, así llamada la Madre benignísima, según la cual debía yo dirigir el curso de mi vida en la oscura noche de este mundo, la cual fue para mí el único consuelo; y cuando yo me consideraba huérfana y abandonada, frente a mí la Madre me mostró a su Hijo, que sufrió la amarga ignominia de la muerte para engendrarme a mí, arrancada de las fauces de la muerte, como querida hija del Padre Eterno. Protegida bajo su patrocinio hasta este día, yo, Febronia, último vástago de la familia Pernstein, quiero dar testimonio de los favores divinos, que recibí en gran cantidad desde la infancia, con intención de ofrecer un sencillo testimonio eterno de gratitud. Para no separarme nunca de la grandeza de mis antepasados, la cual adornó con su magnificencia este ínclito reino de Bohemia con magníficos monumentos y edificios, y diversas provincias con grandes construcciones, como si fueran su propia ciudad, yo, sin ambicionar nada terreno, ni movida por nada transitorio, he introducido en nuestra ciudad hereditaria de Litomysl la familia religiosa de la Reina de cielo y tierra y amantísima patrona mía, gobernadora de mis bienes tanto espirituales como temporales; le he construido una casa, he añadido el ajuar necesario, y la he dotado con una cierta limosna anual; todo lo cual quiero que sea rato, firme y valido, ahora y que aparezca como tal en el futuro. Para satisfacer mi intención, he introducido un instituto, habiendo conocido de cuánto mérito es colaborar con Cristo en la salvación de las almas. Sabiendo que en los confines de mi dominio hay muchos niños que piden pan y no hay quien se lo parta, quise que vinieran a mí cooperadores que fueran idóneos para cooperar conmigo en tales labores, que educaran a todos los niños que fueran a ellos en la piedad y en las buenas costumbres, y les instruyeran en las letras, según sus piadosas y laudables Constituciones aprobadas por los sumos pontífices, y que además se dedicaran al servicio del culto divino y particularmente a la devoción de la Gran Madre, de modo que esta ciudad, al igual que una viña, una vez arrancadas con sus obras las malas hierbas de la perfidia herética y plantados los nuevos brotes de letras y buenas costumbres en los jóvenes que crecen, dé frutos abundantes de fe y de piedad, y que erradicada desde los cimientos de este modo la impiedad, Dios, tres veces óptimo y máximo sea honrado y reciba eterno culto de todos, en una sola fe, con la verdadera religión y con un único culto. Y para que nunca en ningún tiempo desaparezca el ejercicio del culto divino, y los cantos y devociones a la Santísima Virgen, y para que nos sean apartados los RR. Padres a los que yo llamé, me refiero a los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, quise que ellos fueran los ejecutores de mi voluntad, pues militan bajo el misma estandarte de mi Gran Madre, y se esfuerzan con singular empeño y habilidad en incrementar su honor y su culto.
No puedo sino compadecerte, o pobre religión de las Escuelas Pías, pues siendo famosa para los reyes, aceptada por los príncipes y solicitada en muchas regiones del mundo, por obra sólo del P. Visitador Pietrasanta te has convertido en objeto de burla, pues te guía a su arbitrio mediante la imposición por medio de engaño de una cabeza ilegítima. Pues si lo consiguió con algún engaño, se puede considerar como una injusticia el que lo lograra. En verdad, ¿quién no lo llamaría injusticia? Pues apenas seis horas después de fallecido Mario, mostró a algunos seguidores suyos y de Mario un Breve apostólico nombrando a Esteban Superior, y no lo enseñó al fundador y aquellos que solían representar la Orden, y lo que es más grave, a la sagrada Congregación, que dijo claramente que no sabía que hubiera salido ningún breve, y que además no se atreve a abrir la boca sobre ello, quizás para que no aparezcan las maquinaciones del P. Esteban, con las cuales y mediante su parentela se ha procurado el cargo citado mediante un Breve apostólico. Pero si los escritos a favor del P. Esteban son de los Cherubinis, la bolsa es más bien de los pobres de las Escuelas Pías, pues la tiene él, y con su liberalidad hacia los cortesanos barberinis y pontificios se han pagado los regalos cuya obra es la compra del Breve de su cargo, si es que se ha comprado. Nosotros tenemos tanta fe en él, cuanta él dice tener en nuestros memoriales firmados por mano propia por tantos religiosos a favor del fundador.
Mientras tanto, durante el conclave, o en los días anteriores, el P. Francisco de la Anunciación envió a las provincias una carta que decía como sigue:
Carta del P. General
Así dice el memorial de la real majestad:
“La paz de Cristo.
Carta del P. General
Si en realidad hubiera existido esa inhabilidad, seguramente alguno de los cardenales de la sagrada Congregación habría hablado de ella en la resolución a la que se refiere el citado obispo de Ravello. No te fatigue leer las palabras del mismo Calasanz al P. Vicente, pues aunque son pocas, para nosotros son de mucho consuelo. Así le dice:
“La Paz de Cristo.
Durante este mismo año se vendieron 27 imposiciones en el Banco de las Cámaras por valor de 3023 escudos, que rentaban más de 121 escudos anuales a la casa de San Pantaleo. Se vendieron con la escusa de que había que reparar la casa por un coste de 1635 escudos. ¿Qué se hizo de ese montante después de pagar esta cantidad a don Venancio Bruno? Sólo el P. Esteban y Pietrasanta lo saben.
