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| :[[GinerMaestro/Cap24/11|24.11. Hacia la sesión tercera]] | | :[[GinerMaestro/Cap24/11|24.11. Hacia la sesión tercera]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap24/12|Esta ‘Apología’ está dirigida a la Comisión Cardenalicia, cuyo Presidente, cardenal Roma, se sabía de cierto que era decididamente contrario a la culturización de los pobres. Y dichas las cosas así, con esa crudeza y ese aire oratorio ciceroniano, es probable que produjeran un efecto contrario. Muchas veces la verdad desnuda ofende, sobre todo a los grandes.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap24/12|24.12. La sesión tercera]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap24/13|Al terminar Paolucci su exposición, habló el secretario Mons. Albizzi y -dejando de lado, por lo visto, todo lo dicho en el ‘Documento siniestro’- aceptó las propuestas de Paolucci, con lo que cambiaron de opinión también los cardenales Roma y Spada, quedando todos providencialmente de acuerdo en que así se pidiera al papa. La sesión había concluido.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap24/13|24.13. Alborozo, imprudencia y desengaño]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap24/14|Además de estos nombramientos, la Comisión llegó a ciertas conclusiones en el transcurso del debate, aunque luego serían modificadas en la última sesión. Tales conclusiones fueron: 'que no puedan ejercitar los tres votos sustanciales', pero luego se especifica que los que profesaron dichos votos quedan obligados a éllos, mientras los que entren en adelante harán votos simples, sólo dispensables por la Santa Sede; estarán sometidos a los obispos, como los de la Doctrina Cristiana (no se nombra el Oratorio); cada casa tendría su Superior; podrán enseñar lo que los obispos crean conveniente. Tanto la fecha exacta de esta sesión cuarta como su contenido preciso fueron desconocidos por entonces.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap24/14|24.14. Nervioso intervalo hasta la sesión final]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap24/15|La escena debió de sentar muy mal a la corte papal y al mismo Inocencio X y fue desaprobada igualmente por el P. General apenas se enteró, aunque luego con paterna compasión y aun con realismo justificó el hecho, escribiendo a Berro, a quien habían llegado ya noticias de lo ocurrido, acusando al Santo Viejo de ser el provocador: 'en cuanto a lo que se dice que los Padres de Roma fueron incitados por mí en sus motivaciones, V. R. no lo crea, pues todos estaban hartos hasta el gollete, como ellos mismos le han dicho [al papa] por el gobierno de tres años sin fruto y con mucho daño'. Esta insólita escena de palacio no influyó probablemente, ni en bien ni en mal, en lo que estaba ya decidido desde la última sesión de la Comisión, en septiembre, pero quizá aceleró notablemente los acontecimientos.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap24/15|24.15. La sesión quinta y definitiva]] |
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− | [[GinerMaestro/Cap25|Con ello se puede decir que concluía sus tareas la Comisión Cardenalicia, aunque sus decisiones sólo serían efectivas al publicarse el breve. En efecto, después de tan larga andadura de la Comisión Diputada y bajo dos pontificados distintos, al fin se cumplió la voluntad de Mons. Asesor, manifestada desde la primera sesión: unos pedían la extinción absoluta, otros la conservación de ta Orden, mientras sólo Albizzi proponía la reducción de Orden a Congregación, aun sabiendo que no había antecedentes de semejante cambio en la Historia de la Iglesia. Y así fue.]] | + | [[GinerMaestro/Cap25|Capítulo 25: EL FINAL DEL DRAMA]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/01|Siempre hubo en el corazón de este hombre mucha más esperanza que desesperación, mucha más confianza en la mano protectora de Dios, que no veía, que resignación en la adversa realidad que tocaba con sus propias manos. Y Dios se puso al fin de su parte.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/01|25.01. Despedida del P. Visitador]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/02|Era la última vez que se cruzaban palabras en público entre el P. Pietrasanta y los escolapios, con toda la dureza de la autodefensa y del ataque. Las grandes esperanzas que habían puesto en el Visitador tantos escolapios en un principio, se fueron derrumbando poco a poco, y aún falta oír las quejas moderadas del Santo Fundador. Con todo, creemos que la historia ha sido excesivamente dura en juzgarle, atribuyéndole más culpabilidad y malicia de la que tuvo. Sin negar sus desaciertos, sus acciones y reacciones precipitadas o irreflexivas, quizá su culpa principal fue la que denunciaban los Padres de San Pantaleón en su última carta: no haberse esforzado por hacer cambiar el mal concepto que se habían formado de las Escuelas Pías en la Curia Romana, desde Mons. Albizzi hasta los dos papas, Urbano vlII e Inocencio X, indagando y descubriendo la verdad y la mentira. En cierto modo, también Pietrasanta fue víctima más o menos inconsciente de Mario y Cherubini, a quienes creyó y favoreció con 'superabundancia', y su deseo de salvar la Orden chocó contra las decisiones de la Comisión, cuyos hilos manejó con sutileza y diplomacia el omnipotente Mons. Albizzi.