Tampoco nuestro príncipe de Nikolsburg pudo evitar el hacer una recomendación de nuestra Orden, como atestigua las carta que le respondió el eminentísimo Colonna, y que dice así:
En cuanto a lo que hago según la debilidad de mis fuerzas por amor y celo hacia esa santísima Orden, tuve mucho cuidado en enviar por medio de mi propio correo el asunto, y después se presentó la ocasión de hablar a solas con el Ilmo. Conde de Curtz, con el cual traté cara a cara muchas veces del asunto, y examinando la cosa en diferentes momentos con mucha atención llegamos unánimemente a la conclusión de que no es necesario que su muy reverenda paternidad venga aquí enseguida, pues aun suponiendo que su S. Imperial Majestad pensara salir de aquí al menos este 15, esto no nos parece un motivo suficientemente y determinante. Puesto que ya tienen la tolerancia para poseer sin ser molestados los colegios aceptados en las provincias de la augustísima casa de Austria, en ello se entiende que está involucrado el permiso tácito del Emperador, además de cierto afecto y protección. Pudiera ocurrir que si pidieran ese permiso, se presentara antes algún argumento de sus potentísimos y numerosos adversarios, que se oponen a ustedes. Y entonces es tan fácil que la sentencia fuera negativa como afirmativa, especialmente porque una vez entregado el pliegue de súplica, antes de obtenerse una sentencia sería comentado en la corte por muchos, según la diversidad de sus afectos. Por lo cual tanto el Sr. Conde como yo juzgamos que para tratar un asunto de tanta importancia es mejor dejar pasar algún tiempo, para estar seguros de que en la corte consta el afecto de muchos notables, Y a esto añadió el citado ilustrísimo conde de Kurtz que mientras Dios le dé vida, los reverendos padres no deben tener ningún temor, porque también atrajo a su opinión al supremo prefecto el Ilmo. Conde de Hautmansdorff, y que pueden estar seguros de todo su afecto. Me prometió también ante mi mayor insistencia que entregaría cartas de recomendación al príncipe de Dietrichstein, para que cuando venga este a Polonia, como suele, tenga la ocasión de recordar esta santa religión. Con lo cual concluyo que, a falta de obras externas imposibles para mí, para plantar esta viña nueva les ofrezco mi mente y mi afecto, y prometo permanecer siempre, como escribo, seguro servidor en Cristo de vuestra muy reverenda paternidad y de toda su Orden, Marcio, superior de Plank.
Hasta aquí su secretario, con la misma fecha, es decir el 13 de enero del presente año. Pues quería el P. Alejandro, provincial de Germania, obtener el derecho dado por la Majestad Imperial para residir en todos sus reinos hereditarios, ya que se había murmurado por aquí que nuestro instituto se había introducido a escondidas en Moravia y Bohemia. Pero fue persuadido para que esperara un tiempo más oportuno para pedir esa gracia, y que por el momento nos bastaba la tolerancia imperial que aprueba y tolera el instituto. Por lo demás, Moravia y Bohemia este año se sintieron muy afligidas y oprimidas por la guerra, la peste y en ciertos lugares incluso por el hambre. Nos agrada narrar las cosas que ocurrieron a nuestras casas.
No resulta fácil imaginar en cuántos apuros se vio después de la muerte de estos religiosos el P. Provincial de Germania. En Nikolsburg no había ningún sacerdote; tres hermanos operarios cuidaban de la casa. El clérigo F. Jorge de la Natividad de la Virgen agonizaba a causa de la peste. En aquel tiempo toda la provincia constaba de 5 casas y 22 sujetos, entre los cuales sólo había 9 sacerdotes y 4 clérigos, y los demás eran hermanos operarios. No sé quién podría narrar sus méritos, para que yo los cuente. Después, como el P. Esteban de S. Ciriaco se vio obligado a asumir él mismo el gobierno de la casa, los de Litomysl llevaban bastante mal su ausencia, pues estando fuera del peligro de la peste, aunque no del miedo a la guerra, continuaban trabajando en la escuela, con el silencio de las musas en casi toda Moravia.
El General y Fundador de las Escuelas, humildísimo suplicante y devotísimo servidor de vuestra eminencia, viéndose manifiestamente a sí y a su instituto (o más bien, de Dios), en el cual lleva esforzándose ya casi 50 años, oprimidos de tal modo que no hay manera de resistir, recurre al poder de vuestra eminencia, suplicando con insistencia para que pueda oponer su autoridad a tanta violencia, pues se intenta perder directa o indirectamente esta obra del mismo Dios. Directamente, tratándolos con opresión; indirectamente, queriendo reducir la Orden a una simple Congregación, y relajar con muy vergonzoso deshonor la pobreza en cuya profesión florece incluso a los ojos de los herejes en el corriente siglo XVII. Si nos ofrece la interposición de su autoridad, no sólo hará algo grato a Dios, sino que servirá al bien de toda la cristiandad, y esta Orden tendrá la ocasión de reconocerle como su protector y conservador.”
Memorial al Pontífice
Hoy por la tarde, alrededor de las 22 horas ha habido una reunión de la Congregación de cardenales encargada de nuestros asuntos. Y se ha decidido que el Cardenal Roma informe a su Santidad sobre lo que se ha tratado, y se cree que pronto ocurrirá algo favorable para la Orden. 3 de febrero.” Otra del 10 del mismo mes: “El pasado sábado se celebró una reunión de la Congregación y luego el lunes se entregó la relación a Su Santidad en el Consistorio. Confirma lo que digo el Ilmo. Embajador de Bolonia, que dijo que su Santidad deseaba que nuestros asuntos se terminaran cuanto antes. Esperamos cualquier día que aparezca su decisión.” Así dice.
“Reverendos padres y hermanos en Cristo.
A lo cuarto. Que se frustraron muchas visitas apostólicas. Respondemos que se trata de una acusación sin fundamento, como atestiguan los ejercicios cotidianos observados y completados.
Otra carta semejante de los PP. De Génova
“Hoy, cerca de las 24 horas llegó a nuestra casa de San Pantaleo el secretario del Rvmo. y Emmo. Cardenal vicario un breve pontificio para nosotros, reunidos en el oratorio común, anunciando y publicando lo que aquí se resume:
Así escribía al P. Vicente con fecha 17 de marzo, y de manera semejante en la misma fecha al superior de Narni.
[Contiene los diez años del estado de reducción.]
Dispuesta esta casa de S. Pantaleo en orden, el eminentísimo también dispuso con respecto a la del Borgo, pero no se hizo cargo del Colegio Nazareno, sino que lo remitió a los auditores de la S. Rota, tal como había dispuesto el breve apostólico.
El P. Fundador pedía al obispo de Sabina quedarse con la casa de Moricone por algunas razones con fecha 20 de mayo, pero no pudo obtener esta gracia porque según el tenor del Breve apostólico cada casa y cada religioso de las Escuelas Pías debían estar sometidos al Ordinario. En virtud de dicho Breve, más tarde el Vicario General Brandimates Tomasi envió al arcipreste D. Rubén Nerolano a tomar posesión o manifestar la jurisdicción, y a hacer una visita. Pero no tenemos ninguna noticia sobre quién nombró superior.
Después que la Marquesa de Campi recibió la orden, y fue informada de nuestro común infortunio por rivales nuestros, intentó expulsar a nuestros padres de la casa de Campi, pero habiendo recibido información por parte de nuestro P. Fundador, cambió de opinión, y deseó que ellos gozaran de su protección.
Bendito sea Dios, que nos sacó de las tinieblas y nos guió a su luz admirable. El pasado jueves (que era el 22 de junio) vino a nuestra casa el Rvmo. Vicario de nuestro Arzobispo el Eminentísimo Cardenal Durazzi, muy amigo nuestro, quien después de reunirnos a todos nos hizo público el Breve apostólico, y nos exhortó a seguir con paciencia la vida religiosa y las actividades escolares, y después de que todos votaran, me nombró superior, etc.”
Otro efecto semejante es que con la autoridad del Rey, el Breve Apostólico entregado por el Nuncio Pontificio no fue publicado en aquellas partes, aunque nuestros adversarios insistían con fuerza, como el P. Onofre les oyó charlar mucho ante su cara, tal como se ve que se queja al P. Fundador. Le escribió el 22 de junio estas palabras: “Lavaron completamente mi cabeza con sus lenguas; no me molestaría si fuera sólo contra mí; pero me dolió que charlaban contra toda la Orden”. Así lo cuenta.
Queremos que esta carta sea publicada y fijada en las puertas de la Iglesia de Letrán, en la basílica del Príncipe de los Apóstoles y en lugar habitual del Campo de las Flores de la ciudad, de modo que una vez publicada y fijada de este modo, todos y cada uno a los que ella concierne, tanto en la curia romana como fuera de ella, la sigan y actúen conforme a ella, y que si fueren intimadas personalmente por alguno de ellos, se presente impresa con el contenido expresado, firmadas por la mano de algún notario público y provista con el sello de alguna persona con autoridad eclesiástica, para dar fe en cualquier lugar. En Roma, en Santa María la Mayor bajo el sello del Pescador, el 4 de diciembre de 1646, 3º de nuestro pontificado. M. An. Maraldi.”
El tercero fue el P. Juan Esteban de S. Cirilo, llamado en el siglo Felipe Filípide, moravo de Cremsier, varón ilustre, que publicó un librito de poemas de un estilo alegre, epigramático, titulado Iris Poëtica.
Quizás su Real Majestad no conocía ese hecho; sin embargo cuando conoció que su deseo no había sido satisfecho, no por ello dejó de interesarse por promover nuestras cosas, sino que al fallar el primer medio, lo intentó por otro camino. Mandó escribir una opinión teológica que pudiera con toda seguridad apoyar de manera razonada para conseguir nuestro bien común de las Escuelas Pías.
Pues la perturbación de dicha Orden que aparece como la única causa de esta reducción no parece ser suficientemente proporcionada. ¡Si es que hay alguna causa! Y sí la hay; más bien dos, que tampoco prueban ser suficientes.
Por lo cual, tras examinar atentamente la cuestión, concluimos, salvo mejor opinión, que por derecho puede el Rey Serenísimo urgir con gran confianza la estabilidad de esta Orden al Santo Pontífice, pues está libre de todo mal, y no busca sino el honor de Dios y el bien público, como pueden probarlo los testimonios de obispos y hombres principales, como son los fundadores en cuyos territorios se han propagado las Escuelas Pías. Así, pues, puede escribir a Roma, para que esta Orden se propague con éxito por toda Europa, lo cual es de pensar que no ocurriría si (como algunos dicen) a causa de ella la gente tuviera aversión a los trabajos mecánicos. Si realmente fuese así, y es lo que piensan los señores fundadores, que no las admitan en sus tierras, pero que permitan que continúen allí donde ya están fundadas, y donde esperan fundarlas.
Así escribió Su Real Majestad a Su Santidad a favor de las Escuelas Pías, de la cual fue entregada una copia al P. Fundador, y por el P. Vicente de la Concepción, que vino de Nápoles a Roma por ser extranjero, fue entregada al Eminentísimo Cardenal Mattei, con otra que se copia más abajo, de todos los obispos y la nobleza de Polonia. La primera dice así.
Andrés, obispo de Chelmno y Vicecancillerdel Reino de Pomerania
Príncipe Ossolinsky, Gran Canciller, en nombre de todo el Orden de los Caballeros.”
Ossolinsky a favor de las Escuelas Pías
Y en efecto lo primero que hay es una carta cerrada inserta en la presente por orden del Serenísimo Rey y de todo el Reino dirigida a la Sede Apostólica en la cual se deduce claramente que intervino el fraude para suprimir este instituto. Pues en nuestro reino este instituto es observantísimo de su pobreza, y de una austeridad ejemplar, acerca de la cual incluso es venerado por los herejes, que no pueden comprender con todo su esfuerzo por qué Roma se esfuerza en la reforma de este estilo de vida absolviéndolo de la obligación y el voto de vivir conforme al ejemplo de los Apóstoles, y de sus seguidores en la primitiva Iglesia. Si estos padres abandonaran sus fundaciones, abandonarían también una numerosa juventud que hasta ahora han empezado a educar en la piedad, las letras y las buenas costumbres, y al mismo tiempo la devoción de muchos que han sido ganados para la Sede Apostólica, se turbaría no poco. La erección de la congregación intentada por la Sede Apostólica es aquí razonablemente impracticable; al contrario es totalmente detestable como un nuevo parto de los restos de una Orden sagrada destruida. ¿Dónde vivirán aquellos que al emitir la profesión del voto de pobreza renunciaron a todo? ¿Para qué servirá la ciencia de letras humanas que ellos aprendieron en tantos años? No quiero recordar los demás inconvenientes; simplemente recomiendo a la profunda consideración de Su Santidad que, puesto que es el Vicario de Cristo en la tierra, sepa también a su ejemplo cambiar de idea a petición de sus clientes. Puesto que sabemos que sus antecesores lo hicieron a petición de los inferiores, esperamos que la dignidad real, episcopal y de toda la nobleza de Polonia, que se postra profundamente suplicante a sus pies en estas partes, no será pospuesta.
Así, pues, Serenísimo Rey, no hay nada que nosotros no debamos hacer por vuestra causa y la de vuestro reino, ni dejaremos de hacerlo de muy buena gana y con todas nuestras fuerzas. ¡Ojalá podamos hacer tanto cuanto deseamos! Con ello pagarímos una mínima parte de nuestra deuda. Todos cuantos somos, diré que todos, aunque somos poca cosa, deberemos dar gracias de nuevo a Vuestra Majestad; y de la misma manera que estaremos siempre agradecidos a la piedad real, del mismo modo siempre la daremos a conocer, pues no podremos negar que hemos recibido las gracias que no pueden sino ser vistas en nosotros.
“Lo mismo sintió el Príncipe de Nikolsburg, nuestro fundador, después de recibir la noticia de su muerte por parte del Eminentísimo Cardenal Colonna, y que le contara las muchas gracias que tuvieron lugar durante el funeral de dicho padre. Las cuales razonablemente podrían contribuir mucho a conmover a Su Santidad a revocar lo que había decretado contra la Orden.”