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/02|25.02. Publicación del breve]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/03|Ni el visitador Apostólico por sí mismo, ni la Comisión Diputada como tal dieron decreto alguno de reforma. Todo se redujo al breve, cuya supuesta reforma quedaba encomendada a las nuevas Constituciones, que no salieron nunca a Ia luz del día. Mientras tanto, las facilidades para abandonar aguel despojo de Congregación -desprovista de Constituciones legítimas y de contextura interna jerárquica y la imposibilidad de darle savia nueva, la condenan miserablemente a la muerte.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/03|25.03. La abominación de la desolación]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/04|Por segunda vez, y no ya solamente el Santo Fundador y sus venerables Asistentes, sino todos los pobres escolapios sin distinción, en Roma y fuera de Roma, pasaban por la ‘Calle de la Amargura’. Y no es fácil decir qué era más doloroso, si oír las voces exteriores que les llenaban de vergüenza, o las interiores que les incitaban a dejarlo todo, porque ya no había esperanza de sobrevivir.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/04|25.04. La gran desbandada]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/05|A ejemplo de Cherubini, algunos o muchos que habían obtenido el breve para salir, no salían. Eran sobre todo sus partidarios y amigos de Mario, es decir, precisamente aquellos que se esperaba que se fueran. Estos tales -dice Berro- 'querían vivir a su capricho como seculares y estar en casas regulares, sirviéndose de las cosas de casa, guardándose limosnas para procurarse muebles para sus casas, sin trabajar en el ejercicio de las Escuelas Pías y mucho menos observar nuestras antiguas Constituciones y los ejercicios de mortificación y oración, lo cual era una molestia para todos los demás que con más afecto y diligencia que nunca, para obtener la misericordia de S. D. M., se desvivían por observarlas'. Ya en julio de 1646 advertía el Santo Fundador estos abusos y prometía que se pondría remedio. Y, en efecto, se cursó un memorial a la Santa Sede pidiendo que los que tenían el breve, que se fueran dentro de cuatro meses, y si no se iban, quedarían anulados los breves. Y el breve salió el 4 de diciembre de 1646.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/05|25.05. Los que se fueron]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/06|Todas estas cartas angustiosas de los hijos buenos que expresaban sus dudas, ansiedades, temores y promesas al Santo Viejo, debieron llenar su alma de una amargura profunda, y su pobre cuerpo, que sentía el peso de sus casi 89 años, acusaba los golpes. El 25 de agosto de 1646 -cinco largos meses después de la promulgación del breve fatal- escribía: 'Todavía estoy con los dolores causados por el calor del hígado, y hace más de un mes que no digo Misa por no poder estar de pie tanto rato; me siento, sin embargo, más aliviado con la esperanza, si Dios quiere, de volver pronto a celebrar Misa'. Pero a primeros de diciembre aún se siente débil para caminar 'después de la enfermedad del pasado verano' Ni la santidad puede impedir que se resienta por los disgustos el hígado de los santos.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/06|25.06. Los que se quedaron]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/07|Indudablemente, los que se quedaron supieron mantener o recuperar el espíritu de la Orden, cumplir con fidelidad, con esfuerzo heroico y con plena esperanza en el futuro de la misión propia de la Orden, sin cerrar -repitámoslo- ni una sola de las casas en el crítico decenio de la reducción inocenciana. Estas cartas preciosas serían para el Santo Viejo un consuelo para las amarguras de su alma, e incluso un alivio físico para sus dolores de hígado, más eficaz que las placas de mármol que solía aplicarse como remedio.