P. Santiago de la Visitación, llamado Santiago Ignacio de Lorenzo, de Pribona.
Año 1648 de Cristo. 51º de las Escuelas Pías. Cuarto de Inocencio X. Duodécimo de Fernando III.
El P. Juan María de S. Lucas, de Savona, de la casa de D. Lucas Alerii.
El P. Vicente en sus Anotaciones, Tomo 3, folio 5 escribió que cuando el P. Fundador recibió la noticia de esta desgracia, se retiró a orar, y se mantuvo encerrado durante varias horas, y luego no quiso hablar con nadie de ello, aparte de escribir cartas pidiendo oraciones a la casa y provincias por la salvación de estas almas.
Era cuestión de llamar al médico, y al mencionarle la cosa, él respondió que Dios es un médico óptimo de quien depende la vida y la muerte. A pesar de esta respuesta, llamaron al médico ordinario D. Pedro Peregrini, y al extraordinario, D. Juan María Castellani del hospital del Espíritu Santo en Saxia para que tuvieran un consejo. Ellos sólo diagnosticaron debilidad, y prescribieron lo que normalmente se receta para reconfortar a los débiles. Pero como no le ayudaba para mejorar, cuentan que el enfermo dijo: “Los médicos no conocen mi mal. Dios no quiere que lo conozcan”. Por ello se encomendaba siempre a su santísima voluntad, y pedía que rezaran por él, a lo cual se dedicaba él profusamente, deteniéndose sólo a ratos, pues detestaba estar sin hacer algo para servir ardientemente a su Creador.
Como tenía el pecho lleno de flemas, D. Tomás Cochetti, un gran amigo suyo, le ofreció un remedio que había inventado el rey Enrique de Inglaterra, pero lo rechazó, y mandó tirarlo fuera, diciendo: “No quiero, no quiero tomar ninguna medicina inventada por un rey herético”. Y así se observó que ocurrió, como por milagro, que después de tirar la medicina por la ventana ya no le molestaron más las flemas. Así lo cuenta el P. Juan Carlos en sus Anotaciones, tomo 5, n. 308.
El día 26 de agosto, cuando se había depositado el cuerpo del V. P. José de la Madre de Dios para celebrar el funeral, vino a la iglesia de S. Pantaleo Catalina Alexandri, una viuda romana que tenía el brazo paralítico y no podía moverlo. Confiando en los méritos del Siervo de Dios, apoyó el brazo en sus pies, e inmediatamente (cosa que antes era imposible) movió el brazo, y con admiración de los presentes quedó curada. Volviendo después exultante a casa, proclamaba el milagro, y anunciaba que nuestro fallecido P. José estaba expuesto en la iglesia de S. Pantaleo. A causa de lo cual de pronto acudió una muchedumbre inmensa. P. Juan Carlos, Tomo 4, fol. 80.
Y a pesar de que se pusieron barreras para que no fuera tan fácil el acceso, la multitud que se acercaba las desbordaron, por lo que fue necesario traer soldados para defenderlas. Pero aún así era difícil contener a la gente, porque seguían empujando ávidos de ver el cuerpo del Siervo de Dios. Entonces para evitar que siguieran empujando con violencia, y para evitar alguna desgracia, el féretro se retiró de la nave de la iglesia a la parte del presbiterio, y con ocasión de que por la noche ya venía menos gente, se decidió llevar al Siervo de Dios a una habitación próxima a la iglesia, y cerrar las puertas del templo. Una vez hecho lo cual, fue cómodo poner el cuerpo del siervo de Dios en un féretro de castaño y otro de plomo, que fueron obtenidos admirablemente, entre otras cosas, por el H. Lucas de S. José.
Más tarde, a la hora de vísperas, el Eminentísimo Cardenal Vicario quiso que se hiciera un reconocimiento del sepulcro y del cuerpo sepultado. Envió a las personas que tenía que enviar, vieron lo que tenían que ver, e hicieron un certificado de autenticidad según las palabras que siguen:
Y estas son las cosas acerca de la enfermedad, muerte, sepultura y exequias del Siervo de Dios y Padre Fundador nuestro, que pudieron ser reunidas para información de los que vendrán.
R. P. Jerónimo de la Anunciación.
En Polonia este año, el P. Onofre del Smo. Sacramento, habiendo regresado no sé por qué camino desde Cerdeña asistió a la coronación del rey Juan Casimiro. Quizás, aunque no es seguro, asistió también a los funerales del Ilmo. y Excmo. Príncipe Estanislao Lubomirsky, nuestro fundador de Podolín. Pues el P. Juan Domingo escribió a Roma con fecha 19 de julio sin mencionarlo a él. Habla sólo de sí mismo, diciendo: “Con ocasión de las exequias por el alma de nuestro clementísimo fundador, de cuyo fallecimiento escribí antes, me encuentro a cincuenta millas de Podolín, etc.” Así le escribía al P. Vicente de la Concepción.
“La paz de Cristo.
“Nosotros los novicios infrascritos escribimos esta carta para dar testimonio de la verdad, diciendo que no recibimos ni la más mínima ofensa de los hechos y de los dichos de nuestro Maestro el P. Juan Bautista de Santa Tecla; al contrario, con su ejemplo nos indujo a adquirir las virtudes que para el religioso, y especialmente para los novicios, son necesarias. Concretamente:
Pobreza: obrando de manera que nunca seamos dañados por lo superfluo.
Y estas son las cosas ocurridas en este año anotadas para la posteridad. Ahora entremos en el siguiente.
R.P. Francisco de la Anunciación, Superior
R.P. Carlos de S. Antonio de Padua
Lo que pedí con ardientes votos a Dios tres veces grande y santo que para mayor honor y alabanza del mismo Dios clementísimo y aumento de la fe de la Iglesia Católica por todas las tierras del mundo, y la tan deseada extirpación hasta el final de las sectas de los herejes, en el dominio llamado Tvoganoso del Ilmo. y Magnífico D. Carlos Zaruba, barón libre, por medio de constantes y grandes esfuerzos de los RR. Padres Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías se han convertido de diversas sectas 90 herejes a la fe católica. Así lo confirmo el 29 de enero de 1650. Carlos Zaruba, Barón libre de Hutsirzan.”
El P. Pedro Francisco de la Madre de Dios vino de Cerdeña a Roma para ganar las indulgencias del Jubileo, después de satisfacer sus devociones y llevar a cabo según su deseo los asuntos que tenía, se dispuso a volver a su casa llevando consigo muchas cosas que había comprado con dinero propio y de la casa, y que le habían sido regaladas por príncipes, metidas en dos cajas. Despidiéndose de los padres y hermanos de Roma se dirigió al puerto con el P. José de S. Felipe Neri y el H. Basilio de S. Lorenzo, subió al barco y se hicieron a la mar, con buen viento y una feliz navegación hasta un puerto vecino de Cerdeña. Ya se alegraba de haber vuelto felizmente a casa cuando le ocurrió una gran desgracia. Pues llegaron unos piratas tunecinos que casi los apresaron. Tuvo que dejar todo lo que llevaba consigo como presa; se montó con sus compañeros en una barca más pequeña y llegaron temblando a la costa, y así, pobre y sin nada de todo lo que había comprado, llegó a Cagliari a pie. Los piratas llevaron el botín a Túnez, y se lo entregaron a su jefe Felipe de Austria. ¿Y qué hizo? Felipe, al inspeccionar lo apresado, vio entre otras cosas hábitos completos de las Escuelas Pías, libros, imágenes, medallas, rosarios y otros objetos similares de devoción, y también una copa de loza manchada con la sangre de nuestro V. P. Fundador. Cuando se enteraron primero los padres carmelitas, y luego nuestro P. Juan Bautista de S. Andrés, que habían sido cautivados dos años antes, éste venció su humildad y pidió que le dieran el vestido con el manto, las imágenes del V. P. Fundador, las medallas y las oraciones fúnebres que habían sido dichas por nuestro V. P. Fundador y luego impresas. Ellos obtuvieron la taza de loza. Y así ocurrió que los mismos padres carmelitas después de su liberación tuvieron ocasión de pasar por Roma y contaron las cosas ocurridas, y como prueba trajeron la copa. Celebraron el sacrificio de la Misa en el altar de San Pantaleo, a cuyo pie está enterrado nuestro V. padre, para dar gracias porque por obra de nuestro V. Padre habían sido puestos en libertad y habían podido volver a su patria. Nuestro P. Juan Bautista aún siguió allí durante un tiempo, y se dedicaba a escuchar confesiones de cristianos cautivos, y catequizar a los niños. Cuándo regresó, lo veremos en su momento. Ahora, que mencionamos a nuestro V. P. Fundador, contaremos por orden lo que ocurrió en la visita a su sepulcro ordenada por la autoridad ordinaria.
Ilmo y Rvmo. D. Bernardino Panícola, Obispo de Ravelo y Scala.
Quisimos añadir también al Eminentísimo Cardenal Gaspar Mattei, que se hizo dignísimo de nuestra memoria y de los que vendrán, en el tiempo en que mostró benevolencia a los padres de Germania que huían del Marte sueco durante el tiempo de su Nunciatura Apostólica en Viena, acogiendo y alimentando en su casa a seis y quizás a más, y recibiendo auxiliando y aconsejando al P. Onofre del Sto. Sacramento con otros en Polonia. Falleció en Roma el 8 o el 9 de abril, y fue sepultado en Sta. Cecilia, de cuya iglesia tenía el título de Cardenal. Y estas son las cosas que ocurrieron este año. Ahora vamos a comenzar un año nuevo.
Ilmo. y Excmo. D. Apio Conti, Duque de Poli, y Maestro romano perpetuo de los jóvenes nobles del S. Hospicio del palacio apostólico.
Ilustrísimo y reverendísimo D. Miguel Jiménez Barber, de Binaced, del reino de Aragón y la diócesis de Lérida, de 38 años de edad.
A causa de su prudencia era venerado por grandes príncipes, y no sólo por ellos, sino también por primeros dignatarios, como fueron Clemente VIII, Paulo V y Gregorio XV. Sus charlas inspiraban no poca sabiduría, y sus consejos prudencia, a cusa de lo cual venían muy a menudo en gran número a visitarle y oírle.
Edición de un opúsculo
“Respondo a la carta de Vuestra Reverencia tan pronto como puedo. Por varias razones: la primera para demostrar el afecto que siento hacia V. R. La segunda, para pedirle algunas cosas a fin de que el olvido no se lleve ya aquí lo que prudentemente se ha esparcido en gran variedad de cosas. ¿De qué se trata, qué le pido? Se lo explicaré brevemente. Que vuestra paternidad, en Roma y en otros lugares cuando pase por nuestros colegios, pida información sobre todas las cosas referentes a nuestro V. P. Fundador desde los primeros años, de principio a fin. Por ejemplo: ¿qué virtudes tenía? ¿En qué año? ¿En qué lugar? ¿En qué tiempo floreció y cómo se extendió? Y todas las cosas más notables de nuestros predecesores, y principalmente el P. General, el P. Pedro Casani, Glicerio, etc. hicieron y dijeron, nos las comunique para que puedan servir para nuestros anales o historia (pues no desesperamos de volver al estado anterior). No haría falta que lo escribieran con mucho adorno; sería suficiente que lo escribieran brevemente, o en un estilo a manera de historia, de modo que yo pueda luego darle forma, o completarlo con otras cosas a partir de ello”. Así escribió a su padre provincial en Italia.
P. Esteban de S. Miguel, húngaro, superior de Lipnik en Moravia, que fue a Baden cerca de Viena en Austria para curarse de su hidropesía en los baños, pero allí empeoró su enfermedad y terminó su vida el 29 de abril.
Los que fueron a mostrarle reverencia fueron los PP. Juan de Jesús María, Francisco de la Purificación, José de la Visitación, Camilo de S. Jerónimo y Carlos de S. Antonio de Padua. Lo grato que resultó este primer obsequio de saludo puede entenderse por la respuesta de Su Santidad. Pues se lee que este les dijo: “Nos agrada vuestra felicitación por la dignidad recibida. Orad a Dios por nos y nuestro feliz gobierno. Cuando llegue el momento, procuraremos acordarnos de vuestro instituto.” Eso dijo el Sumo Pontífice. Entonces se dice que habló en particular el P. Carlos, quien presentó con reverencia unas estrofas que había compuesto con artificio poético para felicitarle, las cuales no sólo fueron aceptadas con gozo, sino también alabadas, según cuenta el historiador Tuldeno.