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/07|25.07. La casa madre de San pantaleón]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/08|El Fundador sigue siendo el centro de la Congregación, como en los tiempos pasados. A él se acude en demanda de gente, de consejos, de decisiones, y lo que no puede hacer por falta de autoridad -no tiene absolutamente ninguna- acude al cardenal vicario para que los autorice. Así, apenas publicado el breve de reducción consigue que Ginetti dé licencia al P. Onofre Conti y al Ho. Agapito para que vayan a Germania y Polonia, aunque no logra de la Congregación de Propaganda Fide que le den a Conti el título de Misionero apostólico, porque Mons. Albizzi les informa que era uno de los 'perturbadores de la orden' De Cáller le piden que les mande un visitador, y les manda en 1648 al P. Onofre Conti. De Turi le ruegan les envíe a dos sacerdotes, en 1648 . En Florencia, decide él la salida de algunos hacia otras casas. De Nikolsburg le escriben en julio de 1648: 'todas las decisiones y órdenes que se hagan, se mandarán siempre a V. P, ni haremos nada sin su conocimiento y consenso'. Y de Nápoles le dice al rector de Puerta Real: 'la carta de V. P, Rma. ha sido de gran consuelo, no sólo para mí, sino también para todos los padres y Hermanos de esta familia, los cuales nos preciamos de ser súbditos de S. P. y depender, en cuanto lo permitan los tiempos presentes, de su mandato y consejo. Y en cuanto al asunto de Aversa esperemos el resultado y la solución, como escribe'. son sólo ejemplos de una actitud generalizada.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/08|25.08. Promotor de esperanza]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/09|Supo infundir esperanza y todas las esperanzas estaban puestas en éL. Pero en los últimos años no todo fueron palabras y promesas, ni se cruzó de brazos esperando que le llegaran del cielo auxilios milagrosos. Con una energía impropia de sus casi noventa años y con una profunda convicción de que el papa Inocencio X había sido mal informado, siniestramente informado, emprendió con entusiasmo la última batalla diplomática, muriendo prácticamente en la brecha.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/09|25.09. La última batalla: dos apologías y un panfleto]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/10|Es una satisfacción saber que ése era el concepto personal que Inocencio X tenía del Santo Fundador, y por ello es lamentable que no hiciera nada para devolverle la honra personal -al menos, y por justicia-,tan maltrecha todavía, como se ve en el ‘Racconto difuso’ de Mons. Albizzi.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/10|25.10. El fracaso de dos legaciones]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/11|El 20 de mayo murió el rey de Polonia. Calasanz, entre las cartas que escribió hablando de su muerte y rogando oraciones por su alma, dijo al P. Orselli: esperamos 'que nos ayudará en el cielo con S. D. M. mucho más de lo que hizo con su Vicario en la tierra'. Orselli, por su parte, a principios de junio escribía al P. General diciendo que el Gran Canciller del Reino, duque Ossolinski, le había asegurado que seguiría protegiendo la Orden, y que había escrito a Mons. Roncalli que continuara con nuestra causa y dijera a S. S. (que mientras esté en pie la Corona de Polonia, siempre estará protegida esta Religión'. A principios de julio, al recibir esta carta el Santo Fundador, escribió otra en elegantísimo latín -increíble para sus noventa y un años- al duque Ossolinski, reconociéndole como el máximo protector en Polonia, después del rey, y asegurándole que era tal la esperanza que les infundía para conseguir favores futuros (que sintiéndonos perecer irremediablemente al morir el rey, nos parece con razón que sólo en ti podremos respirar y vivir'. Y con esos sentimientos de un futuro esperanzador llegó al final de sus largos días antes de pasar dos meses.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/11|25.11. El bochornoso final de Cherubini]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/12|Con esta misma fecha escribe al Santo desde Nápoles el P. Patera: 'he oído que el P. Esteban ha sido cogido, etc., en el colegio por el Hº. Horacio; por favor, dígame cómo y qué., ha hecho porque aquí multi multa dicunt [muchos dicen muchas cosas]. Particularmente, escribe el P. Vicente M.' [Gavotti] a un partidario suyo, que todo son calumnias y persecuciones y que por ello lo acoge y favorece aún más Monseñor [Asesor], añadiendo que por esta razón hay peligro de que sea generalísimo'. . El P. Caputi, que estaba entonces de comunidad en S. Pantaleón, nos da otra Larga narración de estos hechos, cuyas líneas fundamentales nos acaban de dar las dos cartas precedentes. El caso fue que el P. Cherubini volvió a las andadas e intentó abusar de un alumno del Colegio Nazareno, el cual recurrió al Hº. Horacio Rinaldi. El nuevo escándalo se aireó pronto, como hemos visto por la carta de Nápoles, y llegó a conocimiento de los Auditores de Rota, algunos de los cuales con disimuladas excusas fueron al Nazareno para cerciorarse de los hechos. Confirmadas las acusaciones, Cherubini fue alejado del Colegio y mandado a Frascati, pero no volvió al siglo, como se esperaba. Los Auditores de Rota recurrieron al P. General para que designara nuevo Rector del Nazareno y propuso al P. Camilo Scassellati.