“El conocimiento que tenemos del beneficio que redunda en nuestras tierras septentrionales a favor de la sociedad cristiana del instituto de los Padres de las Escuelas Pías, ha mantenido en nosotros hasta ahora el deseo de que vuelvan a su decoro original, con la categoría de Orden religiosa. Y como ahora la nueva elección de Pontífice permite esperar a este Instituto que el Electo escuchará su deseo, por esta razón sale hacia Roma con nuestra real recomendación el P. Onofre del Stmo. Sacramento que comparecerá también ante Vuestra Eminencia para suplicarle que apoye su causa. Recomendando, pues. La persona de dicho padre enviado para atender a los negocios de su Orden según las instrucciones recibidas, rogamos a Vuestra Eminencia le ayude, y se digne promover la causa en la Curia Apostólica. Por tan buena obra quedaremos en deuda con nuestra real gracia. Varsovia, 30 de marzo de 1655. Juan Casimiro, Rey”.
Por larga experiencia se ha mostrado que los Padres de las Escuelas Pías hasta ahora han sido muy útiles y provechosos en nuestros territorios para la educación de la juventud, y son dignos de todo favor y promoción tanto por la enseñanza de la doctrina cuanto por el buen ejemplo. Me he enterado de que se han confiado los asuntos de dicho instituto al Sr. Fagnano, y aunque no dudamos de su prudencia y destreza, sin embargo apelo para mayor recomendación a favor de dichos Padres a la intercesión de Vuestra Eminencia. Deseando que estén recomendados de manera óptima, beso afectuosísimamente la mano derecha de Vuestra Eminencia. En Florencia, a 10 de julio de 1655. Hermano y siervo, Gran Duque de Florencia.”
“Santidad,
Lo primero que demuestra esto es que, como este instituto es pobre en comida y vestido, áspero en las mortificaciones, continuo en los ejercicios, no es fácil encontrar quienes, sin el vínculo de los votos, se dediquen a él perpetuamente; más bien serán muchos los que al mínimo disgusto dejarán la escuelas y los demás ejercicios acostumbrados, y despidiéndose, se irán por donde vinieron.
Mientras tanto en Pieve di Cento se colocó una lápida de mármol en la cripta sepulcral para los nuestros con la inscripción siguiente:
“Juan Casimiro, Rey de Polonia por la gracias de Dios, Gran Duque de Lituania, Rusia, Prusia, Masovia, Samogicia, Livonia, etc.
Año 1656 de Cristo. 2º de Alejandro VII. 20º de Fernando III. 59º de las Escuelas Pías
Después nuestro predecesor de feliz memoria Gregorio XV encargó a los cardenales de la S.R.E. al frente de los negocios de Obispos y Regulares que examinaran la cuestión y le hicieran un decreto sobre su opinión acerca de si la Congregación de las Escuelas Pías podría ser erigida e instituida como una Orden aprobada con tres votos solemnes; luego dicho Gregorio nuestro predecesor por un documento en forma de Breve con fecha 19 de noviembre de 1621 aprobó y confirmó dicho decreto. Más tarde nuestro también predecesor Inocencio X de piadosa memoria, movido por las razones expresadas entonces, concedió e impartió a todos y cada uno de los religiosos profesos de la Orden citada, tanto sacerdotes como legos, u operarios como son llamados, la facultad de pasar a cualquier Orden aprobada por la Santa Sede, incluso más laxa, en la que encontraran benévolos receptores. Además prohibió que se aceptara a nadie más en dicha Orden, y que se permitiera hacer la profesión a los que habían sido aceptados al noviciado, declarando nula de la misma, bajo penas al arbitrio del mismo Inocencio nuestro predecesor y Romano Pontífice en aquel tiempo. Además puso a todos y cada uno de los religiosos, de cualquier categoría, lo mismo que sus casas, escuelas y todo tipo de locales bajo la autoridad de los ordinarios del lugar en que se encontraban, suprimiendo la autoridad y jurisdicción, tanto en cuestiones espirituales como materiales, del en otro tiempo Superior General de la Orden, así como la de los visitadores con autoridad apostólica, y la de los superiores locales de las casas, y todos los superiores de menor rango.
Así dice el documento apostólico que se esperaba y por el que se suspiraba tanto para nuestro consuelo, con el paso a un estado mejor de nuestro instituto. Que no se publicó inmediatamente, sino el 12 de marzo, que caía en el segundo domingo de Cuaresma, y fue publicado en presencia del nuevo P. General y sus Asistentes y todos los de la casa reunidos en el oratorio de S. Pantaleo, según el orden que sigue.
Muy Rvdo. P. Juan de Jesús María, también llamado García.
P. Juan Leonardo de Sta. Ana.
H. José de la Purificación.
H. Lucas de S. José.
H. Antonio de Sta. María.
“Yo, N. N., en el siglo N. N., de N. años, hago mi profesión en la Congregación de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuela Pías, y hago ante Dios Omnipotente Padre, Hijo y Espíritu Santo, y a la siempre Virgen María, y a ti, Rvdo. P. N. N. en nombre de nuestro Muy Rvdo. P. General N. N., y a todos sus sucesores legítimamente elegidos, los tres votos simples de Pobreza, Castidad y Obediencia, y de acuerdo con esta de dedicarme particularmente a la educación de los niños según la fórmula de Paulo V contenida en nuestras Constituciones. Además juro perseverar durante toda mi vida en dicha Congregación según dice el Breve de Alejandro VII. Esta profesión y votos y juramento, quiero que sean y permanezcan firmes y válidos, a pesar de todo lo que vaya en contra, a lo que ahora renuncio libre e íntegramente.
H. Lorenzo de la Bª. Virgen.
H. Juan Andrés de S. Carlos.
P. Josafat de S. Pedro.
H. Agustín de S. Carlos, operario.
Pues había muchas casas en las que faltaban sujetos a causa de la salida al siglo o el paso a otras órdenes, y he aquí que aquellas con las que se contaba que podrían ayudar, eran las que sufrieron un mayor daño a causa de la peste.
Renovación de superiores
Estos cuatro padres citados pueden ser llamados víctimas de la caridad merecidamente, a los cuales por poco no se unió un quinto, el citado P. Gabriel, superior, pues estuvo enfermo de la peste del 19 de junio hasta el 15 de agosto. Pero parece que fue preservado por la protección especial de la divina providencia con el H. Juan Bª de S. José, operario, de la ruina que se instauraba en su casa. A quien se debe ciertamente, después de a Dios, el que, después de haber muerto tantos de nuestros religiosos, la casa de Génova recobrara su decoro y honor, y se introdujera más tarde una nueva comunidad. En la cual, después de ser purgada y fumigada por dicho padre con astillas odoríferas y aromas, para habitarla de manera más segura, a primeros de octubre se abrió también la iglesia, y volvió a celebrar los oficios divinos para el público. Honrado con el título de rector por el P. General bajo el P. Provincial Juan Crisóstomo de Sta. Catalina de Siena, fue hecho confesor de monjas en Milessimo, pero se le mandó que dejara Callizano por orden de los superiores mayores por falta de sujetos. Sin embargo como los priores de la comunidad suplicaron al P. General, rogándole que no privara a Callizano de tanto bien que se derivaba de nuestro instituto, obtuvieron satisfacción a su intento y súplica. Así lo leo en Callizano con fecha 15 de junio de 1657.
En cuanto a la vivienda religiosa, las escuelas y el templo, queremos que se provea suficientemente para su construcción en un lugar cómodo para nosotros y para 12 Padres en ella y no fuera de ella, junto con las escuelas y el templo, y un huerto contiguo o fuera de la ciudad para su recreo.
Gerardo Maximiliano Osterney, Canciller registrador de la corte imperial.”
Y al mismo tiempo fue dado el permiso para abrir las escuelas al comienzo del nuevo año, tal como se había pedido al Ilmo. y Excmo. Fundador. Como para gobernar una comundid más amplia se requería en Podolín la habilidad del citado P. Juan Domingo, poco después volvió a su antiguo domicilio, y en Rzeszów le sucedió como superior el P. Wenceslao del Stmo. Sacramento, y se pidió el cuidado de esta casa de Varsovia al P. Santiago de Sta. Bárbara.
Muerte del P. Francisco de la Purificación
También en Roma murió y fue sepultado el P. Juan de S. José, llamado en el siglo Vito Mitis, natural de Chrudim en Bohemia, diócesis de Praga. Un varón bien de acuerdo con su apellido, Mitis (manso), llevó una vida ejemplar en la observancia religiosa tanto en Italia como en Germania. Siendo el rector de mi patria, Strasnize, hizo mucho provecho con sus sermones y la explicación del catecismo. Consumido por la fiebre, como siempre que iba de Germania a Italia, como le ocurrió también este año, agotado por el viaje entregó su espíritu en manos de su Creador el 27 de agosto.
Fallecimiento del Emperador Fernando III
Sigamos con las cosas que quedan de este año-
Varios legados
También en Castiglione Fiorentino los nuestros recién llegados recibieron por el testamento de Rvmo. Sr. Bartolomé Serrati, arcipreste de la Colegiata de S. Julián en Pieve todos sus bienes, con fecha 1 de mayo.
2. Si antes de admitir a alguien debería ser aprobado por el ordinario. De lo cual fácilmente pueden verse las dificultades que surgen como consecuencia de los obispos que tienen la residencia muy lejos.
Celebrada esta ceremonia en el lugar citado, el mismo P. Provincial se dirigió a Praga con el P. Miguel de Sta. María, que era al mismo tiempo su Asistente, sustituido temporalmente por el P. Martín de la Madre de Dios para pedir el derecho de residencia en el reino de Bohemia, y otras provincias incorporadas a su imperial majestad, después de pasar el tiempo para que se levantara el duelo a sus reales lugartenientes. ¿Quién fue el procurador para conseguir esta gracia? No consta expresamente, ni tampoco el P. Provincial sabía a quién había que pedir la obtención de este diploma favorable; pero el P. Miguel, escribiendo a Roma, lo indica expresamente: “Llegamos a Praga el 17 de mayo, y haremos lo posible para conseguir el efecto deseado, pues no tenemos ninguna duda de que el Burgrave Mayor se siente inclinado a nuestro favor.” Así escribió de Praga con fecha 8 de junio.
Afectuoso siervo de V. Excelencia, el Cardenal de Harrach.”
Nicolás Gerstoff. Juan Guillermo de Gerstoff.”
Para conocimiento de los Padres de las Escuelas Pías.”
Y como también el Eminentísimo cardenal de Harrach se dignó añadir su recomendación a favor nuestro a la de la Imperial y Real Majestad para los lugartenientes de Praga, consideramos que no estaría de más incluirla también aquí, puesto que es una recomendación y una pública demostración de la estima que tenía por el instituto de las Escuelas Pías. Dice como sigue.
“Las Escuelas Pías son una Orden nueva instituida por el Ven. P. José de la Madre de Dios, varón piadosísimo, para educar a los niños, confirmada por Paulo V y tomada bajo su protección por el Cardenal Justiniani. Tuvo mucho émulos y envidiosos, a los que Domingo siempre llamaba, con discretas palabras, malditos, pues sabía que había no pocos que, por razones particulares, se le oponían. Mientras vivió Domingo los protegió con su gran autoridad. No faltarán quienes les ayuden y favorezcan, mientras vivan santamente. En Bohemia tenemos pocos, pero en esos pocos se pueden admirar muchas virtudes, pues gozan de la gracia de Dios y del honor de los hombres. Si todos los demás se parecen a los que están en Bohemia, son sumamente amables y santos.”
Después que el Ilmo. Fundador de Slany mostrara claramente sus intenciones en el instrumento de fundación copiado más arriba, y que se recibieran los plenos poderes de Roma por parte del P. General y sus Asistentes para aceptar dicha fundación, se estableció un acuerdo entre las dos partes según el cual la casa sería edificada en el plazo de cinco años, y mientras tanto se enviarían dos religiosos nuestros que residirían en una casa privada, los cuales practicarían los ejercicios de su ministerio en la medida de lo posible. Y así se hizo, pero el deseo del ilustrísimo fundador no pudo ser satisfecho antes del primero de noviembre, a causa del capítulo provincial. En aquel capítulo, celebrado en octubre, fueron elegidos el P. Alejo de S. Onofre, el P. Bernardo de la Natividad de la Virgen María, y el H. Casimiro de la Ascensión del Señor, y destinados allí. Salieron de la casa de Lipnik el 6 de noviembre, y llegaron a Praga el 15 del mismo mes, y ese mismo día fueron recibidos amablemente en audiencia por el Excmo. fundador, y ellos le ofrecieron humildemente sus respetos y obsequios espirituales. Al día siguiente, enterada la Excma. Sra. Condesa de su llegada, los invitó a comer, y tuvo una larga conversación con ellos sobre temas espirituales, y al final pidió la bendición del P. Alejo, superior, que a continuación recibieron también sus hijas y el Ilmo. Sr. Conde Zcorbna, dignísimo yerno del Excelentísimo fundador.
Juan de Jesús María, Prepósito General de las Escuelas Pías.”