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/12|25.12. La muerte de Pietrasanta y Cherubini]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/13|Así acabó la triste historia de Cherubini, sin que sepamos si su gran amigo y protector Mons. Albizzi se dignó hacerle alguna visita en su última enfermedad o a su cadáver, mientras estuvo expuesto en San Pantaleón.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/13|25.13. Resquicios de esperanza]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/14|La segunda petición se la dirigió el 4 de febrero de 1648, a nombre del Consejo Real de Aragón, don Miguel Pablo Gamón, que termina su carta diciendo: 'holgaríame cierto ser instrumento para la introducción de tan Santa Religión y tan provechosa al bien común y particularmente de los menesterosos'. A esta petición, cuya respuesta no conocemos, puso el Santo mayor interés, relacionándola con su amigo y casi paisano don Miguel Jiménez Barber, que había manifestado su deseo de ser escolapio y que Calasanz ya le veía en Cerdeña haciendo el noviciado y partiendo luego con algunos Padres a fundar el primer colegio de Escuelas Pías en sus tierras de Aragón. Pero todo quedó también en agua de borrajas.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/14|25.14. Ultima enfermedad, despedidas y milagros]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/15|En términos análogos hizo su declaración ese otro Padre, que era Scassellati, confirmándola otros, como Armini y Bianchi, que lo sabían de oídas, y especialmente Caputi, que asegura que el Santo lo volvió a revelar a él y a los PP. García, Berro, Morelli y al Padre barnabita Constantino Palamolla. A este último hizo otra portentosa revelación, estando presentes en la habitación el P. Castelli y el P. Berro, que es quien la cuenta. Debió ser otro sueño o visión en la que fueron a visitarle todos los escolapios difuntos hasta entonces. Unos estaban de pie y otros sentados. Y preguntó el Santo al P. Constantino qué podría significar esa diferencia. El barnabita le preguntó a su vez con quiénes estaba el P. Glicerio Landriani, y el Santo respondió que con los sentados. Dedujeron, pues, que los sentados estaban ya en la gloria y los demás en el purgatorio. Añadió todavía el Santo que solamente faltaba uno, y al preguntarle luego Berro quién era, no quiso responder.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/15|25.15. La muerte del justo]] |
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− | :[[GinerMaestro/Cap25/16|A pesar del sigilo con que se hicieron las cosas, todavía se enteraron de la muerte y fueron a rendirle homenaje conmovido los Mons. Ferentillo, Oreggio, Totis, Biscia, Vannucci, Pallotta y otros Prelados, una vez trasladado el cadáver al oratorio después de concluida la autopsia. Y allí quedó toda la noche, velándole los PP. García y Caputi solamente.]] | + | :[[GinerMaestro/Cap25/16|25.16. Funerales gloriosos]] |
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− | [[GinerMaestro/EPILOGO|El día 29 escribía a toda la Orden una circular el P. Juan García, comunicando la muerte 'de nuestro P. General' y animando a todos a alegrarse 'por haber ido él al lugar donde mucho mejor nos podrá ayudar, pudiéndolo esperar muy bien, dados los signos milagrosos ocurridos con el tacto de su cuerpo antes de enterrarle y después en la sepultura, donde todavía sigue frecuentísimo el concurso…'. Y tenía razón. Entre tantos milagros que habían empezado a florecer ante sus despojos mortales y su sepulcro, no cabía dudar que un día florecería también la firme esperanza que todos sus hijos tenían puesta en sus palabras proféticas, tan repetidas desde los días aciagos del breve de reducción: 'Yo espero que todo cuanto han hecho y harán nuestros adversarios, todo se deshará con la ayuda de Dios y podrá más la verdad qup la envidia. V. R. tenga buen ánimo junto con los que aman el Instituto, que sin duda volverá a ser quizás más glorioso que antes'. Era el mejor epitafio que podían poner sobre aquel sepulcro, que -como el de Cristo- hablaba más de resurrección que de muerte.]] | + | [[GinerMaestro/EPILOGO|EPILOGO OBLIGADO]] |
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