Rzeszów en Polonia
“Muy reverendo y querido hermano.
Como el trienio que duraba el oficio del presente generalato tocaba ya a su fin, fue necesario intimar a las provincias el Capítulo para elegir un nuevo General, y por tanto dar facultad para celebrar los capítulos provinciales para elegir los vocales. A este efecto se envió una carta circular desde Roma que decía lo siguiente.
Como en el mes de abril del próximo año 1659 se ha convocado el Capítulo General en nuestra casa de San Pantaleo de la Ciudad, si Dios quiere que estén abiertos los pasos en todas partes (según supimos por el Eminentísimo Cardenal Protector ya están abiertos), y de cada provincia deben venir a este Capítulo General vocales con su Provincial, que es necesario que sean elegidos; por lo cual, en virtud de las presentes damos a V. Paternidad el permiso para que celebre el Capítulo Provincial en el mes de octubre en una casa de su Provincia, aquella en la que piense que haya menos impedimento para el régimen particular de la casa y para los ejercicios escolares; y además deben intimarse y celebrarse los capítulos locales en todas las casas de su Provincia en los que, según lo requerido en las Constituciones, deben elegirse los vocales que asistirán al Capítulo Provincial. Intimamos a V. Reverencia a que no permita que, a excepción del rector y el vocal, vaya nadie a aquella casa, bajo pena de cárcel, y otros castigos a nuestro arbitrio. Y para que tengan algún mérito, ordenamos que esto se cumpla en virtud de santa obediencia. Para que todo resulte para mayor gloria de Dios y utilidad de nuestra congregación, V. Reverencia ordenará que en todas las casas de su Provincia se reciten cada día desde el comienzo hasta el final del Capítulo las letanías lauretanas, y que se exponga por le mañana el Santísimo Sacramento. Se enviará copia de esta carta para ser leída y publicada en todos los capítulos locales, y se nos enviará confirmación escrita de cada comunidad de que se ha leído. Roma, 2 de mayo de 1658.
Como es tarea nuestra nombrar, elegir y delegar por fallecimiento superiores idóneos para gobernar con nosotros toda la Congregación, según la facultad concedida por el Breve de Su Santidad el Papa Alejandro VII y nuestras Constituciones; confiando en tu diligencia, prudencia, fidelidad, rectitud de costumbres, y destreza, celo y caridad para cumplir tus obligaciones, por las presentes te nombramos, elegimos y delegamos Asistente General de la nuestra Congregación con todas las oportunas y necesarias facultades, con el consentimiento, aprobación y autoridad del eminentísimo y Rvmo. Cardenal Marzio Ginetti, Vicario General de S.S. el Papa y Protector de nuestra Congregación, ordenándote en virtud de santa obediencia que aceptes, administres y ejerzas el cargo. Ordenamos además que todos y cada uno de los superiores de nuestra Congregación, cualquiera que sea su título, y los demás padres y hermanos en virtud de santa obediencia reconozcan este cargo tuyo en el Señor, y te consideren nuestro Asistente en todas las cosas. En fe de lo cual firmamos la presente con nuestra mano y ponemos el sello de nuestra Congregación. En Roma, en la casa de San Pantaleo de las Escuelas Pías, el 27 de septiembre de 1658.
P. Vicente de la Concepción, rector de Narni.
P. Pedro de la Stma. Trinidad, vocal de Ancona.
P. Jacinto de San José, vocal sustituto en lugar del rector del Nazareno.
Capítulo de Toscana
P. Carlos de Santo Domingo, Provincial.
P. Simón de S. Bartolomé.
P. Tomás de S. Francisco.
Hay otros dos que firman, que son el P. Juan Crisóstomo de Sta. Catalina, Provincial, y Cipriano del Ángel Custodio, rector de Cárcare y secretario del Capítulo.
P. Onofre del Stmo. Sacramento, Provincial de Germania y Polonia.
P. Juan Domingo de la Santa Cruz, rector de Podolín.
P. Sebastián de la Madre de Jesús, vocal de la casa de Strasnize.
P. Martín de S. Leopoldo, vocal de Nikolsburg.
Cuándo se celebraron los Capítulos de Sicilia y Nápoles, no puedo asegurarlo con certeza. En el año siguiente veremos quiénes fueron los vocales al Capítulo General.
Fundaciones
Concluyo este año recordando a dos difuntos, concretamente al P. Félix de Sta. María y al P. Casimiro de la Asunción.
El día 10 de mayo del presente año 1659 se celebrará en Roma el Capítulo General, con el permiso de S. Santidad el Papa Alejandro VII y del Eminentísimo y Rvmo. Cardenal Ginetti, Protector y Vicario General del Papa. En consecuencia con esta carta te prohibimos a ti y a tus súbditos que vengas, o que vengan a Roma bajo ningún motivo ni pretexto, especialmente en ese tiempo. Si hubiera algún tema de interés para toda la Congregación, o en particular para alguna provincia o casa, o para alguna persona, que debiera presentarse al Capítulo General, se debe entregar por escrito con propia mano al Padre Provincial o alguno de los vocales, para que lo propongan y sea tratado en dicho Capítulo. Bajo pena a los transgresores de 6 meses de cárcel, y cada viernes ayuno a pan y agua en el refectorio público, y otros castigos reservados a nuestra discreción. Cada comunidad debe ser convocada expresamente para escuchar la lectura y publicación de esta carta en público por el P. Rector, quien dará al pie de esta carta de dicha publicación y nos la remitirá a Roma. Mientras tanto todos y cada uno orarán a Nuestro Señor Jesucristo y a su Santa Madre la Virgen María para todos los asuntos de nuestra Congregación a tratar en dicho Capítulo se dirijan, compongan y dispongan rectamente para mayor gloria de Dios, utilidad del próximo y provecho y aumento de nuestro instituto. En fe de lo cual lo que hemos escrito lo firmamos con nuestra mano y le ponemos el sello habitual de nuestra Congregación. En Roma, en nuestra casa de San Pantaleo, el 4 de enero de 1659.
El mismo día en que falleció el P. General citado, también el P. Pedro Asistente cayó gravemente enfermo, pero por la gracia de Dios y el auxilio de los médicos después de varios días superó el peligro, y recobró la salud.
Las provincias actualmente regidas por provinciales eran 6. Concretamente: Romana, Genovesa, Napolitana, Florentina, Germana, Siciliana.
En la Provincia Florentina o Etruria: Casa de Florencia; Casa Noviciado; Casa de Fano; Casa de Pieve di Cento; Casa de Castiglione.